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El Papa de los 33 días: el misterio que envuelve la muerte de Juan Pablo I

El año 1978 quedó marcado en la historia del Vaticano como un periodo sin precedentes. En tan solo unos meses, tres papas ocuparon el trono de San Pedro. Pablo VI falleció el 6 de agosto, tras 15 años de pontificado. Le sucedió Juan Pablo I, cuya elección sorprendió al mundo. Sin embargo, su papado duró solo 33 días, abriendo paso a Juan Pablo II, quien dirigió la Iglesia durante más de un cuarto de siglo.

El 26 de agosto de 1978, el humo blanco que salió de la chimenea de la Capilla Sixtina anunció que los 112 cardenales reunidos en cónclave habían elegido a un nuevo Papa. El elegido fue Albino Luciani, que adoptó el nombre de Juan Pablo I, en honor a sus predecesores Juan XXIII y Pablo VI, según publicó el diario El País en su edición digital.

Fue el primer pontífice en usar un nombre compuesto, un gesto que reflejaba tanto su respeto por el pasado como su deseo de continuidad.

Una señal que confundió al mundo

La elección de Juan Pablo I no estuvo exenta de confusión. La segunda fumata fue interpretada por muchos como blanca, aunque en realidad fue resultado de un error técnico. Según Radio Vaticana, la definitiva fue “gris clara, blanca sucia, casi blanca”.

Apenas una hora después de su elección, Juan Pablo I apareció en el balcón de la Plaza de San Pedro para bendecir a los fieles. Su actitud alegre y sencilla le valió el apodo de “el Papa de la sonrisa”. En lugar del habitual tono solemne, cantó en latín y cautivó a la multitud con su cercanía. “Habemus Papam”, anunció el Vaticano ante una plaza repleta con más de 300.000 personas.

Un hombre sostiene una foto del papa Juan Pablo I durante una ceremonia de beatificación dirigida por el papa Francisco.

Una muerte inesperada y llena de sombras

El 29 de septiembre, tan solo 33 días después de su elección, Juan Pablo I fue encontrado muerto en su habitación. Según la versión oficial, murió de un infarto de miocardio. Pero pronto comenzaron a circular versiones contradictorias.

El Vaticano afirmó que fue su secretario, John Magge, quien halló el cuerpo. Sin embargo, posteriormente se reveló que fue una monja, Vicenza Taffarel, la primera en encontrarlo. La Santa Sede decidió no practicarle una autopsia, lo que avivó todo tipo de teorías sobre su repentina muerte. La ausencia de una investigación clara y las versiones cambiantes alimentaron sospechas de un posible asesinato.

El escritor David A. Yallop, en su libro “En nombre de Dios”, sugirió que el Papa pudo haber sido envenenado con una dosis mortal de vasodilatadores, recetados por teléfono por su médico personal.

Disputas internas y tensiones con la Curia

La noche antes de morir, Juan Pablo I habría discutido fuertemente con el cardenal francés Jean Villot, entonces Secretario de Estado, sobre los cambios que pretendía hacer en la Curia Vaticana. Según algunas versiones, fue hallado muerto con una hoja en la mano donde habría escrito una lista de esos posibles cambios. La familia, en cambio, asegura que tenía entre sus dedos un libro de espiritualidad, el Kempis.

El 30 de septiembre, el cuerpo de Juan Pablo I fue llevado desde el Palacio Apostólico a la Basílica de San Pedro. Más de 60.000 personas acompañaron el cortejo, mientras unas 100.000 hicieron fila durante varios días para despedirse en la capilla ardiente

El funeral se celebró el 4 de octubre bajo la lluvia, con la asistencia de 50.000 fieles. La misa fue concelebrada por 93 cardenales, aunque sin la presencia de jefes de Estado, por temor a ataques terroristas.

Una figura querida y de profundas convicciones

Juan Pablo I era conocido por su humildad, su amor por la literatura y su estilo cercano. Procedente de una familia obrera, representaba un equilibrio entre las distintas corrientes del Colegio Cardenalicio. “Humanizó el papado”, se dijo de él, pues abandonó el “nos” papal para hablar en primera persona del singular. Su sencillez, simpatía y actitud accesible dejaron una marca imborrable.

Su papado duró apenas poco más de un mes, pero fue suficiente para generar esperanza de renovación dentro de la Iglesia. Muchos creen que su intención de limpiar las finanzas vaticanas y enfrentarse a figuras poderosas como el arzobispo Paul Marcinkus, responsable de las cuentas del Vaticano, pudo haberle costado la vida.

El Banco Ambrosiano, involucrado en escándalos financieros y con vínculos con la mafia, aparece como telón de fondo de este misterio.

El año 1978 quedó marcado en la historia del Vaticano como un periodo sin precedentes. En tan solo unos meses, tres papas ocuparon el trono de San Pedro. Pablo VI falleció el 6 de agosto, tras 15 años de pontificado. Le sucedió Juan Pablo I, cuya elección sorprendió al mundo. Sin embargo, su papado duró solo 33 días, abriendo paso a Juan Pablo II, quien dirigió la Iglesia durante más de un cuarto de siglo.

El 26 de agosto de 1978, el humo blanco que salió de la chimenea de la Capilla Sixtina anunció que los 112 cardenales reunidos en cónclave habían elegido a un nuevo Papa. El elegido fue Albino Luciani, que adoptó el nombre de Juan Pablo I, en honor a sus predecesores Juan XXIII y Pablo VI, según publicó el diario El País en su edición digital.

Fue el primer pontífice en usar un nombre compuesto, un gesto que reflejaba tanto su respeto por el pasado como su deseo de continuidad.

Una señal que confundió al mundo

La elección de Juan Pablo I no estuvo exenta de confusión. La segunda fumata fue interpretada por muchos como blanca, aunque en realidad fue resultado de un error técnico. Según Radio Vaticana, la definitiva fue “gris clara, blanca sucia, casi blanca”.

Apenas una hora después de su elección, Juan Pablo I apareció en el balcón de la Plaza de San Pedro para bendecir a los fieles. Su actitud alegre y sencilla le valió el apodo de “el Papa de la sonrisa”. En lugar del habitual tono solemne, cantó en latín y cautivó a la multitud con su cercanía. “Habemus Papam”, anunció el Vaticano ante una plaza repleta con más de 300.000 personas.

Un hombre sostiene una foto del papa Juan Pablo I durante una ceremonia de beatificación dirigida por el papa Francisco.

Una muerte inesperada y llena de sombras

El 29 de septiembre, tan solo 33 días después de su elección, Juan Pablo I fue encontrado muerto en su habitación. Según la versión oficial, murió de un infarto de miocardio. Pero pronto comenzaron a circular versiones contradictorias.

El Vaticano afirmó que fue su secretario, John Magge, quien halló el cuerpo. Sin embargo, posteriormente se reveló que fue una monja, Vicenza Taffarel, la primera en encontrarlo. La Santa Sede decidió no practicarle una autopsia, lo que avivó todo tipo de teorías sobre su repentina muerte. La ausencia de una investigación clara y las versiones cambiantes alimentaron sospechas de un posible asesinato.

El escritor David A. Yallop, en su libro “En nombre de Dios”, sugirió que el Papa pudo haber sido envenenado con una dosis mortal de vasodilatadores, recetados por teléfono por su médico personal.

Disputas internas y tensiones con la Curia

La noche antes de morir, Juan Pablo I habría discutido fuertemente con el cardenal francés Jean Villot, entonces Secretario de Estado, sobre los cambios que pretendía hacer en la Curia Vaticana. Según algunas versiones, fue hallado muerto con una hoja en la mano donde habría escrito una lista de esos posibles cambios. La familia, en cambio, asegura que tenía entre sus dedos un libro de espiritualidad, el Kempis.

El 30 de septiembre, el cuerpo de Juan Pablo I fue llevado desde el Palacio Apostólico a la Basílica de San Pedro. Más de 60.000 personas acompañaron el cortejo, mientras unas 100.000 hicieron fila durante varios días para despedirse en la capilla ardiente

El funeral se celebró el 4 de octubre bajo la lluvia, con la asistencia de 50.000 fieles. La misa fue concelebrada por 93 cardenales, aunque sin la presencia de jefes de Estado, por temor a ataques terroristas.

Una figura querida y de profundas convicciones

Juan Pablo I era conocido por su humildad, su amor por la literatura y su estilo cercano. Procedente de una familia obrera, representaba un equilibrio entre las distintas corrientes del Colegio Cardenalicio. “Humanizó el papado”, se dijo de él, pues abandonó el “nos” papal para hablar en primera persona del singular. Su sencillez, simpatía y actitud accesible dejaron una marca imborrable.

Su papado duró apenas poco más de un mes, pero fue suficiente para generar esperanza de renovación dentro de la Iglesia. Muchos creen que su intención de limpiar las finanzas vaticanas y enfrentarse a figuras poderosas como el arzobispo Paul Marcinkus, responsable de las cuentas del Vaticano, pudo haberle costado la vida.

El Banco Ambrosiano, involucrado en escándalos financieros y con vínculos con la mafia, aparece como telón de fondo de este misterio.

 La Santa Sede decidió no practicarle una autopsia, lo que avivó todo tipo de teorías sobre su repentino deceso; se habló de “escándalos financieros” y “vínculos con la mafia”  LA NACION

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