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Dólar, votos y precios, los grandes desafíos de Milei

Después de la sorpresa y las primeras reacciones mayoritariamente favorables, la nueva etapa del programa económico del gobierno de Javier Milei, anunciada el viernes pasado, será puesta a prueba desde este lunes en dos planos, sobre los que abunda la incertidumbre. El test arrancará luego de que el año electoral comenzara este domingo negativamente para el oficialismo en los comicios santafesinos.

En Santa Fe, el ganador fue el gobernador radical Maximiliano Pullaro, apenas un aliado ocasional y condicional, con proyecto propio, mientras que el mayor derrotado fue el peronismo dividido, seguido por la hermana presidencial, Karina Milei, responsable del armado en esa provincia.

En este contexto, los mercados empezarán a dar su veredicto en un match a varias vueltas −cuyos primeros resultados se anticipan inestables hasta encontrar un punto de equilibrio− que este lunes ofrecerán un primer esbozo de lo que los actores económicos esperan y creen.

Ese test, al mismo tiempo, es la variable que con más interés mira la dirigencia política, dado que tendrá consecuencias sobre dos indicadores que suelen impactar fuertemente en el ánimo social y en su mercado natural (el de los votantes).

Se trata de la inflación y la actividad económica, con su correlato en el poder adquisitivo de los salarios y en el nivel de empleo. Nada menos que en un año electoral.

Inflación y empleo son, justamente, dos elementos que en el último bimestre han tenido una performance peor que la pronosticada y esperada por la administración libertaria, como para encender algunas luces de alerta, tanto en lo económico, como en lo político. La urgencia de cerrar con el FMI y levantar el cepo no tuvo solo que ver con las presiones cambiarias de las últimas semanas. Habían empezado a oírse algunos ruidos en la economía real.

Por eso, Milei necesita que se cumplan su pronósticos optimistas y la cotización del dólar no empiece presionando el techo de 1400 pesos de la flamante banda cambiaria y se estabilice rápido lo más cerca posible del piso de 1000 pesos.

Para el Gobierno es imperioso que el nuevo valor del mercado no ejerza presión sobre los precios de bienes y servicios (el famoso pass through) después del salto inflacionario de marzo. Sobre todo, en el sensible rubro de alimentos y bebidas.

Los primeros datos relevados este mes y las previsiones iniciales de las principales consultoras no arrojan perspectivas cercanas de mejoras (más bien lo contrario), lo que no ofrecería el mejor escenario para el primer gran desafío y la gran apuesta política del oficialismo, como son las elecciones porteñas.

Será la del 18 de mayo una disputa crucial en la que La Libertad Avanza se propone dar un salto cuántico para terminar de eclipsar al macrismo y quedarse con el monopolio del electorado que va de la centroderecha a la derecha.

La política ocupará, además, un sitio preponderante para darle o no sustentabilidad, previsibilidad y consistencia a la nueva etapa del programa económico durante un año de elecciones. Como se sabe, es un período en el que los incentivos para la cooperación siempre suelen ser menores que los que existen para el regateo o la confrontación. Aunque el estado de fragmentación partidaria y la crisis de representación de la oposición ofrecen un panorama atractivo para el Gobierno. Siempre y cuando no equivoque el método, no sobreestime sus capacidades ni subestime a los adversarios.

El acuerdo con el FMI exige algo más que la convicción, la decisión y la voluntad del Presidente y sus colaboradores, que ya han dado muestras sobradas de ser sólidas, aunque también flexibles cuando la situación lo ha requerido.

Lo comprometido con el prestamista que acaba de ampliar su exposición en la Argentina, más allá de lo que muchos auguraban, demanda para su cumplimiento una alta cuota de capacidad de acción, de poder político y de precisión destinada a concretar varias reformas estructurales, que si bien siempre fueron ejes del proyecto original de Javier Milei, ahora forman parte del contrato de rescate firmado con el Fondo. Y son atributos en los que la gestión libertaria ha mostrado más flaquezas que fortalezas.

Hasta ahora, la Argentina no ha conseguido en esas temáticas tan nucleares en lo económico y social transformaciones de fondo en su historia reciente.

Por el contrario, han sido objeto de cambios cosméticos o transitorios, con más retrocesos que avances, a pesar del agotamiento evidente que tiene el modelo vigente. Desde Raúl Alfonsín hasta Mauricio Macri, en sus diversas variantes y enfoques, nadie lo ha logrado. Y mucho menos sin atravesar situaciones de alta conflictividad que terminaron jaqueando su gobierno y su futuro político.

La mayoría de esas reformas, como la previsional, la laboral y la de la coparticipación, deben pasar por el filtro del Congreso, que le ha provocado dos duras derrotas al Gobierno en las últimas dos semanas.

A favor de Milei juega que las condiciones objetivas y subjetivas de la Argentina de 2025 son bastante diferentes a las de los últimos 42 años, gracias, en gran medida, a las defecciones de los predecesores del actual presidente, aunque él ha hecho mucho con su aparición en el escenario político y su audaz determinación en el ejercicio poder, que, a veces, raya lo temerario y hasta lo excede.

También es cierto que la vulnerabilidad del país sigue siendo muy elevada en un momento en el que el orden mundial está en profunda revisión, acelerada por Donald Trump, el amigo del Presidente. Del compromiso entre ambos pelucones hablará hoy la presencia en el país del poderoso secretario del Tesoro, Scott Bessent, que llegará en medio del tembladeral económico-financiero provocado por la declaración de guerra comercial de Trump.

Si, además de foto (y video), la visita deja anuncios de apoyos contantes y sonantes, como sugieren fuentes oficiales, el camino para los libertarios se podría allanar un poco más en lo económico-financiero y en lo político-electoral.

Un moderación novedosa

Por otra parte, el acuerdo con el Fondo, las condiciones impuestas y el comienzo del año electoral parecen haber dado ya algunos frutos preliminares, al menos en el plano discursivo y gestual del Presidente.

El tono y las expresiones usadas por Milei en la cadena nacional del viernes para explicar el excepcional acuerdo con el FMI reflejan un cambio, el menos en lo aparente y de cuya durabilidad nadie tiene certezas. Los antecedentes invitan al escepticismo. Los que lo conocen de chiquito saben cuál es la versión que mejor representa al verdadero Milei.

Un anticipo del cambio de modos se había advertido el día anterior, durante la apurada visita que Milei hizo a Paraguay. El objetivo fue unir fuerzas con su par Santiago Peña para imprimirle un sesgo más aperturista al Mercosur y ajustar aranceles a la medida de lo que exige Trump, frente al eje poco libremercadista que integran el brasileño Lula Da Silva y el uruguayo Yamandú Orsi. Es otro compromiso asumido con la administración Trump y tema de la charla que este lunes tendrá con Bessent.

En ambos casos, Milei se expresó en un tono varios decibles más bajos y con palabras mucho menos provocativas de los que suele usar en cualquier atril de cualquier lugar del mundo y ante cualquier audiencia.

A eso sumó el detalle nada menor en lo simbólico de que sus alocuciones, en Paraguay y en la cadena nacional, tuvieron la excepcionalidad de no culminar con el grito de guerra que usa desde que llegó a la política. No hubo “¡Viva la libertad, carajo”.

El tono y la ausencia de ese latiguillo no fueron las únicas novedades incorporadas a esos discursos.

También resaltaron las expresiones componedoras y, en el caso de la cadena nacional, tolerantes con sus adversarios. “Este tren del progreso ya está en marcha. […] Pero no queremos que sea un viaje para pocos, […] nuestra ambición es que ningún argentino se quede afuera”, incluidos “liberales, peronistas radicales, del Pro. No importa a quién votaron. No importa, inclusive, si han conspirado para que este gobierno fracase”, dijo en uno de los últimos párrafos. No faltaron diatribas contra los gobiernos que lo precedieron, pero, dados los antecedentes, resultaron críticas casi académicas.

El futuro dirá si se trató apenas de un arresto de magnanimidad de esa que suelen generar los momentos felices hasta en los líderes menos tolerantes. O si fue parte de una revisión de prácticas con sentido estratégico, motivada por la comprensión de que todavía las metas quedan lejos, que hay demasiados desafíos pendientes y que para alcanzar los objetivos asumidos necesita de una base de sustentación más amplia de la que tiene su en lo político institucional.

¿Habrá un Milei en la campaña 2025 diferente del que tuvo éxito en 2021 y 2023? No parece tener incentivos suficientes para que el presidente componedor de estos días sea, lamentablemente, más que una versión limitada.

El comportamiento de los mercados y los resultados de la sucesión de elecciones provinciales, que en Santa Fe acaban de empezar (mal para el oficialismo) serán los primeros exámenes que podrían dar alguna pista para develar esa incógnita.

Tropiezo en Santa Fe

Aunque el caudal de votos obtenidos fue menos abultado del que preveía, Pullaro puede jactarse de su victoria, así como Karina Milei no puede despegarse de la derrota. Son las dos caras salientes del proceso electoral de Santa Fe, con efectos en varios planos.

Por un lado, reinstala al gobernador santafesino en el plano nacional, con la ventaja de no ser un pato rengo muy pronto ni tener que apurar sus tiempos políticos.

Si, como todo indica, la convención reforma la Constitución y habilita la reelección del gobernador, se le abrirán más posibilidades de consolidar su proyecto político.

Pullaro será a partir de ahora otro de los mandatarios provinciales que le desearán y buscarán ayudar a Milei a tener una gestión solo moderadamente exitosa. El objetivo es que impida el regreso de las expresiones del pasado, en especial, de las más representativas del manual populista, pero no tan exitosa como para obturar el ascenso de figuras menos excéntricas.

Por otra parte, abrirá dilemas puertas adentro del oficialismo. En primer lugar, porque el triunfo de Pullaro en gran medida se debe a la baja estrepitosa de la violencia y los homicidios en Rosario, relacionados con la narcocriminalidad. Y en ese punto no puede desconocerse el apoyo del gobierno nacional, aunque pueda no ser tan decisivo como lo pregona la ministra Patricia Bullrich y lo relativiza el gobierno provincial.

Habrá que ver cómo metaboliza la Casa Rosada la casi poca rentabilidad que obtuvo de esa inversión y qué podría haber hecho o hacer en las elecciones nacionales de octubre para capitalizarla mejor.

Ese interrogante vuelve a iluminar a Karina Milei y, por contraste, a Santiago Caputo, cuya estrategia era diferente. La buena elección realizada por Amalia Granata, cuyo mensaje cala en un electorado muy similar al de los libertarios, profundiza diferencias. De haber llegado a un acuerdo habrían acumulado un cuarto del total de votos, se habrían ubicados como segundos lejos de los demás contendientes y se habrían instalado como una opción opositora mucho más sólida de cara al futuro.

Las elecciones por venir, especialmente, la de la ciudad de Buenos Aires dirán cómo sigue el proyecto de ampliación del poder político libertario y la consolidación de su gobierno. Por ahora, las expresiones derrotadas en 2023 lo siguen asistiendo. Macristas en fuga y kirchneristas en guerra civil hacen un aporte cotidiano a la campaña y la sostenibilidad del plan libertario, aunque a veces parezca lo contrario.

Mucho dependerá de la evolución del dólar, los precios y los votos.

Después de la sorpresa y las primeras reacciones mayoritariamente favorables, la nueva etapa del programa económico del gobierno de Javier Milei, anunciada el viernes pasado, será puesta a prueba desde este lunes en dos planos, sobre los que abunda la incertidumbre. El test arrancará luego de que el año electoral comenzara este domingo negativamente para el oficialismo en los comicios santafesinos.

En Santa Fe, el ganador fue el gobernador radical Maximiliano Pullaro, apenas un aliado ocasional y condicional, con proyecto propio, mientras que el mayor derrotado fue el peronismo dividido, seguido por la hermana presidencial, Karina Milei, responsable del armado en esa provincia.

En este contexto, los mercados empezarán a dar su veredicto en un match a varias vueltas −cuyos primeros resultados se anticipan inestables hasta encontrar un punto de equilibrio− que este lunes ofrecerán un primer esbozo de lo que los actores económicos esperan y creen.

Ese test, al mismo tiempo, es la variable que con más interés mira la dirigencia política, dado que tendrá consecuencias sobre dos indicadores que suelen impactar fuertemente en el ánimo social y en su mercado natural (el de los votantes).

Se trata de la inflación y la actividad económica, con su correlato en el poder adquisitivo de los salarios y en el nivel de empleo. Nada menos que en un año electoral.

Inflación y empleo son, justamente, dos elementos que en el último bimestre han tenido una performance peor que la pronosticada y esperada por la administración libertaria, como para encender algunas luces de alerta, tanto en lo económico, como en lo político. La urgencia de cerrar con el FMI y levantar el cepo no tuvo solo que ver con las presiones cambiarias de las últimas semanas. Habían empezado a oírse algunos ruidos en la economía real.

Por eso, Milei necesita que se cumplan su pronósticos optimistas y la cotización del dólar no empiece presionando el techo de 1400 pesos de la flamante banda cambiaria y se estabilice rápido lo más cerca posible del piso de 1000 pesos.

Para el Gobierno es imperioso que el nuevo valor del mercado no ejerza presión sobre los precios de bienes y servicios (el famoso pass through) después del salto inflacionario de marzo. Sobre todo, en el sensible rubro de alimentos y bebidas.

Los primeros datos relevados este mes y las previsiones iniciales de las principales consultoras no arrojan perspectivas cercanas de mejoras (más bien lo contrario), lo que no ofrecería el mejor escenario para el primer gran desafío y la gran apuesta política del oficialismo, como son las elecciones porteñas.

Será la del 18 de mayo una disputa crucial en la que La Libertad Avanza se propone dar un salto cuántico para terminar de eclipsar al macrismo y quedarse con el monopolio del electorado que va de la centroderecha a la derecha.

La política ocupará, además, un sitio preponderante para darle o no sustentabilidad, previsibilidad y consistencia a la nueva etapa del programa económico durante un año de elecciones. Como se sabe, es un período en el que los incentivos para la cooperación siempre suelen ser menores que los que existen para el regateo o la confrontación. Aunque el estado de fragmentación partidaria y la crisis de representación de la oposición ofrecen un panorama atractivo para el Gobierno. Siempre y cuando no equivoque el método, no sobreestime sus capacidades ni subestime a los adversarios.

El acuerdo con el FMI exige algo más que la convicción, la decisión y la voluntad del Presidente y sus colaboradores, que ya han dado muestras sobradas de ser sólidas, aunque también flexibles cuando la situación lo ha requerido.

Lo comprometido con el prestamista que acaba de ampliar su exposición en la Argentina, más allá de lo que muchos auguraban, demanda para su cumplimiento una alta cuota de capacidad de acción, de poder político y de precisión destinada a concretar varias reformas estructurales, que si bien siempre fueron ejes del proyecto original de Javier Milei, ahora forman parte del contrato de rescate firmado con el Fondo. Y son atributos en los que la gestión libertaria ha mostrado más flaquezas que fortalezas.

Hasta ahora, la Argentina no ha conseguido en esas temáticas tan nucleares en lo económico y social transformaciones de fondo en su historia reciente.

Por el contrario, han sido objeto de cambios cosméticos o transitorios, con más retrocesos que avances, a pesar del agotamiento evidente que tiene el modelo vigente. Desde Raúl Alfonsín hasta Mauricio Macri, en sus diversas variantes y enfoques, nadie lo ha logrado. Y mucho menos sin atravesar situaciones de alta conflictividad que terminaron jaqueando su gobierno y su futuro político.

La mayoría de esas reformas, como la previsional, la laboral y la de la coparticipación, deben pasar por el filtro del Congreso, que le ha provocado dos duras derrotas al Gobierno en las últimas dos semanas.

A favor de Milei juega que las condiciones objetivas y subjetivas de la Argentina de 2025 son bastante diferentes a las de los últimos 42 años, gracias, en gran medida, a las defecciones de los predecesores del actual presidente, aunque él ha hecho mucho con su aparición en el escenario político y su audaz determinación en el ejercicio poder, que, a veces, raya lo temerario y hasta lo excede.

También es cierto que la vulnerabilidad del país sigue siendo muy elevada en un momento en el que el orden mundial está en profunda revisión, acelerada por Donald Trump, el amigo del Presidente. Del compromiso entre ambos pelucones hablará hoy la presencia en el país del poderoso secretario del Tesoro, Scott Bessent, que llegará en medio del tembladeral económico-financiero provocado por la declaración de guerra comercial de Trump.

Si, además de foto (y video), la visita deja anuncios de apoyos contantes y sonantes, como sugieren fuentes oficiales, el camino para los libertarios se podría allanar un poco más en lo económico-financiero y en lo político-electoral.

Un moderación novedosa

Por otra parte, el acuerdo con el Fondo, las condiciones impuestas y el comienzo del año electoral parecen haber dado ya algunos frutos preliminares, al menos en el plano discursivo y gestual del Presidente.

El tono y las expresiones usadas por Milei en la cadena nacional del viernes para explicar el excepcional acuerdo con el FMI reflejan un cambio, el menos en lo aparente y de cuya durabilidad nadie tiene certezas. Los antecedentes invitan al escepticismo. Los que lo conocen de chiquito saben cuál es la versión que mejor representa al verdadero Milei.

Un anticipo del cambio de modos se había advertido el día anterior, durante la apurada visita que Milei hizo a Paraguay. El objetivo fue unir fuerzas con su par Santiago Peña para imprimirle un sesgo más aperturista al Mercosur y ajustar aranceles a la medida de lo que exige Trump, frente al eje poco libremercadista que integran el brasileño Lula Da Silva y el uruguayo Yamandú Orsi. Es otro compromiso asumido con la administración Trump y tema de la charla que este lunes tendrá con Bessent.

En ambos casos, Milei se expresó en un tono varios decibles más bajos y con palabras mucho menos provocativas de los que suele usar en cualquier atril de cualquier lugar del mundo y ante cualquier audiencia.

A eso sumó el detalle nada menor en lo simbólico de que sus alocuciones, en Paraguay y en la cadena nacional, tuvieron la excepcionalidad de no culminar con el grito de guerra que usa desde que llegó a la política. No hubo “¡Viva la libertad, carajo”.

El tono y la ausencia de ese latiguillo no fueron las únicas novedades incorporadas a esos discursos.

También resaltaron las expresiones componedoras y, en el caso de la cadena nacional, tolerantes con sus adversarios. “Este tren del progreso ya está en marcha. […] Pero no queremos que sea un viaje para pocos, […] nuestra ambición es que ningún argentino se quede afuera”, incluidos “liberales, peronistas radicales, del Pro. No importa a quién votaron. No importa, inclusive, si han conspirado para que este gobierno fracase”, dijo en uno de los últimos párrafos. No faltaron diatribas contra los gobiernos que lo precedieron, pero, dados los antecedentes, resultaron críticas casi académicas.

El futuro dirá si se trató apenas de un arresto de magnanimidad de esa que suelen generar los momentos felices hasta en los líderes menos tolerantes. O si fue parte de una revisión de prácticas con sentido estratégico, motivada por la comprensión de que todavía las metas quedan lejos, que hay demasiados desafíos pendientes y que para alcanzar los objetivos asumidos necesita de una base de sustentación más amplia de la que tiene su en lo político institucional.

¿Habrá un Milei en la campaña 2025 diferente del que tuvo éxito en 2021 y 2023? No parece tener incentivos suficientes para que el presidente componedor de estos días sea, lamentablemente, más que una versión limitada.

El comportamiento de los mercados y los resultados de la sucesión de elecciones provinciales, que en Santa Fe acaban de empezar (mal para el oficialismo) serán los primeros exámenes que podrían dar alguna pista para develar esa incógnita.

Tropiezo en Santa Fe

Aunque el caudal de votos obtenidos fue menos abultado del que preveía, Pullaro puede jactarse de su victoria, así como Karina Milei no puede despegarse de la derrota. Son las dos caras salientes del proceso electoral de Santa Fe, con efectos en varios planos.

Por un lado, reinstala al gobernador santafesino en el plano nacional, con la ventaja de no ser un pato rengo muy pronto ni tener que apurar sus tiempos políticos.

Si, como todo indica, la convención reforma la Constitución y habilita la reelección del gobernador, se le abrirán más posibilidades de consolidar su proyecto político.

Pullaro será a partir de ahora otro de los mandatarios provinciales que le desearán y buscarán ayudar a Milei a tener una gestión solo moderadamente exitosa. El objetivo es que impida el regreso de las expresiones del pasado, en especial, de las más representativas del manual populista, pero no tan exitosa como para obturar el ascenso de figuras menos excéntricas.

Por otra parte, abrirá dilemas puertas adentro del oficialismo. En primer lugar, porque el triunfo de Pullaro en gran medida se debe a la baja estrepitosa de la violencia y los homicidios en Rosario, relacionados con la narcocriminalidad. Y en ese punto no puede desconocerse el apoyo del gobierno nacional, aunque pueda no ser tan decisivo como lo pregona la ministra Patricia Bullrich y lo relativiza el gobierno provincial.

Habrá que ver cómo metaboliza la Casa Rosada la casi poca rentabilidad que obtuvo de esa inversión y qué podría haber hecho o hacer en las elecciones nacionales de octubre para capitalizarla mejor.

Ese interrogante vuelve a iluminar a Karina Milei y, por contraste, a Santiago Caputo, cuya estrategia era diferente. La buena elección realizada por Amalia Granata, cuyo mensaje cala en un electorado muy similar al de los libertarios, profundiza diferencias. De haber llegado a un acuerdo habrían acumulado un cuarto del total de votos, se habrían ubicados como segundos lejos de los demás contendientes y se habrían instalado como una opción opositora mucho más sólida de cara al futuro.

Las elecciones por venir, especialmente, la de la ciudad de Buenos Aires dirán cómo sigue el proyecto de ampliación del poder político libertario y la consolidación de su gobierno. Por ahora, las expresiones derrotadas en 2023 lo siguen asistiendo. Macristas en fuga y kirchneristas en guerra civil hacen un aporte cotidiano a la campaña y la sostenibilidad del plan libertario, aunque a veces parezca lo contrario.

Mucho dependerá de la evolución del dólar, los precios y los votos.

 Los mercados empezarán a dar un veredicto cuyos primeros resultados se anticipan inestables; las rondas electorales empezaron mal para el oficialismo  LA NACION

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