Un trampolín que sirve para tomar envión y consolidar el “modelo Milei”, que ahora espera la venia del mercado

Cuando llegue la letra final del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el presidente Javier Milei habrá logrado facturar como pocos lo que hizo desde que asumió. Se trata de algo así como un enorme premio a decisiones que tomó. ¿Cuáles? A riesgo de ser reduccionista, principalmente dos. La primera, la regla fiscal de gastar menos de lo que recauda; la otra, apostar un pleno por Donald Trump cuando el republicano no tenía grandes apoyos en el mundo político global y cultivar esa relación cuando ya había llegado a la Casa Blanca.
Ambas cosas fueron determinantes para que el organismo vuelva a poner dólares frescos en medio de una negociación que podría haber sido apenas una modificación en el calendario de los vencimientos del plan caído. Ahora, en cambio, tiene en su poder una herramienta importantísima como para afrontar la enorme volatilidad del planeta y dedicar su tiempo a gestionar y poner en marcha ciertos sectores del Estado que están quietos. Además, empezar a levantar las restricciones cambiarias. Adiós al cepo… para las personas físicas.
Acá un punto: todavía no hay dólares suficientes para poder decirles a las compañías que pueden cambiar sus pesos por dólares. Son demasiados años donde las empresas no pudieron enviar dividendos o girar valores al exterior. Durante ese tiempo, acumularon una montaña de pesos que quedaron atrapados fronteras adentro por los efectos del cepo. Abrir ese candado implicaría que esos pesos marchen directo al mercado cambiario y sería difícil controlar el drenaje. Dicho esto, el Gobierno decidió establecer alguna diferencia entre las personas humanas y las jurídicas. Para las primeras, sí; para las segundas, empezar el camino de apertura con una salvedad. Lo que venga desde el lunes en adelante se moverá sin cepo. Para lo anterior, lo que en la jerga se llama stock, el Banco Central elaborará otro bono (Bopreal) para empezar a regularizarlo. Hay que decirlo: no se esperaba que esta parte se levante de un día para otro.
Nadie lo dijo directamente, pero otra consecuencia de los anuncios es que el lunes habrá un nuevo dólar. Ya no un oficial y otro blue y otro blend, por citar algunos. Habrá un dólar y la cotización que se replique en las pizarras será el valor de la moneda. Se sabrá si hubo o no devaluación del actual dólar oficial y, en su caso, qué porcentaje. Para el ahorrista, no habrá demasiados cambios porque ya paga por cada dólar Bolsa o MEP algo así como 1350 pesos. Podrá evitar el famoso parking y recurrir al banco y comprar moneda. Nada de esperar un día para ver los dólares en la cuenta. Pero claro, todo producto o servicio que en la economía tenga como referencia el dólar oficial podría subir. Los bienes importados podrían ser impactados. La dinámica del mercado, una vez más, volverá a hablar el lunes. Si los exportadores liquidan al nuevo precio, pues la cotización no forzará la brecha de flotación y hasta podría bajar. Si pasa lo contrario, la inflación podría despegar. De ahí eso de que se trata de “la gloria o Devoto”.
De todos los dólares que actualmente hay, algunos se van y otros se quedan. Entre los que permanecen está el llamado tarjeta y el turista. Por ahora, no será más barato viajar o comprar en el exterior y, por el contrario, podría ser más caro. Preguntará el lector qué pasará con otro de los dólares estrellas, el blue. La respuesta, el lunes. Aunque en principio, tendería a converger con el que se estabilice en la nueva brecha de flotación.
Ya se sabe que desregular no es gestionar. Son cosas distintas y requieren equipos con otras características. Gran parte de la economía real espera que llegue el momento de esos rincones olvidados. Milei podría repetir que nada de aquello es posible si no se despejaba esta indecisión respecto del Fondo y si no se avanzaba en la apertura del cepo. Pues despejó todas estas variables, no sin sufrir un deterioro de las reservas después de que las expectativas que generó en aquella Asamblea Legislativa —donde dijo que era inminente el acuerdo y que sería por ley— no tuvieran correlato rápido. Logró que ahora la cuenta de las reservas del Banco Central sume dólares frescos.
El Presidente sabe de memoria que no hay manera de consolidar un crecimiento de la economía sin el ingreso de dólares al país. Y para que eso suceda deberán mejorar dos indicadores: la exportación y la inversión, además de mover las restricciones cambiarias. Todos estos puntos necesitaban el acuerdo con el Fondo. Ahí es cuando toma relevancia la historia corta de Milei y de las tareas económicas del Presidente y su equipo. Claro que ahora, y no se trata de correr el arco, llega el tiempo de los desafíos que aún quedan por despejar como para que las divisas entren a la economía local, más allá del aporte fresco del Fondo.
A esta altura, vale hacerse dos preguntas. ¿Podrían ingresar dólares por inversión extranjera y por aumento de las exportaciones sin este acuerdo y sin levantar el cepo? La respuesta mayoritaria respondería que “no”. Y la segunda: ¿Pueden llegar dólares sólo con este acuerdo? Tampoco, no alcanza.
El corazón de la administración Milei fue la disciplina fiscal. Lo repitió una y mil veces no sólo el mandatario, sino también el ministro Caputo en la conferencia en la que anunció el acuerdo. El Presidente tomó aquella regla como una condición fundacional de su gobierno. Como él mismo lo califica, hizo un “ajuste único y sin precedentes”. En los borradores de su equipo anotaban las consecuencias de esa decisión. Menos gasto, abrupta baja de la emisión y una señal clara de que éste es el credo de la administración. De esa manera, la inflación iría para abajo. A eso se le sumaba una fuerte desregulación de la economía y una baja progresiva de impuestos, después de subirlos al inicio de la gestión como para reforzar la caja y, finalmente, la apertura del cepo.
Con ese punto por punto terminado marcó una diferencia con los que lo precedieron. Fue a Washington con la tarea hecha y no con la promesa de hacerla. En el Fondo aplaudían. Pero de aplausos no se llenan las reservas. Entonces, llegó Trump, la relación con Milei, su apoyo explícito y aparecieron los dólares.
“El acuerdo es fundamental para tener un puente para este 2025 lleno de incertidumbre. Ahora deberá consolidar lo que hizo, mantener en orden la cuestión fiscal, además de transitar el período electoral. Si esto se mantiene, el año que viene será un gran año para la inversión. Incluso me animo a decir que será un gran año para la construcción. El acuerdo es una condición necesaria pero, hay más por hacer”, dijo el economista de Abeceb y exministro de Producción, Dante Sica.
El exfuncionario siempre se caracterizó por estar cerca de las empresas, de ese mundo de la economía real. De ahí que su voz siempre tiene un eco de lo que se escucha entre los empresarios. En ese ambiente hay mucho optimismo de algunos, y cierta cautela de otros.
Entre los primeros se cuentan todos los que confían en que Milei y los suyos mantendrán el rumbo y consolidarán el camino que hoy, según dijo Caputo, ingresa en la tercera etapa después de una primera que fue la eliminación del déficit fiscal y una posterior que consistió en bajar el cuasi fiscal, es decir, las deudas del Central.
La tercera es la que, según esos hombres de negocios, despeja el camino: eliminar los riesgos de una corrida o, lo que es peor, una devaluación abrupta hecha por el mercado.
En ese mundo están muchos de los grupos locales y de los internacionales que hace tiempo que tienen cepo y que cuentan con millones de pesos atrapados por las restricciones.
En el otro, los que miran sus manos y tienen cicatrices, muchas de ellas no cerradas, producto de los vaivenes de la economía argentina. Ellos esperan una variable más: si se podría formar un frente populista que desande el camino empezado Milei. Para despejar ese punto, siempre es mejor contar con un acuerdo que entregue dólares y certezas.
Cuando llegue la letra final del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el presidente Javier Milei habrá logrado facturar como pocos lo que hizo desde que asumió. Se trata de algo así como un enorme premio a decisiones que tomó. ¿Cuáles? A riesgo de ser reduccionista, principalmente dos. La primera, la regla fiscal de gastar menos de lo que recauda; la otra, apostar un pleno por Donald Trump cuando el republicano no tenía grandes apoyos en el mundo político global y cultivar esa relación cuando ya había llegado a la Casa Blanca.
Ambas cosas fueron determinantes para que el organismo vuelva a poner dólares frescos en medio de una negociación que podría haber sido apenas una modificación en el calendario de los vencimientos del plan caído. Ahora, en cambio, tiene en su poder una herramienta importantísima como para afrontar la enorme volatilidad del planeta y dedicar su tiempo a gestionar y poner en marcha ciertos sectores del Estado que están quietos. Además, empezar a levantar las restricciones cambiarias. Adiós al cepo… para las personas físicas.
Acá un punto: todavía no hay dólares suficientes para poder decirles a las compañías que pueden cambiar sus pesos por dólares. Son demasiados años donde las empresas no pudieron enviar dividendos o girar valores al exterior. Durante ese tiempo, acumularon una montaña de pesos que quedaron atrapados fronteras adentro por los efectos del cepo. Abrir ese candado implicaría que esos pesos marchen directo al mercado cambiario y sería difícil controlar el drenaje. Dicho esto, el Gobierno decidió establecer alguna diferencia entre las personas humanas y las jurídicas. Para las primeras, sí; para las segundas, empezar el camino de apertura con una salvedad. Lo que venga desde el lunes en adelante se moverá sin cepo. Para lo anterior, lo que en la jerga se llama stock, el Banco Central elaborará otro bono (Bopreal) para empezar a regularizarlo. Hay que decirlo: no se esperaba que esta parte se levante de un día para otro.
Nadie lo dijo directamente, pero otra consecuencia de los anuncios es que el lunes habrá un nuevo dólar. Ya no un oficial y otro blue y otro blend, por citar algunos. Habrá un dólar y la cotización que se replique en las pizarras será el valor de la moneda. Se sabrá si hubo o no devaluación del actual dólar oficial y, en su caso, qué porcentaje. Para el ahorrista, no habrá demasiados cambios porque ya paga por cada dólar Bolsa o MEP algo así como 1350 pesos. Podrá evitar el famoso parking y recurrir al banco y comprar moneda. Nada de esperar un día para ver los dólares en la cuenta. Pero claro, todo producto o servicio que en la economía tenga como referencia el dólar oficial podría subir. Los bienes importados podrían ser impactados. La dinámica del mercado, una vez más, volverá a hablar el lunes. Si los exportadores liquidan al nuevo precio, pues la cotización no forzará la brecha de flotación y hasta podría bajar. Si pasa lo contrario, la inflación podría despegar. De ahí eso de que se trata de “la gloria o Devoto”.
De todos los dólares que actualmente hay, algunos se van y otros se quedan. Entre los que permanecen está el llamado tarjeta y el turista. Por ahora, no será más barato viajar o comprar en el exterior y, por el contrario, podría ser más caro. Preguntará el lector qué pasará con otro de los dólares estrellas, el blue. La respuesta, el lunes. Aunque en principio, tendería a converger con el que se estabilice en la nueva brecha de flotación.
Ya se sabe que desregular no es gestionar. Son cosas distintas y requieren equipos con otras características. Gran parte de la economía real espera que llegue el momento de esos rincones olvidados. Milei podría repetir que nada de aquello es posible si no se despejaba esta indecisión respecto del Fondo y si no se avanzaba en la apertura del cepo. Pues despejó todas estas variables, no sin sufrir un deterioro de las reservas después de que las expectativas que generó en aquella Asamblea Legislativa —donde dijo que era inminente el acuerdo y que sería por ley— no tuvieran correlato rápido. Logró que ahora la cuenta de las reservas del Banco Central sume dólares frescos.
El Presidente sabe de memoria que no hay manera de consolidar un crecimiento de la economía sin el ingreso de dólares al país. Y para que eso suceda deberán mejorar dos indicadores: la exportación y la inversión, además de mover las restricciones cambiarias. Todos estos puntos necesitaban el acuerdo con el Fondo. Ahí es cuando toma relevancia la historia corta de Milei y de las tareas económicas del Presidente y su equipo. Claro que ahora, y no se trata de correr el arco, llega el tiempo de los desafíos que aún quedan por despejar como para que las divisas entren a la economía local, más allá del aporte fresco del Fondo.
A esta altura, vale hacerse dos preguntas. ¿Podrían ingresar dólares por inversión extranjera y por aumento de las exportaciones sin este acuerdo y sin levantar el cepo? La respuesta mayoritaria respondería que “no”. Y la segunda: ¿Pueden llegar dólares sólo con este acuerdo? Tampoco, no alcanza.
El corazón de la administración Milei fue la disciplina fiscal. Lo repitió una y mil veces no sólo el mandatario, sino también el ministro Caputo en la conferencia en la que anunció el acuerdo. El Presidente tomó aquella regla como una condición fundacional de su gobierno. Como él mismo lo califica, hizo un “ajuste único y sin precedentes”. En los borradores de su equipo anotaban las consecuencias de esa decisión. Menos gasto, abrupta baja de la emisión y una señal clara de que éste es el credo de la administración. De esa manera, la inflación iría para abajo. A eso se le sumaba una fuerte desregulación de la economía y una baja progresiva de impuestos, después de subirlos al inicio de la gestión como para reforzar la caja y, finalmente, la apertura del cepo.
Con ese punto por punto terminado marcó una diferencia con los que lo precedieron. Fue a Washington con la tarea hecha y no con la promesa de hacerla. En el Fondo aplaudían. Pero de aplausos no se llenan las reservas. Entonces, llegó Trump, la relación con Milei, su apoyo explícito y aparecieron los dólares.
“El acuerdo es fundamental para tener un puente para este 2025 lleno de incertidumbre. Ahora deberá consolidar lo que hizo, mantener en orden la cuestión fiscal, además de transitar el período electoral. Si esto se mantiene, el año que viene será un gran año para la inversión. Incluso me animo a decir que será un gran año para la construcción. El acuerdo es una condición necesaria pero, hay más por hacer”, dijo el economista de Abeceb y exministro de Producción, Dante Sica.
El exfuncionario siempre se caracterizó por estar cerca de las empresas, de ese mundo de la economía real. De ahí que su voz siempre tiene un eco de lo que se escucha entre los empresarios. En ese ambiente hay mucho optimismo de algunos, y cierta cautela de otros.
Entre los primeros se cuentan todos los que confían en que Milei y los suyos mantendrán el rumbo y consolidarán el camino que hoy, según dijo Caputo, ingresa en la tercera etapa después de una primera que fue la eliminación del déficit fiscal y una posterior que consistió en bajar el cuasi fiscal, es decir, las deudas del Central.
La tercera es la que, según esos hombres de negocios, despeja el camino: eliminar los riesgos de una corrida o, lo que es peor, una devaluación abrupta hecha por el mercado.
En ese mundo están muchos de los grupos locales y de los internacionales que hace tiempo que tienen cepo y que cuentan con millones de pesos atrapados por las restricciones.
En el otro, los que miran sus manos y tienen cicatrices, muchas de ellas no cerradas, producto de los vaivenes de la economía argentina. Ellos esperan una variable más: si se podría formar un frente populista que desande el camino empezado Milei. Para despejar ese punto, siempre es mejor contar con un acuerdo que entregue dólares y certezas.
El anuncio despejó varias dudas y confirmó la desaparición de una parte del cepo; el lunes, cuando se prendan las pizarras, se conocerá el verdadero alcance de las medidas LA NACION