Una psiquiatra española explica cómo tomar las riendas de la ‘pandemia del estrés’

“Las somatizaciones son manifestaciones físicas de diversa índole que responden a estados afectivos que tenemos”, declara la doctora y psiquiatra española, Rosa Molina, en una charla para el ciclo Aprendemos Juntos 2030 de BBVA.
Con una amplia experiencia en neuropsiquiatría y psicogeriatría, actualmente Molina realiza una importante actividad de divulgación en salud mental a través de sus redes sociales y del podcast De piel a cabeza.
Para ella, mente y cuerpo son inseparables y la mejor forma de comprender las enfermedades y, al ser humano en general, es mediante una visión unificadora. “Si yo, por ejemplo, ahora insulto a alguien es posible que esa persona experimente en su cuerpo cambios físicos de manera inmediata”, ilustra. “Veríamos cómo se eleva la tensión arterial o se eriza la piel a través de algo abstracto como es la palabra”, explica.
Las recomendaciones de Diego Golombek para sincronizar nuestro reloj biológico y vivir mejor
Eric Kandel, científico estadounidense y ganador del premio Nobel de Medicina, aseguraba que a través de la palabra se pueden gestar cambios cerebrales; “este es el fundamento de por qué funcionan las psicoterapias”, dice Molina. “La psicoterapia se basa en una palabra a través de la cual voy produciendo cambios. Por eso me gusta recordar que nuestra mente se manifiesta en nuestro cuerpo y que nuestro cuerpo es el escenario de nuestras emociones”, destaca.
Cuando el lenguaje corporal toma protagonismo
La sintomatología o las somatizaciones se manifiestan mediante el lenguaje corporal más que por la palabra hablada. “No es menos importante ni tampoco significa que se esté inventando un malestar… simplemente se está expresando aquello que a lo mejor no se ha sido capaz de poner en palabras”, explica la doctora.
Según reconoce, la somatización es una forma también de lidiar con el dolor. “Tender más o menos a ella va a depender de distintas variables: va a variar de un individuo a otro, dependerá de nuestras estrategias adaptativas y de afrontamiento y de la capacidad para poner en palabras las emociones”, cuenta.
Pero será también la propia cultura la que va a moldear esa mayor o menor tendencia a las somatizaciones, afirma e ilustra lo mencionado de la siguiente manera: “En una cultura donde está mejor visto o más aceptado que se sufra por algo físico, puede haber una mayor tendencia a la somatización que si fuera de otra manera, donde se entendiese mucho mejor que esos síntomas físicos causados por la mente forman parte natural del lenguaje y de la vida emocional”.
Las seis conductas que los chicos esperan de sus padres
El hombre pasó del Paleolítico al Mesolítico, luego al Neolítico y actualmente vive en el «Ansiolítico», según Molina. Para ella es en consecuencia a la pandemia silenciosa del estrés que ha habido un aumento de las somatizaciones.
¿Cómo tomar el control?
Poniendo en palabras lo que se siente. La experta revela que varios estudios científicos ponen de manifiesto que solo el hecho de ponerle nombre a un estado emocional (por ejemplo, decir: “Lo que siento es frustración e ira”, o “Estoy triste”) ya hace que la intensidad de la emoción disminuya.
Las palabras construyen realidades y las formas en las que se enuncian, el tono y la intensidad también juegan un rol importante, especialmente en niños. “A veces esa otra etiqueta aparentemente benigna o positiva de ‘niña buena’ que se le pone a una hija también es una mochila que puede llevar encima durante toda la vida”, agrega la Dra. Molina. Lo mismo, explica, ocurre con las palabras no dichas, los silencios, lo que no se sabe cómo mencionar o poner en palabras.
“Cuando somos pequeñitos necesitamos que alguien externo nos heterorregule y ponga en palabras lo que sentimos. Por tanto, si estas no son puestas ahí, pues también vamos a tener mayores dificultades en la edad adulta”, desarrolla.
Además de las estrategias ya mencionadas por la experta, ella sostiene que “a veces no hay grandes secretos sobre todo para aquello que podemos hacer para prevenir”.
“Habrá situaciones en las que tengamos que ir a pedir ayuda a un ser querido o un profesional, y será una forma de regulación emocional”, indica.
Pero antes de dar ese paso, están todos esos hábitos de vida saludable que vale la pena recordar, porque aunque son conocidos a veces se olvidan. “Hay que revisar nuestro estilo de vida en cuanto a lo que comemos y al tiempo que se dedica al sueño”, sugiere. “Cuando tenemos insomnio o dormimos poco, estamos desregulados, más impulsivos, más irritables, tomamos peores decisiones y nos cuesta mucho más controlar el proceso de regulación emocional”, concluye.
*Podés disfrutar de la charla completa que compartió la especialista en salud mental en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.
“Las somatizaciones son manifestaciones físicas de diversa índole que responden a estados afectivos que tenemos”, declara la doctora y psiquiatra española, Rosa Molina, en una charla para el ciclo Aprendemos Juntos 2030 de BBVA.
Con una amplia experiencia en neuropsiquiatría y psicogeriatría, actualmente Molina realiza una importante actividad de divulgación en salud mental a través de sus redes sociales y del podcast De piel a cabeza.
Para ella, mente y cuerpo son inseparables y la mejor forma de comprender las enfermedades y, al ser humano en general, es mediante una visión unificadora. “Si yo, por ejemplo, ahora insulto a alguien es posible que esa persona experimente en su cuerpo cambios físicos de manera inmediata”, ilustra. “Veríamos cómo se eleva la tensión arterial o se eriza la piel a través de algo abstracto como es la palabra”, explica.
Las recomendaciones de Diego Golombek para sincronizar nuestro reloj biológico y vivir mejor
Eric Kandel, científico estadounidense y ganador del premio Nobel de Medicina, aseguraba que a través de la palabra se pueden gestar cambios cerebrales; “este es el fundamento de por qué funcionan las psicoterapias”, dice Molina. “La psicoterapia se basa en una palabra a través de la cual voy produciendo cambios. Por eso me gusta recordar que nuestra mente se manifiesta en nuestro cuerpo y que nuestro cuerpo es el escenario de nuestras emociones”, destaca.
Cuando el lenguaje corporal toma protagonismo
La sintomatología o las somatizaciones se manifiestan mediante el lenguaje corporal más que por la palabra hablada. “No es menos importante ni tampoco significa que se esté inventando un malestar… simplemente se está expresando aquello que a lo mejor no se ha sido capaz de poner en palabras”, explica la doctora.
Según reconoce, la somatización es una forma también de lidiar con el dolor. “Tender más o menos a ella va a depender de distintas variables: va a variar de un individuo a otro, dependerá de nuestras estrategias adaptativas y de afrontamiento y de la capacidad para poner en palabras las emociones”, cuenta.
Pero será también la propia cultura la que va a moldear esa mayor o menor tendencia a las somatizaciones, afirma e ilustra lo mencionado de la siguiente manera: “En una cultura donde está mejor visto o más aceptado que se sufra por algo físico, puede haber una mayor tendencia a la somatización que si fuera de otra manera, donde se entendiese mucho mejor que esos síntomas físicos causados por la mente forman parte natural del lenguaje y de la vida emocional”.
Las seis conductas que los chicos esperan de sus padres
El hombre pasó del Paleolítico al Mesolítico, luego al Neolítico y actualmente vive en el «Ansiolítico», según Molina. Para ella es en consecuencia a la pandemia silenciosa del estrés que ha habido un aumento de las somatizaciones.
¿Cómo tomar el control?
Poniendo en palabras lo que se siente. La experta revela que varios estudios científicos ponen de manifiesto que solo el hecho de ponerle nombre a un estado emocional (por ejemplo, decir: “Lo que siento es frustración e ira”, o “Estoy triste”) ya hace que la intensidad de la emoción disminuya.
Las palabras construyen realidades y las formas en las que se enuncian, el tono y la intensidad también juegan un rol importante, especialmente en niños. “A veces esa otra etiqueta aparentemente benigna o positiva de ‘niña buena’ que se le pone a una hija también es una mochila que puede llevar encima durante toda la vida”, agrega la Dra. Molina. Lo mismo, explica, ocurre con las palabras no dichas, los silencios, lo que no se sabe cómo mencionar o poner en palabras.
“Cuando somos pequeñitos necesitamos que alguien externo nos heterorregule y ponga en palabras lo que sentimos. Por tanto, si estas no son puestas ahí, pues también vamos a tener mayores dificultades en la edad adulta”, desarrolla.
Además de las estrategias ya mencionadas por la experta, ella sostiene que “a veces no hay grandes secretos sobre todo para aquello que podemos hacer para prevenir”.
“Habrá situaciones en las que tengamos que ir a pedir ayuda a un ser querido o un profesional, y será una forma de regulación emocional”, indica.
Pero antes de dar ese paso, están todos esos hábitos de vida saludable que vale la pena recordar, porque aunque son conocidos a veces se olvidan. “Hay que revisar nuestro estilo de vida en cuanto a lo que comemos y al tiempo que se dedica al sueño”, sugiere. “Cuando tenemos insomnio o dormimos poco, estamos desregulados, más impulsivos, más irritables, tomamos peores decisiones y nos cuesta mucho más controlar el proceso de regulación emocional”, concluye.
*Podés disfrutar de la charla completa que compartió la especialista en salud mental en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.
Ponerle nombre a los estados emocionales disminuye su intensidad y, promover esta conducta desde la infancia, facilita la regulación emocional en la adultez LA NACION