Interés GeneralNacionalesUltimas Noticias

Milei sigue jugando al límite del reglamento

Javier Milei sigue jugando al juego que más le gusta cuando presiente que la economía marcha bien: el de la provocación y los ataques directos a quienes osen criticarlo, especialmente si se trata de periodistas serios. “Soy bilardista y dentro de la cancha vale todo lo que permite el reglamento”, afirma el jefe del Estado. Sin embargo, suele jugar al límite y en no pocas ocasiones quebranta esas reglas, recurriendo a inadmisibles infracciones, como cuando insta a odiar lo suficiente a los periodistas o cuando festeja que alguno de sus adláteres, como Daniel Parisini –más conocido como el Gordo Dan– le pida que meta preso a un periodista por decreto.

En sus últimas apariciones públicas, el Presidente, además de apuntar contra “ensobrados”, “econochantas”, “mandriles” y “envenenadores”, cuestionó ahora a los “ñoños republicanos”. Así como parece olvidar que la política debe ser diálogo antes que exacerbación de tensiones, y que los gestos y las palabras de un primer mandatario son esenciales para la salud del tejido social, Milei busca transmitir que el problema pasa por el fondo y no por las formas, a las que equipara con la hipocresía. No hay duda de que las políticas populistas e inflacionarias han llevado a la Argentina a una decadencia crónica. Sin embargo, el respeto por las formas republicanas, que hacen a la defensa de la institucionalidad, y por la libertad de prensa, es un eje esencial de todo sistema democrático. Del mismo modo que la forma es la transparencia del fondo, la descalificación del adversario o de un periodista por el mero hecho de no compartir una idea contradice los principios liberales que Milei ha jurado defender.

Cuando el eje vertebrador de cualquier discusión presupone la autosuficiencia o la superioridad del punto de vista de quien ostenta el poder, el otro solo puede estar condenado a convertirse en subordinado o a ser cancelado. Confundir aviesamente una crítica con una mentira implica un rechazo del debate. Lo peor que puede hacer el Presidente es continuar denostando, en nombre de las ideas de la libertad, la propia libertad del periodismo para expresar sus ideas. Más que desacreditar a la prensa, seguirá desacreditándose a sí mismo.

Se advierte en no pocos observadores políticos el temor, cada vez más arraigado, de que el oxígeno político que le brinde al presidente Milei la mayor tranquilidad económica pueda conducirlo a recurrentes desbordes. El equilibrio macroeconómico precisa, sí o sí, del equilibrio emocional de quienes conducen el país.

La idea de los proyectos hegemónicos ha sido una constante a lo largo de buena parte de la historia argentina. Néstor Kirchner procuró un proyecto de concentración del poder antes de que su sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, proclamara el “vamos por todo”. Una década antes, Carlos Menem forzó una reforma constitucional para alcanzar su reelección presidencial e incluso llegó a bregar sin éxito por una re-reelección que la nueva Constitución no contemplaba.

Milei se ha preocupado por despejar las dudas que hacia el futuro puedan generar aquellos antecedentes. Dos viernes atrás, en un diálogo telefónico que mantuvo desde Roma con el periodista Gabriel Anello en Radio Mitre, durante la noche previa al funeral del papa Francisco, el primer mandatario ratificó que, si la ciudadanía lo considera, podría postularse a un segundo mandato presidencial en 2027, pero aseguró en forma tajante que no piensa cambiar las reglas de juego para eternizarse en el poder. “Después, habrá una explosión de candidatos liberales maravillosos y yo me iré al medio del campo con mis perros”, sugirió.

La ciudadanía tiene derecho a preguntarse cuál sería el comportamiento de un Milei con mayor poder real del que goza en la actualidad. ¿Podrían profundizarse sus típicos niveles de agresividad e intolerancia hacia quienes se atrevan a criticar su estilo de conducción o sus políticas públicas?

La participación activa que Milei ha comenzado a tener en la campaña proselitista para las elecciones de legisladores de la ciudad de Buenos Aires que tendrán lugar dentro de dos semanas es un indicador de la importancia de estos comicios en el proyecto de construcción de poder del Presidente.

El respeto por las formas republicanas y por la libertad de prensa es un eje esencial del sistema democrático

El principal candidato de La Libertad Avanza (LLA) en el distrito porteño, Manuel Adorni, expresó días atrás a LA NACION que “perder por un punto con Leandro Santoro no estaría mal”. No hizo más que transmitir, con otras palabras, que la prioridad del mileísmo es obtener más votos que Pro en la ciudad que desde 2007 constituye el mayor bastión electoral del macrismo.

Las primeras encuestas de intención de voto exhibieron una ventaja apreciable para Santoro, quien encabeza la lista de candidatos del peronismo, merced a la división del voto no peronista entre Pro, LLA, la Coalición Cívica, la UCR y los nuevos frentes abiertos por Horacio Rodríguez Larreta y por Ramiro Marra. Sin embargo, el propio Santoro teme que la lucha electoral pueda polarizarse en la semana previa a los comicios y que, en ese contexto, crezca la figura de Adorni. En las últimas horas, surgieron los primeros sondeos de opinión pública que empiezan a dar cuenta de ese fenómeno y que plantean la posibilidad de que el vocero del presidente Milei alcance el primer puesto, aunque por estrecho margen.

La estrategia de LLA apunta a introducir miedo a un hipotético retorno del kirchnerismo al poder y así polarizar al electorado no peronista de la Capital Federal, apelando al llamado voto útil y captando votantes de Pro.

El macrismo afronta no pocos desafíos en estas elecciones porteñas. El más sencillo de resolver es quizás el aún elevado nivel de desconocimiento de su principal candidata, Silvia Lospennato. Se trata de una dirigente con experiencia y con pergaminos en su paso por la Cámara de Diputados de la Nación, donde sobresalió por ser la impulsora del proyecto de ley de ficha limpia. Un reto más complicado se vincula con los cuestionamientos que, desde prácticamente todos los sectores políticos contra los que Pro compite, se le efectúan a la gestión de Jorge Macri como jefe de gobierno porteño. Finalmente, está la amenaza de que su antecesor en el cargo y ahora candidato por la alianza Volvamos Buenos Aires, Rodríguez Larreta, le robe a Pro un porcentaje de votos suficiente para relegarlo al tercer puesto, detrás del peronismo y de LLA.

Por primera vez, el electorado de la ciudad de Buenos Aires concurrirá a una elección en la que votará exclusivamente por legisladores locales. A diferencia de otras contiendas electorales, esta vez los comicios legislativos porteños no irán acompañados por la elección de un jefe de gobierno ni por elecciones nacionales simultáneas. No obstante, esta compulsa podría transformarse en uno de los procesos electorales más atractivos de la historia reciente de la ciudad. No tan solo por lo impredecible de su resultado ante la atomización de un sistema de partidos que ofrece 17 opciones distintas, sino también por la particular importancia que tendrá saber cuál de las alternativas políticas más relevantes concluirá en el tercer puesto.

Terminar tercero supondrá una derrota de magnitud para cualquiera de las tres principales fuerzas políticas. Para el peronismo, ocupar ese lugar, en medio de un escenario que le resultaría favorable por la atomización de sus rivales, generaría serias dudas sobre las condiciones competitivas del kirchnerismo para darle pelea al mileísmo en las elecciones nacionales de octubre. Para LLA, salir tercera implicaría un severo traspié de Karina Milei y su decisión de concurrir a la confrontación electoral sin su aliado natural en el distrito porteño (Pro) y sería un preámbulo peligroso para el Gobierno de cara al proceso electoral nacional. Finalmente, para Pro, terminar tercero constituiría casi una condena a la irrelevancia política y al ostracismo, por perder en el distrito que gobierna desde hace casi 18 años y verse hostigado por otra fuerza política afín (LLA), cuyos dirigentes aspiran a suplantarlo.

La elección porteña también adquiere relevancia por el impacto que pueda tener su resultado en la relación entre Milei y Mauricio Macri. Este proceso electoral puso de manifiesto la determinación de LLA de construir un proyecto de poder propio y de no buscar una solución coalicional para resolver sus dilemas políticos. Se da así el caso de un gobierno hiperminoritario en el ámbito parlamentario que, para enfrentar sus grandes desafíos económicos y de gobernabilidad, no ha optado por la conformación de una coalición más amplia con sectores afines que le dé sustento político y una capacidad de acción más holgada. Optó, en cambio, por una vía más larga, como la de un proyecto político propio, y también más riesgosa, por cuanto eventuales derrotas ante el macrismo en la Capital Federal y frente al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires dejarían a Milei en una situación más débil.

Claro que también está la posibilidad de que el mileísmo se imponga en las elecciones porteñas y fuerce así a buena parte de la dirigencia de Pro en el distrito bonaerense a mudarse a LLA.

Pero existen opiniones diferentes. Analistas como Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, plantean que si los libertarios relegan al tercer puesto a Pro en el propio bastión porteño del macrismo, los dos grandes actores tendrán escasos incentivos para avanzar hacia un acuerdo de cúpulas que conduzca a una alianza electoral en la provincia de Buenos Aires. Según su criterio, si la lista de Adorni cosecha más votos que la de Lospennato, Milei podría esgrimir que tenía razón al pensar que Pro ha dejado de ser una fuerza relevante y ha quedado obsoleta, y no tendría motivaciones para acordar con Macri, pero sí para exigirle al líder de Pro que se someta a su liderazgo y al de La Libertad Avanza. Al mismo tiempo, un Macri golpeado podría negarse a una capitulación o un sometimiento a cambio de ningún beneficio. Por el contrario, según Romero, si fuese Adorni quien terminara tercero, detrás de Lospennato, Milei debería recalcular y tendría más incentivos para sellar un acuerdo con Pro que lo ayude a consolidar su ciclo y enviar a los mercados una señal de que el actual proceso de cambio está asegurado políticamente.

Otras opiniones, imperantes entre los libertarios, señalan que, si Pro es relegado al tercer lugar en el distrito porteño, su crisis podría ser tan grande que se producirá una natural confluencia de muchos de sus dirigentes hacia LLA. Se daría el virtual vaciamiento de dirigentes de Pro con el que sueña el “triángulo de hierro”.

La tensión entre Macri y el círculo íntimo de Milei quedó en evidencia hasta en el sorpresivo abrazo que se dio con Santiago Caputo en la reciente cena de la Fundación Libertad. Mientras el macrismo brega por un acuerdo en el distrito bonaerense que respete la identidad de Pro y un consenso programático, los mileístas más ortodoxos creen que la convergencia electoral solo debería darse en el marco de una fusión, que reconozca la preponderancia y la simbología libertaria, incluido el color violeta que la representa. Aunque Milei diga que, transcurridas las elecciones porteñas, bajará la espuma y se terminará el ruido que dificulta el diálogo, se imponen hoy las dudas acerca de si existe auténtico animus societatis entre los líderes de LLA y Pro.

Javier Milei sigue jugando al juego que más le gusta cuando presiente que la economía marcha bien: el de la provocación y los ataques directos a quienes osen criticarlo, especialmente si se trata de periodistas serios. “Soy bilardista y dentro de la cancha vale todo lo que permite el reglamento”, afirma el jefe del Estado. Sin embargo, suele jugar al límite y en no pocas ocasiones quebranta esas reglas, recurriendo a inadmisibles infracciones, como cuando insta a odiar lo suficiente a los periodistas o cuando festeja que alguno de sus adláteres, como Daniel Parisini –más conocido como el Gordo Dan– le pida que meta preso a un periodista por decreto.

En sus últimas apariciones públicas, el Presidente, además de apuntar contra “ensobrados”, “econochantas”, “mandriles” y “envenenadores”, cuestionó ahora a los “ñoños republicanos”. Así como parece olvidar que la política debe ser diálogo antes que exacerbación de tensiones, y que los gestos y las palabras de un primer mandatario son esenciales para la salud del tejido social, Milei busca transmitir que el problema pasa por el fondo y no por las formas, a las que equipara con la hipocresía. No hay duda de que las políticas populistas e inflacionarias han llevado a la Argentina a una decadencia crónica. Sin embargo, el respeto por las formas republicanas, que hacen a la defensa de la institucionalidad, y por la libertad de prensa, es un eje esencial de todo sistema democrático. Del mismo modo que la forma es la transparencia del fondo, la descalificación del adversario o de un periodista por el mero hecho de no compartir una idea contradice los principios liberales que Milei ha jurado defender.

Cuando el eje vertebrador de cualquier discusión presupone la autosuficiencia o la superioridad del punto de vista de quien ostenta el poder, el otro solo puede estar condenado a convertirse en subordinado o a ser cancelado. Confundir aviesamente una crítica con una mentira implica un rechazo del debate. Lo peor que puede hacer el Presidente es continuar denostando, en nombre de las ideas de la libertad, la propia libertad del periodismo para expresar sus ideas. Más que desacreditar a la prensa, seguirá desacreditándose a sí mismo.

Se advierte en no pocos observadores políticos el temor, cada vez más arraigado, de que el oxígeno político que le brinde al presidente Milei la mayor tranquilidad económica pueda conducirlo a recurrentes desbordes. El equilibrio macroeconómico precisa, sí o sí, del equilibrio emocional de quienes conducen el país.

La idea de los proyectos hegemónicos ha sido una constante a lo largo de buena parte de la historia argentina. Néstor Kirchner procuró un proyecto de concentración del poder antes de que su sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, proclamara el “vamos por todo”. Una década antes, Carlos Menem forzó una reforma constitucional para alcanzar su reelección presidencial e incluso llegó a bregar sin éxito por una re-reelección que la nueva Constitución no contemplaba.

Milei se ha preocupado por despejar las dudas que hacia el futuro puedan generar aquellos antecedentes. Dos viernes atrás, en un diálogo telefónico que mantuvo desde Roma con el periodista Gabriel Anello en Radio Mitre, durante la noche previa al funeral del papa Francisco, el primer mandatario ratificó que, si la ciudadanía lo considera, podría postularse a un segundo mandato presidencial en 2027, pero aseguró en forma tajante que no piensa cambiar las reglas de juego para eternizarse en el poder. “Después, habrá una explosión de candidatos liberales maravillosos y yo me iré al medio del campo con mis perros”, sugirió.

La ciudadanía tiene derecho a preguntarse cuál sería el comportamiento de un Milei con mayor poder real del que goza en la actualidad. ¿Podrían profundizarse sus típicos niveles de agresividad e intolerancia hacia quienes se atrevan a criticar su estilo de conducción o sus políticas públicas?

La participación activa que Milei ha comenzado a tener en la campaña proselitista para las elecciones de legisladores de la ciudad de Buenos Aires que tendrán lugar dentro de dos semanas es un indicador de la importancia de estos comicios en el proyecto de construcción de poder del Presidente.

El respeto por las formas republicanas y por la libertad de prensa es un eje esencial del sistema democrático

El principal candidato de La Libertad Avanza (LLA) en el distrito porteño, Manuel Adorni, expresó días atrás a LA NACION que “perder por un punto con Leandro Santoro no estaría mal”. No hizo más que transmitir, con otras palabras, que la prioridad del mileísmo es obtener más votos que Pro en la ciudad que desde 2007 constituye el mayor bastión electoral del macrismo.

Las primeras encuestas de intención de voto exhibieron una ventaja apreciable para Santoro, quien encabeza la lista de candidatos del peronismo, merced a la división del voto no peronista entre Pro, LLA, la Coalición Cívica, la UCR y los nuevos frentes abiertos por Horacio Rodríguez Larreta y por Ramiro Marra. Sin embargo, el propio Santoro teme que la lucha electoral pueda polarizarse en la semana previa a los comicios y que, en ese contexto, crezca la figura de Adorni. En las últimas horas, surgieron los primeros sondeos de opinión pública que empiezan a dar cuenta de ese fenómeno y que plantean la posibilidad de que el vocero del presidente Milei alcance el primer puesto, aunque por estrecho margen.

La estrategia de LLA apunta a introducir miedo a un hipotético retorno del kirchnerismo al poder y así polarizar al electorado no peronista de la Capital Federal, apelando al llamado voto útil y captando votantes de Pro.

El macrismo afronta no pocos desafíos en estas elecciones porteñas. El más sencillo de resolver es quizás el aún elevado nivel de desconocimiento de su principal candidata, Silvia Lospennato. Se trata de una dirigente con experiencia y con pergaminos en su paso por la Cámara de Diputados de la Nación, donde sobresalió por ser la impulsora del proyecto de ley de ficha limpia. Un reto más complicado se vincula con los cuestionamientos que, desde prácticamente todos los sectores políticos contra los que Pro compite, se le efectúan a la gestión de Jorge Macri como jefe de gobierno porteño. Finalmente, está la amenaza de que su antecesor en el cargo y ahora candidato por la alianza Volvamos Buenos Aires, Rodríguez Larreta, le robe a Pro un porcentaje de votos suficiente para relegarlo al tercer puesto, detrás del peronismo y de LLA.

Por primera vez, el electorado de la ciudad de Buenos Aires concurrirá a una elección en la que votará exclusivamente por legisladores locales. A diferencia de otras contiendas electorales, esta vez los comicios legislativos porteños no irán acompañados por la elección de un jefe de gobierno ni por elecciones nacionales simultáneas. No obstante, esta compulsa podría transformarse en uno de los procesos electorales más atractivos de la historia reciente de la ciudad. No tan solo por lo impredecible de su resultado ante la atomización de un sistema de partidos que ofrece 17 opciones distintas, sino también por la particular importancia que tendrá saber cuál de las alternativas políticas más relevantes concluirá en el tercer puesto.

Terminar tercero supondrá una derrota de magnitud para cualquiera de las tres principales fuerzas políticas. Para el peronismo, ocupar ese lugar, en medio de un escenario que le resultaría favorable por la atomización de sus rivales, generaría serias dudas sobre las condiciones competitivas del kirchnerismo para darle pelea al mileísmo en las elecciones nacionales de octubre. Para LLA, salir tercera implicaría un severo traspié de Karina Milei y su decisión de concurrir a la confrontación electoral sin su aliado natural en el distrito porteño (Pro) y sería un preámbulo peligroso para el Gobierno de cara al proceso electoral nacional. Finalmente, para Pro, terminar tercero constituiría casi una condena a la irrelevancia política y al ostracismo, por perder en el distrito que gobierna desde hace casi 18 años y verse hostigado por otra fuerza política afín (LLA), cuyos dirigentes aspiran a suplantarlo.

La elección porteña también adquiere relevancia por el impacto que pueda tener su resultado en la relación entre Milei y Mauricio Macri. Este proceso electoral puso de manifiesto la determinación de LLA de construir un proyecto de poder propio y de no buscar una solución coalicional para resolver sus dilemas políticos. Se da así el caso de un gobierno hiperminoritario en el ámbito parlamentario que, para enfrentar sus grandes desafíos económicos y de gobernabilidad, no ha optado por la conformación de una coalición más amplia con sectores afines que le dé sustento político y una capacidad de acción más holgada. Optó, en cambio, por una vía más larga, como la de un proyecto político propio, y también más riesgosa, por cuanto eventuales derrotas ante el macrismo en la Capital Federal y frente al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires dejarían a Milei en una situación más débil.

Claro que también está la posibilidad de que el mileísmo se imponga en las elecciones porteñas y fuerce así a buena parte de la dirigencia de Pro en el distrito bonaerense a mudarse a LLA.

Pero existen opiniones diferentes. Analistas como Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, plantean que si los libertarios relegan al tercer puesto a Pro en el propio bastión porteño del macrismo, los dos grandes actores tendrán escasos incentivos para avanzar hacia un acuerdo de cúpulas que conduzca a una alianza electoral en la provincia de Buenos Aires. Según su criterio, si la lista de Adorni cosecha más votos que la de Lospennato, Milei podría esgrimir que tenía razón al pensar que Pro ha dejado de ser una fuerza relevante y ha quedado obsoleta, y no tendría motivaciones para acordar con Macri, pero sí para exigirle al líder de Pro que se someta a su liderazgo y al de La Libertad Avanza. Al mismo tiempo, un Macri golpeado podría negarse a una capitulación o un sometimiento a cambio de ningún beneficio. Por el contrario, según Romero, si fuese Adorni quien terminara tercero, detrás de Lospennato, Milei debería recalcular y tendría más incentivos para sellar un acuerdo con Pro que lo ayude a consolidar su ciclo y enviar a los mercados una señal de que el actual proceso de cambio está asegurado políticamente.

Otras opiniones, imperantes entre los libertarios, señalan que, si Pro es relegado al tercer lugar en el distrito porteño, su crisis podría ser tan grande que se producirá una natural confluencia de muchos de sus dirigentes hacia LLA. Se daría el virtual vaciamiento de dirigentes de Pro con el que sueña el “triángulo de hierro”.

La tensión entre Macri y el círculo íntimo de Milei quedó en evidencia hasta en el sorpresivo abrazo que se dio con Santiago Caputo en la reciente cena de la Fundación Libertad. Mientras el macrismo brega por un acuerdo en el distrito bonaerense que respete la identidad de Pro y un consenso programático, los mileístas más ortodoxos creen que la convergencia electoral solo debería darse en el marco de una fusión, que reconozca la preponderancia y la simbología libertaria, incluido el color violeta que la representa. Aunque Milei diga que, transcurridas las elecciones porteñas, bajará la espuma y se terminará el ruido que dificulta el diálogo, se imponen hoy las dudas acerca de si existe auténtico animus societatis entre los líderes de LLA y Pro.

 Mientras el Presidente insiste en atacar a periodistas, crece la tensión entre La Libertad Avanza y el partido de Mauricio Macri  LA NACION

Read More

Related Articles

Back to top button
Close
Close