Karina Rivero, expaquita de Xuxa: del día que la suspendieron por su peso al emotivo reencuentro con la artista brasileña

“Fue muy fuerte, no me imaginé que me elegirían”, dice Karina Rivero con una sonrisa al recordar su paso como paquita por la nave de Xuxa. Con Julieta Cardinali fueron las dos argentinas que acompañaron a la presentadora brasileña entre 1992 y 1993. Con la intérprete de “Estatua” e “Iiarie” vivió a muy temprana edad momentos únicos: fans esperándola en la puerta de su casa, giras por Argentina y Brasil y hasta un estadio de Vélez. Sin embargo, también reconoce en diálogo con LA NACIÓN que sufrió hostigamiento por parte de Marlene Mattos, exrepresentante de la artista, que la suspendió por considerarla “excedida de peso” y que compatibilizar el trabajo con la vida escolar era muy complicado, motivos por los cuales decidió alejarse del medio.
—Estuviste en un lugar en el que miles de chicas querían estar, ¿cómo fue el proceso de selección?
—¡Sí! Todo fue muy fuerte, no imaginé que me elegirían, veníamos de siete meses de casting. Se habían presentado más de diez mil chicas y quedarían solo dos. No teníamos idea de qué iba a suceder y lo que implicaba el mundo Xuxa. En 1991 nos eligieron a cuatro para el especial de Navidad y ahí eligieron a dos que empezamos en 1992. Quedamos Julieta (Cardinali) y yo.
—Previo al casting, ya venías trabajando en el mundo artístico.
—Sí, estuve con Cristina Lemercier en Cristina y sus amigos y después, más o menos a los 11, estuve con Alejandra Gavilanes en La isla de los Wittys. Previo a eso, de chica siempre hice danza clásica en la escuela nacional de danza y cuatro años de danza artística. Era más light lo que había hecho, no había tenido tanta repercusión. Crecimos de golpe, era lo que quería y me gustaba, pero me perdía estar con mis amistades, ir a bailar y fue todo de golpe. Te sacan las medidas para los trajes y empezás a grabar, a hacer conferencias de prensa, viajes a Brasil, un estadio de Vélez en el que sentías vibrar el piso. Era algo impresionante, lo cuento y se me eriza la piel.
—¿Cómo era el ritmo de trabajo?
—A las 11 de la mañana llegábamos al canal y capaz estábamos hasta las tres de la madrugada, porque ella venía 15 días y grabábamos cinco programas por jornada. Era complicado con el colegio, al día siguiente estar pocas horas en la escuela después de no haber dormido e ir de vuelta al canal. Cuando nos necesitaban, trabajábamos; no te avisaban con anticipación, te llamaban y te decían: “Mañana viajan a Brasil”, e íbamos.
—¿Y la escuela?
—Los profesores estaban cholulos porque había una paquita de Xuxa y era un boom, me daban prórrogas para rendir. Teníamos franco los domingos. Mis papás me acompañaron en todo, por eso agradezco la decisión mía después de no haber seguido en el medio, porque no me hallaba, me gustaba pero quería estar con mi familia y amigos. Aunque sí, fue medio brusco.
—También había un lado B…
—Sí. Cuando fue lo del documental de paquitas (Pra sempre Paquitas) que nos reencontramos, tuvimos la oportunidad de contar el detrás de la nave. Marlene Mattos (exmanager de Xuxa) nos hostigaba por los cuerpos; si no estabas flaca te suspendía. A mí me suspendió y me puse a llorar. Me enloquecí. Tenías que tener un cuerpo perfecto.
—¿Cómo fue ese momento?
—Un día después de grabar nos reunió y me nombró a mí y a una compañera brasileña y nos dijo que estábamos suspendidas por exceso de peso. Me puse a llorar y le comenté a mis papás. Estaba tan naturalizado que mi mamá en esa época lo veía normal. Me llevó a una empresa de estética muy famosa en esa época. Tenía quince días para bajar de peso. Fuimos y los médicos me miraron y me preguntaron qué quería adelgazar. La desesperación te lleva y el miedo a cómo me verían luego de esos quince días, si me aceptarían o no. En los camarines teníamos frutas y nada más.
—¿En ese momento te diste cuenta que eso no estaba bien?
—No, lo entiendo hoy porque en esa época se usaba, se naturalizaba y ni Xuxa nos podía ayudar porque era víctima de eso. Estábamos sometidas a tener unos cuerpos perfectos, siempre rubias; a algunas chicas las obligaban a teñirse. Por eso el documental nos sanó, pudimos contarlo. En ese momento yo no sabía, no lo podíamos hablar y por otro lado, ¿quien iba a querer salir del show? Nos bancábamos todo. Me di cuenta de adulta. En ese momento mi cabeza decía: “Comé fruta”, porque si se nos hinchaba la panza nos suspendían. Eran estrictos, porque sabemos lo que fue Xuxa y lo que es, gracias también al cerebro de Marlene.
—¿Y en el resto de las cosas? ¿Cómo eran los modos?
—El resto todo bien. No nos maltrataron. Xuxa siempre tuvo la mejor, tratando de apoyarnos como podía porque era una víctima más y en esa época era normal. Se usaba así en otros programas también, se fijaban que estuvieras flaca y que fueras rubia de ojos claros. Buscaban cuerpos perfectos.
—¿Cómo fue el día después?
—Y… fuimos muy famosas, tenía fanáticos en la puerta de la casa y de la escuela, una locura, no lo podía creer. Yo terminé en el 93 y al año siguiente hice un par de cosas, conferencias de prensa y después el staff cambió por completo, por chicas más chicas. Después de eso fui a un casting más y tuve una mala experiencia con un productor que me llevó a su oficina y me pidió que me quedara en bombacha y corpiño; dije que no. Un director también. Cuando tenía 13 me invitó a cenar y dije que no.
—El año pasado se juntaron de nuevo para hacer un documental y en la presentación también la viste a Xuxa, ¿cómo fue eso?
—Nunca habíamos tomado dimensión de todo lo que vivimos y con quién trabajamos porque éramos unas niñas, no pensábamos que treinta años después íbamos a remover todo. Ver a Xuxa otra vez fue muy lindo. La última vez que la había visto fue en 2011 en el programa de Susana, que le presenté a mis hijos y ella le decía a mi marido que me cuidara. Lo del año pasado fue hermoso y ahora dicen que el último vuelo de la nave será en Argentina. Si me llama ahí estaré, me encantaría. No me arrepiento de haber sido elegida, estaba el lado feo, pero nos cuidaban.
—¿Y la relación con el dinero siendo tan chica cómo era?
—Lo manejaban mis papás, pero yo me sentía bien con eso porque podía ayudar. Mi papá era encargado de edificio y me sentía contenta, podía comprarme mis cosas.
—¿Cómo siguió la vida después?
—Me casé joven y fui mamá, tengo una hija de 25 y un hijo de 20. Estudié teatro cuatro años pero no me gustó, había algo con lo que no me hallaba y fui alejándome. Soy muy familiera y necesitaba eso que había perdido.
—¿Tus hijos tienen noción del lugar donde estuviste?
—Siempre les mostré videos y recién después del documental se dieron cuenta de quién era la mamá y con quien había trabajado. Después, cuando el año pasado hice alguna presentación, se sorprendieron.
—Hoy las leyes que regulan el trabajo de los menores en los medios son diferentes, pero si ellos te hubieran pedido de hacer televisión cuando eran niños, ¿los hubieras dejado?
—No. No sé por qué, pero no. Es difícil el rubro, hay muchos rubros jodidos, pero no. Hoy que son mayores de edad es otra cosa.
—De muchas de esas cosas te das cuenta ahora, de adulta…
—Sí. En aquel momento tenía miedo y vergüenza cuando me suspendieron. De todo eso mis hijos y mi marido se enteraron en el documental y es por vergüenza. Marlene me expuso y se enteró la tribuna; los fans me gastaban, yo me reía.
—Otra chica se lo hubiera tomado distinto y le podría haber traído problemas de salud.
—Sí. Doy gracias a Dios que tengo un autoestima enorme, que no me traumó porque viví tranquilamente después. Con lo del documental me di cuenta de lo que había pasado. En ese momento empecé a llorar, porque uno bloquea las cosas.
—¿Con tus colegas “paquitas” cómo era la relación?
—Nos encontramos en el documental. Nos llevábamos bien, nunca hubo roces y nos integrábamos. Con Julieta (Cardinali) me encontré después de 30 años y fue re loco, nos protegíamos ambas. Ella estaba conmigo cuando me suspendieron, me abrazó y después me llamaba todos los días. Después seguimos cada una con lo suyo. Ahora con las chicas nos quedó un grupo de Whatsap.
—¿Y cómo fue volver a los escenarios?
—Divino, me encantó porque estoy parada de otra manera, soy Karina mujer y sigo sintiendo el amor y el respeto de la gente. En la fiesta Plop!, por ejemplo, venía la gente con los celulares a sacarse fotos y me sentía bárbaro. Me dieron ganas de hacer algo, pero entiendo que es otro país y es todo redes sociales ahora. Me estoy reinsertando.
“Fue muy fuerte, no me imaginé que me elegirían”, dice Karina Rivero con una sonrisa al recordar su paso como paquita por la nave de Xuxa. Con Julieta Cardinali fueron las dos argentinas que acompañaron a la presentadora brasileña entre 1992 y 1993. Con la intérprete de “Estatua” e “Iiarie” vivió a muy temprana edad momentos únicos: fans esperándola en la puerta de su casa, giras por Argentina y Brasil y hasta un estadio de Vélez. Sin embargo, también reconoce en diálogo con LA NACIÓN que sufrió hostigamiento por parte de Marlene Mattos, exrepresentante de la artista, que la suspendió por considerarla “excedida de peso” y que compatibilizar el trabajo con la vida escolar era muy complicado, motivos por los cuales decidió alejarse del medio.
—Estuviste en un lugar en el que miles de chicas querían estar, ¿cómo fue el proceso de selección?
—¡Sí! Todo fue muy fuerte, no imaginé que me elegirían, veníamos de siete meses de casting. Se habían presentado más de diez mil chicas y quedarían solo dos. No teníamos idea de qué iba a suceder y lo que implicaba el mundo Xuxa. En 1991 nos eligieron a cuatro para el especial de Navidad y ahí eligieron a dos que empezamos en 1992. Quedamos Julieta (Cardinali) y yo.
—Previo al casting, ya venías trabajando en el mundo artístico.
—Sí, estuve con Cristina Lemercier en Cristina y sus amigos y después, más o menos a los 11, estuve con Alejandra Gavilanes en La isla de los Wittys. Previo a eso, de chica siempre hice danza clásica en la escuela nacional de danza y cuatro años de danza artística. Era más light lo que había hecho, no había tenido tanta repercusión. Crecimos de golpe, era lo que quería y me gustaba, pero me perdía estar con mis amistades, ir a bailar y fue todo de golpe. Te sacan las medidas para los trajes y empezás a grabar, a hacer conferencias de prensa, viajes a Brasil, un estadio de Vélez en el que sentías vibrar el piso. Era algo impresionante, lo cuento y se me eriza la piel.
—¿Cómo era el ritmo de trabajo?
—A las 11 de la mañana llegábamos al canal y capaz estábamos hasta las tres de la madrugada, porque ella venía 15 días y grabábamos cinco programas por jornada. Era complicado con el colegio, al día siguiente estar pocas horas en la escuela después de no haber dormido e ir de vuelta al canal. Cuando nos necesitaban, trabajábamos; no te avisaban con anticipación, te llamaban y te decían: “Mañana viajan a Brasil”, e íbamos.
—¿Y la escuela?
—Los profesores estaban cholulos porque había una paquita de Xuxa y era un boom, me daban prórrogas para rendir. Teníamos franco los domingos. Mis papás me acompañaron en todo, por eso agradezco la decisión mía después de no haber seguido en el medio, porque no me hallaba, me gustaba pero quería estar con mi familia y amigos. Aunque sí, fue medio brusco.
—También había un lado B…
—Sí. Cuando fue lo del documental de paquitas (Pra sempre Paquitas) que nos reencontramos, tuvimos la oportunidad de contar el detrás de la nave. Marlene Mattos (exmanager de Xuxa) nos hostigaba por los cuerpos; si no estabas flaca te suspendía. A mí me suspendió y me puse a llorar. Me enloquecí. Tenías que tener un cuerpo perfecto.
—¿Cómo fue ese momento?
—Un día después de grabar nos reunió y me nombró a mí y a una compañera brasileña y nos dijo que estábamos suspendidas por exceso de peso. Me puse a llorar y le comenté a mis papás. Estaba tan naturalizado que mi mamá en esa época lo veía normal. Me llevó a una empresa de estética muy famosa en esa época. Tenía quince días para bajar de peso. Fuimos y los médicos me miraron y me preguntaron qué quería adelgazar. La desesperación te lleva y el miedo a cómo me verían luego de esos quince días, si me aceptarían o no. En los camarines teníamos frutas y nada más.
—¿En ese momento te diste cuenta que eso no estaba bien?
—No, lo entiendo hoy porque en esa época se usaba, se naturalizaba y ni Xuxa nos podía ayudar porque era víctima de eso. Estábamos sometidas a tener unos cuerpos perfectos, siempre rubias; a algunas chicas las obligaban a teñirse. Por eso el documental nos sanó, pudimos contarlo. En ese momento yo no sabía, no lo podíamos hablar y por otro lado, ¿quien iba a querer salir del show? Nos bancábamos todo. Me di cuenta de adulta. En ese momento mi cabeza decía: “Comé fruta”, porque si se nos hinchaba la panza nos suspendían. Eran estrictos, porque sabemos lo que fue Xuxa y lo que es, gracias también al cerebro de Marlene.
—¿Y en el resto de las cosas? ¿Cómo eran los modos?
—El resto todo bien. No nos maltrataron. Xuxa siempre tuvo la mejor, tratando de apoyarnos como podía porque era una víctima más y en esa época era normal. Se usaba así en otros programas también, se fijaban que estuvieras flaca y que fueras rubia de ojos claros. Buscaban cuerpos perfectos.
—¿Cómo fue el día después?
—Y… fuimos muy famosas, tenía fanáticos en la puerta de la casa y de la escuela, una locura, no lo podía creer. Yo terminé en el 93 y al año siguiente hice un par de cosas, conferencias de prensa y después el staff cambió por completo, por chicas más chicas. Después de eso fui a un casting más y tuve una mala experiencia con un productor que me llevó a su oficina y me pidió que me quedara en bombacha y corpiño; dije que no. Un director también. Cuando tenía 13 me invitó a cenar y dije que no.
—El año pasado se juntaron de nuevo para hacer un documental y en la presentación también la viste a Xuxa, ¿cómo fue eso?
—Nunca habíamos tomado dimensión de todo lo que vivimos y con quién trabajamos porque éramos unas niñas, no pensábamos que treinta años después íbamos a remover todo. Ver a Xuxa otra vez fue muy lindo. La última vez que la había visto fue en 2011 en el programa de Susana, que le presenté a mis hijos y ella le decía a mi marido que me cuidara. Lo del año pasado fue hermoso y ahora dicen que el último vuelo de la nave será en Argentina. Si me llama ahí estaré, me encantaría. No me arrepiento de haber sido elegida, estaba el lado feo, pero nos cuidaban.
—¿Y la relación con el dinero siendo tan chica cómo era?
—Lo manejaban mis papás, pero yo me sentía bien con eso porque podía ayudar. Mi papá era encargado de edificio y me sentía contenta, podía comprarme mis cosas.
—¿Cómo siguió la vida después?
—Me casé joven y fui mamá, tengo una hija de 25 y un hijo de 20. Estudié teatro cuatro años pero no me gustó, había algo con lo que no me hallaba y fui alejándome. Soy muy familiera y necesitaba eso que había perdido.
—¿Tus hijos tienen noción del lugar donde estuviste?
—Siempre les mostré videos y recién después del documental se dieron cuenta de quién era la mamá y con quien había trabajado. Después, cuando el año pasado hice alguna presentación, se sorprendieron.
—Hoy las leyes que regulan el trabajo de los menores en los medios son diferentes, pero si ellos te hubieran pedido de hacer televisión cuando eran niños, ¿los hubieras dejado?
—No. No sé por qué, pero no. Es difícil el rubro, hay muchos rubros jodidos, pero no. Hoy que son mayores de edad es otra cosa.
—De muchas de esas cosas te das cuenta ahora, de adulta…
—Sí. En aquel momento tenía miedo y vergüenza cuando me suspendieron. De todo eso mis hijos y mi marido se enteraron en el documental y es por vergüenza. Marlene me expuso y se enteró la tribuna; los fans me gastaban, yo me reía.
—Otra chica se lo hubiera tomado distinto y le podría haber traído problemas de salud.
—Sí. Doy gracias a Dios que tengo un autoestima enorme, que no me traumó porque viví tranquilamente después. Con lo del documental me di cuenta de lo que había pasado. En ese momento empecé a llorar, porque uno bloquea las cosas.
—¿Con tus colegas “paquitas” cómo era la relación?
—Nos encontramos en el documental. Nos llevábamos bien, nunca hubo roces y nos integrábamos. Con Julieta (Cardinali) me encontré después de 30 años y fue re loco, nos protegíamos ambas. Ella estaba conmigo cuando me suspendieron, me abrazó y después me llamaba todos los días. Después seguimos cada una con lo suyo. Ahora con las chicas nos quedó un grupo de Whatsap.
—¿Y cómo fue volver a los escenarios?
—Divino, me encantó porque estoy parada de otra manera, soy Karina mujer y sigo sintiendo el amor y el respeto de la gente. En la fiesta Plop!, por ejemplo, venía la gente con los celulares a sacarse fotos y me sentía bárbaro. Me dieron ganas de hacer algo, pero entiendo que es otro país y es todo redes sociales ahora. Me estoy reinsertando.
En diálogo con LA NACIÓN, recuerda las intensas jornadas de filmación, el hostigamiento de la exmanager de la animadora y el gran gesto que tuvo con ella su compañera argentina, Julieta Cardinali LA NACION