La Argentina sin los Kirchner

Mientras el mundo entró en una guerra de penosas e inciertas consecuencias, la política argentina está pendiente de lo que puede pasar en las comisarías. Hace cinco días que Cristina Kirchner y sus seguidores saben que ella ya no tiene destino y, con todo, no hubo una movilización popular espontánea. Solo módicos actos de la militancia kirchnerista y graves agresiones del camporismo a un medio periodístico. Solo perpetraron también algunos cortes en las autopistas de accesos a la Capital. Cristina Kirchner debió conformarse con un exiguo griterío, sobre todo de simpatizantes camporistas, alrededor de su departamento, en un edificio del barrio capitalino de Monserrat, luego de que la Corte Suprema de Justicia ratificara definitivamente las condenas del tribunal oral y de la Cámara de Casación que la sentenciaron por defraudación al Estado. Dejó firme, así, la pena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos que cayó sobre ella. Cristina suele salir al balcón de ese departamento de vez en cuando para saludar a sus simpatizantes y, de paso, darles una ilusión para seguir donde están. Antes, había descartado los departamentos que tiene en los elegantes barrios de Recoleta y Puerto Madero, aunque es probable que estos sean decomisados para recuperar el dinero robado, según la orden de la Corte Suprema. ¿Todo permanecerá sucediendo como sucede ahora cuando la viuda de Kirchner se notifique el miércoles próximo de que es una persona presa por actos de corrupción en la conducción del Estado? Seguramente, no. Pero es muy probable que la Justicia le acepte la prisión domiciliaria que pidió. El juez Jorge Gorini, presidente del tribunal oral que la condenó a prisión por primera vez, deberá establecer las condiciones de esa reclusión, entre las que estarán seguramente la cantidad de personas que la podrán visitar y si será autorizada o no a salir a saludar desde el balcón. El balcón de Cristina está en medio de una discusión en los tribunales, porque tiene que opinar la fiscalía y el juez debe consultar con sus colegas del tribunal oral. Para algunos, no solo sería ridículo continuar viendo a un preso (una presa, en este caso) saludar desde un balcón; también existe el riesgo cierto de que su vida corra peligro con todo su cuerpo expuesto a la intemperie. Cuando la expresidenta pidió la prisión domiciliaria, subrayó en su escrito que podría sufrir un atentado en una dependencia carcelaria común y les recordó a los jueces que ya sufrió uno frente a su entonces casa (“magnicidio” lo llamó). Pero, objetivamente, corre más riesgo en el balcón que en una cárcel federal. De alguna manera, la Justicia le hará saber que su prisión domiciliaria deberá reunir las condiciones propias de “una modalidad de ejecución del encierro”. Así describe la ley a la prisión domiciliaria. Con otras palabras: la viuda de Kirchner no debería confundir Monserrat con Puerta de Hierro y aceptar que está cumpliendo una pena, no viviendo un exilio dorado. La Justicia tiene la obligación, además, de ocuparse de que los vecinos del barrio de Monserrat recobren la tranquilidad que tenían antes del jolgorio camporista. Existe un precedente: Carlos Menem comenzó su prisión domiciliaria, en 2001, reuniendo a mucha gente en la quinta de Don Torcuato, donde eligió vivir su encarcelamiento preventivo por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador. En el acto, el entonces juez Jorge Urso convocó a sus abogados y los notificó de que se terminaba la algarabía. Menem podía recibir, le ordenó el juez, nada más que a dos persona por vez entre las 10 y las 20 horas de cada día, y podía convivir con no más de tres personas.
Según las leyes penales, Cristina Kirchner podría pedir una libertad anticipada solo dentro de cinco años. La ley que establecía el 2 por 1 (un año se computaba como dos) fue derogada y, además, se hizo para contemplar los casos de largas prisiones preventivas; Cristina Kirchner nunca estuvo en prisión preventiva. La actual prisión que cumple es por una condena firme. Sin embargo, ella está en las puertas de tres juicios orales, dos de ellos por hechos de corrupción. Uno es por lavado de dinero en los hoteles de Hotesur y en los edificios de la empresa Los Sauces de la familia Kirchner. El otro es por el caso de los cuadernos, llamado así por los prolijos cuadernos que escribía el chofer del gobierno Oscar Centeno, en los que detallaba dónde se retiraban los sobornos y dónde se entregaban, quiénes los pagaban y quiénes los cobraban. El juicio oral por la causa de los cuadernos tiene fecha para comenzar el 6 de noviembre próximo, luego de que pasaran más de cinco años desde que el juez Claudio Bonadio, quien ya falleció, cerrara el expediente con decenas de imputados entre exfuncionarios kirchneristas y los más destacados empresarios argentinos. El tercer juicio refiere al increíble memorándum con Irán para “esclarecer la verdad” sobre los autores del criminal atentado contra la AMIA que dejó 85 muertos. El régimen teocrático que gobierna Irán fue el autor intelectual y financiero de ese atentado, según lo estableció la Justicia argentina. ¿Buscar la verdad de un crimen junto con el criminal? Semejante contrasentido no se les ocurrió ni a los más brillantes escritores de literatura policial. Si fuera nuevamente condenada a prisión, serán más años de cárcel que se agregarán a los actuales seis del caso Vialidad. Ella entró en un período de enclaustramiento que nadie sabe cuánto durará. No es una perspectiva que deba poner alegre a ninguna persona buena, pero tampoco se puede ignorar la realidad tal como es. Y eso es lo que hay.
La señora de Kirchner no perdió poder electoral por la prisión que la recluye; ya en 2019 debió elegir a su otrora odiado Alberto Fernández como candidato a presidente porque sabía que ella tenía más rechazos que simpatías en la sociedad argentina. Conservaba hasta ahora, no obstante, el liderazgo real y formal del peronismo. Nadie está mejor que ella en la cresta del partido que fundó Perón, aunque ella está muy mal. Su situación política se agravó dramáticamente con la decisión de la Corte Suprema, no por la decisión del tribunal, sino por la rutina propia de la política. El peronismo es una nostalgia como alternativa de poder porque sencillamente carece de otro liderazgo. El declive de Cristina no tiene remedio. En la primera década del siglo, competían por ese liderazgo partidario tres dirigentes que habían sido –o eran– gobernadores: Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Los dos primeros eran también expresidentes. La partida la ganó Néstor Kirchner, aunque después de que Duhalde lo aupara a la presidencia de la Nación. No existe ahora ningún gobernador en condiciones de hacerse cargo del liderazgo del peronismo; Axel Kicillof, que venía desafiando a Cristina Kirchner, es un político demasiado ideologizado (el “marxista”, le llaman despectivamente los intendentes del peronismo ortodoxo) como para seducir a una sociedad que está padeciendo las consecuencias del populismo peronista. Sergio Massa es un excandidato presidencial que perdió las elecciones y que provoca poca confianza en el propio peronismo. Entró a él y salió de él según su coyuntural conveniencia. Es posible, inclusive, que el peronismo vaya dividido en la provincia de Buenos Aires. Kicillof no soporta la injerencia de Máximo Kirchner en las cuestiones políticas bonaerenses, y el hijísimo le demuestra su rencor entrando a las reuniones del peronismo del brazo de los peores enemigos de los intendentes que se fueron con el gobernador de Buenos Aires. “Cristina está secuestrada por La Cámpora, y eso no tiene solución”, diagnostica un intendente que se refugió bajo la sombra de Kicillof.
La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder y que su destino es no volver a estarlo
Las próximas elecciones ya no son lo que eran. Los hermanos Milei y sus simpatizantes no podrán seguir diciendo que los argentinos tendrán que votarlos a ellos o provocarán el regreso de los Kirchner. La lideresa de la familia Kirchner está presa y su hijo es una de las figuras con más rechazos en el país. Hasta los que se apresuraban a negociar con el mileísmo acuerdos (“humillantes”, los calificó uno de los que se acercó) están en condiciones de buscar mejores alternativas electorales. La calificación de “humillante” se corresponde con la imposición de Karina Milei sobre el nombre de la eventual coalición provincial y nacional: deberá llamarse en todos los casos La Libertad Avanza, el nombre que identifica solo al oficialismo que gobierna. Ella también presiona para que la mayoría de los candidatos a legisladores sean leales (o se digan leales, que no es lo mismo) a los Milei; solo una pequeña minoría de candidatos debería quedar para los probables aliados. ¿Qué significa, en ese contexto, que Pro haya precisado ayer, luego de una reunión de su cúpula, que si hubiera alianzas electorales deberán hacerse con “dignidad”? Esta palabra, dicen, fue repetida varias veces en la reunión por Mauricio Macri. Insistir con que las negociaciones deberán realizarse con “dignidad” podría establecer las condiciones de los acuerdos y los desacuerdos eventuales.
El Gobierno, a su vez, hizo una fiesta con la inflación mensual del 1,5 por ciento en mayo, la más baja desde el peor momento de la pandemia, en 2020, cuando todo estaba paralizado. La inflación bajó y ese es un mérito que nadie puede negarle a la administración de Javier Milei, pero debe señalarse, de igual modo, que el consumo también bajó. Tal vez es una consecuencia natural del propio retroceso antiinflacionario, porque quedó atrás el tiempo en que los argentinos solo querían sacarse los pesos de encima antes de que los quemara el fuego de los aumentos de precios. También subieron los gastos fijos y los formadores de precios deben pensar más de una vez antes de aumentarlos. Hubo importantes alzas en las facturas de los servicios de gas y luz, de las expensas, de los alquileres y de los colegios, entre varias cosas más. Queda solo para lo esencial, si es que queda. De todos modos, tal como coincidieron dos economistas prestigiosos, Domingo Cavallo y Ricardo Arriazu, la asignatura pendiente del Gobierno es la acumulación de reservas de dólares en el Banco Central. No hay reservas reales, por ahora. Aumentar tales reservas fue un compromiso firmado con el Fondo Monetario que Milei solo podrá cumplir con nuevos endeudamientos en dólares y pagando tasas de interés estrafalarias.
El día en que la Corte Suprema decidió que Cristina Kirchner merecía estar en la cárcel por lo que había hecho como presidenta de la Nación, Milei escribió un tuit contra el periodismo. Cuándo no. Para él, siempre la prensa independiente tiene alguna culpa, sean buenas o malas las noticias. Garabateó así: “La República funciona y todos los periodi$ta$ corrupto$…han quedado expuesto [sic] en sus opereta$ sobre el supuesto pacto de impunidad”. No hubo denuncias previas, sonoras al menos, sobre un pacto de impunidad entre Milei y Cristina Kirchner. Hubo, sí, declaraciones de importantes dirigentes peronistas de Misiones asegurando que le hicieron un favor a Milei cuando dos senadores de esa provincia cambiaron su voto a última hora y condenaron al fracaso el proyecto de ficha limpia. En ese momento, a principios de mayo último, no se sabía cómo ni cuándo se pronunciaría la Corte Suprema sobre Cristina Kirchner, quien ya había anunciado que sería candidata a diputada provincial en Buenos Aires; ficha limpia era una iniciativa política para terminar con la corrupción en la política. Al final, fueron los jueces supremos los que ordenaron el desorden político. Vale la pena detenerse en aquel tuit de Milei, porque poco después ocurrió el vandalismo y la barbarie de militantes camporistas en el edificio de Canal 13 y de la señal de noticias TN. Esta brutal agresión no podría haber ocurrido sin una orden precisa de alguien. No se puede asegurar de quién, pero la Justicia descubrió que entre los forajidos estaba quien fue viceministro del Interior de Eduardo “Wado” de Pedro cuando este era el jefe de esa cartera en tiempos de Alberto Fernández. De Pedro es el segundo jefe de La Cámpora, después de Máximo Kirchner. El periodismo fue la presa atenazada por el oficialismo y la oposición. Pero no solo el periodismo: paralelamente, el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, fue amenazado y escrachado cerca de su casa en Santa Fe. Los presidentes de las cámaras federales, de la Cámara de Casación Penal y los integrantes del Consejo de la Magistratura se solidarizaron en el acto con Rosatti. La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder, y que su destino es no volver a estarlo.
Mientras el mundo entró en una guerra de penosas e inciertas consecuencias, la política argentina está pendiente de lo que puede pasar en las comisarías. Hace cinco días que Cristina Kirchner y sus seguidores saben que ella ya no tiene destino y, con todo, no hubo una movilización popular espontánea. Solo módicos actos de la militancia kirchnerista y graves agresiones del camporismo a un medio periodístico. Solo perpetraron también algunos cortes en las autopistas de accesos a la Capital. Cristina Kirchner debió conformarse con un exiguo griterío, sobre todo de simpatizantes camporistas, alrededor de su departamento, en un edificio del barrio capitalino de Monserrat, luego de que la Corte Suprema de Justicia ratificara definitivamente las condenas del tribunal oral y de la Cámara de Casación que la sentenciaron por defraudación al Estado. Dejó firme, así, la pena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos que cayó sobre ella. Cristina suele salir al balcón de ese departamento de vez en cuando para saludar a sus simpatizantes y, de paso, darles una ilusión para seguir donde están. Antes, había descartado los departamentos que tiene en los elegantes barrios de Recoleta y Puerto Madero, aunque es probable que estos sean decomisados para recuperar el dinero robado, según la orden de la Corte Suprema. ¿Todo permanecerá sucediendo como sucede ahora cuando la viuda de Kirchner se notifique el miércoles próximo de que es una persona presa por actos de corrupción en la conducción del Estado? Seguramente, no. Pero es muy probable que la Justicia le acepte la prisión domiciliaria que pidió. El juez Jorge Gorini, presidente del tribunal oral que la condenó a prisión por primera vez, deberá establecer las condiciones de esa reclusión, entre las que estarán seguramente la cantidad de personas que la podrán visitar y si será autorizada o no a salir a saludar desde el balcón. El balcón de Cristina está en medio de una discusión en los tribunales, porque tiene que opinar la fiscalía y el juez debe consultar con sus colegas del tribunal oral. Para algunos, no solo sería ridículo continuar viendo a un preso (una presa, en este caso) saludar desde un balcón; también existe el riesgo cierto de que su vida corra peligro con todo su cuerpo expuesto a la intemperie. Cuando la expresidenta pidió la prisión domiciliaria, subrayó en su escrito que podría sufrir un atentado en una dependencia carcelaria común y les recordó a los jueces que ya sufrió uno frente a su entonces casa (“magnicidio” lo llamó). Pero, objetivamente, corre más riesgo en el balcón que en una cárcel federal. De alguna manera, la Justicia le hará saber que su prisión domiciliaria deberá reunir las condiciones propias de “una modalidad de ejecución del encierro”. Así describe la ley a la prisión domiciliaria. Con otras palabras: la viuda de Kirchner no debería confundir Monserrat con Puerta de Hierro y aceptar que está cumpliendo una pena, no viviendo un exilio dorado. La Justicia tiene la obligación, además, de ocuparse de que los vecinos del barrio de Monserrat recobren la tranquilidad que tenían antes del jolgorio camporista. Existe un precedente: Carlos Menem comenzó su prisión domiciliaria, en 2001, reuniendo a mucha gente en la quinta de Don Torcuato, donde eligió vivir su encarcelamiento preventivo por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador. En el acto, el entonces juez Jorge Urso convocó a sus abogados y los notificó de que se terminaba la algarabía. Menem podía recibir, le ordenó el juez, nada más que a dos persona por vez entre las 10 y las 20 horas de cada día, y podía convivir con no más de tres personas.
Según las leyes penales, Cristina Kirchner podría pedir una libertad anticipada solo dentro de cinco años. La ley que establecía el 2 por 1 (un año se computaba como dos) fue derogada y, además, se hizo para contemplar los casos de largas prisiones preventivas; Cristina Kirchner nunca estuvo en prisión preventiva. La actual prisión que cumple es por una condena firme. Sin embargo, ella está en las puertas de tres juicios orales, dos de ellos por hechos de corrupción. Uno es por lavado de dinero en los hoteles de Hotesur y en los edificios de la empresa Los Sauces de la familia Kirchner. El otro es por el caso de los cuadernos, llamado así por los prolijos cuadernos que escribía el chofer del gobierno Oscar Centeno, en los que detallaba dónde se retiraban los sobornos y dónde se entregaban, quiénes los pagaban y quiénes los cobraban. El juicio oral por la causa de los cuadernos tiene fecha para comenzar el 6 de noviembre próximo, luego de que pasaran más de cinco años desde que el juez Claudio Bonadio, quien ya falleció, cerrara el expediente con decenas de imputados entre exfuncionarios kirchneristas y los más destacados empresarios argentinos. El tercer juicio refiere al increíble memorándum con Irán para “esclarecer la verdad” sobre los autores del criminal atentado contra la AMIA que dejó 85 muertos. El régimen teocrático que gobierna Irán fue el autor intelectual y financiero de ese atentado, según lo estableció la Justicia argentina. ¿Buscar la verdad de un crimen junto con el criminal? Semejante contrasentido no se les ocurrió ni a los más brillantes escritores de literatura policial. Si fuera nuevamente condenada a prisión, serán más años de cárcel que se agregarán a los actuales seis del caso Vialidad. Ella entró en un período de enclaustramiento que nadie sabe cuánto durará. No es una perspectiva que deba poner alegre a ninguna persona buena, pero tampoco se puede ignorar la realidad tal como es. Y eso es lo que hay.
La señora de Kirchner no perdió poder electoral por la prisión que la recluye; ya en 2019 debió elegir a su otrora odiado Alberto Fernández como candidato a presidente porque sabía que ella tenía más rechazos que simpatías en la sociedad argentina. Conservaba hasta ahora, no obstante, el liderazgo real y formal del peronismo. Nadie está mejor que ella en la cresta del partido que fundó Perón, aunque ella está muy mal. Su situación política se agravó dramáticamente con la decisión de la Corte Suprema, no por la decisión del tribunal, sino por la rutina propia de la política. El peronismo es una nostalgia como alternativa de poder porque sencillamente carece de otro liderazgo. El declive de Cristina no tiene remedio. En la primera década del siglo, competían por ese liderazgo partidario tres dirigentes que habían sido –o eran– gobernadores: Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Los dos primeros eran también expresidentes. La partida la ganó Néstor Kirchner, aunque después de que Duhalde lo aupara a la presidencia de la Nación. No existe ahora ningún gobernador en condiciones de hacerse cargo del liderazgo del peronismo; Axel Kicillof, que venía desafiando a Cristina Kirchner, es un político demasiado ideologizado (el “marxista”, le llaman despectivamente los intendentes del peronismo ortodoxo) como para seducir a una sociedad que está padeciendo las consecuencias del populismo peronista. Sergio Massa es un excandidato presidencial que perdió las elecciones y que provoca poca confianza en el propio peronismo. Entró a él y salió de él según su coyuntural conveniencia. Es posible, inclusive, que el peronismo vaya dividido en la provincia de Buenos Aires. Kicillof no soporta la injerencia de Máximo Kirchner en las cuestiones políticas bonaerenses, y el hijísimo le demuestra su rencor entrando a las reuniones del peronismo del brazo de los peores enemigos de los intendentes que se fueron con el gobernador de Buenos Aires. “Cristina está secuestrada por La Cámpora, y eso no tiene solución”, diagnostica un intendente que se refugió bajo la sombra de Kicillof.
La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder y que su destino es no volver a estarlo
Las próximas elecciones ya no son lo que eran. Los hermanos Milei y sus simpatizantes no podrán seguir diciendo que los argentinos tendrán que votarlos a ellos o provocarán el regreso de los Kirchner. La lideresa de la familia Kirchner está presa y su hijo es una de las figuras con más rechazos en el país. Hasta los que se apresuraban a negociar con el mileísmo acuerdos (“humillantes”, los calificó uno de los que se acercó) están en condiciones de buscar mejores alternativas electorales. La calificación de “humillante” se corresponde con la imposición de Karina Milei sobre el nombre de la eventual coalición provincial y nacional: deberá llamarse en todos los casos La Libertad Avanza, el nombre que identifica solo al oficialismo que gobierna. Ella también presiona para que la mayoría de los candidatos a legisladores sean leales (o se digan leales, que no es lo mismo) a los Milei; solo una pequeña minoría de candidatos debería quedar para los probables aliados. ¿Qué significa, en ese contexto, que Pro haya precisado ayer, luego de una reunión de su cúpula, que si hubiera alianzas electorales deberán hacerse con “dignidad”? Esta palabra, dicen, fue repetida varias veces en la reunión por Mauricio Macri. Insistir con que las negociaciones deberán realizarse con “dignidad” podría establecer las condiciones de los acuerdos y los desacuerdos eventuales.
El Gobierno, a su vez, hizo una fiesta con la inflación mensual del 1,5 por ciento en mayo, la más baja desde el peor momento de la pandemia, en 2020, cuando todo estaba paralizado. La inflación bajó y ese es un mérito que nadie puede negarle a la administración de Javier Milei, pero debe señalarse, de igual modo, que el consumo también bajó. Tal vez es una consecuencia natural del propio retroceso antiinflacionario, porque quedó atrás el tiempo en que los argentinos solo querían sacarse los pesos de encima antes de que los quemara el fuego de los aumentos de precios. También subieron los gastos fijos y los formadores de precios deben pensar más de una vez antes de aumentarlos. Hubo importantes alzas en las facturas de los servicios de gas y luz, de las expensas, de los alquileres y de los colegios, entre varias cosas más. Queda solo para lo esencial, si es que queda. De todos modos, tal como coincidieron dos economistas prestigiosos, Domingo Cavallo y Ricardo Arriazu, la asignatura pendiente del Gobierno es la acumulación de reservas de dólares en el Banco Central. No hay reservas reales, por ahora. Aumentar tales reservas fue un compromiso firmado con el Fondo Monetario que Milei solo podrá cumplir con nuevos endeudamientos en dólares y pagando tasas de interés estrafalarias.
El día en que la Corte Suprema decidió que Cristina Kirchner merecía estar en la cárcel por lo que había hecho como presidenta de la Nación, Milei escribió un tuit contra el periodismo. Cuándo no. Para él, siempre la prensa independiente tiene alguna culpa, sean buenas o malas las noticias. Garabateó así: “La República funciona y todos los periodi$ta$ corrupto$…han quedado expuesto [sic] en sus opereta$ sobre el supuesto pacto de impunidad”. No hubo denuncias previas, sonoras al menos, sobre un pacto de impunidad entre Milei y Cristina Kirchner. Hubo, sí, declaraciones de importantes dirigentes peronistas de Misiones asegurando que le hicieron un favor a Milei cuando dos senadores de esa provincia cambiaron su voto a última hora y condenaron al fracaso el proyecto de ficha limpia. En ese momento, a principios de mayo último, no se sabía cómo ni cuándo se pronunciaría la Corte Suprema sobre Cristina Kirchner, quien ya había anunciado que sería candidata a diputada provincial en Buenos Aires; ficha limpia era una iniciativa política para terminar con la corrupción en la política. Al final, fueron los jueces supremos los que ordenaron el desorden político. Vale la pena detenerse en aquel tuit de Milei, porque poco después ocurrió el vandalismo y la barbarie de militantes camporistas en el edificio de Canal 13 y de la señal de noticias TN. Esta brutal agresión no podría haber ocurrido sin una orden precisa de alguien. No se puede asegurar de quién, pero la Justicia descubrió que entre los forajidos estaba quien fue viceministro del Interior de Eduardo “Wado” de Pedro cuando este era el jefe de esa cartera en tiempos de Alberto Fernández. De Pedro es el segundo jefe de La Cámpora, después de Máximo Kirchner. El periodismo fue la presa atenazada por el oficialismo y la oposición. Pero no solo el periodismo: paralelamente, el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, fue amenazado y escrachado cerca de su casa en Santa Fe. Los presidentes de las cámaras federales, de la Cámara de Casación Penal y los integrantes del Consejo de la Magistratura se solidarizaron en el acto con Rosatti. La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder, y que su destino es no volver a estarlo.
Mientras el mundo entró en una guerra de penosas e inciertas consecuencias, la política argentina está pendiente de lo que puede pasar en las comisarías. Hace cinco días que Cristina Kirchner y sus seguidores saben que ella ya no tiene destino y, con todo, no hubo una movilización popular espontánea. Solo módicos actos de la militancia kirchnerista y graves agresiones del camporismo a un medio periodístico. Solo perpetraron también algunos cortes en las autopistas de accesos a la Capital. Cristina Kirchner debió conformarse con un exiguo griterío, sobre todo de simpatizantes camporistas, alrededor de su departamento, en un edificio del barrio capitalino de Monserrat, luego de que la Corte Suprema de Justicia ratificara definitivamente las condenas del tribunal oral y de la Cámara de Casación que la sentenciaron por defraudación al Estado. Dejó firme, así, la pena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos que cayó sobre ella. Cristina suele salir al balcón de ese departamento de vez en cuando para saludar a sus simpatizantes y, de paso, darles una ilusión para seguir donde están. Antes, había descartado los departamentos que tiene en los elegantes barrios de Recoleta y Puerto Madero, aunque es probable que estos sean decomisados para recuperar el dinero robado, según la orden de la Corte Suprema. ¿Todo permanecerá sucediendo como sucede ahora cuando la viuda de Kirchner se notifique el miércoles próximo de que es una persona presa por actos de corrupción en la conducción del Estado? Seguramente, no. Pero es muy probable que la Justicia le acepte la prisión domiciliaria que pidió. El juez Jorge Gorini, presidente del tribunal oral que la condenó a prisión por primera vez, deberá establecer las condiciones de esa reclusión, entre las que estarán seguramente la cantidad de personas que la podrán visitar y si será autorizada o no a salir a saludar desde el balcón. El balcón de Cristina está en medio de una discusión en los tribunales, porque tiene que opinar la fiscalía y el juez debe consultar con sus colegas del tribunal oral. Para algunos, no solo sería ridículo continuar viendo a un preso (una presa, en este caso) saludar desde un balcón; también existe el riesgo cierto de que su vida corra peligro con todo su cuerpo expuesto a la intemperie. Cuando la expresidenta pidió la prisión domiciliaria, subrayó en su escrito que podría sufrir un atentado en una dependencia carcelaria común y les recordó a los jueces que ya sufrió uno frente a su entonces casa (“magnicidio” lo llamó). Pero, objetivamente, corre más riesgo en el balcón que en una cárcel federal. De alguna manera, la Justicia le hará saber que su prisión domiciliaria deberá reunir las condiciones propias de “una modalidad de ejecución del encierro”. Así describe la ley a la prisión domiciliaria. Con otras palabras: la viuda de Kirchner no debería confundir Monserrat con Puerta de Hierro y aceptar que está cumpliendo una pena, no viviendo un exilio dorado. La Justicia tiene la obligación, además, de ocuparse de que los vecinos del barrio de Monserrat recobren la tranquilidad que tenían antes del jolgorio camporista. Existe un precedente: Carlos Menem comenzó su prisión domiciliaria, en 2001, reuniendo a mucha gente en la quinta de Don Torcuato, donde eligió vivir su encarcelamiento preventivo por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador. En el acto, el entonces juez Jorge Urso convocó a sus abogados y los notificó de que se terminaba la algarabía. Menem podía recibir, le ordenó el juez, nada más que a dos persona por vez entre las 10 y las 20 horas de cada día, y podía convivir con no más de tres personas.Según las leyes penales, Cristina Kirchner podría pedir una libertad anticipada solo dentro de cinco años. La ley que establecía el 2 por 1 (un año se computaba como dos) fue derogada y, además, se hizo para contemplar los casos de largas prisiones preventivas; Cristina Kirchner nunca estuvo en prisión preventiva. La actual prisión que cumple es por una condena firme. Sin embargo, ella está en las puertas de tres juicios orales, dos de ellos por hechos de corrupción. Uno es por lavado de dinero en los hoteles de Hotesur y en los edificios de la empresa Los Sauces de la familia Kirchner. El otro es por el caso de los cuadernos, llamado así por los prolijos cuadernos que escribía el chofer del gobierno Oscar Centeno, en los que detallaba dónde se retiraban los sobornos y dónde se entregaban, quiénes los pagaban y quiénes los cobraban. El juicio oral por la causa de los cuadernos tiene fecha para comenzar el 6 de noviembre próximo, luego de que pasaran más de cinco años desde que el juez Claudio Bonadio, quien ya falleció, cerrara el expediente con decenas de imputados entre exfuncionarios kirchneristas y los más destacados empresarios argentinos. El tercer juicio refiere al increíble memorándum con Irán para “esclarecer la verdad” sobre los autores del criminal atentado contra la AMIA que dejó 85 muertos. El régimen teocrático que gobierna Irán fue el autor intelectual y financiero de ese atentado, según lo estableció la Justicia argentina. ¿Buscar la verdad de un crimen junto con el criminal? Semejante contrasentido no se les ocurrió ni a los más brillantes escritores de literatura policial. Si fuera nuevamente condenada a prisión, serán más años de cárcel que se agregarán a los actuales seis del caso Vialidad. Ella entró en un período de enclaustramiento que nadie sabe cuánto durará. No es una perspectiva que deba poner alegre a ninguna persona buena, pero tampoco se puede ignorar la realidad tal como es. Y eso es lo que hay.La señora de Kirchner no perdió poder electoral por la prisión que la recluye; ya en 2019 debió elegir a su otrora odiado Alberto Fernández como candidato a presidente porque sabía que ella tenía más rechazos que simpatías en la sociedad argentina. Conservaba hasta ahora, no obstante, el liderazgo real y formal del peronismo. Nadie está mejor que ella en la cresta del partido que fundó Perón, aunque ella está muy mal. Su situación política se agravó dramáticamente con la decisión de la Corte Suprema, no por la decisión del tribunal, sino por la rutina propia de la política. El peronismo es una nostalgia como alternativa de poder porque sencillamente carece de otro liderazgo. El declive de Cristina no tiene remedio. En la primera década del siglo, competían por ese liderazgo partidario tres dirigentes que habían sido –o eran– gobernadores: Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Los dos primeros eran también expresidentes. La partida la ganó Néstor Kirchner, aunque después de que Duhalde lo aupara a la presidencia de la Nación. No existe ahora ningún gobernador en condiciones de hacerse cargo del liderazgo del peronismo; Axel Kicillof, que venía desafiando a Cristina Kirchner, es un político demasiado ideologizado (el “marxista”, le llaman despectivamente los intendentes del peronismo ortodoxo) como para seducir a una sociedad que está padeciendo las consecuencias del populismo peronista. Sergio Massa es un excandidato presidencial que perdió las elecciones y que provoca poca confianza en el propio peronismo. Entró a él y salió de él según su coyuntural conveniencia. Es posible, inclusive, que el peronismo vaya dividido en la provincia de Buenos Aires. Kicillof no soporta la injerencia de Máximo Kirchner en las cuestiones políticas bonaerenses, y el hijísimo le demuestra su rencor entrando a las reuniones del peronismo del brazo de los peores enemigos de los intendentes que se fueron con el gobernador de Buenos Aires. “Cristina está secuestrada por La Cámpora, y eso no tiene solución”, diagnostica un intendente que se refugió bajo la sombra de Kicillof.La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder y que su destino es no volver a estarloLas próximas elecciones ya no son lo que eran. Los hermanos Milei y sus simpatizantes no podrán seguir diciendo que los argentinos tendrán que votarlos a ellos o provocarán el regreso de los Kirchner. La lideresa de la familia Kirchner está presa y su hijo es una de las figuras con más rechazos en el país. Hasta los que se apresuraban a negociar con el mileísmo acuerdos (“humillantes”, los calificó uno de los que se acercó) están en condiciones de buscar mejores alternativas electorales. La calificación de “humillante” se corresponde con la imposición de Karina Milei sobre el nombre de la eventual coalición provincial y nacional: deberá llamarse en todos los casos La Libertad Avanza, el nombre que identifica solo al oficialismo que gobierna. Ella también presiona para que la mayoría de los candidatos a legisladores sean leales (o se digan leales, que no es lo mismo) a los Milei; solo una pequeña minoría de candidatos debería quedar para los probables aliados. ¿Qué significa, en ese contexto, que Pro haya precisado ayer, luego de una reunión de su cúpula, que si hubiera alianzas electorales deberán hacerse con “dignidad”? Esta palabra, dicen, fue repetida varias veces en la reunión por Mauricio Macri. Insistir con que las negociaciones deberán realizarse con “dignidad” podría establecer las condiciones de los acuerdos y los desacuerdos eventuales.El Gobierno, a su vez, hizo una fiesta con la inflación mensual del 1,5 por ciento en mayo, la más baja desde el peor momento de la pandemia, en 2020, cuando todo estaba paralizado. La inflación bajó y ese es un mérito que nadie puede negarle a la administración de Javier Milei, pero debe señalarse, de igual modo, que el consumo también bajó. Tal vez es una consecuencia natural del propio retroceso antiinflacionario, porque quedó atrás el tiempo en que los argentinos solo querían sacarse los pesos de encima antes de que los quemara el fuego de los aumentos de precios. También subieron los gastos fijos y los formadores de precios deben pensar más de una vez antes de aumentarlos. Hubo importantes alzas en las facturas de los servicios de gas y luz, de las expensas, de los alquileres y de los colegios, entre varias cosas más. Queda solo para lo esencial, si es que queda. De todos modos, tal como coincidieron dos economistas prestigiosos, Domingo Cavallo y Ricardo Arriazu, la asignatura pendiente del Gobierno es la acumulación de reservas de dólares en el Banco Central. No hay reservas reales, por ahora. Aumentar tales reservas fue un compromiso firmado con el Fondo Monetario que Milei solo podrá cumplir con nuevos endeudamientos en dólares y pagando tasas de interés estrafalarias.El día en que la Corte Suprema decidió que Cristina Kirchner merecía estar en la cárcel por lo que había hecho como presidenta de la Nación, Milei escribió un tuit contra el periodismo. Cuándo no. Para él, siempre la prensa independiente tiene alguna culpa, sean buenas o malas las noticias. Garabateó así: “La República funciona y todos los periodi$ta$ corrupto$…han quedado expuesto [sic] en sus opereta$ sobre el supuesto pacto de impunidad”. No hubo denuncias previas, sonoras al menos, sobre un pacto de impunidad entre Milei y Cristina Kirchner. Hubo, sí, declaraciones de importantes dirigentes peronistas de Misiones asegurando que le hicieron un favor a Milei cuando dos senadores de esa provincia cambiaron su voto a última hora y condenaron al fracaso el proyecto de ficha limpia. En ese momento, a principios de mayo último, no se sabía cómo ni cuándo se pronunciaría la Corte Suprema sobre Cristina Kirchner, quien ya había anunciado que sería candidata a diputada provincial en Buenos Aires; ficha limpia era una iniciativa política para terminar con la corrupción en la política. Al final, fueron los jueces supremos los que ordenaron el desorden político. Vale la pena detenerse en aquel tuit de Milei, porque poco después ocurrió el vandalismo y la barbarie de militantes camporistas en el edificio de Canal 13 y de la señal de noticias TN. Esta brutal agresión no podría haber ocurrido sin una orden precisa de alguien. No se puede asegurar de quién, pero la Justicia descubrió que entre los forajidos estaba quien fue viceministro del Interior de Eduardo “Wado” de Pedro cuando este era el jefe de esa cartera en tiempos de Alberto Fernández. De Pedro es el segundo jefe de La Cámpora, después de Máximo Kirchner. El periodismo fue la presa atenazada por el oficialismo y la oposición. Pero no solo el periodismo: paralelamente, el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, fue amenazado y escrachado cerca de su casa en Santa Fe. Los presidentes de las cámaras federales, de la Cámara de Casación Penal y los integrantes del Consejo de la Magistratura se solidarizaron en el acto con Rosatti. La violencia es el único recurso que le queda a quien sabe que ya no está en el poder, y que su destino es no volver a estarlo. LA NACION