Interés GeneralNacionalesUltimas Noticias

Un mileísmo sin Milei, pero con ira para todos

¿Son o se hacen? Ese es el nuevo quid de la cuestión política en este año electoral: si la campaña de la ira que protagonizan el presidente Javier Milei y algunos de sus ministros claves en las últimas semanas es una táctica electoralista o habla de un alma mileísta. Las dos cosas son posibles. Por un lado, la elección legislativa obliga al mileísmo a competir sin Milei: una prueba de fuego que enfrenta por primera vez en su corta vida partidaria le pone presión al oficialismo y lo lleva a activar toda la munición política a su alcance. Sin Milei como candidato, se impone la necesidad de mileizarlo todo, y a todos los candidatos: “Adorni es Milei” es uno de los eslóganes centrales en la ciudad. Una táctica que cunde en otros territorios, aun los más alejados de la guerra política por el AMBA.

“Somos Javier Milei en Misiones”, posteó el candidato a primer diputado por La Libertad Avanza de esa provincia, el agente productor de Bolsa Diego Hartfield. Lo acompañó con una imagen generada por IA al más puro estilo de su conductor político, que muestra la transmutación continua de Hartfield en un león de melena y rugido imponente: digno de verse. Curioso, aún más que las imágenes de IA con las que se entretiene el Presidente: skins sanmartinianas o inspiradas en épicas varias, reales o de sagas ficcionales, para exhibir su autoridad. La sobriedad no está de moda en política y no es solo un fenómeno de la Argentina mileísta: Estados Unidos y Donald Trump vibran con la misma onda y los mismos recursos. Pero esa ausencia queda más expuesta todavía cuando los personajes menores de la política se suben al mismo registro. Abunda la muerte del superyó entre los libertarios: les divierte. Pero no solo eso: al mismo tiempo, consolida su base electoral más identitaria, copa la conversación pública y agita el ánimo de sus enemigos políticos. Esa indignación opositora suma a la confrontación diaria con la que el oficialismo mantiene viva la llama de su osadía. Con esa lógica, apuntan a ganar las elecciones en X, en principio.

El gremio de colectiveros confirmó el paro de 24 horas para mañana y el Gobierno lo califica de “extorsivo”

En política, 2025 representa la fase 2 de la gobernabilidad mileísta, un mileísmo sin Milei que sea capaz de ganar elecciones. La fase 1 fue llegar a la presidencia, gobernar con lo propio en la más absoluta minoría y tener éxitos macroeconómicos reconocidos. En la fase 2 hay riesgos para Milei, también para la Argentina. El mayor escudo protector anti derrota electoral es esperable: la economía. En esa esfera, desde el Gobierno ya imaginan el pronto desembarco de la fase 4: el rollover de la deuda pública, según el título de una columna económica del mismo Hartfield, con menores costos y mejores plazos. Mientras, sigue la preparación para ese escenario dentro de la fase 3, con los estímulos que buscan recapitalizar la economía sin generar inflación e impactar en el crecimiento. Los anticipos de Luis Caputo sobre la bimonetarización de facto de la economía van por ese lado: a descolchonizar la Argentina para liberar el uso de dólares y poner en marcha el consumo y la producción.

Las preguntas se acumulan en ese punto, a la espera de que el Gobierno oficialice esas medidas y dé precisiones. Economistas independientes lo ven con expectativa. A los más institucionalistas les preocupan dos cosas: la oficialización de la informalidad y de la opacidad de los orígenes de esos dólares. A los más prácticos, hasta qué punto la ARCA hará la vista gorda.

La idea es esta: el sapo más fácil de tragar es el blanqueamiento de una economía gris, pero el más duro de deglutir es la consolidación de una economía basada en la más pura ilegalidad, con dinero proveniente del narco o la corrupción, por ejemplo. A otros más “ñoños”, según la lengua libertaria, los inquieta la falta de coherencia, es decir, la pérdida de confianza intertemporal que implica saltar de un blanqueo de capitales aprobado por el Congreso y con costos para los blanqueadores a otro, un año después, decidido discrecionalmente desde el Poder Ejecutivo y sin lógica de premios para el que cumplió impositivamente y algún costo para el que se demoró hasta el blanqueo. Hay que esperar a la letra chica de las medidas para comprender la racionalidad de los avances de Caputo.

En política, la fase 2 supone varias cosas. Milei metido de lleno en la campaña, con presencia en alguno de los escenarios del territorio nacional. Además, la nacionalización de cada propuesta subnacional: motosierra, inflación a la baja y salida del cepo como la identidad de la visión política, no importa de qué provincia se trate. Y la confrontación a la enésima potencia como otra cara del pragmatismo táctico. La elección del periodismo como enemigo favorito en las últimas semanas es la contracara de una sostenida debilidad de la oposición política. Para el mileísmo, ni como corporación ni en sus individualidades, los políticos son enemigos políticos de suficiente peso como para aprovecharlos en la campaña. Hay que sumar otros enemigos: economistas, artistas o periodistas. Cada corporación tiene un rol en la estrategia electoral mileísta.

El año pasado la pregunta política era: ¿la ven? Estaba aplicada a todo aquel que no era oficialista y a su incomprensión de un arcano macroeconómico y de representación popular que el mileísmo cree interpretar mejor que nadie. El resultado electoral le dio la razón en relación con su capacidad de representación. El resultado económico acompaña al Gobierno incluso en áreas muy complejas que siempre han sido el inicio de la crisis de los gobiernos argentinos: por ejemplo, el tema del tipo de cambio.

Desde la salida mileísta del cepo, el movimiento del dólar genera más tranquilidad que incertidumbre. A la calma de la inflación a la baja, el Gobierno logró sumarle una flotación entre bandas tranquila. Hay quienes auguran que es calma chicha: habrá tormentas por la apreciación del peso, sostienen. ¿La ven? No la ven, dicen los libertarios.

Ahora el interrogante –¿son o se hacen?– recae sobre el Gobierno y los dobleces de su proyecto político: ¿hay un sueño de una macroeconomía pujante a costa de algún tipo, más o menos grave, de debilidad institucional? Ahí encaja la cuestión del alma mileísta. El modo con que el mileísmo viene fustigando al periodismo en sentido amplio, o personalizando ataques arbitrarios o armando listas discutibles de periodistas réprobos cae dentro de esa pregunta.

“La ciudad no necesita motosierra”: mano a mano con Mauricio Macri y Silvia Lospennato

Los periodistas no son héroes pero el periodismo independiente, que toma distancia del poder, tiene un rol en la maquinaria democrática: hacer visible lo que el poder quiere ocultar. Porque el poder, por definición, es opaco, y en algunos casos, oscurísimo. Por definición, ese es el lugar del periodismo en sentido más estricto e interesante. El rol del periodismo de investigación durante el kirchnerismo lo deja claro.

Por momentos, la lógica confrontativa de Milei con el periodismo no apunta a su mejora, sino que se termina inscribiendo en el mismo modus operandi que el kirchnerismo. Quienes relativizan el tono de los cuestionamientos mileístas los minimizan comparándolos con los extremos del kirchnerismo: el apriete a periodistas vía AFIP, las presiones secretas a las redacciones o las amenazas directas.

Milei no mandó a nadie a la cárcel. Eso es cierto. También es cierto que lo que esas voces le perdonan a Milei no se lo hubieran perdonado al kirchnerismo. Generar esa doble vara es un problema para Milei y para la Argentina: un claro ejemplo del péndulo, que nunca se queda quieto en un extremo. En esa mecánica, el riesgo es que vuelva el extremo opuesto.

La confrontación mileísta es parte de un manual de gobernabilidad política actual global. Pero en el caso de la gestión de Milei, hay un punto en el que parece perder sentido: el caudal de logros económicos que tiene para mostrar podría serle electoralmente útil para consolidar y ampliar el apoyo ciudadano. En una sociedad menos confrontativa y arrinconada por la polarización alentada desde el poder, la economía calma sería un dato electoral incuestionable para una ciudadanía menos radicalizada. En 2024, el mayor apoyo a Milei estuvo dado en ese descubrimiento de la armonía vital que traía la inflación a la baja. En cambio, la confrontación intensifica identidad de base pero resta ampliación de apoyo. A los más independientes los arrincona.

Racionalidad macro versus racionalidad institucional: la elección en la ciudad resulta un caso testigo de ese dilema. El 18 de mayo el antikirchnerismo republicano porteño y su disposición institucionalista, que le dieron la identidad y el triunfo a Pro durante tantos años, se pondrán a prueba. Dentro del cuadrante de centroderecha porteña, la ecuación a dilucidar es esta: si en la ciudad, el candidato libertario se impone por sobre la candidata de Pro quiere decir que la utopía republicana de Pro pierde en el bastión donde ese valor era más fuerte, además de Córdoba.

“La Argentina retrocedió a la Argentina de 2004 o 2005, cuando se le perdonaba todo a Néstor Kirchner. Ahora pasa lo mismo con Milei”, describen con realismo, o resignación, desde un sector de la campaña de Pro porteño. ¿Por qué no aprovechar la identidad institucionalista justo cuando Milei está intensificando su juego al filo de la democracia, aunque del lado de adentro, como Milei mismo ha explicado? “Nadie quiere que lo rayen a Milei”, reconocen en ese sector. En esa lectura política, hubo que esperar hasta la crisis del campo en 2008 para que la ciudadanía y la oposición tomaran conciencia y pusieran límites: el gobierno de Milei es todavía joven para la concientización de esas alertas. No se encontró aún con su propia crisis del campo.

El riesgo de un gobierno como el mileísta es estar incubando a fuego lento su propios límites futuros, justo para una gestión que necesita de su reproducción futura para garantizar el desarrollo pleno de la macroeconomía con la que sueña. La intensidad de la confrontación siempre corre el riesgo de terminar convirtiéndose en hartazgo ciudadano.

¿Son o se hacen? Ese es el nuevo quid de la cuestión política en este año electoral: si la campaña de la ira que protagonizan el presidente Javier Milei y algunos de sus ministros claves en las últimas semanas es una táctica electoralista o habla de un alma mileísta. Las dos cosas son posibles. Por un lado, la elección legislativa obliga al mileísmo a competir sin Milei: una prueba de fuego que enfrenta por primera vez en su corta vida partidaria le pone presión al oficialismo y lo lleva a activar toda la munición política a su alcance. Sin Milei como candidato, se impone la necesidad de mileizarlo todo, y a todos los candidatos: “Adorni es Milei” es uno de los eslóganes centrales en la ciudad. Una táctica que cunde en otros territorios, aun los más alejados de la guerra política por el AMBA.

“Somos Javier Milei en Misiones”, posteó el candidato a primer diputado por La Libertad Avanza de esa provincia, el agente productor de Bolsa Diego Hartfield. Lo acompañó con una imagen generada por IA al más puro estilo de su conductor político, que muestra la transmutación continua de Hartfield en un león de melena y rugido imponente: digno de verse. Curioso, aún más que las imágenes de IA con las que se entretiene el Presidente: skins sanmartinianas o inspiradas en épicas varias, reales o de sagas ficcionales, para exhibir su autoridad. La sobriedad no está de moda en política y no es solo un fenómeno de la Argentina mileísta: Estados Unidos y Donald Trump vibran con la misma onda y los mismos recursos. Pero esa ausencia queda más expuesta todavía cuando los personajes menores de la política se suben al mismo registro. Abunda la muerte del superyó entre los libertarios: les divierte. Pero no solo eso: al mismo tiempo, consolida su base electoral más identitaria, copa la conversación pública y agita el ánimo de sus enemigos políticos. Esa indignación opositora suma a la confrontación diaria con la que el oficialismo mantiene viva la llama de su osadía. Con esa lógica, apuntan a ganar las elecciones en X, en principio.

El gremio de colectiveros confirmó el paro de 24 horas para mañana y el Gobierno lo califica de “extorsivo”

En política, 2025 representa la fase 2 de la gobernabilidad mileísta, un mileísmo sin Milei que sea capaz de ganar elecciones. La fase 1 fue llegar a la presidencia, gobernar con lo propio en la más absoluta minoría y tener éxitos macroeconómicos reconocidos. En la fase 2 hay riesgos para Milei, también para la Argentina. El mayor escudo protector anti derrota electoral es esperable: la economía. En esa esfera, desde el Gobierno ya imaginan el pronto desembarco de la fase 4: el rollover de la deuda pública, según el título de una columna económica del mismo Hartfield, con menores costos y mejores plazos. Mientras, sigue la preparación para ese escenario dentro de la fase 3, con los estímulos que buscan recapitalizar la economía sin generar inflación e impactar en el crecimiento. Los anticipos de Luis Caputo sobre la bimonetarización de facto de la economía van por ese lado: a descolchonizar la Argentina para liberar el uso de dólares y poner en marcha el consumo y la producción.

Las preguntas se acumulan en ese punto, a la espera de que el Gobierno oficialice esas medidas y dé precisiones. Economistas independientes lo ven con expectativa. A los más institucionalistas les preocupan dos cosas: la oficialización de la informalidad y de la opacidad de los orígenes de esos dólares. A los más prácticos, hasta qué punto la ARCA hará la vista gorda.

La idea es esta: el sapo más fácil de tragar es el blanqueamiento de una economía gris, pero el más duro de deglutir es la consolidación de una economía basada en la más pura ilegalidad, con dinero proveniente del narco o la corrupción, por ejemplo. A otros más “ñoños”, según la lengua libertaria, los inquieta la falta de coherencia, es decir, la pérdida de confianza intertemporal que implica saltar de un blanqueo de capitales aprobado por el Congreso y con costos para los blanqueadores a otro, un año después, decidido discrecionalmente desde el Poder Ejecutivo y sin lógica de premios para el que cumplió impositivamente y algún costo para el que se demoró hasta el blanqueo. Hay que esperar a la letra chica de las medidas para comprender la racionalidad de los avances de Caputo.

En política, la fase 2 supone varias cosas. Milei metido de lleno en la campaña, con presencia en alguno de los escenarios del territorio nacional. Además, la nacionalización de cada propuesta subnacional: motosierra, inflación a la baja y salida del cepo como la identidad de la visión política, no importa de qué provincia se trate. Y la confrontación a la enésima potencia como otra cara del pragmatismo táctico. La elección del periodismo como enemigo favorito en las últimas semanas es la contracara de una sostenida debilidad de la oposición política. Para el mileísmo, ni como corporación ni en sus individualidades, los políticos son enemigos políticos de suficiente peso como para aprovecharlos en la campaña. Hay que sumar otros enemigos: economistas, artistas o periodistas. Cada corporación tiene un rol en la estrategia electoral mileísta.

El año pasado la pregunta política era: ¿la ven? Estaba aplicada a todo aquel que no era oficialista y a su incomprensión de un arcano macroeconómico y de representación popular que el mileísmo cree interpretar mejor que nadie. El resultado electoral le dio la razón en relación con su capacidad de representación. El resultado económico acompaña al Gobierno incluso en áreas muy complejas que siempre han sido el inicio de la crisis de los gobiernos argentinos: por ejemplo, el tema del tipo de cambio.

Desde la salida mileísta del cepo, el movimiento del dólar genera más tranquilidad que incertidumbre. A la calma de la inflación a la baja, el Gobierno logró sumarle una flotación entre bandas tranquila. Hay quienes auguran que es calma chicha: habrá tormentas por la apreciación del peso, sostienen. ¿La ven? No la ven, dicen los libertarios.

Ahora el interrogante –¿son o se hacen?– recae sobre el Gobierno y los dobleces de su proyecto político: ¿hay un sueño de una macroeconomía pujante a costa de algún tipo, más o menos grave, de debilidad institucional? Ahí encaja la cuestión del alma mileísta. El modo con que el mileísmo viene fustigando al periodismo en sentido amplio, o personalizando ataques arbitrarios o armando listas discutibles de periodistas réprobos cae dentro de esa pregunta.

“La ciudad no necesita motosierra”: mano a mano con Mauricio Macri y Silvia Lospennato

Los periodistas no son héroes pero el periodismo independiente, que toma distancia del poder, tiene un rol en la maquinaria democrática: hacer visible lo que el poder quiere ocultar. Porque el poder, por definición, es opaco, y en algunos casos, oscurísimo. Por definición, ese es el lugar del periodismo en sentido más estricto e interesante. El rol del periodismo de investigación durante el kirchnerismo lo deja claro.

Por momentos, la lógica confrontativa de Milei con el periodismo no apunta a su mejora, sino que se termina inscribiendo en el mismo modus operandi que el kirchnerismo. Quienes relativizan el tono de los cuestionamientos mileístas los minimizan comparándolos con los extremos del kirchnerismo: el apriete a periodistas vía AFIP, las presiones secretas a las redacciones o las amenazas directas.

Milei no mandó a nadie a la cárcel. Eso es cierto. También es cierto que lo que esas voces le perdonan a Milei no se lo hubieran perdonado al kirchnerismo. Generar esa doble vara es un problema para Milei y para la Argentina: un claro ejemplo del péndulo, que nunca se queda quieto en un extremo. En esa mecánica, el riesgo es que vuelva el extremo opuesto.

La confrontación mileísta es parte de un manual de gobernabilidad política actual global. Pero en el caso de la gestión de Milei, hay un punto en el que parece perder sentido: el caudal de logros económicos que tiene para mostrar podría serle electoralmente útil para consolidar y ampliar el apoyo ciudadano. En una sociedad menos confrontativa y arrinconada por la polarización alentada desde el poder, la economía calma sería un dato electoral incuestionable para una ciudadanía menos radicalizada. En 2024, el mayor apoyo a Milei estuvo dado en ese descubrimiento de la armonía vital que traía la inflación a la baja. En cambio, la confrontación intensifica identidad de base pero resta ampliación de apoyo. A los más independientes los arrincona.

Racionalidad macro versus racionalidad institucional: la elección en la ciudad resulta un caso testigo de ese dilema. El 18 de mayo el antikirchnerismo republicano porteño y su disposición institucionalista, que le dieron la identidad y el triunfo a Pro durante tantos años, se pondrán a prueba. Dentro del cuadrante de centroderecha porteña, la ecuación a dilucidar es esta: si en la ciudad, el candidato libertario se impone por sobre la candidata de Pro quiere decir que la utopía republicana de Pro pierde en el bastión donde ese valor era más fuerte, además de Córdoba.

“La Argentina retrocedió a la Argentina de 2004 o 2005, cuando se le perdonaba todo a Néstor Kirchner. Ahora pasa lo mismo con Milei”, describen con realismo, o resignación, desde un sector de la campaña de Pro porteño. ¿Por qué no aprovechar la identidad institucionalista justo cuando Milei está intensificando su juego al filo de la democracia, aunque del lado de adentro, como Milei mismo ha explicado? “Nadie quiere que lo rayen a Milei”, reconocen en ese sector. En esa lectura política, hubo que esperar hasta la crisis del campo en 2008 para que la ciudadanía y la oposición tomaran conciencia y pusieran límites: el gobierno de Milei es todavía joven para la concientización de esas alertas. No se encontró aún con su propia crisis del campo.

El riesgo de un gobierno como el mileísta es estar incubando a fuego lento su propios límites futuros, justo para una gestión que necesita de su reproducción futura para garantizar el desarrollo pleno de la macroeconomía con la que sueña. La intensidad de la confrontación siempre corre el riesgo de terminar convirtiéndose en hartazgo ciudadano.

 Sin el Presidente en la boleta, el Gobierno apuesta a “mileizarlo” todo y a todos los candidatos, incluso en la furia  LA NACION

Read More

Related Articles

Back to top button
Close
Close