Marcela Berbari, a 35 años de Indiscreciones: el límite que le valió una pelea con Lucho Avilés y por qué se alejó de los medios

Marcela Berbari atiende el teléfono desde Miami, en donde vive hace más de 20 años. Llegó hasta los Estados Unidos luego de haber brillado en la televisión argentina en los 90. A diferencia de lo que muchos quieren hoy en día, ella decidió abandonar la pantalla chica porque no estaba de acuerdo con el trato en los medios en aquel momento. Además, asegura, estaba encasillada en el periodismo de espectáculos y buscaba cambiar de rumbo.
Es que fue parte de un programa que marcó un antes y un después en la televisión, en los medios y en el periodismo. “Fue un semillero”, dice la periodista a 35 años de Indiscreciones, el exitoso ciclo que condujo Lucho Avilés durante 10 años y del que formó parte del panel los primeros dos, cuando estuvo al aire en Telefe. ¿Por qué no continuó? Ella misma lo cuenta en esta entrevista con LA NACIÓN.
Recuerda su paso por el ciclo de espectáculos, su famosa pelea con Lucho Avilés, los famosos que la insultaron por lo que sucedía en el aire y por qué decidió dar un paso al costado. Cuál fue su límite y el motivo por el que le dijo que no a un éxito indiscutido. “A esa edad no me bancaba que la gente me mirara mal por hablar de otros”, explica la locutora.
-¿Cómo llegaste a Indiscreciones?
-Yo venía trabajando en el medio. En ese momento estaba en el antiguo Tele2, que cerró y empezó Telefe. Lucho y su equipo estaban haciendo Astros y estrellas, Gustavo Yankelevich lo convoca y él arma el equipo. Yo tenía 24 años, cumplí 25 ese año.
-¿Entonces fue Avilés el que te convocó?
-Yo creo que llegué por recomendación de Jorge Rial, aunque no éramos amigos, nos cruzábamos en los pasillos del canal. Le dijo: “Necesitamos a la más chica del equipo”. Entonces, me reuní con Lucho en su oficina de la calle Paraguay, que tenía una agencia de publicidad. Si bien yo lo conocía por los medios, fue nuestro primer encuentro en persona. También estaba Susana Fontana. Lucho me dijo de ir a tomar un café a la esquina, me explicó de qué se trataba el programa: en un primer momento iba a ser de información general, incluso había alguien que hacía policiales, pero duró un mes, nada. Enseguida tomó el rumbo que tomó y lo que fue: un semillero de todos los periodistas de espectáculos. Todos salimos de ahí. En ese momento era el único programa que contaba la vida de los famosos, fue un boom. Yo venía de trabajar en televisión, pero pasar de la noche a la mañana a Indiscreciones fue tremendo. Hacíamos 20 puntos de rating al mediodía. Una cosa de locos. Si bien había habido programas de espectáculos, como Tía Valentina, no había sido el boom de Indiscreciones.
-Además, coincidió con el éxito de lo que fue el arranque de Telefe.
-Claro, fue muy exitoso. Yankelevich empezó a pegar un programa atrás de otro. Fue un momento muy especial para Telefe. Calentaba la tarde, veníamos después de la novela. También estaba Utilísima, Jugate conmigo, Xuxa… Era una locura, un boom para la televisión.
-¿Cómo era la reacción de los famosos en ese momento al ver que se hablaba de ellos en televisión?
-Siempre está el famoso que es reservado, pero también el pseudo famoso, ahora influencer, que quiere que hablen de él. En ese momento todos trabajaban de algo: si era famoso era porque empezaba como actor, o modelo. Y los consagrados eran tirantes. Yo la pasaba pésimo. Susana (Fontana), Jorge (Rial) y yo estábamos encerrados en el piso, pero después salíamos a la calle, éramos los que poníamos la cara. Lucho no porque era el conductor. Hacíamos el vivo de día, la calle de noche. No era normal.
-¿Alguna vez viviste alguna situación incómoda con algún famoso?
-Sí, me han insultado. Por eso yo creo que la pasaba muy mal. Con Sergio Velasco Ferrero ha estado todo mal porque tratamos su divorcio con María Eugenia Zorzenón. Fernando Bravo también nos odiaba porque también se estaba divorciando y hablábamos de eso. Susana Giménez nos odiaba por lo del (auto) Mercedes-Benz. Y cuando se cubrió lo de la salud del hermano, eso de meterse en el hospital, yo no estaba de acuerdo, no fui a ese programa. Se cruzaban límites que ahora no pasa, por ahí la gente es más consciente. Y Lucho no era boludo, se dio cuenta que no quería involucrarme. La enfermedad del hermano de Susana me pareció una manera horrible de tratar. Después de eso, empezamos a tener una relación ríspida con Lucho.
-No te sentías cómoda hablando de determinadas situaciones.
-No, también había otras cosas que se decían y que hoy se tratan con total naturalidad, como contar quién se había acostado con alguien, en ese momento no era común hablar de eso. Hay cosas que se decían con cuidado y otras que no. Además, no era lo mismo hablar de una actriz consagrada. Te metías con monstruos consagrados, no con alguien que recién empezaba.
-¿Qué pasó con Lucho después de no haber ido al programa en el que trataron la salud del hermano de Susana Giménez?
-Tuvimos una famosa discusión al aire, que algunos recordarán. Él me trató mal, y yo fui pionera en ponerle los puntos. Me levanté y me fui. No nos peleamos por lo del hermano de Susana, pero me trató mal al aire. Ahora no me acuerdo exactamente, pero me dijo algo así como “tenés aftas en la boca”. Me dijo cualquier cosa y yo me puse re mal. Yo era muy chica, muy nena tal vez, y fue muy fuerte todo eso. Lucho me dijo eso, yo me puse mal, y en el corte me levanté y me fui a mi casa. Los teléfonos estallaban. La gente se había dado cuenta que había habido un momento duro porque yo desaparecí del aire. El canal tampoco estaba preparado porque en ese momento todo se naturalizaba, tenías que bancártelo.
-¿Cómo siguió todo?
-Tuve una reunión con Lucho. Llegamos a un acuerdo, después nos llevamos bien. Pero cuando llegó fin de año y había que renovar, yo me hacía la boluda cuando decían que había que ir a firmar porque no quería, no me sentía cómoda. Así que dije que no porque me sentía mal y empecé a hacer cosas por otro lado, pero era difícil porque me encasillaron mucho. No es que no me gustaba el periodismo de espectáculos, pero hay cosas que no se pueden hacer.
-Y al año siguiente terminaron todos trabajando en Canal 9. ¿Te convocaron para volver a Indiscreciones?
-Sí, cuando yo no quise renovar con Indiscreciones en Telefe, me fui a Canal 9 a hacer el verano con Ricky Maravilla: él estaba en Mar del Plata y yo salía desde Buenos Aires, para mí era una buena oportunidad porque era una especie de conducción. Y a los dos meses, cuando Lucho se va de Telefe y arregla con Canal 9 para hacer Indiscreciones, yo tuve mucha presión para que volviera al programa porque Alejandro Romay quería al equipo completo. Pero dije que no.
-¿Lograste salir de ese encasillamiento?
-Nunca. Siempre soy “la chica de Indiscreciones”. Hoy no reniego, pero en ese momento sí. Cuando sos joven y tenés tus ideales de lo que tenés que hacer, sí. Ahora lo veo y es normal. Y de alguna manera yo no cedí: lo que no quise hacer, no lo hice y me siento orgullosa. Tal vez hubiese sido más exitosa y más conocida, pero también es importante seguir con sus creencias, con lo que uno se siente cómoda y no hacer todo a cualquier precio porque en el fondo vendés tu esencia, y eso no está bueno. Era muy duro para mí en ese momento, por lo menos para la edad que tenía.
-¿Cómo quedó la relación con Lucho cuando decidiste no continuar en Indiscreciones?
-Después tuve la mejor con él, no quedó mala onda. Nos hemos visto en Miami años después. Siempre lo respeté mucho como profesional, la tenía clarísima. Me enseñó todo, era sentarnos a armar el programa con él. Decía: “No hay excusas, si no conseguís la nota no vuelvas”. Era una escuela fuerte, pero buena. Yo creo que en todo lo que hice en los Estados Unidos después, trabajando como productora, apliqué mucho de lo que me él me enseñó. Aunque acá es todo más controlado, pero la base está.
-¿Qué te generó su muerte?
-Mucha tristeza. Horrible, pobre. Él siempre fue muy enfermo del corazón. Tuvo muchas vidas. Tuvo muchos problemas de salud y siempre salió adelante. Cuando sucedió, yo estaba en Miami, me shockeó mucho. La llamé a la mujer, María del Carmen, me dio mucha pena. Sentí que se acabó una época, aunque ya no estaba mucho en los medios. No tuvo el final que hubiera querido en su carrera. Se había hecho muchos enemigos muy fuertes y no se lo perdonaron. El medio pasa factura.
-¿En la época de Indiscreciones, cómo te llevabas con Susana Fontana?
-Susana era la que mediaba todo, era una especie de madre. Nos decía: “No le den bola (a Lucho), ya lo conocen. Después se le pasa”. Con ella me llevaba superbién, siempre la recuerdo. Tengo una sensación de que se fue tan rápido. Era una mujer que le pasaba de todo, tenía una familia, mucho quilombo de trabajo. El marido era director de cámara y Lucho lo insultaba porque decía que ponchaba mal.
-¿Y con Adriana Salgueiro?
-Con ella me llevaba bien. Ella hacía su parte, que era más humorística con Lucho. No se involucraba en el día a día del programa. La relación nuestra era normal, ella era muy reservada, no éramos amigas íntimas, pero nos llevábamos bien. Por mi parte, cuando trabajás con una chica que es modelo tratás de mirar el estilo, qué se pone, tenía sus trucos. Todos nos llevábamos bastante bien. Ahí el chinchudo era Lucho, que un día estaba bien y al otro no sabías con qué iba a salir si estaba de mal humor. Era el malcriado del equipo. Bueno, era el jefe.
-¿Y con Jorge Rial?
-Con Jorge bien. También aprendí mucho porque tenía más experiencia. Incluso me llamó cuando se fue a hacer El periscopio por América. Nunca se lo agradecí, y se lo agradezco porque está bueno siempre que se acuerden de una. Pero me había quedado con esa herida, no sé si estaba lo suficientemente lista. No me bancaba a esa edad que la gente me mirara mal por hablar de otros porque después tenías que ir a los estrenos y te encaraban los famosos.
-¿Todavía sentís esa incomodidad cuando vas a algún lado?
-No, ya no sé. Ya ni se acuerdan de que existo [risas]. Aunque la otra vez fui a América a ver a una persona y me encontré con Nora Cárpena, que me reconoció y me saludó. “¿Cómo no me voy a acordar de vos?”, me dijo. Una piensa que se va del país y la gente no se acuerda. Tengo muy lindos recuerdos.
-¿Qué recordás de la época de Indiscreciones y de esa televisión argentina?
-Como una etapa muy linda. Estaba muy ocupada de la noche a la mañana. Era muy exigente. También era una televisión en donde el tema del peso era tremendo. En esa época había gente que no podía trabajar. Yo sufría muchísimo. Era la época en que todas eran modelos. Todo el mundo tenía que lucir como tal. Si no eras flaca, era un medio discriminador. Eso lo recuerdo como otro sufrimiento. Cuando trabajé con Karina Rabolini y Sol Acuña, que eran dos palos al lado mío, yo sabía que nunca iba a ser así porque no era mi contextura física. Las mismas vestuaristas eran unas hijas de p… Te hacían sentir un lechón y yo no era gorda, pero en esa época era considerada gorda. Te traían ropita chiquita, que yo decía “pero no entro ahí”. Era muy loco. He trabajado con gente muy mala… No lo digo por Karina ni por Sol, pero otras modelos te hacían sentir pésimo. Eso lo veo ahora y digo por suerte cambió. No era vida.
-¿Ese fue otro de los motivos por los que decidiste alejarte de los medios?
-En realidad, yo quería hacer una carrera un poco más light. Me gustaba más la noticia, pero en ese momento no te dejaban transicionar. Estaba muy encasillada. Todo lo que me ofrecían era para hacer espectáculos. Hice otro programa con Juan Alberto Badía, pero sentía mucho prurito de “Vos tenés que hacer esto”.
-¿Tu familia qué te decía?
-Mi papá estaba en el medio (era productor musical), así que lo entendía. Me decía que me lo tomara con menos drama. Me respetaba y me decía “si no lo querés hacer, no lo hagas”. Él sabía el precio que iba a pagar, cuando empezás a decir que no a las propuestas laborales, “¿quién te creés que sos?”
-¿Cómo siguió tu vida después?
–Conocí a Fernando, mi marido, que es hijo de argentinos pero estaba de paso en el país. No se hallaba y quería volverse a los Estados Unidos. Como yo estaba desencantada con la profesión, le dije “probemos”. Nos casamos y primero nos fuimos a vivir a Boston, pero era muy duro, demasiado cambio, quedaba muy lejos. Así que le dije: “Nos volvemos a Buenos Aires o nos vamos a Miami”. Y nos vinimos a Miami. Yo quería seguir trabajando, no quería ser ama de casa.
-¿Fue fácil conseguir trabajo?
-Me costó muchísimo. Tuve que empezar de cero porque allá no era nadie. Tampoco había redes sociales, nadie sabía lo que había hecho en la Argentina. Era una NN que llegaba con un resumen. Me ofrecieron producir un programa de entretenimientos. Empecé de poco, escribiendo en el canal Univisión, también estuve en Telemundo. Fui productora, después pasé a productora ejecutiva. También estuve en ¡Hola! TV. Acá vas de un canal a otro. Me tocó seguir por el lado de la producción y ahora estoy más reconciliada con la profesión.
-¿Cómo es la experiencia de trabajar para la televisión de los Estados Unidos?
-En la Argentina era panelista, reportera. Acá me di cuenta que no podía porque todo era en neutro, que es como mexicano. Sabía que no iba a tener cabida fácilmente porque siempre iban a elegir a una mexicana. Me aprendí todo sobre la farándula local y es rarísimo porque producís en Miami para Los Ángeles con artistas de México. Fue buenísima la experiencia. Fue como hacer otra televisión, una en la que todo se escribe. También se consulta mucho con el área de legales. Está mucho más regulado. Aprendés otra forma de hacer televisión. Como decía, todo está escrito: desde el “Buenas tardes”, los chismes que se cuentan, hasta el “buenas noches”. Todo es más estructurado, es diferente.
-No hay momentos de espontaneidad.
-No, muy poco. Los procuradores se agarran la cabeza y les da miedo. Te preguntan “¿Qué decís?”. “Bueno, relajá un poco”, digo yo. No es censura, pero el canal te dice lo que tenés que decir. Tenés que tener mucho más cuidado a la hora de ser espontáneo.
-Y ahora te dedicás a bienes raíces.
-Sí, hace cinco años decidí reinventarme. Soy top producer, me saqué la licencia de Real State. El tema de las propiedades siempre me gustó. Lo hacía de costado. Viendo lugares para invertir, en dónde. Mi papá también hacía ese tipo de cosas, así que lo viví de chica. Construir, vender. Me encanta, me parece muy interesante. Mucha gente me dio la oportunidad porque el prejuicio siempre está. “¿Qué va a saber esta chica de inversiones?” La gente me empezó a tener confianza, tengo clientes a quienes les manejo las propiedades. Desarrollé una parte comercial que la tenía ahí, no estaba explotada. Y me gusta, me divierte.
-¿Pensaste en la posibilidad de volver a la Argentina y trabajar en televisión?
–Pienso volver a la Argentina en algún momento, no me voy a quedar el resto de mi vida acá. Así que a lo mejor hacer algo chiquito como una locución como para darme el gusto. Eso no se pierde nunca. Por ahora, mi vida es acá. En algún momento mi hija hará su vida, ahora tiene 20 años, estudia psicología en la Universidad de Miami y después quiere ser abogada. Mi marido también quiere volver a la Argentina. Acá la vida de gente grande no es tan buena, allá tienen más vida social, acá es solo trabajar, están todos enfocados en eso. También nos gusta viajar, tenemos una buena vida, pero la Argentina nos encanta. Espero que salga adelante y que todos podamos vivir en ese país.
-¿Consumís televisión o noticias argentinas?
-Todo. Me sé todo de Wanda, L-Gante, lo que quieras. Es parte del día a día. Además, con las redes sociales te enterás de todo muy rápido.
-¿Qué sabe tu hija sobre tu paso por la televisión argentina? Ella nació después de todo ese boom.
-Cuando era más chica y teníamos vecinos argentinos que se acordaban de mí y me comentaban, ella se reía y me preguntaba: “¿Pero, mamá, eras famosa?”. Le causa gracia, se ríe. Acá en los Estados Unidos también hice televisión, pero ella era muy chiquita.
Marcela Berbari atiende el teléfono desde Miami, en donde vive hace más de 20 años. Llegó hasta los Estados Unidos luego de haber brillado en la televisión argentina en los 90. A diferencia de lo que muchos quieren hoy en día, ella decidió abandonar la pantalla chica porque no estaba de acuerdo con el trato en los medios en aquel momento. Además, asegura, estaba encasillada en el periodismo de espectáculos y buscaba cambiar de rumbo.
Es que fue parte de un programa que marcó un antes y un después en la televisión, en los medios y en el periodismo. “Fue un semillero”, dice la periodista a 35 años de Indiscreciones, el exitoso ciclo que condujo Lucho Avilés durante 10 años y del que formó parte del panel los primeros dos, cuando estuvo al aire en Telefe. ¿Por qué no continuó? Ella misma lo cuenta en esta entrevista con LA NACIÓN.
Recuerda su paso por el ciclo de espectáculos, su famosa pelea con Lucho Avilés, los famosos que la insultaron por lo que sucedía en el aire y por qué decidió dar un paso al costado. Cuál fue su límite y el motivo por el que le dijo que no a un éxito indiscutido. “A esa edad no me bancaba que la gente me mirara mal por hablar de otros”, explica la locutora.
-¿Cómo llegaste a Indiscreciones?
-Yo venía trabajando en el medio. En ese momento estaba en el antiguo Tele2, que cerró y empezó Telefe. Lucho y su equipo estaban haciendo Astros y estrellas, Gustavo Yankelevich lo convoca y él arma el equipo. Yo tenía 24 años, cumplí 25 ese año.
-¿Entonces fue Avilés el que te convocó?
-Yo creo que llegué por recomendación de Jorge Rial, aunque no éramos amigos, nos cruzábamos en los pasillos del canal. Le dijo: “Necesitamos a la más chica del equipo”. Entonces, me reuní con Lucho en su oficina de la calle Paraguay, que tenía una agencia de publicidad. Si bien yo lo conocía por los medios, fue nuestro primer encuentro en persona. También estaba Susana Fontana. Lucho me dijo de ir a tomar un café a la esquina, me explicó de qué se trataba el programa: en un primer momento iba a ser de información general, incluso había alguien que hacía policiales, pero duró un mes, nada. Enseguida tomó el rumbo que tomó y lo que fue: un semillero de todos los periodistas de espectáculos. Todos salimos de ahí. En ese momento era el único programa que contaba la vida de los famosos, fue un boom. Yo venía de trabajar en televisión, pero pasar de la noche a la mañana a Indiscreciones fue tremendo. Hacíamos 20 puntos de rating al mediodía. Una cosa de locos. Si bien había habido programas de espectáculos, como Tía Valentina, no había sido el boom de Indiscreciones.
-Además, coincidió con el éxito de lo que fue el arranque de Telefe.
-Claro, fue muy exitoso. Yankelevich empezó a pegar un programa atrás de otro. Fue un momento muy especial para Telefe. Calentaba la tarde, veníamos después de la novela. También estaba Utilísima, Jugate conmigo, Xuxa… Era una locura, un boom para la televisión.
-¿Cómo era la reacción de los famosos en ese momento al ver que se hablaba de ellos en televisión?
-Siempre está el famoso que es reservado, pero también el pseudo famoso, ahora influencer, que quiere que hablen de él. En ese momento todos trabajaban de algo: si era famoso era porque empezaba como actor, o modelo. Y los consagrados eran tirantes. Yo la pasaba pésimo. Susana (Fontana), Jorge (Rial) y yo estábamos encerrados en el piso, pero después salíamos a la calle, éramos los que poníamos la cara. Lucho no porque era el conductor. Hacíamos el vivo de día, la calle de noche. No era normal.
-¿Alguna vez viviste alguna situación incómoda con algún famoso?
-Sí, me han insultado. Por eso yo creo que la pasaba muy mal. Con Sergio Velasco Ferrero ha estado todo mal porque tratamos su divorcio con María Eugenia Zorzenón. Fernando Bravo también nos odiaba porque también se estaba divorciando y hablábamos de eso. Susana Giménez nos odiaba por lo del (auto) Mercedes-Benz. Y cuando se cubrió lo de la salud del hermano, eso de meterse en el hospital, yo no estaba de acuerdo, no fui a ese programa. Se cruzaban límites que ahora no pasa, por ahí la gente es más consciente. Y Lucho no era boludo, se dio cuenta que no quería involucrarme. La enfermedad del hermano de Susana me pareció una manera horrible de tratar. Después de eso, empezamos a tener una relación ríspida con Lucho.
-No te sentías cómoda hablando de determinadas situaciones.
-No, también había otras cosas que se decían y que hoy se tratan con total naturalidad, como contar quién se había acostado con alguien, en ese momento no era común hablar de eso. Hay cosas que se decían con cuidado y otras que no. Además, no era lo mismo hablar de una actriz consagrada. Te metías con monstruos consagrados, no con alguien que recién empezaba.
-¿Qué pasó con Lucho después de no haber ido al programa en el que trataron la salud del hermano de Susana Giménez?
-Tuvimos una famosa discusión al aire, que algunos recordarán. Él me trató mal, y yo fui pionera en ponerle los puntos. Me levanté y me fui. No nos peleamos por lo del hermano de Susana, pero me trató mal al aire. Ahora no me acuerdo exactamente, pero me dijo algo así como “tenés aftas en la boca”. Me dijo cualquier cosa y yo me puse re mal. Yo era muy chica, muy nena tal vez, y fue muy fuerte todo eso. Lucho me dijo eso, yo me puse mal, y en el corte me levanté y me fui a mi casa. Los teléfonos estallaban. La gente se había dado cuenta que había habido un momento duro porque yo desaparecí del aire. El canal tampoco estaba preparado porque en ese momento todo se naturalizaba, tenías que bancártelo.
-¿Cómo siguió todo?
-Tuve una reunión con Lucho. Llegamos a un acuerdo, después nos llevamos bien. Pero cuando llegó fin de año y había que renovar, yo me hacía la boluda cuando decían que había que ir a firmar porque no quería, no me sentía cómoda. Así que dije que no porque me sentía mal y empecé a hacer cosas por otro lado, pero era difícil porque me encasillaron mucho. No es que no me gustaba el periodismo de espectáculos, pero hay cosas que no se pueden hacer.
-Y al año siguiente terminaron todos trabajando en Canal 9. ¿Te convocaron para volver a Indiscreciones?
-Sí, cuando yo no quise renovar con Indiscreciones en Telefe, me fui a Canal 9 a hacer el verano con Ricky Maravilla: él estaba en Mar del Plata y yo salía desde Buenos Aires, para mí era una buena oportunidad porque era una especie de conducción. Y a los dos meses, cuando Lucho se va de Telefe y arregla con Canal 9 para hacer Indiscreciones, yo tuve mucha presión para que volviera al programa porque Alejandro Romay quería al equipo completo. Pero dije que no.
-¿Lograste salir de ese encasillamiento?
-Nunca. Siempre soy “la chica de Indiscreciones”. Hoy no reniego, pero en ese momento sí. Cuando sos joven y tenés tus ideales de lo que tenés que hacer, sí. Ahora lo veo y es normal. Y de alguna manera yo no cedí: lo que no quise hacer, no lo hice y me siento orgullosa. Tal vez hubiese sido más exitosa y más conocida, pero también es importante seguir con sus creencias, con lo que uno se siente cómoda y no hacer todo a cualquier precio porque en el fondo vendés tu esencia, y eso no está bueno. Era muy duro para mí en ese momento, por lo menos para la edad que tenía.
-¿Cómo quedó la relación con Lucho cuando decidiste no continuar en Indiscreciones?
-Después tuve la mejor con él, no quedó mala onda. Nos hemos visto en Miami años después. Siempre lo respeté mucho como profesional, la tenía clarísima. Me enseñó todo, era sentarnos a armar el programa con él. Decía: “No hay excusas, si no conseguís la nota no vuelvas”. Era una escuela fuerte, pero buena. Yo creo que en todo lo que hice en los Estados Unidos después, trabajando como productora, apliqué mucho de lo que me él me enseñó. Aunque acá es todo más controlado, pero la base está.
-¿Qué te generó su muerte?
-Mucha tristeza. Horrible, pobre. Él siempre fue muy enfermo del corazón. Tuvo muchas vidas. Tuvo muchos problemas de salud y siempre salió adelante. Cuando sucedió, yo estaba en Miami, me shockeó mucho. La llamé a la mujer, María del Carmen, me dio mucha pena. Sentí que se acabó una época, aunque ya no estaba mucho en los medios. No tuvo el final que hubiera querido en su carrera. Se había hecho muchos enemigos muy fuertes y no se lo perdonaron. El medio pasa factura.
-¿En la época de Indiscreciones, cómo te llevabas con Susana Fontana?
-Susana era la que mediaba todo, era una especie de madre. Nos decía: “No le den bola (a Lucho), ya lo conocen. Después se le pasa”. Con ella me llevaba superbién, siempre la recuerdo. Tengo una sensación de que se fue tan rápido. Era una mujer que le pasaba de todo, tenía una familia, mucho quilombo de trabajo. El marido era director de cámara y Lucho lo insultaba porque decía que ponchaba mal.
-¿Y con Adriana Salgueiro?
-Con ella me llevaba bien. Ella hacía su parte, que era más humorística con Lucho. No se involucraba en el día a día del programa. La relación nuestra era normal, ella era muy reservada, no éramos amigas íntimas, pero nos llevábamos bien. Por mi parte, cuando trabajás con una chica que es modelo tratás de mirar el estilo, qué se pone, tenía sus trucos. Todos nos llevábamos bastante bien. Ahí el chinchudo era Lucho, que un día estaba bien y al otro no sabías con qué iba a salir si estaba de mal humor. Era el malcriado del equipo. Bueno, era el jefe.
-¿Y con Jorge Rial?
-Con Jorge bien. También aprendí mucho porque tenía más experiencia. Incluso me llamó cuando se fue a hacer El periscopio por América. Nunca se lo agradecí, y se lo agradezco porque está bueno siempre que se acuerden de una. Pero me había quedado con esa herida, no sé si estaba lo suficientemente lista. No me bancaba a esa edad que la gente me mirara mal por hablar de otros porque después tenías que ir a los estrenos y te encaraban los famosos.
-¿Todavía sentís esa incomodidad cuando vas a algún lado?
-No, ya no sé. Ya ni se acuerdan de que existo [risas]. Aunque la otra vez fui a América a ver a una persona y me encontré con Nora Cárpena, que me reconoció y me saludó. “¿Cómo no me voy a acordar de vos?”, me dijo. Una piensa que se va del país y la gente no se acuerda. Tengo muy lindos recuerdos.
-¿Qué recordás de la época de Indiscreciones y de esa televisión argentina?
-Como una etapa muy linda. Estaba muy ocupada de la noche a la mañana. Era muy exigente. También era una televisión en donde el tema del peso era tremendo. En esa época había gente que no podía trabajar. Yo sufría muchísimo. Era la época en que todas eran modelos. Todo el mundo tenía que lucir como tal. Si no eras flaca, era un medio discriminador. Eso lo recuerdo como otro sufrimiento. Cuando trabajé con Karina Rabolini y Sol Acuña, que eran dos palos al lado mío, yo sabía que nunca iba a ser así porque no era mi contextura física. Las mismas vestuaristas eran unas hijas de p… Te hacían sentir un lechón y yo no era gorda, pero en esa época era considerada gorda. Te traían ropita chiquita, que yo decía “pero no entro ahí”. Era muy loco. He trabajado con gente muy mala… No lo digo por Karina ni por Sol, pero otras modelos te hacían sentir pésimo. Eso lo veo ahora y digo por suerte cambió. No era vida.
-¿Ese fue otro de los motivos por los que decidiste alejarte de los medios?
-En realidad, yo quería hacer una carrera un poco más light. Me gustaba más la noticia, pero en ese momento no te dejaban transicionar. Estaba muy encasillada. Todo lo que me ofrecían era para hacer espectáculos. Hice otro programa con Juan Alberto Badía, pero sentía mucho prurito de “Vos tenés que hacer esto”.
-¿Tu familia qué te decía?
-Mi papá estaba en el medio (era productor musical), así que lo entendía. Me decía que me lo tomara con menos drama. Me respetaba y me decía “si no lo querés hacer, no lo hagas”. Él sabía el precio que iba a pagar, cuando empezás a decir que no a las propuestas laborales, “¿quién te creés que sos?”
-¿Cómo siguió tu vida después?
–Conocí a Fernando, mi marido, que es hijo de argentinos pero estaba de paso en el país. No se hallaba y quería volverse a los Estados Unidos. Como yo estaba desencantada con la profesión, le dije “probemos”. Nos casamos y primero nos fuimos a vivir a Boston, pero era muy duro, demasiado cambio, quedaba muy lejos. Así que le dije: “Nos volvemos a Buenos Aires o nos vamos a Miami”. Y nos vinimos a Miami. Yo quería seguir trabajando, no quería ser ama de casa.
-¿Fue fácil conseguir trabajo?
-Me costó muchísimo. Tuve que empezar de cero porque allá no era nadie. Tampoco había redes sociales, nadie sabía lo que había hecho en la Argentina. Era una NN que llegaba con un resumen. Me ofrecieron producir un programa de entretenimientos. Empecé de poco, escribiendo en el canal Univisión, también estuve en Telemundo. Fui productora, después pasé a productora ejecutiva. También estuve en ¡Hola! TV. Acá vas de un canal a otro. Me tocó seguir por el lado de la producción y ahora estoy más reconciliada con la profesión.
-¿Cómo es la experiencia de trabajar para la televisión de los Estados Unidos?
-En la Argentina era panelista, reportera. Acá me di cuenta que no podía porque todo era en neutro, que es como mexicano. Sabía que no iba a tener cabida fácilmente porque siempre iban a elegir a una mexicana. Me aprendí todo sobre la farándula local y es rarísimo porque producís en Miami para Los Ángeles con artistas de México. Fue buenísima la experiencia. Fue como hacer otra televisión, una en la que todo se escribe. También se consulta mucho con el área de legales. Está mucho más regulado. Aprendés otra forma de hacer televisión. Como decía, todo está escrito: desde el “Buenas tardes”, los chismes que se cuentan, hasta el “buenas noches”. Todo es más estructurado, es diferente.
-No hay momentos de espontaneidad.
-No, muy poco. Los procuradores se agarran la cabeza y les da miedo. Te preguntan “¿Qué decís?”. “Bueno, relajá un poco”, digo yo. No es censura, pero el canal te dice lo que tenés que decir. Tenés que tener mucho más cuidado a la hora de ser espontáneo.
-Y ahora te dedicás a bienes raíces.
-Sí, hace cinco años decidí reinventarme. Soy top producer, me saqué la licencia de Real State. El tema de las propiedades siempre me gustó. Lo hacía de costado. Viendo lugares para invertir, en dónde. Mi papá también hacía ese tipo de cosas, así que lo viví de chica. Construir, vender. Me encanta, me parece muy interesante. Mucha gente me dio la oportunidad porque el prejuicio siempre está. “¿Qué va a saber esta chica de inversiones?” La gente me empezó a tener confianza, tengo clientes a quienes les manejo las propiedades. Desarrollé una parte comercial que la tenía ahí, no estaba explotada. Y me gusta, me divierte.
-¿Pensaste en la posibilidad de volver a la Argentina y trabajar en televisión?
–Pienso volver a la Argentina en algún momento, no me voy a quedar el resto de mi vida acá. Así que a lo mejor hacer algo chiquito como una locución como para darme el gusto. Eso no se pierde nunca. Por ahora, mi vida es acá. En algún momento mi hija hará su vida, ahora tiene 20 años, estudia psicología en la Universidad de Miami y después quiere ser abogada. Mi marido también quiere volver a la Argentina. Acá la vida de gente grande no es tan buena, allá tienen más vida social, acá es solo trabajar, están todos enfocados en eso. También nos gusta viajar, tenemos una buena vida, pero la Argentina nos encanta. Espero que salga adelante y que todos podamos vivir en ese país.
-¿Consumís televisión o noticias argentinas?
-Todo. Me sé todo de Wanda, L-Gante, lo que quieras. Es parte del día a día. Además, con las redes sociales te enterás de todo muy rápido.
-¿Qué sabe tu hija sobre tu paso por la televisión argentina? Ella nació después de todo ese boom.
-Cuando era más chica y teníamos vecinos argentinos que se acordaban de mí y me comentaban, ella se reía y me preguntaba: “¿Pero, mamá, eras famosa?”. Le causa gracia, se ríe. Acá en los Estados Unidos también hice televisión, pero ella era muy chiquita.
Vive en Miami hace más de 20 años, trabajó en Univisión, Telemundo y ahora se dedica a bienes raíces. “Tal vez hubiese sido más exitosa y más conocida, pero no hay que hacer todo a cualquier precio”, aseguró a LA NACIÓN LA NACION