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Tenía 21 años cuando desapareció y su familia siempre sospechó de su pareja, pero nadie los escuchaba: 15 años después lo juzgan por matarla

A la familia de Yamila Cuello le tomó un año asumir que la joven cordobesa de 21 años estaba desaparecida. “Querés creer que tal vez se fue por sus propios medios, aunque toda la evidencia demostraba lo contrario. Pero es muy difícil asumir una cosa así”, dice Soledad Cuello, su hermana, en diálogo con LA NACION.

El 25 de octubre de 2009, Yamila había salido de la casa de su abuela, con quien convivía, ubicada en el barrio Coronel Olmedo de la capital cordobesa. Le había dicho que iba a ver a unas amigas. Como no regresaba, la familia enseguida temió lo peor.

Meses antes, la joven había cortado su relación con Néstor Simone, un hombre 19 años más grande que ella con quien mantenía un vínculo desde los 17 y que la había violentado de todas las maneras posibles. Sabían que, desde la ruptura de la relación, el hombre la hostigaba y la presionaba para volver.

En la Argentina hay 5000 mujeres que permanecen desaparecidas: ¿qué les pasó?

Con toda esta información, Soledad y su abuela se dirigieron a la comisaría para hacer la denuncia. “Yamila es mayor de edad. Se pudo haber ido por sus propios medios. Vuelvan en 72 horas”, les respondieron en la delegación policial.

Ya pasaron más de 15 años desde que Yamila salió aquel domingo y no volvió. El 20 de febrero pasado comenzó un juicio por su desaparición. La hipótesis de la fiscalía es que Yamila era víctima de trata y que la mataron. Los acusados son el propio Simone y su hermano. Lo que nadie puede explicar es qué hicieron con sus restos. Por eso, el mismo Estado que juzga a dos hombres por su crimen la sigue considerando desaparecida: nunca encontraron su cuerpo.

La historia de Yamila es una de las 78 que LA NACION contó hace dos años, en el marco de una investigación sobre la falta de eficiencia del Estado argentino para la búsqueda de personas desaparecidas. Si esa persona es una mujer, también se suman los prejuicios.

Hace pocos días, este medio difundió una segunda investigación con las novedades en las búsquedas de esas 78 mujeres. De ese total, la Justicia confirmó o sospecha con certeza que 17 están muertas y que a 12 las mató un hombre que las conocía. Hasta el momento, los restos aparecieron solo en un caso.

“Esa misma Justicia que me dio la espalda desde el primer momento es la que viene a decirme que a mi hermana la mataron, pero el cuerpo no aparece. ¿Cómo hago para creerle a esa Justicia?”, le dice Soledad a LA NACION con la voz tomada por una mezcla de tristeza y enojo. Está convencida de que Simone es el culpable de la desaparición de su hermana. Y también de que aquellos tres días de inacción judicial sembraron el terreno para tantos años de impunidad.

Soledad Cuello (derecha) junto a su hermana Karen y Ludmila, su hija, durante una de las movilizaciones por la búsqueda de su hermana

“¿Qué pasa Yami que venís con marcas en el cuerpo?”

Un año antes de que Yamila desapareciera, y cuando todavía estaba saliendo con Simone, una persona cercana le dijo a Soledad que su cuñado era jugador compulsivo y que pagaba las deudas de juego con su hermana. “Lo tenés que dejar de alguna manera porque corrés riesgo. Mirá si un día te mata”, recuerda haberle advertido entonces a Yamila en una charla que había comenzado así:

—¿Qué pasa Yami? Cada vez venís menos. Venís con marcas: decís que te quemaste, que te golpeaste… Yo jamás te voy a juzgar, podés confiar en mí. Pero necesito que me digas si Néstor apuesta y paga con vos.

“Mi hermana no respondió nada. Entonces le dije: ‘Tu silencio es porque sí’. Y ella bajó la mirada”, recuerda Soledad. Cuando le dijo a Yamila que había que hacer algo, ella le contestó: “En esos lugares anda la cana, me vive amenazando con hacerle algo a la abuela”, dándole a entender que era presa de una trampa de la que no podía salir.

“¿Vos sos la hermana de Yamila? Tu hermana me dictó tu número desde una ventana. Dice que Néstor le pegó y la tiene encerrada”, decía el mensaje que recibió Soledad en su celular tiempo después de aquella charla. “Fuimos y tiramos la puerta abajo. Y ella puedo escapar. Ahí fue cuando mi hermana cortó con Néstor”, relata Soledad.

“Sabía cuál había sido el destino final de Cuello”

Lo que la Justicia pudo reconstruir en estos 15 años de investigación es que aquella ruptura duró poco. Tiempo después, Yamila retomó el vínculo con Simone a escondidas de su familia. En el juicio que se inició el pasado 20 de febrero, la fiscalía sostiene que el hombre, con la ayuda de Ramón Palacios, su hermano de crianza, mató a la joven ese mismo día y se deshizo del cuerpo.

Néstor Simone, de brazos cruzados, observa la declaración testimonial de Soledad Cuello en una de las audiencias del juicio que lo tiene a él y a Ramón Palacios como acusados de haber matado a Yamila Cuello

El marco era una relación atravesada por la violencia física, psicológica y económica. A medida que Simone la iba aislando de la familia, los sometimientos se iban agravando hasta el punto en que empezó a ser obligada a cometer robos y estafas y a tener relaciones sexuales con otros hombres. A pesar de esto, Simone está imputado únicamente por homicidio, dado que en una investigación previa fue sobreseído de la acusación de trata. Palacios, en cambio, está imputado por ambos delitos.

A lo largo de la investigación, tanto los familiares de Yamila como otros testigos fueron revelando pormenores del vínculo entre la joven y los acusados. “Un testigo de identidad reservada aseguró que el día de la desaparición, Simone fue visto intentando limpiar manchas de sangre que se encontraban en el tablero y en el piso del asiento de su auto. En otra ocasión, Palacios le habría manifestado a una tercera persona que sabía cuál había sido el destino final de Cuello y dónde se encontraba enterrado su cuerpo”, puede leerse en el sitio web del Ministerio Público Fiscal a propósito del juicio.

Esperamos una condena ejemplificadora, más allá de que eso no repare la angustia de tantos años sin respuesta y por lo poco que se hizo por su búsqueda”, dice Soledad a modo de balance por el arduo camino recorrido para lograr que la Justica siente a Simone y a Palacios en el banquillo de los acusados, pese a que ellos los señalaron desde el primer momento. “La nuestra es una familia humilde, sin recursos y nadie nos dijo qué hacer. El nuestro fue un trabajo de hormiga”, se lamenta.

A la mujer le dicen que la Justicia tiene un expediente abierto por la búsqueda de su hermana. Pero nunca le notificaron sobre alguna medida u operativo reciente. “Cuando tuve que declarar, le pedí a los jueces que busquen el cuerpo para poder cerrar este capítulo”, dice. Está previsto que el 1° de abril el Tribunal defina si Palacios y Simone son culpables. El resultado, cualquiera sea, no develará la incógnita que la desvela desde hace más de 15 años: ¿dónde está Yamila?

Más información:

  • Si sos víctima de violencia o conocés a alguien que esté en esa situación llamá a la línea 144
  • Conocé cómo prevenir, actuar y dónde encontrar ayuda en la guía de violencia de género de LA NACION haciendo click aquí

A la familia de Yamila Cuello le tomó un año asumir que la joven cordobesa de 21 años estaba desaparecida. “Querés creer que tal vez se fue por sus propios medios, aunque toda la evidencia demostraba lo contrario. Pero es muy difícil asumir una cosa así”, dice Soledad Cuello, su hermana, en diálogo con LA NACION.

El 25 de octubre de 2009, Yamila había salido de la casa de su abuela, con quien convivía, ubicada en el barrio Coronel Olmedo de la capital cordobesa. Le había dicho que iba a ver a unas amigas. Como no regresaba, la familia enseguida temió lo peor.

Meses antes, la joven había cortado su relación con Néstor Simone, un hombre 19 años más grande que ella con quien mantenía un vínculo desde los 17 y que la había violentado de todas las maneras posibles. Sabían que, desde la ruptura de la relación, el hombre la hostigaba y la presionaba para volver.

En la Argentina hay 5000 mujeres que permanecen desaparecidas: ¿qué les pasó?

Con toda esta información, Soledad y su abuela se dirigieron a la comisaría para hacer la denuncia. “Yamila es mayor de edad. Se pudo haber ido por sus propios medios. Vuelvan en 72 horas”, les respondieron en la delegación policial.

Ya pasaron más de 15 años desde que Yamila salió aquel domingo y no volvió. El 20 de febrero pasado comenzó un juicio por su desaparición. La hipótesis de la fiscalía es que Yamila era víctima de trata y que la mataron. Los acusados son el propio Simone y su hermano. Lo que nadie puede explicar es qué hicieron con sus restos. Por eso, el mismo Estado que juzga a dos hombres por su crimen la sigue considerando desaparecida: nunca encontraron su cuerpo.

La historia de Yamila es una de las 78 que LA NACION contó hace dos años, en el marco de una investigación sobre la falta de eficiencia del Estado argentino para la búsqueda de personas desaparecidas. Si esa persona es una mujer, también se suman los prejuicios.

Hace pocos días, este medio difundió una segunda investigación con las novedades en las búsquedas de esas 78 mujeres. De ese total, la Justicia confirmó o sospecha con certeza que 17 están muertas y que a 12 las mató un hombre que las conocía. Hasta el momento, los restos aparecieron solo en un caso.

“Esa misma Justicia que me dio la espalda desde el primer momento es la que viene a decirme que a mi hermana la mataron, pero el cuerpo no aparece. ¿Cómo hago para creerle a esa Justicia?”, le dice Soledad a LA NACION con la voz tomada por una mezcla de tristeza y enojo. Está convencida de que Simone es el culpable de la desaparición de su hermana. Y también de que aquellos tres días de inacción judicial sembraron el terreno para tantos años de impunidad.

Soledad Cuello (derecha) junto a su hermana Karen y Ludmila, su hija, durante una de las movilizaciones por la búsqueda de su hermana

“¿Qué pasa Yami que venís con marcas en el cuerpo?”

Un año antes de que Yamila desapareciera, y cuando todavía estaba saliendo con Simone, una persona cercana le dijo a Soledad que su cuñado era jugador compulsivo y que pagaba las deudas de juego con su hermana. “Lo tenés que dejar de alguna manera porque corrés riesgo. Mirá si un día te mata”, recuerda haberle advertido entonces a Yamila en una charla que había comenzado así:

—¿Qué pasa Yami? Cada vez venís menos. Venís con marcas: decís que te quemaste, que te golpeaste… Yo jamás te voy a juzgar, podés confiar en mí. Pero necesito que me digas si Néstor apuesta y paga con vos.

“Mi hermana no respondió nada. Entonces le dije: ‘Tu silencio es porque sí’. Y ella bajó la mirada”, recuerda Soledad. Cuando le dijo a Yamila que había que hacer algo, ella le contestó: “En esos lugares anda la cana, me vive amenazando con hacerle algo a la abuela”, dándole a entender que era presa de una trampa de la que no podía salir.

“¿Vos sos la hermana de Yamila? Tu hermana me dictó tu número desde una ventana. Dice que Néstor le pegó y la tiene encerrada”, decía el mensaje que recibió Soledad en su celular tiempo después de aquella charla. “Fuimos y tiramos la puerta abajo. Y ella puedo escapar. Ahí fue cuando mi hermana cortó con Néstor”, relata Soledad.

“Sabía cuál había sido el destino final de Cuello”

Lo que la Justicia pudo reconstruir en estos 15 años de investigación es que aquella ruptura duró poco. Tiempo después, Yamila retomó el vínculo con Simone a escondidas de su familia. En el juicio que se inició el pasado 20 de febrero, la fiscalía sostiene que el hombre, con la ayuda de Ramón Palacios, su hermano de crianza, mató a la joven ese mismo día y se deshizo del cuerpo.

Néstor Simone, de brazos cruzados, observa la declaración testimonial de Soledad Cuello en una de las audiencias del juicio que lo tiene a él y a Ramón Palacios como acusados de haber matado a Yamila Cuello

El marco era una relación atravesada por la violencia física, psicológica y económica. A medida que Simone la iba aislando de la familia, los sometimientos se iban agravando hasta el punto en que empezó a ser obligada a cometer robos y estafas y a tener relaciones sexuales con otros hombres. A pesar de esto, Simone está imputado únicamente por homicidio, dado que en una investigación previa fue sobreseído de la acusación de trata. Palacios, en cambio, está imputado por ambos delitos.

A lo largo de la investigación, tanto los familiares de Yamila como otros testigos fueron revelando pormenores del vínculo entre la joven y los acusados. “Un testigo de identidad reservada aseguró que el día de la desaparición, Simone fue visto intentando limpiar manchas de sangre que se encontraban en el tablero y en el piso del asiento de su auto. En otra ocasión, Palacios le habría manifestado a una tercera persona que sabía cuál había sido el destino final de Cuello y dónde se encontraba enterrado su cuerpo”, puede leerse en el sitio web del Ministerio Público Fiscal a propósito del juicio.

Esperamos una condena ejemplificadora, más allá de que eso no repare la angustia de tantos años sin respuesta y por lo poco que se hizo por su búsqueda”, dice Soledad a modo de balance por el arduo camino recorrido para lograr que la Justica siente a Simone y a Palacios en el banquillo de los acusados, pese a que ellos los señalaron desde el primer momento. “La nuestra es una familia humilde, sin recursos y nadie nos dijo qué hacer. El nuestro fue un trabajo de hormiga”, se lamenta.

A la mujer le dicen que la Justicia tiene un expediente abierto por la búsqueda de su hermana. Pero nunca le notificaron sobre alguna medida u operativo reciente. “Cuando tuve que declarar, le pedí a los jueces que busquen el cuerpo para poder cerrar este capítulo”, dice. Está previsto que el 1° de abril el Tribunal defina si Palacios y Simone son culpables. El resultado, cualquiera sea, no develará la incógnita que la desvela desde hace más de 15 años: ¿dónde está Yamila?

Más información:

  • Si sos víctima de violencia o conocés a alguien que esté en esa situación llamá a la línea 144
  • Conocé cómo prevenir, actuar y dónde encontrar ayuda en la guía de violencia de género de LA NACION haciendo click aquí

 En 2009, Yamila Cuello dijo que salía a ver a unas amigas pero nunca volvió; su entorno denunció enseguida al hombre con el que estaba saliendo; recién ahora, la Justicia lo acusa de haberla asesinado y hecho desaparecer el cuerpo de la joven  LA NACION

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