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Los secretos de la serie Menem: las reuniones con el expresidente, los roles de Zulema y Zulemita y el clima de época

Ricky Maravilla sonando en las fiestas antes de ser el ídolo de los más chicos en el Reino Infantil. Tapados de piel como sinónimo de estatus y no de maltrato animal. Un dólar, un peso, no 1.200 ni 1300. Flequillos y jopos, corbatas estampadas, pisos alfombrados y los primeros celulares “ladrillo”: los años 90. Menem, la serie de Prime Video no solo refleja la vida del expresidente sino una época. Mariano Varela, productor y creador de la ficción protagonizada por Leonardo Sbaraglia, cuenta a LA NACION los detalles y los secretos de la producción, y asegura que no necesariamente la encuadraría dentro del género biopic, más allá de que se centre en un personaje.

Una charla de café con amigos de la industria le disparó la idea. “¿Cómo nadie hizo nada de Menem antes?”, se preguntaba. Fue entonces que Varela puso manos a la obra, habló con el expresidente, fallecido en 2021, quien le cedió los derechos y se puso a trabajar en la investigación previa al guion. Las conversaciones con Zulema y Zulemita, las reuniones con Menem llenas de anécdotas, la decisión de incorporar a Ariel Winograd al equipo y cómo y por qué decidieron sumar personajes como el de Olegario Salas interpretado por Juan Minujín, son parte de la charla con el productor.

El tráiler oficial de “Menem”

—¿Cómo están con las repercusiones?

—Estoy leyendo algo y la verdad que me llena de satisfacción por el proyecto, por el equipo de gente. Estoy contento.

—Vamos al momento cero, ¿cómo surgió la idea de hacer una biografía de Carlos Menem?

—Fue a finales de 2018. Yo estaba comiendo con unos amigos de la industria, siempre pensando proyectos, ideas y surgió espontáneamente el nombre de Carlos Menem. Ahí me empecé a fanatizar, lo veía tan claro y me preguntaba cómo no se había hecho nada antes, siendo un personaje tan interesante para desarrollar. Así empezó, con una charla de café. A partir de ahí empecé a trabajar, escribir, tirar ideas, pensar, a imaginarme volver a los noventa, que en parte los viví. Entonces veía que era tan interesante, no solamente el personaje, porque la vida de Menem es muy interesante, pero a mí lo que más me interesaba era la sociedad argentina de esos años, el impacto en nosotros, en la gente. Y un poco la serie es una ficción que tiene que ver con eso, vernos a nosotros mismos en los noventa, y esta Argentina que en cinco años, en un período tan corto, vivió tantas cosas. Si vos ves la serie hay ciertos hitos que funcionan como sostén de la narrativa y tuvimos que descartar muchísimas situaciones, porque no nos alcanzaba la serie. Hubiéramos tenido que hacer 50 capítulos para retratar un período muy corto.

—Era una época donde en todo había una especie de espectacularización de la realidad, todo tenía color aunque fuera serio. ¿Eso ayuda desde lo narrativo?

—Claro, también hay que entender el contexto mundial. Dediqué muchos años a la investigación periodística, a conocer un poco la historia, porque si bien la serie usa la historia de alguna manera como un soporte, la narrativa no pretende ser una cronología histórica. No es una historia política, es una historia de nosotros mismos, nosotros en un contexto, en una época determinada, en un momento determinado. Hubo mucha investigación, teníamos que conocer muy bien la historia desde todo punto de vista, tratar de pararnos objetivamente, sin juzgarla y manteniéndonos en cómo pensábamos en esa época, lo que es muy difícil porque veinte o treinta años después conocés el final de muchas historias. Fue difícil decir “me paro en ese minuto” y ver qué pensábamos, sentíamos, vivíamos, qué consumíamos. Fue el trabajo de mucha gente muy a consciencia y todo documentado. Tenía que ser así aunque después nos tomáramos todas las licencias posibles: no queríamos cometer errores, sí tomarnos licencias desde el conocimiento, no desde la improvisación.

Leo Sbaraglia y Zulemita Menem

—Conocer la realidad para después poder ficcionalizarla…

—Exacto. Si alguien me está marcando un error de fecha, de época, es algo que está en función de la narrativa y no al revés.

—¿En qué se apoyaron para esa investigación?

—Entrevistamos a mucha gente, algunos en off y otros en on; mucha documentación periodística, muchas horas de ver diarios, de ver YouTube, sobre todo para entender la época, tratar de retratar a los protagonistas. No eran tan importantes los personajes reales, sino esta pintura de época para construir los personajes ficticios, que creo que son los que motorizan la serie.

—Y de estos personajes que hablaron en on, ¿hay alguno que nos puedas decir?

—Zulemita y Zulema obviamente fueron consultadas en todo momento. Nos hemos reunido, Leo (Sbaraglia) también para componer su personaje se reunió con Zulemita. Yo me junté varias veces con ellas, que nos aportaron un montón de información sobre todo en lo referido a la familia.

Una de las escenas de Menem, la serie de Prime Video

—¿Y con Menem también te juntaste? Te cedió los derechos en vida, ¿es así? ¿A alguien más le pidieron los derechos?

—A él y bueno, hay personas públicas que participaron. Yo personalmente me reuní con Menem, empecé todo esto hablando con él. Después vino la pandemia y el proyecto sobrevivió y con él hubo muchos puntos de contacto como para conocer y sobre todo para tener información.

—En esas reuniones, ¿te puso algún condicionamiento o restricción? ¿Esto se puede contar, esto no?

—Para nada, trabajamos con total libertad, me contaba muchas cosas, muchas anécdotas. Era una persona a la que le gustaba mucho hablar. Era muy empático, muy cálido, muy seductor en muchos aspectos, y bueno en ese entonces tenía tiempo para contar. Yo le preguntaba sobre una época o situación y él me contaba lo que quería, pero siempre con humor, siempre las anécdotas divertidas. Eran reuniones muy informales.

—Las cosas más chicas son las que tal vez hacen la diferencia en pantalla, ¿no?

—Sí. En la serie hay muchas anécdotas divertidas y algunas hasta salieron de él mismo, o disparaban una idea que después los guionistas potenciaban.

Mariano Varela se reunió en varias oportunidades con Carlos Saúl Menem

—Y algunas escenas, como esa en la que él está pendiente de lo que ocurre en el Senado mientras juega al truco, ¿es una anécdota que te contó Menem?

—No me contó que jugaba al truco, pero supe que pasaba mucho tiempo con los mozos de la Casa Rosada y yo estuve en la Casa de Gobierno, hablé con los empleados, tuvimos charlas con los mozos y con gente que lo conocía de esa época. Esa escena fue una reconstrucción. Quienes lo conocían coinciden en que era una persona que llegaba a un lugar y saludaba al mozo y a todos y no medía el rango ni la posición política.

—¿Cómo fue la convocatoria a Ariel Winograd?

—A mí me gusta todo lo que él hace y creo que tiene la mirada ideal para este proyecto. Al principio dudó, pero después se enganchó y potenció el producto y toda su magia está reflejada en la serie. Creo que no había otra forma de contar esa época que como la contó él. Su estética, su mirada, la música.

—¿Y la elección de los protagonistas?

—Hubo un trabajo de tirar ideas y cuando Ariel sugirió a Leo (Sbaraglia), el gran desafío fue “cómo lo convertimos en Menem”. Y la verdad que fue uno de los hallazgos de la serie. Griselda (Siciliani), Juan (Minujín), Marco (Antonio Caponi), Monna (Antonópulos), es la selección y cada uno dio el ciento diez por ciento. Más el equipo de arte, make-up. Hablar de política en la Argentina a veces es desafiante, pero todos entendieron que nuestra propuesta era muy innovadora, muy osada en el sentido del tono, de la perspectiva que íbamos a tomar.

Menem, la serie dirigida por Ariel Winograd que puede verse en Prime Video

—¿Cómo eligieron el tono? Porque no es para nada solemne, hasta hay toques de humor.

—Siempre supimos que no sería el caso [el tono solemne] y vuelvo a la idea inicial: los personajes, los hitos históricos o la historia en sí, son un soporte para la narrativa, y no al revés. Sentíamos que plantear esta serie del otro lado iba a ser atarse mucho a los hechos y al rigor histórico. Se trabajó con libertad, tomando lo que servía, lo que apoyaba la narrativa, y en definitiva, mostrar la sociedad de la época.

—¿Es una biopic entonces?

—La podés catalogar como una biopic, pero en realidad es una ficción que usa elementos de biopic, porque hay un personaje central pero podría haber sido otro. No está rigurosamente atada a hechos políticos, ni es una serie que intenta ser política.

—Hay personajes que incluso en la realidad no existieron, como Olegario Salas (Juan Minujín), el fotógrafo que de alguna manera lleva adelante la historia. ¿Cómo se les ocurrió?

—Lo trabajamos desde hace mucho tiempo con autores, jugábamos a esto de los personajes de ficción, y nos gustó esa época de, si querés, de la Argentina de la crisis al uno a uno, esa montaña rusa de la sociedad que nos parecía, como decirlo… Pasamos de una punta a la otra y qué nos pasó en ese camino tan rápido. Hay muchas cosas que tienen que ver con nuestra idiosincrasia, hay muchos guiños a la época, a los momentos. Tiene un humor muy mordaz y satírico. A mí me gusta mucho Esperando la Carrosa y me gusta ese de reírnos de nosotros mismos y, por momentos, cuando veo Menem tengo algunas reminiscencias de ese humor.

Mónica Antonópulos y Leo Sbaraglia caracterizados como María Julia Alsogaray y Carlos Menem

—Bueno, el personaje de Jorgelina Aruzi tiene mucho de eso, ¿no?

—Es la Betiana Blum de Menem. Hubo una búsqueda de ponerle humor y de ablandar algo que se puede contar de otras maneras más trágicas, dramáticas o solemnes.

—¿La pensaron para el público de afuera?

—El foco estaba en Argentina, pero me parece que también hay cosas muy universales. Hay una escena de un truco y algunas cosas que quisimos explicarlas un poco más, como cuando se cuenta qué es un arbolito, pero tampoco queríamos una explicación didáctica.

—¿Y la tonada riojana? ¿Siempre concibieron que los personajes hablen como los reales?

—Sí, siempre lo pensamos. Tuvieron un coach. Leo, por ejemplo, se fue un mes antes de comenzar el rodaje a La Rioja para estar con la gente.

—Casi nunca las biopics escapan de la polémica…

—Sabemos que se puede despertar alguna polémica pero no se la buscó y tampoco dejamos de hacer nada por lo que se pueda decir. Nos hemos nutrido de mucha información pública, hay muchos personajes conocidos de los que se tiene mucha información y no los hemos usado con ningún tipo de intención.

—¿No los condicionó entonces la realidad?

—No, estuvimos totalmente abstraídos de la política, de la coyuntura actual. Empezamos esta serie en un momento político, la estrenamos en otro; nos metimos mucho en esta idea de retratar una época, independientemente del contexto. No nos atamos al qué dirán, pero se hizo con mucho respeto, con mucha documentación e información.

Ricky Maravilla sonando en las fiestas antes de ser el ídolo de los más chicos en el Reino Infantil. Tapados de piel como sinónimo de estatus y no de maltrato animal. Un dólar, un peso, no 1.200 ni 1300. Flequillos y jopos, corbatas estampadas, pisos alfombrados y los primeros celulares “ladrillo”: los años 90. Menem, la serie de Prime Video no solo refleja la vida del expresidente sino una época. Mariano Varela, productor y creador de la ficción protagonizada por Leonardo Sbaraglia, cuenta a LA NACION los detalles y los secretos de la producción, y asegura que no necesariamente la encuadraría dentro del género biopic, más allá de que se centre en un personaje.

Una charla de café con amigos de la industria le disparó la idea. “¿Cómo nadie hizo nada de Menem antes?”, se preguntaba. Fue entonces que Varela puso manos a la obra, habló con el expresidente, fallecido en 2021, quien le cedió los derechos y se puso a trabajar en la investigación previa al guion. Las conversaciones con Zulema y Zulemita, las reuniones con Menem llenas de anécdotas, la decisión de incorporar a Ariel Winograd al equipo y cómo y por qué decidieron sumar personajes como el de Olegario Salas interpretado por Juan Minujín, son parte de la charla con el productor.

El tráiler oficial de “Menem”

—¿Cómo están con las repercusiones?

—Estoy leyendo algo y la verdad que me llena de satisfacción por el proyecto, por el equipo de gente. Estoy contento.

—Vamos al momento cero, ¿cómo surgió la idea de hacer una biografía de Carlos Menem?

—Fue a finales de 2018. Yo estaba comiendo con unos amigos de la industria, siempre pensando proyectos, ideas y surgió espontáneamente el nombre de Carlos Menem. Ahí me empecé a fanatizar, lo veía tan claro y me preguntaba cómo no se había hecho nada antes, siendo un personaje tan interesante para desarrollar. Así empezó, con una charla de café. A partir de ahí empecé a trabajar, escribir, tirar ideas, pensar, a imaginarme volver a los noventa, que en parte los viví. Entonces veía que era tan interesante, no solamente el personaje, porque la vida de Menem es muy interesante, pero a mí lo que más me interesaba era la sociedad argentina de esos años, el impacto en nosotros, en la gente. Y un poco la serie es una ficción que tiene que ver con eso, vernos a nosotros mismos en los noventa, y esta Argentina que en cinco años, en un período tan corto, vivió tantas cosas. Si vos ves la serie hay ciertos hitos que funcionan como sostén de la narrativa y tuvimos que descartar muchísimas situaciones, porque no nos alcanzaba la serie. Hubiéramos tenido que hacer 50 capítulos para retratar un período muy corto.

—Era una época donde en todo había una especie de espectacularización de la realidad, todo tenía color aunque fuera serio. ¿Eso ayuda desde lo narrativo?

—Claro, también hay que entender el contexto mundial. Dediqué muchos años a la investigación periodística, a conocer un poco la historia, porque si bien la serie usa la historia de alguna manera como un soporte, la narrativa no pretende ser una cronología histórica. No es una historia política, es una historia de nosotros mismos, nosotros en un contexto, en una época determinada, en un momento determinado. Hubo mucha investigación, teníamos que conocer muy bien la historia desde todo punto de vista, tratar de pararnos objetivamente, sin juzgarla y manteniéndonos en cómo pensábamos en esa época, lo que es muy difícil porque veinte o treinta años después conocés el final de muchas historias. Fue difícil decir “me paro en ese minuto” y ver qué pensábamos, sentíamos, vivíamos, qué consumíamos. Fue el trabajo de mucha gente muy a consciencia y todo documentado. Tenía que ser así aunque después nos tomáramos todas las licencias posibles: no queríamos cometer errores, sí tomarnos licencias desde el conocimiento, no desde la improvisación.

Leo Sbaraglia y Zulemita Menem

—Conocer la realidad para después poder ficcionalizarla…

—Exacto. Si alguien me está marcando un error de fecha, de época, es algo que está en función de la narrativa y no al revés.

—¿En qué se apoyaron para esa investigación?

—Entrevistamos a mucha gente, algunos en off y otros en on; mucha documentación periodística, muchas horas de ver diarios, de ver YouTube, sobre todo para entender la época, tratar de retratar a los protagonistas. No eran tan importantes los personajes reales, sino esta pintura de época para construir los personajes ficticios, que creo que son los que motorizan la serie.

—Y de estos personajes que hablaron en on, ¿hay alguno que nos puedas decir?

—Zulemita y Zulema obviamente fueron consultadas en todo momento. Nos hemos reunido, Leo (Sbaraglia) también para componer su personaje se reunió con Zulemita. Yo me junté varias veces con ellas, que nos aportaron un montón de información sobre todo en lo referido a la familia.

Una de las escenas de Menem, la serie de Prime Video

—¿Y con Menem también te juntaste? Te cedió los derechos en vida, ¿es así? ¿A alguien más le pidieron los derechos?

—A él y bueno, hay personas públicas que participaron. Yo personalmente me reuní con Menem, empecé todo esto hablando con él. Después vino la pandemia y el proyecto sobrevivió y con él hubo muchos puntos de contacto como para conocer y sobre todo para tener información.

—En esas reuniones, ¿te puso algún condicionamiento o restricción? ¿Esto se puede contar, esto no?

—Para nada, trabajamos con total libertad, me contaba muchas cosas, muchas anécdotas. Era una persona a la que le gustaba mucho hablar. Era muy empático, muy cálido, muy seductor en muchos aspectos, y bueno en ese entonces tenía tiempo para contar. Yo le preguntaba sobre una época o situación y él me contaba lo que quería, pero siempre con humor, siempre las anécdotas divertidas. Eran reuniones muy informales.

—Las cosas más chicas son las que tal vez hacen la diferencia en pantalla, ¿no?

—Sí. En la serie hay muchas anécdotas divertidas y algunas hasta salieron de él mismo, o disparaban una idea que después los guionistas potenciaban.

Mariano Varela se reunió en varias oportunidades con Carlos Saúl Menem

—Y algunas escenas, como esa en la que él está pendiente de lo que ocurre en el Senado mientras juega al truco, ¿es una anécdota que te contó Menem?

—No me contó que jugaba al truco, pero supe que pasaba mucho tiempo con los mozos de la Casa Rosada y yo estuve en la Casa de Gobierno, hablé con los empleados, tuvimos charlas con los mozos y con gente que lo conocía de esa época. Esa escena fue una reconstrucción. Quienes lo conocían coinciden en que era una persona que llegaba a un lugar y saludaba al mozo y a todos y no medía el rango ni la posición política.

—¿Cómo fue la convocatoria a Ariel Winograd?

—A mí me gusta todo lo que él hace y creo que tiene la mirada ideal para este proyecto. Al principio dudó, pero después se enganchó y potenció el producto y toda su magia está reflejada en la serie. Creo que no había otra forma de contar esa época que como la contó él. Su estética, su mirada, la música.

—¿Y la elección de los protagonistas?

—Hubo un trabajo de tirar ideas y cuando Ariel sugirió a Leo (Sbaraglia), el gran desafío fue “cómo lo convertimos en Menem”. Y la verdad que fue uno de los hallazgos de la serie. Griselda (Siciliani), Juan (Minujín), Marco (Antonio Caponi), Monna (Antonópulos), es la selección y cada uno dio el ciento diez por ciento. Más el equipo de arte, make-up. Hablar de política en la Argentina a veces es desafiante, pero todos entendieron que nuestra propuesta era muy innovadora, muy osada en el sentido del tono, de la perspectiva que íbamos a tomar.

Menem, la serie dirigida por Ariel Winograd que puede verse en Prime Video

—¿Cómo eligieron el tono? Porque no es para nada solemne, hasta hay toques de humor.

—Siempre supimos que no sería el caso [el tono solemne] y vuelvo a la idea inicial: los personajes, los hitos históricos o la historia en sí, son un soporte para la narrativa, y no al revés. Sentíamos que plantear esta serie del otro lado iba a ser atarse mucho a los hechos y al rigor histórico. Se trabajó con libertad, tomando lo que servía, lo que apoyaba la narrativa, y en definitiva, mostrar la sociedad de la época.

—¿Es una biopic entonces?

—La podés catalogar como una biopic, pero en realidad es una ficción que usa elementos de biopic, porque hay un personaje central pero podría haber sido otro. No está rigurosamente atada a hechos políticos, ni es una serie que intenta ser política.

—Hay personajes que incluso en la realidad no existieron, como Olegario Salas (Juan Minujín), el fotógrafo que de alguna manera lleva adelante la historia. ¿Cómo se les ocurrió?

—Lo trabajamos desde hace mucho tiempo con autores, jugábamos a esto de los personajes de ficción, y nos gustó esa época de, si querés, de la Argentina de la crisis al uno a uno, esa montaña rusa de la sociedad que nos parecía, como decirlo… Pasamos de una punta a la otra y qué nos pasó en ese camino tan rápido. Hay muchas cosas que tienen que ver con nuestra idiosincrasia, hay muchos guiños a la época, a los momentos. Tiene un humor muy mordaz y satírico. A mí me gusta mucho Esperando la Carrosa y me gusta ese de reírnos de nosotros mismos y, por momentos, cuando veo Menem tengo algunas reminiscencias de ese humor.

Mónica Antonópulos y Leo Sbaraglia caracterizados como María Julia Alsogaray y Carlos Menem

—Bueno, el personaje de Jorgelina Aruzi tiene mucho de eso, ¿no?

—Es la Betiana Blum de Menem. Hubo una búsqueda de ponerle humor y de ablandar algo que se puede contar de otras maneras más trágicas, dramáticas o solemnes.

—¿La pensaron para el público de afuera?

—El foco estaba en Argentina, pero me parece que también hay cosas muy universales. Hay una escena de un truco y algunas cosas que quisimos explicarlas un poco más, como cuando se cuenta qué es un arbolito, pero tampoco queríamos una explicación didáctica.

—¿Y la tonada riojana? ¿Siempre concibieron que los personajes hablen como los reales?

—Sí, siempre lo pensamos. Tuvieron un coach. Leo, por ejemplo, se fue un mes antes de comenzar el rodaje a La Rioja para estar con la gente.

—Casi nunca las biopics escapan de la polémica…

—Sabemos que se puede despertar alguna polémica pero no se la buscó y tampoco dejamos de hacer nada por lo que se pueda decir. Nos hemos nutrido de mucha información pública, hay muchos personajes conocidos de los que se tiene mucha información y no los hemos usado con ningún tipo de intención.

—¿No los condicionó entonces la realidad?

—No, estuvimos totalmente abstraídos de la política, de la coyuntura actual. Empezamos esta serie en un momento político, la estrenamos en otro; nos metimos mucho en esta idea de retratar una época, independientemente del contexto. No nos atamos al qué dirán, pero se hizo con mucho respeto, con mucha documentación e información.

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