El epicentro del brote: alerta en los dos edificios de Ciudadela donde ya suman 15 los casos de fiebre tifoidea

Dos mangueras negras cuelgan entre los dos edificios en los que se declaró un brote de fiebre tifoidea en la localidad bonaerense de Ciudadela, a pocas cuadras de la avenida General Paz. El agua que llevan desde una cisterna con agua de pozo en planta baja hasta los tanques en la terraza de esas viviendas sería, por el momento, la única fuente en común de las personas que enfermaron desde marzo pasado. Vecinos y autoridades sanitarias del Municipio de Tres de Febrero coincidían este miércoles al mediodía al hablar de que ya son 15 los casos en los 70 departamentos de ambas construcciones sobre la calle San Ignacio al 700.
Los dos nietos de Susana Morales enfermaron. El mayor, de 21 años, empezó con fiebre muy alta y descompostura y consultó en la guardia del Hospital Vélez Sarsfield, de la Capital, el 3 de abril. Hasta el 17 de abril, cuando quedó internado, le diagnosticaron una gastroenteritis viral y, después, dengue. La fiebre no cedía y optaron por una consulta de manera particular. El profesional lo derivó, ya con sospecha de la infección, de nuevo al hospital. “Lo llevé casi muerto”, contó la abuela a LA NACIÓN. Sujetaba, con su celular, el informe del resultado del laboratorio del Vélez Sarsfield. “Quiero hablar con los papeles en la mano”, agregó, molesta, por los problemas de acceso a agua potable en el edificio donde vive hace unos 20 años.
Ese informe confirmaba la infección por Salmonella Typhi, causante de la fiebre tifoidea. Su otro nieto, de 10 años, está internado en el mismo hospital. Esa bacteria se transmite a través de agua y alimentos contaminados.
De acuerdo con Cristina Freuler, jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán, una persona infectada no necesariamente tendrá síntomas. “Se puede ser portador de salmonela en el intestino y no presentar ningún síntoma. Si esa persona va al baño y no se lava las manos, puede transmitir la bacteria a otras personas si manipula alimentos. Es imprescindible, en todos los casos, el lavado de manos después de ir al baño, sobre todo aquellas personas que preparan o sirven comidas, por ejemplo, en restaurantes”, había explicado la profesional. En ambos edificios, también hay mujeres que cocinan y venden comida para tener un ingreso. A una de ellas, que prefirió no decir más, le preocupaba que los vecinos habían dejado de comprarle por el brote, que lleva unas ocho semanas ya.
Preocupación
Sin embargo, al hablar con los vecinos se percibe que falta información. Todos, en los 70 departamentos de ambos edificios –uno sin terminar, pero que en los dos casos el dueño fue alquilando– saben que falleció una vecina del tercer piso y que, su hijo, “está internado grave” en el mismo hospital que los demás. Pero, a las familias, lo que más les preocupa ahora es el agua para consumo, que van a buscar a una canilla a una cuadra, cargan en recipientes de un camión de AySA que va al lugar o compran bidones.
Andrea Álvarez, otra de las vecinas, contó que su hermano de 28 años necesitó tratamiento, pero que fue ambulatorio. También se sintió “muy mal” y los síntomas fueron los mismos en los 15 vecinos que enfermaron, según narró. Unos pocos fueron hace unas semanas por un malestar general a un centro de salud barrial cercano al Hospital Posadas, pero la mayoría cruzó a los hospitales porteños.
¿Por qué no optaron por ir al Hospital Ramón Carrillo, de Ciudadela, a mitad de distancia? “Hay ocho horas de demora para que te atiendan”, respondió Morales, con fastidio. A su lado, Álvarez, lanzó: “El Carrillo recién ahora se enteró de que acá hay un brote de fiebre tifoidea”. Otro joven, de poco más de 20 años, está internado en el Sanatorio Nuestra Señora del Pilar, de esa localidad del oeste bonaerense.
Siempre de acuerdo con el relato de varios vecinos en el lugar, ambos edificios son del mismo dueño, que falleció y administra su hijo. Quienes viven ahí desde hace un par de décadas o poco menos contaron que abonan un alquiler a cambio de un recibo. El agua de red llega a los departamentos de la planta baja y los pisos, con los tanques de las terrazas abastecidos con agua de pozo. La empresa AySA colocó varias veces un cepo o traba a la salida de la red que desaparecía cada tanto. “Hace tres días lo sacaron. Parece que hubo un acuerdo para no poner más ese cepo”, compartió una de las vecinas a LA NACIÓN en una de las terrazas.
Ante la consulta, desde la compañía señalaron que “las conexiones están en funcionamiento con buen caudal y presión. No hay corte de suministro, ni cepo, ni mucho menos”. Explicaron, también, que se tomaron muestras del agua ahí y “se corroboró que, a la altura de la línea municipal, el agua está dentro de los parámetros de calidad correspondientes”.
El agua
Dentro de los edificios, las familias dejaron de consumir agua de las canillas. “Es lo que nos dicen de la municipalidad y la Provincia que habría causado el brote porque es lo único que tenemos en común”, mencionó Morales.
Además de las muestras que tomaron equipos de Salud de la provincia de Buenos Aires y el Municipio de Tres de Febrero para analizar en el Instituto Biológico Dr. Tomás Perón, en La Plata, personal de la empresa colaboró con una toma de muestras de los tanques. En la planta baja del edificio habitado, pero sin terminar, la bomba tomaría el agua de pozo a 8 metros de profundidad desde la superficie del terreno. Posee un medidor de Edenor, consumo eléctrico que los vecinos dijeron que pagan. No se tomaron muestras de alimentos.
En el instituto Malbrán, en tanto, cotejan si la bacteria aislada de muestras de los pacientes coincide genéticamente con cepas aisladas en otros países de la región, como Perú, ya que en el edificio hubo personas que viajaron recientemente. Buscan si hay alguna relación con este brote, entre las varias hipótesis de la investigación epidemiológica.
Pasado el mediodía, tres funcionarias de la Secretaría de Salud del Municipio de Tres de Febrero llegaron al lugar. Por los grupos de WhatsApp de vecinos, corrió de inmediato la convocatoria. La reunión fue en la vereda, frente al acceso de uno de los edificios. “El agua del tanque está contaminada”, dijo Silvia Marangoni, secretaria de Salud municipal, sobre los resultados que hacía una hora le había comunicado AySA.
“Es preliminar, pero nos informaron que el agua de pozo de los tanques está contaminada –continuó la funcionaria–. No sabemos aún cuáles son [los gérmenes]. Los estudios para saberlo tardan unos días. Pueden utilizar el agua para lavar pisos, por ejemplo, pero no para consumo. Por la condición de ese pozo y la cantidad de casos sospechosos, sanitariamente tenemos que tomar una decisión y eso es, por lo menos, anular el tanque y hacer la limpieza, colocar una canilla para que tengan agua potable de la red de AySA, que sabemos que es segura. El lunes estaríamos con distintas acciones para llevar agua potable a todos los departamentos.”
Junto a Silvina Fernández, subsecretaria de Determinantes Sociales de la Salud, y Gabriela Milano, coordinadora de Epidemiología, pidieron también a los vecinos que “dejen ingresar a las cuadrillas” para trabajar.
Biofilm bacteriano
Lucila Valera, ingeniera agrónoma y vocera de la Comisión de Sanidad Ambiental del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA), explicó a LA NACIÓN ante la consulta que “en tan solo seis meses, sobre las paredes internas de los tanques de agua, se forma un biofilm bacteriano (similar a una gelatina) en el que se alojan bacterias potencialmente patógenas”.
Entre los principales problemas con los tanques domiciliarios, está que “muchos carecen del mantenimiento recomendado y ni siquiera tienen su tapa colocada, lo que expone el agua de consumo a contaminación por presencia de roedores, sus heces y orina, excremento de aves, cadáveres de animales que quisieron beber agua y murieron ahogados, polvo, hojas y cualquier tipo de elemento contaminante que pudiera caer dentro del tanque”.
Llamó especialmente la atención a las cucarachas. “Dado que suelen desplazarse por las cloacas, actúan como medio de transporte de numerosas bacterias, como Escherichia coli y Salmonella typhi, entre muchas otras. El cólera, los virus gastrointestinales y numerosas enfermedades ligadas al consumo de agua contaminada se adquieren por beber agua que proviene de tanques habitados por cucarachas”, planteó.
Con respecto al suministro de agua para consumo, Valera mencionó que en las zonas urbanas, como la ciudad o su unión con el conurbano bonaerense en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), “las napas están sumamente contaminadas. La falta de cloacas y la consecuente abundancia de pozos ciegos, los basurales y los cementerios son fuentes importantes de contaminación del agua de las napas. Desde el punto de vista físico químico, esa agua contiene altos niveles de nitratos y nitritos, que superan los límites que el Código Alimentario Argentino establece para consumo humano. Dado que la napa está en contacto con lixiviados [por los líquidos] provenientes de pozos ciegos, el agua extraída de ahí suele tener abundancia de bacterias patógenas. Análisis bacteriológicos revelan que no es apta para consumo humano, que sería realmente peligroso”.
Por último, recordó que “hervir el agua de pozo no elimina contaminantes físico químicos, sino que incluso los concentra, por lo que ese tratamiento no la convierte en potable”.
Dos mangueras negras cuelgan entre los dos edificios en los que se declaró un brote de fiebre tifoidea en la localidad bonaerense de Ciudadela, a pocas cuadras de la avenida General Paz. El agua que llevan desde una cisterna con agua de pozo en planta baja hasta los tanques en la terraza de esas viviendas sería, por el momento, la única fuente en común de las personas que enfermaron desde marzo pasado. Vecinos y autoridades sanitarias del Municipio de Tres de Febrero coincidían este miércoles al mediodía al hablar de que ya son 15 los casos en los 70 departamentos de ambas construcciones sobre la calle San Ignacio al 700.
Los dos nietos de Susana Morales enfermaron. El mayor, de 21 años, empezó con fiebre muy alta y descompostura y consultó en la guardia del Hospital Vélez Sarsfield, de la Capital, el 3 de abril. Hasta el 17 de abril, cuando quedó internado, le diagnosticaron una gastroenteritis viral y, después, dengue. La fiebre no cedía y optaron por una consulta de manera particular. El profesional lo derivó, ya con sospecha de la infección, de nuevo al hospital. “Lo llevé casi muerto”, contó la abuela a LA NACIÓN. Sujetaba, con su celular, el informe del resultado del laboratorio del Vélez Sarsfield. “Quiero hablar con los papeles en la mano”, agregó, molesta, por los problemas de acceso a agua potable en el edificio donde vive hace unos 20 años.
Ese informe confirmaba la infección por Salmonella Typhi, causante de la fiebre tifoidea. Su otro nieto, de 10 años, está internado en el mismo hospital. Esa bacteria se transmite a través de agua y alimentos contaminados.
De acuerdo con Cristina Freuler, jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán, una persona infectada no necesariamente tendrá síntomas. “Se puede ser portador de salmonela en el intestino y no presentar ningún síntoma. Si esa persona va al baño y no se lava las manos, puede transmitir la bacteria a otras personas si manipula alimentos. Es imprescindible, en todos los casos, el lavado de manos después de ir al baño, sobre todo aquellas personas que preparan o sirven comidas, por ejemplo, en restaurantes”, había explicado la profesional. En ambos edificios, también hay mujeres que cocinan y venden comida para tener un ingreso. A una de ellas, que prefirió no decir más, le preocupaba que los vecinos habían dejado de comprarle por el brote, que lleva unas ocho semanas ya.
Preocupación
Sin embargo, al hablar con los vecinos se percibe que falta información. Todos, en los 70 departamentos de ambos edificios –uno sin terminar, pero que en los dos casos el dueño fue alquilando– saben que falleció una vecina del tercer piso y que, su hijo, “está internado grave” en el mismo hospital que los demás. Pero, a las familias, lo que más les preocupa ahora es el agua para consumo, que van a buscar a una canilla a una cuadra, cargan en recipientes de un camión de AySA que va al lugar o compran bidones.
Andrea Álvarez, otra de las vecinas, contó que su hermano de 28 años necesitó tratamiento, pero que fue ambulatorio. También se sintió “muy mal” y los síntomas fueron los mismos en los 15 vecinos que enfermaron, según narró. Unos pocos fueron hace unas semanas por un malestar general a un centro de salud barrial cercano al Hospital Posadas, pero la mayoría cruzó a los hospitales porteños.
¿Por qué no optaron por ir al Hospital Ramón Carrillo, de Ciudadela, a mitad de distancia? “Hay ocho horas de demora para que te atiendan”, respondió Morales, con fastidio. A su lado, Álvarez, lanzó: “El Carrillo recién ahora se enteró de que acá hay un brote de fiebre tifoidea”. Otro joven, de poco más de 20 años, está internado en el Sanatorio Nuestra Señora del Pilar, de esa localidad del oeste bonaerense.
Siempre de acuerdo con el relato de varios vecinos en el lugar, ambos edificios son del mismo dueño, que falleció y administra su hijo. Quienes viven ahí desde hace un par de décadas o poco menos contaron que abonan un alquiler a cambio de un recibo. El agua de red llega a los departamentos de la planta baja y los pisos, con los tanques de las terrazas abastecidos con agua de pozo. La empresa AySA colocó varias veces un cepo o traba a la salida de la red que desaparecía cada tanto. “Hace tres días lo sacaron. Parece que hubo un acuerdo para no poner más ese cepo”, compartió una de las vecinas a LA NACIÓN en una de las terrazas.
Ante la consulta, desde la compañía señalaron que “las conexiones están en funcionamiento con buen caudal y presión. No hay corte de suministro, ni cepo, ni mucho menos”. Explicaron, también, que se tomaron muestras del agua ahí y “se corroboró que, a la altura de la línea municipal, el agua está dentro de los parámetros de calidad correspondientes”.
El agua
Dentro de los edificios, las familias dejaron de consumir agua de las canillas. “Es lo que nos dicen de la municipalidad y la Provincia que habría causado el brote porque es lo único que tenemos en común”, mencionó Morales.
Además de las muestras que tomaron equipos de Salud de la provincia de Buenos Aires y el Municipio de Tres de Febrero para analizar en el Instituto Biológico Dr. Tomás Perón, en La Plata, personal de la empresa colaboró con una toma de muestras de los tanques. En la planta baja del edificio habitado, pero sin terminar, la bomba tomaría el agua de pozo a 8 metros de profundidad desde la superficie del terreno. Posee un medidor de Edenor, consumo eléctrico que los vecinos dijeron que pagan. No se tomaron muestras de alimentos.
En el instituto Malbrán, en tanto, cotejan si la bacteria aislada de muestras de los pacientes coincide genéticamente con cepas aisladas en otros países de la región, como Perú, ya que en el edificio hubo personas que viajaron recientemente. Buscan si hay alguna relación con este brote, entre las varias hipótesis de la investigación epidemiológica.
Pasado el mediodía, tres funcionarias de la Secretaría de Salud del Municipio de Tres de Febrero llegaron al lugar. Por los grupos de WhatsApp de vecinos, corrió de inmediato la convocatoria. La reunión fue en la vereda, frente al acceso de uno de los edificios. “El agua del tanque está contaminada”, dijo Silvia Marangoni, secretaria de Salud municipal, sobre los resultados que hacía una hora le había comunicado AySA.
“Es preliminar, pero nos informaron que el agua de pozo de los tanques está contaminada –continuó la funcionaria–. No sabemos aún cuáles son [los gérmenes]. Los estudios para saberlo tardan unos días. Pueden utilizar el agua para lavar pisos, por ejemplo, pero no para consumo. Por la condición de ese pozo y la cantidad de casos sospechosos, sanitariamente tenemos que tomar una decisión y eso es, por lo menos, anular el tanque y hacer la limpieza, colocar una canilla para que tengan agua potable de la red de AySA, que sabemos que es segura. El lunes estaríamos con distintas acciones para llevar agua potable a todos los departamentos.”
Junto a Silvina Fernández, subsecretaria de Determinantes Sociales de la Salud, y Gabriela Milano, coordinadora de Epidemiología, pidieron también a los vecinos que “dejen ingresar a las cuadrillas” para trabajar.
Biofilm bacteriano
Lucila Valera, ingeniera agrónoma y vocera de la Comisión de Sanidad Ambiental del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA), explicó a LA NACIÓN ante la consulta que “en tan solo seis meses, sobre las paredes internas de los tanques de agua, se forma un biofilm bacteriano (similar a una gelatina) en el que se alojan bacterias potencialmente patógenas”.
Entre los principales problemas con los tanques domiciliarios, está que “muchos carecen del mantenimiento recomendado y ni siquiera tienen su tapa colocada, lo que expone el agua de consumo a contaminación por presencia de roedores, sus heces y orina, excremento de aves, cadáveres de animales que quisieron beber agua y murieron ahogados, polvo, hojas y cualquier tipo de elemento contaminante que pudiera caer dentro del tanque”.
Llamó especialmente la atención a las cucarachas. “Dado que suelen desplazarse por las cloacas, actúan como medio de transporte de numerosas bacterias, como Escherichia coli y Salmonella typhi, entre muchas otras. El cólera, los virus gastrointestinales y numerosas enfermedades ligadas al consumo de agua contaminada se adquieren por beber agua que proviene de tanques habitados por cucarachas”, planteó.
Con respecto al suministro de agua para consumo, Valera mencionó que en las zonas urbanas, como la ciudad o su unión con el conurbano bonaerense en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), “las napas están sumamente contaminadas. La falta de cloacas y la consecuente abundancia de pozos ciegos, los basurales y los cementerios son fuentes importantes de contaminación del agua de las napas. Desde el punto de vista físico químico, esa agua contiene altos niveles de nitratos y nitritos, que superan los límites que el Código Alimentario Argentino establece para consumo humano. Dado que la napa está en contacto con lixiviados [por los líquidos] provenientes de pozos ciegos, el agua extraída de ahí suele tener abundancia de bacterias patógenas. Análisis bacteriológicos revelan que no es apta para consumo humano, que sería realmente peligroso”.
Por último, recordó que “hervir el agua de pozo no elimina contaminantes físico químicos, sino que incluso los concentra, por lo que ese tratamiento no la convierte en potable”.
Análisis preliminares detectaron contaminación en el agua de los tanques, aunque se aguardan más estudios LA NACION