Mi mente es un mapa: la importancia de incorporar las ideas en nuestra cabeza para obtener resultados

Podemos comparar nuestra mente con un mapa, tal como denominó Alfred Korzybski, el creador de la teoría de la semántica general, a la idea que uno tiene de la realidad. Las ideas que no tienen lugar en nuestra mente no pueden plasmarse en nuestra cotidianidad. No podemos obtener resultados positivos sin planificación y, sobre todo, sin una estima sana.
Este mapa mental vendría a ser la colección de creencias que uno posee. Es decir, todo lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la vida en general. Si yo no creo que exista el amor incondicional, en el mapa de mi mente no existirá la ruta de que es posible amar a otro sin esperar nada a cambio. Cada idea que albergamos (“soy bueno” o “soy malo”, “sí puedo” o “no puedo”, “soy amado” o “nadie me quiere”, etc.) constituyen nuestro mapa mental y, en consecuencia, nuestra autoestima.
Entonces, lo que para una persona es sencillo y fácil de llevar a cabo, para otra será difícil o imposible. Y la razón es que el mapa de ambas es diferente. Cuando hay una estima dañada, solemos buscar cosas en nuestra realidad externa (por ejemplo, “llevarnos bien con la gente”), pero no las hallamos. Esto se debe a que, si primero dicha creencia no se forma en mi mapa (“soy capaz de llevarme bien con todo el mundo”), no seré capaz de verla en mi vida.
Antes de ver algo afuera, debemos construirlo en nuestra mente. Es fundamental ensanchar y hacer cada vez más flexible este mapa mental. ¿Y cómo lo hacemos?, tal vez preguntes. Desechando todas las ideas que no nos resultan útiles y reemplazándolas por aquellas que luego nos generen la realidad que estamos persiguiendo.
Ahora, es posible que nos cueste quitarle o sumarle cosas a nuestro mapa. Muchos justifican un accionar negativo diciendo: “Yo soy así, y punto”. Lo cierto es que todos podemos cambiar, pero para ello necesitamos una estima sana que nos brinde la humildad suficiente para reconocer y modificar todo lo que ya no nos funciona.
¿Te cuesta comunicarte con los demás y creés que nadie te escucha? Una autoimagen saludable hará que, en lugar de quejarte y juzgar a los otros, reconozcas aquello que no te funciona, estés dispuesto o dispuesta a cambiar y sumes a tu mapa mental las virtudes necesarias para lograr una comunicación óptima con quienes te rodean.
Un mapa mental trabajado, reforzado y embellecido (como si fuera un jardín) cambia la perspectiva que tenemos de la vida, e incluso puede llegar a modificar nuestras circunstancias.
Podemos comparar nuestra mente con un mapa, tal como denominó Alfred Korzybski, el creador de la teoría de la semántica general, a la idea que uno tiene de la realidad. Las ideas que no tienen lugar en nuestra mente no pueden plasmarse en nuestra cotidianidad. No podemos obtener resultados positivos sin planificación y, sobre todo, sin una estima sana.
Este mapa mental vendría a ser la colección de creencias que uno posee. Es decir, todo lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la vida en general. Si yo no creo que exista el amor incondicional, en el mapa de mi mente no existirá la ruta de que es posible amar a otro sin esperar nada a cambio. Cada idea que albergamos (“soy bueno” o “soy malo”, “sí puedo” o “no puedo”, “soy amado” o “nadie me quiere”, etc.) constituyen nuestro mapa mental y, en consecuencia, nuestra autoestima.
Entonces, lo que para una persona es sencillo y fácil de llevar a cabo, para otra será difícil o imposible. Y la razón es que el mapa de ambas es diferente. Cuando hay una estima dañada, solemos buscar cosas en nuestra realidad externa (por ejemplo, “llevarnos bien con la gente”), pero no las hallamos. Esto se debe a que, si primero dicha creencia no se forma en mi mapa (“soy capaz de llevarme bien con todo el mundo”), no seré capaz de verla en mi vida.
Antes de ver algo afuera, debemos construirlo en nuestra mente. Es fundamental ensanchar y hacer cada vez más flexible este mapa mental. ¿Y cómo lo hacemos?, tal vez preguntes. Desechando todas las ideas que no nos resultan útiles y reemplazándolas por aquellas que luego nos generen la realidad que estamos persiguiendo.
Ahora, es posible que nos cueste quitarle o sumarle cosas a nuestro mapa. Muchos justifican un accionar negativo diciendo: “Yo soy así, y punto”. Lo cierto es que todos podemos cambiar, pero para ello necesitamos una estima sana que nos brinde la humildad suficiente para reconocer y modificar todo lo que ya no nos funciona.
¿Te cuesta comunicarte con los demás y creés que nadie te escucha? Una autoimagen saludable hará que, en lugar de quejarte y juzgar a los otros, reconozcas aquello que no te funciona, estés dispuesto o dispuesta a cambiar y sumes a tu mapa mental las virtudes necesarias para lograr una comunicación óptima con quienes te rodean.
Un mapa mental trabajado, reforzado y embellecido (como si fuera un jardín) cambia la perspectiva que tenemos de la vida, e incluso puede llegar a modificar nuestras circunstancias.
Este mapa mental vendría a ser la colección de creencias que uno posee; antes de ver algo afuera, debemos construirlo en nuestra mente LA NACION