Del accidente que casi le cuesta la vida a su romance a distancia: la historia del actor revelación de El Eternauta

Joaquín Acebo tiene 23 años y una vida de película. A los cinco años casi muere en un accidente con una atracción en un parque de diversiones. Años después, debutó en la actuación con una película que le valió una nominación en los premios Cóndor como actor revelación. Y el segundo proyecto de su carrera lo volvió popular de la noche a la mañana.
Micky, el scout que interpreta en El Eternauta, es uno de los más queridos de la serie de Netflix protagonizada por Ricardo Darín. “Es indescriptible cómo vivo la repercusión. Hay algo en mi cerebro que no termina de procesar lo que está pasando”, asegura el actor en esta entrevista con LA NACION.
El joven, además, está en pareja con un artista español y mantiene una relación a distancia. Dice que tuvo una infancia sufrida, marcada por las secuelas del accidente: perdió un ojo, la audición del lado derecho y le quedó una parálisis facial. Reflexiona que fue el primero en juzgarse pero que aprendió a aceptarse. Sus sueños de ser actor, la carrera que interrumpió justamente para debutar en la pantalla grande y lo significó compartir el set con Darín; de todo esto, y mucho más, habla el joven oriundo de Ingeniero Maschwitz.
-¿Cómo vivís el éxito mundial y la repercusión de El Eternauta?
-Es muy loco. Es mucha información de pronto, pasó de la noche a la mañana. Todos los días me reconocen en la calle. O me pasó de ir a un boliche y que me reconozcan, y antes no me pasaba ni loco. Está bueno igual, lo tomo bien, siempre y cuando no sea apabullante. Y en determinados momentos me da más ansiedad que en otros.
-¿Cómo manejas esos momentos?
-Tranquilo. Mientras sea con respeto y cariño, la gente buena onda te felicita por el laburo que hiciste. Y el artista busca eso: la obra se completa con el público. Me gusta ver una respuesta positiva, me retroalimenta, me hace pensar que estoy yendo por el camino correcto, me inspira a querer seguir. Estoy contento.
-¿Tu familia, cómo lo vive? Para ellos también es todo nuevo.
-Están muy emocionados y movilizados. Por un lado, están orgullosos, con un babero puesto. Por el otro, muy movilizados, porque hablar del accidente y contar mi historia, les hace revivir muchas cosas. Es una dualidad, porque están chochos, pero también muy conmovidos. Todos están felices por mí.
-Tu primer trabajo fue un coprotagónico en una película, este fue el segundo proyecto de tu carrera y fue un éxito. No es algo común entre los actores que recién inician.
-Sí, debuté como actor en la película El viento que arrasa (2023), de Paula Hernández. Por ese papel fui nominado como actor revelación en los Premios Cóndor 2025.
“Una ilusión gigante”
-¿Cómo llegaste a El Eternauta?
-La directora de casting de la película era también la de la serie. Además, es coach actoral y compartimos mucho; me conoce y cuando hay algún personaje que siente que puedo hacer, me llama. Entonces, en febrero de 2023, me comentó del casting para El Eternauta. Lo hice, fui avanzando en el proceso y me confirmó que había quedado en mayo, poco antes de arrancar la filmación.
-¿Imaginabas, o suponías, la magnitud de este proyecto?
-De a poco fui recibiendo información que lo hacía más grande. Yo conocía la historia porque había leído el cómic en el colegio. Sabía que era un ícono nacional, cómo la gente se sentía al respecto, que lo portan como bandera. Y sabía que era un proyecto que se quería hacer dese hace años y no se había podido. Que era algo que se venía esperando… Por eso, fui a hacer el casting con mucha emoción. Lo siento como el proyecto audiovisual más grande de la Argentina. El casting me lo tomé bastante tranquilo y cuando me dijeron que había quedado, fue una ilusión gigante.
-¿Cuánto sabías sobre el proyecto? ¿Te habían dicho quiénes eran los actores que lo protagonizaban?
-Primero me enteré de que estaba Carla Peterson, que me dio una emoción muy grande. Y cuando quedé, me contaron que estaba Ricardo Darín y dije: “Ya está, debutaste en primera y metiste todos los goles”. Para un actor, es el sueño del pibe.
-¿Qué sentiste cuando llegaste y empezaste a compartir set con ellos?
-Fue verlo hecho realidad. Ya desde la producción enorme, el equipo que trabajó detrás. Después lo normalizaba, pero cada tanto paraba, respiraba, miraba y decía: “Mirá en dónde estoy”. Había firmado un contrato de confidencialidad y no podía contar nada, tampoco publicar fotos en las redes sociales. Así que fui sacando y las guardé durante dos años, esperando al estreno. Y una semana antes, me robaron el celular así que perdí todo el material. Un garrón.
-¿Cómo te preparaste para interpretar a Micky, tu personaje?
-Nos iban dando el guion por escenas o por capítulos, no nos dieron la serie completa. Antes de arrancar a filmar, nos visitaron unos scouts más grandes que hoy en día son coordinadores, ayudan en un lugar por Olivos: nos dieron una charla contándonos quiénes son los scouts, cuáles son sus propósitos, su misión, sus valores. Se dedican al servicio, a ayudar al prójimo, están siempre listos. También nos mostraron el saludo y los elementos significativos como el pañuelo. Ahí ya teníamos una base para empezar a construir el personaje y representarlos bien. Y tuve una percepción: “Este pibe tiene tantos años, es scout, piensa de esta manera, esto es lo que lo mueve, el servicio en medio de un apocalipsis. Según el guion, él quiere ser un héroe”. Fui construyendo desde la intuición, y siguiendo las indicaciones del director (Bruno Stagnaro), que también nos pidió que improvisemos para luego ver qué escena quedaba mejor y seleccionarla.
-¿Qué sentiste cuando viste la serie terminada, tu trabajo realizado?
-Recién la vi cuando se estrenó. Había visto el primer capítulo en la avant premiere. En la fiesta de fin de rodaje se mostró un crudo [N. de la R.: video sin editar] de escenas. Cuando lo vi, quedó raro, y dudé porque nunca se había hecho algo así. “No sé cómo va a quedar esto”, pensé. Pero cuando vi el resultado final en la pantalla dije: “¡Guau! ¡Esto es increíble!”. Me sobrepasó la emoción. Estaba anonadado, obvio que muy contento. No tiene nada que envidiarle a Hollywood, quedó muy bien realizada. Estaba emocionado viendo cada escena. Cuando llegué a mis escenas me encantó cómo estoy físicamente, y el personaje me encantó. Eso me flasheó: todos tenemos un tema con la imagen, con vernos, y a mí, con la parálisis facial a veces me cuesta muchísimo. Cuando vi por primera vez la película en la que debuté como actor, me largué a llorar, tuve un ataque de ansiedad, de decir: “Yo no puedo hacer esto”.
-¿Llegaste a dudar en dejar la carrera y no seguir? Te hubieras perdido el éxito que estás viviendo ahora.
-Fueron unos días que estuve así, todavía no se había estrenado la película. Después, pasó el tiempo, bajé cambios y dije: “Vos querés ser actor, querés estar en cámara, en cine. El mismo pensamiento que tuve toda mi vida. Al final del día, lo que querés es actuar”.
-¿Desde cuándo querés ser actor?
-Desde siempre. Desde muy chico, desde antes del accidente que tuve a los cinco años. Hacía propuestas artísticas en mi casa, me gustaba protagonizar las obras del colegio, hacíamos películas caseras con mis hermanos. Y a los 11 o 12 años dije: “Me quiero dedicar a esto”. Así que empecé a estudiar teatro en una escuela de Ingeniero Maschwitz, y después hice mi formación actoral durante cuatro años.
-¿La seguiste cuando terminaste el secundario o estudiaste una carrera paralela?
-Al año siguiente que me recibí en el colegio fue el 2020, la pandemia. Me iba a ir de viaje, no pude. Y en 2021 empecé a estudiar en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), el primer año no entré, y tomaba clases por Zoom. Y al año siguiente, en 2022, quedé en la película: se filmó en Uruguay y el rodaje duró dos meses. No podía dejar pasar la oportunidad. Después surgió El Eternauta y no retomé la carrera porque, la verdad, siempre me olvido de inscribirme. En esta carrera no necesitás el título para trabajar, la Universidad está buena porque la trata de una manera profesional, también te da contactos y herramientas, pero te podés seguir formando con la experiencia y los proyectos. La cancha te la da el oficio. Igual, estoy tomando clases de actuación.
-¿Venís de una familia de artistas?
-Hay algo en las raíces: mi tatarabuelo era cineasta, un bisabuelo era director de fotografía y otro, actor de teatro. Pero ni mis abuelos ni mis padres siguieron. Yo agarré el verdadero legado familiar. Mi hermano también es artista: está actuando en teatro y es DJ.
Un amor a distancia
Joaquín –que actualmente vive solo en San Fernando- está en pareja hace cuatro meses con Jan, un español a quien conoció el año pasado en Europa: el viaje que le había quedado pendiente y que no había podido hacer en 2020 por la pandemia. Luego surgieron los proyectos de actuación y, cuando se liberó, aprovechó la oportunidad. Además, su padre se había ido a vivir a España y fue a visitarlo.
-¿Cómo es tu historia de amor?
-Es de película. Lo conocí cuando fui a visitar a mi viejo a un pueblito de España, él estaba allá y, de casualidad, tenía planeado un viaje a Sudamérica que, entre otros países, incluía la Argentina. Así que me sumé a ese viaje: estuvimos en Mendoza, ahí nos pusimos de novios, también recorrimos el sur, las Cataratas de Iguazú, el norte, y Bolivia, Perú. Volvió a España hace dos semanas.
-¿Y ahora? ¿Cómo sigue la relación?
-Se fue justo un día antes del estreno de El Eternauta, había hecho un viaje larguísimo y no podía quedarse más tiempo. Imaginate cómo estaba yo. Un nivel de disociación enorme: experimentando la serie y la nueva relación que hoy mantengo a distancia.
-¿Cómo manejan la distancia?
-Como recién pasaron dos semanas, estamos viendo. Todavía tenemos que ver y hablar un par de cosas. Las relaciones a distancia son complicadas, pero estamos juntos.
-¿A qué se dedica Jan?
-Es medio artista. Si bien hoy no se dedica a eso, escribe y compone música. Incluso hacemos chistes: que él escriba, que uno actúa y el otro dirija. Soñar no cuesta nada. Mirá en dónde estamos por soñar. Todavía no tengo muy en claro cómo continúa, pero lo discutimos al andar. Yo estoy muy feliz de haberlo conocido.
-¿Qué te cuenta él sobre la repercusión internacional de El Eternauta?
-Es muy loco. El jefe del bar en el que trabaja es argentino y sabe que estamos juntos. Igual que sus amigos. No lo pueden creer. Él tardó un poco en verla porque estuvo con mucho trabajo. Cuando la terminó, me llamó para felicitarme y me dijo que estaba muy orgulloso.
El accidente que casi le cuesta la vida
Joaquín tenía cinco años cuando fue con su familia a un parque de diversiones ubicado en la localidad de Luján. Y mientras daba una vuelta en una atracción, ocurrió un accidente que pudo ser fatal.
“Lo que cuento es a partir del relato de lo que me cuenta mi familia, porque yo no me acuerdo”, dice el actor, que define a aquel niño del pasado como “muy mandado”, “con ganas de hacer todo”. Su madre no le permitía subir a las montañas rusas porque era chico. Pero sí lo dejó ir al Tren Fantasma, acompañado por sus hermanos. “Esos juegos estaban en terribles condiciones, no tenían medidas de seguridad”, destaca sobre aquel carrito que no tenía cinturón ni una baranda que sostuviera a los participantes.
“Vas sentado, y cuando empieza a andar se mete en un túnel y hay cosas de miedo. Lo peor que te puede pasar es que te dé miedo”, continúa sobre en su relato.
Sin embargo, el verdadero terror surgió cuando al conductor del tren se le patinó el freno justo antes de doblar, lo que provocó que el carrito descarrilara. Joaquín, que se había puesto de pie, salió disparado y -siempre según su relato y la reconstrucción de sus familiares, testigos del episodio-, sus piernas quedaron sobre el regazo de uno de sus hermanos y su cabeza, “enganchada, rebotando entre las vías y el carrito”.
“El carrito hizo una especie de arrastre conmigo”, cuenta Joaquín y reproduce, todavía con un nudo en la garganta, el grito desesperado de uno de sus hermanos: “¡Mi hermano se murió!”, creyó el niño que en ese entonces tenía 12 años. “Fue un evento bastante traumático a nivel familiar”, dice el actor sobre las semanas movilizantes que atraviesan sus seres queridos desde que se hizo famoso y comenzó a contar su historia de vida.
-¿Qué pasó después?
-Entró el que era mi padrastro en ese momento y cuando me levantó, vieron que estaba ensangrentado: me salía sangre de los ojos, de las orejas. Me llevaron al hospital, estuve 21 días en coma, tuve triple fractura de cráneo, desplazamiento del moides y se me cortó un nervio que me produjo una parálisis facial. Además, perdí la visión y la audición del lado derecho. Casi me muero. Fue muy fuerte.
-¿Recordás algo de aquellos días de internación?
-No mucho. Yo siempre pensé que lo más riesgoso había sido la triple fractura. Pero hace poco me enteré que en realidad lo más grave fue el desplazamiento del moides. Para acomodarlo, me tenían que hacer una cirugía que me iba a impedir hablar, caminar, hacer todo por mí mismo. ¿Qué tipo de vida iba a tener? Primero, había que hacer una cirugía preparatoria. Y antes de esa, el moides se acomodó solo. Fue increíble.
-¿Qué recordás de cuando te despertaste?
-Mi mamá se quedaba de día, y mi papá, de noche. Yo me desperté de madrugada. Con el hilito de voz que me salió, después de tantos días internados, le dije “quiero pis”. Mi papá se desesperó y llamó a la enfermera para decirle que me había despertado, pero pensaron que había sido su sensación.
-¿Cómo siguió todo después?
-Nadie sabía si iba a poder hablar, comer, caminar, hasta recordar. Hice rehabilitación para caminar y el resto lo fui aprendiendo de a poco. Y también a entender la mirada ajena.
-¿Cómo fue crecer con esa mirada ajena?
-Cuando sos chico, te estás formando. Para mí fue muy difícil mi infancia. Incluso desde la inocencia. Los otros me empezaron a notar cómo era: yo me veía al espejo y notaba algo, pero no lo dimensionaba. Me di cuenta cuando recibía los comentarios de la gente y la mirada ajena. Eso me fue marcando. Decía: “Yo soy diferente, me dicen cosas feas”. En ese momento lo sentía como algo normal, pero me lo hacían notar, que tenía algo… Crecí con temas que me afectaron. Entender que sos distinto y ver cómo la gente te ve distinto en un mundo que avala la hegemonía, es muy difícil, muy duro. Es un proceso que hice durante estos años, de armarme y de aceptación también. Yo siento que es algo con lo que voy a tener que luchar toda mi vida. Todos los días me levanto y es una decisión cómo me paro delante de esto. Hay días que me cuesta más, días que me cuesta menos. Por más cosas que me haga, no puedo cambiar esto. O me mato o lo acepto. Si no, vivís de una manera muy sufrida. Hoy elijo aceptarlo. En el pasado, el que más se ha castigado fui yo: me disgustaba y me odiaba. Y pude hacer un cambio que me sirvió: ahora me trato con amor y compasión. A mí lo que me mueve en la vida es actuar y voy tras ello.
-¿Cómo sigue tu carrera? ¿A qué apuntás?
-Estoy viendo algunas cosas, pero la verdad es que no hay mucha producción audiovisual. Hay muy pocos proyectos, algún que otro casting. Está siendo un momento muy difícil en la industria audiovisual. Debería meterme en la búsqueda del teatro. Ahora estoy aprovechando este momento, moviéndome para poder seguir laburando de esto, enfocado en trabajar de actor.
Joaquín Acebo tiene 23 años y una vida de película. A los cinco años casi muere en un accidente con una atracción en un parque de diversiones. Años después, debutó en la actuación con una película que le valió una nominación en los premios Cóndor como actor revelación. Y el segundo proyecto de su carrera lo volvió popular de la noche a la mañana.
Micky, el scout que interpreta en El Eternauta, es uno de los más queridos de la serie de Netflix protagonizada por Ricardo Darín. “Es indescriptible cómo vivo la repercusión. Hay algo en mi cerebro que no termina de procesar lo que está pasando”, asegura el actor en esta entrevista con LA NACION.
El joven, además, está en pareja con un artista español y mantiene una relación a distancia. Dice que tuvo una infancia sufrida, marcada por las secuelas del accidente: perdió un ojo, la audición del lado derecho y le quedó una parálisis facial. Reflexiona que fue el primero en juzgarse pero que aprendió a aceptarse. Sus sueños de ser actor, la carrera que interrumpió justamente para debutar en la pantalla grande y lo significó compartir el set con Darín; de todo esto, y mucho más, habla el joven oriundo de Ingeniero Maschwitz.
-¿Cómo vivís el éxito mundial y la repercusión de El Eternauta?
-Es muy loco. Es mucha información de pronto, pasó de la noche a la mañana. Todos los días me reconocen en la calle. O me pasó de ir a un boliche y que me reconozcan, y antes no me pasaba ni loco. Está bueno igual, lo tomo bien, siempre y cuando no sea apabullante. Y en determinados momentos me da más ansiedad que en otros.
-¿Cómo manejas esos momentos?
-Tranquilo. Mientras sea con respeto y cariño, la gente buena onda te felicita por el laburo que hiciste. Y el artista busca eso: la obra se completa con el público. Me gusta ver una respuesta positiva, me retroalimenta, me hace pensar que estoy yendo por el camino correcto, me inspira a querer seguir. Estoy contento.
-¿Tu familia, cómo lo vive? Para ellos también es todo nuevo.
-Están muy emocionados y movilizados. Por un lado, están orgullosos, con un babero puesto. Por el otro, muy movilizados, porque hablar del accidente y contar mi historia, les hace revivir muchas cosas. Es una dualidad, porque están chochos, pero también muy conmovidos. Todos están felices por mí.
-Tu primer trabajo fue un coprotagónico en una película, este fue el segundo proyecto de tu carrera y fue un éxito. No es algo común entre los actores que recién inician.
-Sí, debuté como actor en la película El viento que arrasa (2023), de Paula Hernández. Por ese papel fui nominado como actor revelación en los Premios Cóndor 2025.
“Una ilusión gigante”
-¿Cómo llegaste a El Eternauta?
-La directora de casting de la película era también la de la serie. Además, es coach actoral y compartimos mucho; me conoce y cuando hay algún personaje que siente que puedo hacer, me llama. Entonces, en febrero de 2023, me comentó del casting para El Eternauta. Lo hice, fui avanzando en el proceso y me confirmó que había quedado en mayo, poco antes de arrancar la filmación.
-¿Imaginabas, o suponías, la magnitud de este proyecto?
-De a poco fui recibiendo información que lo hacía más grande. Yo conocía la historia porque había leído el cómic en el colegio. Sabía que era un ícono nacional, cómo la gente se sentía al respecto, que lo portan como bandera. Y sabía que era un proyecto que se quería hacer dese hace años y no se había podido. Que era algo que se venía esperando… Por eso, fui a hacer el casting con mucha emoción. Lo siento como el proyecto audiovisual más grande de la Argentina. El casting me lo tomé bastante tranquilo y cuando me dijeron que había quedado, fue una ilusión gigante.
-¿Cuánto sabías sobre el proyecto? ¿Te habían dicho quiénes eran los actores que lo protagonizaban?
-Primero me enteré de que estaba Carla Peterson, que me dio una emoción muy grande. Y cuando quedé, me contaron que estaba Ricardo Darín y dije: “Ya está, debutaste en primera y metiste todos los goles”. Para un actor, es el sueño del pibe.
-¿Qué sentiste cuando llegaste y empezaste a compartir set con ellos?
-Fue verlo hecho realidad. Ya desde la producción enorme, el equipo que trabajó detrás. Después lo normalizaba, pero cada tanto paraba, respiraba, miraba y decía: “Mirá en dónde estoy”. Había firmado un contrato de confidencialidad y no podía contar nada, tampoco publicar fotos en las redes sociales. Así que fui sacando y las guardé durante dos años, esperando al estreno. Y una semana antes, me robaron el celular así que perdí todo el material. Un garrón.
-¿Cómo te preparaste para interpretar a Micky, tu personaje?
-Nos iban dando el guion por escenas o por capítulos, no nos dieron la serie completa. Antes de arrancar a filmar, nos visitaron unos scouts más grandes que hoy en día son coordinadores, ayudan en un lugar por Olivos: nos dieron una charla contándonos quiénes son los scouts, cuáles son sus propósitos, su misión, sus valores. Se dedican al servicio, a ayudar al prójimo, están siempre listos. También nos mostraron el saludo y los elementos significativos como el pañuelo. Ahí ya teníamos una base para empezar a construir el personaje y representarlos bien. Y tuve una percepción: “Este pibe tiene tantos años, es scout, piensa de esta manera, esto es lo que lo mueve, el servicio en medio de un apocalipsis. Según el guion, él quiere ser un héroe”. Fui construyendo desde la intuición, y siguiendo las indicaciones del director (Bruno Stagnaro), que también nos pidió que improvisemos para luego ver qué escena quedaba mejor y seleccionarla.
-¿Qué sentiste cuando viste la serie terminada, tu trabajo realizado?
-Recién la vi cuando se estrenó. Había visto el primer capítulo en la avant premiere. En la fiesta de fin de rodaje se mostró un crudo [N. de la R.: video sin editar] de escenas. Cuando lo vi, quedó raro, y dudé porque nunca se había hecho algo así. “No sé cómo va a quedar esto”, pensé. Pero cuando vi el resultado final en la pantalla dije: “¡Guau! ¡Esto es increíble!”. Me sobrepasó la emoción. Estaba anonadado, obvio que muy contento. No tiene nada que envidiarle a Hollywood, quedó muy bien realizada. Estaba emocionado viendo cada escena. Cuando llegué a mis escenas me encantó cómo estoy físicamente, y el personaje me encantó. Eso me flasheó: todos tenemos un tema con la imagen, con vernos, y a mí, con la parálisis facial a veces me cuesta muchísimo. Cuando vi por primera vez la película en la que debuté como actor, me largué a llorar, tuve un ataque de ansiedad, de decir: “Yo no puedo hacer esto”.
-¿Llegaste a dudar en dejar la carrera y no seguir? Te hubieras perdido el éxito que estás viviendo ahora.
-Fueron unos días que estuve así, todavía no se había estrenado la película. Después, pasó el tiempo, bajé cambios y dije: “Vos querés ser actor, querés estar en cámara, en cine. El mismo pensamiento que tuve toda mi vida. Al final del día, lo que querés es actuar”.
-¿Desde cuándo querés ser actor?
-Desde siempre. Desde muy chico, desde antes del accidente que tuve a los cinco años. Hacía propuestas artísticas en mi casa, me gustaba protagonizar las obras del colegio, hacíamos películas caseras con mis hermanos. Y a los 11 o 12 años dije: “Me quiero dedicar a esto”. Así que empecé a estudiar teatro en una escuela de Ingeniero Maschwitz, y después hice mi formación actoral durante cuatro años.
-¿La seguiste cuando terminaste el secundario o estudiaste una carrera paralela?
-Al año siguiente que me recibí en el colegio fue el 2020, la pandemia. Me iba a ir de viaje, no pude. Y en 2021 empecé a estudiar en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), el primer año no entré, y tomaba clases por Zoom. Y al año siguiente, en 2022, quedé en la película: se filmó en Uruguay y el rodaje duró dos meses. No podía dejar pasar la oportunidad. Después surgió El Eternauta y no retomé la carrera porque, la verdad, siempre me olvido de inscribirme. En esta carrera no necesitás el título para trabajar, la Universidad está buena porque la trata de una manera profesional, también te da contactos y herramientas, pero te podés seguir formando con la experiencia y los proyectos. La cancha te la da el oficio. Igual, estoy tomando clases de actuación.
-¿Venís de una familia de artistas?
-Hay algo en las raíces: mi tatarabuelo era cineasta, un bisabuelo era director de fotografía y otro, actor de teatro. Pero ni mis abuelos ni mis padres siguieron. Yo agarré el verdadero legado familiar. Mi hermano también es artista: está actuando en teatro y es DJ.
Un amor a distancia
Joaquín –que actualmente vive solo en San Fernando- está en pareja hace cuatro meses con Jan, un español a quien conoció el año pasado en Europa: el viaje que le había quedado pendiente y que no había podido hacer en 2020 por la pandemia. Luego surgieron los proyectos de actuación y, cuando se liberó, aprovechó la oportunidad. Además, su padre se había ido a vivir a España y fue a visitarlo.
-¿Cómo es tu historia de amor?
-Es de película. Lo conocí cuando fui a visitar a mi viejo a un pueblito de España, él estaba allá y, de casualidad, tenía planeado un viaje a Sudamérica que, entre otros países, incluía la Argentina. Así que me sumé a ese viaje: estuvimos en Mendoza, ahí nos pusimos de novios, también recorrimos el sur, las Cataratas de Iguazú, el norte, y Bolivia, Perú. Volvió a España hace dos semanas.
-¿Y ahora? ¿Cómo sigue la relación?
-Se fue justo un día antes del estreno de El Eternauta, había hecho un viaje larguísimo y no podía quedarse más tiempo. Imaginate cómo estaba yo. Un nivel de disociación enorme: experimentando la serie y la nueva relación que hoy mantengo a distancia.
-¿Cómo manejan la distancia?
-Como recién pasaron dos semanas, estamos viendo. Todavía tenemos que ver y hablar un par de cosas. Las relaciones a distancia son complicadas, pero estamos juntos.
-¿A qué se dedica Jan?
-Es medio artista. Si bien hoy no se dedica a eso, escribe y compone música. Incluso hacemos chistes: que él escriba, que uno actúa y el otro dirija. Soñar no cuesta nada. Mirá en dónde estamos por soñar. Todavía no tengo muy en claro cómo continúa, pero lo discutimos al andar. Yo estoy muy feliz de haberlo conocido.
-¿Qué te cuenta él sobre la repercusión internacional de El Eternauta?
-Es muy loco. El jefe del bar en el que trabaja es argentino y sabe que estamos juntos. Igual que sus amigos. No lo pueden creer. Él tardó un poco en verla porque estuvo con mucho trabajo. Cuando la terminó, me llamó para felicitarme y me dijo que estaba muy orgulloso.
El accidente que casi le cuesta la vida
Joaquín tenía cinco años cuando fue con su familia a un parque de diversiones ubicado en la localidad de Luján. Y mientras daba una vuelta en una atracción, ocurrió un accidente que pudo ser fatal.
“Lo que cuento es a partir del relato de lo que me cuenta mi familia, porque yo no me acuerdo”, dice el actor, que define a aquel niño del pasado como “muy mandado”, “con ganas de hacer todo”. Su madre no le permitía subir a las montañas rusas porque era chico. Pero sí lo dejó ir al Tren Fantasma, acompañado por sus hermanos. “Esos juegos estaban en terribles condiciones, no tenían medidas de seguridad”, destaca sobre aquel carrito que no tenía cinturón ni una baranda que sostuviera a los participantes.
“Vas sentado, y cuando empieza a andar se mete en un túnel y hay cosas de miedo. Lo peor que te puede pasar es que te dé miedo”, continúa sobre en su relato.
Sin embargo, el verdadero terror surgió cuando al conductor del tren se le patinó el freno justo antes de doblar, lo que provocó que el carrito descarrilara. Joaquín, que se había puesto de pie, salió disparado y -siempre según su relato y la reconstrucción de sus familiares, testigos del episodio-, sus piernas quedaron sobre el regazo de uno de sus hermanos y su cabeza, “enganchada, rebotando entre las vías y el carrito”.
“El carrito hizo una especie de arrastre conmigo”, cuenta Joaquín y reproduce, todavía con un nudo en la garganta, el grito desesperado de uno de sus hermanos: “¡Mi hermano se murió!”, creyó el niño que en ese entonces tenía 12 años. “Fue un evento bastante traumático a nivel familiar”, dice el actor sobre las semanas movilizantes que atraviesan sus seres queridos desde que se hizo famoso y comenzó a contar su historia de vida.
-¿Qué pasó después?
-Entró el que era mi padrastro en ese momento y cuando me levantó, vieron que estaba ensangrentado: me salía sangre de los ojos, de las orejas. Me llevaron al hospital, estuve 21 días en coma, tuve triple fractura de cráneo, desplazamiento del moides y se me cortó un nervio que me produjo una parálisis facial. Además, perdí la visión y la audición del lado derecho. Casi me muero. Fue muy fuerte.
-¿Recordás algo de aquellos días de internación?
-No mucho. Yo siempre pensé que lo más riesgoso había sido la triple fractura. Pero hace poco me enteré que en realidad lo más grave fue el desplazamiento del moides. Para acomodarlo, me tenían que hacer una cirugía que me iba a impedir hablar, caminar, hacer todo por mí mismo. ¿Qué tipo de vida iba a tener? Primero, había que hacer una cirugía preparatoria. Y antes de esa, el moides se acomodó solo. Fue increíble.
-¿Qué recordás de cuando te despertaste?
-Mi mamá se quedaba de día, y mi papá, de noche. Yo me desperté de madrugada. Con el hilito de voz que me salió, después de tantos días internados, le dije “quiero pis”. Mi papá se desesperó y llamó a la enfermera para decirle que me había despertado, pero pensaron que había sido su sensación.
-¿Cómo siguió todo después?
-Nadie sabía si iba a poder hablar, comer, caminar, hasta recordar. Hice rehabilitación para caminar y el resto lo fui aprendiendo de a poco. Y también a entender la mirada ajena.
-¿Cómo fue crecer con esa mirada ajena?
-Cuando sos chico, te estás formando. Para mí fue muy difícil mi infancia. Incluso desde la inocencia. Los otros me empezaron a notar cómo era: yo me veía al espejo y notaba algo, pero no lo dimensionaba. Me di cuenta cuando recibía los comentarios de la gente y la mirada ajena. Eso me fue marcando. Decía: “Yo soy diferente, me dicen cosas feas”. En ese momento lo sentía como algo normal, pero me lo hacían notar, que tenía algo… Crecí con temas que me afectaron. Entender que sos distinto y ver cómo la gente te ve distinto en un mundo que avala la hegemonía, es muy difícil, muy duro. Es un proceso que hice durante estos años, de armarme y de aceptación también. Yo siento que es algo con lo que voy a tener que luchar toda mi vida. Todos los días me levanto y es una decisión cómo me paro delante de esto. Hay días que me cuesta más, días que me cuesta menos. Por más cosas que me haga, no puedo cambiar esto. O me mato o lo acepto. Si no, vivís de una manera muy sufrida. Hoy elijo aceptarlo. En el pasado, el que más se ha castigado fui yo: me disgustaba y me odiaba. Y pude hacer un cambio que me sirvió: ahora me trato con amor y compasión. A mí lo que me mueve en la vida es actuar y voy tras ello.
-¿Cómo sigue tu carrera? ¿A qué apuntás?
-Estoy viendo algunas cosas, pero la verdad es que no hay mucha producción audiovisual. Hay muy pocos proyectos, algún que otro casting. Está siendo un momento muy difícil en la industria audiovisual. Debería meterme en la búsqueda del teatro. Ahora estoy aprovechando este momento, moviéndome para poder seguir laburando de esto, enfocado en trabajar de actor.
Joaquín Acebo tiene 23 años y pasó del anonimato al boom gracias a la serie argentina que es un éxito en el mundo; “la gente buena onda te felicita por el laburo que hacés”, asegura LA NACION