El rompecabezas que complica a Milei

“Jodan todo lo que quieran. Los espero el 11 de diciembre”, amenazó Javier Milei después de una semana para el olvido en el Congreso y más allá. La frase no solo trasunta una confianza extrema del Presidente en el futuro inmediato, sino que es también el látigo con el que pretende mantener a raya a quienes lo desafían para acortar el tiempo que le queda hasta el recambio parlamentario sin tantos sobresaltos.
Será una tarea compleja. No solo por la diversidad de actores y asuntos con los que deberá lidiar durante cinco meses, que en la Argentina de la fragilidad y la provisionalidad suelen ser mucho más largos que lo que indican el calendario y el reloj.
El Gobierno está frente a un rompecabezas tridimensional en el que debe acomodar cientos de piezas de diferente tamaño y espesor sin contar con un manual para cada movida, ni con un equipo ensamblado, con los atributos desarrollados para ello.
Los últimos días de complicaciones le demostraron a Milei y los suyos que el armado electoral, la gestión de gobierno y la construcción de poder son tres dimensiones de ensamblaje complejo que corren en simultáneo. Más aún cuando se pretende hacer encajar las piezas a los golpes y en un marco que carece de toda flexibilidad, por voluntad propia y diseño estructural.
Por eso, desde la misma noche fatídica del jueves pasado, cuando el Senado le asestó tres duros golpes con incidencia en las cuentas públicas y en su capital político, el pequeño y no siempre funcional equipo de gestión política y estrategia que rodea al Presidente empezó a recalcular y a revisar la hoja de ruta para transitar hasta llegar a ese 11 de diciembre,
Casi al mismo tiempo que se repasaba el armado de listas en distintos distritos, empezando por la crucial provincia de Buenos Aires, comenzaron a lanzarse señales conciliatorias. El objetivo era acercar a varios gobernadores, que hasta hace nada fueron aliados, a los que el propio Presidente, su hermana y su ministro de Economía, por razones y funciones diferentes, habían terminado por poner en el bando de los adversarios. A pesar de los esfuerzos para mitigar daños del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y las opiniones del superasesor Santiago Caputo.
No tuvieron correlato en la realidad la bravata de mediano plazo del Presidente y la provocadora afirmación de Caputo (Toto), en su flamante rol de pendenciero, que consideró que la sanción del Senado de la recomposición de los haberes jubilatorios y la prórroga de la moratoria previsional no eran malas noticias, sino todo lo contrario. Una oportuna sobreactuación para borrar sus supuestos pronósticos apocalípticos, que un publicista amigo del Presidente había difundido.
La urgencia mayor por esas horas radicaba en reencauzar diálogos para que al menos cinco senadores que votaron por la recomposición de los haberes jubilatorios cambien de posición y lograr que el anunciado veto presidencial no sea rechazado por la Cámara alta. En esa planilla figuran los tres representantes de Corrientes y los dos radicales de Santa Fe, que en la votación en particular se pronunciaron en contra de algunos artículos. Ahí tienen un atajo.
Sin embargo el Gobierno deberá trabajar duro, cumplir promesas incumplidas y revisar la táctica electoral en cada provincia. El caso de Corrientes es el más notorio. Las exigencias de Karina Milei y su íntimo colaborador Eduardo “Lule” Menem terminaron por romper la probable alianza provincial con los libertarios que el mandamás correntino Gustavo Valdés estaba dispuesto a sellar en línea con la asistencia que le venía prestando al oficialismo con sus legisladores nacionales.
El diálogo con Javier Milei nunca se rompió pero la relación se enfrió. “Gustavo y el Presidente nunca dejaron de hablar. El problema es el incumplimiento de cosas acordadas. Así que si no hay explicación del problema que ocasiona el aumento previsional, los senadores correntinos van a rechazar el veto”, afirma uno de los hombres de más confianza del gobernador. Las condicionalidades expuestas demuestran que todavía están para revisar posiciones. Pero no gratis. Ahora, los libertarios correntinos prenden velas al Gauchito Gil para no ser el pato de una boda de apuro y por conveniencia.
El futuro del Gabinete ya llegó
En el mismo tablero se puso también el rediseño del Gabinete y de algunos lugares claves en agencias del Estado que se vislumbran para después de las elecciones legislativas nacionales. Es parte del diálogo con el macrismo y algo más para el cierre de candidaturas de legisladores provinciales y nacionales, que se terminarán de acordar en las 48 horas previas a la inscripción de las listas bonaerenses. La fecha y hora límite es la medianoche del sábado.
En el juego de nombres para el próximo equipo de gobierno, el intendente de Mar de Plata, Guillermo Montenegro, es número puesto (si le cumplen) para reemplazar a Mariano Cúneo Libarona en Justicia, aunque antes debería dar una prueba de amor y encabezar la nómina de postulantes a diputados provinciales por la quinta sección electoral.
También se ubica en la lista de acreedores con futuro de posible de funcionario Diego Santilli, otro precoz violetero, que antes ocuparía el tercer lugar en la lista libertaria de candidatos a diputados nacionales. El primer lugar Milei se lo prometió al pendenciero diputado José Luis Espert, a quien las chicas y los chicos camporistas le hicieron un favor con el condenable escrache bostero en el frente de su domicilio.
En un doble cambio de roles, también suena para sumarse al Gabinete el actual vocero presidencial y diputado electo porteño, Manuel Adorni, a quien algunos pronostican un sonoro ascenso para reemplazar a Francos en la jefatura de Gabinete.
“Manuel no seguirá como vocero, lo que no quiere decir que asumirá como legislador. Pero su candidatura no habrá sido testimonial porque irá a cumplir una tarea de mayor responsabilidad”, justifica con particular lógica uno de los funcionarios de confianza del Presidente, que suele participar de decisiones políticas.
Acuerdos bonaerenses
En este complejo rompecabezas por armar, donde las piezas se superponen y yuxtaponen, el cierre bonaerense y la asignación de las cabezas de listas en las ocho secciones electorales ocupa un lugar más que relevante. Aunque algunas son mucho más importantes que otras.
Ese es el caso de la primera sección electoral, la más poblada. Ahí tendría reservado el primera lugar el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela. Cobraría haber renegado prematuramente del color amarillo. Un monotributista exitoso.
En esta sección, que abarca el heterogéneo noroeste del conurbano, el frente libertario no solo está obligado a ganar sino a hacer una buena diferencia por sobre el perokirchnerismo para concretar su objetivo de ser la fuerza más votada en la provincia. En la sección que le sigue en cantidad de votantes (la tercera) los pronósticos más halagüeños para el oficialismo le asignan, en el mejor de los casos, solo un virtual empate.
Para ese objetivo también trabajan algunos actores que dicen tener más interés en que el peronismo pierda en su bastión que afinidades con el Gobierno. Como el titular de la UCR bonaerense, Maximiliano Abad. Con ese argumento, el senador tomaría distancia del más que diverso combinado Somos Buenos Aires (aunque algunos de sus referentes locales sí terminen integrándolo) y en el que están (hasta ahora) peronistas no kirchneristas, el diputado Facundo Manes, una filial del cordobesismo, algunos otros radicales, la Coalición Cívica y el GEN de Margarita Stolbizer, entre otros.
Lo curioso es que a las muchas dificultades que existen para amalgamar tantos espacios (y egos), además de la misión casi imposible de conseguir financiamiento para hacer proselitismo, se han sumado presiones, quites de colaboraciones prometidas y campañas de ninguneo desde el lado libertario-macrista y del perokirchnerismo-massista.
La explicación hay que buscarla en que la heterogeneidad de Somos Buenos Aires podría restarle a los dos grandes polos algunos puntos porcentuales vitales en ciertos distritos, a pesar de que la chances de esta nueva versión de la avenida del medio asoman escasas. Habrá que ver quién y cuántos siguen el sábado en ese conglomerado después de estar tan expuestos a más fuerzas centrífugas que centrípetas.
A este cúmulo de pequeños y grandes detalles está obligado a prestar atención un oficialismo más entrenado en romper que en construir, con nacientes y crecientes diferencias internas, más proclive a las miradas monofocales que a desarrollar visiones multidimensionales, además de estar expuesto a situaciones que amenazan las frágiles estabilidades alcanzadas, tanto en el plano económico como político y social.
Por eso, la esquina del 11 de diciembre, donde el Presidente dice que esperará a los muchos adversarios que ha conseguido construir, todavía queda demasiado lejos. Y cuesta mucho poder vislumbrar la magnitud y solidez de sus contornos.
El optimista 45% de los votos con el que el Gobierno espera ser revalidado en la elección nacional de octubre no es garantía de un cambio en la ecuación del poder. Por lo pronto, en el Congreso “solo cambiaría la plata de bolsillo”, como dice un virtual socio de los libertarios en la Cámara baja. Los casi 90 diputados que hoy suma entre propios y aliados no serían más. Solo estarían bajo el paraguas violeta. De todas maneras, hay voces que alertan que lo más probable es que no haya un solo bloque de la alianza oficialista sino un interbloque, donde se deberán negociar proyectos y posicionamientos. Nada muy distinto de lo de hoy.
“La rendición no es suicidio”, advierte un alto dirigente amarillo devenido en violeta, que ayer se ocupó de difundir la imagen subida por Mauricio Macri a sus redes en la que se lo ve saludando a su amigo Donald Trump. Una forma de decir que su lejanía del cierre de alianzas no implica haberse retirado y que conserva relaciones muy influyentes.
En sus mochilas, varios macristas (y también radicales prolibertarios) guardan paracaídas. Sus expectativas a mediano plazo son más escépticas que las de Milei y los suyos. Además, nunca se van a dormir tranquilos. Hasta los más mileístas de los no mileístas se quejan de que los humores presidenciales y de algunos de sus principales colaboradores son tan volubles, como gaseosas suelen ser su palabra y sus promesas.
En esas prevenciones, que conviven con los proyectos personales y partidarios de todos los no libertarios a los que el Presidente necesita sumar para encarar la última parte de su mandato, radican más dudas que el oficialismo rechaza.
“Los gobernadores nos van a necesitar para llegar bien al 2027. Así que los vamos a tener con nosotros”, se jactan muy cerca de Milei. Para llegar a esa playa deberán reconstruir varios puentes. En las provincias ponen esa demanda en primer plano y esperan que sus interlocutores de la Casa Rosada cumplan las recompensas prometidas para que sus legisladores blinden les vetos que el Presidente anunció para dejar sin efecto las leyes que muchos de ellos ayudaron a sancionar.
El Gobierno requerirá de instrumentos de precisión para armar ese rompecabezas sin que se le desarmen las bases que lo sostienen ni vuelva a romper lo que construye.
No le faltan recursos ni gente dispuesta a ayudarlo, a pesar suyo. Tampoco es solo cuestión de plata, aunque en buena medida lo sea. Como le gusta decir a Milei, “no hay almuerzo gratis”. Ahora lo repiten los dueños de los votos en el Congreso.
“Jodan todo lo que quieran. Los espero el 11 de diciembre”, amenazó Javier Milei después de una semana para el olvido en el Congreso y más allá. La frase no solo trasunta una confianza extrema del Presidente en el futuro inmediato, sino que es también el látigo con el que pretende mantener a raya a quienes lo desafían para acortar el tiempo que le queda hasta el recambio parlamentario sin tantos sobresaltos.
Será una tarea compleja. No solo por la diversidad de actores y asuntos con los que deberá lidiar durante cinco meses, que en la Argentina de la fragilidad y la provisionalidad suelen ser mucho más largos que lo que indican el calendario y el reloj.
El Gobierno está frente a un rompecabezas tridimensional en el que debe acomodar cientos de piezas de diferente tamaño y espesor sin contar con un manual para cada movida, ni con un equipo ensamblado, con los atributos desarrollados para ello.
Los últimos días de complicaciones le demostraron a Milei y los suyos que el armado electoral, la gestión de gobierno y la construcción de poder son tres dimensiones de ensamblaje complejo que corren en simultáneo. Más aún cuando se pretende hacer encajar las piezas a los golpes y en un marco que carece de toda flexibilidad, por voluntad propia y diseño estructural.
Por eso, desde la misma noche fatídica del jueves pasado, cuando el Senado le asestó tres duros golpes con incidencia en las cuentas públicas y en su capital político, el pequeño y no siempre funcional equipo de gestión política y estrategia que rodea al Presidente empezó a recalcular y a revisar la hoja de ruta para transitar hasta llegar a ese 11 de diciembre,
Casi al mismo tiempo que se repasaba el armado de listas en distintos distritos, empezando por la crucial provincia de Buenos Aires, comenzaron a lanzarse señales conciliatorias. El objetivo era acercar a varios gobernadores, que hasta hace nada fueron aliados, a los que el propio Presidente, su hermana y su ministro de Economía, por razones y funciones diferentes, habían terminado por poner en el bando de los adversarios. A pesar de los esfuerzos para mitigar daños del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y las opiniones del superasesor Santiago Caputo.
No tuvieron correlato en la realidad la bravata de mediano plazo del Presidente y la provocadora afirmación de Caputo (Toto), en su flamante rol de pendenciero, que consideró que la sanción del Senado de la recomposición de los haberes jubilatorios y la prórroga de la moratoria previsional no eran malas noticias, sino todo lo contrario. Una oportuna sobreactuación para borrar sus supuestos pronósticos apocalípticos, que un publicista amigo del Presidente había difundido.
La urgencia mayor por esas horas radicaba en reencauzar diálogos para que al menos cinco senadores que votaron por la recomposición de los haberes jubilatorios cambien de posición y lograr que el anunciado veto presidencial no sea rechazado por la Cámara alta. En esa planilla figuran los tres representantes de Corrientes y los dos radicales de Santa Fe, que en la votación en particular se pronunciaron en contra de algunos artículos. Ahí tienen un atajo.
Sin embargo el Gobierno deberá trabajar duro, cumplir promesas incumplidas y revisar la táctica electoral en cada provincia. El caso de Corrientes es el más notorio. Las exigencias de Karina Milei y su íntimo colaborador Eduardo “Lule” Menem terminaron por romper la probable alianza provincial con los libertarios que el mandamás correntino Gustavo Valdés estaba dispuesto a sellar en línea con la asistencia que le venía prestando al oficialismo con sus legisladores nacionales.
El diálogo con Javier Milei nunca se rompió pero la relación se enfrió. “Gustavo y el Presidente nunca dejaron de hablar. El problema es el incumplimiento de cosas acordadas. Así que si no hay explicación del problema que ocasiona el aumento previsional, los senadores correntinos van a rechazar el veto”, afirma uno de los hombres de más confianza del gobernador. Las condicionalidades expuestas demuestran que todavía están para revisar posiciones. Pero no gratis. Ahora, los libertarios correntinos prenden velas al Gauchito Gil para no ser el pato de una boda de apuro y por conveniencia.
El futuro del Gabinete ya llegó
En el mismo tablero se puso también el rediseño del Gabinete y de algunos lugares claves en agencias del Estado que se vislumbran para después de las elecciones legislativas nacionales. Es parte del diálogo con el macrismo y algo más para el cierre de candidaturas de legisladores provinciales y nacionales, que se terminarán de acordar en las 48 horas previas a la inscripción de las listas bonaerenses. La fecha y hora límite es la medianoche del sábado.
En el juego de nombres para el próximo equipo de gobierno, el intendente de Mar de Plata, Guillermo Montenegro, es número puesto (si le cumplen) para reemplazar a Mariano Cúneo Libarona en Justicia, aunque antes debería dar una prueba de amor y encabezar la nómina de postulantes a diputados provinciales por la quinta sección electoral.
También se ubica en la lista de acreedores con futuro de posible de funcionario Diego Santilli, otro precoz violetero, que antes ocuparía el tercer lugar en la lista libertaria de candidatos a diputados nacionales. El primer lugar Milei se lo prometió al pendenciero diputado José Luis Espert, a quien las chicas y los chicos camporistas le hicieron un favor con el condenable escrache bostero en el frente de su domicilio.
En un doble cambio de roles, también suena para sumarse al Gabinete el actual vocero presidencial y diputado electo porteño, Manuel Adorni, a quien algunos pronostican un sonoro ascenso para reemplazar a Francos en la jefatura de Gabinete.
“Manuel no seguirá como vocero, lo que no quiere decir que asumirá como legislador. Pero su candidatura no habrá sido testimonial porque irá a cumplir una tarea de mayor responsabilidad”, justifica con particular lógica uno de los funcionarios de confianza del Presidente, que suele participar de decisiones políticas.
Acuerdos bonaerenses
En este complejo rompecabezas por armar, donde las piezas se superponen y yuxtaponen, el cierre bonaerense y la asignación de las cabezas de listas en las ocho secciones electorales ocupa un lugar más que relevante. Aunque algunas son mucho más importantes que otras.
Ese es el caso de la primera sección electoral, la más poblada. Ahí tendría reservado el primera lugar el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela. Cobraría haber renegado prematuramente del color amarillo. Un monotributista exitoso.
En esta sección, que abarca el heterogéneo noroeste del conurbano, el frente libertario no solo está obligado a ganar sino a hacer una buena diferencia por sobre el perokirchnerismo para concretar su objetivo de ser la fuerza más votada en la provincia. En la sección que le sigue en cantidad de votantes (la tercera) los pronósticos más halagüeños para el oficialismo le asignan, en el mejor de los casos, solo un virtual empate.
Para ese objetivo también trabajan algunos actores que dicen tener más interés en que el peronismo pierda en su bastión que afinidades con el Gobierno. Como el titular de la UCR bonaerense, Maximiliano Abad. Con ese argumento, el senador tomaría distancia del más que diverso combinado Somos Buenos Aires (aunque algunos de sus referentes locales sí terminen integrándolo) y en el que están (hasta ahora) peronistas no kirchneristas, el diputado Facundo Manes, una filial del cordobesismo, algunos otros radicales, la Coalición Cívica y el GEN de Margarita Stolbizer, entre otros.
Lo curioso es que a las muchas dificultades que existen para amalgamar tantos espacios (y egos), además de la misión casi imposible de conseguir financiamiento para hacer proselitismo, se han sumado presiones, quites de colaboraciones prometidas y campañas de ninguneo desde el lado libertario-macrista y del perokirchnerismo-massista.
La explicación hay que buscarla en que la heterogeneidad de Somos Buenos Aires podría restarle a los dos grandes polos algunos puntos porcentuales vitales en ciertos distritos, a pesar de que la chances de esta nueva versión de la avenida del medio asoman escasas. Habrá que ver quién y cuántos siguen el sábado en ese conglomerado después de estar tan expuestos a más fuerzas centrífugas que centrípetas.
A este cúmulo de pequeños y grandes detalles está obligado a prestar atención un oficialismo más entrenado en romper que en construir, con nacientes y crecientes diferencias internas, más proclive a las miradas monofocales que a desarrollar visiones multidimensionales, además de estar expuesto a situaciones que amenazan las frágiles estabilidades alcanzadas, tanto en el plano económico como político y social.
Por eso, la esquina del 11 de diciembre, donde el Presidente dice que esperará a los muchos adversarios que ha conseguido construir, todavía queda demasiado lejos. Y cuesta mucho poder vislumbrar la magnitud y solidez de sus contornos.
El optimista 45% de los votos con el que el Gobierno espera ser revalidado en la elección nacional de octubre no es garantía de un cambio en la ecuación del poder. Por lo pronto, en el Congreso “solo cambiaría la plata de bolsillo”, como dice un virtual socio de los libertarios en la Cámara baja. Los casi 90 diputados que hoy suma entre propios y aliados no serían más. Solo estarían bajo el paraguas violeta. De todas maneras, hay voces que alertan que lo más probable es que no haya un solo bloque de la alianza oficialista sino un interbloque, donde se deberán negociar proyectos y posicionamientos. Nada muy distinto de lo de hoy.
“La rendición no es suicidio”, advierte un alto dirigente amarillo devenido en violeta, que ayer se ocupó de difundir la imagen subida por Mauricio Macri a sus redes en la que se lo ve saludando a su amigo Donald Trump. Una forma de decir que su lejanía del cierre de alianzas no implica haberse retirado y que conserva relaciones muy influyentes.
En sus mochilas, varios macristas (y también radicales prolibertarios) guardan paracaídas. Sus expectativas a mediano plazo son más escépticas que las de Milei y los suyos. Además, nunca se van a dormir tranquilos. Hasta los más mileístas de los no mileístas se quejan de que los humores presidenciales y de algunos de sus principales colaboradores son tan volubles, como gaseosas suelen ser su palabra y sus promesas.
En esas prevenciones, que conviven con los proyectos personales y partidarios de todos los no libertarios a los que el Presidente necesita sumar para encarar la última parte de su mandato, radican más dudas que el oficialismo rechaza.
“Los gobernadores nos van a necesitar para llegar bien al 2027. Así que los vamos a tener con nosotros”, se jactan muy cerca de Milei. Para llegar a esa playa deberán reconstruir varios puentes. En las provincias ponen esa demanda en primer plano y esperan que sus interlocutores de la Casa Rosada cumplan las recompensas prometidas para que sus legisladores blinden les vetos que el Presidente anunció para dejar sin efecto las leyes que muchos de ellos ayudaron a sancionar.
El Gobierno requerirá de instrumentos de precisión para armar ese rompecabezas sin que se le desarmen las bases que lo sostienen ni vuelva a romper lo que construye.
No le faltan recursos ni gente dispuesta a ayudarlo, a pesar suyo. Tampoco es solo cuestión de plata, aunque en buena medida lo sea. Como le gusta decir a Milei, “no hay almuerzo gratis”. Ahora lo repiten los dueños de los votos en el Congreso.
El Gobierno debe acomodar cientos de piezas de diferente tamaño y espesor sin contar con un manual ni un equipo consolidado LA NACION