Solana Sierra, otro milagro solitario del tenis argentino: pelotas con dibujitos, aquel consejo de Vilas y su salto en Wimbledon

Omar Sierra es sanjuanino. Y su esposa, Marta Canevello, tandilense. Al margen de sus profesiones (él, vinculado al rubro de sistemas; ella, veterinaria), comparten la pasión por el paracaidismo; él, incluso, se recibió de instructor. La pareja se instaló en Mar del Plata, en el barrio Constitución, y el 17 de junio de 2004 nació la primera -y única- hija de ambos: Solana Sierra, que desde muy chica tuvo una energía abrumadora. Una de las actuales protagonistas de la tercera ronda de Wimbledon, Grand Slam al que ingresó como lucky loser siendo N° 100 del mundo y del que saldrá, el menos, como top 80, era “intensa y demandante”. Según sus padres, se turnaban para entretenerla y llevarla a las diversas actividades: terminaban agotados, y ella intacta. Natación, danza (bailaba en todos los actos del colegio) y hasta un poco de básquetbol fueron parte del día a día en la infancia.
“¿Qué otro deporte podría hacer?”, pensó Omar, buscando más incentivos para su hija. Y surgió el tenis. Cuando ella tenía dos años, alquilaba media hora una cancha de pádel, llevaba un canasto con pelotitas (algunas, con menos presión) y se las arrojaba a Solana para que le pegara. Estimulaba a la nena dibujándole caras a las pelotitas y haciéndole creer que jugaba contra un muñeco de peluche que él mismo sostenía con la mano que no empuñaba la raqueta.
“Se divertía mucho; no paraba. Siempre fuimos de clase media y como padres pudimos tener tiempo para dedicarle a ella. Ayudó que fuera hija única; nos pudimos enfocar más. Aunque tiene doce primos que son como sus hermanos. Jugando los torneos nos recorrimos todo el país”, rememora Omar, comunicado con LA NACION desde Mar del Plata, mientras padece los cortes de gas que tiene la ciudad balnearia y de los que Solana se enteró viendo la tapa del jueves del diario La Capital, que destaca su gran éxito del día anterior: su primer gran triunfo en el circuito, ante la inglesa Katie Boulter en el mítico Wimbledon.
Solana, jugando al tenis con 3 años
Entusiasmada, Solana comenzó a tomar clases a los cinco años en el club Teléfonos, en la escuela dirigida por Bettina Fulco (23° en 1988). Allí se desarrolló y permaneció hasta los nueve, cuando pasó a Once Unidos, con Hernán Cortez como entrenador. “Bettina le hacía practicar la volea como la de las Williams, bien agresiva. Y el cambio de juego, con un estilo ofensivo y de pura potencia, lo incentivó Hernán”, apunta el papá de Solana. Recuerda que en ese período de adaptación a la competencia hubo momentos espinosos y “perdió muchos partidos”, porque las rivales le jugaban con otra táctica, “tirándole la pelota para arriba”, esperando que fallara. Pero ella no se frustró, ya que el estilo agresivo para pegarle a la pelota y buscar el punto estaban en su ADN.
Solana fue en forma presencial a la escuela hasta la mitad del segundo año del secundario; luego terminó en Seadea, el sistema de educación a distancia. “No pudo seguir en el colegio presencial. Eran las once de la noche y estaba haciendo las tareas. No podía más, entonces, por más que no estábamos convencidos, siguió estudiando a distancia”, explica Omar.
“En 2015 la llevé a que viera a las hermanas Serena y Venus Williams, cuando vinieron a Argentina a jugar la Fed Cup; eran sus referentes, como ahora lo es Aryna Sabalenka. Además, cuando tenía 14 años, estando en torneos de Cosat, yo la llevaba a que viera a las chicas de 17, para que supiera qué le esperaba y cómo tenía que jugar”, recapitula el papá de la jugadora que este viernes en el All England se medirá con la española Cristina Bucsa (102°).
Solana llegó a ser número uno del país en las categorías Sub 12 y Sub 14. Llegó a enfrentar alguna vez a Andanin Vilas, la hija mayor de Guillermo, un año mayor que Solana, en torneos G3. “Una vez estábamos en un torneo en Olavarría y de lejos la veo a Solana hablando con Vilas. Cuando Guillermo se va, me acerco a ella, le pregunto si sabía quién era y qué le había dicho. ‘Me dijo que le gustaba mucho cómo jugaba y que siempre recordara que el tenis es sacrificio, sacrificio y sacrificio. Me lo dijo tres veces, papá’”, recuerda Omar.
Solana fue número 7 del mundo en juniors (en 2022) y finalista de Roland Garros en la categoría; se entrenó un período en Barcelona con Carlos Rampello (formador de Nadia Podoroska), en Canning con Emilio Arisqueta y el año pasado en la academia de Sebastián Gutiérrez en GEBA (con Javier Frana presente también).
Si hay algo que enorgullece al papá es no haber caído en los clásicos contratos leoninos del tenis (esos que atan y asfixian a los tenistas, obligados a devolver el dinero durante diez años) para tener recursos económicos para solventar la carrera de su hija. “Una vez me contaron que el 90% de los tenistas argentinos, en algún momento, tuvieron que hacerlo. A mí se me acercaron inversores, pero me resistí. Solana es una excepción y está totalmente liberada. Movimos cielo y tierra para poder bancarla”, afirma el padre de la mejor tenista nacional.
Sierra nunca tuvo apoyo oficial de la Asociación Argentina de Tenis. Sí se ganó la beca de la Federación Internacional de Tenis en más de una oportunidad, que le otorga 25.000 dólares al año y la ayudó a encarar las giras.
En lo deportivo, Sierra tampoco se sintió protegida por la conducción del equipo argentino de la BJK Cup (Mercedes Paz y Florencia Labat), cuando en noviembre de 2022, con 18 años, le dieron la pesada responsabilidad de jugar el cuarto punto de la serie ante Brasil, en Tucumán, estando match point en contra (1-2), en lugar de que su lugar lo ocupara una jugadora más experimentada. Esa mala experiencia le dejó una huella, pero así y todo regresó al equipo.
“Solana es una aguja en un pajar”, dice Omar. El desarrollo del tenis femenino en la Argentina es muchísimo más dificultoso que el de los hombres. Un ejemplo lo dice todo: en enero pasado la AAT puso en marcha la “Beca Galperín al Mérito”, una iniciativa destinada a apoyar económicamente a jóvenes jugadores, con US$ 60.000 para el ganador y US$ 40.000 para el segundo, pero únicamente para los varones. El beneficio -por ahora- no es para las mujeres.
Vaya curiosidad. En un país productor de tenistas campeones como la Argentina, Sierra, una de las grandes sorpresas de Wimbledon 2025, se entrena en el exterior: desde marzo pasado hace base en la academia de Rafael Nadal, en Manacor, manteniendo su preparación física con el equipo de Sportslab, que lidera Martiniano Orazi, ex PF de Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman, entre otros, actualmente con Sebastián Báez. El tenis, más allá de los slogans, muchas veces no es hermoso y los jugadores jóvenes (y sus familias) tienen que profundizar la creatividad para tratar de evolucionar y dar el salto añorado, la misma historia que paradójicamente vivieron los jugadores de la Legión que hoy conducen la AAT.
Hoy, Solana halló en esa porción de España un lugar para seguir potenciándose. ¿Cómo llegó la marplatense a la escuela de Rafa? Tras finalizar el vínculo con la academia de Gutiérrez, Omar Sierra recordó sus antiguas charlas con el coach brasileño Daniel Gomez da Costa, que trabaja en la Rafa Nadal Academy con la sorprendente filipina Alex Eala (20 años, 56° de la WTA), y le planteó la idea de llevar a su hija allí. Tras el visto bueno del argentino Gustavo Marcaccio, que trabaja en la academia, Solana viajó para “una prueba” de una semana y, tras la misma, todos quedaron conformes y contentos; el vínculo se prolongó. Cuando está allí tiene un auto a disposición y suele alquilar un departamento en Manacor; se encontró con el propio Nadal en el gimnasio, escuchó consejos de Toni Nadal y, en Londres, está acompañada por el coach portugués Miguel Fragoso, de la academia del catorce veces campeón de Roland Garros.
De las 101 mejores tenistas del ranking, sólo diez tienen 21 años o menos: una de ellas es Sierra. Pero a diferencia de la argentina, la mayoría pertenece a países (y federaciones) con mayores recursos, infraestructura y apoyo (de Estados Unidos, Canadá y Australia, por ejemplo); muchas fueron captadas, además, por los tentáculos de las grandes empresas de representación. La bonaerense está viviendo un sueño en Londres, pero a la distancia extraña a su adorado caniche Tino; su papá la consintió enviándole videos del perrito. Solana Sierra está en las nubes; ella es, sin dudas, otro caso del “milagroso” tenis argentino.
Omar Sierra es sanjuanino. Y su esposa, Marta Canevello, tandilense. Al margen de sus profesiones (él, vinculado al rubro de sistemas; ella, veterinaria), comparten la pasión por el paracaidismo; él, incluso, se recibió de instructor. La pareja se instaló en Mar del Plata, en el barrio Constitución, y el 17 de junio de 2004 nació la primera -y única- hija de ambos: Solana Sierra, que desde muy chica tuvo una energía abrumadora. Una de las actuales protagonistas de la tercera ronda de Wimbledon, Grand Slam al que ingresó como lucky loser siendo N° 100 del mundo y del que saldrá, el menos, como top 80, era “intensa y demandante”. Según sus padres, se turnaban para entretenerla y llevarla a las diversas actividades: terminaban agotados, y ella intacta. Natación, danza (bailaba en todos los actos del colegio) y hasta un poco de básquetbol fueron parte del día a día en la infancia.
“¿Qué otro deporte podría hacer?”, pensó Omar, buscando más incentivos para su hija. Y surgió el tenis. Cuando ella tenía dos años, alquilaba media hora una cancha de pádel, llevaba un canasto con pelotitas (algunas, con menos presión) y se las arrojaba a Solana para que le pegara. Estimulaba a la nena dibujándole caras a las pelotitas y haciéndole creer que jugaba contra un muñeco de peluche que él mismo sostenía con la mano que no empuñaba la raqueta.
“Se divertía mucho; no paraba. Siempre fuimos de clase media y como padres pudimos tener tiempo para dedicarle a ella. Ayudó que fuera hija única; nos pudimos enfocar más. Aunque tiene doce primos que son como sus hermanos. Jugando los torneos nos recorrimos todo el país”, rememora Omar, comunicado con LA NACION desde Mar del Plata, mientras padece los cortes de gas que tiene la ciudad balnearia y de los que Solana se enteró viendo la tapa del jueves del diario La Capital, que destaca su gran éxito del día anterior: su primer gran triunfo en el circuito, ante la inglesa Katie Boulter en el mítico Wimbledon.
Solana, jugando al tenis con 3 años
Entusiasmada, Solana comenzó a tomar clases a los cinco años en el club Teléfonos, en la escuela dirigida por Bettina Fulco (23° en 1988). Allí se desarrolló y permaneció hasta los nueve, cuando pasó a Once Unidos, con Hernán Cortez como entrenador. “Bettina le hacía practicar la volea como la de las Williams, bien agresiva. Y el cambio de juego, con un estilo ofensivo y de pura potencia, lo incentivó Hernán”, apunta el papá de Solana. Recuerda que en ese período de adaptación a la competencia hubo momentos espinosos y “perdió muchos partidos”, porque las rivales le jugaban con otra táctica, “tirándole la pelota para arriba”, esperando que fallara. Pero ella no se frustró, ya que el estilo agresivo para pegarle a la pelota y buscar el punto estaban en su ADN.
Solana fue en forma presencial a la escuela hasta la mitad del segundo año del secundario; luego terminó en Seadea, el sistema de educación a distancia. “No pudo seguir en el colegio presencial. Eran las once de la noche y estaba haciendo las tareas. No podía más, entonces, por más que no estábamos convencidos, siguió estudiando a distancia”, explica Omar.
“En 2015 la llevé a que viera a las hermanas Serena y Venus Williams, cuando vinieron a Argentina a jugar la Fed Cup; eran sus referentes, como ahora lo es Aryna Sabalenka. Además, cuando tenía 14 años, estando en torneos de Cosat, yo la llevaba a que viera a las chicas de 17, para que supiera qué le esperaba y cómo tenía que jugar”, recapitula el papá de la jugadora que este viernes en el All England se medirá con la española Cristina Bucsa (102°).
Solana llegó a ser número uno del país en las categorías Sub 12 y Sub 14. Llegó a enfrentar alguna vez a Andanin Vilas, la hija mayor de Guillermo, un año mayor que Solana, en torneos G3. “Una vez estábamos en un torneo en Olavarría y de lejos la veo a Solana hablando con Vilas. Cuando Guillermo se va, me acerco a ella, le pregunto si sabía quién era y qué le había dicho. ‘Me dijo que le gustaba mucho cómo jugaba y que siempre recordara que el tenis es sacrificio, sacrificio y sacrificio. Me lo dijo tres veces, papá’”, recuerda Omar.
Solana fue número 7 del mundo en juniors (en 2022) y finalista de Roland Garros en la categoría; se entrenó un período en Barcelona con Carlos Rampello (formador de Nadia Podoroska), en Canning con Emilio Arisqueta y el año pasado en la academia de Sebastián Gutiérrez en GEBA (con Javier Frana presente también).
Si hay algo que enorgullece al papá es no haber caído en los clásicos contratos leoninos del tenis (esos que atan y asfixian a los tenistas, obligados a devolver el dinero durante diez años) para tener recursos económicos para solventar la carrera de su hija. “Una vez me contaron que el 90% de los tenistas argentinos, en algún momento, tuvieron que hacerlo. A mí se me acercaron inversores, pero me resistí. Solana es una excepción y está totalmente liberada. Movimos cielo y tierra para poder bancarla”, afirma el padre de la mejor tenista nacional.
Sierra nunca tuvo apoyo oficial de la Asociación Argentina de Tenis. Sí se ganó la beca de la Federación Internacional de Tenis en más de una oportunidad, que le otorga 25.000 dólares al año y la ayudó a encarar las giras.
En lo deportivo, Sierra tampoco se sintió protegida por la conducción del equipo argentino de la BJK Cup (Mercedes Paz y Florencia Labat), cuando en noviembre de 2022, con 18 años, le dieron la pesada responsabilidad de jugar el cuarto punto de la serie ante Brasil, en Tucumán, estando match point en contra (1-2), en lugar de que su lugar lo ocupara una jugadora más experimentada. Esa mala experiencia le dejó una huella, pero así y todo regresó al equipo.
“Solana es una aguja en un pajar”, dice Omar. El desarrollo del tenis femenino en la Argentina es muchísimo más dificultoso que el de los hombres. Un ejemplo lo dice todo: en enero pasado la AAT puso en marcha la “Beca Galperín al Mérito”, una iniciativa destinada a apoyar económicamente a jóvenes jugadores, con US$ 60.000 para el ganador y US$ 40.000 para el segundo, pero únicamente para los varones. El beneficio -por ahora- no es para las mujeres.
Vaya curiosidad. En un país productor de tenistas campeones como la Argentina, Sierra, una de las grandes sorpresas de Wimbledon 2025, se entrena en el exterior: desde marzo pasado hace base en la academia de Rafael Nadal, en Manacor, manteniendo su preparación física con el equipo de Sportslab, que lidera Martiniano Orazi, ex PF de Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman, entre otros, actualmente con Sebastián Báez. El tenis, más allá de los slogans, muchas veces no es hermoso y los jugadores jóvenes (y sus familias) tienen que profundizar la creatividad para tratar de evolucionar y dar el salto añorado, la misma historia que paradójicamente vivieron los jugadores de la Legión que hoy conducen la AAT.
Hoy, Solana halló en esa porción de España un lugar para seguir potenciándose. ¿Cómo llegó la marplatense a la escuela de Rafa? Tras finalizar el vínculo con la academia de Gutiérrez, Omar Sierra recordó sus antiguas charlas con el coach brasileño Daniel Gomez da Costa, que trabaja en la Rafa Nadal Academy con la sorprendente filipina Alex Eala (20 años, 56° de la WTA), y le planteó la idea de llevar a su hija allí. Tras el visto bueno del argentino Gustavo Marcaccio, que trabaja en la academia, Solana viajó para “una prueba” de una semana y, tras la misma, todos quedaron conformes y contentos; el vínculo se prolongó. Cuando está allí tiene un auto a disposición y suele alquilar un departamento en Manacor; se encontró con el propio Nadal en el gimnasio, escuchó consejos de Toni Nadal y, en Londres, está acompañada por el coach portugués Miguel Fragoso, de la academia del catorce veces campeón de Roland Garros.
De las 101 mejores tenistas del ranking, sólo diez tienen 21 años o menos: una de ellas es Sierra. Pero a diferencia de la argentina, la mayoría pertenece a países (y federaciones) con mayores recursos, infraestructura y apoyo (de Estados Unidos, Canadá y Australia, por ejemplo); muchas fueron captadas, además, por los tentáculos de las grandes empresas de representación. La bonaerense está viviendo un sueño en Londres, pero a la distancia extraña a su adorado caniche Tino; su papá la consintió enviándole videos del perrito. Solana Sierra está en las nubes; ella es, sin dudas, otro caso del “milagroso” tenis argentino.
La historia de la marplatense de 21 años, que entró en en el Grand Slam inglés como lucky loser y este viernes disputará la tercera ronda LA NACION