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Cómo se vive en Israel tras el ataque a Irán: de la euforia por la ofensiva al pánico por la represalia

JERUSALÉN.- La vida en suspenso, paralizada, alterada -nadie sabe por cuánto tiempo más- y pánico, estrés, depresión, tensión, agotamiento, terror y euforia. Y la ilusión de los que se entusiasman con la idea de que, finalmente, esta vez sí será eliminada -y para siempre- la amenaza nuclear iraní.

Es lo que se vive en un Israel en estado de emergencia, y a partir del comienzo del Shabat, bajo andanadas de misiles lanzados desde Irán en represalia al ataque “preventivo” de consecuencias impredecibles para el Estado judío y el mundo, que lanzó el viernes por la madrugada el cuestionado primer ministro, Benjamin Netanyahu, contra su enemigo histórico.

Se trata de un ataque sin precedente por su envergadura y objetivos militares y científicos, que a partir de las 20 (hora local) dio lugar a una primera respuesta de casi 200 misiles en dos olas, con nueve impactos, según el Canal 12, que causaron terror. Pero, en su mayoría interceptados, con espantosos estruendos, por la Cúpula de Hierro, el sofisticado sistema de defensa israelí.

Se observa una explosión durante un ataque con misiles en Tel Aviv, Israel, el viernes 13 de junio de 2025. (Foto AP/Tomer Neuberg)

“Las explosiones que están escuchando son las interceptaciones de misiles caídos. El ataque sigue, docenas de misiles están siendo lanzados hacia Israel y se solicita que sigan las instrucciones enviadas por el Comando Central”, hicieron saber las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que pidieron a la población no publicar ni compartir la localización de los ataques.

Por lo menos 22 personas resultaron heridas, cuatro de ellas de gravedad, según la prensa local. No hubo reportes de víctimas fatales, pero sí edificios afectados.

El miedo era palpable en los búnkers y, antes del comienzo del contraataque iraní, durante la jornada, por las calles desiertas de Jerusalén, ciudad que parecía fantasma. Algunas farmacias y supermercados -donde incluso había cierta desesperación- seguían abiertas, pero casi todo estaba cerrado: shoppings, tiendas, restaurantes, gimnasios, galerías y demás. Salvo los trabajadores esenciales, los demás se quedaron encerrados en sus casas.

Todo lucía paralizado, en compás de espera. La Ciudad Vieja se encontraba blindada, con los sitios sagrados para el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, cerrados. No hubo plegaria este viernes, día de oración para los fieles musulmanes en la Explanada de las Mezquitas. Salvo un puñado de turistas que quedaron varados -tanto el espacio aéreo como el aeropuerto Ben Gurion, se encuentran cerrados hasta nuevo aviso- que deambulaban, desorientados, la ciudad lucía desolada, alarmada y más silenciosa que nunca.

Una familia palestina carga su coche con provisiones mientras la gente se abastece en Jerusalén el 13 de junio de 2025

Los pocos que se atrevían a salir, con rostros marcados por una primera noche en vela, en refugios, bunkers y cuartos “seguros” -que se repitió el viernes por la noche-, eran los que iban al supermercado a hacer compras. Hay que estar preparados para varios días de posibles ataques, advirtió el Ejército.

“Es impresionante, nunca trabajamos tanto como hoy. A las 11 de la mañana ya no quedaban más ni pan, ni leche”, contó a LA NACION Noah, joven cajero de Shufersal Express, un supermercado de la calle Keren Hayesod, en la parte occidental de Jerusalén. “No dormí nada por la guerra y vine a trabajar, mis ojos están rojos, pero acá estoy”, comentó, sonriente pese a todo. “¿Si tengo miedo? No, en Israel estamos acostumbrados a la guerra y sólo le tememos a Dios”, contestó ante una pregunta.

Coincidió Joe, dueño de una concesionaria de autos, de 30 años, que estaba comprando bebidas y demás víveres, que sorprendió a esta enviada al mostrarse eufórico con la nueva operación León Ascendente.

“Es fantástico, es fantástico para nosotros”, dijo, lleno de entusiasmo y definiéndose “muy contento” y para nada preocupado por la contraofensiva iraní. “Desde hace años que esperábamos esto y para nosotros es un día normal y para mí, también santo, porque soy creyente, y esto va a ser bueno para todo Israel”, aseguró. ¿Cree que este ataque masivo a Irán puede traer paz? “Sí, porque hay que matar a todos los que amenazan a Israel con armas”, respondió, convencido. “Y no se preocupe, porque Israel es un lugar seguro”, se despidió, entre los estantes.

Shiri, de 26 años, joven norteamericana que acaba de mudarse a Israel para convertirse en rabina, no se mostró tan tranquila. “En verdad no nos sorprendió el ataque porque mi hermano está en el Ejército y nos había alertado que se venía, pero estoy muy cansada porque tenemos dos perros y nos la pasamos subiendo y bajando al refugio con ellos”, contó mientras hacía las compras junto a su pareja. “En verdad no tengo miedo por una posible respuesta iraní, pero sí por si le pasa algo a mi hermano que está combatiendo en inmediaciones de Gaza”, dijo la joven, que prefirió no contestar preguntas de tipo político.

Al búnker

De noche, en pleno Shabat, el feriado judío, se oyó un fuerte estruendo -el sistema de defensa que interceptó misiles lanzados desde Yemen- y volvieron a sonar las alertas en los celulares que ordenaban estar cerca de un búnker. Fue sólo el comienzo de una nueva noche de pesadilla, marcada por el lanzamiento hacia Israel de centenares de misiles, en diversas andanadas.

Claudio y Sonia Kapeika, matrimonio argentino que vive en la ciudad costera de Nahariya, al lado de la frontera con el Líbano, al igual que Shiri, tampoco se sorprendieron por el ataque. “Tenía que suceder esta guerra, ellos estaban llegando a tener la bomba atómica, y si llegaban a tenerla, no volvíamos a contar el cuento”, dijo Sonia, sin ocultar su preocupación, en diálogo telefónico. “Aunque no sé si este es el momento, porque todavía hay rehenes en Gaza que no volvieron, está el problema de la falta de soldados y todo el mundo, la población israelí, está sobrepasada… Hace dos años que venimos con esto y la situación es muy jodida”, lamentó, harta.

Compras desesperadas para abastecerse en un supermercado de Jerusalén

“Yo tampoco sé si estoy a favor o en contra de este ataque, pero parece que estaba todo planeado, que terminó el ultimátum que le había dado [Donald] Trump a los iraníes, no sé, es lo que dicen los noticieros, pero esperemos que termine rápido”, agregó Claudio, que contó que tienen pasajes para el jueves próximo para viajar una semana a Polonia. Unas vacaciones que, casi seguro, se verán obligados a postergar.

Ellos también, como todos, esta mañana fueron al supermercado. “Normalmente vamos al mediodía, pero como estábamos despiertos porque no dormimos nada con las alertas y dijeron que se podía salir, a las 7 ya estábamos en el súper y estaba que explotaba… Como siempre en estos casos, se llevaban sobre todo agua y papel higiénico, porque a lo mejor vamos a tener que estar unos cuantos días en casa sin poder salir… Hubo pánico en el pueblo, todos salieron temprano al supermercado”, describió Sonia.

La mismo se vivió en Tel Aviv, donde, según contó a LA NACION Miguel Glatstein, médico porteño que trabaja en el departamento de emergencia pediátrica y toxicología del hospital Ichilov de esa ciudad, como en el resto de los hospitales de Israel, pusieron en pie un reparto de emergencia subterráneo.

Todo cerrado y calles vacías en la Ciudad Vieja de Jerusalén

“Está todo bajo tierra y se ve que algo sabían en el hospital porque ya ayer comenzaron a vaciar el estacionamiento subterráneo donde ahora hay un hospital de emergencia, con energía, oxígeno, todo, cada lugar destinado a un auto es una cama”, precisó Glatstein, que vive en Israel desde hace más de 25 años, casado con una israelí y padre de tres hijos de 17, 16 y 12 años.

¿Cómo ve la situación? “Hace dos años que nos estamos levantando a las dos de la mañana con misiles disparados desde Yemen, que es apoyado por Irán, que no sólo estuvo detrás del Hezbollah, sino también del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 y que quiere destruir a Israel”, sostuvo. “Los chicos están con un nivel de estrés terrible y claro que tenemos miedo, por los chicos sobre todo, pero le tengo más miedo al terrorismo de acá que a los misiles de Irán”, dijo, sin ocultar que todos están alterados.

Glatstein, que todos los sábados participa de las manifestaciones que hay en Tel Aviv para que regresen los rehenes aún cautivos en Gaza (53, entre ellos, cuatro argentinos y 31 declarados muertos), aclaró que “obviamente”, no está en favor del cuestionado gobierno de ultraderecha de “Bibi” Netanyahu.

 

El ataque de Irán contra Israel

“Netanyahu debería haber terminado la guerra en Gaza y devuelto a los rehenes, eso sin duda alguna. Pero tampoco hay que olvidarse del enemigo… Muchos afuera no saben lo que es vivir acá y confunden lo que es el pueblo de Israel y lo que es el gobierno de Israel. Los del pueblo estamos todos re-estresados después de dos años de guerra. Todos queremos la paz, mis chicos quieren vivir en paz, pero, por otro lado, el mundo tiene que entender que el que estuvo detrás del 7 de octubre de Hamas, fue Irán, el mismo de los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel”, subrayó. “Y como ocurrió el 7/10, puede pasar otra masacre si ellos tienen una bomba atómica porque quieren destruir a Israel”, añadió.

Como la mayoría de la sociedad israelí, cada vez más polarizada y deprimida, Glatstein no ocultó estar ya harto de esta vida en alerta permanente. Fiel reflejo de esto, casi 60.000 israelíes se fueron del país el año pasado, más que el doble que en 2023, la mayoría de entre 25 y 44 años. Actualmente, un 40% quiere irse por la guerra, por los intentos del gobierno de debilitar el Poder Judicial, el aumento del costo de vida y el futuro de sus hijos, que puede ser mejor en otra parte, según un sondeo de CI Marketing publicado por el diario Haaretz.

Con su acento porteño intacto, Glatstein contó que fue hace poco a España a jugar un partido de rugby con un el grupo nacional israelí de veteranos. “Yo en Argentina jugaba en Hebraica y en el grupo somos todos pacifistas, estamos en contra del gobierno de Netanyahu, pero los españoles hicieron una manifestación en nuestra contra para que no juguemos… Reitero, es todo una confusión, no entienden que una cosa es el pueblo israelí y otra el gobierno y lo mismo pasa con los gazatíes y el grupo terrorista Hamas… En mi hospital trabajamos juntos judíos, árabes-israelíes y cristianos, en paz… Acá todos quieren vivir en paz”, insistió.

“No estoy a favor de Netanyahu, pero ahora, si Irán tiene realmente una bomba nuclear, estoy hablando de supervivencia. Y, quizás, esto es el principio del fin de la guerra”. Horas más tarde, Glatstein, por enésima vez estaba junto a sus hijos y vecinos en el refugio del edificio donde vive, en Tel Aviv. Capital otra vez también bajo ataque iraní, y, como todo Israel, nuevamente inmersa en un círculo interminable de violencia que pone al borde del abismo a Medio Oriente.

JERUSALÉN.- La vida en suspenso, paralizada, alterada -nadie sabe por cuánto tiempo más- y pánico, estrés, depresión, tensión, agotamiento, terror y euforia. Y la ilusión de los que se entusiasman con la idea de que, finalmente, esta vez sí será eliminada -y para siempre- la amenaza nuclear iraní.

Es lo que se vive en un Israel en estado de emergencia, y a partir del comienzo del Shabat, bajo andanadas de misiles lanzados desde Irán en represalia al ataque “preventivo” de consecuencias impredecibles para el Estado judío y el mundo, que lanzó el viernes por la madrugada el cuestionado primer ministro, Benjamin Netanyahu, contra su enemigo histórico.

Se trata de un ataque sin precedente por su envergadura y objetivos militares y científicos, que a partir de las 20 (hora local) dio lugar a una primera respuesta de casi 200 misiles en dos olas, con nueve impactos, según el Canal 12, que causaron terror. Pero, en su mayoría interceptados, con espantosos estruendos, por la Cúpula de Hierro, el sofisticado sistema de defensa israelí.

Se observa una explosión durante un ataque con misiles en Tel Aviv, Israel, el viernes 13 de junio de 2025. (Foto AP/Tomer Neuberg)

“Las explosiones que están escuchando son las interceptaciones de misiles caídos. El ataque sigue, docenas de misiles están siendo lanzados hacia Israel y se solicita que sigan las instrucciones enviadas por el Comando Central”, hicieron saber las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que pidieron a la población no publicar ni compartir la localización de los ataques.

Por lo menos 22 personas resultaron heridas, cuatro de ellas de gravedad, según la prensa local. No hubo reportes de víctimas fatales, pero sí edificios afectados.

El miedo era palpable en los búnkers y, antes del comienzo del contraataque iraní, durante la jornada, por las calles desiertas de Jerusalén, ciudad que parecía fantasma. Algunas farmacias y supermercados -donde incluso había cierta desesperación- seguían abiertas, pero casi todo estaba cerrado: shoppings, tiendas, restaurantes, gimnasios, galerías y demás. Salvo los trabajadores esenciales, los demás se quedaron encerrados en sus casas.

Todo lucía paralizado, en compás de espera. La Ciudad Vieja se encontraba blindada, con los sitios sagrados para el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, cerrados. No hubo plegaria este viernes, día de oración para los fieles musulmanes en la Explanada de las Mezquitas. Salvo un puñado de turistas que quedaron varados -tanto el espacio aéreo como el aeropuerto Ben Gurion, se encuentran cerrados hasta nuevo aviso- que deambulaban, desorientados, la ciudad lucía desolada, alarmada y más silenciosa que nunca.

Una familia palestina carga su coche con provisiones mientras la gente se abastece en Jerusalén el 13 de junio de 2025

Los pocos que se atrevían a salir, con rostros marcados por una primera noche en vela, en refugios, bunkers y cuartos “seguros” -que se repitió el viernes por la noche-, eran los que iban al supermercado a hacer compras. Hay que estar preparados para varios días de posibles ataques, advirtió el Ejército.

“Es impresionante, nunca trabajamos tanto como hoy. A las 11 de la mañana ya no quedaban más ni pan, ni leche”, contó a LA NACION Noah, joven cajero de Shufersal Express, un supermercado de la calle Keren Hayesod, en la parte occidental de Jerusalén. “No dormí nada por la guerra y vine a trabajar, mis ojos están rojos, pero acá estoy”, comentó, sonriente pese a todo. “¿Si tengo miedo? No, en Israel estamos acostumbrados a la guerra y sólo le tememos a Dios”, contestó ante una pregunta.

Coincidió Joe, dueño de una concesionaria de autos, de 30 años, que estaba comprando bebidas y demás víveres, que sorprendió a esta enviada al mostrarse eufórico con la nueva operación León Ascendente.

“Es fantástico, es fantástico para nosotros”, dijo, lleno de entusiasmo y definiéndose “muy contento” y para nada preocupado por la contraofensiva iraní. “Desde hace años que esperábamos esto y para nosotros es un día normal y para mí, también santo, porque soy creyente, y esto va a ser bueno para todo Israel”, aseguró. ¿Cree que este ataque masivo a Irán puede traer paz? “Sí, porque hay que matar a todos los que amenazan a Israel con armas”, respondió, convencido. “Y no se preocupe, porque Israel es un lugar seguro”, se despidió, entre los estantes.

Shiri, de 26 años, joven norteamericana que acaba de mudarse a Israel para convertirse en rabina, no se mostró tan tranquila. “En verdad no nos sorprendió el ataque porque mi hermano está en el Ejército y nos había alertado que se venía, pero estoy muy cansada porque tenemos dos perros y nos la pasamos subiendo y bajando al refugio con ellos”, contó mientras hacía las compras junto a su pareja. “En verdad no tengo miedo por una posible respuesta iraní, pero sí por si le pasa algo a mi hermano que está combatiendo en inmediaciones de Gaza”, dijo la joven, que prefirió no contestar preguntas de tipo político.

Al búnker

De noche, en pleno Shabat, el feriado judío, se oyó un fuerte estruendo -el sistema de defensa que interceptó misiles lanzados desde Yemen- y volvieron a sonar las alertas en los celulares que ordenaban estar cerca de un búnker. Fue sólo el comienzo de una nueva noche de pesadilla, marcada por el lanzamiento hacia Israel de centenares de misiles, en diversas andanadas.

Claudio y Sonia Kapeika, matrimonio argentino que vive en la ciudad costera de Nahariya, al lado de la frontera con el Líbano, al igual que Shiri, tampoco se sorprendieron por el ataque. “Tenía que suceder esta guerra, ellos estaban llegando a tener la bomba atómica, y si llegaban a tenerla, no volvíamos a contar el cuento”, dijo Sonia, sin ocultar su preocupación, en diálogo telefónico. “Aunque no sé si este es el momento, porque todavía hay rehenes en Gaza que no volvieron, está el problema de la falta de soldados y todo el mundo, la población israelí, está sobrepasada… Hace dos años que venimos con esto y la situación es muy jodida”, lamentó, harta.

Compras desesperadas para abastecerse en un supermercado de Jerusalén

“Yo tampoco sé si estoy a favor o en contra de este ataque, pero parece que estaba todo planeado, que terminó el ultimátum que le había dado [Donald] Trump a los iraníes, no sé, es lo que dicen los noticieros, pero esperemos que termine rápido”, agregó Claudio, que contó que tienen pasajes para el jueves próximo para viajar una semana a Polonia. Unas vacaciones que, casi seguro, se verán obligados a postergar.

Ellos también, como todos, esta mañana fueron al supermercado. “Normalmente vamos al mediodía, pero como estábamos despiertos porque no dormimos nada con las alertas y dijeron que se podía salir, a las 7 ya estábamos en el súper y estaba que explotaba… Como siempre en estos casos, se llevaban sobre todo agua y papel higiénico, porque a lo mejor vamos a tener que estar unos cuantos días en casa sin poder salir… Hubo pánico en el pueblo, todos salieron temprano al supermercado”, describió Sonia.

La mismo se vivió en Tel Aviv, donde, según contó a LA NACION Miguel Glatstein, médico porteño que trabaja en el departamento de emergencia pediátrica y toxicología del hospital Ichilov de esa ciudad, como en el resto de los hospitales de Israel, pusieron en pie un reparto de emergencia subterráneo.

Todo cerrado y calles vacías en la Ciudad Vieja de Jerusalén

“Está todo bajo tierra y se ve que algo sabían en el hospital porque ya ayer comenzaron a vaciar el estacionamiento subterráneo donde ahora hay un hospital de emergencia, con energía, oxígeno, todo, cada lugar destinado a un auto es una cama”, precisó Glatstein, que vive en Israel desde hace más de 25 años, casado con una israelí y padre de tres hijos de 17, 16 y 12 años.

¿Cómo ve la situación? “Hace dos años que nos estamos levantando a las dos de la mañana con misiles disparados desde Yemen, que es apoyado por Irán, que no sólo estuvo detrás del Hezbollah, sino también del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 y que quiere destruir a Israel”, sostuvo. “Los chicos están con un nivel de estrés terrible y claro que tenemos miedo, por los chicos sobre todo, pero le tengo más miedo al terrorismo de acá que a los misiles de Irán”, dijo, sin ocultar que todos están alterados.

Glatstein, que todos los sábados participa de las manifestaciones que hay en Tel Aviv para que regresen los rehenes aún cautivos en Gaza (53, entre ellos, cuatro argentinos y 31 declarados muertos), aclaró que “obviamente”, no está en favor del cuestionado gobierno de ultraderecha de “Bibi” Netanyahu.

 

El ataque de Irán contra Israel

“Netanyahu debería haber terminado la guerra en Gaza y devuelto a los rehenes, eso sin duda alguna. Pero tampoco hay que olvidarse del enemigo… Muchos afuera no saben lo que es vivir acá y confunden lo que es el pueblo de Israel y lo que es el gobierno de Israel. Los del pueblo estamos todos re-estresados después de dos años de guerra. Todos queremos la paz, mis chicos quieren vivir en paz, pero, por otro lado, el mundo tiene que entender que el que estuvo detrás del 7 de octubre de Hamas, fue Irán, el mismo de los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel”, subrayó. “Y como ocurrió el 7/10, puede pasar otra masacre si ellos tienen una bomba atómica porque quieren destruir a Israel”, añadió.

Como la mayoría de la sociedad israelí, cada vez más polarizada y deprimida, Glatstein no ocultó estar ya harto de esta vida en alerta permanente. Fiel reflejo de esto, casi 60.000 israelíes se fueron del país el año pasado, más que el doble que en 2023, la mayoría de entre 25 y 44 años. Actualmente, un 40% quiere irse por la guerra, por los intentos del gobierno de debilitar el Poder Judicial, el aumento del costo de vida y el futuro de sus hijos, que puede ser mejor en otra parte, según un sondeo de CI Marketing publicado por el diario Haaretz.

Con su acento porteño intacto, Glatstein contó que fue hace poco a España a jugar un partido de rugby con un el grupo nacional israelí de veteranos. “Yo en Argentina jugaba en Hebraica y en el grupo somos todos pacifistas, estamos en contra del gobierno de Netanyahu, pero los españoles hicieron una manifestación en nuestra contra para que no juguemos… Reitero, es todo una confusión, no entienden que una cosa es el pueblo israelí y otra el gobierno y lo mismo pasa con los gazatíes y el grupo terrorista Hamas… En mi hospital trabajamos juntos judíos, árabes-israelíes y cristianos, en paz… Acá todos quieren vivir en paz”, insistió.

“No estoy a favor de Netanyahu, pero ahora, si Irán tiene realmente una bomba nuclear, estoy hablando de supervivencia. Y, quizás, esto es el principio del fin de la guerra”. Horas más tarde, Glatstein, por enésima vez estaba junto a sus hijos y vecinos en el refugio del edificio donde vive, en Tel Aviv. Capital otra vez también bajo ataque iraní, y, como todo Israel, nuevamente inmersa en un círculo interminable de violencia que pone al borde del abismo a Medio Oriente.

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