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Una respuesta a la desinformación con IA

Aún resuenan los ecos de la desinformación elaborada con inteligencia artificial en las últimas elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta vez, un video difundido en redes sociales con un falso Mauricio Macri anunciando la supuesta renuncia de Silvia Lospennato a su candidatura y llamando a votar por un candidato opositor.

Por la trascendencia y las consecuencias que la manipulación informativa puede tener en contextos electorales, está en agenda una pregunta: ¿cómo atenuar el impacto de este tipo de estrategias desinformantes, que resienten la confianza ciudadana en las instituciones democráticas y pueden alterar la transparencia de una elección o confundir a los votantes?

Nuevamente se reactivaron debates sobre proyectos para regular a las plataformas con el objetivo de mitigar distorsiones en la conversación pública. Más allá de las derivaciones normativas que pudieran analizarse, desde organizaciones de la sociedad civil y actores del ámbito educativo enfocamos los esfuerzos hacia la educación.

Promover que las personas, en todas las etapas de la vida, accedan a conceptos, herramientas y experiencias de aprendizaje que fortalezcan su vínculo con el consumo crítico de noticias y otros contenidos, se torna, además de una prioridad, una urgencia. Mientras las desinformaciones circulan a gran velocidad y bajo formas cada vez más difíciles de identificar, es clave desarrollar capacidades para interpretar, contrastar y discernir entre lo verdadero y lo falso para tomar mejores decisiones.

La desinformación y el daño que genera en la calidad de las democracias (entre otros impactos de relevancia, y como lo mencionó el Foro de Davos este año) no empieza con la masificación de las redes sociales ni con la explosión tecnológica de la IA. Sin embargo, este escenario aceleró su expansión, aumentó su alcance y amplificó sus riesgos en muy poco tiempo.

No basta con jugar con las mismas reglas que los actores desinformantes, ni limitar las respuestas a eventuales marcos regulatorios, que podrían aun afectar la libertad de expresión. Apostar por la educación, la alfabetización mediática e informacional (AMI) como eje central, y el desarrollo de tecnología cívica como estrategia complementaria es clave para robustecer las capacidades de cada una de las personas que nos veremos expuestas, más temprano que tarde, a contenidos desinformantes.

Este enfoque se traduce en acciones concretas que encuentran eco en el apoyo de la Unión Europea, Unesco y otros organismos de cooperación internacional junto a empresas e instituciones locales. Es un norte que une a organizaciones de la sociedad civil en la Argentina que ya trabajan en red para sensibilizar en la mayor escala posible sobre este desafío que interpela a todos los sistemas educativos del mundo y, de manera muy particular, a nuestro país.

Iniciativas conjuntas entre la sociedad civil, junto con propuestas como la plataforma AMI en Acción –que reúne herramientas y recursos especialmente diseñados para la comunidad educativa elaborados por distintas entidades del país–, son algunas de muchas acciones en marcha. Todas necesitan ser potenciadas para ampliar su alcance y lograr un impacto sostenible. Activar el pensamiento crítico en momentos de tensión o vacíos informativos en contextos emocionalmente vulnerables, no solo es una respuesta potente frente a los deepfakes o los contenidos manipulados: es una habilidad que se aprende, se ejercita y puede integrarse a la educación como cualquier otra competencia fundamental. Una respuesta necesaria ante el caos informativo que ya es parte de nuestro día a día.

Jefa de Educación de Chequeado

Aún resuenan los ecos de la desinformación elaborada con inteligencia artificial en las últimas elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta vez, un video difundido en redes sociales con un falso Mauricio Macri anunciando la supuesta renuncia de Silvia Lospennato a su candidatura y llamando a votar por un candidato opositor.

Por la trascendencia y las consecuencias que la manipulación informativa puede tener en contextos electorales, está en agenda una pregunta: ¿cómo atenuar el impacto de este tipo de estrategias desinformantes, que resienten la confianza ciudadana en las instituciones democráticas y pueden alterar la transparencia de una elección o confundir a los votantes?

Nuevamente se reactivaron debates sobre proyectos para regular a las plataformas con el objetivo de mitigar distorsiones en la conversación pública. Más allá de las derivaciones normativas que pudieran analizarse, desde organizaciones de la sociedad civil y actores del ámbito educativo enfocamos los esfuerzos hacia la educación.

Promover que las personas, en todas las etapas de la vida, accedan a conceptos, herramientas y experiencias de aprendizaje que fortalezcan su vínculo con el consumo crítico de noticias y otros contenidos, se torna, además de una prioridad, una urgencia. Mientras las desinformaciones circulan a gran velocidad y bajo formas cada vez más difíciles de identificar, es clave desarrollar capacidades para interpretar, contrastar y discernir entre lo verdadero y lo falso para tomar mejores decisiones.

La desinformación y el daño que genera en la calidad de las democracias (entre otros impactos de relevancia, y como lo mencionó el Foro de Davos este año) no empieza con la masificación de las redes sociales ni con la explosión tecnológica de la IA. Sin embargo, este escenario aceleró su expansión, aumentó su alcance y amplificó sus riesgos en muy poco tiempo.

No basta con jugar con las mismas reglas que los actores desinformantes, ni limitar las respuestas a eventuales marcos regulatorios, que podrían aun afectar la libertad de expresión. Apostar por la educación, la alfabetización mediática e informacional (AMI) como eje central, y el desarrollo de tecnología cívica como estrategia complementaria es clave para robustecer las capacidades de cada una de las personas que nos veremos expuestas, más temprano que tarde, a contenidos desinformantes.

Este enfoque se traduce en acciones concretas que encuentran eco en el apoyo de la Unión Europea, Unesco y otros organismos de cooperación internacional junto a empresas e instituciones locales. Es un norte que une a organizaciones de la sociedad civil en la Argentina que ya trabajan en red para sensibilizar en la mayor escala posible sobre este desafío que interpela a todos los sistemas educativos del mundo y, de manera muy particular, a nuestro país.

Iniciativas conjuntas entre la sociedad civil, junto con propuestas como la plataforma AMI en Acción –que reúne herramientas y recursos especialmente diseñados para la comunidad educativa elaborados por distintas entidades del país–, son algunas de muchas acciones en marcha. Todas necesitan ser potenciadas para ampliar su alcance y lograr un impacto sostenible. Activar el pensamiento crítico en momentos de tensión o vacíos informativos en contextos emocionalmente vulnerables, no solo es una respuesta potente frente a los deepfakes o los contenidos manipulados: es una habilidad que se aprende, se ejercita y puede integrarse a la educación como cualquier otra competencia fundamental. Una respuesta necesaria ante el caos informativo que ya es parte de nuestro día a día.

Jefa de Educación de Chequeado

 Aún resuenan los ecos de la desinformación elaborada con inteligencia artificial en las últimas elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta vez, un video difundido en redes sociales con un falso Mauricio Macri anunciando la supuesta renuncia de Silvia Lospennato a su candidatura y llamando a votar por un candidato opositor.Por la trascendencia y las consecuencias que la manipulación informativa puede tener en contextos electorales, está en agenda una pregunta: ¿cómo atenuar el impacto de este tipo de estrategias desinformantes, que resienten la confianza ciudadana en las instituciones democráticas y pueden alterar la transparencia de una elección o confundir a los votantes?Nuevamente se reactivaron debates sobre proyectos para regular a las plataformas con el objetivo de mitigar distorsiones en la conversación pública. Más allá de las derivaciones normativas que pudieran analizarse, desde organizaciones de la sociedad civil y actores del ámbito educativo enfocamos los esfuerzos hacia la educación.Promover que las personas, en todas las etapas de la vida, accedan a conceptos, herramientas y experiencias de aprendizaje que fortalezcan su vínculo con el consumo crítico de noticias y otros contenidos, se torna, además de una prioridad, una urgencia. Mientras las desinformaciones circulan a gran velocidad y bajo formas cada vez más difíciles de identificar, es clave desarrollar capacidades para interpretar, contrastar y discernir entre lo verdadero y lo falso para tomar mejores decisiones.La desinformación y el daño que genera en la calidad de las democracias (entre otros impactos de relevancia, y como lo mencionó el Foro de Davos este año) no empieza con la masificación de las redes sociales ni con la explosión tecnológica de la IA. Sin embargo, este escenario aceleró su expansión, aumentó su alcance y amplificó sus riesgos en muy poco tiempo.No basta con jugar con las mismas reglas que los actores desinformantes, ni limitar las respuestas a eventuales marcos regulatorios, que podrían aun afectar la libertad de expresión. Apostar por la educación, la alfabetización mediática e informacional (AMI) como eje central, y el desarrollo de tecnología cívica como estrategia complementaria es clave para robustecer las capacidades de cada una de las personas que nos veremos expuestas, más temprano que tarde, a contenidos desinformantes.Este enfoque se traduce en acciones concretas que encuentran eco en el apoyo de la Unión Europea, Unesco y otros organismos de cooperación internacional junto a empresas e instituciones locales. Es un norte que une a organizaciones de la sociedad civil en la Argentina que ya trabajan en red para sensibilizar en la mayor escala posible sobre este desafío que interpela a todos los sistemas educativos del mundo y, de manera muy particular, a nuestro país.Iniciativas conjuntas entre la sociedad civil, junto con propuestas como la plataforma AMI en Acción –que reúne herramientas y recursos especialmente diseñados para la comunidad educativa elaborados por distintas entidades del país–, son algunas de muchas acciones en marcha. Todas necesitan ser potenciadas para ampliar su alcance y lograr un impacto sostenible. Activar el pensamiento crítico en momentos de tensión o vacíos informativos en contextos emocionalmente vulnerables, no solo es una respuesta potente frente a los deepfakes o los contenidos manipulados: es una habilidad que se aprende, se ejercita y puede integrarse a la educación como cualquier otra competencia fundamental. Una respuesta necesaria ante el caos informativo que ya es parte de nuestro día a día.Jefa de Educación de Chequeado  LA NACION

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