Una automotriz alemana de lujo anunció su cierre tras más de 40 años

Un fabricante menos para el pequeño mundo de los superdeportivos europeos. Isdera, la histórica marca alemana de autos de lujo y producción artesanal, se declaró oficialmente en quiebra y cerró sus puertas.
Según confirmó el medio especializado del país europeo Auto Motor und Sport, la empresa presentó el mes pasado la solicitud de insolvencia ante el Tribunal de Distrito de Saarbrücken. El abogado Thomas Becker fue designado como administrador concursal provisional, aunque hasta ahora no se emitieron declaraciones públicas por parte de la compañía.
Fue campeón nacional, corrió con Fangio y a los 91 años fabrica autos clásicos que vende al mundo
El cierre de la marca establece el final de una firma que supo forjar su identidad dentro de tanta producción en serie en el universo del automovilismo. Fundada en 1982 por el ingeniero Eberhard Schulz, nació del talento y la obstinación de un joven diseñador que ya había dejado su huella en Mercedes-Benz y Porsche. Desde un pequeño taller en Leonberg, al sur de Alemania, Schulz apostó por fabricar deportivos exclusivos, hechos a mano, pensados para un público tan reducido como apasionado.
La compañía apuntaba una experiencia distinta: sus autos no estaban disponibles en concesionarios, ni aparecían en publicidades ni eventos masivos. Quien deseaba un Isdera debía contactar directamente al CEO, encargar el modelo y esperar hasta seis meses por su fabricación. El precio de entrada superaba fácilmente los 400.000 euros.
A cambio, el cliente obtenía una pieza de ingeniería singular, ensamblada con precisión quirúrgica y dotada de motores Mercedes de alto rendimiento.
Uno de los hitos más reconocidos en sus 43 años de historia fue el Isdera Commendatore 112i, presentado en 1993. Inspirado en las 24 Horas de Le Mans y bautizado en homenaje a Enzo Ferrari, buscó ser una verdadera joya del diseño automotor. Equipado con un motor V12 M120 de 6L de Mercedes-Benz (el mismo que luego impulsaría al Pagani Zonda) entregaba más de 400 CV y podía alcanzar los 340 km/h. Su diseño incluía puertas de alas de mariposa y una carrocería de fibra de vidrio, con un coeficiente aerodinámico de apenas 0,306 tras sus pruebas en túnel de viento.
La transmisión era manual y adaptada con una sexta marcha específica. Todo el conjunto se montaba sobre un chasis espacial sencillo, pero robusto, diseñado para resistir las exigencias de la alta competición.
Es uno de los modelos que encarnó la filosofía de Isdera: alto rendimiento, diseño artesanal y una profunda devoción por la mecánica. Como el Commendatore, existieron otros modelos como el Imperator 108i, el Spyder 036i o el inusual AK 116i —con dos motores V8, uno por eje, y un consumo de 40 litros cada 100 km— que consolidaron la imagen de una empresa que repudiaba la estandarización.
A lo largo de su historia se fabricaron apenas un centenar de vehículos y cada unidad fue un proyecto en sí mismo. Y pese a intentos de modernización, como la asociación con empresas chinas como WM Motor y Xinghui Automotive en los últimos años, la marca no logró sostener su operación. En 2024 incluso inauguraron un centro de investigación y una planta en China, pero esos esfuerzos tampoco alcanzaron.
Hoy, con su cierre confirmado, Isdera se suma a la lista de fabricantes que, con ambición, precisión e identidad propia, buscaron dejar una marca indeleble en la historia del auto. Pocos lo lograron con esa autenticidad, y ahora sus modelos pasarán a ser piezas de colección revalorizadas.
Un fabricante menos para el pequeño mundo de los superdeportivos europeos. Isdera, la histórica marca alemana de autos de lujo y producción artesanal, se declaró oficialmente en quiebra y cerró sus puertas.
Según confirmó el medio especializado del país europeo Auto Motor und Sport, la empresa presentó el mes pasado la solicitud de insolvencia ante el Tribunal de Distrito de Saarbrücken. El abogado Thomas Becker fue designado como administrador concursal provisional, aunque hasta ahora no se emitieron declaraciones públicas por parte de la compañía.
Fue campeón nacional, corrió con Fangio y a los 91 años fabrica autos clásicos que vende al mundo
El cierre de la marca establece el final de una firma que supo forjar su identidad dentro de tanta producción en serie en el universo del automovilismo. Fundada en 1982 por el ingeniero Eberhard Schulz, nació del talento y la obstinación de un joven diseñador que ya había dejado su huella en Mercedes-Benz y Porsche. Desde un pequeño taller en Leonberg, al sur de Alemania, Schulz apostó por fabricar deportivos exclusivos, hechos a mano, pensados para un público tan reducido como apasionado.
La compañía apuntaba una experiencia distinta: sus autos no estaban disponibles en concesionarios, ni aparecían en publicidades ni eventos masivos. Quien deseaba un Isdera debía contactar directamente al CEO, encargar el modelo y esperar hasta seis meses por su fabricación. El precio de entrada superaba fácilmente los 400.000 euros.
A cambio, el cliente obtenía una pieza de ingeniería singular, ensamblada con precisión quirúrgica y dotada de motores Mercedes de alto rendimiento.
Uno de los hitos más reconocidos en sus 43 años de historia fue el Isdera Commendatore 112i, presentado en 1993. Inspirado en las 24 Horas de Le Mans y bautizado en homenaje a Enzo Ferrari, buscó ser una verdadera joya del diseño automotor. Equipado con un motor V12 M120 de 6L de Mercedes-Benz (el mismo que luego impulsaría al Pagani Zonda) entregaba más de 400 CV y podía alcanzar los 340 km/h. Su diseño incluía puertas de alas de mariposa y una carrocería de fibra de vidrio, con un coeficiente aerodinámico de apenas 0,306 tras sus pruebas en túnel de viento.
La transmisión era manual y adaptada con una sexta marcha específica. Todo el conjunto se montaba sobre un chasis espacial sencillo, pero robusto, diseñado para resistir las exigencias de la alta competición.
Es uno de los modelos que encarnó la filosofía de Isdera: alto rendimiento, diseño artesanal y una profunda devoción por la mecánica. Como el Commendatore, existieron otros modelos como el Imperator 108i, el Spyder 036i o el inusual AK 116i —con dos motores V8, uno por eje, y un consumo de 40 litros cada 100 km— que consolidaron la imagen de una empresa que repudiaba la estandarización.
A lo largo de su historia se fabricaron apenas un centenar de vehículos y cada unidad fue un proyecto en sí mismo. Y pese a intentos de modernización, como la asociación con empresas chinas como WM Motor y Xinghui Automotive en los últimos años, la marca no logró sostener su operación. En 2024 incluso inauguraron un centro de investigación y una planta en China, pero esos esfuerzos tampoco alcanzaron.
Hoy, con su cierre confirmado, Isdera se suma a la lista de fabricantes que, con ambición, precisión e identidad propia, buscaron dejar una marca indeleble en la historia del auto. Pocos lo lograron con esa autenticidad, y ahora sus modelos pasarán a ser piezas de colección revalorizadas.
Se trata de Isdera, una histórica marca reconocida por sus modelos exclusivos y artesanales; su historia, la quiebra y el futuro de sus modelos LA NACION