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“Va a costar arrancar”: a un mes del inédito temporal, la lucha de Bahía Blanca por recuperarse de innumerables secuelas

BAHÍA BLANCA (Enviado especial).– La catástrofe que exhibe secuelas en mil y una formas a cada paso convive con esas ansias de volver a la normalidad perdida en cada rincón de esta Bahía Blanca de latido lento, maltratada como nunca antes por un temporal de lluvia que con inundaciones inéditas destrozó hace un mes decenas de miles de viviendas, comercios y fábricas, infraestructura urbana y miles de automotores. Peor todavía, se llevó 16 vidas y más: dos niñas de 1 y 5 años que desde el trágico 7 de marzo permanecen desaparecidas.

Los chicos de guardapolvo blanco vuelven de clases y a mediodía cruzan a la altura de la calle Don Bosco, haciendo equilibrio entre el puente con centenarias vías de tren hoy flacas de sustento y otro peatonal, aún más frágil, porque en ambas márgenes el canal Maldonado perdió sus contenciones laterales de hormigón. “El temporal nos rompió todo”, apunta un vecino y señala socavadas las paredes laterales del cauce, muestra desnudos los cimientos de una fábrica de fiambres que cerró ante semejante riesgo y, en el fondo y en medio del curso de agua que no se detiene, lo que quedó de dos automóviles modernos, compactados a ritmo de torrente por ese modelo de infierno que aquí adoptó la naturaleza hace apenas 30 días.

Continúan los trabajos en el canal Maldonado, de paredes socavadas, para remover placas de cemento y lbasura que quedó luego de la inundación

Algo más al centro impactan algunos locales recién tapiados por comerciantes en retirada en contraste con las sonrisas del grupo de adolescentes que ensaya a ritmo de música coreana y coreografías de K-pop, en la plaza Rivadavia. En la calle esperan en el semáforo un remolque que carga una moderna camioneta que pasó días bajo agua en una cochera y un brilloso auto decorado con moños rojos que lleva a una quinceañera y su padre a la esperada fiesta. Aquí ya saben que la angustia y los sueños viajarán a la par, por mucho tiempo.

“Está triste Bahía, va a costar arrancar y salir”, dice la dueña de una lencería que señala para aquí y para allá y descubre que es casi mediodía de sábado y hace rato que no hay clientes a la vista. Ni siquiera tentados por esas bateas colmadas de prendas que ella tiene a precio de remate porque anduvieron bajo más de metro y medio de agua que cubrió su local céntrico.

Locales en pleno centro de la ciudad reabren sus puertas y muchos liquidan en la vereda los artículos dañados por el agua

Las heridas de semejante sacudón se perciben entre estos 350.000 vecinos que con más de 300 milímetros de lluvia caída vivieron horas y días sin energía eléctrica ni conectividad. De aquel literal apagón a estos tiempos de lento reseteo de una comunidad que empieza a poner su sistema operativo a prueba: cómo quedó, qué se perdió, cuánto se puede recuperar, cuál es el costo y cómo responderá en esa búsqueda de recuperar el funcionamiento original.

Este reinicio es por ahora codo a codo, con ayuda entre propios y una ola de solidaridad nacional. Quiere ser, pero está aún muy lejos de una recuperación y le falta una inmensidad para llegar a la reactivación. Esto recién empieza.

En la Universidad Nacional del Sur, el rector, Daniel Vega, muestra libros destruidos: “Perdimos el 70% de la biblioteca”, afirma

Más del 90% de jardines de infantes y escuelas ya pudieron reiniciar las clases. El resto todavía está en período de reparaciones. La Universidad Nacional del Sur (UNS) sufrió daños tremendos, en particular en el subsuelo de su sede central. Su rector, Daniel Vega, muestra a LA NACION equipamiento de laboratorio y libros destruidos por valor de casi ocho millones de dólares. “Perdimos el 70% de la biblioteca”, confirmó. En esas condiciones se inició el ciclo lectivo: “Las aulas son también lugar de contención, gran parte de los alumnos perdieron todo en sus casas”, destacó.

Entre tanta mala, voces de aliento. “Fuerza Bahía”, se lee en una vidriera”. “Salimos juntos”, dice otra. “Estamos de nuevo”, celebra otro comercio entre carteles que a la par promocionan su “liquidación por inundación”. La actividad comercial no logra desprenderse del mal trago vivido. “Tratamos de tener un ingreso, hay que pagar todo esto que se dañó y que ningún seguro te cubre”, cuentan María y Guillermo, al frente de Código, sobre la calle Soler, donde obreros pintan y reponen pisos que fueron a la basura después del paso de tanta agua. Como ellos, tantos colegas que tienen algo de resto y fuerza para seguir.

La ciudad intenta volver a la normalidad; un grupo de adolescentes  ensaya a ritmo de música coreana y coreografías en la plaza Rivadavia

El impacto en una galería histórica

La galería Vision 2000 es histórica: ofrece casi 100 locales y más de la mitad en planta baja, donde algunos incluso tienen un formato de caja de cristal y por debajo del nivel de calle. Durante días se convirtieron en literales peceras, con agua hasta el techo. “Hoy hago feria, por algo hay que empezar”, expresa a LA NACION Verónica Costa, y sobre un par de mesas improvisa stands con lociones aromáticas y algunas estampas de santos. “Le ponemos onda porque lo que vivimos fue un desastre”, remarca mientras señala su local, con paredes todavía mojadas.

En el local 31, apenas con ayuda de un celular que usa como linterna, Sandra Argentini revolea una prenda tras otra, todas empapadas. “Ya saqué más de 3000″, asegura casi a oscuras porque todavía hay agua y el riesgo de cortocircuitos es altísimo. “Tengo tres locales más que todavía ni abrí”, cuenta un mes después de la inundación. Comenta que lleva 40 años en esos puestos: “Voy a seguir, son mi vida”.

Enel subsuelo de la galería Vision 2000, en pleno centro de la ciudad, quedan 20 autos inutilizados

A puro pincel avanzan sobre otro local que da a la calle y ocupa la óptica Cristal New. “Hay que abrir, como sea”, dice Mauricio Giménez cuando este sábado llevaba apenas 12 horas de reapertura. “Salvamos la mercadería que estaba más alta, perdimos muchos trabajos de clientes”, reconoce sobre lo que dejó el temporal.

Ni hablar metros más abajo, en el subsuelo de esa galería. Todavía quedan más de 20 autos, inutilizados. “Ya se llevaron como 30″, confirma uno de los empleados que busca retirar restos de barro que quedó hasta cuatro metros de altura, sobre las paredes. Según pudo constatar LA NACION, las empresas aseguradoras tienen denuncias por daños totales de entre 10.000 y 15.000 automotores de Bahía Blanca. Varios ya marcharon a desarmaderos. Otros se acopian en un cementerio de autos que se improvisó en un predio de General Cerri.

Decenas de autos que la inundación destruyó se acopian en un cementerio improvisado en un predio de General Cerri

El polo industrial de White

El polo industrial de General White se pone en marcha. Las persianas de comercios de Bahía Blanca se empezaron a levantar y esas ganas de pronto arranque se mezclan con algunos aires de agonía. Lo que no se llevó aquel diluvio puede ser obra del parate de ventas que ya se huele y duele.

Son mayoría los que lograron reabrir, aunque sea con mercadería en la vereda, mientras terminan de reparar el interior de los locales. “Calculamos que dos de cada tres comercios fueron afectados”, dijo a LA NACION Facundo Borri, directivo de la Cámara de Comercio de Bahía Blanca. Estima algo más de 5000 firmas de las que dependen unos 15.000 empleados. “Es imprescindible una inmediata inyección de dinero con ayuda oficial para que empiece a haber circulación y se reactive el consumo”, afirmó, a la espera de la asistencia prometida por la municipalidad, la gobernación provincial y la Nación. A pesar de anuncios y listas de inscripción, aún no llegó.

Para hogares se anunció una suma fija de 800.000 pesos y para comerciantes, algunas líneas de crédito que por ahora no aparecen tan tentadoras. Son tasas todavía altas para quienes perdieron casi todo, deben reponer mercaderías, cubrir cheques que libraron, y afrontar impuestos y salarios. “Si no hay reactivación, nos vamos a cruzar pronto con recesión y despidos”, anticipó Borri.

Para el sector pasaron estos 30 días como una eternidad, por tanto tiempo, trabajo y gasto que ha costado reabrir. Y, a la vez, como un chasquido de dedos porque pronto se volvieron a topar con obligaciones de salarios y cargas impositivas cuando en el mes ni siquiera pudieron abrir o mover caja.

La primera señal de dinamización se advierte en las terminales de logística, como el centro Cruz del Sur, que distribuyen electrodomésticos comprados con planes de 36 cuotas sin interés del Banco Provincia para distritos damnificados

La primera señal de dinamización se advierte en las terminales de logística que están distribuyendo electrodomésticos comprados con planes de 36 cuotas sin interés que el Banco Provincia habilitó solo para distritos damnificados por esta histórica inundación. “Estamos recibiendo en un día lo que antes llegaba en diez”, contaron en la empresa de transporte de cargas Cruz del Sur, con sus galpones y playones repletos de lavarropas, heladeras, televisores, freezers y colchones. Poco y nada de lo que llega por esa vía se compró en Bahía Blanca.

También el gobierno municipal está expectante de que lleguen recursos y, por sobre todo, obras. Fuentes consultadas por LA NACION confirmaron que un equipo del Ministerio de Obras y Servicios bonaerense está instalado en Bahía Blanca y trabajando en el diseño de infraestructura, en particular con la recomposición de los canales dañados, tanto Maldonado como Napostá. Algunos pasos de coyuntura ya se están dando. El primero tiene una extensión de 8 kilómetros y la intención no solo es repararlo, sino ampliar su capacidad de caudal para dar respuesta ante una eventual emergencia parecida a la que se vivió hace un mes.

La dupla de puentes modulares habilitados por Vialidad en la ruta 3 sobre el canal Maldonado

De los puentes que cruzan el canal Maldonado quedaron menos de la mitad si se cuenta los que se improvisaron con estructuras modulares de reemplazo que aportó el Ejército Argentino. Vialidad Nacional instaló otros dos para permitir el cruce por la ruta 3, aptos para camiones de hasta 30.000 kilos. Eso significa que pueden cruzar, pero sin carga.

Solo guardia en el Hospital Penna

Las obras también se apuran en el Hospital Interzonal Penna, que tuvo bajo agua su planta inferior, destinada a las áreas de servicio más críticas: neonatología y terapia intensiva, entre otras. Se hacen arreglos allí, mientras que en planta baja solo se atienden guardias. Cirugías y otras prácticas se derivan a otros establecimientos públicos y privados de la ciudad y la zona.

A un mes de la inundación, en el Hospital Penna de Bahía Blanca solo atienden las guardias

Salvo excepciones, la mayoría de los damnificados por el temporal pudieron regresar y volver a vivir en sus casas. Con donaciones primero, mucho sacrificio después, poco a poco buscan recomponer cada hogar que el agua arrasó. La mayor parte del mobiliario y equipos electrónicos terminaron en inmensos predios de disposición final, descartados por el daño letal que provocó el paso del agua.

Sergio Vannucci es jubilado y tiene la casa donde nació, a menos de 100 metros del recorrido del canal Maldonado y al lado otras dos que alquila. “Se me fueron los inquilinos, nadie quiere vivir así”, dice a LA NACION luego de aquellos días con agua hasta la mitad de las ventanas. “Tres veces en mi vida vi el Maldonado a punto de rebalsar. Un día iba a pasar, y pasó”, insiste sobre lo que considera algo más que una desgracia.

Es de los vecinos que siente que se tomó con cierta liviandad la cuestión cuando algunos especialistas hacía años que advertían que una inundación como la que se vivió podía ser posible. “Da mucha tristeza no solo por lo que pasó, sino por cómo pasó, porque se pudo haber evitado”, remarca.

BAHÍA BLANCA (Enviado especial).– La catástrofe que exhibe secuelas en mil y una formas a cada paso convive con esas ansias de volver a la normalidad perdida en cada rincón de esta Bahía Blanca de latido lento, maltratada como nunca antes por un temporal de lluvia que con inundaciones inéditas destrozó hace un mes decenas de miles de viviendas, comercios y fábricas, infraestructura urbana y miles de automotores. Peor todavía, se llevó 16 vidas y más: dos niñas de 1 y 5 años que desde el trágico 7 de marzo permanecen desaparecidas.

Los chicos de guardapolvo blanco vuelven de clases y a mediodía cruzan a la altura de la calle Don Bosco, haciendo equilibrio entre el puente con centenarias vías de tren hoy flacas de sustento y otro peatonal, aún más frágil, porque en ambas márgenes el canal Maldonado perdió sus contenciones laterales de hormigón. “El temporal nos rompió todo”, apunta un vecino y señala socavadas las paredes laterales del cauce, muestra desnudos los cimientos de una fábrica de fiambres que cerró ante semejante riesgo y, en el fondo y en medio del curso de agua que no se detiene, lo que quedó de dos automóviles modernos, compactados a ritmo de torrente por ese modelo de infierno que aquí adoptó la naturaleza hace apenas 30 días.

Continúan los trabajos en el canal Maldonado, de paredes socavadas, para remover placas de cemento y lbasura que quedó luego de la inundación

Algo más al centro impactan algunos locales recién tapiados por comerciantes en retirada en contraste con las sonrisas del grupo de adolescentes que ensaya a ritmo de música coreana y coreografías de K-pop, en la plaza Rivadavia. En la calle esperan en el semáforo un remolque que carga una moderna camioneta que pasó días bajo agua en una cochera y un brilloso auto decorado con moños rojos que lleva a una quinceañera y su padre a la esperada fiesta. Aquí ya saben que la angustia y los sueños viajarán a la par, por mucho tiempo.

“Está triste Bahía, va a costar arrancar y salir”, dice la dueña de una lencería que señala para aquí y para allá y descubre que es casi mediodía de sábado y hace rato que no hay clientes a la vista. Ni siquiera tentados por esas bateas colmadas de prendas que ella tiene a precio de remate porque anduvieron bajo más de metro y medio de agua que cubrió su local céntrico.

Locales en pleno centro de la ciudad reabren sus puertas y muchos liquidan en la vereda los artículos dañados por el agua

Las heridas de semejante sacudón se perciben entre estos 350.000 vecinos que con más de 300 milímetros de lluvia caída vivieron horas y días sin energía eléctrica ni conectividad. De aquel literal apagón a estos tiempos de lento reseteo de una comunidad que empieza a poner su sistema operativo a prueba: cómo quedó, qué se perdió, cuánto se puede recuperar, cuál es el costo y cómo responderá en esa búsqueda de recuperar el funcionamiento original.

Este reinicio es por ahora codo a codo, con ayuda entre propios y una ola de solidaridad nacional. Quiere ser, pero está aún muy lejos de una recuperación y le falta una inmensidad para llegar a la reactivación. Esto recién empieza.

En la Universidad Nacional del Sur, el rector, Daniel Vega, muestra libros destruidos: “Perdimos el 70% de la biblioteca”, afirma

Más del 90% de jardines de infantes y escuelas ya pudieron reiniciar las clases. El resto todavía está en período de reparaciones. La Universidad Nacional del Sur (UNS) sufrió daños tremendos, en particular en el subsuelo de su sede central. Su rector, Daniel Vega, muestra a LA NACION equipamiento de laboratorio y libros destruidos por valor de casi ocho millones de dólares. “Perdimos el 70% de la biblioteca”, confirmó. En esas condiciones se inició el ciclo lectivo: “Las aulas son también lugar de contención, gran parte de los alumnos perdieron todo en sus casas”, destacó.

Entre tanta mala, voces de aliento. “Fuerza Bahía”, se lee en una vidriera”. “Salimos juntos”, dice otra. “Estamos de nuevo”, celebra otro comercio entre carteles que a la par promocionan su “liquidación por inundación”. La actividad comercial no logra desprenderse del mal trago vivido. “Tratamos de tener un ingreso, hay que pagar todo esto que se dañó y que ningún seguro te cubre”, cuentan María y Guillermo, al frente de Código, sobre la calle Soler, donde obreros pintan y reponen pisos que fueron a la basura después del paso de tanta agua. Como ellos, tantos colegas que tienen algo de resto y fuerza para seguir.

La ciudad intenta volver a la normalidad; un grupo de adolescentes  ensaya a ritmo de música coreana y coreografías en la plaza Rivadavia

El impacto en una galería histórica

La galería Vision 2000 es histórica: ofrece casi 100 locales y más de la mitad en planta baja, donde algunos incluso tienen un formato de caja de cristal y por debajo del nivel de calle. Durante días se convirtieron en literales peceras, con agua hasta el techo. “Hoy hago feria, por algo hay que empezar”, expresa a LA NACION Verónica Costa, y sobre un par de mesas improvisa stands con lociones aromáticas y algunas estampas de santos. “Le ponemos onda porque lo que vivimos fue un desastre”, remarca mientras señala su local, con paredes todavía mojadas.

En el local 31, apenas con ayuda de un celular que usa como linterna, Sandra Argentini revolea una prenda tras otra, todas empapadas. “Ya saqué más de 3000″, asegura casi a oscuras porque todavía hay agua y el riesgo de cortocircuitos es altísimo. “Tengo tres locales más que todavía ni abrí”, cuenta un mes después de la inundación. Comenta que lleva 40 años en esos puestos: “Voy a seguir, son mi vida”.

Enel subsuelo de la galería Vision 2000, en pleno centro de la ciudad, quedan 20 autos inutilizados

A puro pincel avanzan sobre otro local que da a la calle y ocupa la óptica Cristal New. “Hay que abrir, como sea”, dice Mauricio Giménez cuando este sábado llevaba apenas 12 horas de reapertura. “Salvamos la mercadería que estaba más alta, perdimos muchos trabajos de clientes”, reconoce sobre lo que dejó el temporal.

Ni hablar metros más abajo, en el subsuelo de esa galería. Todavía quedan más de 20 autos, inutilizados. “Ya se llevaron como 30″, confirma uno de los empleados que busca retirar restos de barro que quedó hasta cuatro metros de altura, sobre las paredes. Según pudo constatar LA NACION, las empresas aseguradoras tienen denuncias por daños totales de entre 10.000 y 15.000 automotores de Bahía Blanca. Varios ya marcharon a desarmaderos. Otros se acopian en un cementerio de autos que se improvisó en un predio de General Cerri.

Decenas de autos que la inundación destruyó se acopian en un cementerio improvisado en un predio de General Cerri

El polo industrial de White

El polo industrial de General White se pone en marcha. Las persianas de comercios de Bahía Blanca se empezaron a levantar y esas ganas de pronto arranque se mezclan con algunos aires de agonía. Lo que no se llevó aquel diluvio puede ser obra del parate de ventas que ya se huele y duele.

Son mayoría los que lograron reabrir, aunque sea con mercadería en la vereda, mientras terminan de reparar el interior de los locales. “Calculamos que dos de cada tres comercios fueron afectados”, dijo a LA NACION Facundo Borri, directivo de la Cámara de Comercio de Bahía Blanca. Estima algo más de 5000 firmas de las que dependen unos 15.000 empleados. “Es imprescindible una inmediata inyección de dinero con ayuda oficial para que empiece a haber circulación y se reactive el consumo”, afirmó, a la espera de la asistencia prometida por la municipalidad, la gobernación provincial y la Nación. A pesar de anuncios y listas de inscripción, aún no llegó.

Para hogares se anunció una suma fija de 800.000 pesos y para comerciantes, algunas líneas de crédito que por ahora no aparecen tan tentadoras. Son tasas todavía altas para quienes perdieron casi todo, deben reponer mercaderías, cubrir cheques que libraron, y afrontar impuestos y salarios. “Si no hay reactivación, nos vamos a cruzar pronto con recesión y despidos”, anticipó Borri.

Para el sector pasaron estos 30 días como una eternidad, por tanto tiempo, trabajo y gasto que ha costado reabrir. Y, a la vez, como un chasquido de dedos porque pronto se volvieron a topar con obligaciones de salarios y cargas impositivas cuando en el mes ni siquiera pudieron abrir o mover caja.

La primera señal de dinamización se advierte en las terminales de logística, como el centro Cruz del Sur, que distribuyen electrodomésticos comprados con planes de 36 cuotas sin interés del Banco Provincia para distritos damnificados

La primera señal de dinamización se advierte en las terminales de logística que están distribuyendo electrodomésticos comprados con planes de 36 cuotas sin interés que el Banco Provincia habilitó solo para distritos damnificados por esta histórica inundación. “Estamos recibiendo en un día lo que antes llegaba en diez”, contaron en la empresa de transporte de cargas Cruz del Sur, con sus galpones y playones repletos de lavarropas, heladeras, televisores, freezers y colchones. Poco y nada de lo que llega por esa vía se compró en Bahía Blanca.

También el gobierno municipal está expectante de que lleguen recursos y, por sobre todo, obras. Fuentes consultadas por LA NACION confirmaron que un equipo del Ministerio de Obras y Servicios bonaerense está instalado en Bahía Blanca y trabajando en el diseño de infraestructura, en particular con la recomposición de los canales dañados, tanto Maldonado como Napostá. Algunos pasos de coyuntura ya se están dando. El primero tiene una extensión de 8 kilómetros y la intención no solo es repararlo, sino ampliar su capacidad de caudal para dar respuesta ante una eventual emergencia parecida a la que se vivió hace un mes.

La dupla de puentes modulares habilitados por Vialidad en la ruta 3 sobre el canal Maldonado

De los puentes que cruzan el canal Maldonado quedaron menos de la mitad si se cuenta los que se improvisaron con estructuras modulares de reemplazo que aportó el Ejército Argentino. Vialidad Nacional instaló otros dos para permitir el cruce por la ruta 3, aptos para camiones de hasta 30.000 kilos. Eso significa que pueden cruzar, pero sin carga.

Solo guardia en el Hospital Penna

Las obras también se apuran en el Hospital Interzonal Penna, que tuvo bajo agua su planta inferior, destinada a las áreas de servicio más críticas: neonatología y terapia intensiva, entre otras. Se hacen arreglos allí, mientras que en planta baja solo se atienden guardias. Cirugías y otras prácticas se derivan a otros establecimientos públicos y privados de la ciudad y la zona.

A un mes de la inundación, en el Hospital Penna de Bahía Blanca solo atienden las guardias

Salvo excepciones, la mayoría de los damnificados por el temporal pudieron regresar y volver a vivir en sus casas. Con donaciones primero, mucho sacrificio después, poco a poco buscan recomponer cada hogar que el agua arrasó. La mayor parte del mobiliario y equipos electrónicos terminaron en inmensos predios de disposición final, descartados por el daño letal que provocó el paso del agua.

Sergio Vannucci es jubilado y tiene la casa donde nació, a menos de 100 metros del recorrido del canal Maldonado y al lado otras dos que alquila. “Se me fueron los inquilinos, nadie quiere vivir así”, dice a LA NACION luego de aquellos días con agua hasta la mitad de las ventanas. “Tres veces en mi vida vi el Maldonado a punto de rebalsar. Un día iba a pasar, y pasó”, insiste sobre lo que considera algo más que una desgracia.

Es de los vecinos que siente que se tomó con cierta liviandad la cuestión cuando algunos especialistas hacía años que advertían que una inundación como la que se vivió podía ser posible. “Da mucha tristeza no solo por lo que pasó, sino por cómo pasó, porque se pudo haber evitado”, remarca.

 El impacto de la catástrofe todavía se nota a cada paso y convive con las ansias de volver a la normalidad perdida tras las trágicas inundaciones del 7 de marzo  LA NACION

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