El pueblo, a menos de 2 horas de Capital, que sorprende con 3 propuestas para comer bien y disfrutar de largas sobremesas
Un pueblo perdido en la inmensidad de la pampa con tres bares/restaurantes, un hotel pequeño, alguna casa de alquiler, algún que otro perro que le ladra a la luna por las noches. Una capilla dedicada a San Roque de 1898, bien conservada. Una huerta orgánica que explota de colores. La estación de ferrocarril y las fachadas antiguas de algunas casas, las pocas calles de asfalto y las otras de tierra que mueren en el campo. Es decir, un lugar donde el desenchufe y la tranquilidad están aseguradas: así es General Rivas, a 20 km por un único camino de asfalto desde Suipacha, la ruta provincial 43, que cruza el arroyo Los Leones, a 150 km del Obelisco. Distancia suficiente para sentir el ser en la nada, el rojo del sol del atardecer sobre el confín del horizonte.
De 130 tambos en las épocas de gloria, cuando la comunidad irlandesa se dedicaba a la cría de ovejas y la parte rural se encontraba densamente poblada, quedaron dos.
Pura desconexión: no hay ruidos que impidan que se escuche el susurro de los cientos de pájaros como el zorzal o los cabecita negra.
Un especialista explica qué ocurre cuando se consume vitamina D y magnesio al mismo tiempo
En la Huerta Orgánica Yerba Suelta, Omar y Mariana reciben a todo aquel que quiera aprender de plantas y comprar dulces, especias, hierbas deshidratadas y conservas caseras. Entre ellos se nota el amor que se profesan a pesar del tiempo transcurrido, los hijos y nietos y solo eso merece la visita. Él se ocupa de la huerta y ella de las conservas, las reservas, los tés o desayunos con sus deliciosos dulces. “Cuando llegamos acá nos enamoramos del lugar. En ese entonces vivíamos en General Paz y Lope de Vega y veníamos 3 o 4 días. No había nada, solo un montecito de acacias donde construimos nuestra casa”, cuenta Omar que viajó por todo el mundo con la Cruz Roja Internacional, mientras enseña maravillado los distintos colores de los tomates. Junto con los ajíes, la salvia, la menta, el orégano, el tomillo, el ajenjo que da sabor a El Fernet, las berenjenas, los porotos pallares “que son los favoritos de mi mujer”, los frutales. “Llegó un momento que vendimos la casa y nos vinimos para acá, porque es hermoso. Sembramos lo que nos gusta a nosotros y si sobra, lo vendemos”.
La huerta es colorida, completa para mostrar la variedad de todas las verduras, prolija… “¿Que cómo hago para que esté así de prolija?”, ríe y dice: “Pues me arrodillo y saco los pastitos. Hay que hacerlo simplemente, no hay que soplar”, concluye, risueño.
Historia y sabores
Cuenta Jorge Patalagoiti, vecino de Rivas, que puede reconstruir la historia del pueblo en parte por haberla vivido y en base a los recuerdos que escribió en el 2000 otro vecino ilustre, Héctor José Puricelli. Señala dentro de la iglesia unos agujeros en las paredes de la capilla San Roque, sobre un terreno donado por el entonces próspero comerciante Nicolás Juliano, inaugurada en 1898. Pertenecen a los disparos que efectuaron allá lejos y hace tiempo para intentar sacar una pandilla de murciélagos que, cual Batman, azotaba a los feligreses que se veían obligados a escuchar misa en la puerta de la iglesia, con la consiguiente desesperación del sacerdote que hasta tiros permitió con tal de echar a los díscolos animalitos. Hasta que llegó el ultrasonido y santo remedio.
Cuenta de la época en que un tanque tirado por tres caballos regaba las calles de tierra de este pueblo con escuela, salita de primeros auxilios y una plaza que se llama San Martín.
“En 1930 se fundó el club de fútbol y más tarde todos ayudamos a su construcción. Eran épocas épicas en que la yegua Lola afirmaba su piso porque no teníamos cómo hacerlo entonces la encerramos, para que pise y pise”, se emociona el exdelegado que siente un profundo amor por su terruño.
La fruta con tres veces más proteína que una banana que combate el envejecimiento prematuro
El pueblo lleva este nombre en homenaje al general Ignacio Rivas, que nació en Paysandú, Uruguay, en 1827, peleó para Urquiza y pasó por aquí hacia la batalla de Caseros para deponer a Juan Manuel de Rosas en 1852. Dicen que venía seguido por la zona y tenía una hermana en Mercedes, distante a 30 km.
@viajarenfoco ¿Que darías por vivir con esta tranquilidad? Así es la vida en la mayoría de los pueblos de nuestro país. Una vez escuchamos a un turista decir… “Esto es otro planeta” Jjjajaja solo te tenes que alejar 100km de una gran ciudad 😉 Las imágenes del video son en el Pueblo de Gral. Rivas, partido de Suipacha. Prov. de Buenos Aires Pueblo que tiene varios bodegones para que vayas a comer bien rico un fin de semana 👌 Cualquier consulta, escribinos . . . #pueblo #rivas #suipacha #viajarenfoco #relax #campo #escapadas #paisajesargentinos
“Nunca se es viejo para volver a empezar”, dice Florencia Marino, fotógrafa, cocinera y esposa de Mauricio Marino, dueña de 1886, quienes levantaron el restaurante de sus sueños, revocando paredes y restaurando pisos con sus propias manos. A ella le encanta cocinar y arrancaron en 2023 abriendo las puertas de la que fuera la primera panadería de la zona, que contaba con uno de los dos hornos más antiguos del país de fines del 1800, con 6 metros de diámetro. Se derrumbó en parte en agosto del año pasado pero el frente y parte del piso aún queda intacto. Abre los fines de semana por la noche y domingos todo el día hasta la hora del té. Sorrentinos, rabas, ravioles de verdura con fileto, canelones, lomo a la pizza y matambre, milanesas gigantes o napolitana con papas fritas, pizzas, hamburguesas completan una oferta clásica y bien casera.
Bar Biero es un bar parrilla precioso en estilo boliche de campo donde sirven tragos y excelentes picadas y pastas, parrilla con todo, alguna pizza, para qué más. Walter cuenta la epopeya del nacimiento de este bar que lleva su apellido y abrió en 2012. Él fue chofer de colectivo y llegó al pueblo en 2006. “Y uno se pregunta… ¿Qué hacemos en el pueblo? Y vos no sabés la cantidad de cosas que hay para hacer, el pueblo te va atrapando”, dice.
Para lo último dejamos uno de los lugares más emblemáticos, el bar de campo Don Guille, con excelentes pastas que sirve Guillermo Fernández, tercera generación que sigue al pie del cañón ya que su padre compró este viejo almacén que llevó su largo tiempo de restauración y es quien elabora las famosas pastas que traen de Mercedes todos los fines de semana. Se ofrece un menú fijo de queso y fiambres, empanadas, plato de pastas y postres. Abre mediodía sábado y domingo si no llueve mucho.
Un pueblo perdido en la inmensidad de la pampa con tres bares/restaurantes, un hotel pequeño, alguna casa de alquiler, algún que otro perro que le ladra a la luna por las noches. Una capilla dedicada a San Roque de 1898, bien conservada. Una huerta orgánica que explota de colores. La estación de ferrocarril y las fachadas antiguas de algunas casas, las pocas calles de asfalto y las otras de tierra que mueren en el campo. Es decir, un lugar donde el desenchufe y la tranquilidad están aseguradas: así es General Rivas, a 20 km por un único camino de asfalto desde Suipacha, la ruta provincial 43, que cruza el arroyo Los Leones, a 150 km del Obelisco. Distancia suficiente para sentir el ser en la nada, el rojo del sol del atardecer sobre el confín del horizonte.
De 130 tambos en las épocas de gloria, cuando la comunidad irlandesa se dedicaba a la cría de ovejas y la parte rural se encontraba densamente poblada, quedaron dos.
Pura desconexión: no hay ruidos que impidan que se escuche el susurro de los cientos de pájaros como el zorzal o los cabecita negra.
Un especialista explica qué ocurre cuando se consume vitamina D y magnesio al mismo tiempo
En la Huerta Orgánica Yerba Suelta, Omar y Mariana reciben a todo aquel que quiera aprender de plantas y comprar dulces, especias, hierbas deshidratadas y conservas caseras. Entre ellos se nota el amor que se profesan a pesar del tiempo transcurrido, los hijos y nietos y solo eso merece la visita. Él se ocupa de la huerta y ella de las conservas, las reservas, los tés o desayunos con sus deliciosos dulces. “Cuando llegamos acá nos enamoramos del lugar. En ese entonces vivíamos en General Paz y Lope de Vega y veníamos 3 o 4 días. No había nada, solo un montecito de acacias donde construimos nuestra casa”, cuenta Omar que viajó por todo el mundo con la Cruz Roja Internacional, mientras enseña maravillado los distintos colores de los tomates. Junto con los ajíes, la salvia, la menta, el orégano, el tomillo, el ajenjo que da sabor a El Fernet, las berenjenas, los porotos pallares “que son los favoritos de mi mujer”, los frutales. “Llegó un momento que vendimos la casa y nos vinimos para acá, porque es hermoso. Sembramos lo que nos gusta a nosotros y si sobra, lo vendemos”.
La huerta es colorida, completa para mostrar la variedad de todas las verduras, prolija… “¿Que cómo hago para que esté así de prolija?”, ríe y dice: “Pues me arrodillo y saco los pastitos. Hay que hacerlo simplemente, no hay que soplar”, concluye, risueño.
Historia y sabores
Cuenta Jorge Patalagoiti, vecino de Rivas, que puede reconstruir la historia del pueblo en parte por haberla vivido y en base a los recuerdos que escribió en el 2000 otro vecino ilustre, Héctor José Puricelli. Señala dentro de la iglesia unos agujeros en las paredes de la capilla San Roque, sobre un terreno donado por el entonces próspero comerciante Nicolás Juliano, inaugurada en 1898. Pertenecen a los disparos que efectuaron allá lejos y hace tiempo para intentar sacar una pandilla de murciélagos que, cual Batman, azotaba a los feligreses que se veían obligados a escuchar misa en la puerta de la iglesia, con la consiguiente desesperación del sacerdote que hasta tiros permitió con tal de echar a los díscolos animalitos. Hasta que llegó el ultrasonido y santo remedio.
Cuenta de la época en que un tanque tirado por tres caballos regaba las calles de tierra de este pueblo con escuela, salita de primeros auxilios y una plaza que se llama San Martín.
“En 1930 se fundó el club de fútbol y más tarde todos ayudamos a su construcción. Eran épocas épicas en que la yegua Lola afirmaba su piso porque no teníamos cómo hacerlo entonces la encerramos, para que pise y pise”, se emociona el exdelegado que siente un profundo amor por su terruño.
La fruta con tres veces más proteína que una banana que combate el envejecimiento prematuro
El pueblo lleva este nombre en homenaje al general Ignacio Rivas, que nació en Paysandú, Uruguay, en 1827, peleó para Urquiza y pasó por aquí hacia la batalla de Caseros para deponer a Juan Manuel de Rosas en 1852. Dicen que venía seguido por la zona y tenía una hermana en Mercedes, distante a 30 km.
@viajarenfoco ¿Que darías por vivir con esta tranquilidad? Así es la vida en la mayoría de los pueblos de nuestro país. Una vez escuchamos a un turista decir… “Esto es otro planeta” Jjjajaja solo te tenes que alejar 100km de una gran ciudad 😉 Las imágenes del video son en el Pueblo de Gral. Rivas, partido de Suipacha. Prov. de Buenos Aires Pueblo que tiene varios bodegones para que vayas a comer bien rico un fin de semana 👌 Cualquier consulta, escribinos . . . #pueblo #rivas #suipacha #viajarenfoco #relax #campo #escapadas #paisajesargentinos
“Nunca se es viejo para volver a empezar”, dice Florencia Marino, fotógrafa, cocinera y esposa de Mauricio Marino, dueña de 1886, quienes levantaron el restaurante de sus sueños, revocando paredes y restaurando pisos con sus propias manos. A ella le encanta cocinar y arrancaron en 2023 abriendo las puertas de la que fuera la primera panadería de la zona, que contaba con uno de los dos hornos más antiguos del país de fines del 1800, con 6 metros de diámetro. Se derrumbó en parte en agosto del año pasado pero el frente y parte del piso aún queda intacto. Abre los fines de semana por la noche y domingos todo el día hasta la hora del té. Sorrentinos, rabas, ravioles de verdura con fileto, canelones, lomo a la pizza y matambre, milanesas gigantes o napolitana con papas fritas, pizzas, hamburguesas completan una oferta clásica y bien casera.
Bar Biero es un bar parrilla precioso en estilo boliche de campo donde sirven tragos y excelentes picadas y pastas, parrilla con todo, alguna pizza, para qué más. Walter cuenta la epopeya del nacimiento de este bar que lleva su apellido y abrió en 2012. Él fue chofer de colectivo y llegó al pueblo en 2006. “Y uno se pregunta… ¿Qué hacemos en el pueblo? Y vos no sabés la cantidad de cosas que hay para hacer, el pueblo te va atrapando”, dice.
Para lo último dejamos uno de los lugares más emblemáticos, el bar de campo Don Guille, con excelentes pastas que sirve Guillermo Fernández, tercera generación que sigue al pie del cañón ya que su padre compró este viejo almacén que llevó su largo tiempo de restauración y es quien elabora las famosas pastas que traen de Mercedes todos los fines de semana. Se ofrece un menú fijo de queso y fiambres, empanadas, plato de pastas y postres. Abre mediodía sábado y domingo si no llueve mucho.
A 150 kilómetros de Buenos Aires, este pueblito ofrece tres alternativas gastronómicas para conectarse con las raíces gauchescas LA NACION