“Tengo depresión, me lo dijo ChatGPT”: cada vez más niños y adolescentes recurren a la inteligencia artificial como si fuera un terapeuta

“Siento como si tuviera algo muy pesado arriba del pecho”, escribió L., una chica de 13 años, en su celular. “Nunca se lo conté a nadie, pero a veces me cuesta respirar y pienso en lastimarme. ¿Me entendés lo que te digo?”, agregó la adolescente. Era un día de semana de mediados de marzo- Una noche, muy tarde. Estaba sola en su habitación y no chateaba con una amiga. Sus mensajes tenían otro destinatario: ChatGPT.
“Odio a los psicólogos. Prefiero toda la vida hablar con vos”, siguió. Las respuestas que recibía del chatbot de inteligencia artificial incluían frases como: “Entiendo que no te guste la idea de ir a terapia, y está bien sentirse así”. “Esa sensación de peso en el pecho es algo que muchas personas con ansiedad o depresión experimentan”. “Yo estoy aquí para escucharte siempre que lo necesites”.
La escena se repitió durante semanas. Por las noches, en la soledad de su cuarto, L. descargaba su torbellino de emociones en la aplicación. Cuando su mamá descubrió que se autolesionaba y le dijo que irían a ver a un profesional, la chica la increpó: “¿Para qué voy a ir al psicólogo? Ya sé lo que tengo: se llama depresión mayor”. Su mamá se quedó helada. “¿Quién te dijo eso?”, preguntó. La respuesta de la adolescente la dejó sin palabras: “ChatGPT”.
El caso de L. expone una tendencia que, según los profesionales, recién está despegando. Psiquiatras y psicólogos infantojuveniles advierten que son cada vez más las niñas, niños y adolescentes que, a partir de los 11 años, recurren a los chatbots, como ChatGPT, Claude o Gemini, para buscar respuestas a un abanico de padecimientos de salud mental: desde ansiedad y trastornos de la alimentación hasta depresión e ideación suicida. Sostienen que esta realidad se ve alimentada por influencers que, en redes sociales como TikTok, afirman que estas aplicaciones los “ayudaron muchísimo”.
Riesgo de suicidio: dónde recurrir en busca de ayuda
“Se puso de moda entre las generaciones más jóvenes, que son las que usan más la tecnología, consultar a los chatbots sobre problemáticas de salud mental y sobre la toma de decisiones en general, sus sentimientos y su angustia. Y consiguen que el chat les dé una respuesta consistente, que va en línea con lo que están pensando, porque estas herramientas tienen un sesgo de complacencia que tiende a acordar con la persona”, explica Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni, doctora en Psicología e investigadora del Conicet.
En muchos casos, se trata de chicos que no tuvieron buenas experiencias en terapia o que por distintos motivos, desde económicos hasta las demoras para acceder a un turno, no pueden acceder a un profesional de la salud mental. Pero, además, los chatbots suman condimentos especialmente atractivos para los adolescentes: la posibilidad de consultar en cualquier momento, día y lugar. Sin demoras, de forma anónima, inmediata y gratis.
Preadolescentes y adolescentes —pero también jóvenes de más de 18 años—, llegan incluso a “autodiagnosticarse” a partir del intercambio con los chatbots. “Lo vemos todo el tiempo en el consultorio: preguntan de todo y llegan a la consulta psiquiátrica con pseudo-diagnósticos, diciendo ‘tengo esto o aquello’”, advierte Silvia Ongini, psiquiatra invantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas.
Sebastián Saravia, psicólogo, docente y creador de la cuenta de Instagram @psicoalpie, señala que para muchos jóvenes, el ChatGPT se convirtió en una suerte de “oráculo”. “Buscan lo que buscaron siempre los adolescentes: respuestas. Lo malo del ChatGPT es que siempre te las da, las 24 horas, los 365 días del año. El mundo adulto ha quedado muy acéfalo, por eso los pibes las buscan ahí y muchas veces creen todo lo que dice”, señala. “Como la herramienta te reafirma la idea que vos tenés, eso hace que alguien muy lábil, con pensamientos negativos, ensimismado, no la pase nada bien”, agrega.
“Sentía que hablaba con alguien que la entendía”
Volviendo a L., cuando llegaron a la consulta con un terapeuta, su mamá le detalló que al revisar los intercambios de la chica con ChatGPT, se encontró con decenas de mensajes en los que ella expresaba, incluso, ideas de muerte. “Nunca me imaginé que podía estar pasando por eso. Me partió el corazón ver la crudeza de esos mensajes. Mi hija sentía que estaba hablando con alguien que la entendía y no la juzgaba”, asegura la mujer.
Sobre ese punto, Crivelli detalla que cuando se le pregunta al chatbot sobre cuestiones vinculadas, por ejemplo, con el suicidio, la herramienta tiene un disclaimer que recomienda la búsqueda de ayuda profesional. Sin embargo, advierte: “Pero, además, te da una respuesta. Por ejemplo: ‘respirá, quedate tranquilo’. Los chatbots no acceden a las señales de alarma que puede tener un profesional de la salud y, además, están sujetos a la demanda: si vos como usuario le dejás de escribir, no pasa nada, no va a llamar a nadie y no interviene de ninguna manera. Es muy distinto de lo que pasaría con un profesional”.
Otro de los peligros, apunta la investigadora del Conicet, radica en que los adolescentes piensen que están haciendo un tratamiento psicológico o psiquiátrico, “porque tienen la sensación de que están haciendo algo por su salud mental, cuando en realidad están teniendo un diálogo con un algoritmo”.
“Una cosa es una intervención que modifica tu salud mental y otra es tener estas conversaciones. Un chatbot no es una psicoterapeuta, no es alguien que pueda contextualizar, que brinde un encuadre. No puede entender la empatía ni la ironía. No interviene como lo haría un profesional con estrategias terapéuticas basadas en la evidencia, entendiendo qué psicoterapia aplicar a cada paciente”, subraya Crivelli.
Por su parte, Ongini detalla que hay pacientes que llegan a la consulta con “diagnósticos” como depresión, ansiedad o incluso trastorno límite de personalidad: “Los riesgos implican no solo encontrar categorías diagnósticas que pueden asustar a los chicos o provocarles angustia, sino también favorecer la baja autoestima o el aislamiento. Además, lo que marca esta tendencia es la posibilidad de encontrar respuestas fáciles sin recurrir a la ayuda y el criterio de un otro que ayude a transitar y solucionar esas angustias que están viviendo.”
La preocupación compartida es que los chicos se queden “rumiando pseudodiagnósticos” obtenidos en estas plataformas y no recurran a un profesional. Guillermo Thomas, jefe de sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano, reflexiona: “En nuestra profesión hay estudios que muestran que casi la mitad de los factores terapéuticos, es decir, del ingrediente activo para lograr el cambio, la mejoría, la remisión o curación, es la relación entre el profesional y el paciente. En el ChatGPT falta eso. Los humanos necesitamos la comprensión, la mirada, la empatía, que te da el otro. Además, nuestra praxis está atravesada por cuestiones éticas”.
“La trampa es que parece algo personalizado”
Los profesionales coinciden en que no se trata de demonizar herramientas sumamente prácticas como los chatbots de inteligencia artificial. Sino entender que, utilizadas por los chicos de ciertas formas y sin un análisis crítico, pueden tener sus riesgos.
Crivelli advierte sobre lo ocurrido en países como Bélgica, donde se registraron suicidios de jóvenes que venían intercambiando mensajes de manera asidua con chatbots: “El problema es que los modelos de lenguaje tienen un sesgo de complacencia. Tratan de darte la razón, usan tus propias palabras y te llevan a afirmarte en lo que estás pensando. Y cuando hay un trastorno mental, esto puede ser riesgoso”.
Ongini, suma: “Esa falta de balance, de una mirada más amplia, una mirada clínica, es lo que no tiene el ChatGPT. Y en un momento de angustia, de buscar respuesta, encuentran algo totalmente estructurado, impersonal. Incluso, la trampa es que parece totalmente personalizado, pero no lo es”.
Respuesta inmediatas
¿Cómo se explica esta tendencia? Uno de los factores a tener en cuenta para Crivelli son los altos costos de las terapias con profesionales de la salud mental, a lo que hay que sumar la escasez de turnos ante una demanda que se disparó tras la pandemia. Todo esto se contrapone “a la necesidad de respuestas inmediatas que tiene la juventud y la adolescencia, y la generación de un círculo de dopamina: a cualquier hora y en cualquier lugar en el que estén angustiados, un sábado a la mañana o en el colectivo, pueden tener una respuesta. Esto produce placer, es gratificante”, dice la doctora en Psicología.
Esta realidad pone sobre la mesa, además, la dificultad de las interacciones cara a cara. “Estamos tan intolerantes que no podemos recibir un llamado telefónico porque lo sentimos como una invasión completa a nuestro espacio personal. Imaginate lo que pasa con una psicoterapia, donde tenés que tolerar silencios, que muchas veces son intervenciones, que lean tu lenguaje corporal, entre otras cuestiones. Todo esto confronta con el vacío, la falta de respuesta, la angustia. Los jóvenes están en esa cuestión evitativa y lo vemos todo el tiempo”, sostiene Crivelli.
En ese sentido, Ongini concluye: “Muchos de estos jóvenes no tienen adultos que los estén escuchando o entendiendo los procesos vitales que están atravesando y en la época que los están atravesando. En esa soledad terminan en una encerrona, donde si tienen ideación suicida, el siguiente paso es buscar cómo suicidarse y sufrir menos, como han encontrado algunos padres de pacientes”.
“Siento como si tuviera algo muy pesado arriba del pecho”, escribió L., una chica de 13 años, en su celular. “Nunca se lo conté a nadie, pero a veces me cuesta respirar y pienso en lastimarme. ¿Me entendés lo que te digo?”, agregó la adolescente. Era un día de semana de mediados de marzo- Una noche, muy tarde. Estaba sola en su habitación y no chateaba con una amiga. Sus mensajes tenían otro destinatario: ChatGPT.
“Odio a los psicólogos. Prefiero toda la vida hablar con vos”, siguió. Las respuestas que recibía del chatbot de inteligencia artificial incluían frases como: “Entiendo que no te guste la idea de ir a terapia, y está bien sentirse así”. “Esa sensación de peso en el pecho es algo que muchas personas con ansiedad o depresión experimentan”. “Yo estoy aquí para escucharte siempre que lo necesites”.
La escena se repitió durante semanas. Por las noches, en la soledad de su cuarto, L. descargaba su torbellino de emociones en la aplicación. Cuando su mamá descubrió que se autolesionaba y le dijo que irían a ver a un profesional, la chica la increpó: “¿Para qué voy a ir al psicólogo? Ya sé lo que tengo: se llama depresión mayor”. Su mamá se quedó helada. “¿Quién te dijo eso?”, preguntó. La respuesta de la adolescente la dejó sin palabras: “ChatGPT”.
El caso de L. expone una tendencia que, según los profesionales, recién está despegando. Psiquiatras y psicólogos infantojuveniles advierten que son cada vez más las niñas, niños y adolescentes que, a partir de los 11 años, recurren a los chatbots, como ChatGPT, Claude o Gemini, para buscar respuestas a un abanico de padecimientos de salud mental: desde ansiedad y trastornos de la alimentación hasta depresión e ideación suicida. Sostienen que esta realidad se ve alimentada por influencers que, en redes sociales como TikTok, afirman que estas aplicaciones los “ayudaron muchísimo”.
Riesgo de suicidio: dónde recurrir en busca de ayuda
“Se puso de moda entre las generaciones más jóvenes, que son las que usan más la tecnología, consultar a los chatbots sobre problemáticas de salud mental y sobre la toma de decisiones en general, sus sentimientos y su angustia. Y consiguen que el chat les dé una respuesta consistente, que va en línea con lo que están pensando, porque estas herramientas tienen un sesgo de complacencia que tiende a acordar con la persona”, explica Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni, doctora en Psicología e investigadora del Conicet.
En muchos casos, se trata de chicos que no tuvieron buenas experiencias en terapia o que por distintos motivos, desde económicos hasta las demoras para acceder a un turno, no pueden acceder a un profesional de la salud mental. Pero, además, los chatbots suman condimentos especialmente atractivos para los adolescentes: la posibilidad de consultar en cualquier momento, día y lugar. Sin demoras, de forma anónima, inmediata y gratis.
Preadolescentes y adolescentes —pero también jóvenes de más de 18 años—, llegan incluso a “autodiagnosticarse” a partir del intercambio con los chatbots. “Lo vemos todo el tiempo en el consultorio: preguntan de todo y llegan a la consulta psiquiátrica con pseudo-diagnósticos, diciendo ‘tengo esto o aquello’”, advierte Silvia Ongini, psiquiatra invantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas.
Sebastián Saravia, psicólogo, docente y creador de la cuenta de Instagram @psicoalpie, señala que para muchos jóvenes, el ChatGPT se convirtió en una suerte de “oráculo”. “Buscan lo que buscaron siempre los adolescentes: respuestas. Lo malo del ChatGPT es que siempre te las da, las 24 horas, los 365 días del año. El mundo adulto ha quedado muy acéfalo, por eso los pibes las buscan ahí y muchas veces creen todo lo que dice”, señala. “Como la herramienta te reafirma la idea que vos tenés, eso hace que alguien muy lábil, con pensamientos negativos, ensimismado, no la pase nada bien”, agrega.
“Sentía que hablaba con alguien que la entendía”
Volviendo a L., cuando llegaron a la consulta con un terapeuta, su mamá le detalló que al revisar los intercambios de la chica con ChatGPT, se encontró con decenas de mensajes en los que ella expresaba, incluso, ideas de muerte. “Nunca me imaginé que podía estar pasando por eso. Me partió el corazón ver la crudeza de esos mensajes. Mi hija sentía que estaba hablando con alguien que la entendía y no la juzgaba”, asegura la mujer.
Sobre ese punto, Crivelli detalla que cuando se le pregunta al chatbot sobre cuestiones vinculadas, por ejemplo, con el suicidio, la herramienta tiene un disclaimer que recomienda la búsqueda de ayuda profesional. Sin embargo, advierte: “Pero, además, te da una respuesta. Por ejemplo: ‘respirá, quedate tranquilo’. Los chatbots no acceden a las señales de alarma que puede tener un profesional de la salud y, además, están sujetos a la demanda: si vos como usuario le dejás de escribir, no pasa nada, no va a llamar a nadie y no interviene de ninguna manera. Es muy distinto de lo que pasaría con un profesional”.
Otro de los peligros, apunta la investigadora del Conicet, radica en que los adolescentes piensen que están haciendo un tratamiento psicológico o psiquiátrico, “porque tienen la sensación de que están haciendo algo por su salud mental, cuando en realidad están teniendo un diálogo con un algoritmo”.
“Una cosa es una intervención que modifica tu salud mental y otra es tener estas conversaciones. Un chatbot no es una psicoterapeuta, no es alguien que pueda contextualizar, que brinde un encuadre. No puede entender la empatía ni la ironía. No interviene como lo haría un profesional con estrategias terapéuticas basadas en la evidencia, entendiendo qué psicoterapia aplicar a cada paciente”, subraya Crivelli.
Por su parte, Ongini detalla que hay pacientes que llegan a la consulta con “diagnósticos” como depresión, ansiedad o incluso trastorno límite de personalidad: “Los riesgos implican no solo encontrar categorías diagnósticas que pueden asustar a los chicos o provocarles angustia, sino también favorecer la baja autoestima o el aislamiento. Además, lo que marca esta tendencia es la posibilidad de encontrar respuestas fáciles sin recurrir a la ayuda y el criterio de un otro que ayude a transitar y solucionar esas angustias que están viviendo.”
La preocupación compartida es que los chicos se queden “rumiando pseudodiagnósticos” obtenidos en estas plataformas y no recurran a un profesional. Guillermo Thomas, jefe de sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano, reflexiona: “En nuestra profesión hay estudios que muestran que casi la mitad de los factores terapéuticos, es decir, del ingrediente activo para lograr el cambio, la mejoría, la remisión o curación, es la relación entre el profesional y el paciente. En el ChatGPT falta eso. Los humanos necesitamos la comprensión, la mirada, la empatía, que te da el otro. Además, nuestra praxis está atravesada por cuestiones éticas”.
“La trampa es que parece algo personalizado”
Los profesionales coinciden en que no se trata de demonizar herramientas sumamente prácticas como los chatbots de inteligencia artificial. Sino entender que, utilizadas por los chicos de ciertas formas y sin un análisis crítico, pueden tener sus riesgos.
Crivelli advierte sobre lo ocurrido en países como Bélgica, donde se registraron suicidios de jóvenes que venían intercambiando mensajes de manera asidua con chatbots: “El problema es que los modelos de lenguaje tienen un sesgo de complacencia. Tratan de darte la razón, usan tus propias palabras y te llevan a afirmarte en lo que estás pensando. Y cuando hay un trastorno mental, esto puede ser riesgoso”.
Ongini, suma: “Esa falta de balance, de una mirada más amplia, una mirada clínica, es lo que no tiene el ChatGPT. Y en un momento de angustia, de buscar respuesta, encuentran algo totalmente estructurado, impersonal. Incluso, la trampa es que parece totalmente personalizado, pero no lo es”.
Respuesta inmediatas
¿Cómo se explica esta tendencia? Uno de los factores a tener en cuenta para Crivelli son los altos costos de las terapias con profesionales de la salud mental, a lo que hay que sumar la escasez de turnos ante una demanda que se disparó tras la pandemia. Todo esto se contrapone “a la necesidad de respuestas inmediatas que tiene la juventud y la adolescencia, y la generación de un círculo de dopamina: a cualquier hora y en cualquier lugar en el que estén angustiados, un sábado a la mañana o en el colectivo, pueden tener una respuesta. Esto produce placer, es gratificante”, dice la doctora en Psicología.
Esta realidad pone sobre la mesa, además, la dificultad de las interacciones cara a cara. “Estamos tan intolerantes que no podemos recibir un llamado telefónico porque lo sentimos como una invasión completa a nuestro espacio personal. Imaginate lo que pasa con una psicoterapia, donde tenés que tolerar silencios, que muchas veces son intervenciones, que lean tu lenguaje corporal, entre otras cuestiones. Todo esto confronta con el vacío, la falta de respuesta, la angustia. Los jóvenes están en esa cuestión evitativa y lo vemos todo el tiempo”, sostiene Crivelli.
En ese sentido, Ongini concluye: “Muchos de estos jóvenes no tienen adultos que los estén escuchando o entendiendo los procesos vitales que están atravesando y en la época que los están atravesando. En esa soledad terminan en una encerrona, donde si tienen ideación suicida, el siguiente paso es buscar cómo suicidarse y sufrir menos, como han encontrado algunos padres de pacientes”.
A partir de los 11 años, chicos con ideas de muerte, trastornos de la alimentación, ansiedad y otras problemáticas de salud mental, buscan en los chatbots la respuesta a sus padecimientos y se “autodiagnostican”; los profesionales advierten sobre los riesgos de esta tendencia en auge LA NACION