Análisis | Un triunfo tan importante como la Ley Bases que casi se escurre por la impericia oficialista

Si la Casa Rosada pudo hoy llevarse la ratificación del decreto que le habilita a acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) –el trofeo más importante después de la Ley Bases– no fue por la astucia y el profesionalismo de sus huestes en el Congreso, encabezados por Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. Si lo logró fue “a pesar” de ellos.
Tras una seguidilla de jornadas de tembladeral financiero, el Gobierno necesitaba enviar urgente una señal de calma para evitar una corrida cambiaria. La oposición dialoguista y no tan dialoguista entendió la gravedad del asunto y accedió, a regañadientes, a avalar un decreto a su juicio ilegítimo porque esquivó la sanción de una ley. El que pareció no haber tomado conciencia del peligro fue el propio oficialismo que, llevado por esa mezcla de inexperiencia y soberbia que lo caracteriza, casi boicotea con sus chapucerías una sesión clave para la supervivencia del Gobierno.
Pocas veces en la historia parlamentaria reciente un presidente de la Cámara fue tan vapuleado por sus pares. El manual de todo oficialismo indica que, frente a una sesión que se anticipa tensa y compleja, el presidente del cuerpo debe conducir con templanza y poner la otra mejilla si es necesario con tal de llevarse el trofeo mayor: la ley. Se lo recordó un veterano en estas lides, Miguel Ángel Pichetto cuando, ya en el arranque, la sesión parecía derrapar.
“El oficialismo tiene el deber de la mesura y de aplicar un principio elemental: los oficialismos se llevan la ley y no el discurso. En lugar de eso pusieron a un incendiario para provocar. Ustedes son responsables. Traten de ubicarse, de ser racionales. Y profesionales también”, fue su mordaz consejo a Menem.
El “incendiario” fue el libertario Lisandro Almirón, quien había inaugurado el debate con un discurso inflamado contra el kirchnerismo que casi tira la sesión por la borda. El mismo que casi se trenzó a las trompadas con Oscar Zago, aliado del oficialismo, el miércoles pasado. Después de aquel bochorno, ¿no se le ocurrió a Menem y su bloque designar a otro diputado como miembro informante en un debate tan sensible?
Las preguntas se suceden. Con su catarata incontenible de provocaciones Almirón parecía cumplir a pies juntillas el mandato que les habría bajado Menem a sus huestes libertarias en los audios que, con picardía, hizo públicos el jefe del bloque de Unión por la Patria Germán Martínez. “Los quiero gritándome, a los gritos, puteando. Nada de algo pacífico”, fue la arenga del riojano que se escuchó en el recinto merced a la filtración de algún libertario infiel.
Más allá de las desmentidas y aclaraciones de los voceros, es evidente el descontrol y el caos interno que reina en las filas libertarias. Qué mejor muestra que la escena cuasi teatral que protagonizó Marcela Pagano quien, megáfono en mano y a los gritos, le enrostró a Menem cometer excesos en el ejercicio de la presidencia. Incluso lo tildó de fascista.
“Quiero decirles que los audios que se filtraron del presidente de la Cámara son del día de hoy de un chat de La Libertad Avanza para organizar las cuestiones parlamentarias. Él mismo viraliza los audios para después victimizarse y culpar a aquellos del bloque que no le caen bien”, arremetió la diputada, dispuesta a ir hasta el final hasta que Menem la reconozca como legítima presidenta de la Comisión de Juicio Político.
Difícilmente Pagano sobreviva mucho más como miembro del bloque de La Libertad Avanza y habrá que ver si Menem termina por desalojarla de aquella estratégica comisión. Un entuerto increíblemente no resuelto desde hace un año y que provocó que la sesión de la semana pasada terminara en escándalo con las escenas de pugilato entre Zago –que defendía a Pagano- y el inefable Almirón.
Aquel enfrentamiento entre libertarios obligó a Menem a clausurar la sesión de manera intempestiva, lo que le costó un rosario de insultos de parte de la oposición. No solo eso: aquel bochorno hizo fracasar su plan de reunir, al día siguiente, a la Comisión de Trámite Legislativo para apurar el dictamen sobre el DNU de la deuda con el Fondo. Su plan era perfecto: con el dictamen en mano buscaría refrendarlo con el apoyo de los bloques aliados en la Cámara de Diputados. Una estocada letal para el kirchnerismo en el Senado.
Empero, las chapucerías propias obligaron al riojano a postergar el dictamen hasta disuadir a Zago que, preso de la bronca, amenazaba con no apoyar el decreto. Su voto era clave en la comisión bicameral.
Menem logró el objetivo, pero le salió caro. Los destratos suelen cobrarse con intereses. Zago salió bien pago con la presidencia de la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo y un buen acuerdo electoral con el oficialismo en la Ciudad de Buenos Aires.
El dictamen salió, aunque no hubiese sido posible sin el apoyo de otro legislador vilipendiado por el oficialismo, el formoseño Francisco Paoltroni, expulsado del bloque libertario por cuestionar aspectos de la gestión. Fue su noveno voto el que habilitó la posibilidad de que el oficialismo pudiese llevar hoy el dictamen sobre el DNU presidencial al recinto y garantizar su vigencia frente al acecho kirchnerista.
El resto de los bloques, salvo el kirchnerismo y la izquierda, hicieron luego lo suyo y votaron a favor del decreto. No para favorecer a un gobierno, repitieron, sino para mantener la gobernabilidad. Como lo hicieron hace tres años con un acuerdo similar, pero durante el gobierno de Alberto Fernández. Paradójicamente Javier Milei, por entonces diputado, votó en contra. El mismo que ahora debió implorar por el voto opositor para mantener en cauce a su gestión.
Si la Casa Rosada pudo hoy llevarse la ratificación del decreto que le habilita a acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) –el trofeo más importante después de la Ley Bases– no fue por la astucia y el profesionalismo de sus huestes en el Congreso, encabezados por Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. Si lo logró fue “a pesar” de ellos.
Tras una seguidilla de jornadas de tembladeral financiero, el Gobierno necesitaba enviar urgente una señal de calma para evitar una corrida cambiaria. La oposición dialoguista y no tan dialoguista entendió la gravedad del asunto y accedió, a regañadientes, a avalar un decreto a su juicio ilegítimo porque esquivó la sanción de una ley. El que pareció no haber tomado conciencia del peligro fue el propio oficialismo que, llevado por esa mezcla de inexperiencia y soberbia que lo caracteriza, casi boicotea con sus chapucerías una sesión clave para la supervivencia del Gobierno.
Pocas veces en la historia parlamentaria reciente un presidente de la Cámara fue tan vapuleado por sus pares. El manual de todo oficialismo indica que, frente a una sesión que se anticipa tensa y compleja, el presidente del cuerpo debe conducir con templanza y poner la otra mejilla si es necesario con tal de llevarse el trofeo mayor: la ley. Se lo recordó un veterano en estas lides, Miguel Ángel Pichetto cuando, ya en el arranque, la sesión parecía derrapar.
“El oficialismo tiene el deber de la mesura y de aplicar un principio elemental: los oficialismos se llevan la ley y no el discurso. En lugar de eso pusieron a un incendiario para provocar. Ustedes son responsables. Traten de ubicarse, de ser racionales. Y profesionales también”, fue su mordaz consejo a Menem.
El “incendiario” fue el libertario Lisandro Almirón, quien había inaugurado el debate con un discurso inflamado contra el kirchnerismo que casi tira la sesión por la borda. El mismo que casi se trenzó a las trompadas con Oscar Zago, aliado del oficialismo, el miércoles pasado. Después de aquel bochorno, ¿no se le ocurrió a Menem y su bloque designar a otro diputado como miembro informante en un debate tan sensible?
Las preguntas se suceden. Con su catarata incontenible de provocaciones Almirón parecía cumplir a pies juntillas el mandato que les habría bajado Menem a sus huestes libertarias en los audios que, con picardía, hizo públicos el jefe del bloque de Unión por la Patria Germán Martínez. “Los quiero gritándome, a los gritos, puteando. Nada de algo pacífico”, fue la arenga del riojano que se escuchó en el recinto merced a la filtración de algún libertario infiel.
Más allá de las desmentidas y aclaraciones de los voceros, es evidente el descontrol y el caos interno que reina en las filas libertarias. Qué mejor muestra que la escena cuasi teatral que protagonizó Marcela Pagano quien, megáfono en mano y a los gritos, le enrostró a Menem cometer excesos en el ejercicio de la presidencia. Incluso lo tildó de fascista.
“Quiero decirles que los audios que se filtraron del presidente de la Cámara son del día de hoy de un chat de La Libertad Avanza para organizar las cuestiones parlamentarias. Él mismo viraliza los audios para después victimizarse y culpar a aquellos del bloque que no le caen bien”, arremetió la diputada, dispuesta a ir hasta el final hasta que Menem la reconozca como legítima presidenta de la Comisión de Juicio Político.
Difícilmente Pagano sobreviva mucho más como miembro del bloque de La Libertad Avanza y habrá que ver si Menem termina por desalojarla de aquella estratégica comisión. Un entuerto increíblemente no resuelto desde hace un año y que provocó que la sesión de la semana pasada terminara en escándalo con las escenas de pugilato entre Zago –que defendía a Pagano- y el inefable Almirón.
Aquel enfrentamiento entre libertarios obligó a Menem a clausurar la sesión de manera intempestiva, lo que le costó un rosario de insultos de parte de la oposición. No solo eso: aquel bochorno hizo fracasar su plan de reunir, al día siguiente, a la Comisión de Trámite Legislativo para apurar el dictamen sobre el DNU de la deuda con el Fondo. Su plan era perfecto: con el dictamen en mano buscaría refrendarlo con el apoyo de los bloques aliados en la Cámara de Diputados. Una estocada letal para el kirchnerismo en el Senado.
Empero, las chapucerías propias obligaron al riojano a postergar el dictamen hasta disuadir a Zago que, preso de la bronca, amenazaba con no apoyar el decreto. Su voto era clave en la comisión bicameral.
Menem logró el objetivo, pero le salió caro. Los destratos suelen cobrarse con intereses. Zago salió bien pago con la presidencia de la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo y un buen acuerdo electoral con el oficialismo en la Ciudad de Buenos Aires.
El dictamen salió, aunque no hubiese sido posible sin el apoyo de otro legislador vilipendiado por el oficialismo, el formoseño Francisco Paoltroni, expulsado del bloque libertario por cuestionar aspectos de la gestión. Fue su noveno voto el que habilitó la posibilidad de que el oficialismo pudiese llevar hoy el dictamen sobre el DNU presidencial al recinto y garantizar su vigencia frente al acecho kirchnerista.
El resto de los bloques, salvo el kirchnerismo y la izquierda, hicieron luego lo suyo y votaron a favor del decreto. No para favorecer a un gobierno, repitieron, sino para mantener la gobernabilidad. Como lo hicieron hace tres años con un acuerdo similar, pero durante el gobierno de Alberto Fernández. Paradójicamente Javier Milei, por entonces diputado, votó en contra. El mismo que ahora debió implorar por el voto opositor para mantener en cauce a su gestión.
Con la ratificación del DNU que habilita el acuerdo con el FMI, el Gobierno envía una señal urgente para calmar los mercados; el rol de Martín Menem, cuestionado hasta por los libertarios LA NACION