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Secuestraron y desaparecieron a su marido y sus cuatro hijas en la dictadura: vida y tragedia de la viuda del creador de El Eternauta

En una muy fría noche de invierno, un grupo de amigos juega una partida de truco en el altillo del chalet de Vicente López en el que vive Juan Salvo. De pronto, notan que algo inusual ocurre afuera: una nevada extraña está cayendo sobre el barrio. Salvo y los otros jugadores de cartas no lo saben, pero ese será el arranque de una aventura que marcara sus vidas para siempre.

Así comienza El Eternauta, la monumental historieta argentina guionada por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, que se publicó por primera vez en 1957 y que ahora, casi 60 años después, tiene su versión como serie en Netflix, protagonizada por Ricardo Darín, en el rol de Juan Salvo.

La historieta, y ahora la serie, relata una invasión extraterrestre sobre el planeta tierra y la batalla que un grupo de hombres sencillos, encabezados por Salvo, entabla contra el invasor en escenarios cotidianos de la ciudad de Buenos Aires y alrededores, donde reinan el caos y la destrucción.

El Eternauta, en Netflix: el tráiler de la serie con Ricardo Darín

Una enorme tragedia

Menos de 20 años después de la publicación de la que fuera su obra cumbre, Oesterheld vivió su propia historia de horror y destrucción. En los comienzos de la última dictadura militar, tanto él como sus cuatro hijas -dos de ellas, embarazadas-, sufrieron la desaparición y el asesinato bajo la maquinaria del terrorismo de Estado.

Elsa Sánchez de Oesterheld perdió a su esposo Héctor y a sus cuatro hijas Estela, Diana, Marina y Beatriz durante la dictacura militar

Así, tras el accionar criminal del gobierno de facto, de la numerosa familia Oesterheld solo quedaron Elsa Sánchez de Oesterheld, la esposa del guionista, y dos de sus nietos, Fernando y Martín. La mujer, que falleció en junio de 2015, dejó, a lo largo de los años, en varias entrevistas y documentales, testimonios que dan cuenta de la vida con su marido y sus hijas, y también de la enorme tragedia que le tocó vivir.

El Eternauta (en el comienzo) era un fresco de la vida cotidiana de todos, de la gente de clase media -decía Elsa en un documental del año 2011-. Ahora, el contenido (de la obra) fue casi como una premonición. El Eternauta fue un paralelo de lo que ocurrió en el país y de lo que me pasó a mí y a mi familia, que la destruyeron… eso fue lo que le pasó al país, que lo destruyeron”.

Juan Salvo, personaje principal de la historieta <I>El Eternauta</I>, con guión de Héctor G. Oesterheld, según el dibujo original de Solano López

“Una inteligencia abrumadora”

Elsa Sánchez y Héctor Oesterheld se conocieron en 1945 en el Club Arquitectura de Vicente López. Ella era parte de una familia modesta, de raíces española, mientras que él venía de una familia de origen alemán, y con una posición más acomodada.

“Lo conocí como Sócrates. Estuve un par de meses sin saber si era un apodo, apellido o nombre. Así le decían sus compañeros y lo llamaron así por años. Algunos también lo conocían como ‘el alemán’”, contaba la viuda de Oestrheld en una entrevista en la revista Siete Días, del año 2007.

Héctor Oesterheld nación el 23 de julio de 1919 y fue desaparecido en abril de 1977

Entonces, él tenía 24 años y ella apenas 18. “Era bastante mayor que yo -añadía Elsa-. Creo que lo deslumbró algo que para mí era natural: mi pasión por la lectura y la música clásica. Parece mentira, pero a mí me sedujo algo parecido en él, porque yo necesitaba tomar contacto con la sabiduría, y vaya si lo hice”.

Dos años después, en 1947, se casaron y se fueron a vivir a una casa en Béccar, frente a la estación de tren.

Elsa definía en sus entrevistas a Héctor como un hombre introvertido, que “leía las 24 horas” y era “un científico nato”. En términos políticos, él era “un libre pensador de izquierda de una inteligencia abrumadora”.

‘Sócrates’ pronto se recibió de geólogo y empezó trabajar en el Banco de Crédito Industrial, en el Departamento de Ingeniería Minera, y también en YPF. Pero su pasión real iba por otro lado.

Héctor Oesterheld y Elsa Sánchez

“Casi me divorcio”

“Como hobby escribía historias para chicos. Su cabeza era una especie de máquina de crear que no terminaba nunca. Hasta que un día la editorial Abril le ofreció la dirección de una revista, Gatito”, contaba Elsa.

Eso ocurrió a comienzos de la década del ’50 y la idea de convertirse en guionista de historietas a tiempo completo no le hizo mucha gracia a ella. “Cuando vino a mi casa y me lo dijo, casi me divorcio”, contaba en Siete días, y añadía: “Entonces pensaba que era una pavada, no podía entender cómo alguien que dominaba cuatro idiomas aceptó meterse en eso”.

Un precursor: Oesterheld en el corralito, rodeado por su familia

“Para colmo, firmaba con seudónimo”, decía la viuda de Oesterheld, hablando de este tema con el diario Tiempo Argentino, en 2011. Pero allí, añadía: “La verdad es que era tan bueno que las editoriales más importantes se lo disputaban permanentemente. Héctor para ellos era una solución porque hacía todo bien: escribía, hacía guiones excelentes, traducía..”.

Elsa resumía las virtudes de su marido como historietista de la siguiente manera: “Él transmitía emociones y sentimientos con una capacidad de síntesis muy grande” y “cambió la historieta, porque le puso contenido filosófico, político y científico”.

Diana con Martín en brazos. Marina y Elsa, de pie; Beatriz, y Estela con Fernando bebé, abajo; una fotografía del verano de 1976

“Una época maravillosa”

Para el año 1955, Oesterheld abrió su propia editorial, Frontera, donde, en sus dos revistas, Hora Cero y Frontera, crearía a sus más memorables personajes, siempre en tándem con los más talentosos dibujantes del medio, como Hugo Pratt, Francisco Solano López, Alberto Breccia, Eugenio Zoppi, entre muchos otros.

El 4 de septiembre de 1957 salía a la luz, en Hora Cero Semanal, El Eternauta, la historieta de ciencia ficción en entregas que duraría hasta 1959 y que se convertiría en un verdadero hito para en los anales de las viñetas argentinas.

Hugo Pratt era uno de los asiduos visitantes en la casa de Béccar de los Oesterheld, en los tiempos que Elsa considera

Además, a nivel familiar, a comienzos de la década del ’60, el matrimonio ya contaba con sus cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina. Elsa definía a esos tiempos como “la etapa más feliz” de su vida.

“Mi casa de Béccar era la felicidad porque ahí yo eduqué a mis hijas como se me dio la gana -añadía la mujer-. Ellas eran preciosas, y mi casa era como una universidad porque estaban todos los dibujantes que hubo acá. Era una época maravillosa, no había rutina posible en casa con ese mundo de creatividad. Hugo (Pratt) era como mi segundo marido. Venía a cenar todas las noches”.

Acerca del talento de su marido y la fatalidad criminal que cercenó su vida, Elsa reflexionaba: “Él era un creativo descomunal. No lo dejaron llegar a donde podía llegar. Creo que hubiera sido un guionista de cine, pero de esos que marcan rumbos en la historia. Era realmente un tipo genial”.

Las hermanas Oesterheld

“Estás cometiendo un grave error”

Pero los tiempos felices no duraron para siempre. A finales de los 60 y comienzos de los 70, el mundo comenzó a cambiar y la Argentina también.

“La Juventud Peronista sedujo a las chicas y a él le cambió la cabeza el Mayo Francés, y además admiraba la intelectualidad joven y la conciencia social que se había despertado”, resumía Elsa.

El padre y las hijas, cada uno por su lado, terminaron militando en Montoneros. “(Al principio) Tomé bien su militancia, pero de lo que me daba cuenta es de que todo se estaba haciendo muy violento. Y lo que vino después fue una canallada peor”, decía Elsa en Tiempo Argentino.

Algunos de los más populares personajes creados por Héctor OesterheldDiana, Beatriz, Estela y Marina Oesterheld

“Yo lo vi clarito, y se lo dije a mi esposo y a mis hijas -narraba la mujer de Oesterheld a Siete Días-. Jamás pensé en la magnitud de la matanza, pero cuando fue lo de Ezeiza (enfrentamiento armado entre facciones de izquierda y derecha peronista cuando llegó Perón a ese aeropuerto el 21 de junio de 1973) vi algo malo. Yo no me callaba nada y se lo dije a Héctor: ‘Estás cometiendo un grave error’. Jamás fue peronista y nunca perteneció a un partido político, no entendí nunca cómo fue que entró en Montoneros”.

En otras declaraciones, con mucha amargura, la mujer trataba de entender por qué su esposo ingresó a Montoneros. Según ella, él había sido “muy ingenuo” y remataba: “Era un filósofo que se olvidó de la práctica. Se plegó y adhirió a la violencia porque pensó que no había otra manera de cambiar las cosas. Su aporte fue como jefe de prensa de una revista que apoyaba a Montoneros”.

Elsa vio la masacre de Ezeiza, de junio de 1973, como un viso de que venían tiempos violentos y riesgosos para sus hijas

“Te pido que protejas a las chicas”

Cuando ya notaba que lo peor estaba por venir, Elsa hizo lo posible porque su marido despegara a las hijas de esa participación en la organización de la izquierda peronista. “Con Héctor hablamos por última vez en el bar La Fragata, de Maipú y Corrientes. Le dije: ‘Vos tenés 58 años y sabés lo que hacés. Sólo te pido que protejas a las chicas’. Fue un año y medio antes del desenlace”.

“Mis hijas lo idolatraban a él”, decía Elsa para el documental Nosotras, homenaje a Elsa Oesterheld producido por la TV Pública en el año 2010, donde contaba también la actitud del guionista ante sus pedidos: “Él me decía que no iba a ser así, era un tipo muy tranquilo. A mí lo que me importaba era que sacara a las chicas de ahí. Me oponía tenazmente a que se quedara lo más conforme porque era ‘una juventud maravillosa’. Esa frase la tengo acá. Era maravillosa, pero no para entregar la vida de esa manera”.

La intuición de Elsa acerca de lo que podían sufrir sus hijas en ese contexto del país no falló. Ninguna de las cuatro llegó a sobrevivir al horror sistemático instalado en la Argentina por la dictadura militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976.

Integrantes de Montoneros rumbo a Ezeiza el 20 de junio de 1973. Miembros de la juventud peronista de Avellaneda

Beatriz

El 19 de junio de 1976, en San Isidro, fue secuestrada Beatriz Oesterheld, de 19 años. “Beatriz era alegre, siempre estaba haciendo cosas”, la describía Elsa, y añadía un dato acerca del último día que la vio, que fue el de su desaparición: “El día que se la llevaron me propuso encontrarnos en un bar de Martínez para decirme que dejaría la militancia y se dedicaría a la Medicina, pero con una aclaración: ‘Mami, no quiero ser una doctorcita de consultorio, me voy a instalar en la selva, como el Che, o en los barrios, donde la gente necesite ayuda de verdad’. Ese día la secuestraron y su cuerpo fue el único que recibí de las cuatro”.

Beatriz desapareció cuando se dirigía a Villa La Cava y el 7 de julio llamaron a Elsa desde la comisaría de Virreyes para notificarla de que su hija había muerto. Según la versión policial, esto había sido en un enfrentamiento.

Elsa estaba convencida de que ella misma había sido utilizada como señuelo para que los hombres de la dictadura ubiquen a su hija. Así que, a partir de ahí, anuló los mínimos contactos que tenía con los demás. Héctor Oesterheld, por su parte, hacía tiempo había pasado a la clandestinidad.

Beatriz Oesterheld desapareció en junio de 1976 y su cuerpo fue el único que Elsa pudo recuperar

Diana y Fernando

Diana tenía 23 años y desapareció en Tucumán, donde vivía con su pareja Raúl -también desaparecido- y un hijo de un año, Fernando. Ella estaba embarazada de seis meses. “Diana era un calco mío -la describía Elsa-. Se casó con un excelente muchacho de familia humilde y decidieron ir a vivir a Tucumán, donde desapareció embarazada de su segundo hijo”.

Hay versiones que dicen que Diana fue trasladada a Campo de Mayo, donde dio a luz a su criatura, que nunca pudo reencontrarse con su abuela. Fernando, en tanto, fue abandonado por los represores como NN en la Casa Cuna de San Miguel de Tucumán, de donde lo recuperaron sus abuelos paternos.

En el documental de la TV Pública, la viuda de Héctor Oesterheld no acreditaba la versión del traslado de su hija Diana: “Me dijeron que la habían traído para acá para tener familia, pero no, fue en el departamento de policía de Tucumán. La martirizaron de la manera más feroz, ella se quiso suicidar, tenía o le dieron una pastilla de cianuro, pero se la sacaron para que viviera y sufriera más… ”.

Diana Oesterheld desapareció en Tucumán, donde vivía con su pareja y su hijo de un año; estaba embarazada de seis meses

Estela y Martín

Estela, la mayor de las Oesterheld, fue asesinada junto a su pareja Raúl Mortola por un patota que actuaba de civil el 14 de julio de 1977. Ambos tenían un hijo de tres años, Martín. “Estela era la mayor, la que conocí más -contaba Elsa-. Al margen de su hermosura y sus ojos increíbles me resultaba impresionante lo que transmitía su presencia”.

Estela Oesterheld y Raúl Mortola tenían un hijo de tres años cuando desaparecieron, en junio de 1977

Marina

Entre el 27 de noviembre y el 5 de noviembre de 1977, Marina Oesterheld, de 20 años, fue secuestrada en San Isidro. También estaba embarazada, de ocho meses. “Marina fue la que menos conocí, era la más chica, introvertida como el padre, fue la última que entró a la militancia”.

Hay información de que Marina, que estaba en pareja con Oscar Seindlis, también desaparecido, habría dado a luz también en cautiverio.

Luego de enumerar la situación en la que desaparecieron sus hijas, Elsa añadía en su testimonio un dato para nada menor: “A todo esto hay que agregar lo de Héctor, que cayó en el medio de la tragedia. Estaba afuera del país y seguro esperaban matar a las chicas para que él volviera. Los asesinos estaban interesados en él, les importaba más que sus hijas, porque no tiene ni pies ni cabeza la forma en que las asesinaron”.

Marina Oesterheld era la menor de la familia, y estaba embarazada de ocho meses cuando desapareció

El encuentro de Oesterheld con su nieto Martín

Héctor Oesterheld fue secuestrado en La Plata, el 27 de abril de 1978. “A las chicas las mataron antes que a él”, acotaba Elsa, que también contaba un dato estremecedor: que su nieto Martín, el hijo de Estela, había sido llevado un rato a visitar a su abuelo cuando este estaba detenido desaparecido. “El oficial que custodiaba a Martín lo llevó a ver a mi marido, para que le dijera dónde quería que entregara a su nieto. Héctor le dio la dirección de mis padres, que era donde estaba yo en ese momento”.

La viuda de Oesterheld contaba entonces que cuando el hombre llegó para entregarle a su nieto Martín, le dio algunos datos sobre su marido: “Señora, le voy a decir la verdad, su marido está vivo. Está así, está asá, el nene estuvo con él y le va a contar todo”. En efecto, el pequeño Martín le confirmó a su abuela que había estado con “Dady”, que era como le decían a Héctor. Elsa aseveraba que el encuentro se había dado en el centro de detención conocido como Sheraton, en Lomas del Mirador.

Todos los personajes de Héctor Oesterheld preguntan dónde está su creador

Hacer frente a la tragedia

A lo largo de las distintas entrevistas, Elsa Sánchez de Oesteheld fue exhibiendo distintas respuestas ante la inmensa tragedia que le tocó vivir. Ante el interrogante de cómo hizo para seguir viviendo luego de tanto dolor, ella respondió: “Esa es la gran pregunta. Yo no hice nada, no lo sé, me aferré a los chicos (sus nietos), creo que ahí saqué todo mi coraje. Me salvaron la vida”.

“El drama no me daba margen -respondió en otra oportunidad-. Estaba paralizada y sentía que mi vida iba a terminar. No quería salir de mi casa, me costaba reunirme con gente, pero lo que me dio fuerzas fueron mis nietos y acercarme a Abuelas de Plaza de Mayo por consejo de Adolfo Pérez Esquivel. Para colmo, le tenía que sumar a mis problemas lo que le pasaba a los demás: viví de cerca la desaparición de Azucena (Villaflor), de las monjas francesas, el secuestro de amigos cercanos, de compañeras de las nenas..”.

Pese a que Elsa encontró un lugar y un propósito en Abuelas, en algunas de sus declaraciones mostraba una notable, y lógica, angustia: “Yo no sé ni quién soy, ni cómo vivo, porque de lo que yo he sido no hay nada. Nada”. En otras ocasiones hablaba de su “desesperación” que la llevaba casi a “desear la muerte” ya que no encontraba ningún razón para vivir.

Un encuentro entre Elsa Oesterheld y Cristina Kirchner, en 2010

“Se fue en paz”

“Los chicos (sus nietos), ya felizmente son chicos espléndidamente bien plantados sobre sus pies, tienen una genética maravillosa y van a seguir una vida que realmente vale la pena vivirla, yo amo la vida por sobre todas las cosas, la amé siempre, pero ahora ya realmente no tengo consuelo”, añadía.

En el documental Elsa Sánchez de Oesterheld, un testimonio de vida, memoria de todos, de Néstor Petruccelli, del año 2011, la propia mamá de Estela, Diana, Beatriz y Marina, aseveraba serena: “Ya hoy me puedo morir tranquila, porque mi familia renació”.

Martín, nieto del genial Héctor Oesterheld, junto a

La mujer concluía con una declaración de triunfo contra los asesinos de sus seres amados: “Soy una persona que juré que no me iban a aplastar y que iba a recuperar lo que me había quedado. Y hoy lo puedo decir que tengo la gran satisfacción de haber tenido la dicha enorme de mantenerme en pie”.

“Se fue en paz. Había dado todo lo que tenía. Fue la mujer que me crio tras la desaparición de mis padres”, expresó su nieto, el cineasta Martín Mortola Oesterheld, a la agencia Télam cuando Elsa murió, el 20 de junio de 2015. Tenía 90 años.

Las palabras que dijo también su nieto en aquella jornada marcan también el tamaño de la tragedia vivida por la familia Oesterheld: “Me dejó la persona que me crio y me acompañó en el camino de reconstruir la memoria de mis padres. Es el primer pariente que puedo enterrar y eso no es poco”.

El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

La búsqueda de los nietos

Tras el estreno de la serie en Netflix, la agrupación H.I.J.O.S comenzó una campaña en las redes sociales: “¿Estás mirando El Eternauta? Si es así y naciste en noviembre de 1976 o entre noviembre de 1977 y enero de 1978 y tenés dudas sobre tu identidad o la de alguien que nació en esas fechas, contactate con Abuela”, escribieron en X. Y agregaron: “Seguimos buscando a los nietos/nietas de Héctor Germán Oesterheld y Elsa Sánchez, y tal vez estén viendo esta serie basada en la obra de HGO y Francisco Solano López”.

En una muy fría noche de invierno, un grupo de amigos juega una partida de truco en el altillo del chalet de Vicente López en el que vive Juan Salvo. De pronto, notan que algo inusual ocurre afuera: una nevada extraña está cayendo sobre el barrio. Salvo y los otros jugadores de cartas no lo saben, pero ese será el arranque de una aventura que marcara sus vidas para siempre.

Así comienza El Eternauta, la monumental historieta argentina guionada por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, que se publicó por primera vez en 1957 y que ahora, casi 60 años después, tiene su versión como serie en Netflix, protagonizada por Ricardo Darín, en el rol de Juan Salvo.

La historieta, y ahora la serie, relata una invasión extraterrestre sobre el planeta tierra y la batalla que un grupo de hombres sencillos, encabezados por Salvo, entabla contra el invasor en escenarios cotidianos de la ciudad de Buenos Aires y alrededores, donde reinan el caos y la destrucción.

El Eternauta, en Netflix: el tráiler de la serie con Ricardo Darín

Una enorme tragedia

Menos de 20 años después de la publicación de la que fuera su obra cumbre, Oesterheld vivió su propia historia de horror y destrucción. En los comienzos de la última dictadura militar, tanto él como sus cuatro hijas -dos de ellas, embarazadas-, sufrieron la desaparición y el asesinato bajo la maquinaria del terrorismo de Estado.

Elsa Sánchez de Oesterheld perdió a su esposo Héctor y a sus cuatro hijas Estela, Diana, Marina y Beatriz durante la dictacura militar

Así, tras el accionar criminal del gobierno de facto, de la numerosa familia Oesterheld solo quedaron Elsa Sánchez de Oesterheld, la esposa del guionista, y dos de sus nietos, Fernando y Martín. La mujer, que falleció en junio de 2015, dejó, a lo largo de los años, en varias entrevistas y documentales, testimonios que dan cuenta de la vida con su marido y sus hijas, y también de la enorme tragedia que le tocó vivir.

El Eternauta (en el comienzo) era un fresco de la vida cotidiana de todos, de la gente de clase media -decía Elsa en un documental del año 2011-. Ahora, el contenido (de la obra) fue casi como una premonición. El Eternauta fue un paralelo de lo que ocurrió en el país y de lo que me pasó a mí y a mi familia, que la destruyeron… eso fue lo que le pasó al país, que lo destruyeron”.

Juan Salvo, personaje principal de la historieta <I>El Eternauta</I>, con guión de Héctor G. Oesterheld, según el dibujo original de Solano López

“Una inteligencia abrumadora”

Elsa Sánchez y Héctor Oesterheld se conocieron en 1945 en el Club Arquitectura de Vicente López. Ella era parte de una familia modesta, de raíces española, mientras que él venía de una familia de origen alemán, y con una posición más acomodada.

“Lo conocí como Sócrates. Estuve un par de meses sin saber si era un apodo, apellido o nombre. Así le decían sus compañeros y lo llamaron así por años. Algunos también lo conocían como ‘el alemán’”, contaba la viuda de Oestrheld en una entrevista en la revista Siete Días, del año 2007.

Héctor Oesterheld nación el 23 de julio de 1919 y fue desaparecido en abril de 1977

Entonces, él tenía 24 años y ella apenas 18. “Era bastante mayor que yo -añadía Elsa-. Creo que lo deslumbró algo que para mí era natural: mi pasión por la lectura y la música clásica. Parece mentira, pero a mí me sedujo algo parecido en él, porque yo necesitaba tomar contacto con la sabiduría, y vaya si lo hice”.

Dos años después, en 1947, se casaron y se fueron a vivir a una casa en Béccar, frente a la estación de tren.

Elsa definía en sus entrevistas a Héctor como un hombre introvertido, que “leía las 24 horas” y era “un científico nato”. En términos políticos, él era “un libre pensador de izquierda de una inteligencia abrumadora”.

‘Sócrates’ pronto se recibió de geólogo y empezó trabajar en el Banco de Crédito Industrial, en el Departamento de Ingeniería Minera, y también en YPF. Pero su pasión real iba por otro lado.

Héctor Oesterheld y Elsa Sánchez

“Casi me divorcio”

“Como hobby escribía historias para chicos. Su cabeza era una especie de máquina de crear que no terminaba nunca. Hasta que un día la editorial Abril le ofreció la dirección de una revista, Gatito”, contaba Elsa.

Eso ocurrió a comienzos de la década del ’50 y la idea de convertirse en guionista de historietas a tiempo completo no le hizo mucha gracia a ella. “Cuando vino a mi casa y me lo dijo, casi me divorcio”, contaba en Siete días, y añadía: “Entonces pensaba que era una pavada, no podía entender cómo alguien que dominaba cuatro idiomas aceptó meterse en eso”.

Un precursor: Oesterheld en el corralito, rodeado por su familia

“Para colmo, firmaba con seudónimo”, decía la viuda de Oesterheld, hablando de este tema con el diario Tiempo Argentino, en 2011. Pero allí, añadía: “La verdad es que era tan bueno que las editoriales más importantes se lo disputaban permanentemente. Héctor para ellos era una solución porque hacía todo bien: escribía, hacía guiones excelentes, traducía..”.

Elsa resumía las virtudes de su marido como historietista de la siguiente manera: “Él transmitía emociones y sentimientos con una capacidad de síntesis muy grande” y “cambió la historieta, porque le puso contenido filosófico, político y científico”.

Diana con Martín en brazos. Marina y Elsa, de pie; Beatriz, y Estela con Fernando bebé, abajo; una fotografía del verano de 1976

“Una época maravillosa”

Para el año 1955, Oesterheld abrió su propia editorial, Frontera, donde, en sus dos revistas, Hora Cero y Frontera, crearía a sus más memorables personajes, siempre en tándem con los más talentosos dibujantes del medio, como Hugo Pratt, Francisco Solano López, Alberto Breccia, Eugenio Zoppi, entre muchos otros.

El 4 de septiembre de 1957 salía a la luz, en Hora Cero Semanal, El Eternauta, la historieta de ciencia ficción en entregas que duraría hasta 1959 y que se convertiría en un verdadero hito para en los anales de las viñetas argentinas.

Hugo Pratt era uno de los asiduos visitantes en la casa de Béccar de los Oesterheld, en los tiempos que Elsa considera

Además, a nivel familiar, a comienzos de la década del ’60, el matrimonio ya contaba con sus cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina. Elsa definía a esos tiempos como “la etapa más feliz” de su vida.

“Mi casa de Béccar era la felicidad porque ahí yo eduqué a mis hijas como se me dio la gana -añadía la mujer-. Ellas eran preciosas, y mi casa era como una universidad porque estaban todos los dibujantes que hubo acá. Era una época maravillosa, no había rutina posible en casa con ese mundo de creatividad. Hugo (Pratt) era como mi segundo marido. Venía a cenar todas las noches”.

Acerca del talento de su marido y la fatalidad criminal que cercenó su vida, Elsa reflexionaba: “Él era un creativo descomunal. No lo dejaron llegar a donde podía llegar. Creo que hubiera sido un guionista de cine, pero de esos que marcan rumbos en la historia. Era realmente un tipo genial”.

Las hermanas Oesterheld

“Estás cometiendo un grave error”

Pero los tiempos felices no duraron para siempre. A finales de los 60 y comienzos de los 70, el mundo comenzó a cambiar y la Argentina también.

“La Juventud Peronista sedujo a las chicas y a él le cambió la cabeza el Mayo Francés, y además admiraba la intelectualidad joven y la conciencia social que se había despertado”, resumía Elsa.

El padre y las hijas, cada uno por su lado, terminaron militando en Montoneros. “(Al principio) Tomé bien su militancia, pero de lo que me daba cuenta es de que todo se estaba haciendo muy violento. Y lo que vino después fue una canallada peor”, decía Elsa en Tiempo Argentino.

Algunos de los más populares personajes creados por Héctor OesterheldDiana, Beatriz, Estela y Marina Oesterheld

“Yo lo vi clarito, y se lo dije a mi esposo y a mis hijas -narraba la mujer de Oesterheld a Siete Días-. Jamás pensé en la magnitud de la matanza, pero cuando fue lo de Ezeiza (enfrentamiento armado entre facciones de izquierda y derecha peronista cuando llegó Perón a ese aeropuerto el 21 de junio de 1973) vi algo malo. Yo no me callaba nada y se lo dije a Héctor: ‘Estás cometiendo un grave error’. Jamás fue peronista y nunca perteneció a un partido político, no entendí nunca cómo fue que entró en Montoneros”.

En otras declaraciones, con mucha amargura, la mujer trataba de entender por qué su esposo ingresó a Montoneros. Según ella, él había sido “muy ingenuo” y remataba: “Era un filósofo que se olvidó de la práctica. Se plegó y adhirió a la violencia porque pensó que no había otra manera de cambiar las cosas. Su aporte fue como jefe de prensa de una revista que apoyaba a Montoneros”.

Elsa vio la masacre de Ezeiza, de junio de 1973, como un viso de que venían tiempos violentos y riesgosos para sus hijas

“Te pido que protejas a las chicas”

Cuando ya notaba que lo peor estaba por venir, Elsa hizo lo posible porque su marido despegara a las hijas de esa participación en la organización de la izquierda peronista. “Con Héctor hablamos por última vez en el bar La Fragata, de Maipú y Corrientes. Le dije: ‘Vos tenés 58 años y sabés lo que hacés. Sólo te pido que protejas a las chicas’. Fue un año y medio antes del desenlace”.

“Mis hijas lo idolatraban a él”, decía Elsa para el documental Nosotras, homenaje a Elsa Oesterheld producido por la TV Pública en el año 2010, donde contaba también la actitud del guionista ante sus pedidos: “Él me decía que no iba a ser así, era un tipo muy tranquilo. A mí lo que me importaba era que sacara a las chicas de ahí. Me oponía tenazmente a que se quedara lo más conforme porque era ‘una juventud maravillosa’. Esa frase la tengo acá. Era maravillosa, pero no para entregar la vida de esa manera”.

La intuición de Elsa acerca de lo que podían sufrir sus hijas en ese contexto del país no falló. Ninguna de las cuatro llegó a sobrevivir al horror sistemático instalado en la Argentina por la dictadura militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976.

Integrantes de Montoneros rumbo a Ezeiza el 20 de junio de 1973. Miembros de la juventud peronista de Avellaneda

Beatriz

El 19 de junio de 1976, en San Isidro, fue secuestrada Beatriz Oesterheld, de 19 años. “Beatriz era alegre, siempre estaba haciendo cosas”, la describía Elsa, y añadía un dato acerca del último día que la vio, que fue el de su desaparición: “El día que se la llevaron me propuso encontrarnos en un bar de Martínez para decirme que dejaría la militancia y se dedicaría a la Medicina, pero con una aclaración: ‘Mami, no quiero ser una doctorcita de consultorio, me voy a instalar en la selva, como el Che, o en los barrios, donde la gente necesite ayuda de verdad’. Ese día la secuestraron y su cuerpo fue el único que recibí de las cuatro”.

Beatriz desapareció cuando se dirigía a Villa La Cava y el 7 de julio llamaron a Elsa desde la comisaría de Virreyes para notificarla de que su hija había muerto. Según la versión policial, esto había sido en un enfrentamiento.

Elsa estaba convencida de que ella misma había sido utilizada como señuelo para que los hombres de la dictadura ubiquen a su hija. Así que, a partir de ahí, anuló los mínimos contactos que tenía con los demás. Héctor Oesterheld, por su parte, hacía tiempo había pasado a la clandestinidad.

Beatriz Oesterheld desapareció en junio de 1976 y su cuerpo fue el único que Elsa pudo recuperar

Diana y Fernando

Diana tenía 23 años y desapareció en Tucumán, donde vivía con su pareja Raúl -también desaparecido- y un hijo de un año, Fernando. Ella estaba embarazada de seis meses. “Diana era un calco mío -la describía Elsa-. Se casó con un excelente muchacho de familia humilde y decidieron ir a vivir a Tucumán, donde desapareció embarazada de su segundo hijo”.

Hay versiones que dicen que Diana fue trasladada a Campo de Mayo, donde dio a luz a su criatura, que nunca pudo reencontrarse con su abuela. Fernando, en tanto, fue abandonado por los represores como NN en la Casa Cuna de San Miguel de Tucumán, de donde lo recuperaron sus abuelos paternos.

En el documental de la TV Pública, la viuda de Héctor Oesterheld no acreditaba la versión del traslado de su hija Diana: “Me dijeron que la habían traído para acá para tener familia, pero no, fue en el departamento de policía de Tucumán. La martirizaron de la manera más feroz, ella se quiso suicidar, tenía o le dieron una pastilla de cianuro, pero se la sacaron para que viviera y sufriera más… ”.

Diana Oesterheld desapareció en Tucumán, donde vivía con su pareja y su hijo de un año; estaba embarazada de seis meses

Estela y Martín

Estela, la mayor de las Oesterheld, fue asesinada junto a su pareja Raúl Mortola por un patota que actuaba de civil el 14 de julio de 1977. Ambos tenían un hijo de tres años, Martín. “Estela era la mayor, la que conocí más -contaba Elsa-. Al margen de su hermosura y sus ojos increíbles me resultaba impresionante lo que transmitía su presencia”.

Estela Oesterheld y Raúl Mortola tenían un hijo de tres años cuando desaparecieron, en junio de 1977

Marina

Entre el 27 de noviembre y el 5 de noviembre de 1977, Marina Oesterheld, de 20 años, fue secuestrada en San Isidro. También estaba embarazada, de ocho meses. “Marina fue la que menos conocí, era la más chica, introvertida como el padre, fue la última que entró a la militancia”.

Hay información de que Marina, que estaba en pareja con Oscar Seindlis, también desaparecido, habría dado a luz también en cautiverio.

Luego de enumerar la situación en la que desaparecieron sus hijas, Elsa añadía en su testimonio un dato para nada menor: “A todo esto hay que agregar lo de Héctor, que cayó en el medio de la tragedia. Estaba afuera del país y seguro esperaban matar a las chicas para que él volviera. Los asesinos estaban interesados en él, les importaba más que sus hijas, porque no tiene ni pies ni cabeza la forma en que las asesinaron”.

Marina Oesterheld era la menor de la familia, y estaba embarazada de ocho meses cuando desapareció

El encuentro de Oesterheld con su nieto Martín

Héctor Oesterheld fue secuestrado en La Plata, el 27 de abril de 1978. “A las chicas las mataron antes que a él”, acotaba Elsa, que también contaba un dato estremecedor: que su nieto Martín, el hijo de Estela, había sido llevado un rato a visitar a su abuelo cuando este estaba detenido desaparecido. “El oficial que custodiaba a Martín lo llevó a ver a mi marido, para que le dijera dónde quería que entregara a su nieto. Héctor le dio la dirección de mis padres, que era donde estaba yo en ese momento”.

La viuda de Oesterheld contaba entonces que cuando el hombre llegó para entregarle a su nieto Martín, le dio algunos datos sobre su marido: “Señora, le voy a decir la verdad, su marido está vivo. Está así, está asá, el nene estuvo con él y le va a contar todo”. En efecto, el pequeño Martín le confirmó a su abuela que había estado con “Dady”, que era como le decían a Héctor. Elsa aseveraba que el encuentro se había dado en el centro de detención conocido como Sheraton, en Lomas del Mirador.

Todos los personajes de Héctor Oesterheld preguntan dónde está su creador

Hacer frente a la tragedia

A lo largo de las distintas entrevistas, Elsa Sánchez de Oesteheld fue exhibiendo distintas respuestas ante la inmensa tragedia que le tocó vivir. Ante el interrogante de cómo hizo para seguir viviendo luego de tanto dolor, ella respondió: “Esa es la gran pregunta. Yo no hice nada, no lo sé, me aferré a los chicos (sus nietos), creo que ahí saqué todo mi coraje. Me salvaron la vida”.

“El drama no me daba margen -respondió en otra oportunidad-. Estaba paralizada y sentía que mi vida iba a terminar. No quería salir de mi casa, me costaba reunirme con gente, pero lo que me dio fuerzas fueron mis nietos y acercarme a Abuelas de Plaza de Mayo por consejo de Adolfo Pérez Esquivel. Para colmo, le tenía que sumar a mis problemas lo que le pasaba a los demás: viví de cerca la desaparición de Azucena (Villaflor), de las monjas francesas, el secuestro de amigos cercanos, de compañeras de las nenas..”.

Pese a que Elsa encontró un lugar y un propósito en Abuelas, en algunas de sus declaraciones mostraba una notable, y lógica, angustia: “Yo no sé ni quién soy, ni cómo vivo, porque de lo que yo he sido no hay nada. Nada”. En otras ocasiones hablaba de su “desesperación” que la llevaba casi a “desear la muerte” ya que no encontraba ningún razón para vivir.

Un encuentro entre Elsa Oesterheld y Cristina Kirchner, en 2010

“Se fue en paz”

“Los chicos (sus nietos), ya felizmente son chicos espléndidamente bien plantados sobre sus pies, tienen una genética maravillosa y van a seguir una vida que realmente vale la pena vivirla, yo amo la vida por sobre todas las cosas, la amé siempre, pero ahora ya realmente no tengo consuelo”, añadía.

En el documental Elsa Sánchez de Oesterheld, un testimonio de vida, memoria de todos, de Néstor Petruccelli, del año 2011, la propia mamá de Estela, Diana, Beatriz y Marina, aseveraba serena: “Ya hoy me puedo morir tranquila, porque mi familia renació”.

Martín, nieto del genial Héctor Oesterheld, junto a

La mujer concluía con una declaración de triunfo contra los asesinos de sus seres amados: “Soy una persona que juré que no me iban a aplastar y que iba a recuperar lo que me había quedado. Y hoy lo puedo decir que tengo la gran satisfacción de haber tenido la dicha enorme de mantenerme en pie”.

“Se fue en paz. Había dado todo lo que tenía. Fue la mujer que me crio tras la desaparición de mis padres”, expresó su nieto, el cineasta Martín Mortola Oesterheld, a la agencia Télam cuando Elsa murió, el 20 de junio de 2015. Tenía 90 años.

Las palabras que dijo también su nieto en aquella jornada marcan también el tamaño de la tragedia vivida por la familia Oesterheld: “Me dejó la persona que me crio y me acompañó en el camino de reconstruir la memoria de mis padres. Es el primer pariente que puedo enterrar y eso no es poco”.

El Eternauta. Cr. Marcos Ludevid / Netflix ©2025

La búsqueda de los nietos

Tras el estreno de la serie en Netflix, la agrupación H.I.J.O.S comenzó una campaña en las redes sociales: “¿Estás mirando El Eternauta? Si es así y naciste en noviembre de 1976 o entre noviembre de 1977 y enero de 1978 y tenés dudas sobre tu identidad o la de alguien que nació en esas fechas, contactate con Abuela”, escribieron en X. Y agregaron: “Seguimos buscando a los nietos/nietas de Héctor Germán Oesterheld y Elsa Sánchez, y tal vez estén viendo esta serie basada en la obra de HGO y Francisco Solano López”.

 En distintas entrevistas, a lo largo de los años, Elena Sánchez contó cómo sobrevivió al dolor: en menos de dos años, la dictadura militar terminó con la vida de su esposo, Héctor Oesterheld, y de sus hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina  LA NACION

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