El parque austral que es refugio de especies en peligro y estrenó un moderno planetario

Para llegar hay que atravesar la estepa, ese territorio que prevalece en la Patagonia austral. Un dominio amarillo de coirones y expresiones mínimas, inmenso, constante, que genera un sentimiento muy parecido a la euforia y a la melancolía a la vez.
Aterrizamos en Comodoro Rivadavia y manejamos hacia Santa Cruz hasta encontrar la RN 40. Dejamos atrás el pueblo de Perito Moreno, el último destino urbano antes del portal Cañadón Pinturas, uno de los tantos ingresos al Parque Patagonia. Allí, la cosa empieza a cambiar: la estepa se alterna con mesetas, cañadones y humedales. Hacia el oeste, cuando el cielo está despejado, se adivinan los Andes y el gran cerro San Lorenzo de 3.750 metros de altura.
Llegamos al atardecer, acompañados por Marian Labourt de la fundación Rewilding Argentina, que gestiona las 92.000 hectáreas del área que aún no se donaron al Estado nacional. Hay que recordar que, al oeste y al norte, este parque es vecino del Parque Nacional Patagonia y, al este, del Parque Provincial Cueva de las Manos.
Los grupos de guanacos aparecen a ambos lados del camino. Más allá, unos choiques se empeñan en husmear la tierra en busca de alimento. Los veremos una y otra vez durante los próximos días.
Dormir bajo las estrellas
Llegar a La Posta de Los Toldos es una suerte de premio, después de manejar seis horas desde Comodoro Rivadavia, que es la vía más rápida para los que vienen desde el norte del país.
La estufa a leña está encendida en el amplio living que oficia de recepción y comedor con grandes ventanales por donde se cuela el paisaje. Gabriela Rüttimann, la anfitriona, nos recibe con una cálida bienvenida. Nos instalamos en los cuartos, que tienen todas las comodidades necesarias para enfrentar el clima áspero de la zona.
La cena se comparte en una gran mesa con los huéspedes de la posada: una idea que fomenta el intercambio de experiencias e historias. El menú, casero, delicioso, elaborado con productos locales, se organiza en tres pasos que se disfrutan con largas charlas y una copa de vino.
Antes de irnos a dormir, vamos en grupo hasta un pequeño observatorio de piedra a cielo abierto, a unos metros de la hostería. El fuego está listo y los cueritos de oveja están dispuestos para que nos sentemos a mirar las estrellas sin apuro.
Si hay algo que caracteriza a las personas que trabajan en el parque, es el compromiso con el proyecto de Rewilding, no importa la tarea que desempeñen. El valor del cuidado y la recuperación de la vida silvestre termina contagiando. Uno regresa, inevitablemente, más consciente de lo que llegó.
El parque tiene unos 100 kilómetros de senderos acondicionados para caminar. Todos son autoguiados y fueron diseñados con un criterio panorámico. Además, se realizaron trabajos para facilitar el tránsito mediante escalones y plataformas que se integran al paisaje. Hay trayectos de baja, media y alta dificultad, pero todos suelen ser muy amables. Algunos senderos se enlazan formando circuitos más largos; otros requieren un traslado en auto para iniciarlos. Todos tienen cartelería y servicios de baños secos.
Aquellos que busquen un desafío extra, por fuera de los senderos, deberán contratar un guía autorizado. Está prohibido adentrarse por las suyas, para evitar accidentes o perderse.
Cómo empezó todo
El Parque Patagonia se encuentra al sur de la meseta del lago Buenos Aires. Una porción menor, sin embargo, está situada al norte, con tierras privadas en el medio. Ese sector –que hoy es Parque Nacional– corresponde a lo que fue la estancia La Ascensión y se accede por el portal del mismo nombre.
El sueño de Rewilding Argentina es que todo sea, algún día, una gran región binacional preservada que continúe más allá de la frontera (N de la R: en Chile, ya existe el Parque Nacional Patagonia, en cuya formación intervino la misma fundación).
Del lado argentino, la iniciativa surgió para proteger al macá tobiano. La población de esta ave endémica de Santa Cruz había decrecido en un 80% cuando la fundación Aves Argentinas, que trabajaba en la problemática, fue a pedirle ayudar a Douglas Tompkins (1943-2015). El hombre –multimillonario y filántropo–, que ya venía trabajando en los esteros del Iberá con varias especies en peligro, los ayudó. Básicamente, consiguió los fondos para comprar las tierras que constituían uno de los últimos refugios de la especie.
El Unco, la estación biológica
Para empezar a conocer el parque, nada mejor que adentrarnos en el trabajo de restauración del ecosistema. Entonces, partimos hacia la estación biológica El Unco en compañía de dos de sus integrantes, Jorge Maldonado y Nicolás Gizzi. La idea de esta nueva propuesta para el visitante es mostrar cómo se trabaja puertas adentro.
La estación ocupa a unas 15 personas; algunos se dedican a las tareas científicas de recopilación de datos y elaboración de conclusiones; otros salen al campo. Además, hay un programa de voluntarios que permite a los interesados con un perfil acorde sumarse a las diferentes tareas.
De camino, sobre la RN 40, comprobamos lo que unos huéspedes nos comentaron durante la cena en la posada. En varios sectores del camino, enganchados en los alambrados que delimitan las propiedades privadas, hay restos de guanacos que se quedaron atascados y murieron. Los huesos y el cuero ajados por el sol y el tiempo ponen en evidencia un problema serio.
“Rewilding ya sacó la última línea de alambre en todo el cercado perimetral, lo que disminuyó la mortandad”, asegura Jorge. A esa altura, el guanaco salta y no se queda enganchado. El guanaco no conoce los límites de los hombres y sigue por instinto su ruta ancestral”, concluye.
Una vez, en El Unco salimos a recorrer el humedal, que tiene 22 hectáreas y se restituyó luego de encauzar las vertientes y suspender la ganadería y la agricultura. El sitio es el nuevo hogar del coipo, una de las especies que se trajeron hasta aquí porque había desaparecido en la zona. Un gran número de cámaras trampa dan testimonio del programa de seguimiento.
El coipo es importante porque dispersa juncos y el junco impide la evaporación del agua de los humedales, incluso en la estación seca. Además, crea plataformas vegetales sobre el agua, hecho que facilita la nidificación de las aves migratorias que terminan adoptando el lugar dentro de su ruta. Es una suerte de ingeniero que crea caminos internos en el humedal, que delimita sendas para que otras especies transiten con facilidad: les hace la vida más fácil para que se queden.
El humedal atrae y multiplica la vida. En toda la zona, hay 34 variedades de aves. Mientras lo recorremos, vemos patos overos, gallaretas; incluso es posible avistar gallinetas australes, una especie que tiene aquí su población más numerosa y que, hasta 1998, se creía extinta. “Detectamos 60 individuos, los anillamos y les pusimos transmisores de VHF para aprender sus hábitos”, nos cuentan.
Otros programas apuntan al seguimiento del gato del pajonal, una especie bastante difícil de observar, lo llaman “gato fantasma”. También hay proyectos de seguimiento y estudio de pumas en las diferentes etapas de desarrollo. Iniciativas vinculadas al chinchillón anaranjado, a los mesodepredadores (animales de gran tamaño que cazan y son cazados), al choique y al guanaco.
Estas dos últimas especies abundan en la zona, aunque su población podría ser mayor en relación con la extensión de tierra disponible. En estos casos, la idea es translocar individuos hacia zonas donde hayan desaparecido. Varios choiques ya viajaron al Chaco y a La Pampa. Incluso, unos 15 cruzaron la frontera hacia Chile en el primer traslado de fauna silvestre transnacional de toda Sudamérica, justo un día antes de nuestra llegada.
El próximo sueño es la reintroducción del huemul, extinto en el área. Vamos a visitar el gigantesco corral que tienen preparado, mientras nos explican los estudios necesarios para que la tarea sea un éxito. Estos proyectos demandan una gran investigación y trabajo previo.
“Muchas de estas iniciativas se concretan con el apoyo de la fundación Freyja y apuntan a la restauración de los ambientes, la erradicación de especies exóticas y la divulgación”, señala Marian Labourt.
Nos dan una verdadera clase sobre los diferentes elementos usados para identificar especies, todos dotados de última tecnología: collares con transmisores para los pumas hasta diminutos dispositivos para las aves, que mediante cámaras o señales VHF, conectadas a un satélite, generan información sobre hábitos, desplazamientos e interacciones.
Buscando a Sable
El almuerzo transcurre con una vista soñada al Cañadón Caracoles. Las últimas margaritas silvestres aparecen enhiestas con sus pimpollos blancos antes de que lleguen los grandes fríos.
Jorge nos propone salir a buscar pumas. En su receptor, ha captado una señal intensa de Sable, una de las hembras que monitorean hace tiempo. Allá vamos con la antena que trabaja por telemetría y funciona como una brújula. Primero en camioneta y luego a pura caminata cerro arriba, tratando de hablar suave y pisar aún más suave.
Es difícil divisar a Sable, aunque la señal es cada vez más fuerte cuando llegamos a un pequeño cañadón por donde corre un arroyito. Los binoculares no devuelven ninguna imagen hasta que Nicolás la advierte entre unos arbustos. Aunque intentamos acercarnos, no logramos volver a verla. Se ha metido en un matorral, en la base del cañadón, y es peligroso acercarse porque anda con dos cachorros.
Tierra de trekkers
Frente a la hostería Los Toldos está el inicio del sendero Tierra de Colores, uno de los más atractivos. Es muy fácil, no lleva más de una hora y atraviesa una formación del Jurásico donde afloran colores increíbles: marrón, amarillo, ocre y, sobre todo, varios tonos de rojo, producto del óxido de hierro en diferentes momentos de oxidación.
A lo lejos se avizora la meseta del lago Buenos Aires. Más adelante, aparece la meseta Sumich, otro macizo destacado de la zona.
El día es soleado y el viento está completamente ausente, algo poco frecuente en la región, así que caminar es una delicia. Los días sin viento van a ser la característica de las jornadas que vendrán, por lo que agradecemos este inesperado gesto de la naturaleza.
Reponemos fuerzas con un sabroso almuerzo en la hostería. Hoy, el menú invita con pastel de carne de cordero y cabutia, siempre con una entrada previa y un postre: esta vez, chocotorta.
Por la tarde nos espera el sendero La Guanaca, unos seis kilómetros que llevan hasta la cima del cerro Amarillo. Desde arriba se puede ver la confluencia de los cañadones Pinturas y Caracoles, con el río Pinturas que se desliza entre ambos. Si giramos la cabeza, se divisan los cerros Chato y Poivre. Lo mejor: una pareja de cóndores planea en lo alto.
Una mujer, un planetario
El Centro de Interpretación y Planetario lleva el nombre de la mujer que lo soñó, Elsa Rosenvasser Feher. Esta física argentina desarrolló gran parte de su carrera en los Estados Unidos. Fue integrante del Exploratorium de San Francisco y dirigió el Centro Interactivo de Ciencias Reuben Fleet, en San Diego. En sus últimos años, decidió dejar un legado para su país de origen. El planetario es su herencia.
Los 800 m2 fueron diseñados por el artista Leandro Panetta y el arquitecto Oscar Romero del estudio Spirit.
La construcción se mimetiza con el paisaje y su peculiaridad se descubre dentro. La fachada de vidrio que da paso al acceso está cubierta por una serie de varillas de madera intercaladas. El material proviene de los alambrados que se quitaron para facilitar la libre circulación de la fauna, en la etapa inicial del proyecto. Una vez dentro, las maderitas se continúan en el revestimiento de las paredes de manera envolvente, y se prolonga hacia el techo formando las órbitas de los planetas alrededor del sol. Allí, en el centro, está nuestra estrella principal, representada con cientos de tablitas de metal rojo que fueron numeradas por los diseñadores del 1 al 5. Cada número indica una inclinación diferente que, a la luz del día, va dibujando sobre la superficie zonas más sombrías que corresponden a las manchas solares.
“Al principio, todo el Universo estaba concentrado en un punto y allí ya estabas vos”, dice el cartel que inicia el recorrido e invita a un largo viaje por el desarrollo geológico de la región, la evolución de las especies y el progreso cultural de los grupos humanos. Luego, hay un sector reservado a la crisis de la biodiversidad y a las estrategias para recuperar los ecosistemas. Al final, en el auditorio del planetario, llega el momento más placentero: un viaje por la noche del Universo y sus principales constelaciones.
Cuando salimos, ya oscureció. El cielo patagónico reproduce, de verdad, la magia de las estrellas en el firmamento.
Nos esperan en el fogón de La Señalada, un antiguo puesto de estancia reconvertido para dar de comer a aquellos que decidan acampar en los alrededores. Cuenta con sanitarios y varias empalizadas de madera en forma de medialuna que protegen a las carpas del viento.
Aquellos que quieran probar una noche de camping, sin equipo ni experiencia, podrán reservar el nuevo servicio que espera al pasajero con la carpa armada, camastro, bolsa de dormir lista y varias frazadas extras.
Pinturas únicas
Temprano partimos hacia la Cueva de las Manos. Se puede llegar en vehículo, pero nosotras seguimos la tradición del trekking y tomamos el sendero Cañadón Pinturas. El camino recorre este accidente geográfico desde lo alto y devuelve lindísimas panorámicas de los muros de piedra que caen a pique. Descendemos y cruzamos el río Pinturas. En un paredón, decenas de viajeros dejaron estampadas sus manos con el barro del río, nosotras no somos menos.
La zona se formó durante un proceso que se inició hace 150 millones de años, en el Jurásico. La gran cueva aparece en lo alto del cañadón y guarda valiosas pinturas, pero no es el único tesoro. Alrededor se distinguen metros y metros de paneles pintados sobre la roca en diferentes momentos; los más antiguos, hace 9.300 años. Sus hacedores fueron los primeros habitantes de la región, cazadores recolectores que seguían la ruta del guanaco.
Si bien las pinturas eran conocidas por los lugareños, tomaron relevancia cerca de 1940, “cuando el sacerdote italiano Alberto de Agostini llegó a la zona. El religioso las fotografió y publicó ese material en un libro llamado Andes Patagónicos”, nos cuenta la guía de sitio.
El estudio científico y sistemático del lugar se inició recién en 1972, con el arqueólogo Carlos Gradín y su equipo. “Ellos dividieron todo el material en tres grupos según su antigüedad, basados en la coloración, el diseño, la técnica y los datos que les otorgó el método de carbono 14 al analizar los utensilios encontrados durante las excavaciones”, agrega nuestra guía.
Aquí se identifican la mayor cantidad de manos pintadas del mundo, unas 800. Además, hay escenas de caza y motivos simbólicos, cuyo significado resulta difícil de afirmar.
Para pintar las manos se usaba la técnica del negativo: se colocaba la mano sobre la piedra y con un trozo de cuero de guanaco se esparcía la pintura alrededor; otras veces, soplaban a través de un hueso ahuecado con la boca llena de color.
Según los investigadores, dejar las manos pintadas era un símbolo de presencia, algo así como decir yo estuve aquí. A su vez, el descubrimiento de manos infantiles indicaría que se trataba de una práctica cultural, una costumbre que se pasaba de generación en generación.
Bautismo de escalada
Gina Legnazzi y Damián Borg de Huellas Aventura Sur nos esperan para un bautismo de escalada en el Cañadón Caracoles. De camino, paramos a almorzar en el mirador El Cóndor.
Volvemos a la ruta y Gina nos cuenta sobre la organización familiar de los guanacos que viven en grupo: un macho dominante y un harén de hembras. “Los machos juveniles –señala– también se agrupan para protegerse, hasta que alguno logra destituir a un macho viejo y apoderarse de sus hembras”.
Los choiques se organizan de modo muy diferente. En este caso, el macho se ocupa de casi todo. “Es un papá luchón –agrega Gina divertida–, el encargado de armar el nido, incubar los huevos y criar a los pichones, que aquí llaman charitos”.
La escalada se organiza en un área específica del Cañadón Caracoles. Allí, las paredes de roca ignimbrita (roca plutónica de origen volcánico) son adecuadas para esta actividad.
Los chicos preparan la vía y nos dan las instrucciones. Casco, arnés, todo listo para empezar a trepar. Los muros tienen hasta 250 metros de altura, pero nosotras empezamos por una pared de nueve metros, sencilla para iniciados. El primer ascenso es costoso y hay que luchar contra el vértigo, pero después del segundo intento, uno gana seguridad y te entran las ganas de subir y bajar en continuado.
El atardecer nos encuentra en la boca del cañadón con el mate listo y un licorcito de cereza casero que hacen en Los Antiguos para celebrar la aventura.
La última mañana, justo antes de partir, nos cruzamos en la posada con Kris Tompkins, esposa y cocreadora de los proyectos conservacionistas que lideró junto con su marido, Douglas Tompkins.
Es raro ver una leyenda en vivo y en directo. Pero ahí está: menuda, ágil, llena de energía; nos sonríe antes de partir. La vemos treparse a la camioneta con un grupo de Rewilding porque van a reunirse con los científicos de la estación biológica.
Datos útiles
CÓMO LLEGAR
Para los que vienen desde fuera de la Patagonia, la vía más rápida es volar a Comodoro Rivadavia y alquilar auto allí. Hasta el parque son unas seis horas (456 km) por RN 26 asfaltada en buen estado. Luego se empalma con la RN 40. Atención con el trecho entre Río Mayo y Perito Moreno, unos 40 km, que presentan grandes pozos difíciles de divisar a la distancia. Vaya despacio y con atención para sortearlos.
Otra alternativa es tomar un bus desde Comodoro Rivadavia a Perito Moreno y desde allí un transfer durante 56 kilómetros.
El Parque es también un alto interesante para aquellos que recorren la porción sur de la RN 40.
DÓNDE DORMIR
PORTAL CAÑADÓN PINTURAS
POSTA DE LOS TOLDOS
T: +54 9 379 407-4512
reservas@lapostadelostoldos.com
IG: @lapostadelostoldos
Nueve habitaciones con buena calefacción, restaurante, cocina a leña y área de fogones. Desde u$s 300 por persona en base doble, incluye desayuno, almuerzo, merienda y cena. Si se solicita un guía para las caminatas, la tarifa asciende a u$s 400 por huésped. Descuentos a menores. Válidas de octubre a marzo 2026. Recibe a comer pasajeros no hospedados (previa reserva). Tarifa 2024/2025: desde u$s 30 por persona el almuerzo y u$s 45 la cena.
CAMPING EL MOLLAR
reservas@lapostadelostoldos.com
IG: @lapostadelostoldos
A pasos de la Posta de Los Toldos (que atiende las reservas), ofrece seis empalizadas de madera para armar la carpa, apto motorhome. Fogones y un edificio central compartido con living, lavadero de vajilla y baños con duchas.
CAMPING LA SEÑALADA
Camino principal hacia el Cañadón Pinturas.
destino@parquepatagoniaargentina.org
T: +54 9 297 500-0145
Parapetos privados que resguardan las carpas del viento. Fogón de uso común, baños secos, duchas con agua caliente. Con servicio de carpa, camastro y bolsa de dormir, $25.000, con desayuno $40.000 y con pensión completa $80.000, siempre por persona.
El derecho de acampe (con carpa propia) u$s 15 (1 a 3 pasajeros) y u$s 20 para 4 pasajeros.
CAMPING LA CONFLUENCIA
Valle del Río Pinturas.
destino@parquepatagoniaargentina.org
WS: +54 9 297 500-0145
Plataformas a cada lado de río, linda arboleda. Gratuito con reserva previa.
DÓNDE COMER
LA SEÑALADA
Junto al camping, un antiguo puesto de estancia convertido en almacén de campo. Viandas, bebidas, agua y artículos locales. Cena con reserva.
CENTRO DE INFORMES CUEVA DE LAS MANOS
RP 97.
En el camino de acceso. Sándwiches, cosas dulces y bebidas.
PASEOS Y EXCURSIONES
POSTA DE LOS TOLDOS
Aquí se gestiona el día en la estación biológica El Unco, u$s 105 por persona con almuerzo y merienda.
CENTRO DE INTERPETACIÓN Y PLANETARIO
Abre todos los días de 9 a 13 y de 16 a 20. Gratis.
HUELLAS AVENTURA SUR
WS: +54 9 2963 41-2121
www.huellasaventurasur.com
huellas.aventura.sur
Especialistas en programas a medida. Iniciación a la escalada en el cañadón Caracoles con almuerzo tipo pic nic, us$150 por persona.
El CHOIQUE
T: (351) 309-2452
elchoiquesur@gmail.com
IG: @elchoiqueguia
Salidas con guías expertos en vida silvestre y fotografía para avistaje de fauna: cóndores, choiques, guanacos y pumas. Son grupos pequeños que recorren el parque y campos privados aledaños. Combinan traslados en 4×4 y caminatas de esfuerzo medio (4 a 5 horas). Todo el año. En inverno se puede ver la impresionante migración de los guanacos. Desde u$s 250 por grupo para 4 personas.
PARQUE PROVINCIAL CUEVA DE LAS MANOS
inapl.cultura.gob.ar/noticia/prob
WS: +54 9 297 458-6374
Abre todo el año. De octubre a marzo visitas cada hora de 9 a 19. De abril a septiembre de 11 a 16. Chequear el camino antes de salir con vialidad. $12.000 para extranjeros; $3.000 para argentinos.
Para llegar hay que atravesar la estepa, ese territorio que prevalece en la Patagonia austral. Un dominio amarillo de coirones y expresiones mínimas, inmenso, constante, que genera un sentimiento muy parecido a la euforia y a la melancolía a la vez.
Aterrizamos en Comodoro Rivadavia y manejamos hacia Santa Cruz hasta encontrar la RN 40. Dejamos atrás el pueblo de Perito Moreno, el último destino urbano antes del portal Cañadón Pinturas, uno de los tantos ingresos al Parque Patagonia. Allí, la cosa empieza a cambiar: la estepa se alterna con mesetas, cañadones y humedales. Hacia el oeste, cuando el cielo está despejado, se adivinan los Andes y el gran cerro San Lorenzo de 3.750 metros de altura.
Llegamos al atardecer, acompañados por Marian Labourt de la fundación Rewilding Argentina, que gestiona las 92.000 hectáreas del área que aún no se donaron al Estado nacional. Hay que recordar que, al oeste y al norte, este parque es vecino del Parque Nacional Patagonia y, al este, del Parque Provincial Cueva de las Manos.
Los grupos de guanacos aparecen a ambos lados del camino. Más allá, unos choiques se empeñan en husmear la tierra en busca de alimento. Los veremos una y otra vez durante los próximos días.
Dormir bajo las estrellas
Llegar a La Posta de Los Toldos es una suerte de premio, después de manejar seis horas desde Comodoro Rivadavia, que es la vía más rápida para los que vienen desde el norte del país.
La estufa a leña está encendida en el amplio living que oficia de recepción y comedor con grandes ventanales por donde se cuela el paisaje. Gabriela Rüttimann, la anfitriona, nos recibe con una cálida bienvenida. Nos instalamos en los cuartos, que tienen todas las comodidades necesarias para enfrentar el clima áspero de la zona.
La cena se comparte en una gran mesa con los huéspedes de la posada: una idea que fomenta el intercambio de experiencias e historias. El menú, casero, delicioso, elaborado con productos locales, se organiza en tres pasos que se disfrutan con largas charlas y una copa de vino.
Antes de irnos a dormir, vamos en grupo hasta un pequeño observatorio de piedra a cielo abierto, a unos metros de la hostería. El fuego está listo y los cueritos de oveja están dispuestos para que nos sentemos a mirar las estrellas sin apuro.
Si hay algo que caracteriza a las personas que trabajan en el parque, es el compromiso con el proyecto de Rewilding, no importa la tarea que desempeñen. El valor del cuidado y la recuperación de la vida silvestre termina contagiando. Uno regresa, inevitablemente, más consciente de lo que llegó.
El parque tiene unos 100 kilómetros de senderos acondicionados para caminar. Todos son autoguiados y fueron diseñados con un criterio panorámico. Además, se realizaron trabajos para facilitar el tránsito mediante escalones y plataformas que se integran al paisaje. Hay trayectos de baja, media y alta dificultad, pero todos suelen ser muy amables. Algunos senderos se enlazan formando circuitos más largos; otros requieren un traslado en auto para iniciarlos. Todos tienen cartelería y servicios de baños secos.
Aquellos que busquen un desafío extra, por fuera de los senderos, deberán contratar un guía autorizado. Está prohibido adentrarse por las suyas, para evitar accidentes o perderse.
Cómo empezó todo
El Parque Patagonia se encuentra al sur de la meseta del lago Buenos Aires. Una porción menor, sin embargo, está situada al norte, con tierras privadas en el medio. Ese sector –que hoy es Parque Nacional– corresponde a lo que fue la estancia La Ascensión y se accede por el portal del mismo nombre.
El sueño de Rewilding Argentina es que todo sea, algún día, una gran región binacional preservada que continúe más allá de la frontera (N de la R: en Chile, ya existe el Parque Nacional Patagonia, en cuya formación intervino la misma fundación).
Del lado argentino, la iniciativa surgió para proteger al macá tobiano. La población de esta ave endémica de Santa Cruz había decrecido en un 80% cuando la fundación Aves Argentinas, que trabajaba en la problemática, fue a pedirle ayudar a Douglas Tompkins (1943-2015). El hombre –multimillonario y filántropo–, que ya venía trabajando en los esteros del Iberá con varias especies en peligro, los ayudó. Básicamente, consiguió los fondos para comprar las tierras que constituían uno de los últimos refugios de la especie.
El Unco, la estación biológica
Para empezar a conocer el parque, nada mejor que adentrarnos en el trabajo de restauración del ecosistema. Entonces, partimos hacia la estación biológica El Unco en compañía de dos de sus integrantes, Jorge Maldonado y Nicolás Gizzi. La idea de esta nueva propuesta para el visitante es mostrar cómo se trabaja puertas adentro.
La estación ocupa a unas 15 personas; algunos se dedican a las tareas científicas de recopilación de datos y elaboración de conclusiones; otros salen al campo. Además, hay un programa de voluntarios que permite a los interesados con un perfil acorde sumarse a las diferentes tareas.
De camino, sobre la RN 40, comprobamos lo que unos huéspedes nos comentaron durante la cena en la posada. En varios sectores del camino, enganchados en los alambrados que delimitan las propiedades privadas, hay restos de guanacos que se quedaron atascados y murieron. Los huesos y el cuero ajados por el sol y el tiempo ponen en evidencia un problema serio.
“Rewilding ya sacó la última línea de alambre en todo el cercado perimetral, lo que disminuyó la mortandad”, asegura Jorge. A esa altura, el guanaco salta y no se queda enganchado. El guanaco no conoce los límites de los hombres y sigue por instinto su ruta ancestral”, concluye.
Una vez, en El Unco salimos a recorrer el humedal, que tiene 22 hectáreas y se restituyó luego de encauzar las vertientes y suspender la ganadería y la agricultura. El sitio es el nuevo hogar del coipo, una de las especies que se trajeron hasta aquí porque había desaparecido en la zona. Un gran número de cámaras trampa dan testimonio del programa de seguimiento.
El coipo es importante porque dispersa juncos y el junco impide la evaporación del agua de los humedales, incluso en la estación seca. Además, crea plataformas vegetales sobre el agua, hecho que facilita la nidificación de las aves migratorias que terminan adoptando el lugar dentro de su ruta. Es una suerte de ingeniero que crea caminos internos en el humedal, que delimita sendas para que otras especies transiten con facilidad: les hace la vida más fácil para que se queden.
El humedal atrae y multiplica la vida. En toda la zona, hay 34 variedades de aves. Mientras lo recorremos, vemos patos overos, gallaretas; incluso es posible avistar gallinetas australes, una especie que tiene aquí su población más numerosa y que, hasta 1998, se creía extinta. “Detectamos 60 individuos, los anillamos y les pusimos transmisores de VHF para aprender sus hábitos”, nos cuentan.
Otros programas apuntan al seguimiento del gato del pajonal, una especie bastante difícil de observar, lo llaman “gato fantasma”. También hay proyectos de seguimiento y estudio de pumas en las diferentes etapas de desarrollo. Iniciativas vinculadas al chinchillón anaranjado, a los mesodepredadores (animales de gran tamaño que cazan y son cazados), al choique y al guanaco.
Estas dos últimas especies abundan en la zona, aunque su población podría ser mayor en relación con la extensión de tierra disponible. En estos casos, la idea es translocar individuos hacia zonas donde hayan desaparecido. Varios choiques ya viajaron al Chaco y a La Pampa. Incluso, unos 15 cruzaron la frontera hacia Chile en el primer traslado de fauna silvestre transnacional de toda Sudamérica, justo un día antes de nuestra llegada.
El próximo sueño es la reintroducción del huemul, extinto en el área. Vamos a visitar el gigantesco corral que tienen preparado, mientras nos explican los estudios necesarios para que la tarea sea un éxito. Estos proyectos demandan una gran investigación y trabajo previo.
“Muchas de estas iniciativas se concretan con el apoyo de la fundación Freyja y apuntan a la restauración de los ambientes, la erradicación de especies exóticas y la divulgación”, señala Marian Labourt.
Nos dan una verdadera clase sobre los diferentes elementos usados para identificar especies, todos dotados de última tecnología: collares con transmisores para los pumas hasta diminutos dispositivos para las aves, que mediante cámaras o señales VHF, conectadas a un satélite, generan información sobre hábitos, desplazamientos e interacciones.
Buscando a Sable
El almuerzo transcurre con una vista soñada al Cañadón Caracoles. Las últimas margaritas silvestres aparecen enhiestas con sus pimpollos blancos antes de que lleguen los grandes fríos.
Jorge nos propone salir a buscar pumas. En su receptor, ha captado una señal intensa de Sable, una de las hembras que monitorean hace tiempo. Allá vamos con la antena que trabaja por telemetría y funciona como una brújula. Primero en camioneta y luego a pura caminata cerro arriba, tratando de hablar suave y pisar aún más suave.
Es difícil divisar a Sable, aunque la señal es cada vez más fuerte cuando llegamos a un pequeño cañadón por donde corre un arroyito. Los binoculares no devuelven ninguna imagen hasta que Nicolás la advierte entre unos arbustos. Aunque intentamos acercarnos, no logramos volver a verla. Se ha metido en un matorral, en la base del cañadón, y es peligroso acercarse porque anda con dos cachorros.
Tierra de trekkers
Frente a la hostería Los Toldos está el inicio del sendero Tierra de Colores, uno de los más atractivos. Es muy fácil, no lleva más de una hora y atraviesa una formación del Jurásico donde afloran colores increíbles: marrón, amarillo, ocre y, sobre todo, varios tonos de rojo, producto del óxido de hierro en diferentes momentos de oxidación.
A lo lejos se avizora la meseta del lago Buenos Aires. Más adelante, aparece la meseta Sumich, otro macizo destacado de la zona.
El día es soleado y el viento está completamente ausente, algo poco frecuente en la región, así que caminar es una delicia. Los días sin viento van a ser la característica de las jornadas que vendrán, por lo que agradecemos este inesperado gesto de la naturaleza.
Reponemos fuerzas con un sabroso almuerzo en la hostería. Hoy, el menú invita con pastel de carne de cordero y cabutia, siempre con una entrada previa y un postre: esta vez, chocotorta.
Por la tarde nos espera el sendero La Guanaca, unos seis kilómetros que llevan hasta la cima del cerro Amarillo. Desde arriba se puede ver la confluencia de los cañadones Pinturas y Caracoles, con el río Pinturas que se desliza entre ambos. Si giramos la cabeza, se divisan los cerros Chato y Poivre. Lo mejor: una pareja de cóndores planea en lo alto.
Una mujer, un planetario
El Centro de Interpretación y Planetario lleva el nombre de la mujer que lo soñó, Elsa Rosenvasser Feher. Esta física argentina desarrolló gran parte de su carrera en los Estados Unidos. Fue integrante del Exploratorium de San Francisco y dirigió el Centro Interactivo de Ciencias Reuben Fleet, en San Diego. En sus últimos años, decidió dejar un legado para su país de origen. El planetario es su herencia.
Los 800 m2 fueron diseñados por el artista Leandro Panetta y el arquitecto Oscar Romero del estudio Spirit.
La construcción se mimetiza con el paisaje y su peculiaridad se descubre dentro. La fachada de vidrio que da paso al acceso está cubierta por una serie de varillas de madera intercaladas. El material proviene de los alambrados que se quitaron para facilitar la libre circulación de la fauna, en la etapa inicial del proyecto. Una vez dentro, las maderitas se continúan en el revestimiento de las paredes de manera envolvente, y se prolonga hacia el techo formando las órbitas de los planetas alrededor del sol. Allí, en el centro, está nuestra estrella principal, representada con cientos de tablitas de metal rojo que fueron numeradas por los diseñadores del 1 al 5. Cada número indica una inclinación diferente que, a la luz del día, va dibujando sobre la superficie zonas más sombrías que corresponden a las manchas solares.
“Al principio, todo el Universo estaba concentrado en un punto y allí ya estabas vos”, dice el cartel que inicia el recorrido e invita a un largo viaje por el desarrollo geológico de la región, la evolución de las especies y el progreso cultural de los grupos humanos. Luego, hay un sector reservado a la crisis de la biodiversidad y a las estrategias para recuperar los ecosistemas. Al final, en el auditorio del planetario, llega el momento más placentero: un viaje por la noche del Universo y sus principales constelaciones.
Cuando salimos, ya oscureció. El cielo patagónico reproduce, de verdad, la magia de las estrellas en el firmamento.
Nos esperan en el fogón de La Señalada, un antiguo puesto de estancia reconvertido para dar de comer a aquellos que decidan acampar en los alrededores. Cuenta con sanitarios y varias empalizadas de madera en forma de medialuna que protegen a las carpas del viento.
Aquellos que quieran probar una noche de camping, sin equipo ni experiencia, podrán reservar el nuevo servicio que espera al pasajero con la carpa armada, camastro, bolsa de dormir lista y varias frazadas extras.
Pinturas únicas
Temprano partimos hacia la Cueva de las Manos. Se puede llegar en vehículo, pero nosotras seguimos la tradición del trekking y tomamos el sendero Cañadón Pinturas. El camino recorre este accidente geográfico desde lo alto y devuelve lindísimas panorámicas de los muros de piedra que caen a pique. Descendemos y cruzamos el río Pinturas. En un paredón, decenas de viajeros dejaron estampadas sus manos con el barro del río, nosotras no somos menos.
La zona se formó durante un proceso que se inició hace 150 millones de años, en el Jurásico. La gran cueva aparece en lo alto del cañadón y guarda valiosas pinturas, pero no es el único tesoro. Alrededor se distinguen metros y metros de paneles pintados sobre la roca en diferentes momentos; los más antiguos, hace 9.300 años. Sus hacedores fueron los primeros habitantes de la región, cazadores recolectores que seguían la ruta del guanaco.
Si bien las pinturas eran conocidas por los lugareños, tomaron relevancia cerca de 1940, “cuando el sacerdote italiano Alberto de Agostini llegó a la zona. El religioso las fotografió y publicó ese material en un libro llamado Andes Patagónicos”, nos cuenta la guía de sitio.
El estudio científico y sistemático del lugar se inició recién en 1972, con el arqueólogo Carlos Gradín y su equipo. “Ellos dividieron todo el material en tres grupos según su antigüedad, basados en la coloración, el diseño, la técnica y los datos que les otorgó el método de carbono 14 al analizar los utensilios encontrados durante las excavaciones”, agrega nuestra guía.
Aquí se identifican la mayor cantidad de manos pintadas del mundo, unas 800. Además, hay escenas de caza y motivos simbólicos, cuyo significado resulta difícil de afirmar.
Para pintar las manos se usaba la técnica del negativo: se colocaba la mano sobre la piedra y con un trozo de cuero de guanaco se esparcía la pintura alrededor; otras veces, soplaban a través de un hueso ahuecado con la boca llena de color.
Según los investigadores, dejar las manos pintadas era un símbolo de presencia, algo así como decir yo estuve aquí. A su vez, el descubrimiento de manos infantiles indicaría que se trataba de una práctica cultural, una costumbre que se pasaba de generación en generación.
Bautismo de escalada
Gina Legnazzi y Damián Borg de Huellas Aventura Sur nos esperan para un bautismo de escalada en el Cañadón Caracoles. De camino, paramos a almorzar en el mirador El Cóndor.
Volvemos a la ruta y Gina nos cuenta sobre la organización familiar de los guanacos que viven en grupo: un macho dominante y un harén de hembras. “Los machos juveniles –señala– también se agrupan para protegerse, hasta que alguno logra destituir a un macho viejo y apoderarse de sus hembras”.
Los choiques se organizan de modo muy diferente. En este caso, el macho se ocupa de casi todo. “Es un papá luchón –agrega Gina divertida–, el encargado de armar el nido, incubar los huevos y criar a los pichones, que aquí llaman charitos”.
La escalada se organiza en un área específica del Cañadón Caracoles. Allí, las paredes de roca ignimbrita (roca plutónica de origen volcánico) son adecuadas para esta actividad.
Los chicos preparan la vía y nos dan las instrucciones. Casco, arnés, todo listo para empezar a trepar. Los muros tienen hasta 250 metros de altura, pero nosotras empezamos por una pared de nueve metros, sencilla para iniciados. El primer ascenso es costoso y hay que luchar contra el vértigo, pero después del segundo intento, uno gana seguridad y te entran las ganas de subir y bajar en continuado.
El atardecer nos encuentra en la boca del cañadón con el mate listo y un licorcito de cereza casero que hacen en Los Antiguos para celebrar la aventura.
La última mañana, justo antes de partir, nos cruzamos en la posada con Kris Tompkins, esposa y cocreadora de los proyectos conservacionistas que lideró junto con su marido, Douglas Tompkins.
Es raro ver una leyenda en vivo y en directo. Pero ahí está: menuda, ágil, llena de energía; nos sonríe antes de partir. La vemos treparse a la camioneta con un grupo de Rewilding porque van a reunirse con los científicos de la estación biológica.
Datos útiles
CÓMO LLEGAR
Para los que vienen desde fuera de la Patagonia, la vía más rápida es volar a Comodoro Rivadavia y alquilar auto allí. Hasta el parque son unas seis horas (456 km) por RN 26 asfaltada en buen estado. Luego se empalma con la RN 40. Atención con el trecho entre Río Mayo y Perito Moreno, unos 40 km, que presentan grandes pozos difíciles de divisar a la distancia. Vaya despacio y con atención para sortearlos.
Otra alternativa es tomar un bus desde Comodoro Rivadavia a Perito Moreno y desde allí un transfer durante 56 kilómetros.
El Parque es también un alto interesante para aquellos que recorren la porción sur de la RN 40.
DÓNDE DORMIR
PORTAL CAÑADÓN PINTURAS
POSTA DE LOS TOLDOS
T: +54 9 379 407-4512
reservas@lapostadelostoldos.com
IG: @lapostadelostoldos
Nueve habitaciones con buena calefacción, restaurante, cocina a leña y área de fogones. Desde u$s 300 por persona en base doble, incluye desayuno, almuerzo, merienda y cena. Si se solicita un guía para las caminatas, la tarifa asciende a u$s 400 por huésped. Descuentos a menores. Válidas de octubre a marzo 2026. Recibe a comer pasajeros no hospedados (previa reserva). Tarifa 2024/2025: desde u$s 30 por persona el almuerzo y u$s 45 la cena.
CAMPING EL MOLLAR
reservas@lapostadelostoldos.com
IG: @lapostadelostoldos
A pasos de la Posta de Los Toldos (que atiende las reservas), ofrece seis empalizadas de madera para armar la carpa, apto motorhome. Fogones y un edificio central compartido con living, lavadero de vajilla y baños con duchas.
CAMPING LA SEÑALADA
Camino principal hacia el Cañadón Pinturas.
destino@parquepatagoniaargentina.org
T: +54 9 297 500-0145
Parapetos privados que resguardan las carpas del viento. Fogón de uso común, baños secos, duchas con agua caliente. Con servicio de carpa, camastro y bolsa de dormir, $25.000, con desayuno $40.000 y con pensión completa $80.000, siempre por persona.
El derecho de acampe (con carpa propia) u$s 15 (1 a 3 pasajeros) y u$s 20 para 4 pasajeros.
CAMPING LA CONFLUENCIA
Valle del Río Pinturas.
destino@parquepatagoniaargentina.org
WS: +54 9 297 500-0145
Plataformas a cada lado de río, linda arboleda. Gratuito con reserva previa.
DÓNDE COMER
LA SEÑALADA
Junto al camping, un antiguo puesto de estancia convertido en almacén de campo. Viandas, bebidas, agua y artículos locales. Cena con reserva.
CENTRO DE INFORMES CUEVA DE LAS MANOS
RP 97.
En el camino de acceso. Sándwiches, cosas dulces y bebidas.
PASEOS Y EXCURSIONES
POSTA DE LOS TOLDOS
Aquí se gestiona el día en la estación biológica El Unco, u$s 105 por persona con almuerzo y merienda.
CENTRO DE INTERPETACIÓN Y PLANETARIO
Abre todos los días de 9 a 13 y de 16 a 20. Gratis.
HUELLAS AVENTURA SUR
WS: +54 9 2963 41-2121
www.huellasaventurasur.com
huellas.aventura.sur
Especialistas en programas a medida. Iniciación a la escalada en el cañadón Caracoles con almuerzo tipo pic nic, us$150 por persona.
El CHOIQUE
T: (351) 309-2452
elchoiquesur@gmail.com
IG: @elchoiqueguia
Salidas con guías expertos en vida silvestre y fotografía para avistaje de fauna: cóndores, choiques, guanacos y pumas. Son grupos pequeños que recorren el parque y campos privados aledaños. Combinan traslados en 4×4 y caminatas de esfuerzo medio (4 a 5 horas). Todo el año. En inverno se puede ver la impresionante migración de los guanacos. Desde u$s 250 por grupo para 4 personas.
PARQUE PROVINCIAL CUEVA DE LAS MANOS
inapl.cultura.gob.ar/noticia/prob
WS: +54 9 297 458-6374
Abre todo el año. De octubre a marzo visitas cada hora de 9 a 19. De abril a septiembre de 11 a 16. Chequear el camino antes de salir con vialidad. $12.000 para extranjeros; $3.000 para argentinos.
Entre cañadones y en plena estepa, estas tierras invitan a disfrutarlas en versión trekking y avistaje de fauna. Lo nuevo: el planetario inaugurado en 2023 y un muro de escalada. LA NACION