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Tomás Etcheverry, tras despedirse de Roland Garros: las razones de su bajón y el potencial cambio de rumbo

PARÍS (Enviado especial).- Tomás Martín Etcheverry es un tenista que asume su profesión con pasión y dedicación, independientemente del incentivo laboral y el compromiso que para él tiene pegarle a la pelotita amarilla. Es natural y le agrada todo lo que conlleva su carrera deportiva: el entrenamiento, las horas de gimnasio, las rutinas, los viajes, el análisis táctico, el vínculo con los sponsors, los espectadores y la prensa; hasta lo divierten sus cábalas, que son varias. Por todo eso, el platense hoy está sufriendo (y mucho).

Tras un explosivo 2023 (con dos finales ATP y los cuartos de final de Roland Garros incluidos) y un valioso 2024 (alcanzó su mejor ranking, 27°), Etcheverry está aturdido y sin pimienta; extravió la confianza, el brillo en los ojos y la alegría dentro del court. Con la intención de seguir progresando (tenística y económicamente), antes del cierre del año pasado tomó distintas decisiones que no dieron resultado. Es el primero que lo asume. En lo que va de la temporada sumó catorce triunfos y dieciocho derrotas; la última, dolorosa más allá de lo imaginable por el poderío del rival (Stefanos Tsitsipas), el lunes pasado por la primera ronda de Roland Garros, su torneo favorito (hasta su perro caniche se llamó así).

Tomás Etcheverry, en acción: está aturdido y sin pimienta, extravió la confianza, el brillo en los ojos y la alegría dentro del court

Hay diversos aspectos que no funcionaron en el engranaje de Etcheverry (59° en el ranking en vivo). Uno de ellos, el vínculo con Horacio De la Peña, su coach desde noviembre. El Pulga, con un perfil muchísimo más expeditivo y eléctrico del que estaba acostumbrado Etcheverry, volvió a entrenar a un jugador argentino en forma full time por primera vez desde 2006. Su empuje y poder de convencimiento no surtieron efecto con su nuevo pupilo, al menos dentro del court durante la competencia. Con más rodaje en el tour, esta vez fue el propio Etcheverry el que no delegó decisiones y aprobó la idea de cambiar de entrenador, recomendado, entre otros, por su equipo de representación (la empresa Summa, con Juan Mónaco y Mariano Zabaleta como caras visibles).

Antes de marcharse de Roland Garros, Etcheverry contó que habían quedado en reunirse con De la Peña después del Abierto francés para hacer un balance del semestre. “La idea es charlar para ver cómo sigo. Hicimos un buen trabajo, estoy agradecido por las herramientas que me está dando y el conocimiento que me transmitió, pero bueno… también entiendo que los resultados no se están dando y no sé por qué. Me sentaré con él, veremos cómo continuamos, si seguimos, de qué manera y ver para qué estamos”, contó Etcheverry ante un puñado de periodistas, en esta ciudad. Y amplió: “Hasta ahora no me puse a pensar en ningún otro nombre, sino en confiar en el proceso y en hacer lo que él (De la Peña) me decía. No le voy a echar culpas de nada; soy el responsable máximo. El ranking no miente y durante el año no jugué bien. Hice bastantes pasos en falso y es mi culpa”.

Horacio De la Peña y Tomás Etcheverry, en diciembre pasado en Sydney, durante la United Cup: la nueva sociedad coach-jugador no dio resultados hasta ahora

Etcheverry explicó que “por equis causa”, no están “pudiendo congeniar de la mejor manera” con De la Peña. “Veo que aprendí mucho con él, sabe mucho de tenis; simplemente no se nos dan las cosas, no sé por qué, hay que evaluarlo. El año pasado tomé la decisión porque me habían dicho lo bueno que era, él tenía ganas de volver al circuito, mejoré la derecha gracias a él”, apuntó. Ya hay apellidos que están sonando en caso de que la sociedad no prosiga, pero Tommy dijo que todavía no se puso a pensar en esa posibilidad.

Muchos le reclaman a Etcheverry que no ataca todo lo que debería o que no sube a la red, sobre todo para aprovechar su altura (1,96m) y alcance de brazos, sin desgastarse tanto con los intercambios de fondo. Aquí también es el jugador el primero en hacer autocrítica: “Si ven mis partidos, estoy jugando de vuelta atrás y no de la manera que estaba jugando antes. Pasa todo por la cabeza; es cuestión de animarse. En Hamburgo [la semana anterior a París; llegó a las semifinales] lo pude hacer, cambié el chip y mi tenis es por ahí, es lo que me va a traer alegrías. Para ganarle a los mejores hay que hacer ese camino. Horacio me empuja a hacerlo, pero no puedo lograrlo. Me tiro para atrás de vuelta. Lo analizamos con la matemática deportiva, nos fijamos cuántas veces subo a la red en los partidos: el año pasado lo hacía quince puntos más por partido y ahora no lo estoy haciendo casi nunca”.

Tomás Etcheverry, en París, sobre uno de sus problemas:

El aspecto emocional, la falta de confianza, hacen mella. “Hay muchas razones por las que pasan estos bajones -inició Etcheverry, antes de describirlos-. Los entrenamientos, la forma en la que uno planifica, los parates… Decir: ‘Bueno, frenamos estos diez días para entrenar y llegar más fresco a este torneo’. Son decisiones en equipo. Pero me hago responsable porque cuando entro en la cancha siento que soy yo y en los últimos torneos no me sentía el Tommy de los años anteriores, que me quería comer el mundo y tenía agresividad, no sólo mental; me sentía raro. Y ahí es donde digo ‘es mi culpa’, porque no entré con la mentalidad correcta, a comerme el mundo como lo hice el año pasado. Desde ese lado, fallé. Hubo un montón de otras cosas, no te voy a negar. Los partidos los preparamos con el coach. También es importante la forma de entrenar. Yo siento que ahí cada entrenador tiene su librito y su fórmula para decir, por ejemplo: ‘Es mejor hacer doble turno porque vamos a llegar con más sensaciones al partido’. Y otro te puede decir: ‘No, vamos a entrenar una hora y media porque vamos a estar más tranquilos y a cuidar el físico’. Después, termina siendo más decisión del jugador”.

Otro tema no menor que alteró los cimientos de Etcheverry fue el cambio de raqueta. El argentino “se metió” en el circuito grande con la marca austríaca Head, pero el año pasado inició un nuevo vínculo con la japonesa Yonex (la firma que usaba Pico Mónaco, por ejemplo; según los expertos, de excelente calidad, pero muy distinta a la otra). Durante 2024, Tommy utilizó un modelo de raqueta con más control que explosión (Percept), pero durante la pretemporada optó por una más “blanda” y que despedía más (Vcore). Sin embargo, el cambio no dio resultados y, con incertidumbre, regresó a la anterior.

Tomás Etcheverry durante su derrota ante Stefanos Tsitsipas en Roland Garros: el cambio de raqueta es un tema clave, que le generó dolores de cabeza

“El proceso con la raqueta fue duro”, reconoció Etcheverry. Y detalló, genuino, sin ocultar las cartas: “Me metí en el circuito con la Head, encontramos un gran nivel con esa raqueta. Cuando empezamos a pensar un poco en cómo mejorar, coincidimos que necesitaba una más sólida, más firme, porque nos dábamos cuenta de que en los peloteos largos y al impactar rápido la raqueta se me movía, no era firme. Dijimos: ‘Vamos para Yonex’. También teníamos la opción de tener un mejor contrato, cambiamos y el año pasado, con la verde (Percept), fue bien. Terminé bien el año; eso me dio tranquilidad. Pero cuando empezamos con el Pulga dijimos que necesitaba una raqueta con un poco más de pique para sumar algo más al juego y en Australia cambié a la roja (Vcore), un modelo que despide más, que es más viva. Me sentí bien en cemento, con mucho más pique y salida de bola, pero en polvo no me gustó, sentí que se me escapaba la pelota. Ahí cometí un error en la pretemporada, que la hice sobre polvo de ladrillo, mi superficie de siempre y no probé la raqueta. Cuando fui a la gira de polvo en Sudamérica me saltaron las dudas, no la controlaba, me empecé a atrapar un poco y volví a la otra. La realidad es que intentamos hacer un cambio para mejorar y no nos salió. Y ahora estamos buscando la manera: si cambiarle la cuerda, el peso, ver de qué manera le puedo dar más poder a esta raqueta”.

Dedicado y amante del tenis como es, no hay dudas de que Etcheverry seguirá buscando opciones para recuperar la sonrisa, dentro y fuera del court.

PARÍS (Enviado especial).- Tomás Martín Etcheverry es un tenista que asume su profesión con pasión y dedicación, independientemente del incentivo laboral y el compromiso que para él tiene pegarle a la pelotita amarilla. Es natural y le agrada todo lo que conlleva su carrera deportiva: el entrenamiento, las horas de gimnasio, las rutinas, los viajes, el análisis táctico, el vínculo con los sponsors, los espectadores y la prensa; hasta lo divierten sus cábalas, que son varias. Por todo eso, el platense hoy está sufriendo (y mucho).

Tras un explosivo 2023 (con dos finales ATP y los cuartos de final de Roland Garros incluidos) y un valioso 2024 (alcanzó su mejor ranking, 27°), Etcheverry está aturdido y sin pimienta; extravió la confianza, el brillo en los ojos y la alegría dentro del court. Con la intención de seguir progresando (tenística y económicamente), antes del cierre del año pasado tomó distintas decisiones que no dieron resultado. Es el primero que lo asume. En lo que va de la temporada sumó catorce triunfos y dieciocho derrotas; la última, dolorosa más allá de lo imaginable por el poderío del rival (Stefanos Tsitsipas), el lunes pasado por la primera ronda de Roland Garros, su torneo favorito (hasta su perro caniche se llamó así).

Tomás Etcheverry, en acción: está aturdido y sin pimienta, extravió la confianza, el brillo en los ojos y la alegría dentro del court

Hay diversos aspectos que no funcionaron en el engranaje de Etcheverry (59° en el ranking en vivo). Uno de ellos, el vínculo con Horacio De la Peña, su coach desde noviembre. El Pulga, con un perfil muchísimo más expeditivo y eléctrico del que estaba acostumbrado Etcheverry, volvió a entrenar a un jugador argentino en forma full time por primera vez desde 2006. Su empuje y poder de convencimiento no surtieron efecto con su nuevo pupilo, al menos dentro del court durante la competencia. Con más rodaje en el tour, esta vez fue el propio Etcheverry el que no delegó decisiones y aprobó la idea de cambiar de entrenador, recomendado, entre otros, por su equipo de representación (la empresa Summa, con Juan Mónaco y Mariano Zabaleta como caras visibles).

Antes de marcharse de Roland Garros, Etcheverry contó que habían quedado en reunirse con De la Peña después del Abierto francés para hacer un balance del semestre. “La idea es charlar para ver cómo sigo. Hicimos un buen trabajo, estoy agradecido por las herramientas que me está dando y el conocimiento que me transmitió, pero bueno… también entiendo que los resultados no se están dando y no sé por qué. Me sentaré con él, veremos cómo continuamos, si seguimos, de qué manera y ver para qué estamos”, contó Etcheverry ante un puñado de periodistas, en esta ciudad. Y amplió: “Hasta ahora no me puse a pensar en ningún otro nombre, sino en confiar en el proceso y en hacer lo que él (De la Peña) me decía. No le voy a echar culpas de nada; soy el responsable máximo. El ranking no miente y durante el año no jugué bien. Hice bastantes pasos en falso y es mi culpa”.

Horacio De la Peña y Tomás Etcheverry, en diciembre pasado en Sydney, durante la United Cup: la nueva sociedad coach-jugador no dio resultados hasta ahora

Etcheverry explicó que “por equis causa”, no están “pudiendo congeniar de la mejor manera” con De la Peña. “Veo que aprendí mucho con él, sabe mucho de tenis; simplemente no se nos dan las cosas, no sé por qué, hay que evaluarlo. El año pasado tomé la decisión porque me habían dicho lo bueno que era, él tenía ganas de volver al circuito, mejoré la derecha gracias a él”, apuntó. Ya hay apellidos que están sonando en caso de que la sociedad no prosiga, pero Tommy dijo que todavía no se puso a pensar en esa posibilidad.

Muchos le reclaman a Etcheverry que no ataca todo lo que debería o que no sube a la red, sobre todo para aprovechar su altura (1,96m) y alcance de brazos, sin desgastarse tanto con los intercambios de fondo. Aquí también es el jugador el primero en hacer autocrítica: “Si ven mis partidos, estoy jugando de vuelta atrás y no de la manera que estaba jugando antes. Pasa todo por la cabeza; es cuestión de animarse. En Hamburgo [la semana anterior a París; llegó a las semifinales] lo pude hacer, cambié el chip y mi tenis es por ahí, es lo que me va a traer alegrías. Para ganarle a los mejores hay que hacer ese camino. Horacio me empuja a hacerlo, pero no puedo lograrlo. Me tiro para atrás de vuelta. Lo analizamos con la matemática deportiva, nos fijamos cuántas veces subo a la red en los partidos: el año pasado lo hacía quince puntos más por partido y ahora no lo estoy haciendo casi nunca”.

Tomás Etcheverry, en París, sobre uno de sus problemas:

El aspecto emocional, la falta de confianza, hacen mella. “Hay muchas razones por las que pasan estos bajones -inició Etcheverry, antes de describirlos-. Los entrenamientos, la forma en la que uno planifica, los parates… Decir: ‘Bueno, frenamos estos diez días para entrenar y llegar más fresco a este torneo’. Son decisiones en equipo. Pero me hago responsable porque cuando entro en la cancha siento que soy yo y en los últimos torneos no me sentía el Tommy de los años anteriores, que me quería comer el mundo y tenía agresividad, no sólo mental; me sentía raro. Y ahí es donde digo ‘es mi culpa’, porque no entré con la mentalidad correcta, a comerme el mundo como lo hice el año pasado. Desde ese lado, fallé. Hubo un montón de otras cosas, no te voy a negar. Los partidos los preparamos con el coach. También es importante la forma de entrenar. Yo siento que ahí cada entrenador tiene su librito y su fórmula para decir, por ejemplo: ‘Es mejor hacer doble turno porque vamos a llegar con más sensaciones al partido’. Y otro te puede decir: ‘No, vamos a entrenar una hora y media porque vamos a estar más tranquilos y a cuidar el físico’. Después, termina siendo más decisión del jugador”.

Otro tema no menor que alteró los cimientos de Etcheverry fue el cambio de raqueta. El argentino “se metió” en el circuito grande con la marca austríaca Head, pero el año pasado inició un nuevo vínculo con la japonesa Yonex (la firma que usaba Pico Mónaco, por ejemplo; según los expertos, de excelente calidad, pero muy distinta a la otra). Durante 2024, Tommy utilizó un modelo de raqueta con más control que explosión (Percept), pero durante la pretemporada optó por una más “blanda” y que despedía más (Vcore). Sin embargo, el cambio no dio resultados y, con incertidumbre, regresó a la anterior.

Tomás Etcheverry durante su derrota ante Stefanos Tsitsipas en Roland Garros: el cambio de raqueta es un tema clave, que le generó dolores de cabeza

“El proceso con la raqueta fue duro”, reconoció Etcheverry. Y detalló, genuino, sin ocultar las cartas: “Me metí en el circuito con la Head, encontramos un gran nivel con esa raqueta. Cuando empezamos a pensar un poco en cómo mejorar, coincidimos que necesitaba una más sólida, más firme, porque nos dábamos cuenta de que en los peloteos largos y al impactar rápido la raqueta se me movía, no era firme. Dijimos: ‘Vamos para Yonex’. También teníamos la opción de tener un mejor contrato, cambiamos y el año pasado, con la verde (Percept), fue bien. Terminé bien el año; eso me dio tranquilidad. Pero cuando empezamos con el Pulga dijimos que necesitaba una raqueta con un poco más de pique para sumar algo más al juego y en Australia cambié a la roja (Vcore), un modelo que despide más, que es más viva. Me sentí bien en cemento, con mucho más pique y salida de bola, pero en polvo no me gustó, sentí que se me escapaba la pelota. Ahí cometí un error en la pretemporada, que la hice sobre polvo de ladrillo, mi superficie de siempre y no probé la raqueta. Cuando fui a la gira de polvo en Sudamérica me saltaron las dudas, no la controlaba, me empecé a atrapar un poco y volví a la otra. La realidad es que intentamos hacer un cambio para mejorar y no nos salió. Y ahora estamos buscando la manera: si cambiarle la cuerda, el peso, ver de qué manera le puedo dar más poder a esta raqueta”.

Dedicado y amante del tenis como es, no hay dudas de que Etcheverry seguirá buscando opciones para recuperar la sonrisa, dentro y fuera del court.

 El platense, cuartofinalista en París hace dos años, perdió la confianza, la sociedad con el coach De la Peña no da resultados y el cambio de raqueta le genera incertidumbre  LA NACION

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