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“En este puesto hay que tener más espaldas que cabeza”

Me dijo un agobiado Jorge Wehbe, en su despacho, la última vez que ocupó el Ministerio de Economía de la Nación. Se hizo cargo de la cartera económica en tres oportunidades, en períodos que comenzaron con 2: 1962, 1972 y 1982. A diferencia de Luis Andrés Caputo, Wehbe –como Emilio Mondelli, Jesús Rodríguez y Hernán Lacunza– integró los gabinetes de gobiernos que estaban políticamente debilitados.

Tener más espaldas que cabeza no significa que no hay que utilizar el cerebro para tomar las decisiones. Significa que hay que hacerlo a velocidad vertiginosa, con información imperfecta (que con frecuencia puede estar sesgada), y bombardeado por personas e instituciones que buscan “endogeneizar” la política económica, impactante denominación que en lenguaje de mi abuela Marta significa que cada uno “pretende llevar agua para su molino”.

En la Argentina 2025, al menos, el ministro Caputo no lo tiene que convencer a su Presidente, de la necesidad de preservar el equilibrio fiscal.

No hay nada personal en lo que estoy diciendo; es simplemente entender la lógica decisoria. El Congreso Nacional es un cuerpo colegiado, donde por consiguiente la responsabilidad individual se evapora. Si como consecuencia de alguna legislación todo “vuela por el aire”, ninguno fue. Nadie que tenga responsabilidad ejecutiva se puede dar ese lujo. Los gobernadores son ejecutivos en sus respectivas jurisdicciones, pero se juntan para demandar recursos del gobierno nacional.

La siguiente secuencia: el Congreso aprueba leyes que ponen en peligro el equilibrio fiscal, el Presidente las veta, el Congreso insiste con mayoría especial, y el titular del Poder Ejecutivo judicializa. Es lo que cabe esperar, salvo que el proceso se detenga antes por negociaciones.

Todo esto, inevitablemente, en clima electoral. Recemos para que luego del 7 de setiembre en la provincia de Buenos Aires, y del 26 de octubre en la Nación, no digo que las pasiones desaparezcan, pero al menos que se morigeren un poco. Por ahora, seguimos en un camino de ida: particularmente porque, dentro de un par de días, en provincia las diferentes agrupaciones políticas deberán presentar sus listas de candidatos y para un conjunto de compatriotas esto significa, no sólo integrar o no la lista de elegibles, sino el lugar que cada uno ocupa en la referida lista. El domingo próximo sabremos quién es quién.

Me dijo un agobiado Jorge Wehbe, en su despacho, la última vez que ocupó el Ministerio de Economía de la Nación. Se hizo cargo de la cartera económica en tres oportunidades, en períodos que comenzaron con 2: 1962, 1972 y 1982. A diferencia de Luis Andrés Caputo, Wehbe –como Emilio Mondelli, Jesús Rodríguez y Hernán Lacunza– integró los gabinetes de gobiernos que estaban políticamente debilitados.

Tener más espaldas que cabeza no significa que no hay que utilizar el cerebro para tomar las decisiones. Significa que hay que hacerlo a velocidad vertiginosa, con información imperfecta (que con frecuencia puede estar sesgada), y bombardeado por personas e instituciones que buscan “endogeneizar” la política económica, impactante denominación que en lenguaje de mi abuela Marta significa que cada uno “pretende llevar agua para su molino”.

En la Argentina 2025, al menos, el ministro Caputo no lo tiene que convencer a su Presidente, de la necesidad de preservar el equilibrio fiscal.

No hay nada personal en lo que estoy diciendo; es simplemente entender la lógica decisoria. El Congreso Nacional es un cuerpo colegiado, donde por consiguiente la responsabilidad individual se evapora. Si como consecuencia de alguna legislación todo “vuela por el aire”, ninguno fue. Nadie que tenga responsabilidad ejecutiva se puede dar ese lujo. Los gobernadores son ejecutivos en sus respectivas jurisdicciones, pero se juntan para demandar recursos del gobierno nacional.

La siguiente secuencia: el Congreso aprueba leyes que ponen en peligro el equilibrio fiscal, el Presidente las veta, el Congreso insiste con mayoría especial, y el titular del Poder Ejecutivo judicializa. Es lo que cabe esperar, salvo que el proceso se detenga antes por negociaciones.

Todo esto, inevitablemente, en clima electoral. Recemos para que luego del 7 de setiembre en la provincia de Buenos Aires, y del 26 de octubre en la Nación, no digo que las pasiones desaparezcan, pero al menos que se morigeren un poco. Por ahora, seguimos en un camino de ida: particularmente porque, dentro de un par de días, en provincia las diferentes agrupaciones políticas deberán presentar sus listas de candidatos y para un conjunto de compatriotas esto significa, no sólo integrar o no la lista de elegibles, sino el lugar que cada uno ocupa en la referida lista. El domingo próximo sabremos quién es quién.

 Esto no significa que no hay que usar el cerebro para decidir, sino que hay que hacerlo a velocidad vertiginosa y con información imperfecta  LA NACION

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