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Tiempo de guerra: una película bélica distinta a todas las demás que muestra cómo son los conflictos armados en el siglo XXI

Tiempo de guerra (Warfare, Estados Unidos-Reino Unido/2025). Dirección y guión: Ray Mendoza y Alex Garland. Fotografía: David J. Thompson. Edición: Fin Oates. Elenco: D’Pharaoh Woon-A-Tai, Cosmo Jarvis, Joseph Quinn, Will Poulter, Finn Bennett, Noah Centineo. Duración: 95 minutos. Disponible en Amazon Prime Video. Nuestra opinión: muy buena.

Tiempo de guerra es una película bélica distinta a todas las demás. Es posible que en la memoria del espectador aparezca de inmediato al verla alguna reminiscencia del cine de Kathryn Bigelow, pero ni La noche más oscura ni Vivir al límite, experiencias casi extremas de contacto directo con la realidad más inmediata, cruenta y devastadora de un conflicto armado de tanto impacto, llegaron tan lejos como en este caso.

Aquí no hace falta entender las razones que llevan al enfrentamiento o las circunstancias geopolíticas que lo configuran. Ni siquiera las historias de vida que aparecen detrás de cada uno de los combatientes, entrenados y mentalizados para ocupar la primera línea de fuego, aquella que reduce al mínimo los límites entre la vida y la muerte.

En Tiempo de guerra, la experiencia para quien observa esta dramatización de episodios ocurridos en noviembre de 2006 en el frente de la ciudad iraquí de Ramadi, lugar que las tropas norteamericanos atacan por considerarlo clave para desbaratar los planes de la organización terrorista Al-Qaeda, es completamente sensorial y visceral.

No vemos otra cosa que la secuencia completa en tiempo real de lo que pasa a partir del momento en que un grupo comando de expertos francotiradores del grupo SEAL ocupa posiciones de apoyo al operativo que lleva a cabo un batallón de Marines en una zona urbana llena de supuestos insurgentes y aliados de Al- Qaeda.

La trama apenas supera los 90 minutos, pero ese breve tiempo real resulta una eternidad para los protagonistas y, por extensión, también para los espectadores, sobre todo desde el momento en que una fuerte explosión interrumpe el desarrollo de una misión rutinaria (solo se ven hasta allí desplazamientos, órdenes, momentos de espera y comunicaciones radiales) y a partir de ese momento todo se convierte en caos, gritos desgarradores, cuerpos despedazados y sobrevivientes que buscan con desesperación la oportunidad de ser evacuados.

Charles Melton (en el centro) junto a un grupo de soldados encargados de una misión que se complica más de la cuenta

El sentido de esta película se explica en primer lugar desde el título. “Warfare”, su denominación original, es una palabra que en inglés se utiliza a menudo como sinónimo de guerra, pero si la tomamos a partir de sus componentes entendemos el uso de “fare” (costo, precio, tarifa) en su significado más literal y absoluto.

Tiempo de guerra, tal como se expone en una placa que precede a la trama, se basa en los recuerdos y las emociones de aquellos combatientes. Los vemos antes de los títulos finales en pantalla dividida: de un lado los personajes reales y del otro, los actores que los personifican. Pero algunos de ellos aparecen con el rostro oculto o deformado por la imagen, seguramente por razones de seguridad o privacidad. Otros quedan a la vista, sobre todo Ray Mendoza, exintegrante del Grupo SEAL y ahora codirector de este film junto a Alex Garland, con quien ya trabajó como asesor militar en Guerra civil.

La única manera de seguir la tensa y cada vez más enloquecedora trama de una misión que debe ser resuelta de un modo imprevisto es concentrarse en la acción sin interrupciones. La llegada directa de Tiempo de guerra al streaming puede ser un factor condicionante de ese efecto, porque la visión hogareña de cualquier film aparece siempre expuesta al riesgo de alguna interrupción.

El dolor de la guerra, en primerísimo plano

Hacer una pausa resulta tentador frente a la angustia y la incertidumbre que en circunstancias extremas deja expuestos a los personajes frente a nuestros ojos. Pero el precio que pagamos al parar y retomar la visión después de un rato puede ser alto: la experiencia inmersiva llevada al máximo cuando se siguen los acontecimientos en tiempo real puede perderse por completo si se frena por alguna razón. Es una pena, por lo tanto, que Tiempo de guerra no esté al alcance del espectador argentino en una sala de cine. En términos visuales, sonoros y sobre todo sensoriales, la película está concebida para que no dejemos ni un momento puesta la atención completa en lo que ocurre dentro de la pantalla.

La película que concibieron Mendoza y Garland nos muestra literalmente todo lo que pasa en una guerra del siglo XXI. No solo porque tropas bien pertrechadas suelen enfrentarse a rebeldes que disparan las armas más sofisticadas en ropa de calle y porque las poblaciones civiles también sufren todo el tiempo en carne propia cualquier efecto colateral (este último factor queda aquí muy bien expuesto).

Lo que nos dice este relato es que una guerra es la suma de pequeños momentos que pueden resultar catastróficos, que cualquier capacitación (hasta el más profesional) tal vez no sirva de nada tras el simple estallido de un explosivo artesanal y que el rescate in extremis de los efectivos seriamente heridos también quedan sujetos a un ovillo interminable de instancias y normas burocráticas.

No queda tiempo para tomar decisiones, pero para hacerlo no queda otra que esperar lo que se resuelva a cientos de kilómetros del foco de la acción. Y algo más: que el estrés post-traumático impacta hasta en el combatiente mejor preparado. El dolor físico y mental es intrínseco a ese espacio. Así lo entiende el excelente equipo de intérpretes comprometido en este proyecto, nombres bastante conocidos de las nuevas generaciones actorales: Will Poulter, Joseph Quinn, Charles Melton, Noah Centineo y la revelación de la excelente serie Reservoir Dogs, D’Paraoh Woon-A-Tai. Ellos también entendieron, poniendo el cuerpo y la cabeza en sentido pleno, que Tiempo de guerra no es una película bélica más.

Tiempo de guerra (Warfare, Estados Unidos-Reino Unido/2025). Dirección y guión: Ray Mendoza y Alex Garland. Fotografía: David J. Thompson. Edición: Fin Oates. Elenco: D’Pharaoh Woon-A-Tai, Cosmo Jarvis, Joseph Quinn, Will Poulter, Finn Bennett, Noah Centineo. Duración: 95 minutos. Disponible en Amazon Prime Video. Nuestra opinión: muy buena.

Tiempo de guerra es una película bélica distinta a todas las demás. Es posible que en la memoria del espectador aparezca de inmediato al verla alguna reminiscencia del cine de Kathryn Bigelow, pero ni La noche más oscura ni Vivir al límite, experiencias casi extremas de contacto directo con la realidad más inmediata, cruenta y devastadora de un conflicto armado de tanto impacto, llegaron tan lejos como en este caso.

Aquí no hace falta entender las razones que llevan al enfrentamiento o las circunstancias geopolíticas que lo configuran. Ni siquiera las historias de vida que aparecen detrás de cada uno de los combatientes, entrenados y mentalizados para ocupar la primera línea de fuego, aquella que reduce al mínimo los límites entre la vida y la muerte.

En Tiempo de guerra, la experiencia para quien observa esta dramatización de episodios ocurridos en noviembre de 2006 en el frente de la ciudad iraquí de Ramadi, lugar que las tropas norteamericanos atacan por considerarlo clave para desbaratar los planes de la organización terrorista Al-Qaeda, es completamente sensorial y visceral.

No vemos otra cosa que la secuencia completa en tiempo real de lo que pasa a partir del momento en que un grupo comando de expertos francotiradores del grupo SEAL ocupa posiciones de apoyo al operativo que lleva a cabo un batallón de Marines en una zona urbana llena de supuestos insurgentes y aliados de Al- Qaeda.

La trama apenas supera los 90 minutos, pero ese breve tiempo real resulta una eternidad para los protagonistas y, por extensión, también para los espectadores, sobre todo desde el momento en que una fuerte explosión interrumpe el desarrollo de una misión rutinaria (solo se ven hasta allí desplazamientos, órdenes, momentos de espera y comunicaciones radiales) y a partir de ese momento todo se convierte en caos, gritos desgarradores, cuerpos despedazados y sobrevivientes que buscan con desesperación la oportunidad de ser evacuados.

Charles Melton (en el centro) junto a un grupo de soldados encargados de una misión que se complica más de la cuenta

El sentido de esta película se explica en primer lugar desde el título. “Warfare”, su denominación original, es una palabra que en inglés se utiliza a menudo como sinónimo de guerra, pero si la tomamos a partir de sus componentes entendemos el uso de “fare” (costo, precio, tarifa) en su significado más literal y absoluto.

Tiempo de guerra, tal como se expone en una placa que precede a la trama, se basa en los recuerdos y las emociones de aquellos combatientes. Los vemos antes de los títulos finales en pantalla dividida: de un lado los personajes reales y del otro, los actores que los personifican. Pero algunos de ellos aparecen con el rostro oculto o deformado por la imagen, seguramente por razones de seguridad o privacidad. Otros quedan a la vista, sobre todo Ray Mendoza, exintegrante del Grupo SEAL y ahora codirector de este film junto a Alex Garland, con quien ya trabajó como asesor militar en Guerra civil.

La única manera de seguir la tensa y cada vez más enloquecedora trama de una misión que debe ser resuelta de un modo imprevisto es concentrarse en la acción sin interrupciones. La llegada directa de Tiempo de guerra al streaming puede ser un factor condicionante de ese efecto, porque la visión hogareña de cualquier film aparece siempre expuesta al riesgo de alguna interrupción.

El dolor de la guerra, en primerísimo plano

Hacer una pausa resulta tentador frente a la angustia y la incertidumbre que en circunstancias extremas deja expuestos a los personajes frente a nuestros ojos. Pero el precio que pagamos al parar y retomar la visión después de un rato puede ser alto: la experiencia inmersiva llevada al máximo cuando se siguen los acontecimientos en tiempo real puede perderse por completo si se frena por alguna razón. Es una pena, por lo tanto, que Tiempo de guerra no esté al alcance del espectador argentino en una sala de cine. En términos visuales, sonoros y sobre todo sensoriales, la película está concebida para que no dejemos ni un momento puesta la atención completa en lo que ocurre dentro de la pantalla.

La película que concibieron Mendoza y Garland nos muestra literalmente todo lo que pasa en una guerra del siglo XXI. No solo porque tropas bien pertrechadas suelen enfrentarse a rebeldes que disparan las armas más sofisticadas en ropa de calle y porque las poblaciones civiles también sufren todo el tiempo en carne propia cualquier efecto colateral (este último factor queda aquí muy bien expuesto).

Lo que nos dice este relato es que una guerra es la suma de pequeños momentos que pueden resultar catastróficos, que cualquier capacitación (hasta el más profesional) tal vez no sirva de nada tras el simple estallido de un explosivo artesanal y que el rescate in extremis de los efectivos seriamente heridos también quedan sujetos a un ovillo interminable de instancias y normas burocráticas.

No queda tiempo para tomar decisiones, pero para hacerlo no queda otra que esperar lo que se resuelva a cientos de kilómetros del foco de la acción. Y algo más: que el estrés post-traumático impacta hasta en el combatiente mejor preparado. El dolor físico y mental es intrínseco a ese espacio. Así lo entiende el excelente equipo de intérpretes comprometido en este proyecto, nombres bastante conocidos de las nuevas generaciones actorales: Will Poulter, Joseph Quinn, Charles Melton, Noah Centineo y la revelación de la excelente serie Reservoir Dogs, D’Paraoh Woon-A-Tai. Ellos también entendieron, poniendo el cuerpo y la cabeza en sentido pleno, que Tiempo de guerra no es una película bélica más.

 La experiencia inmersiva frente a un episodio narrado en tiempo real, ocurrido en Irak en 2006, resulta casi completa  LA NACION

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