“La vocación no alcanza”: la desazón de un importante investigador que se va del INTA en medio de un futuro incierto

En medio de los cambios en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) comenzó a concretarse la salida de investigadores expertos, con años de trayectoria dentro del organismo. Uno de ellos fue Facundo Ferraguti, quien se desempeña en la Estación Experimental de Oliveros desde 2006 y decidió abandonar su cargo tras casi dos décadas de trabajo ante la falta de avances concretos en proyectos estratégicos y por el deterioro de las condiciones laborales de los últimos tiempos en el ente.
Ferraguti coordinaba la red del sur santafesino de ensayos comparativos de híbridos de maíz y desde 2019 impulsaba la creación de una red nacional. Su salida se suma a las más de 1500 desvinculaciones que sufrió el INTA en los últimos meses. Su partida del organismo, que todavía está en una etapa de transición, generó un gran revuelo en el sector agropecuario.
Su desvinculación se concreta en medio de un proceso de recorte presupuestario y desmantelamiento de capacidades en el sistema científico público. Vale recordar que, hace unos días, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger cuestionó la funcionalidad del organismo y la cantidad de trabajadores que hoy tiene.
En ese contexto, el experto del INTA indicó a LA NACION que su decisión no se debe únicamente a la coyuntura actual de la institución, sino a la falta de horizonte concreto para desarrollar su trabajo. Señaló que la red nacional que intentó realizar durante cinco años nunca recibió el respaldo institucional ni los fondos necesarios para realizarlo. Tampoco tuvo un salario adicional por sus tareas de coordinación. Frente a la imposibilidad de sostener ese compromiso con ingresos muy por debajo del sector privado.
“Infructuosamente, no hubo acuerdo para conseguir los proyectos, sumado a que hoy los salarios y condiciones de laburo del INTA no son las mejores, decidí dar un paso al costado e ir a trabajar a la actividad privada. El contexto no ayuda y se están yendo colaboradores a la actividad privada como asesores”, afirmó. Dijo que su salida se da más por la incredulidad de que ahora, en medio de los cambios en el organismo, se avance en una red nacional de maíz.
“La idea siempre fue salir de la zona núcleo con una subred por la evaluación de maíces, que ya funciona bastante bien, y expandirnos hacia zonas extrapampeanas: norte de la Patagonia, el semiárido de San Luis, el NOA, parte del NEA. En esas regiones no hay el mismo nivel de participación de INTA en la oferta de información sobre híbridos comerciales”, argumentó.
Por tanto, su idea era no solo integrar las subredes existentes, sino también generar espacios de evaluación donde hoy no los hay. “INTA tiene personal capacitado —fitopatólogos, entomólogos, fisiológos— y yo veía una oportunidad para integrarlo todo a nivel federal“, agregó.
Tras un relevamiento, los expertos vieron que había capacidad para tener 152 sitios de evaluación, desde Trelew hasta Tartagal, y desde el semillero de San Luis hasta Misiones. “Hoy lo vemos cada vez más complicado. Se está yendo gente, no hay fondos suficientes, y concretarlo es muy difícil. Personalmente, sentí que mi labor no era inútil, pero sí que no iba a prosperar. En ese contexto prioricé a mi familia. No quiero que mi vocación sea un obstáculo para que tengamos una situación económica razonable”, afirmó, y sostuvo que su figura de coordinador no existía en los papeles.
El caso de Ferraguti no es aislado al contexto que se vive en el INTA. No obstante, esto en efecto refleja un fenómeno más amplio: el drenaje de talento del sistema científico estatal hacia el sector privado, en un contexto donde la investigación agropecuaria, vital para el país, se encuentra debilitada. “Los fondos para el proyecto no eran suficientes”, precisó.
La salida de otros expertos, dijo, en la mayoría de los casos son personales, pero pueden tener un hilo conductor común. “La mayoría de los que entramos al INTA lo hicimos con una fuerte vocación por la agronomía u otras disciplinas. El INTA no es solo agricultura en la zona pampeana; está formado por agencias de extensión, estaciones experimentales, institutos que abordan problemáticas muy diversas: desde el control del Castor, en Tierra del Fuego, hasta la calidad de la lana de vicuña, la apicultura o estudios en la Antártida”, afirmó.
Además, aseveró que la investigación en la Argentina siempre estuvo muy atravesada por la vocación. “Lo que hoy está en juego es hasta qué punto esa vocación puede seguir interfiriendo con la vida diaria, con nuestras familias y con nuestros futuros. Nadie pensó que ser investigador iba a ser rentable en términos económicos; es una carrera que implica resignaciones. Pero hoy, para muchas personas, se vuelve insostenible esperar”, agregó.
Señaló que el nivel de los investigadores argentinos es excelente. Por eso son tan buscados desde el exterior: universidades en Estados Unidos, Canadá, empresas de Brasil o Australia reclutan a profesionales nacionales. “El investigador agropecuario argentino siempre encuentra dónde trabajar. Eso hace aún más relevante que muchos elijamos seguir en INTA: los que permanecen lo hacen por una gran vocación de servicio. Como en todos lados, hay distintos niveles de compromiso, pero la ciencia argentina siempre fue reconocida; lo que falta es el apoyo necesario para sostenerla”, cerró.
En medio de los cambios en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) comenzó a concretarse la salida de investigadores expertos, con años de trayectoria dentro del organismo. Uno de ellos fue Facundo Ferraguti, quien se desempeña en la Estación Experimental de Oliveros desde 2006 y decidió abandonar su cargo tras casi dos décadas de trabajo ante la falta de avances concretos en proyectos estratégicos y por el deterioro de las condiciones laborales de los últimos tiempos en el ente.
Ferraguti coordinaba la red del sur santafesino de ensayos comparativos de híbridos de maíz y desde 2019 impulsaba la creación de una red nacional. Su salida se suma a las más de 1500 desvinculaciones que sufrió el INTA en los últimos meses. Su partida del organismo, que todavía está en una etapa de transición, generó un gran revuelo en el sector agropecuario.
Su desvinculación se concreta en medio de un proceso de recorte presupuestario y desmantelamiento de capacidades en el sistema científico público. Vale recordar que, hace unos días, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger cuestionó la funcionalidad del organismo y la cantidad de trabajadores que hoy tiene.
En ese contexto, el experto del INTA indicó a LA NACION que su decisión no se debe únicamente a la coyuntura actual de la institución, sino a la falta de horizonte concreto para desarrollar su trabajo. Señaló que la red nacional que intentó realizar durante cinco años nunca recibió el respaldo institucional ni los fondos necesarios para realizarlo. Tampoco tuvo un salario adicional por sus tareas de coordinación. Frente a la imposibilidad de sostener ese compromiso con ingresos muy por debajo del sector privado.
“Infructuosamente, no hubo acuerdo para conseguir los proyectos, sumado a que hoy los salarios y condiciones de laburo del INTA no son las mejores, decidí dar un paso al costado e ir a trabajar a la actividad privada. El contexto no ayuda y se están yendo colaboradores a la actividad privada como asesores”, afirmó. Dijo que su salida se da más por la incredulidad de que ahora, en medio de los cambios en el organismo, se avance en una red nacional de maíz.
“La idea siempre fue salir de la zona núcleo con una subred por la evaluación de maíces, que ya funciona bastante bien, y expandirnos hacia zonas extrapampeanas: norte de la Patagonia, el semiárido de San Luis, el NOA, parte del NEA. En esas regiones no hay el mismo nivel de participación de INTA en la oferta de información sobre híbridos comerciales”, argumentó.
Por tanto, su idea era no solo integrar las subredes existentes, sino también generar espacios de evaluación donde hoy no los hay. “INTA tiene personal capacitado —fitopatólogos, entomólogos, fisiológos— y yo veía una oportunidad para integrarlo todo a nivel federal“, agregó.
Tras un relevamiento, los expertos vieron que había capacidad para tener 152 sitios de evaluación, desde Trelew hasta Tartagal, y desde el semillero de San Luis hasta Misiones. “Hoy lo vemos cada vez más complicado. Se está yendo gente, no hay fondos suficientes, y concretarlo es muy difícil. Personalmente, sentí que mi labor no era inútil, pero sí que no iba a prosperar. En ese contexto prioricé a mi familia. No quiero que mi vocación sea un obstáculo para que tengamos una situación económica razonable”, afirmó, y sostuvo que su figura de coordinador no existía en los papeles.
El caso de Ferraguti no es aislado al contexto que se vive en el INTA. No obstante, esto en efecto refleja un fenómeno más amplio: el drenaje de talento del sistema científico estatal hacia el sector privado, en un contexto donde la investigación agropecuaria, vital para el país, se encuentra debilitada. “Los fondos para el proyecto no eran suficientes”, precisó.
La salida de otros expertos, dijo, en la mayoría de los casos son personales, pero pueden tener un hilo conductor común. “La mayoría de los que entramos al INTA lo hicimos con una fuerte vocación por la agronomía u otras disciplinas. El INTA no es solo agricultura en la zona pampeana; está formado por agencias de extensión, estaciones experimentales, institutos que abordan problemáticas muy diversas: desde el control del Castor, en Tierra del Fuego, hasta la calidad de la lana de vicuña, la apicultura o estudios en la Antártida”, afirmó.
Además, aseveró que la investigación en la Argentina siempre estuvo muy atravesada por la vocación. “Lo que hoy está en juego es hasta qué punto esa vocación puede seguir interfiriendo con la vida diaria, con nuestras familias y con nuestros futuros. Nadie pensó que ser investigador iba a ser rentable en términos económicos; es una carrera que implica resignaciones. Pero hoy, para muchas personas, se vuelve insostenible esperar”, agregó.
Señaló que el nivel de los investigadores argentinos es excelente. Por eso son tan buscados desde el exterior: universidades en Estados Unidos, Canadá, empresas de Brasil o Australia reclutan a profesionales nacionales. “El investigador agropecuario argentino siempre encuentra dónde trabajar. Eso hace aún más relevante que muchos elijamos seguir en INTA: los que permanecen lo hacen por una gran vocación de servicio. Como en todos lados, hay distintos niveles de compromiso, pero la ciencia argentina siempre fue reconocida; lo que falta es el apoyo necesario para sostenerla”, cerró.
Se trata de Facundo Ferraguti, quien se desempeña en la Estación Experimental de Oliveros, Santa Fe, y quería formar la red nacional de maíz LA NACION