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Día del Padre: 15 papás comparten consejos, miedos y aprendizajes

Convertirse en padre no es una ciencia exacta, pero sí un ejercicio constante. Papás reales ofrecen sus consejos más entrañables y algunas vivencias atesoradas que surgieron entre mamaderas, preguntas difíciles, mochilas escolares y abrazos reparadores. Anécdotas, consejos útiles y una dosis de humor para acompañar a quienes crían, mientras se forman a sí mismos.

No existe el mejor momento. La receta no la tiene nadie. Cada historia es personal. No hay una experiencia igual a otra. Miles de palabras, a veces, aturden con intenciones de orientar. Ser papá es un proceso que empieza con el primer llanto y no termina nunca. No es una cuestión de biología, sino más bien de vínculos. Complicidad, atravesada de conducción, sometida al acompañamiento firme de márgenes seguros y bañada de amor por ver a los retoños convertirse en personas.

Robin Williams dijo una vez que para “ser padre no hay una segunda oportunidad. Es un trayecto definitivo para intentar hacerlo bien”. No perfecto, sino presente. Atento, reflexivo, capaz de reencauzar cuando hay un desvío. Es un modo de estar, de mirar, de abrazar aunque no haya respuestas. Quince padres comparten lo que nadie les explicó pero que aprendieron en la práctica, como un mapa manchado de helado, anotado con birome en una servilleta y subrayado con risas.

Día del Padre: para ser padre no hay una segunda oportunidad, es un trayecto definitivo para intentar hacerlo bien, explica Robin Williams

“Acompañarse entre padres es una manera de crecer todos juntos”

Marcos Pérez Alvarez, docente, papá de Lorenzo (14) y Brenda (7)

Cuando nació mi primer hijo, me sentí abrumado. No sabía bien por dónde empezar. Un día, casi por casualidad, me uní a otros padres del jardín con hijos de la misma edad. Comenzamos a organizar encuentros los sábados: una plaza, una merienda compartida, una caminata corta con cochecitos. Nada complejo, nada costoso. Con el tiempo entendí que esos momentos eran mucho más que un rato al aire libre.

No solo construí un vínculo más sólido con mi hijo a partir de esas experiencias, sino que también descubrí una red de contención que me ayudó a superar la soledad que muchos varones atravesamos sin nombrarla. Cuidar, conversar, aprender juntos: cada encuentro reforzaba la confianza en mi rol como padre. Y, quizás sin darme cuenta en ese momento, también le ofrecía a mi pareja algo valiosísimo: un espacio propio. Criar es más llevadero cuando se comparte. Y acompañarse entre padres es una manera de crecer todos juntos.

Para mayores de 50: 3 fuentes de proteína de alta calidad que son fáciles de incorporar a la dieta

“Es el primer oficio en el que aprendés a ponerte en el lugar del otro”

Marcelo Paz, empresario, papá de Cecilia (34) y Rocío (25).

La paternidad es un desafío donde empezás a cursar materias de una currícula que se renueva día a día y no termina nunca.

Es el primer oficio en el que aprendés a ponerte en el lugar del otro. Primero de esos seres pequeños y adorables y luego cuestionadores e independientes a los que nada conforma ni, mucho menos, convence.

Como papá hay que trabajar sobre las herramientas a nuestro alcance para alcanzar aquellas metas que nos propusimos en valores, pero sin confundirnos con las de nuestros hijos. El dilema es tremendo y permanente.

Lo más difícil para mi fue entender dónde poner los límites. Muchas veces complacientes, intenté argumentos que reemplazan una negativa que, terminante, para mis hijas hubiera sido más nutritiva.

Hoy, con dos hijas mujeres ya adultas, me siento orgulloso de ellas y del camino recorrido. Me animo a pedirles que me perdonen las macanas que pude haber cometido en el camino.

“Hay tiempos difíciles, pero no hay que desesperar”

Víctor Manchisi, contador, papá de Tiago (11) y Ámbar (8).

Recuerdo haber leído uno de esos libros que ayudan a ser mejores padres, donde decía que es fundamental sentarnos a diario un tiempo con nuestros hijos: un juego de mesa, la “escondida”, cantar, leer o charlar. Atesoro en el tiempo cuando mi hijo mayor entre sus 4 y 6 años, a la hora de dormir, desde su cama me decía: “Vení, subí, agarrame la mano y contame”.

Hay tiempos difíciles, pero no hay que desesperar. Nada es para siempre. Las respuestas aparecen en algún momento y todo comienza a fluir. Cuando me sentí perdido, recurrí a profesionales de confianza que me ayudaron a encontrar herramientas y a visualizar posibles caminos a seguir.

Espero estar trabajando de tal modo que los valores que les inculcamos y el ejemplo de ser buenas personas sea lo que predomina a la hora de volar de casa, sabiendo siempre que sus padres vamos a estar apoyándolos en sus decisiones.

Víctor Manchisi, contador, papá de Tiago (11) y Ámbar (8)

“Espero ayudar a construir las mejores versiones de mis hijos”

Gabriel Schnaiderman, papá de Agustín (14) y Guadalupe (9)

Me encanta ser papá, y elegí ser distinto a lo que fueron conmigo y no porque haya sido malo, simplemente porque no me representaba. Esto me restó el práctico recurso de la repetición. Para alguien como yo, que solo está seguro de sus dudas, fue muy importante tener pares de los que ir aprendiendo y con quienes compartir dudas y miedos. Con mis hijos disfruto compartir deportes, ver programas que nos gusten, salidas de pesca, alguna película, cocinarles y pasar el mayor tiempo que pueda. Una anécdota divertida tal vez sea el nacimiento de mi primer hijo. Habíamos ido por recomendación de no sé de quien a ver una especialista en partos sin sufrimientos donde se hacían distintos ejercicios y aseguraban que el pujar era mejor riéndose y por supuesto dicha labor cómica recaía en mí.

Es muy difícil el stand up en esas circunstancias tan adrenalínicas. Para cuando recordé el chiste de los dos loritos, Agus no solo había nacido, la enfermera me miraba mal y me preguntaba algo molesta si iba a agarrar al chico. En mi caso ser papá implica un aprendizaje muchas veces incómodo, pero que espero este ayudando a construir las mejores versiones de mis hijos, como ellos sin dudas han contribuido a construir una mejor versión mía y espero lo sigan haciendo.

“Descubrís que la vida te pone en un punto de inflexión”

Carlos Pallotti, especialista en desarrollos tecnológicos, padre de Agustin (44), Mariana (42) y Luciano (22).

Se aprende. Te pasa. Cambiando pañales o dando mamaderas. A prueba y error. Pero un día, descubrís que ya son adultos que tienen ideas e iniciativas propias. Ahí sentís un legítimo orgullo y comenzás a extrañarlos. Simplemente ocurre.

¿Qué te pasa por dentro? Es una mezcla de emociones. Descubrís que la vida te pone en un punto de inflexión en ese preciso momento. Ya nada será igual. Y tendrás que asumirlo. O sufrirlo. O disfrutarlo.

Un día ellos también tendrán una situación como esta, y espero que recuerden ese momento. Y le digan a sus hijos: “Un día, mi viejo me trajo aquí y nos abrazamos emocionados. Hacelo vos conmigo y prométeme que lo harás con tus hijos”. Ese día egresarás de padre.

Luego será el momento de las llamadas “hola pa…”, que de alguna manera serán un pedido de ayuda. Y vos feliz. Si tenés suerte y se dan las circunstancias, un día recibís una placa que dice “Padre de tres orgullosos hijos”. Emocionante…

“Aprender a ser padre es también mirarse como hijo”

Leandro Rodríguez, economista, papá De Santiago (16) y Manuel (12).

Cuando nació Santiago, todo me parecía urgente. Lo habíamos estado esperando por muchos años. Durante la primera noche en casa durmió 7 horas seguidas, y con Paula mi mujer nos turnábamos para despertarnos para verificar que estuviera respirando. Con Manuel, cuatro años después, ya sabía que muchas de esas respuestas no estaban en los libros. Los primeros años fueron caóticos y hermosos. Hoy ya no soy su héroe todopoderoso. Pasé a ser el que hace chistes malos, el que pregunta demasiado, el que a veces incomoda. Pero no renuncio a estar ahí y que ellos lo sepan. Y en esa mirada cambiante también hay amor. No dejo de buscar puntos de contacto.

Aprender a ser padre es también mirarse como hijo. Acompañar la vejez de nuestros padres es también una forma de ser padres en alguna forma. En los últimos años esa experiencia me enseñó otra forma de ser padre más silenciosa, más paciente, más presente.

Leandro Rodríguez, economista, papá De Santiago (16) y Manuel (12)

“La paternidad se trata de mucho aprendizaje y humildad”

Diego Pins, counselor, papá de Oliverio (11).

Un consejo para un papá novato, es que haga todo lo posible para conectar con su hijo, pero que para hacerlo, es muy importante conocerse a uno mismo, y aceptarse con su luces y sombras, sus heridas, sus miedos y frustraciones. El mayor desafío como padre tuvo que ver con enfrentar el hecho de que no siempre sale todo como uno lo esperaba. Fue una sorpresa descubrir que lo que dicen los libros puede ser muy idílico, pero díficil de conseguir. Luego comprendí que existen otros dos niveles: hay un nivel de lo posible y uno de lo real, que es lo que efectivamente sale de la combinación y el encuentro de mi carácter, mi personalidad, mi historia, con lo que se va construyendo en mi propio hijo.

Recuerdo cuanto tenía dos años y en un vestuario de una pileta durante nuestras vacaciones, en un segundo se escondió en un locker. Lo buscamos como locos al borde de la desesperación, hasta que salió con una pícara sonrisa de su escondite. Fue una de las tantas experiencias que me otorgó perspectiva. La paternidad se trata de mucho aprendizaje y humildad.

¿Qué dice la psicología de personas que amenazan todo el tiempo con separarse o divorciarse de su pareja?

“Ser papá te empuja a buscar formas nuevas de estar presente”

Juan Granillo Saizar, ingeniero en sistemas, papá de Luciana (6).

Ser papá te empuja a buscar formas nuevas de estar presente. En mi caso, eso significó tomar una herramienta que ya conocía y encontrarle un sentido completamente nuevo en casa. Trabajo en sistemas y entiendo el impacto que puede tener la tecnología en la infancia. Por eso, en casa soy yo quien maneja la IA: mi hija solo ve la magia, sin la pantalla de por medio.

Descubrimos que la IA podía sumarse al juego diario, y le pedíamos a ChatGPT que creara cuentos donde Luciana fuera la protagonista y elegía el rumbo de la historia. Después vinieron los dibujos: en vez de usar libros para colorear, le pedíamos a la IA que generara imágenes personalizadas, las imprimíamos y ella las pintaba feliz. Un dragón en la playa, un unicornio en patineta, un gato astronauta… lo que se le ocurriera, cobraba vida. Más adelante, empezamos a usarla para acompañarla en el aprendizaje de la lectoescritura. Nada reemplaza estar ahí, pero hay herramientas que te acercan un poco más. En casa, la IA se volvió una aliada para jugar, aprender y crecer juntos.

Juan Granillo Saizar, ingeniero en sistemas, papá de Luciana (6)

“El amor te da una capacidad de resolver que ni imaginabas”

Fernando Ragel, empresario, papá de León (3).

El miedo más común de los padres primerizos es preguntarse si van a poder cambiar, calmar, dormir y bañar a su bebé. Todo esto se resuelve en cuanto ves a tu hijo/a: el amor te da una capacidad de resolver que ni imaginabas. Mi mayor consejo es disfrutar cada momento. Bañarlo por primera vez fue un desafío que aún me conmueve. Lo planifiqué mucho para que todos lo disfrutáramos en familia: puse música, preparé un ambiente bien iluminado y un lugar climatizado para divertirnos. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo. Soy fanático de Vélez y me hace muy feliz ir al club y a la cancha con él. Recuerdo una noche, a las tres de la mañana, en la que no podía dormirse y se puso a cantar un cantito de cancha alentando a Vélez. Fue un micromomento mágico.

“Trato de darles herramientas reales para que puedan vivir sus experiencias”

Martín Tellas, empresario, papá de Allegra (9) y Lenna (4).

No te atolondres ni te paralices. Entendé que todo lo que te pasa cuando te convertís en papá no es el fin del mundo, sino el comienzo de una etapa de reordenamiento profundo. Es importante encontrar el equilibrio, surfear la ola con la mejor energía posible y, cuando puedas, volver a conectar con lo que también te da placer como persona. Hijos felices son los que ven a sus padres felices, haciendo lo que aman y cuidándose.

Mi mayor desafío lo enfrenté aprendiendo a comunicar malas noticias. Recuerdo una vez que atropellaron a nuestra perrita y tuve que sentarme con mis hijas a hablar sobre la muerte. Fue durísimo, porque son temas para los que quizás todavía no estaban preparadas. Otro reto, pero que atraviesa la crianza, es el de ser coherente entre lo que uno desea para sí mismo y lo que le brinda a sus hijos. Tratar de darles herramientas reales para que puedan vivir sus propias experiencias.

Me acuerdo cuando con mi hija Allegra, fanática de Frozen, fuimos al freezer, a tocar la puerta y a llamar a Olaf. Nos moríamos de risa los dos. Esas pequeñas cosas son las que hacen que todo valga la pena.

Martín Tellas, empresario, papá de Allegra (9) y Lenna (4)

“Cuando llega el momento de dejarlos volar, el rol del padre no termina”

Juan Manuel Seren, cirujano plástico, padre de Ámbar (14) y Victoria (3).

Los chicos no vienen con instrucciones. Los primeros días, incluso meses, entre mamaderas, llantos, fiebre de madrugada y ese agotamiento que no se parece a nada, uno sobrevive como puede: entre torpeza, humor y puro amor. Lo importante es estar y poder sostener.

A medida que los hijos crecen, el desafío cambia: ya no se trata solo de cuidar, sino de conectar. Escuchar con atención, interesarse por lo que les gusta —aunque uno no entienda bien ese videojuego o el TikTok que te acaban de mostrar—, es una forma de decir “acá estoy para vos”. Las charlas camino al colegio, las idas al club, incluso los silencios compartidos, construyen algo que no se ve pero queda para siempre. Y cuando llega el momento de dejarlos volar, el rol del padre no termina. Cambia. Acompañar también es soltar: con orgullo, con confianza.

“Uno nutre a sus hijos y ellos nos nutren a nosotros”

Marcelo Javier Salomone Freire, abogado, padre de Luca (18) y Dante (15).

El nacimiento de mis hijos me desbordó de alegría. Aunque, debo admitir, que al principio no fue nada fácil. Toda tu vida, tal como la conocías, cambia muchísimo. Las prioridades son otras y la banda de sonido de tu vida cambia: de los Rolling Stones al Sapo Pepe casi sin escalas. De pronto, te encontrás siendo referente y guía. Algunas veces la situación te pide que seas tolerante y otras que te pongas estricto, pero siempre respetando su espacio y brindándole la posibilidad para que hagan su camino, que vivan sus propias experiencias. La paternidad me permitió jugar un montón de roles: animé alguna fiestita de cumpleaños, oficié de técnico de fútbol, fui superhéroe y soldado, jugué a ser profe de historia y pude ser ayudante de sus diversos viajes. Me tocó muchas veces el papel de remisero a cualquier hora del día y hasta fui público de algún cantante o banda de moda que solo estaba en los registros de mis hijos. A la vez, me llevó a conocer un montón de cosas que me eran ajenas. Uno nutre a sus hijos y ellos nos nutren a nosotros. Ser papá es fundamentalmente eso: sentir que se puede amar sin límites y experimentar orgullo como nunca antes. Descubrirse uno mismo en su mejor versión.

Marcelo Javier Salomone Freire, abogado, padre de Luca (18) y Dante (15)

“La mejor forma de criar es quedarse un instante donde habita la ternura”

Maximiliano Carpio, filósofo, papá de Martina (8) y Luna (2).

Al principio, todo sucede tan rápido que cuesta registrar lo esencial. Recuerdo una mañana en que mi hija se rio por primera vez. Fue una carcajada breve, inesperada, y por suerte me detuve. Dejé el celular, pospuse el apuro y simplemente estuve ahí. Desde entonces, me impuse una consigna: frenar, aunque sea por unos segundos, cada vez que aparece esa chispa cotidiana que solo los chicos saben encender.

Un juego improvisado, una frase desopilante, una mirada cómplice. En la primera infancia, esas pequeñas alegrías son abundantes, pero fugaces. Con el tiempo se hacen menos frecuentes, pero se vuelven más profundas. Por eso aprendí a afinar la mirada: hay que entrenarse para no pasarlas por alto. Detenerse, disfrutar, agradecer. A veces, la mejor forma de criar es simplemente quedarse un instante más en el lugar donde habita la ternura. Porque, aunque breve, puede marcar para siempre.

“Un sexto sentido nos avisa cuando algo no anda bien, eso es lo más increíble”

Francisco Maschio, técnico en administración agropecuaria, papá de Jacinto (20).

Cuando Jacinto tenía 4 años vivíamos en el campo, en medio de las sierras de San Luis. El pueblo más cercano estaba a 10 kilómetros. Una tarde yo andaba en la huerta y lo vi caminando por el sendero que lleva a la tranquera. Siempre iba con sus compañeros: dos perras, una oveja y el burro Oliverio, que lo seguían a todos lados. Pasó un rato largo y me llamó la atención el silencio. Sentí algo raro, como una alerta por dentro. Miré y ya no lo vi. Salí corriendo.

La tranquera estaba abierta y se veían sus huellitas marcadas en la tierra. El camino era todo curvas, entre monte y árboles altos. No se veía nada hasta doblar la última curva. Y ahí estaba: caminando tranquilo, con su tropa de animales al lado. Me di cuenta de que no estaba solo, que esos bichos lo cuidaban como a un cachorro. Me largué a reír del susto y fui a buscarlo. Uno no nace sabiendo ser padre, va aprendiendo. Pero sí traemos el instinto, un sexto sentido que nos avisa cuando algo no anda bien. Para mí, eso es lo más increíble de ser papá.

Francisco Maschio, técnico en administración agropecuaria, papá de Jacinto (20)

“Con el tiempo entendí que no se trata de hacer grandes cosas, sino de no dejar pasar las pequeñas”

Jorge Bihbonen, personal trainer, Filomena (18) y Constanzo (16).

Antes de que naciera mi hija, todos me decían lo mismo: “Disfrutala, que pasa rápido”. Al principio no entendía del todo a qué se referían. Pero bastó que empezara a caminar, que dijera sus primeras palabras, para comprenderlo en carne propia. Desde ese momento tomé una decisión que sostuve luego con mi segundo hijo: estar presente. Elegí priorizar esos momentos que parecen menores pero que, con el tiempo, se revelan fundamentales. Me tomé licencias para acompañarlos a actos escolares, improvisé escapadas los fines de semana aunque fueran cerca de casa, y hasta aprendí a disfrutar sus hobbies, aunque no siempre fueran los míos.

Con el tiempo entendí que no se trata de hacer grandes cosas, sino de no dejar pasar las pequeñas. Porque un día, sin avisar, los chicos crecen. Y lo único que no se recupera es el tiempo que no les dimos.

Convertirse en padre no es una ciencia exacta, pero sí un ejercicio constante. Papás reales ofrecen sus consejos más entrañables y algunas vivencias atesoradas que surgieron entre mamaderas, preguntas difíciles, mochilas escolares y abrazos reparadores. Anécdotas, consejos útiles y una dosis de humor para acompañar a quienes crían, mientras se forman a sí mismos.

No existe el mejor momento. La receta no la tiene nadie. Cada historia es personal. No hay una experiencia igual a otra. Miles de palabras, a veces, aturden con intenciones de orientar. Ser papá es un proceso que empieza con el primer llanto y no termina nunca. No es una cuestión de biología, sino más bien de vínculos. Complicidad, atravesada de conducción, sometida al acompañamiento firme de márgenes seguros y bañada de amor por ver a los retoños convertirse en personas.

Robin Williams dijo una vez que para “ser padre no hay una segunda oportunidad. Es un trayecto definitivo para intentar hacerlo bien”. No perfecto, sino presente. Atento, reflexivo, capaz de reencauzar cuando hay un desvío. Es un modo de estar, de mirar, de abrazar aunque no haya respuestas. Quince padres comparten lo que nadie les explicó pero que aprendieron en la práctica, como un mapa manchado de helado, anotado con birome en una servilleta y subrayado con risas.

Día del Padre: para ser padre no hay una segunda oportunidad, es un trayecto definitivo para intentar hacerlo bien, explica Robin Williams

“Acompañarse entre padres es una manera de crecer todos juntos”

Marcos Pérez Alvarez, docente, papá de Lorenzo (14) y Brenda (7)

Cuando nació mi primer hijo, me sentí abrumado. No sabía bien por dónde empezar. Un día, casi por casualidad, me uní a otros padres del jardín con hijos de la misma edad. Comenzamos a organizar encuentros los sábados: una plaza, una merienda compartida, una caminata corta con cochecitos. Nada complejo, nada costoso. Con el tiempo entendí que esos momentos eran mucho más que un rato al aire libre.

No solo construí un vínculo más sólido con mi hijo a partir de esas experiencias, sino que también descubrí una red de contención que me ayudó a superar la soledad que muchos varones atravesamos sin nombrarla. Cuidar, conversar, aprender juntos: cada encuentro reforzaba la confianza en mi rol como padre. Y, quizás sin darme cuenta en ese momento, también le ofrecía a mi pareja algo valiosísimo: un espacio propio. Criar es más llevadero cuando se comparte. Y acompañarse entre padres es una manera de crecer todos juntos.

Para mayores de 50: 3 fuentes de proteína de alta calidad que son fáciles de incorporar a la dieta

“Es el primer oficio en el que aprendés a ponerte en el lugar del otro”

Marcelo Paz, empresario, papá de Cecilia (34) y Rocío (25).

La paternidad es un desafío donde empezás a cursar materias de una currícula que se renueva día a día y no termina nunca.

Es el primer oficio en el que aprendés a ponerte en el lugar del otro. Primero de esos seres pequeños y adorables y luego cuestionadores e independientes a los que nada conforma ni, mucho menos, convence.

Como papá hay que trabajar sobre las herramientas a nuestro alcance para alcanzar aquellas metas que nos propusimos en valores, pero sin confundirnos con las de nuestros hijos. El dilema es tremendo y permanente.

Lo más difícil para mi fue entender dónde poner los límites. Muchas veces complacientes, intenté argumentos que reemplazan una negativa que, terminante, para mis hijas hubiera sido más nutritiva.

Hoy, con dos hijas mujeres ya adultas, me siento orgulloso de ellas y del camino recorrido. Me animo a pedirles que me perdonen las macanas que pude haber cometido en el camino.

“Hay tiempos difíciles, pero no hay que desesperar”

Víctor Manchisi, contador, papá de Tiago (11) y Ámbar (8).

Recuerdo haber leído uno de esos libros que ayudan a ser mejores padres, donde decía que es fundamental sentarnos a diario un tiempo con nuestros hijos: un juego de mesa, la “escondida”, cantar, leer o charlar. Atesoro en el tiempo cuando mi hijo mayor entre sus 4 y 6 años, a la hora de dormir, desde su cama me decía: “Vení, subí, agarrame la mano y contame”.

Hay tiempos difíciles, pero no hay que desesperar. Nada es para siempre. Las respuestas aparecen en algún momento y todo comienza a fluir. Cuando me sentí perdido, recurrí a profesionales de confianza que me ayudaron a encontrar herramientas y a visualizar posibles caminos a seguir.

Espero estar trabajando de tal modo que los valores que les inculcamos y el ejemplo de ser buenas personas sea lo que predomina a la hora de volar de casa, sabiendo siempre que sus padres vamos a estar apoyándolos en sus decisiones.

Víctor Manchisi, contador, papá de Tiago (11) y Ámbar (8)

“Espero ayudar a construir las mejores versiones de mis hijos”

Gabriel Schnaiderman, papá de Agustín (14) y Guadalupe (9)

Me encanta ser papá, y elegí ser distinto a lo que fueron conmigo y no porque haya sido malo, simplemente porque no me representaba. Esto me restó el práctico recurso de la repetición. Para alguien como yo, que solo está seguro de sus dudas, fue muy importante tener pares de los que ir aprendiendo y con quienes compartir dudas y miedos. Con mis hijos disfruto compartir deportes, ver programas que nos gusten, salidas de pesca, alguna película, cocinarles y pasar el mayor tiempo que pueda. Una anécdota divertida tal vez sea el nacimiento de mi primer hijo. Habíamos ido por recomendación de no sé de quien a ver una especialista en partos sin sufrimientos donde se hacían distintos ejercicios y aseguraban que el pujar era mejor riéndose y por supuesto dicha labor cómica recaía en mí.

Es muy difícil el stand up en esas circunstancias tan adrenalínicas. Para cuando recordé el chiste de los dos loritos, Agus no solo había nacido, la enfermera me miraba mal y me preguntaba algo molesta si iba a agarrar al chico. En mi caso ser papá implica un aprendizaje muchas veces incómodo, pero que espero este ayudando a construir las mejores versiones de mis hijos, como ellos sin dudas han contribuido a construir una mejor versión mía y espero lo sigan haciendo.

“Descubrís que la vida te pone en un punto de inflexión”

Carlos Pallotti, especialista en desarrollos tecnológicos, padre de Agustin (44), Mariana (42) y Luciano (22).

Se aprende. Te pasa. Cambiando pañales o dando mamaderas. A prueba y error. Pero un día, descubrís que ya son adultos que tienen ideas e iniciativas propias. Ahí sentís un legítimo orgullo y comenzás a extrañarlos. Simplemente ocurre.

¿Qué te pasa por dentro? Es una mezcla de emociones. Descubrís que la vida te pone en un punto de inflexión en ese preciso momento. Ya nada será igual. Y tendrás que asumirlo. O sufrirlo. O disfrutarlo.

Un día ellos también tendrán una situación como esta, y espero que recuerden ese momento. Y le digan a sus hijos: “Un día, mi viejo me trajo aquí y nos abrazamos emocionados. Hacelo vos conmigo y prométeme que lo harás con tus hijos”. Ese día egresarás de padre.

Luego será el momento de las llamadas “hola pa…”, que de alguna manera serán un pedido de ayuda. Y vos feliz. Si tenés suerte y se dan las circunstancias, un día recibís una placa que dice “Padre de tres orgullosos hijos”. Emocionante…

“Aprender a ser padre es también mirarse como hijo”

Leandro Rodríguez, economista, papá De Santiago (16) y Manuel (12).

Cuando nació Santiago, todo me parecía urgente. Lo habíamos estado esperando por muchos años. Durante la primera noche en casa durmió 7 horas seguidas, y con Paula mi mujer nos turnábamos para despertarnos para verificar que estuviera respirando. Con Manuel, cuatro años después, ya sabía que muchas de esas respuestas no estaban en los libros. Los primeros años fueron caóticos y hermosos. Hoy ya no soy su héroe todopoderoso. Pasé a ser el que hace chistes malos, el que pregunta demasiado, el que a veces incomoda. Pero no renuncio a estar ahí y que ellos lo sepan. Y en esa mirada cambiante también hay amor. No dejo de buscar puntos de contacto.

Aprender a ser padre es también mirarse como hijo. Acompañar la vejez de nuestros padres es también una forma de ser padres en alguna forma. En los últimos años esa experiencia me enseñó otra forma de ser padre más silenciosa, más paciente, más presente.

Leandro Rodríguez, economista, papá De Santiago (16) y Manuel (12)

“La paternidad se trata de mucho aprendizaje y humildad”

Diego Pins, counselor, papá de Oliverio (11).

Un consejo para un papá novato, es que haga todo lo posible para conectar con su hijo, pero que para hacerlo, es muy importante conocerse a uno mismo, y aceptarse con su luces y sombras, sus heridas, sus miedos y frustraciones. El mayor desafío como padre tuvo que ver con enfrentar el hecho de que no siempre sale todo como uno lo esperaba. Fue una sorpresa descubrir que lo que dicen los libros puede ser muy idílico, pero díficil de conseguir. Luego comprendí que existen otros dos niveles: hay un nivel de lo posible y uno de lo real, que es lo que efectivamente sale de la combinación y el encuentro de mi carácter, mi personalidad, mi historia, con lo que se va construyendo en mi propio hijo.

Recuerdo cuanto tenía dos años y en un vestuario de una pileta durante nuestras vacaciones, en un segundo se escondió en un locker. Lo buscamos como locos al borde de la desesperación, hasta que salió con una pícara sonrisa de su escondite. Fue una de las tantas experiencias que me otorgó perspectiva. La paternidad se trata de mucho aprendizaje y humildad.

¿Qué dice la psicología de personas que amenazan todo el tiempo con separarse o divorciarse de su pareja?

“Ser papá te empuja a buscar formas nuevas de estar presente”

Juan Granillo Saizar, ingeniero en sistemas, papá de Luciana (6).

Ser papá te empuja a buscar formas nuevas de estar presente. En mi caso, eso significó tomar una herramienta que ya conocía y encontrarle un sentido completamente nuevo en casa. Trabajo en sistemas y entiendo el impacto que puede tener la tecnología en la infancia. Por eso, en casa soy yo quien maneja la IA: mi hija solo ve la magia, sin la pantalla de por medio.

Descubrimos que la IA podía sumarse al juego diario, y le pedíamos a ChatGPT que creara cuentos donde Luciana fuera la protagonista y elegía el rumbo de la historia. Después vinieron los dibujos: en vez de usar libros para colorear, le pedíamos a la IA que generara imágenes personalizadas, las imprimíamos y ella las pintaba feliz. Un dragón en la playa, un unicornio en patineta, un gato astronauta… lo que se le ocurriera, cobraba vida. Más adelante, empezamos a usarla para acompañarla en el aprendizaje de la lectoescritura. Nada reemplaza estar ahí, pero hay herramientas que te acercan un poco más. En casa, la IA se volvió una aliada para jugar, aprender y crecer juntos.

Juan Granillo Saizar, ingeniero en sistemas, papá de Luciana (6)

“El amor te da una capacidad de resolver que ni imaginabas”

Fernando Ragel, empresario, papá de León (3).

El miedo más común de los padres primerizos es preguntarse si van a poder cambiar, calmar, dormir y bañar a su bebé. Todo esto se resuelve en cuanto ves a tu hijo/a: el amor te da una capacidad de resolver que ni imaginabas. Mi mayor consejo es disfrutar cada momento. Bañarlo por primera vez fue un desafío que aún me conmueve. Lo planifiqué mucho para que todos lo disfrutáramos en familia: puse música, preparé un ambiente bien iluminado y un lugar climatizado para divertirnos. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo. Soy fanático de Vélez y me hace muy feliz ir al club y a la cancha con él. Recuerdo una noche, a las tres de la mañana, en la que no podía dormirse y se puso a cantar un cantito de cancha alentando a Vélez. Fue un micromomento mágico.

“Trato de darles herramientas reales para que puedan vivir sus experiencias”

Martín Tellas, empresario, papá de Allegra (9) y Lenna (4).

No te atolondres ni te paralices. Entendé que todo lo que te pasa cuando te convertís en papá no es el fin del mundo, sino el comienzo de una etapa de reordenamiento profundo. Es importante encontrar el equilibrio, surfear la ola con la mejor energía posible y, cuando puedas, volver a conectar con lo que también te da placer como persona. Hijos felices son los que ven a sus padres felices, haciendo lo que aman y cuidándose.

Mi mayor desafío lo enfrenté aprendiendo a comunicar malas noticias. Recuerdo una vez que atropellaron a nuestra perrita y tuve que sentarme con mis hijas a hablar sobre la muerte. Fue durísimo, porque son temas para los que quizás todavía no estaban preparadas. Otro reto, pero que atraviesa la crianza, es el de ser coherente entre lo que uno desea para sí mismo y lo que le brinda a sus hijos. Tratar de darles herramientas reales para que puedan vivir sus propias experiencias.

Me acuerdo cuando con mi hija Allegra, fanática de Frozen, fuimos al freezer, a tocar la puerta y a llamar a Olaf. Nos moríamos de risa los dos. Esas pequeñas cosas son las que hacen que todo valga la pena.

Martín Tellas, empresario, papá de Allegra (9) y Lenna (4)

“Cuando llega el momento de dejarlos volar, el rol del padre no termina”

Juan Manuel Seren, cirujano plástico, padre de Ámbar (14) y Victoria (3).

Los chicos no vienen con instrucciones. Los primeros días, incluso meses, entre mamaderas, llantos, fiebre de madrugada y ese agotamiento que no se parece a nada, uno sobrevive como puede: entre torpeza, humor y puro amor. Lo importante es estar y poder sostener.

A medida que los hijos crecen, el desafío cambia: ya no se trata solo de cuidar, sino de conectar. Escuchar con atención, interesarse por lo que les gusta —aunque uno no entienda bien ese videojuego o el TikTok que te acaban de mostrar—, es una forma de decir “acá estoy para vos”. Las charlas camino al colegio, las idas al club, incluso los silencios compartidos, construyen algo que no se ve pero queda para siempre. Y cuando llega el momento de dejarlos volar, el rol del padre no termina. Cambia. Acompañar también es soltar: con orgullo, con confianza.

“Uno nutre a sus hijos y ellos nos nutren a nosotros”

Marcelo Javier Salomone Freire, abogado, padre de Luca (18) y Dante (15).

El nacimiento de mis hijos me desbordó de alegría. Aunque, debo admitir, que al principio no fue nada fácil. Toda tu vida, tal como la conocías, cambia muchísimo. Las prioridades son otras y la banda de sonido de tu vida cambia: de los Rolling Stones al Sapo Pepe casi sin escalas. De pronto, te encontrás siendo referente y guía. Algunas veces la situación te pide que seas tolerante y otras que te pongas estricto, pero siempre respetando su espacio y brindándole la posibilidad para que hagan su camino, que vivan sus propias experiencias. La paternidad me permitió jugar un montón de roles: animé alguna fiestita de cumpleaños, oficié de técnico de fútbol, fui superhéroe y soldado, jugué a ser profe de historia y pude ser ayudante de sus diversos viajes. Me tocó muchas veces el papel de remisero a cualquier hora del día y hasta fui público de algún cantante o banda de moda que solo estaba en los registros de mis hijos. A la vez, me llevó a conocer un montón de cosas que me eran ajenas. Uno nutre a sus hijos y ellos nos nutren a nosotros. Ser papá es fundamentalmente eso: sentir que se puede amar sin límites y experimentar orgullo como nunca antes. Descubrirse uno mismo en su mejor versión.

Marcelo Javier Salomone Freire, abogado, padre de Luca (18) y Dante (15)

“La mejor forma de criar es quedarse un instante donde habita la ternura”

Maximiliano Carpio, filósofo, papá de Martina (8) y Luna (2).

Al principio, todo sucede tan rápido que cuesta registrar lo esencial. Recuerdo una mañana en que mi hija se rio por primera vez. Fue una carcajada breve, inesperada, y por suerte me detuve. Dejé el celular, pospuse el apuro y simplemente estuve ahí. Desde entonces, me impuse una consigna: frenar, aunque sea por unos segundos, cada vez que aparece esa chispa cotidiana que solo los chicos saben encender.

Un juego improvisado, una frase desopilante, una mirada cómplice. En la primera infancia, esas pequeñas alegrías son abundantes, pero fugaces. Con el tiempo se hacen menos frecuentes, pero se vuelven más profundas. Por eso aprendí a afinar la mirada: hay que entrenarse para no pasarlas por alto. Detenerse, disfrutar, agradecer. A veces, la mejor forma de criar es simplemente quedarse un instante más en el lugar donde habita la ternura. Porque, aunque breve, puede marcar para siempre.

“Un sexto sentido nos avisa cuando algo no anda bien, eso es lo más increíble”

Francisco Maschio, técnico en administración agropecuaria, papá de Jacinto (20).

Cuando Jacinto tenía 4 años vivíamos en el campo, en medio de las sierras de San Luis. El pueblo más cercano estaba a 10 kilómetros. Una tarde yo andaba en la huerta y lo vi caminando por el sendero que lleva a la tranquera. Siempre iba con sus compañeros: dos perras, una oveja y el burro Oliverio, que lo seguían a todos lados. Pasó un rato largo y me llamó la atención el silencio. Sentí algo raro, como una alerta por dentro. Miré y ya no lo vi. Salí corriendo.

La tranquera estaba abierta y se veían sus huellitas marcadas en la tierra. El camino era todo curvas, entre monte y árboles altos. No se veía nada hasta doblar la última curva. Y ahí estaba: caminando tranquilo, con su tropa de animales al lado. Me di cuenta de que no estaba solo, que esos bichos lo cuidaban como a un cachorro. Me largué a reír del susto y fui a buscarlo. Uno no nace sabiendo ser padre, va aprendiendo. Pero sí traemos el instinto, un sexto sentido que nos avisa cuando algo no anda bien. Para mí, eso es lo más increíble de ser papá.

Francisco Maschio, técnico en administración agropecuaria, papá de Jacinto (20)

“Con el tiempo entendí que no se trata de hacer grandes cosas, sino de no dejar pasar las pequeñas”

Jorge Bihbonen, personal trainer, Filomena (18) y Constanzo (16).

Antes de que naciera mi hija, todos me decían lo mismo: “Disfrutala, que pasa rápido”. Al principio no entendía del todo a qué se referían. Pero bastó que empezara a caminar, que dijera sus primeras palabras, para comprenderlo en carne propia. Desde ese momento tomé una decisión que sostuve luego con mi segundo hijo: estar presente. Elegí priorizar esos momentos que parecen menores pero que, con el tiempo, se revelan fundamentales. Me tomé licencias para acompañarlos a actos escolares, improvisé escapadas los fines de semana aunque fueran cerca de casa, y hasta aprendí a disfrutar sus hobbies, aunque no siempre fueran los míos.

Con el tiempo entendí que no se trata de hacer grandes cosas, sino de no dejar pasar las pequeñas. Porque un día, sin avisar, los chicos crecen. Y lo único que no se recupera es el tiempo que no les dimos.

 Entre mamaderas, juegos y nuevas experiencias, una mirada al mundo de la paternidad que toca las fibras más íntimas  LA NACION

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