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El caso real que inspiró Tiburón: cinco ataques, cuatro muertes y una cacería implacable en New Jersey

Un nuevo libro, The Real Jaws, acaba de arrojar luz sobre una serie de ataques de tiburón tan aterradores como reales que, décadas más tarde, se cree inspiraron una de las historias más emblemáticas del cine y la literatura popular. La autora, Rachel Lee Pérez, trabajó con historiadores locales para reconstruir en detalle los hechos que sembraron el pánico en las playas de Nueva Jersey durante el verano de 1916.

La secuencia de cinco ataques en apenas dos semanas dejó un saldo de cuatro personas muertas y un sobreviviente con graves heridas. El caso generó una ola de miedo que recorrió todo Estados Unidos y que, muchos años después, inspiraría, según Pérez, al escritor Peter Benchley a escribir Jaws, la novela de 1974 que luego fue llevada al cine por Steven Spielberg.

El póster original de Jaws, que sigue siendo un ícono del cine

Las noticias sobre lo ocurrido en 1916 provocaron histeria colectiva: vecinos armados con arpones y escopetas, explosivos arrojados al mar y redes metálicas tendidas en las playas son solo algunas de las escenas que podrían parecer exageradas… si no hubieran ocurrido realmente.

La ola de terror fue tan profunda que un hombre murió ahogado sin que nadie se atreviera a socorrerlo por miedo a ser atacado también. Todo, a raíz de una serie de ataques de tiburón, o tiburones.

A cincuenta años del estreno de la película, la historia detrás del tiburón más famoso del cine vuelve a emerger, no desde la ficción, sino desde el registro histórico.

Lester Stillwell fue arrastrado bajo el agua, y el empresario local Watson Fisher, que se había lanzado para intentar salvarlo, también fue asesinado por el tiburón.

Un verano sangriento

El primer incidente ocurrió el 1 de julio de 1916 en Beach Haven, una localidad turística al sur de Nueva Jersey. Charles Vansant, un joven de 23 años que había llegado de vacaciones junto a su familia, decidió darse un baño en el mar mientras su perro jugaba en la orilla. Pocos minutos después, comenzó a gritar.

Al principio, los testigos creyeron que estaba llamando a su mascota, pero pronto se dieron cuenta de que se trataba de un grito de dolor. Un tiburón lo había atacado y le había arrancado gran parte del muslo izquierdo. Aunque un socorrista logró sacarlo del agua con vida, Vansant murió poco después a causa de la hemorragia.

La tragedia, sin embargo, fue rápidamente minimizada por las autoridades y los empresarios del sector turístico, temerosos de que un alto nivel de alarma pública arruinara la temporada. Se mantuvo la idea de que se trataba de un hecho aislado y se alentó a los veraneantes a seguir disfrutando del mar.

Pero cinco días después, el 6 de julio, el horror se repitió. Esta vez la víctima fue Charles Bruder, un suizo de 27 años que trabajaba como botones en un hotel de la zona de Spring Lake. Bruder nadaba a más de 100 metros de la orilla cuando fue embestido por un tiburón que le destrozó el abdomen y le arrancó ambas piernas. La sangre tiñó el agua de rojo y los rescatistas que lo llevaron de regreso a la playa no pudieron hacer nada para salvarlo. Varios testigos desmayaron al ver su cuerpo.

Aun así, la respuesta oficial fue la negación. Las playas siguieron abiertas y los funcionarios locales insistieron en que no había motivos reales para alarmarse. La economía, como en la ficción de Spielberg, seguía siendo prioridad.

Se colocó dinamita en un intento por matar tiburones en el agua. Arriba: el momento en que fue detonada, ante la mirada de los vecinos

La masacre de Matawan

El 12 de julio, el miedo se trasladó tierra adentro, a un lugar que nadie imaginaba vulnerable. Ese día, tres ataques consecutivos ocurrieron en Matawan Creek, un riachuelo angosto cerca del pueblo de Keyport, a varios kilómetros del océano. Lo insólito del escenario acentuó aún más el espanto generalizado.

Por la mañana, el capitán Thomas Cottrell, un navegante local, aseguró haber visto un tiburón en las aguas del arroyo. Dio la voz de alarma, pero las autoridades creyeron que estaba exagerando.

El terror se apoderó del verano de 1916 cuando cinco nadadores fueron atacados en solo dos semanas a lo largo de la costa de Nueva Jersey, en el este de Estados Unidos. Arriba: jóvenes en busca del tiburón

Horas después, un grupo de chicos jugaba en el arroyo cuando una aleta dorsal apareció en la superficie. En cuestión de segundos, todo se volvió caos. Lester Stillwell, de solo 11 años, fue arrastrado bajo el agua mientras sus amigos huían despavoridos. El empresario local Watson Fisher se lanzó al agua para intentar rescatarlo, pero también fue atacado. Ambos murieron.

Treinta minutos más tarde, y a pocos metros de allí, el tiburón volvió a atacar. Joseph Dunn, un adolescente de 14 años, sintió cómo el animal le atrapaba la pierna izquierda. Logró ser rescatado por su hermano y un amigo luego de una pelea desesperada con el tiburón, que finalmente lo soltó. Dunn sobrevivió, aunque con graves lesiones, y más tarde declararía: “Sentí que mi pierna se iba por su garganta. Creo que me habría tragado”.

La quinta y última víctima, Joseph Dunn, de 14 años, fue atacado 30 minutos después de los ataques fatales a Stillwell y Fisher

Para entonces, el caso había captado la atención de toda la prensa nacional. Los titulares hablaban de un “devorador de hombres” suelto en la costa este, y la cobertura minuto a minuto disparó una ola de pánico. La idea de un asesino invisible acechando bajo el agua se metió en la psiquis colectiva y no tardó en despertar los reflejos más viscerales de autodefensa.

Redes explosivos y cacerías

A medida que las muertes se acumulaban, la tensión social se transformó en histeria. Se ofrecieron recompensas a quienes capturaran al “asesino del mar”, y cuadrillas enteras de vecinos salieron a cazar tiburones armados con rifles, arpones, redes y dinamita. En algunos balnearios se colocaron redes de acero como medida de protección, y se llegaron a detonar explosivos en el agua con la esperanza de exterminar a cualquier depredador cercano.

The Real Jaws, de Rachel Lee Perez, será publicado por Pen & Sword el 30 de junio

En paralelo, los funcionarios locales seguían reacios a cerrar las playas. Diez intendentes de la región firmaron una declaración conjunta en la que aseguraban que restringir el acceso al mar estaba causando “un daño sin justificación” al negocio turístico.

La seguidilla de ataques terminó recién el 14 de julio, cuando el taxidermista Michael Schleisser capturó un tiburón blanco joven mientras pescaba en la bahía de Raritan, cerca de Matawan Creek. El animal medía casi dos metros y medio y pesaba más de 140 kilos. Al abrir su estómago, encontraron restos humanos.

Una escena de la película Jaws (1975), que muestra a la criatura mecánica en el agua junto a los actores Richard Dreyfuss y Robert Shaw, en los roles del biólogo marino Hooper y el pescador Quint

Schleisser disecó al tiburón y lo exhibió en la vidriera de una tienda de Broadway, en Manhattan, como si se tratara de un trofeo de guerra. Aunque nunca se pudo probar con certeza que ese fuera el responsable de todos los ataques, la violencia cesó tras su captura.

Para su libro The Real Jaws, que acaba de ser publicado por la editorial Pen & Sword, Pérez trabajó con archivos locales y testimonios orales para reconstruir los episodios de 1916.

La comparación entre la película, el libro y los hechos de 1916 es difícil de evitar, por más que haya sido negada por el autor del libro. En Jaws, el tiburón mata a cuatro personas, tal como ocurrió en Nueva Jersey. La historia transcurre en un pequeño pueblo costero que vive del turismo y cuyos dirigentes se niegan a alertar al público para no espantar a los visitantes. Tras los ataques, los habitantes organizan una cacería para exterminar al animal. Todo eso, dice Pérez, sucedió exactamente igual en 1916.

En sus entrevistas con historiadores locales, la autora recogió incluso testimonios de allegados a Benchley que aseguran que el escritor confesó haberse basado en los ataques de Nueva Jersey para construir la trama de su novela. Sin embargo, en 2001, el mismo autor le había asegurado a The New York Times que no.

“El caso de 1916 sentó las bases de una percepción distorsionada —y todavía vigente— del tiburón como un monstruo malvado y devorador de hombres”, concluye la autora.

La película, que se convirtió en un fenómeno global y ganó tres premios Oscar, dejó una marca indeleble en el imaginario popular.

Un nuevo libro, The Real Jaws, acaba de arrojar luz sobre una serie de ataques de tiburón tan aterradores como reales que, décadas más tarde, se cree inspiraron una de las historias más emblemáticas del cine y la literatura popular. La autora, Rachel Lee Pérez, trabajó con historiadores locales para reconstruir en detalle los hechos que sembraron el pánico en las playas de Nueva Jersey durante el verano de 1916.

La secuencia de cinco ataques en apenas dos semanas dejó un saldo de cuatro personas muertas y un sobreviviente con graves heridas. El caso generó una ola de miedo que recorrió todo Estados Unidos y que, muchos años después, inspiraría, según Pérez, al escritor Peter Benchley a escribir Jaws, la novela de 1974 que luego fue llevada al cine por Steven Spielberg.

El póster original de Jaws, que sigue siendo un ícono del cine

Las noticias sobre lo ocurrido en 1916 provocaron histeria colectiva: vecinos armados con arpones y escopetas, explosivos arrojados al mar y redes metálicas tendidas en las playas son solo algunas de las escenas que podrían parecer exageradas… si no hubieran ocurrido realmente.

La ola de terror fue tan profunda que un hombre murió ahogado sin que nadie se atreviera a socorrerlo por miedo a ser atacado también. Todo, a raíz de una serie de ataques de tiburón, o tiburones.

A cincuenta años del estreno de la película, la historia detrás del tiburón más famoso del cine vuelve a emerger, no desde la ficción, sino desde el registro histórico.

Lester Stillwell fue arrastrado bajo el agua, y el empresario local Watson Fisher, que se había lanzado para intentar salvarlo, también fue asesinado por el tiburón.

Un verano sangriento

El primer incidente ocurrió el 1 de julio de 1916 en Beach Haven, una localidad turística al sur de Nueva Jersey. Charles Vansant, un joven de 23 años que había llegado de vacaciones junto a su familia, decidió darse un baño en el mar mientras su perro jugaba en la orilla. Pocos minutos después, comenzó a gritar.

Al principio, los testigos creyeron que estaba llamando a su mascota, pero pronto se dieron cuenta de que se trataba de un grito de dolor. Un tiburón lo había atacado y le había arrancado gran parte del muslo izquierdo. Aunque un socorrista logró sacarlo del agua con vida, Vansant murió poco después a causa de la hemorragia.

La tragedia, sin embargo, fue rápidamente minimizada por las autoridades y los empresarios del sector turístico, temerosos de que un alto nivel de alarma pública arruinara la temporada. Se mantuvo la idea de que se trataba de un hecho aislado y se alentó a los veraneantes a seguir disfrutando del mar.

Pero cinco días después, el 6 de julio, el horror se repitió. Esta vez la víctima fue Charles Bruder, un suizo de 27 años que trabajaba como botones en un hotel de la zona de Spring Lake. Bruder nadaba a más de 100 metros de la orilla cuando fue embestido por un tiburón que le destrozó el abdomen y le arrancó ambas piernas. La sangre tiñó el agua de rojo y los rescatistas que lo llevaron de regreso a la playa no pudieron hacer nada para salvarlo. Varios testigos desmayaron al ver su cuerpo.

Aun así, la respuesta oficial fue la negación. Las playas siguieron abiertas y los funcionarios locales insistieron en que no había motivos reales para alarmarse. La economía, como en la ficción de Spielberg, seguía siendo prioridad.

Se colocó dinamita en un intento por matar tiburones en el agua. Arriba: el momento en que fue detonada, ante la mirada de los vecinos

La masacre de Matawan

El 12 de julio, el miedo se trasladó tierra adentro, a un lugar que nadie imaginaba vulnerable. Ese día, tres ataques consecutivos ocurrieron en Matawan Creek, un riachuelo angosto cerca del pueblo de Keyport, a varios kilómetros del océano. Lo insólito del escenario acentuó aún más el espanto generalizado.

Por la mañana, el capitán Thomas Cottrell, un navegante local, aseguró haber visto un tiburón en las aguas del arroyo. Dio la voz de alarma, pero las autoridades creyeron que estaba exagerando.

El terror se apoderó del verano de 1916 cuando cinco nadadores fueron atacados en solo dos semanas a lo largo de la costa de Nueva Jersey, en el este de Estados Unidos. Arriba: jóvenes en busca del tiburón

Horas después, un grupo de chicos jugaba en el arroyo cuando una aleta dorsal apareció en la superficie. En cuestión de segundos, todo se volvió caos. Lester Stillwell, de solo 11 años, fue arrastrado bajo el agua mientras sus amigos huían despavoridos. El empresario local Watson Fisher se lanzó al agua para intentar rescatarlo, pero también fue atacado. Ambos murieron.

Treinta minutos más tarde, y a pocos metros de allí, el tiburón volvió a atacar. Joseph Dunn, un adolescente de 14 años, sintió cómo el animal le atrapaba la pierna izquierda. Logró ser rescatado por su hermano y un amigo luego de una pelea desesperada con el tiburón, que finalmente lo soltó. Dunn sobrevivió, aunque con graves lesiones, y más tarde declararía: “Sentí que mi pierna se iba por su garganta. Creo que me habría tragado”.

La quinta y última víctima, Joseph Dunn, de 14 años, fue atacado 30 minutos después de los ataques fatales a Stillwell y Fisher

Para entonces, el caso había captado la atención de toda la prensa nacional. Los titulares hablaban de un “devorador de hombres” suelto en la costa este, y la cobertura minuto a minuto disparó una ola de pánico. La idea de un asesino invisible acechando bajo el agua se metió en la psiquis colectiva y no tardó en despertar los reflejos más viscerales de autodefensa.

Redes explosivos y cacerías

A medida que las muertes se acumulaban, la tensión social se transformó en histeria. Se ofrecieron recompensas a quienes capturaran al “asesino del mar”, y cuadrillas enteras de vecinos salieron a cazar tiburones armados con rifles, arpones, redes y dinamita. En algunos balnearios se colocaron redes de acero como medida de protección, y se llegaron a detonar explosivos en el agua con la esperanza de exterminar a cualquier depredador cercano.

The Real Jaws, de Rachel Lee Perez, será publicado por Pen & Sword el 30 de junio

En paralelo, los funcionarios locales seguían reacios a cerrar las playas. Diez intendentes de la región firmaron una declaración conjunta en la que aseguraban que restringir el acceso al mar estaba causando “un daño sin justificación” al negocio turístico.

La seguidilla de ataques terminó recién el 14 de julio, cuando el taxidermista Michael Schleisser capturó un tiburón blanco joven mientras pescaba en la bahía de Raritan, cerca de Matawan Creek. El animal medía casi dos metros y medio y pesaba más de 140 kilos. Al abrir su estómago, encontraron restos humanos.

Una escena de la película Jaws (1975), que muestra a la criatura mecánica en el agua junto a los actores Richard Dreyfuss y Robert Shaw, en los roles del biólogo marino Hooper y el pescador Quint

Schleisser disecó al tiburón y lo exhibió en la vidriera de una tienda de Broadway, en Manhattan, como si se tratara de un trofeo de guerra. Aunque nunca se pudo probar con certeza que ese fuera el responsable de todos los ataques, la violencia cesó tras su captura.

Para su libro The Real Jaws, que acaba de ser publicado por la editorial Pen & Sword, Pérez trabajó con archivos locales y testimonios orales para reconstruir los episodios de 1916.

La comparación entre la película, el libro y los hechos de 1916 es difícil de evitar, por más que haya sido negada por el autor del libro. En Jaws, el tiburón mata a cuatro personas, tal como ocurrió en Nueva Jersey. La historia transcurre en un pequeño pueblo costero que vive del turismo y cuyos dirigentes se niegan a alertar al público para no espantar a los visitantes. Tras los ataques, los habitantes organizan una cacería para exterminar al animal. Todo eso, dice Pérez, sucedió exactamente igual en 1916.

En sus entrevistas con historiadores locales, la autora recogió incluso testimonios de allegados a Benchley que aseguran que el escritor confesó haberse basado en los ataques de Nueva Jersey para construir la trama de su novela. Sin embargo, en 2001, el mismo autor le había asegurado a The New York Times que no.

“El caso de 1916 sentó las bases de una percepción distorsionada —y todavía vigente— del tiburón como un monstruo malvado y devorador de hombres”, concluye la autora.

La película, que se convirtió en un fenómeno global y ganó tres premios Oscar, dejó una marca indeleble en el imaginario popular.

 La escritora Rachel Lee Pérez indaga en un verano olvidado que marcó a una generación: cinco víctimas, una cacería desatada y un miedo que la cultura popular transformó en mito y Steven Spielberg llevó al cine hace 50 años  LA NACION

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