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Peronismo en shock, en un sistema inestable

La política argentina acaba de entrar en otra terra incognita. La más inexplorada de los últimos 20 años.

Por lo pronto, los principales referentes electorales de las dos primeras décadas de este siglo (Cristina Kirchner y Mauricio Macri) están fuera de carrera, aunque por motivos distintos. Y Javier Milei se queda así sin la funcional amenaza de un eventual regreso de los que con sus respectivos errores y fracasos hicieron factible su irrupción y ascenso al poder. Nada que pudiera imaginarse hace poco más de dos años.

La primera condena por corrupción a un expresidente elegido democráticamente, dejada firme por la Corte Suprema, es inevitable que abra ahora un proceso mucho más acelerado de reconfiguración de la geografía política, no exento de un período de cierta inestabilidad. E imprevisibilidad. Hasta que se encuentre un nuevo punto de equilibrio. Lo estamos viendo y viviendo.

Un fallo con consecuencias misteriosas

Ahora, todo es más provisional. En especial, para la principal fuerza opositora, el peronismo, donde la conmoción, el desconcierto y el pase de facturas internas condicionan cualquier acción y, sobre todo, reacción. Pero también es provisional para el polo que lidera el oficialismo y que hasta hoy tiene de aliado al macrismo y a parte del radicalismo.

Conmoción y desconcierto son las dos palabras más repetidas y escuchadas de las últimas 72 horas en el universo kirchnerista, tanto en el planeta cristinista como en el de su desafiante interno, el kicillofismo. El big bang que produjo la Corte lejos está de haber propiciado la unidad y apaciguado las internas.

Todas las señales que surgen del cristinismo parecen indicar que, además del intento de construcción de una épica de la resistencia y de un plan de victimización efectiva, en busca de un 17 de octubre (que amaga pero aún no ha llegado), hay un objetivo central destinado a lograr un apoyo de la mayor parte de la dirigencia a la jefa condenada. Eso incluye la búsqueda de la rendición de Axel Kicillof o la culpabilización por una ruptura para encarar el intento de reconquista del panperonismo.

Así interpretan en el kicillofismo todos los mensajes y señales emitidos por la propia Cristina Kirchner, el hijo Máximo y otros dirigentes.

En ese terreno sobresalió la senadora Anabel Fernández Sagasti, quien llegó a sugerir que el fallo de la Corte fue precipitado por la decisión del gobernador bonaerense de adelantar las elecciones provinciales, que, a su entender, hicieron que la expresidenta anticipara su ahora fallida candidatura. Una carambola a varias bandas de la que, una vez más, el kirchnerismo se autoabsuelve de cualquier responsabilidad por el destino que le toca. Un patrón de conducta similar al aplicado para cuestionar con extremo rigor procesal aspectos formales de la condena y obturar cualquier discusión ética sobre el enriquecimiento exponencial de la familia Kirchner mientras condujo el país, aspecto más que relevante políticamente.

La reunión de ayer convocada en la sede nacional del PJ confirmó la vocación de ampliar respaldos a Cristina Kirchner, que incluyó a dirigentes de sectores que han sido largamente críticos del kirchnerismo, y, también, de aislar a Kicillof. Así lo entendieron en la mesa chica del gobernador, que ha decidido resistir con argumentos políticos y administrativos todos las presiones para que unifique la elección provincial con la nacional. “Eso no tiene vuelta atrás”, coincidieron ayer las dos personas que más trato tienen con él.

La disputa intrakirchnerista sigue tan virulenta como antes de la condena y tiene, además del dominante plano político, una pata comunicacional, que viene haciendo ruido hace un tiempo y fue ratificada por Cristina y Máximo Kirchner en sus últimas apariciones públicas.

En esa dimensión se inscribe el cambio intempestivo producido en el grupo mediático Indalo, en el que Cristóbal López retomó la conducción sin aviso previo, tras desplazar a su socio Fabián de Sousa y al exjefe de asesores de Alberto Fernández Julián Leunda. A ellos, madre e hijo Kirchner los acusaban de operar en su contra y en favor de Kicillof, impulsados por la pauta oficial de la provincia de Buenos Aires. No será fácil volver pegar tantas fracturas.

Con ese mar de fondo, las primeras reacciones del peronismo tras la confirmación de la condena a la expresidenta hablan de la incredulidad que existía respecto de que la Corte fuera a confirmar el martes pasado la condena. Eso tenía como sustento tanto un cálculo de oportunidad como el pensamiento mágico.

Hay dos versiones contrapuestas sobre la sorpresa que causó en el seno del kirchnerismo la resolución judicial más resonante interna y externamente de los últimos 40 años, después del fallo que condenó a los comandantes de las juntas militares de la última dictadura.

“Cristina sabía que estaban dispuestos a sacar el fallo y que iban a ratificar la condena, pero como no tenía certeza de que fuera a ocurrir esta semana fue preparando el terreno con sus apariciones públicas para que cuando llegara hubiera más clima en su favor, sin adelantar nada ni armando ninguna estrategia para que impactara más y generara mayor reacción”, dice una fuente bien informada del cristinismo.

Cristina pensaba que el lanzamiento de su candidatura, con el que salió al cruce de las versiones de que era inminente un fallo de la Corte, iba a dilatar esa decisión para que no le dieran un elemento definitivo a su argumento de que es víctima de una persecución política. Por eso no había estrategia ni plan B”, afirma otra fuente que tiene acceso al Instituto Patria.

Las protestas de las últimas horas alimentaron la ilusión cristinista de un abroquelamiento de distintas expresiones políticas, sindicales y sociales afines al kirchnerismo y al peronismo junto con expresiones de la izquierda trotskista, cuyos principales dirigentes expresaron su respaldo a Cristina Kirchner.

Mientras tanto, otros sectores del peronismo, sobre todo del resto de las provincias, miran con más distancia y se expresan apenas con voz tenue, a la espera de que baje la espuma y quede claro cuánto apoyo popular conserva Cristina Kirchner y cuánto cala socialmente su autoproclamada persecución.

Aunque el kirchnerismo tenga un protagonismo excluyente por estas horas y reciba expresiones de apoyo de una amplitud de la que carecía antes del martes pasado, también resaltan las condolencias de ocasión y los silencios de muchos propios que en otro momento hubieran sido voces de respaldo estentóreas.

“Desde hace 15 días muchos peronistas llevaban entre su ropa interior una estampita de [Horacio] Rosatti a la que le rezaban en secreto (y no tanto). Esperaban que la Corte les abriera el camino a la renovación que ninguno había sabido o podido hacer”, ironiza un conocedor profundo de las muchas tribus peronistas.

El peronismo es un movimiento de supervivientes que nunca se hunden con el barco y siempre encuentran un nuevo capitán”, completó un curtido dirigente del peronismo del interior. Sin embargo, todos saben que deben esperar y que no será fácil alcanzar la orilla renovada. Todavía habrá bastantes batallas.

Después de semejante impacto, ningún sistema se restablece y encuentra una fisonomía estable sin pasar por un proceso de reacomodamiento. De eso no se librará el peronismo, pero tampoco el oficialismo mileísta y sus aliados. En términos políticos y judiciales. Ahora, toda sospecha de impunidad puede ser más inaceptable. Lo saben los políticos y, también, los jueces que tienen causas por corrupción abiertas contra viejos y nuevos dirigentes, contra ex y actuales funcionarios.

Por otra parte, habrá que ver si la hiperpolarización que se aprestaba a signar la elección de medio término entre el oficialismo ampliado contra el kirchnerismo, liderado por su propia dueña, mantiene la fuerza que tenía hasta hace solo cinco días.

Los fuegos de las primeras horas, con la militancia frente a la casa-prisión de la expresidenta y los cortes de rutas podrían aportar más confusión que certeza. La sobrevivencia de la amenaza de un eventual regreso kirchnerista le es funcional electoralmente a Milei, aunque sea contraproducente económicamente.

El macrismo también vive horas convulsas. Mauricio Macri ratificó la decisión de llegar a un acuerdo con pocos o ningún condicionamiento con el mileísmo y confirmó como delegado a Cristian Ritondo. Pero se multiplican las voces que piden revisar ese rumbo. Legisladores e importantes intendentes bonaerenses se resisten a que los pinten de violeta sin beneficio de inventario.

“Lo que ocurrió el martes es un cambio total para la política argentina. Se termina el antikirchnerismo como excusa. Eso nos obliga a tener una propuesta a la sociedad más sofisticada, pero además nos permite no acompañar cualquier cosa del Gobierno con la excusa de que, si no, vuelven los Kirchner”, dijo una de las figuras más representativas del macrismo y que ha dado muestras de extrema fidelidad a Mauricio Macri en los últimos meses.

Los excesos del mileísmo son una de las causas de la resistencia a un acuerdo de los macristas con más acendrado espíritu republicano. Y, al mismo, tiempo son celebrados por los acuerdistas sin reparos, que se ilusionan con que el espanto que eso provoque en los votantes no fanatizados les suba su cotización.

El colmo de la incorrección política en el que incurrió el diputado José Luis Espert, candidato de Milei a encabezar la lista bonaerense, al insultar a Cristina Kirchner y a su hija en una conferencia realizada en la UCA, fue visto bajo esa óptica. La propia universidad manifestó su malestar y un grupo de exalumnos publicó un durísimo repudio a sus expresiones y a toda forma de violencia verbal, en línea con el papa León XIV y el arzobispo de Buenos Aires.

Los 35 días que restan para la inscripción de las candidaturas en la provincia de Buenos Aires, así como los cuatro meses y medio que faltan para la elección legislativa nacional, prometen ser de una intensidad tal vez mayor que la ya vivida en esta primera mitad del año.

La buena noticia de la caída de la inflación por debajo del 2%, esperada y prometida para principios del año, es un motivo de celebración del Gobierno. Pero empiezan a aparecer otras señales de alarma. Que no son solo políticas, aunque en este plano se empiece a transitar por tierras más inexploradas que nunca. Ahora sí, el sistema se está reconfigurando.

La política argentina acaba de entrar en otra terra incognita. La más inexplorada de los últimos 20 años.

Por lo pronto, los principales referentes electorales de las dos primeras décadas de este siglo (Cristina Kirchner y Mauricio Macri) están fuera de carrera, aunque por motivos distintos. Y Javier Milei se queda así sin la funcional amenaza de un eventual regreso de los que con sus respectivos errores y fracasos hicieron factible su irrupción y ascenso al poder. Nada que pudiera imaginarse hace poco más de dos años.

La primera condena por corrupción a un expresidente elegido democráticamente, dejada firme por la Corte Suprema, es inevitable que abra ahora un proceso mucho más acelerado de reconfiguración de la geografía política, no exento de un período de cierta inestabilidad. E imprevisibilidad. Hasta que se encuentre un nuevo punto de equilibrio. Lo estamos viendo y viviendo.

Un fallo con consecuencias misteriosas

Ahora, todo es más provisional. En especial, para la principal fuerza opositora, el peronismo, donde la conmoción, el desconcierto y el pase de facturas internas condicionan cualquier acción y, sobre todo, reacción. Pero también es provisional para el polo que lidera el oficialismo y que hasta hoy tiene de aliado al macrismo y a parte del radicalismo.

Conmoción y desconcierto son las dos palabras más repetidas y escuchadas de las últimas 72 horas en el universo kirchnerista, tanto en el planeta cristinista como en el de su desafiante interno, el kicillofismo. El big bang que produjo la Corte lejos está de haber propiciado la unidad y apaciguado las internas.

Todas las señales que surgen del cristinismo parecen indicar que, además del intento de construcción de una épica de la resistencia y de un plan de victimización efectiva, en busca de un 17 de octubre (que amaga pero aún no ha llegado), hay un objetivo central destinado a lograr un apoyo de la mayor parte de la dirigencia a la jefa condenada. Eso incluye la búsqueda de la rendición de Axel Kicillof o la culpabilización por una ruptura para encarar el intento de reconquista del panperonismo.

Así interpretan en el kicillofismo todos los mensajes y señales emitidos por la propia Cristina Kirchner, el hijo Máximo y otros dirigentes.

En ese terreno sobresalió la senadora Anabel Fernández Sagasti, quien llegó a sugerir que el fallo de la Corte fue precipitado por la decisión del gobernador bonaerense de adelantar las elecciones provinciales, que, a su entender, hicieron que la expresidenta anticipara su ahora fallida candidatura. Una carambola a varias bandas de la que, una vez más, el kirchnerismo se autoabsuelve de cualquier responsabilidad por el destino que le toca. Un patrón de conducta similar al aplicado para cuestionar con extremo rigor procesal aspectos formales de la condena y obturar cualquier discusión ética sobre el enriquecimiento exponencial de la familia Kirchner mientras condujo el país, aspecto más que relevante políticamente.

La reunión de ayer convocada en la sede nacional del PJ confirmó la vocación de ampliar respaldos a Cristina Kirchner, que incluyó a dirigentes de sectores que han sido largamente críticos del kirchnerismo, y, también, de aislar a Kicillof. Así lo entendieron en la mesa chica del gobernador, que ha decidido resistir con argumentos políticos y administrativos todos las presiones para que unifique la elección provincial con la nacional. “Eso no tiene vuelta atrás”, coincidieron ayer las dos personas que más trato tienen con él.

La disputa intrakirchnerista sigue tan virulenta como antes de la condena y tiene, además del dominante plano político, una pata comunicacional, que viene haciendo ruido hace un tiempo y fue ratificada por Cristina y Máximo Kirchner en sus últimas apariciones públicas.

En esa dimensión se inscribe el cambio intempestivo producido en el grupo mediático Indalo, en el que Cristóbal López retomó la conducción sin aviso previo, tras desplazar a su socio Fabián de Sousa y al exjefe de asesores de Alberto Fernández Julián Leunda. A ellos, madre e hijo Kirchner los acusaban de operar en su contra y en favor de Kicillof, impulsados por la pauta oficial de la provincia de Buenos Aires. No será fácil volver pegar tantas fracturas.

Con ese mar de fondo, las primeras reacciones del peronismo tras la confirmación de la condena a la expresidenta hablan de la incredulidad que existía respecto de que la Corte fuera a confirmar el martes pasado la condena. Eso tenía como sustento tanto un cálculo de oportunidad como el pensamiento mágico.

Hay dos versiones contrapuestas sobre la sorpresa que causó en el seno del kirchnerismo la resolución judicial más resonante interna y externamente de los últimos 40 años, después del fallo que condenó a los comandantes de las juntas militares de la última dictadura.

“Cristina sabía que estaban dispuestos a sacar el fallo y que iban a ratificar la condena, pero como no tenía certeza de que fuera a ocurrir esta semana fue preparando el terreno con sus apariciones públicas para que cuando llegara hubiera más clima en su favor, sin adelantar nada ni armando ninguna estrategia para que impactara más y generara mayor reacción”, dice una fuente bien informada del cristinismo.

Cristina pensaba que el lanzamiento de su candidatura, con el que salió al cruce de las versiones de que era inminente un fallo de la Corte, iba a dilatar esa decisión para que no le dieran un elemento definitivo a su argumento de que es víctima de una persecución política. Por eso no había estrategia ni plan B”, afirma otra fuente que tiene acceso al Instituto Patria.

Las protestas de las últimas horas alimentaron la ilusión cristinista de un abroquelamiento de distintas expresiones políticas, sindicales y sociales afines al kirchnerismo y al peronismo junto con expresiones de la izquierda trotskista, cuyos principales dirigentes expresaron su respaldo a Cristina Kirchner.

Mientras tanto, otros sectores del peronismo, sobre todo del resto de las provincias, miran con más distancia y se expresan apenas con voz tenue, a la espera de que baje la espuma y quede claro cuánto apoyo popular conserva Cristina Kirchner y cuánto cala socialmente su autoproclamada persecución.

Aunque el kirchnerismo tenga un protagonismo excluyente por estas horas y reciba expresiones de apoyo de una amplitud de la que carecía antes del martes pasado, también resaltan las condolencias de ocasión y los silencios de muchos propios que en otro momento hubieran sido voces de respaldo estentóreas.

“Desde hace 15 días muchos peronistas llevaban entre su ropa interior una estampita de [Horacio] Rosatti a la que le rezaban en secreto (y no tanto). Esperaban que la Corte les abriera el camino a la renovación que ninguno había sabido o podido hacer”, ironiza un conocedor profundo de las muchas tribus peronistas.

El peronismo es un movimiento de supervivientes que nunca se hunden con el barco y siempre encuentran un nuevo capitán”, completó un curtido dirigente del peronismo del interior. Sin embargo, todos saben que deben esperar y que no será fácil alcanzar la orilla renovada. Todavía habrá bastantes batallas.

Después de semejante impacto, ningún sistema se restablece y encuentra una fisonomía estable sin pasar por un proceso de reacomodamiento. De eso no se librará el peronismo, pero tampoco el oficialismo mileísta y sus aliados. En términos políticos y judiciales. Ahora, toda sospecha de impunidad puede ser más inaceptable. Lo saben los políticos y, también, los jueces que tienen causas por corrupción abiertas contra viejos y nuevos dirigentes, contra ex y actuales funcionarios.

Por otra parte, habrá que ver si la hiperpolarización que se aprestaba a signar la elección de medio término entre el oficialismo ampliado contra el kirchnerismo, liderado por su propia dueña, mantiene la fuerza que tenía hasta hace solo cinco días.

Los fuegos de las primeras horas, con la militancia frente a la casa-prisión de la expresidenta y los cortes de rutas podrían aportar más confusión que certeza. La sobrevivencia de la amenaza de un eventual regreso kirchnerista le es funcional electoralmente a Milei, aunque sea contraproducente económicamente.

El macrismo también vive horas convulsas. Mauricio Macri ratificó la decisión de llegar a un acuerdo con pocos o ningún condicionamiento con el mileísmo y confirmó como delegado a Cristian Ritondo. Pero se multiplican las voces que piden revisar ese rumbo. Legisladores e importantes intendentes bonaerenses se resisten a que los pinten de violeta sin beneficio de inventario.

“Lo que ocurrió el martes es un cambio total para la política argentina. Se termina el antikirchnerismo como excusa. Eso nos obliga a tener una propuesta a la sociedad más sofisticada, pero además nos permite no acompañar cualquier cosa del Gobierno con la excusa de que, si no, vuelven los Kirchner”, dijo una de las figuras más representativas del macrismo y que ha dado muestras de extrema fidelidad a Mauricio Macri en los últimos meses.

Los excesos del mileísmo son una de las causas de la resistencia a un acuerdo de los macristas con más acendrado espíritu republicano. Y, al mismo, tiempo son celebrados por los acuerdistas sin reparos, que se ilusionan con que el espanto que eso provoque en los votantes no fanatizados les suba su cotización.

El colmo de la incorrección política en el que incurrió el diputado José Luis Espert, candidato de Milei a encabezar la lista bonaerense, al insultar a Cristina Kirchner y a su hija en una conferencia realizada en la UCA, fue visto bajo esa óptica. La propia universidad manifestó su malestar y un grupo de exalumnos publicó un durísimo repudio a sus expresiones y a toda forma de violencia verbal, en línea con el papa León XIV y el arzobispo de Buenos Aires.

Los 35 días que restan para la inscripción de las candidaturas en la provincia de Buenos Aires, así como los cuatro meses y medio que faltan para la elección legislativa nacional, prometen ser de una intensidad tal vez mayor que la ya vivida en esta primera mitad del año.

La buena noticia de la caída de la inflación por debajo del 2%, esperada y prometida para principios del año, es un motivo de celebración del Gobierno. Pero empiezan a aparecer otras señales de alarma. Que no son solo políticas, aunque en este plano se empiece a transitar por tierras más inexploradas que nunca. Ahora sí, el sistema se está reconfigurando.

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