Se olvidó de ponerse el paracaídas, saltó desde un avión y sus últimas palabras conmocionaron a todos

Los deportistas extremos, muchas veces, se exponen a cientos de riesgos como parte de su profesión. Si bien, en la actualidad, se toman demasiados recaudos de seguridad como para que algo salga mal, hace unos cuantos años atrás las cosas no eran tan así y había un margen de error bastante mayor. Esto se puede ver reflejado en muchos casos, pero uno de los más curiosos y reconocidos de ellos es el de Ivan McGuire, un experimentado paracaidista que murió a los 35 años, en un accidente completamente evitable.
McGuire era un deportista que, durante su impecable carrera de saltos en altura, completó más de 800 hazañas con éxito, de las que salió totalmente ileso. Pero el 2 de abril de 1988, un impensado descuido terminó con su vida. Esa mañana, se había embarcado en una nueva aventura, bastante tranquila para su ritmo de vida. Su tarea era simple: tirarse en caída libre junto a un instructor y un estudiante del Centro de Paracaidismo Deportivo del Condado de Franklin y filmar su salto.
Al momento de lanzarse del avión, a 3200 metros de altura, McGuire se dio cuenta de que lo hizo sin su paracaídas, por lo que se produjo su inevitable deceso al impactar contra la superficie. Según explicaron algunos expertos en el tema, la mochila que contenía el equipo de grabación era muy similar a la que tenía que usar para amortiguar su caída. Por este motivo, lo más probable es que más que un accidente a causa de un descuido, se haya tratado de una tragedia provocada por una confusión. Aunque esto es algo que nunca se va a saber a ciencia cierta.
En la cámara que cayó junto a él y que, sorpresivamente, sobrevivió al fuerte impacto, quedaron las imágenes del instructor y su alumno, tomadas por McGuire, en las que se ve a ambos hacer el salto estilo caída libre, segundos antes de intentar abrir el paracaídas e iniciar su descenso controlado a tierra. A continuación, se ve como todo se sale de control y empiezan a moverse para todos lados, momento en el que el deportista se da cuenta de que no contaba con el equipo adecuado para sobrevivir la situación.
Por la velocidad con la que ocurrió todo, McGuire no pudo hacer más que gritar y esperar al impacto. En las imágenes, quedó documentado que sus últimas palabras fueron “¡Oh, Dios mío, no!”. Minutos después, su cuerpo fue encontrado en medio de un bosque, cerca de la pista de aterrizaje desde donde salió el avión del que saltó. Más allá de la tragedia, la justicia estadounidense descartó rápidamente que haya existido un crimen o un asesinato en torno a la muerte del paracaidista.
Esta clase de accidentes, lamentablemente, son bastante frecuentes, incluso en paracaidistas experimentados. En abril de 2024, se reportó un caso muy similar en Durham, Reino Unido. Allí, Sam Cornwell, un deportista extremo de 45 años, murió mientras filmaba a un compañero. Si bien él no saltó sin el paracaídas, la cubierta principal del mismo estaba torcida, por lo que no se abrió e impactó contra el suelo.
Los deportistas extremos, muchas veces, se exponen a cientos de riesgos como parte de su profesión. Si bien, en la actualidad, se toman demasiados recaudos de seguridad como para que algo salga mal, hace unos cuantos años atrás las cosas no eran tan así y había un margen de error bastante mayor. Esto se puede ver reflejado en muchos casos, pero uno de los más curiosos y reconocidos de ellos es el de Ivan McGuire, un experimentado paracaidista que murió a los 35 años, en un accidente completamente evitable.
McGuire era un deportista que, durante su impecable carrera de saltos en altura, completó más de 800 hazañas con éxito, de las que salió totalmente ileso. Pero el 2 de abril de 1988, un impensado descuido terminó con su vida. Esa mañana, se había embarcado en una nueva aventura, bastante tranquila para su ritmo de vida. Su tarea era simple: tirarse en caída libre junto a un instructor y un estudiante del Centro de Paracaidismo Deportivo del Condado de Franklin y filmar su salto.
Al momento de lanzarse del avión, a 3200 metros de altura, McGuire se dio cuenta de que lo hizo sin su paracaídas, por lo que se produjo su inevitable deceso al impactar contra la superficie. Según explicaron algunos expertos en el tema, la mochila que contenía el equipo de grabación era muy similar a la que tenía que usar para amortiguar su caída. Por este motivo, lo más probable es que más que un accidente a causa de un descuido, se haya tratado de una tragedia provocada por una confusión. Aunque esto es algo que nunca se va a saber a ciencia cierta.
En la cámara que cayó junto a él y que, sorpresivamente, sobrevivió al fuerte impacto, quedaron las imágenes del instructor y su alumno, tomadas por McGuire, en las que se ve a ambos hacer el salto estilo caída libre, segundos antes de intentar abrir el paracaídas e iniciar su descenso controlado a tierra. A continuación, se ve como todo se sale de control y empiezan a moverse para todos lados, momento en el que el deportista se da cuenta de que no contaba con el equipo adecuado para sobrevivir la situación.
Por la velocidad con la que ocurrió todo, McGuire no pudo hacer más que gritar y esperar al impacto. En las imágenes, quedó documentado que sus últimas palabras fueron “¡Oh, Dios mío, no!”. Minutos después, su cuerpo fue encontrado en medio de un bosque, cerca de la pista de aterrizaje desde donde salió el avión del que saltó. Más allá de la tragedia, la justicia estadounidense descartó rápidamente que haya existido un crimen o un asesinato en torno a la muerte del paracaidista.
Esta clase de accidentes, lamentablemente, son bastante frecuentes, incluso en paracaidistas experimentados. En abril de 2024, se reportó un caso muy similar en Durham, Reino Unido. Allí, Sam Cornwell, un deportista extremo de 45 años, murió mientras filmaba a un compañero. Si bien él no saltó sin el paracaídas, la cubierta principal del mismo estaba torcida, por lo que no se abrió e impactó contra el suelo.
El paracaidísta cometió un insólito error por un descuido que dio como resultado su trágica muerte; conocé su desgarradora historia en esta nota LA NACION