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El sable de San Martín

El sable corvo del general José de San Martín es un símbolo de las guerras de la independencia sudamericana. Fue adquirido por el Libertador antes de iniciar el viaje a Buenos Aires en 1811 en un pequeño comercio de Londres. La hoja del sable está hecha de acero damasquinado, material resistente y ligero con buena capacidad de corte, ideal para la caballería. La empuñadura es de madera de ébano, haciendo del sable un pieza elegante y robusta, y la vaina es de cuero y bronce.

Es un símbolo importante para los argentinos porque fue empuñado por San Martín en el combate de San Lorenzo, en el que pudo haber perdido la vida. También en Chacabuco, donde en un momento difícil de la batalla, a pesar de ser el comandante en jefe del Ejército de los Andes, no dudó en encabezar personalmente una carga de los granaderos a caballo que decidió la victoria que abrió el camino de Santiago de Chile.

Con el sable que lo acompañó en todas las campañas que culminaron con la proclamación de la independencia del Perú, San Martín partió a Europa, donde vivió los últimos 25 años de su vida. Antes de su fallecimiento, dispuso en su testamento legarlo al entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. A la muerte de Rosas en su exilio inglés, este lo legó a su consuegro Nepomuceno Terrero, y luego de su fallecimiento quedó en manos de su hijo Máximo y de Manuela Rosas.

Ni bien fue fundado el Museo Histórico Nacional, su director Adolfo Carranza gestionó la donación de la familia Terrero Rosas para que fuera conservado allí. En dos ocasiones, en 1963 y 1965, fue robado por integrantes de la Juventud Peronista, que anunciaban que sería entregado al expresidente Juan Perón, por entonces exiliado en Madrid. Fue recuperado varios meses después, durante el gobierno del general Juan Carlos Onganía, y se resolvió custodiarlo en los cuarteles del Regimiento de Granaderos a Caballo, donde permaneció hasta la celebración del 25 de mayo de 2015.

Las gestiones del Ministerio de Defensa para trasladar nuevamente el sable desde el citado museo al cuartel de Granaderos a Caballo no tiene razón valedera alguna. En primer lugar, esa decisión viola la voluntad de los donantes, quienes establecieron el destino de la reliquia cuando se desprendieron de ella. En el Museo se hallan otras piezas relacionadas con San Martín, donadas por su última descendiente, Josefa Balcarce San Martín. Hay entonces un conjunto sanmartiniano.

El sable está en el Museo bajo estrictas normas de seguridad y custodiado por granaderos. Ahí debe permanecer porque ese fue el destino que le dio la familia Terrero Rosas cuando lo donó. Así como deben honrarse los contratos, las deudas y las promesas, los legados también tienen protección jurídica.

Todos los argentinos radicados o de paso por Buenos Aires tienen en ese museo la posibilidad de observar y conocer más sobre este sable que representa las horas más gloriosas y fundacionales de nuestra patria y que también simboliza la amplitud de miras de una epopeya que no se limitó a los límites territoriales de entonces ni a sus divisiones políticas, sino que, como señaló Bartolomé Mitre en su biografía del prócer, tuvo alcance continental.

El sable corvo del general José de San Martín es un símbolo de las guerras de la independencia sudamericana. Fue adquirido por el Libertador antes de iniciar el viaje a Buenos Aires en 1811 en un pequeño comercio de Londres. La hoja del sable está hecha de acero damasquinado, material resistente y ligero con buena capacidad de corte, ideal para la caballería. La empuñadura es de madera de ébano, haciendo del sable un pieza elegante y robusta, y la vaina es de cuero y bronce.

Es un símbolo importante para los argentinos porque fue empuñado por San Martín en el combate de San Lorenzo, en el que pudo haber perdido la vida. También en Chacabuco, donde en un momento difícil de la batalla, a pesar de ser el comandante en jefe del Ejército de los Andes, no dudó en encabezar personalmente una carga de los granaderos a caballo que decidió la victoria que abrió el camino de Santiago de Chile.

Con el sable que lo acompañó en todas las campañas que culminaron con la proclamación de la independencia del Perú, San Martín partió a Europa, donde vivió los últimos 25 años de su vida. Antes de su fallecimiento, dispuso en su testamento legarlo al entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. A la muerte de Rosas en su exilio inglés, este lo legó a su consuegro Nepomuceno Terrero, y luego de su fallecimiento quedó en manos de su hijo Máximo y de Manuela Rosas.

Ni bien fue fundado el Museo Histórico Nacional, su director Adolfo Carranza gestionó la donación de la familia Terrero Rosas para que fuera conservado allí. En dos ocasiones, en 1963 y 1965, fue robado por integrantes de la Juventud Peronista, que anunciaban que sería entregado al expresidente Juan Perón, por entonces exiliado en Madrid. Fue recuperado varios meses después, durante el gobierno del general Juan Carlos Onganía, y se resolvió custodiarlo en los cuarteles del Regimiento de Granaderos a Caballo, donde permaneció hasta la celebración del 25 de mayo de 2015.

Las gestiones del Ministerio de Defensa para trasladar nuevamente el sable desde el citado museo al cuartel de Granaderos a Caballo no tiene razón valedera alguna. En primer lugar, esa decisión viola la voluntad de los donantes, quienes establecieron el destino de la reliquia cuando se desprendieron de ella. En el Museo se hallan otras piezas relacionadas con San Martín, donadas por su última descendiente, Josefa Balcarce San Martín. Hay entonces un conjunto sanmartiniano.

El sable está en el Museo bajo estrictas normas de seguridad y custodiado por granaderos. Ahí debe permanecer porque ese fue el destino que le dio la familia Terrero Rosas cuando lo donó. Así como deben honrarse los contratos, las deudas y las promesas, los legados también tienen protección jurídica.

Todos los argentinos radicados o de paso por Buenos Aires tienen en ese museo la posibilidad de observar y conocer más sobre este sable que representa las horas más gloriosas y fundacionales de nuestra patria y que también simboliza la amplitud de miras de una epopeya que no se limitó a los límites territoriales de entonces ni a sus divisiones políticas, sino que, como señaló Bartolomé Mitre en su biografía del prócer, tuvo alcance continental.

 El sable corvo del general José de San Martín es un símbolo de las guerras de la independencia sudamericana. Fue adquirido por el Libertador antes de iniciar el viaje a Buenos Aires en 1811 en un pequeño comercio de Londres. La hoja del sable está hecha de acero damasquinado, material resistente y ligero con buena capacidad de corte, ideal para la caballería. La empuñadura es de madera de ébano, haciendo del sable un pieza elegante y robusta, y la vaina es de cuero y bronce.Es un símbolo importante para los argentinos porque fue empuñado por San Martín en el combate de San Lorenzo, en el que pudo haber perdido la vida. También en Chacabuco, donde en un momento difícil de la batalla, a pesar de ser el comandante en jefe del Ejército de los Andes, no dudó en encabezar personalmente una carga de los granaderos a caballo que decidió la victoria que abrió el camino de Santiago de Chile.Con el sable que lo acompañó en todas las campañas que culminaron con la proclamación de la independencia del Perú, San Martín partió a Europa, donde vivió los últimos 25 años de su vida. Antes de su fallecimiento, dispuso en su testamento legarlo al entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. A la muerte de Rosas en su exilio inglés, este lo legó a su consuegro Nepomuceno Terrero, y luego de su fallecimiento quedó en manos de su hijo Máximo y de Manuela Rosas.Ni bien fue fundado el Museo Histórico Nacional, su director Adolfo Carranza gestionó la donación de la familia Terrero Rosas para que fuera conservado allí. En dos ocasiones, en 1963 y 1965, fue robado por integrantes de la Juventud Peronista, que anunciaban que sería entregado al expresidente Juan Perón, por entonces exiliado en Madrid. Fue recuperado varios meses después, durante el gobierno del general Juan Carlos Onganía, y se resolvió custodiarlo en los cuarteles del Regimiento de Granaderos a Caballo, donde permaneció hasta la celebración del 25 de mayo de 2015.Las gestiones del Ministerio de Defensa para trasladar nuevamente el sable desde el citado museo al cuartel de Granaderos a Caballo no tiene razón valedera alguna. En primer lugar, esa decisión viola la voluntad de los donantes, quienes establecieron el destino de la reliquia cuando se desprendieron de ella. En el Museo se hallan otras piezas relacionadas con San Martín, donadas por su última descendiente, Josefa Balcarce San Martín. Hay entonces un conjunto sanmartiniano.El sable está en el Museo bajo estrictas normas de seguridad y custodiado por granaderos. Ahí debe permanecer porque ese fue el destino que le dio la familia Terrero Rosas cuando lo donó. Así como deben honrarse los contratos, las deudas y las promesas, los legados también tienen protección jurídica.Todos los argentinos radicados o de paso por Buenos Aires tienen en ese museo la posibilidad de observar y conocer más sobre este sable que representa las horas más gloriosas y fundacionales de nuestra patria y que también simboliza la amplitud de miras de una epopeya que no se limitó a los límites territoriales de entonces ni a sus divisiones políticas, sino que, como señaló Bartolomé Mitre en su biografía del prócer, tuvo alcance continental.  LA NACION

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