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La Bruja Verón: del gol de Edwuin Cetré al homenaje al 11, una noche de emoción para Estudiantes

Por apenas 60 segundos, el gol del colombiano Edwuin Cetré no se transformó en el mejor homenaje posible a Juan Ramón Verón, “La Bruja”, como lo conocía todo el fútbol sudamericano; como lo habían bautizado en Estudiantes de La Plata, su casa. El colombiano se hamacó al borde del área, sacó un latigazo de derecha y puso el 1-0 del Pincha ante Carabobo de Venezuela, por la última fecha de la fase de grupos de la Copa Libertadores. El reloj acababa de entrar en el minuto diez del primer tiempo. El futbolista colombiano mostró sus dos dedos índices y simuló un once. El número de la Bruja. Fue su pequeño gran tributo al ídolo.

Si se hubiera demorado un rato más, ese festejo rabioso por un tanto que clasificaba a Estudiantes a los octavos de final del máximo trofeo continental hubiera coincidido con el homenaje que desde los cuatro puntos cardinales del estadio le dedicaron a la leyenda pincharrata. El “Olé, olé, olé… Bruja… BRU-JAAA” inundó el aire de la cancha justo al minuto 11, el número Verón. Un homenaje en el nombre del Padre que también habrá emocionado al hijo, Juan Sebastían. La Brujita.

El racimo de futbolistas de Estudiantes y Carabobo en el círculo central; en las tribunas, las banderas que homenajean a la Bruja Verón, fallecido este martes

Todos aplaudieron, de pie, un tributo para quien tal vez haya sido el máximo referente del club en toda la historia. Algo de aquello se había intuido en el minuto de silencio ordenado por la Conmebol, como parte de una campaña en contra del racismo y la violencia. Los hinchas, más conmocionados por la muerte del ídolo que por cualquier iniciativa de la Confederación, interrumpieron el momento para cantar por la Bruja.

A continuación, la voz del estadio leyó el texto que el club difundió a través de sus redes sociales para evocar a Verón padre. Aplausos y más aplausos, mientras la pantalla gigante de Uno mostraba el rostro de la leyenda que este martes se convirtió en mito. “Bruja eterno. 1944-infinito”, decía el cartel. Los futbolistas -todos, incluso los venezolanos- aplaudían en respetuosa señal de recogimiento. Los de Estudiantes, con un mini brazalete negro en la manga izquierda de su camiseta. Los de Carabobo, con el atuendo habitual y sin crespones.

No hubo minuto de silencio específico ni un homenaje más organizado porque todo tiene que pasar por la órbita de la Conmebol. La muerte de Verón sobrevino en horas de la tarde del martes, por lo que no hubo tiempo de que las autoridades aprobaran crespones negros para todos o incluso un homenaje acorde a la talla del futbolista-entrenador que acababa de irse a otro plano. La gente, entonces, se organizó para despedirlo a su manera, con ese grito de corazón. El club comunicará en las próximas horas cómo será su entierro, para que todos puedan acercarse a rendirle su último adiós.

Quiso el destino que quien fuera tal vez el máximo ídolo de Estudiantes falleciera el mismo día que el equipo se enfrentara con el rival más débil del grupo A de la Libertadores. La ocasión era inmejorable para homenajear a Verón con una catarata de goles. como los que él mismo anotó con la camiseta rojiblanca (79); con los colores de su corazón. A aquella conquista inicial de Cetré se sumó un segundo gol de Luciano Giménez, con participación necesaria de Christian Medina, el hombre llegado desde Boca a cambio de los 15 millones de dólares provistos por el magnate estadounidense Foster Gillett.

Los venezolanos, tan entusiastas como limitados, fueron casi partenaires en la primera etapa. Tuvieron enfrente a un equipo de duelo, que necesitaba la victoria para clasificarse pero, sobre todo, para poder festejar con su gente, dolorida. Sentida; emocionada. Conmovida. Los dirigidos por Eduardo Domínguez no podían fallar. Quedar eliminados de la Copa Libertadores contra Carabobo hubiera provocado una llaga infinita. Una herida insondable. En el partido-homenaje al ídolo, donde había tres puntos vitales en juego, Estudiantes no podía fallar.

Y en el primer tiempo hizo los deberes con creces. No se dejó avasallar por el contexto, ni por el dolor. Jugó a lo suyo, concentrado, con Tiago Palacios haciendo lo suyo, Medina transformado en rueda de auxilio en la mitad de la cancha, el habitual despliegue de Santiago Ascacíbar y Erik Meza vestido de lateral derecho a la brasileña, con la orden de pasar al ataque en cuanto pudiera.

El desahogo del colombiano Edwuin Cetré tras anotar el primer gol de Estudiantes de La Plata ante Carabobo, por la Copa Libertadores

El 2-0 conseguido en esos primeros 45 minutos fue un remanso para su gente. Nadie sabía si bastarían esos dos goles -ese triunfo- para quedarse con el primer puesto del grupo. Sí estaba claro, en cambio, que deberían alcanzar para certificar el triunfo y posterior clasificación a los octavos de final del torneo. En el entretiempo, la pantalla gigante volvió a recordar a la Bruja con videos y fotos de su trayectoria futbolística. No hubo más goles, ni festejos (ingresaron futbolistas como Alexis Castro, Mauro Méndez y Facundo Farías). Al final, celebró el hincha, que había llegado en señal de duelo y se fue con el pecho inflado porque el equipo dio la cara y se clasificó primero en el grupo A. Sigue en la Libertadores.

En definitiva, ése era el objetivo que se había trazado todo el pueblo pincharrata. En algún lugar, Verón padre también habrá celebrado esos goles. Lo mismo su hijo y todos los asistentes a Uno. En La Plata definen el sentimiento mucho mejor: “Creemos en Brujas”.

Por apenas 60 segundos, el gol del colombiano Edwuin Cetré no se transformó en el mejor homenaje posible a Juan Ramón Verón, “La Bruja”, como lo conocía todo el fútbol sudamericano; como lo habían bautizado en Estudiantes de La Plata, su casa. El colombiano se hamacó al borde del área, sacó un latigazo de derecha y puso el 1-0 del Pincha ante Carabobo de Venezuela, por la última fecha de la fase de grupos de la Copa Libertadores. El reloj acababa de entrar en el minuto diez del primer tiempo. El futbolista colombiano mostró sus dos dedos índices y simuló un once. El número de la Bruja. Fue su pequeño gran tributo al ídolo.

Si se hubiera demorado un rato más, ese festejo rabioso por un tanto que clasificaba a Estudiantes a los octavos de final del máximo trofeo continental hubiera coincidido con el homenaje que desde los cuatro puntos cardinales del estadio le dedicaron a la leyenda pincharrata. El “Olé, olé, olé… Bruja… BRU-JAAA” inundó el aire de la cancha justo al minuto 11, el número Verón. Un homenaje en el nombre del Padre que también habrá emocionado al hijo, Juan Sebastían. La Brujita.

El racimo de futbolistas de Estudiantes y Carabobo en el círculo central; en las tribunas, las banderas que homenajean a la Bruja Verón, fallecido este martes

Todos aplaudieron, de pie, un tributo para quien tal vez haya sido el máximo referente del club en toda la historia. Algo de aquello se había intuido en el minuto de silencio ordenado por la Conmebol, como parte de una campaña en contra del racismo y la violencia. Los hinchas, más conmocionados por la muerte del ídolo que por cualquier iniciativa de la Confederación, interrumpieron el momento para cantar por la Bruja.

A continuación, la voz del estadio leyó el texto que el club difundió a través de sus redes sociales para evocar a Verón padre. Aplausos y más aplausos, mientras la pantalla gigante de Uno mostraba el rostro de la leyenda que este martes se convirtió en mito. “Bruja eterno. 1944-infinito”, decía el cartel. Los futbolistas -todos, incluso los venezolanos- aplaudían en respetuosa señal de recogimiento. Los de Estudiantes, con un mini brazalete negro en la manga izquierda de su camiseta. Los de Carabobo, con el atuendo habitual y sin crespones.

No hubo minuto de silencio específico ni un homenaje más organizado porque todo tiene que pasar por la órbita de la Conmebol. La muerte de Verón sobrevino en horas de la tarde del martes, por lo que no hubo tiempo de que las autoridades aprobaran crespones negros para todos o incluso un homenaje acorde a la talla del futbolista-entrenador que acababa de irse a otro plano. La gente, entonces, se organizó para despedirlo a su manera, con ese grito de corazón. El club comunicará en las próximas horas cómo será su entierro, para que todos puedan acercarse a rendirle su último adiós.

Quiso el destino que quien fuera tal vez el máximo ídolo de Estudiantes falleciera el mismo día que el equipo se enfrentara con el rival más débil del grupo A de la Libertadores. La ocasión era inmejorable para homenajear a Verón con una catarata de goles. como los que él mismo anotó con la camiseta rojiblanca (79); con los colores de su corazón. A aquella conquista inicial de Cetré se sumó un segundo gol de Luciano Giménez, con participación necesaria de Christian Medina, el hombre llegado desde Boca a cambio de los 15 millones de dólares provistos por el magnate estadounidense Foster Gillett.

Los venezolanos, tan entusiastas como limitados, fueron casi partenaires en la primera etapa. Tuvieron enfrente a un equipo de duelo, que necesitaba la victoria para clasificarse pero, sobre todo, para poder festejar con su gente, dolorida. Sentida; emocionada. Conmovida. Los dirigidos por Eduardo Domínguez no podían fallar. Quedar eliminados de la Copa Libertadores contra Carabobo hubiera provocado una llaga infinita. Una herida insondable. En el partido-homenaje al ídolo, donde había tres puntos vitales en juego, Estudiantes no podía fallar.

Y en el primer tiempo hizo los deberes con creces. No se dejó avasallar por el contexto, ni por el dolor. Jugó a lo suyo, concentrado, con Tiago Palacios haciendo lo suyo, Medina transformado en rueda de auxilio en la mitad de la cancha, el habitual despliegue de Santiago Ascacíbar y Erik Meza vestido de lateral derecho a la brasileña, con la orden de pasar al ataque en cuanto pudiera.

El desahogo del colombiano Edwuin Cetré tras anotar el primer gol de Estudiantes de La Plata ante Carabobo, por la Copa Libertadores

El 2-0 conseguido en esos primeros 45 minutos fue un remanso para su gente. Nadie sabía si bastarían esos dos goles -ese triunfo- para quedarse con el primer puesto del grupo. Sí estaba claro, en cambio, que deberían alcanzar para certificar el triunfo y posterior clasificación a los octavos de final del torneo. En el entretiempo, la pantalla gigante volvió a recordar a la Bruja con videos y fotos de su trayectoria futbolística. No hubo más goles, ni festejos (ingresaron futbolistas como Alexis Castro, Mauro Méndez y Facundo Farías). Al final, celebró el hincha, que había llegado en señal de duelo y se fue con el pecho inflado porque el equipo dio la cara y se clasificó primero en el grupo A. Sigue en la Libertadores.

En definitiva, ése era el objetivo que se había trazado todo el pueblo pincharrata. En algún lugar, Verón padre también habrá celebrado esos goles. Lo mismo su hijo y todos los asistentes a Uno. En La Plata definen el sentimiento mucho mejor: “Creemos en Brujas”.

 El colombiano anotó a los 10 minutos ante Carabobo en La Plata, donde se rindió honores al autor del gol en Manchester en 1968  LA NACION

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