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Una nueva “guerra a muerte” en la política colombiana

BOGOTÁ.- Tres disparos regresaron a Colombia al siglo pasado, cuando reinaba la violencia política sin control. Cuando narcos y poderes oscuros protagonizaban magnicidios contra líderes llamados a ser presidentes por su popularidad. Varios décadas después, el escenario político del país cafetero vuelve a estar en máxima ebullición, calentado hasta el incendio por la radicalización, cuyo primer referente es el presidente Gustavo Petro, pero no el único.

“¡No pasarán!”, gritó el mandatario izquierdista en sus redes sociales apropiándose del principal eslogan de la Guerra Civil española, cuando las tropas republicanas resistían en Madrid la embestida del ejército franquista. Y lo hizo horas antes de que un sicario de 14 años quisiera acabar con la vida de un precandidato para la presidencia que se jugará a mediados del año que viene.

Un aspirante que se había convertido en uno de sus más férreos opositores, en medio de un escenario de “guerra a muerte”, la estrategia radical que enarbola el gobierno para recuperar la popularidad perdida y presentar una candidatura fuerte, al precio que sea, en los comicios del año que viene.

La carrera acaba de comenzar, pero el senador malherido ya aparecía en séptima posición, según las últimas encuestas. Uribe Turbay contaba con el 4,4% de los apoyos, empatado con su compañera de filas en el Centro Democrático, María Fernanda Cabal.

Una de las grandes cartas del dirigente de apellidos ilustres era precisamente su crítica sin ambages contra Petro, que además viene de largo. Ya durante los años en que Petro ocupó la Alcaldía de Bogotá, Miguel Uribe apareció ante la opinión pública como uno de sus grandes opositores, fustigándolo sobre todo durante la crisis de la recogida de basuras.

Pero estas diferencias se multiplicaron en los últimos días, cuando Uribe Turbay se convirtió en uno de los bastiones del Senado para echar abajo la reforma laboral. El mandatario dedicó 48 horas antes del atentado un mensaje muy polémico contra el senador y su familia. “¡Dios mío! ¿El nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos hablando de ruptura institucional?”, espetó Petro. El presidente Julio César Turbay combatió duramente a la guerrilla del M-19, de la que formaba parte Petro.

Pero el forcejeo no acabó aquí. Horas antes también de sufrir el atentado en el parque de Fontibón, el senador amenazó con demandar a cualquier ministro que suscribiera el decreto con el que Petro quiere imponer la realización de una consulta popular que apoye su reforma laboral.

Hacía mucho tiempo, pese a que la convulsión forma parte de la cotidianidad colombiana, que no se vivía semejante tensión institucional y política. Nada más conocerse el atentado y después de que Petro escribiera un confuso trino (como llaman en Colombia a los tuits de X), otros precandidatos presidenciales y dirigentes de la oposición arremetieron contra el mandatario. La tensión no cejó tras su discurso a medianoche, uno de los más importantes que ha dirigido a la nación, empeñado en desviar la atención con un traje de intelectual que le queda muy ancho.

“Es de asquerosos, de truhanes, de ratas de alcantarilla”, contraatacó el líder del Pacto Histórico contra quienes, a su criterio, estaban haciendo uso político del atentado. Petro utilizó su intervención nocturna para defenderse de los ataques recibidos en las últimas horas y fustigar a quienes estaban haciendo “uso político” del atentado.

Rezos por la salud del candidato Miguel Uribe Turbay en Cali, Colombia

Para la oposición derechista y centrista, Petro, profundo admirador de Hugo Chávez (a quien incluso citó en su discurso de la medianoche del sábado) y de sus formas de hacer política, basa su estrategia en repetir discursos de odio con el objetivo de polarizar al país. Ya sea a través de sus trinos constantes o de los discursos recurrentes, que al igual que el comandante supremo obliga a transmitir por todos los canales, dispara contra la oposición con una metralleta de vituperios, que incluyen asesinos, nazis y “hp esclavistas”.

El resultado es un clima irrespirable, amplificado por lo más extremistas de la oposición, que quieren aprovechar el rechazo que despierta Petro entre la gente y las dudas políticas y humanas que han despertado las confesiones de su excanciller Álvaro Leyva, quien achaca parte de los excesos a su presunta adicción a las drogas y al alcohol.

A los señalamientos contra su vida íntima se suman constantes denuncias de golpe de Estado, de un bando a otro, como si se tratara de un partido de tenis de mesa.

BOGOTÁ.- Tres disparos regresaron a Colombia al siglo pasado, cuando reinaba la violencia política sin control. Cuando narcos y poderes oscuros protagonizaban magnicidios contra líderes llamados a ser presidentes por su popularidad. Varios décadas después, el escenario político del país cafetero vuelve a estar en máxima ebullición, calentado hasta el incendio por la radicalización, cuyo primer referente es el presidente Gustavo Petro, pero no el único.

“¡No pasarán!”, gritó el mandatario izquierdista en sus redes sociales apropiándose del principal eslogan de la Guerra Civil española, cuando las tropas republicanas resistían en Madrid la embestida del ejército franquista. Y lo hizo horas antes de que un sicario de 14 años quisiera acabar con la vida de un precandidato para la presidencia que se jugará a mediados del año que viene.

Un aspirante que se había convertido en uno de sus más férreos opositores, en medio de un escenario de “guerra a muerte”, la estrategia radical que enarbola el gobierno para recuperar la popularidad perdida y presentar una candidatura fuerte, al precio que sea, en los comicios del año que viene.

La carrera acaba de comenzar, pero el senador malherido ya aparecía en séptima posición, según las últimas encuestas. Uribe Turbay contaba con el 4,4% de los apoyos, empatado con su compañera de filas en el Centro Democrático, María Fernanda Cabal.

Una de las grandes cartas del dirigente de apellidos ilustres era precisamente su crítica sin ambages contra Petro, que además viene de largo. Ya durante los años en que Petro ocupó la Alcaldía de Bogotá, Miguel Uribe apareció ante la opinión pública como uno de sus grandes opositores, fustigándolo sobre todo durante la crisis de la recogida de basuras.

Pero estas diferencias se multiplicaron en los últimos días, cuando Uribe Turbay se convirtió en uno de los bastiones del Senado para echar abajo la reforma laboral. El mandatario dedicó 48 horas antes del atentado un mensaje muy polémico contra el senador y su familia. “¡Dios mío! ¿El nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos hablando de ruptura institucional?”, espetó Petro. El presidente Julio César Turbay combatió duramente a la guerrilla del M-19, de la que formaba parte Petro.

Pero el forcejeo no acabó aquí. Horas antes también de sufrir el atentado en el parque de Fontibón, el senador amenazó con demandar a cualquier ministro que suscribiera el decreto con el que Petro quiere imponer la realización de una consulta popular que apoye su reforma laboral.

Hacía mucho tiempo, pese a que la convulsión forma parte de la cotidianidad colombiana, que no se vivía semejante tensión institucional y política. Nada más conocerse el atentado y después de que Petro escribiera un confuso trino (como llaman en Colombia a los tuits de X), otros precandidatos presidenciales y dirigentes de la oposición arremetieron contra el mandatario. La tensión no cejó tras su discurso a medianoche, uno de los más importantes que ha dirigido a la nación, empeñado en desviar la atención con un traje de intelectual que le queda muy ancho.

“Es de asquerosos, de truhanes, de ratas de alcantarilla”, contraatacó el líder del Pacto Histórico contra quienes, a su criterio, estaban haciendo uso político del atentado. Petro utilizó su intervención nocturna para defenderse de los ataques recibidos en las últimas horas y fustigar a quienes estaban haciendo “uso político” del atentado.

Rezos por la salud del candidato Miguel Uribe Turbay en Cali, Colombia

Para la oposición derechista y centrista, Petro, profundo admirador de Hugo Chávez (a quien incluso citó en su discurso de la medianoche del sábado) y de sus formas de hacer política, basa su estrategia en repetir discursos de odio con el objetivo de polarizar al país. Ya sea a través de sus trinos constantes o de los discursos recurrentes, que al igual que el comandante supremo obliga a transmitir por todos los canales, dispara contra la oposición con una metralleta de vituperios, que incluyen asesinos, nazis y “hp esclavistas”.

El resultado es un clima irrespirable, amplificado por lo más extremistas de la oposición, que quieren aprovechar el rechazo que despierta Petro entre la gente y las dudas políticas y humanas que han despertado las confesiones de su excanciller Álvaro Leyva, quien achaca parte de los excesos a su presunta adicción a las drogas y al alcohol.

A los señalamientos contra su vida íntima se suman constantes denuncias de golpe de Estado, de un bando a otro, como si se tratara de un partido de tenis de mesa.

 El atentado contra Miguel Uribe Turbay agudiza la tensión política en el país y revive los fantasmas de la violencia electoral  LA NACION

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