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Sebastián D’Angelo, Boca y su foodtruck en Miami que une fútbol y comida argentina: de arquero a emprendedor

MIAMI (Enviado especial).- Sebastián D’Angelo abre la puerta de su foodtruck y saluda con una sonrisa. Viste una remera negra lisa, sin estampas, y se mueve con soltura en el pequeño espacio de cocina que montó en la ciudad de Hollywood, sobre la costa este de Florida. Está instalado en el estacionamiento de una concesionaria de autos, justo frente a una conocida cadena de comidas rápidas, pero él aclara que no lo ve como una competencia: “Lo que yo vendo es otra cosa, es pura carne argentina”. A sólo 20 kilómetros del hotel donde Boca espera su partido frente al Bayern Munich, el exarquero xeneize acomoda mesas, calienta la plancha, corta el pan y termina sirviendo los pedidos con una dedicación que combina pasión y trabajo a pulmón. Esta vez preparó un sándwich de lomito con rúcula, trozos de queso parmesano y papas fritas, condimentado con aceite de oliva y un toque de aceto balsámico. Algunos clientes lo reconocen, otros no, pero él siempre los recibe con una sonrisa y les cuenta algo sobre el club y sobre las recetas de su tierra.

A los 36 años, D’Angelo no dejó nunca de estar cerca de la pelota. Hoy ataja en el Miami United, pero también ocupa un rol clave como asesor comercial y deportivo del club, donde empuja un ambicioso proyecto de crecimiento con identidad latina. Su vida gira en torno al fútbol, pero desde una cocina diferente: la del marketing, los negocios y la gestión. Y, como en la gastronomía, lo hace a su manera: con dedicación y un ojo entrenado para los detalles.

Sebastián D'Angelo en sus inicios en Boca, donde atajó cinco partidos entre 2012 y 2013

El cuerpo sigue hablando de su pasado -y presente- como arquero profesional: espalda ancha, piernas firmes, brazos marcados. D’Angelo mantiene el físico privilegiado del futbolista que fue… o que todavía es. Porque además de poner manos a la obra en la cocina de Rústico, también las pone en los entrenamientos del Miami United, donde comparte plantel con Diego Cachete Morales, exvolante de Tigre. Ataja, se entrena y, al mismo tiempo, colabora activamente en el armado del proyecto deportivo del club, que busca crecer y hacerse un lugar en la ciudad. El foodtruck no es sólo un emprendimiento gastronómico: es una pieza más del plan de marketing con el que buscan posicionar al equipo. Y D’Angelo, lejos de tomárselo como un pasatiempo, lo encara con la misma responsabilidad con la que alguna vez defendió el arco azul y oro.

Miami United no es un club cualquiera: es el equipo de fútbol más antiguo de la ciudad, con apenas 12 años de historia pero una identidad bien marcada. Juega en la United Premier Soccer League, una liga semiprofesional que sirve como trampolín para instituciones en crecimiento. Lo empujan, en su mayoría, argentinos que encontraron en el sur de Florida un terreno fértil para sembrar fútbol. Y Sebastián D’Angelo es parte activa de esa iniciativa. “Un poco colaboro, asesoro, soy parte…, pero también, cuando me toca, juego en el primer equipo. Me mantengo en ritmo y trato de sumar desde ese lugar, aunque cada vez se me hace más complicado por las otras responsabilidades que tengo”, explica. El desafío, dice, es estar física y mentalmente preparado para competir, pero siempre dentro de un escenario más amplio, donde el objetivo no es solo ganar partidos, sino construir un proyecto deportivo serio, con base sólida. La pandemia le marcó un punto de inflexión. Desde entonces, se volcó de lleno a colaborar con clubes en desarrollo. Y encontró ahí un nuevo sentido de pertenencia.

Sebastián D'Angelo en su club, el Miami United, donde ataja y participa de las decisiones

Hace ya un par de años, D’Angelo decidió que su vínculo con el fútbol no iba a limitarse a un arco y una pelota. Empezó a capacitarse en el mundo corporativo, a explorar alianzas estratégicas y a pensar cómo un club puede sostenerse más allá del resultado del domingo. “Me abrió mucho la cabeza todo eso -cuenta-. Busco generar asociaciones con empresas, desarrollar marcas vinculadas al proyecto deportivo. Hoy un club necesita áreas de marketing, de administración, de desarrollo… y entender para dónde va el mercado. En Miami hay mucha demanda, la gente se mueve, consume, busca experiencias. Entonces, hay muchas cosas que se pueden aplicar al proyecto, pero siempre con la idea de que sirvan al club, que no se pierda la esencia: que sea un espacio de comunidad, donde los chicos vengan a aprender y puedan desarrollarse”, dice, mientras arranca a preparar los platos y el almuerzo especial para LA NACION, que alcanzará para todo el día.

-¿De qué se trata esta nueva propuesta?

-Es el foodtruck oficial del club. La idea es que acompañe las actividades deportivas, tanto del primer equipo como de las academias, cuando la ocasión lo permite. En todo campo de fútbol tiene que haber una oferta gastronómica pensada para las familias, para los padres, para los chicos, para el tercer tiempo. El menú va cambiando según la actividad. Si es un evento de academias, quizás se sirven hamburguesas y opciones más adaptadas a los chicos. Si es una actividad de mayor escala, se ajusta la propuesta. Pero siempre con productos sanos, acordes al deporte, y con una mirada puesta en lo argentino. Todo lo que hacemos tiene esa raíz. Acá el argentino es valorado, sobre todo en este último tiempo por todo lo que genera Messi y el Inter. La gente aprecia nuestra carne, nuestra pasión, nuestra manera de vivir el fútbol. Miami es una ciudad con mucho intercambio cultural, te cruzás con americanos, venezolanos, colombianos, y todos quieren probar lo nuestro. Hay una buena demanda, y nosotros tratamos de responder con calidad y con identidad.

El exarquero de Boca recibió a LA NACION en su Foodtruck del Miami United

Antes de instalarse en Miami, D’Angelo también tuvo una experiencia singular en España. Fue convocado como futbolista para sumarse a un proyecto deportivo en Gran Canaria, pero rápidamente su función fue más allá del arco. En el club Valle Seco, terminó involucrándose de lleno en la coordinación del fútbol base, donde estuvo a cargo de cerca de 60 chicos, y colaborando en el manejo de una institución de categoría semiprofesional regional. La experiencia le confirmó algo que ya intuía: su perfil aplicaba mejor en proyectos que combinaran fútbol, desarrollo y gestión.

Mientras D’Angelo conversa con LA NACION, los pedidos comienzan a caer uno tras otro. Sus clientes son, en su mayoría, latinos: muchos argentinos, algunos uruguayos, todos con ganas de probar un pedazo de su tierra en forma de sándwich. Él se mueve con naturalidad entre la cocina y la barra. Se coloca los guantes de látex negros, el delantal que hace juego con la remera, el pantalón y unas gafas oscuras que le completan el look de cocinero con pasado de arquero. Paso a paso, va explicando la receta, con el mismo entusiasmo con el que antes hablaba de sus proyectos. Y cuando todo está listo, es tiempo de sentarse a la mesa, tomar un respiro y conversar sobre una de sus grandes pasiones: el fútbol.

D'Angelo y Kun Agüero, hace unas semanas, en la Copa Potrero

-¿Qué recordás de tu paso por Boca?

-Fue una etapa linda que, con otra perspectiva, sé que hoy disfrutaría de forma distinta. En 2008, con Carlos Ischia como técnico, comencé a alternar entre ser tercer o cuarto arquero de Primera y jugar en Reserva. Me tocó estar en el Clausura 2008, cuando Boca fue campeón, como arquero detrás de Caranta, Javi García y Josué Ayala. Después vino un período de muchos cambios: fallece Pedro Pompilio, el club atraviesa una transición dirigencial y pasan varios técnicos, como Pompei, Abel Alves y Borghi. Quien me sube definitivamente es Falcioni, y también él es quien me hace debutar. En ese momento me habían ofrecido irme a préstamo a otros clubes de Primera, pero decidí quedarme a lucharla.

-¿Y qué pasó después del debut?

-Con la llegada de Bianchi, en 2013, no tuve tanta continuidad, y a la par de eso surgió un tema personal muy fuerte: la enfermedad de mi mamá. Ella falleció cuando yo ya estaba en Tigre. Eso me hizo cambiar el enfoque. Me cambió las prioridades, las urgencias, la manera de ver mi trayectoria y también la vida. En ese momento, Boca me apoyó mucho, me permitió que ella pudiera tener un tratamiento muy bueno, y eso me llevó a quedarme un tiempo más, sabiendo que quizás no iba a jugar tanto. Fueron seis meses en Boca y seis meses en Tigre muy duros: entrenaba con mucha pesadumbre. Mantenerme, sostenerme ahí, era difícil. Pero también esos golpes te hacen crecer. A mí me fortaleció, me ayudó a ver la carrera desde otro lugar, a pensar en mi vida más allá del fútbol.

-En 2013 protagonizaste un momento único: les atajaste penales a Rafael Nadal y Novak Djokovic en la Bombonera.

-Fue algo muy divertido y totalmente inesperado. Me enteré el día anterior de que iba a participar y no sabía bien de qué se trataba. Era una actividad pensada como un entretenimiento, donde claramente las figuras eran ellos. Yo era un accesorio, un complemento para que la competencia de penales fuera pareja y entretenida. Algunos penales los atajaba relajado, otros los iba a buscar de verdad… Pero lo importante era que todos la pasáramos bien. La verdad es que fue una experiencia inolvidable. Compartir ese momento con dos figuras tan grandes del deporte mundial fue algo único. Ellos lo vivieron con mucha cercanía, se sorprendieron con todo: con la Bombonera llena, con la energía del lugar, con el recibimiento. Creo que recién al salir al campo tomaron verdadera dimensión de lo que es Boca. Y para mí, estar ahí gracias al club, vivirlo desde adentro, fue algo que siempre voy a recordar con muchísimo cariño.

-Compartiste plantel con Juan Román Riquelme y hoy te dedicás a la gestión de clubes de fútbol. ¿Lo imaginabas en esta función?

-La verdad es que en ese momento no lo pensaba. Yo era muy joven, estaba enfocado en jugar y no me preocupaba por esos temas. Pero hoy, con las experiencias que tuve, habiendo sido parte de gestiones en clubes y estando metido en el área dirigencial, entiendo mucho más ese camino. Más allá de que sigo compitiendo, ya estoy involucrado en este tipo de proyectos. Y creo que cuando alguien como Román, con la carrera que tuvo, decide meterse en ese rol, lo hace porque realmente lo siente y lo elige. Futbolistas así, con ese recorrido y esa cabeza, pueden hacer lo que deseen dentro del ámbito deportivo.

Sebastián D´Angelo recibió a LA NACION en su foodtruck

A horas del partido entre Boca y Bayern Munich, D’Angelo sigue el Mundial de Clubes como un aficionado más, motivado por ver a las grandes potencias del fútbol enfrentándose en un mismo escenario. La idea del torneo le parece “fabulosa”, pero no deja de ver el otro lado. “Todo lo que sea sumar competencias nuevas está buenísimo para el espectador. Es un espectáculo hermoso. Pero también hay que pensar en el jugador: cada vez el calendario es más exigente, hay Mundial, hay Mundial de Clubes, y todo seguido”, apunta. Su mirada combina entusiasmo con advertencia. Cree que el formato tiene futuro, que puede mejorar con el tiempo y consolidarse como un evento de alcance mundial. “Va a ser una prueba, y seguro se irá ajustando. Pero estoy seguro de que va a terminar siendo un éxito”, comenta con una perspectiva amplia, que trasciende lo futbolístico y refleja la experiencia que ha ido construyendo su camino.

D’Angelo agradece la visita de LA NACION. Mientras el equipo sigue adelante con sus tareas, él vuelve al interior del foodtruck, a atender nuevos pedidos, a seguir construyendo su marca y a hacer de su club un sueño cada día más grande.

MIAMI (Enviado especial).- Sebastián D’Angelo abre la puerta de su foodtruck y saluda con una sonrisa. Viste una remera negra lisa, sin estampas, y se mueve con soltura en el pequeño espacio de cocina que montó en la ciudad de Hollywood, sobre la costa este de Florida. Está instalado en el estacionamiento de una concesionaria de autos, justo frente a una conocida cadena de comidas rápidas, pero él aclara que no lo ve como una competencia: “Lo que yo vendo es otra cosa, es pura carne argentina”. A sólo 20 kilómetros del hotel donde Boca espera su partido frente al Bayern Munich, el exarquero xeneize acomoda mesas, calienta la plancha, corta el pan y termina sirviendo los pedidos con una dedicación que combina pasión y trabajo a pulmón. Esta vez preparó un sándwich de lomito con rúcula, trozos de queso parmesano y papas fritas, condimentado con aceite de oliva y un toque de aceto balsámico. Algunos clientes lo reconocen, otros no, pero él siempre los recibe con una sonrisa y les cuenta algo sobre el club y sobre las recetas de su tierra.

A los 36 años, D’Angelo no dejó nunca de estar cerca de la pelota. Hoy ataja en el Miami United, pero también ocupa un rol clave como asesor comercial y deportivo del club, donde empuja un ambicioso proyecto de crecimiento con identidad latina. Su vida gira en torno al fútbol, pero desde una cocina diferente: la del marketing, los negocios y la gestión. Y, como en la gastronomía, lo hace a su manera: con dedicación y un ojo entrenado para los detalles.

Sebastián D'Angelo en sus inicios en Boca, donde atajó cinco partidos entre 2012 y 2013

El cuerpo sigue hablando de su pasado -y presente- como arquero profesional: espalda ancha, piernas firmes, brazos marcados. D’Angelo mantiene el físico privilegiado del futbolista que fue… o que todavía es. Porque además de poner manos a la obra en la cocina de Rústico, también las pone en los entrenamientos del Miami United, donde comparte plantel con Diego Cachete Morales, exvolante de Tigre. Ataja, se entrena y, al mismo tiempo, colabora activamente en el armado del proyecto deportivo del club, que busca crecer y hacerse un lugar en la ciudad. El foodtruck no es sólo un emprendimiento gastronómico: es una pieza más del plan de marketing con el que buscan posicionar al equipo. Y D’Angelo, lejos de tomárselo como un pasatiempo, lo encara con la misma responsabilidad con la que alguna vez defendió el arco azul y oro.

Miami United no es un club cualquiera: es el equipo de fútbol más antiguo de la ciudad, con apenas 12 años de historia pero una identidad bien marcada. Juega en la United Premier Soccer League, una liga semiprofesional que sirve como trampolín para instituciones en crecimiento. Lo empujan, en su mayoría, argentinos que encontraron en el sur de Florida un terreno fértil para sembrar fútbol. Y Sebastián D’Angelo es parte activa de esa iniciativa. “Un poco colaboro, asesoro, soy parte…, pero también, cuando me toca, juego en el primer equipo. Me mantengo en ritmo y trato de sumar desde ese lugar, aunque cada vez se me hace más complicado por las otras responsabilidades que tengo”, explica. El desafío, dice, es estar física y mentalmente preparado para competir, pero siempre dentro de un escenario más amplio, donde el objetivo no es solo ganar partidos, sino construir un proyecto deportivo serio, con base sólida. La pandemia le marcó un punto de inflexión. Desde entonces, se volcó de lleno a colaborar con clubes en desarrollo. Y encontró ahí un nuevo sentido de pertenencia.

Sebastián D'Angelo en su club, el Miami United, donde ataja y participa de las decisiones

Hace ya un par de años, D’Angelo decidió que su vínculo con el fútbol no iba a limitarse a un arco y una pelota. Empezó a capacitarse en el mundo corporativo, a explorar alianzas estratégicas y a pensar cómo un club puede sostenerse más allá del resultado del domingo. “Me abrió mucho la cabeza todo eso -cuenta-. Busco generar asociaciones con empresas, desarrollar marcas vinculadas al proyecto deportivo. Hoy un club necesita áreas de marketing, de administración, de desarrollo… y entender para dónde va el mercado. En Miami hay mucha demanda, la gente se mueve, consume, busca experiencias. Entonces, hay muchas cosas que se pueden aplicar al proyecto, pero siempre con la idea de que sirvan al club, que no se pierda la esencia: que sea un espacio de comunidad, donde los chicos vengan a aprender y puedan desarrollarse”, dice, mientras arranca a preparar los platos y el almuerzo especial para LA NACION, que alcanzará para todo el día.

-¿De qué se trata esta nueva propuesta?

-Es el foodtruck oficial del club. La idea es que acompañe las actividades deportivas, tanto del primer equipo como de las academias, cuando la ocasión lo permite. En todo campo de fútbol tiene que haber una oferta gastronómica pensada para las familias, para los padres, para los chicos, para el tercer tiempo. El menú va cambiando según la actividad. Si es un evento de academias, quizás se sirven hamburguesas y opciones más adaptadas a los chicos. Si es una actividad de mayor escala, se ajusta la propuesta. Pero siempre con productos sanos, acordes al deporte, y con una mirada puesta en lo argentino. Todo lo que hacemos tiene esa raíz. Acá el argentino es valorado, sobre todo en este último tiempo por todo lo que genera Messi y el Inter. La gente aprecia nuestra carne, nuestra pasión, nuestra manera de vivir el fútbol. Miami es una ciudad con mucho intercambio cultural, te cruzás con americanos, venezolanos, colombianos, y todos quieren probar lo nuestro. Hay una buena demanda, y nosotros tratamos de responder con calidad y con identidad.

El exarquero de Boca recibió a LA NACION en su Foodtruck del Miami United

Antes de instalarse en Miami, D’Angelo también tuvo una experiencia singular en España. Fue convocado como futbolista para sumarse a un proyecto deportivo en Gran Canaria, pero rápidamente su función fue más allá del arco. En el club Valle Seco, terminó involucrándose de lleno en la coordinación del fútbol base, donde estuvo a cargo de cerca de 60 chicos, y colaborando en el manejo de una institución de categoría semiprofesional regional. La experiencia le confirmó algo que ya intuía: su perfil aplicaba mejor en proyectos que combinaran fútbol, desarrollo y gestión.

Mientras D’Angelo conversa con LA NACION, los pedidos comienzan a caer uno tras otro. Sus clientes son, en su mayoría, latinos: muchos argentinos, algunos uruguayos, todos con ganas de probar un pedazo de su tierra en forma de sándwich. Él se mueve con naturalidad entre la cocina y la barra. Se coloca los guantes de látex negros, el delantal que hace juego con la remera, el pantalón y unas gafas oscuras que le completan el look de cocinero con pasado de arquero. Paso a paso, va explicando la receta, con el mismo entusiasmo con el que antes hablaba de sus proyectos. Y cuando todo está listo, es tiempo de sentarse a la mesa, tomar un respiro y conversar sobre una de sus grandes pasiones: el fútbol.

D'Angelo y Kun Agüero, hace unas semanas, en la Copa Potrero

-¿Qué recordás de tu paso por Boca?

-Fue una etapa linda que, con otra perspectiva, sé que hoy disfrutaría de forma distinta. En 2008, con Carlos Ischia como técnico, comencé a alternar entre ser tercer o cuarto arquero de Primera y jugar en Reserva. Me tocó estar en el Clausura 2008, cuando Boca fue campeón, como arquero detrás de Caranta, Javi García y Josué Ayala. Después vino un período de muchos cambios: fallece Pedro Pompilio, el club atraviesa una transición dirigencial y pasan varios técnicos, como Pompei, Abel Alves y Borghi. Quien me sube definitivamente es Falcioni, y también él es quien me hace debutar. En ese momento me habían ofrecido irme a préstamo a otros clubes de Primera, pero decidí quedarme a lucharla.

-¿Y qué pasó después del debut?

-Con la llegada de Bianchi, en 2013, no tuve tanta continuidad, y a la par de eso surgió un tema personal muy fuerte: la enfermedad de mi mamá. Ella falleció cuando yo ya estaba en Tigre. Eso me hizo cambiar el enfoque. Me cambió las prioridades, las urgencias, la manera de ver mi trayectoria y también la vida. En ese momento, Boca me apoyó mucho, me permitió que ella pudiera tener un tratamiento muy bueno, y eso me llevó a quedarme un tiempo más, sabiendo que quizás no iba a jugar tanto. Fueron seis meses en Boca y seis meses en Tigre muy duros: entrenaba con mucha pesadumbre. Mantenerme, sostenerme ahí, era difícil. Pero también esos golpes te hacen crecer. A mí me fortaleció, me ayudó a ver la carrera desde otro lugar, a pensar en mi vida más allá del fútbol.

-En 2013 protagonizaste un momento único: les atajaste penales a Rafael Nadal y Novak Djokovic en la Bombonera.

-Fue algo muy divertido y totalmente inesperado. Me enteré el día anterior de que iba a participar y no sabía bien de qué se trataba. Era una actividad pensada como un entretenimiento, donde claramente las figuras eran ellos. Yo era un accesorio, un complemento para que la competencia de penales fuera pareja y entretenida. Algunos penales los atajaba relajado, otros los iba a buscar de verdad… Pero lo importante era que todos la pasáramos bien. La verdad es que fue una experiencia inolvidable. Compartir ese momento con dos figuras tan grandes del deporte mundial fue algo único. Ellos lo vivieron con mucha cercanía, se sorprendieron con todo: con la Bombonera llena, con la energía del lugar, con el recibimiento. Creo que recién al salir al campo tomaron verdadera dimensión de lo que es Boca. Y para mí, estar ahí gracias al club, vivirlo desde adentro, fue algo que siempre voy a recordar con muchísimo cariño.

-Compartiste plantel con Juan Román Riquelme y hoy te dedicás a la gestión de clubes de fútbol. ¿Lo imaginabas en esta función?

-La verdad es que en ese momento no lo pensaba. Yo era muy joven, estaba enfocado en jugar y no me preocupaba por esos temas. Pero hoy, con las experiencias que tuve, habiendo sido parte de gestiones en clubes y estando metido en el área dirigencial, entiendo mucho más ese camino. Más allá de que sigo compitiendo, ya estoy involucrado en este tipo de proyectos. Y creo que cuando alguien como Román, con la carrera que tuvo, decide meterse en ese rol, lo hace porque realmente lo siente y lo elige. Futbolistas así, con ese recorrido y esa cabeza, pueden hacer lo que deseen dentro del ámbito deportivo.

Sebastián D´Angelo recibió a LA NACION en su foodtruck

A horas del partido entre Boca y Bayern Munich, D’Angelo sigue el Mundial de Clubes como un aficionado más, motivado por ver a las grandes potencias del fútbol enfrentándose en un mismo escenario. La idea del torneo le parece “fabulosa”, pero no deja de ver el otro lado. “Todo lo que sea sumar competencias nuevas está buenísimo para el espectador. Es un espectáculo hermoso. Pero también hay que pensar en el jugador: cada vez el calendario es más exigente, hay Mundial, hay Mundial de Clubes, y todo seguido”, apunta. Su mirada combina entusiasmo con advertencia. Cree que el formato tiene futuro, que puede mejorar con el tiempo y consolidarse como un evento de alcance mundial. “Va a ser una prueba, y seguro se irá ajustando. Pero estoy seguro de que va a terminar siendo un éxito”, comenta con una perspectiva amplia, que trasciende lo futbolístico y refleja la experiencia que ha ido construyendo su camino.

D’Angelo agradece la visita de LA NACION. Mientras el equipo sigue adelante con sus tareas, él vuelve al interior del foodtruck, a atender nuevos pedidos, a seguir construyendo su marca y a hacer de su club un sueño cada día más grande.

 Atiende un puesto y además ataja y asesora al club más añejo de la ciudad  LA NACION

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