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María Victoria Fonseca: “Estamos todo el rato regalando la atención a los móviles y la IA”

Cuántico de aquí, cuántico de allá. Hoy todo parece ser “cuántico”. La palabra está de moda. Y no precisamente porque la Unesco haya declarado 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuántica, cuando se han cumplido más de cien años del desarrollo inicial que la puso en carrera y con el fin de aumentar la conciencia pública sobre su importancia.

Se dice que ningún avance tecnológico anterior ha afectado tan profundamente la vida presente de la humanidad. Y la seguirá afectando en el futuro. La era de la información fue posible por la aparición del transistor en 1947, por ejemplo. Los dispositivos que nos acompañan a diario se los debemos a la cuántica. Los televisores, los rayos X, los scanners, la resonancia, los microchips, los ordenadores, los celulares, por no hablar de la industria armamentística, la carrera espacial, los ordenadores cuánticos y la IA.

Catedrática honorífica en física atómica, nuclear y molecular de la Universidad Complutense de Madrid, doctora en Ciencias Físicas y creadora del primer grupo de investigación en España en Astrofísica de Altas Energías y Radiación Cósmica, la científica española María Victoria Fonseca previene: “La palabra cuántica está hoy mal utilizada. La gente quiere explicar a través de ella cosas que la física cuántica no puede explicar aún. Se trata de una teoría matemática nacida en 1900, que describe la materia y la energía en el mundo microscópico. Es verdad que tiene mucho para dar, pero aún está en pañales”.

La aclaración de Fonseca resulta oportuna. Porque hoy se revolea el término no para hablar de la primera teoría satisfactoria del mundo del microcosmos, la mecánica cuántica, que el físico alemán Werner Heisenberg publicó en 1925; ni de la versión equivalente que un año más tarde dio a luz el austríaco Erwin Schrödinger; ni del logro del alemán Max Planck, que descubrió que la energía no es un continuo, sino que puede dividirse en partecitas llamadas quantums, hecho ocurrido en el año 1900 y en el que muchos da tan el nacimiento de esta compleja ciencia. Hoy se ha hecho costumbre echar mano de “lo cuántico” para intentar explicar fenómenos vinculados al mundo de la conciencia y los universos más sutiles en forma ligera o prematura. Sin embargo, la cuántica ya ha hecho mucho: “Toda la tecnología que usamos ahora funciona aplicando sus leyes. Aproximadamente un tercio de la economía mundial se basa en ellas”, señala Fonseca.

Si decimos ordenador cuántico, ¿estamos usando bien el término?

–Sí, es correcto. Ya no acumulan la información en secuencias de ceros o unos. Funcionan además con todas las combinaciones de decimales entre el cero y el uno, que son infinitas. Entonces no solo hay infinita cantidad de cálculos, sino que son mucho más poderosos. Un tema clave es la precisión en los cálculos, porque las máquinas que los hacen tienen que estar a temperaturas muy bajas, y una pequeñísima variación de calor provoca errores. Hoy se trabaja en eso.

La cuántica nos desafía a intentar entender lo que no comprendemos. Llegará un momento en que más gente se dará cuenta de que no solo vivimos en 3D, como dice el materialismo científico, sino que también hay otras posibilidades

“Creo que puedo decir que nadie entiende la mecánica cuántica”, dijo en 1965 el Nobel Richard Feynman.

–Bueno, cuando uno comienza a observar las leyes cuánticas advierte el sinsentido de la lógica racional de la mente binaria, de la realidad clásica local y determinista. Es algo muy complejo: el mundo cuántico no tiene nada que ver con la realidad que vivimos los humanos. Allí las cosas están y no están, son y no son, y pueden estar en varios sitios a la vez. En ese mundo, el espacio tridimensional y el tiempo lineal no tienen sentido. Todo ocurre simultáneamente en el mismo espacio. La tecnología actual permite abrir los sentidos, el oído, la vista, a mundos desconocidos, pero aun esto no es más que una creación de la mente humana para interpretar aquello que mide. Una interpretación es un modelo en el que nos ponemos de acuerdo, pero no es todo lo que hay. Creo que en un futuro próximo vamos a interpretar y percibir la realidad de modo muy diferente al de nuestros padres. Junto a los grandes avances tecnológicos crece un cambio exponencial en cómo entendemos el mundo y a nosotros mismos.

¿Qué más aporta hoy la cuántica?

–Está abriendo la mente de la gente para pensar de otra manera, pero no porque las ecuaciones cuánticas se puedan aplicar al mundo sutil o del psiquismo, de momento. Nos desafía a intentar entender lo que no comprendemos. Llegará un momento en que más gente se dará cuenta de que no solo vivimos en 3D, como dice el materialismo científico, sino que también hay otras posibilidades. En el futuro, cuando la ciencia empiece a incorporar en sus ecuaciones a la conciencia, será una física mucho más amplia. Nicholas Tesla decía: “El día que la ciencia empiece a estudiar los fenómenos no físicos, avanzará más en una década que en todos los siglos previos”. Él era muy consciente de las energías sutiles, de los mundos a los que no tenemos acceso con nuestra conciencia ordinaria y la ciencia convencional.

¿Estudia la cuántica el mundo de la conciencia?

–De momento no puede explicar cómo funciona la mente ni qué es la conciencia. Repito, la física cuántica es una teoría matemática que describe el comportamiento de la materia en espacios muy pequeños, del tamaño de los átomos. La mente humana es no lineal y accede a múltiples realidades, pero esto no está contemplado por ahora en el mundo de la ciencia cuántica. No se ocupa de quién soy, no entra en el ser, en la persona. Por ahora la ciencia va a lo mental. Pienso, luego existo.

Descartes…

–Pero eso no es verdad. Tuvieron que hacer este tipo de separación entre el alma humana y el mundo de la ciencia, porque si no la Inquisición se habría cargado a todos los científicos, como pasó con Giordano Bruno y Galileo. Tuvieron que dejar el conocimiento del alma humana, sus capacidades y las emociones, a la Iglesia. Y entonces Descartes dijo, pienso, me voy al “coco”, luego existo, ya está.

¿Y qué dice la ciencia de todo esto?

–En síntesis, la ciencia actual es una ciencia materialista que poco a poco está empezando a abrirse. Y aunque está habiendo cierta apertura, hay mucha resistencia. La ciencia materialista que conocemos se va a romper en pedazos debido al cambio exponencial que se está advirtiendo.

¿Qué pensaba Albert Einstein de la física cuántica?

–Einstein era un físico clásico y la teoría de la relatividad es una teoría clásica. Es para el macrocosmos, para lo grande. La teoría cuántica es para el microcosmos. De momento nadie ha podido hacer la conexión entre lo grande y lo pequeño. Einstein no aceptaba la física cuántica porque él entendía que la ciencia debía ser capaz de explicarlo todo, incluso lo aparentemente aleatorio. Y no la aceptaba al punto de que él y otros dos científicos propusieron lo que se llama la paradoja Einstein-Podolsky-Rosen o EPR. Querían demostrar que las partículas cuánticas no pueden estar entrelazadas y que el universo es local, que es una de las propuestas de la física clásica.

En el mundo cuántico los objetos no están localizados ni en un sitio ni en un momento. No hay certezas, solo probabilidades de presencia

Defíname “local”, por favor.

–Lo que puedo tocar y con lo que se puede interaccionar. Pero en la física cuántica, en el mundo microscópico, cuando tú separas dos electrones, estos mantienen una conexión no local, de manera que aun estando en posiciones alejadas, si mido el estado del espin [una propiedad intrínseca del electrón] de uno, el otro instantáneamente lo sabe y cambia su estado de espin en dirección contraria. Sin tocarse. Uno puede estar en Madrid y el otro puede estar en Japón. Esto es lo que se llama entrelazamiento y nos está mostrando también que para las partículas cuánticas el tiempo no existe en su mundo.

¿La cuántica podrá aportar al estudio de la conciencia en algún momento?

–Por ahora aporta descubrimientos que desarrollan tecnologías muy necesarias e importantes, y que suponen pensar de una manera a la que no estamos habituados en el modo 3D. En el mundo cuántico los objetos no están localizados ni en un sitio ni en un momento. En el mundo cuántico no hay certezas, solo probabilidades de presencia. No existe la exactitud como nosotros la entendemos. La exactitud de poner un vaso en una mesa o de “nos vemos en una hora”. En el mundo cuántico está todo, porque todo ocurre a la vez.

Dice que la conciencia, la mente, es “no lineal” y está en un mundo multidimensional. ¿Eso dónde está, en el cerebro?

–La mente no está localizada en el cerebro, está dentro del cuerpo y en todo lo que nos rodea. Decía David Bohm [1917-1992, físico estadounidense] que hay dos realidades: la realidad explicada, donde estamos, y la no explicada. En esta última está la mente, la conciencia. Pero cuando nuestra mente racional programada se empiece a expandir, nos daremos cuenta de que hay otras leyes mucho más amplias donde ocurren cosas que hoy llamamos inexplicables.

¿Se está investigando el tema de la conciencia como lo merece?

–Creo que se está haciendo lo que se puede. Hay mucha apertura, pero el conocimiento de nuestro propio psiquismo está en pañales. Ahora la neurociencia nos dice que de todo lo que un ser humano hace y piensa, solo el cinco por ciento lo hace conscientemente. El cerebro funciona constantemente, pero no con plena conciencia. Ya lo decía Jung: “Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el inconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino”. Entonces, el mundo cuántico aporta nuevas formas de entender o interpretar cómo funcionan las cosas. Algo que se sale de la lógica convencional y puede ampliar nuestra visión de cómo funciona la vida. Las leyes cuánticas pueden ayudar de alguna manera a ampliar lo que entendemos por realidad. Pensemos que para nuestro programa mental lo invisible no existe, cuando lo invisible es mucho más grande.

¿Qué hay dentro de lo invisible?

–Muchas cosas. Una radiación cósmica, por ejemplo, que llega continuamente desde distintas partes del universo, además de la consabida radiación electromagnética que se mueve por el espacio de manera continua. Se sabe que un 70 por ciento del universo es energía oscura; no se sabe lo que es, pero existe en todas las galaxias. Un 25 es materia oscura, que no brilla, mientras que la materia normal, lo conocido, es solo un 5 por ciento, donde está todo: la luz, los neutrinos, la radiación electromagnética, los teléfonos, los edificios, las galaxias, los soles, los animales, nosotros… O sea que solo conocemos un 5 por ciento del universo. 95 a 5, como nosotros. El 95 por ciento de lo que hacemos es inconsciente. Los números son estimativos.

Estamos en otra, se diría en la Argentina…

–La atención está fuera de nuestro cuerpo continuamente. Eso quiere decir que, prácticamente, me desconozco, no sé quien soy ni qué capacidades tiene mi cuerpo. Veo la realidad a través de mi sistema de creencias e ignoro todo lo que está fuera de ese sistema. Lo ninguneo. Por eso hay que recuperar la atención. En mis charlas y clases tengo un mantra: ¿dónde está tu atención? Y los hago respirar tres veces para que tomen conciencia y aprendan a focalizarla en lo que nos va pasando. Es un cambio de paradigma fenomenal que debe empezar por nosotros.

Difícil fijar la atención en época de redes y de inteligencia artificial.

–Hay que hacerlo, porque hay una lucha por controlar la atención humana. En función de lo que tú piensas, emites emociones y generas neurotransmisores que crean condiciones, situaciones, enfermedades y estados de ánimo que producen cortisol, adrenalina y otras sustancias dentro del cuerpo. Hace rato que la neurociencia lo ha probado. Allí donde está nuestra atención, está nuestra conciencia, que es nuestra alma, nuestra energía. Somos campos de energía, los pensamientos son energía, las emociones generan energía. Todo es energía, y no lo digo yo. Lo dijo Einstein. Y estamos todo el rato regalándola a los móviles y a la IA. Por lo tanto, es muy importante lo que pensamos y muy importante lo que sentimos, con la mente en silencio y enfocada.

¿Cambia esa energía según lo que pensamos y lo que sentimos?

–Claro, eso ya se mide con aparatos que miden la energía que emiten las diferentes emociones y diferentes pensamientos.

¿Se pueden ya leer los pensamientos?

–Esto no lo demuestra la física cuántica de momento, pero prácticamente sí, con electrodos que te ponen en la cabeza y con IA alimentada con bancos de datos muy potentes; tienen un ochenta por ciento de acierto o más. Hay laboratorios en Estados Unidos donde se están haciendo estos trabajos. Es un tema de frecuencias. Si conectas con la frecuencia del otro, por resonancia sabes lo que el otro está pensando. Telepatía a través de máquinas, digamos. La mente humana es muy poderosa. Es precognitiva, es telepática, tiene todas las capacidades que tienen los grandes psíquicos. Donde está tu atención está tu capacidad de crear y de cambiar.

Suele mencionar la experiencia llamada “doble rendija”.

–Sí, la hizo Dean Radin, un ingeniero electrónico americano que colaboró en la creación del IONS [Instituto de Ciencias Noéticas] con el astronauta Edgard Mitchell [1930-2016] e hizo su tesis doctoral con el premio Nobel de física 1973, Brian David Josephson [Gales, 1940]. Él ha publicado en revistas científicas calificadas cómo la atención enfocada de una persona puede alterar el resultado de ciertos experimentos realizados con luz láser. Es una interacción del cuerpo sobre la materia que nadie puede explicar. ¿Existe? Sí. ¿Cómo funciona? No se sabe hasta ahora. Lo que es claro es que se ha demostrado cómo la mente humana puede influir sobre la materia, pero la ciencia no encuentra una explicación.

Allí donde está nuestra atención, está nuestra conciencia, nuestra energía. Y somos campos de energía. No lo digo yo, lo dijo Einstein

¿A qué se dedica el IONS?

–Noético proviene de la palabra griega nous, que significa “mente intuitiva” o “conocimiento interior”, y lo creó Mitchell justamente para que se investigue la conciencia. Él fue el sexto hombre en pisar la Luna, a la que llegó en la Apolo XIV. Cuando volvió, reveló que había tenido un estado alterado de conciencia y estaba convencido de la existencia de extraterrestres que se comunicaban telepáticamente entre sí. Fue muy polémico y prefirió renunciar a la NASA antes que decir que los alienígenas no existían. Inclusive, en una conferencia, dijo que Estados Unidos tenía pruebas de la existencia de vida extraterrestre pero las ocultaba.

Usted ahora, en su retiro, sigue enseñando física cuántica.

–Sí, utilizo el hilo conductor de la física cuántica pero desde una visión multidimensional, como hacía en la cátedra, para explicar de forma coloquial y concisa a la gente cómo han surgido las ideas de la ciencia. Yo quería y quiero que las personas se abran al mundo de lo que realmente somos: seres multidimensionales en una medida mucho más grande de lo que pensamos. Dice Michio Kaku, divulgador científico y físico teórico estadounidense, que en la mente existen todas las posibilidades de actuación y de comprensión. Quiero que salgan del “coco”, donde solo pensamos en lo conocido, y tomen conciencia a través de la atención y de la respiración. Y así te vas conociendo. Es un trabajo de por vida.

¿Qué quiere dejar en sus audiencias?

–Una comprensión de lo que somos, que significa ir mucho más allá de lo conocido. La física cuántica dice que la materia está llena de vacío. El vacío cuántico es un océano de energía fluctuante. La energía crea partículas en el vacío cuántico, que están apareciendo y desapareciendo en tiempos brevísimos. Además, sucede que este vacío está por doquier en el interior de cada átomo y, por tanto, dentro de mi cuerpo, y de cada porción de materia, de la mesa, de la habitación, de la silla… Es el soporte de todo lo que existe. ¡Estamos vacíos! Todo es solo una apariencia. Esto que tocamos cuando nos tocamos no es otra cosa que un campo de energía. Cada uno de nosotros está rodeado de un campo de energía electromagnético que no vemos, pero que está. Nos han enseñado que solo existe lo sólido. Y no es así. La materia es solo una apariencia, pero en realidad yo no soy lo que veo. Somos la conciencia. No soy un cuerpo físico, sino que la conciencia crea este cuerpo físico y se mete en una dimensión limitada por los sentidos físicos. Eso es lo que aparenta ser la materia, algo denso, pero esto es así solo en esta dimensión tridimensional, en esta forma de percibir. Esta es la conclusión a la que yo llego cuando la física cuántica demuestra que el átomo está lleno de vacío.

INVESTIGADORA Y DIVULGADORA

PERFIL: María Victoria Fonseca

Doctora en Ciencias Físicas, María Victoria Fonseca es catedrática de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en el Departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear. Dirige el grupo de astrofísica de altas energías de la UCM.

Ha trabajado en las universidades de Cornell y Stony Brook (EE.UU.) y en el Instituto de Física y Astrofísica Max Planck-Werner Heisenberg de Múnich (Alemania). Es además licenciada en Ciencias Políticas. Da charlas y conferencias para hacer accesible al gran público las ideas de la física cuántica.

Cuántico de aquí, cuántico de allá. Hoy todo parece ser “cuántico”. La palabra está de moda. Y no precisamente porque la Unesco haya declarado 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuántica, cuando se han cumplido más de cien años del desarrollo inicial que la puso en carrera y con el fin de aumentar la conciencia pública sobre su importancia.

Se dice que ningún avance tecnológico anterior ha afectado tan profundamente la vida presente de la humanidad. Y la seguirá afectando en el futuro. La era de la información fue posible por la aparición del transistor en 1947, por ejemplo. Los dispositivos que nos acompañan a diario se los debemos a la cuántica. Los televisores, los rayos X, los scanners, la resonancia, los microchips, los ordenadores, los celulares, por no hablar de la industria armamentística, la carrera espacial, los ordenadores cuánticos y la IA.

Catedrática honorífica en física atómica, nuclear y molecular de la Universidad Complutense de Madrid, doctora en Ciencias Físicas y creadora del primer grupo de investigación en España en Astrofísica de Altas Energías y Radiación Cósmica, la científica española María Victoria Fonseca previene: “La palabra cuántica está hoy mal utilizada. La gente quiere explicar a través de ella cosas que la física cuántica no puede explicar aún. Se trata de una teoría matemática nacida en 1900, que describe la materia y la energía en el mundo microscópico. Es verdad que tiene mucho para dar, pero aún está en pañales”.

La aclaración de Fonseca resulta oportuna. Porque hoy se revolea el término no para hablar de la primera teoría satisfactoria del mundo del microcosmos, la mecánica cuántica, que el físico alemán Werner Heisenberg publicó en 1925; ni de la versión equivalente que un año más tarde dio a luz el austríaco Erwin Schrödinger; ni del logro del alemán Max Planck, que descubrió que la energía no es un continuo, sino que puede dividirse en partecitas llamadas quantums, hecho ocurrido en el año 1900 y en el que muchos da tan el nacimiento de esta compleja ciencia. Hoy se ha hecho costumbre echar mano de “lo cuántico” para intentar explicar fenómenos vinculados al mundo de la conciencia y los universos más sutiles en forma ligera o prematura. Sin embargo, la cuántica ya ha hecho mucho: “Toda la tecnología que usamos ahora funciona aplicando sus leyes. Aproximadamente un tercio de la economía mundial se basa en ellas”, señala Fonseca.

Si decimos ordenador cuántico, ¿estamos usando bien el término?

–Sí, es correcto. Ya no acumulan la información en secuencias de ceros o unos. Funcionan además con todas las combinaciones de decimales entre el cero y el uno, que son infinitas. Entonces no solo hay infinita cantidad de cálculos, sino que son mucho más poderosos. Un tema clave es la precisión en los cálculos, porque las máquinas que los hacen tienen que estar a temperaturas muy bajas, y una pequeñísima variación de calor provoca errores. Hoy se trabaja en eso.

La cuántica nos desafía a intentar entender lo que no comprendemos. Llegará un momento en que más gente se dará cuenta de que no solo vivimos en 3D, como dice el materialismo científico, sino que también hay otras posibilidades

“Creo que puedo decir que nadie entiende la mecánica cuántica”, dijo en 1965 el Nobel Richard Feynman.

–Bueno, cuando uno comienza a observar las leyes cuánticas advierte el sinsentido de la lógica racional de la mente binaria, de la realidad clásica local y determinista. Es algo muy complejo: el mundo cuántico no tiene nada que ver con la realidad que vivimos los humanos. Allí las cosas están y no están, son y no son, y pueden estar en varios sitios a la vez. En ese mundo, el espacio tridimensional y el tiempo lineal no tienen sentido. Todo ocurre simultáneamente en el mismo espacio. La tecnología actual permite abrir los sentidos, el oído, la vista, a mundos desconocidos, pero aun esto no es más que una creación de la mente humana para interpretar aquello que mide. Una interpretación es un modelo en el que nos ponemos de acuerdo, pero no es todo lo que hay. Creo que en un futuro próximo vamos a interpretar y percibir la realidad de modo muy diferente al de nuestros padres. Junto a los grandes avances tecnológicos crece un cambio exponencial en cómo entendemos el mundo y a nosotros mismos.

¿Qué más aporta hoy la cuántica?

–Está abriendo la mente de la gente para pensar de otra manera, pero no porque las ecuaciones cuánticas se puedan aplicar al mundo sutil o del psiquismo, de momento. Nos desafía a intentar entender lo que no comprendemos. Llegará un momento en que más gente se dará cuenta de que no solo vivimos en 3D, como dice el materialismo científico, sino que también hay otras posibilidades. En el futuro, cuando la ciencia empiece a incorporar en sus ecuaciones a la conciencia, será una física mucho más amplia. Nicholas Tesla decía: “El día que la ciencia empiece a estudiar los fenómenos no físicos, avanzará más en una década que en todos los siglos previos”. Él era muy consciente de las energías sutiles, de los mundos a los que no tenemos acceso con nuestra conciencia ordinaria y la ciencia convencional.

¿Estudia la cuántica el mundo de la conciencia?

–De momento no puede explicar cómo funciona la mente ni qué es la conciencia. Repito, la física cuántica es una teoría matemática que describe el comportamiento de la materia en espacios muy pequeños, del tamaño de los átomos. La mente humana es no lineal y accede a múltiples realidades, pero esto no está contemplado por ahora en el mundo de la ciencia cuántica. No se ocupa de quién soy, no entra en el ser, en la persona. Por ahora la ciencia va a lo mental. Pienso, luego existo.

Descartes…

–Pero eso no es verdad. Tuvieron que hacer este tipo de separación entre el alma humana y el mundo de la ciencia, porque si no la Inquisición se habría cargado a todos los científicos, como pasó con Giordano Bruno y Galileo. Tuvieron que dejar el conocimiento del alma humana, sus capacidades y las emociones, a la Iglesia. Y entonces Descartes dijo, pienso, me voy al “coco”, luego existo, ya está.

¿Y qué dice la ciencia de todo esto?

–En síntesis, la ciencia actual es una ciencia materialista que poco a poco está empezando a abrirse. Y aunque está habiendo cierta apertura, hay mucha resistencia. La ciencia materialista que conocemos se va a romper en pedazos debido al cambio exponencial que se está advirtiendo.

¿Qué pensaba Albert Einstein de la física cuántica?

–Einstein era un físico clásico y la teoría de la relatividad es una teoría clásica. Es para el macrocosmos, para lo grande. La teoría cuántica es para el microcosmos. De momento nadie ha podido hacer la conexión entre lo grande y lo pequeño. Einstein no aceptaba la física cuántica porque él entendía que la ciencia debía ser capaz de explicarlo todo, incluso lo aparentemente aleatorio. Y no la aceptaba al punto de que él y otros dos científicos propusieron lo que se llama la paradoja Einstein-Podolsky-Rosen o EPR. Querían demostrar que las partículas cuánticas no pueden estar entrelazadas y que el universo es local, que es una de las propuestas de la física clásica.

En el mundo cuántico los objetos no están localizados ni en un sitio ni en un momento. No hay certezas, solo probabilidades de presencia

Defíname “local”, por favor.

–Lo que puedo tocar y con lo que se puede interaccionar. Pero en la física cuántica, en el mundo microscópico, cuando tú separas dos electrones, estos mantienen una conexión no local, de manera que aun estando en posiciones alejadas, si mido el estado del espin [una propiedad intrínseca del electrón] de uno, el otro instantáneamente lo sabe y cambia su estado de espin en dirección contraria. Sin tocarse. Uno puede estar en Madrid y el otro puede estar en Japón. Esto es lo que se llama entrelazamiento y nos está mostrando también que para las partículas cuánticas el tiempo no existe en su mundo.

¿La cuántica podrá aportar al estudio de la conciencia en algún momento?

–Por ahora aporta descubrimientos que desarrollan tecnologías muy necesarias e importantes, y que suponen pensar de una manera a la que no estamos habituados en el modo 3D. En el mundo cuántico los objetos no están localizados ni en un sitio ni en un momento. En el mundo cuántico no hay certezas, solo probabilidades de presencia. No existe la exactitud como nosotros la entendemos. La exactitud de poner un vaso en una mesa o de “nos vemos en una hora”. En el mundo cuántico está todo, porque todo ocurre a la vez.

Dice que la conciencia, la mente, es “no lineal” y está en un mundo multidimensional. ¿Eso dónde está, en el cerebro?

–La mente no está localizada en el cerebro, está dentro del cuerpo y en todo lo que nos rodea. Decía David Bohm [1917-1992, físico estadounidense] que hay dos realidades: la realidad explicada, donde estamos, y la no explicada. En esta última está la mente, la conciencia. Pero cuando nuestra mente racional programada se empiece a expandir, nos daremos cuenta de que hay otras leyes mucho más amplias donde ocurren cosas que hoy llamamos inexplicables.

¿Se está investigando el tema de la conciencia como lo merece?

–Creo que se está haciendo lo que se puede. Hay mucha apertura, pero el conocimiento de nuestro propio psiquismo está en pañales. Ahora la neurociencia nos dice que de todo lo que un ser humano hace y piensa, solo el cinco por ciento lo hace conscientemente. El cerebro funciona constantemente, pero no con plena conciencia. Ya lo decía Jung: “Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el inconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino”. Entonces, el mundo cuántico aporta nuevas formas de entender o interpretar cómo funcionan las cosas. Algo que se sale de la lógica convencional y puede ampliar nuestra visión de cómo funciona la vida. Las leyes cuánticas pueden ayudar de alguna manera a ampliar lo que entendemos por realidad. Pensemos que para nuestro programa mental lo invisible no existe, cuando lo invisible es mucho más grande.

¿Qué hay dentro de lo invisible?

–Muchas cosas. Una radiación cósmica, por ejemplo, que llega continuamente desde distintas partes del universo, además de la consabida radiación electromagnética que se mueve por el espacio de manera continua. Se sabe que un 70 por ciento del universo es energía oscura; no se sabe lo que es, pero existe en todas las galaxias. Un 25 es materia oscura, que no brilla, mientras que la materia normal, lo conocido, es solo un 5 por ciento, donde está todo: la luz, los neutrinos, la radiación electromagnética, los teléfonos, los edificios, las galaxias, los soles, los animales, nosotros… O sea que solo conocemos un 5 por ciento del universo. 95 a 5, como nosotros. El 95 por ciento de lo que hacemos es inconsciente. Los números son estimativos.

Estamos en otra, se diría en la Argentina…

–La atención está fuera de nuestro cuerpo continuamente. Eso quiere decir que, prácticamente, me desconozco, no sé quien soy ni qué capacidades tiene mi cuerpo. Veo la realidad a través de mi sistema de creencias e ignoro todo lo que está fuera de ese sistema. Lo ninguneo. Por eso hay que recuperar la atención. En mis charlas y clases tengo un mantra: ¿dónde está tu atención? Y los hago respirar tres veces para que tomen conciencia y aprendan a focalizarla en lo que nos va pasando. Es un cambio de paradigma fenomenal que debe empezar por nosotros.

Difícil fijar la atención en época de redes y de inteligencia artificial.

–Hay que hacerlo, porque hay una lucha por controlar la atención humana. En función de lo que tú piensas, emites emociones y generas neurotransmisores que crean condiciones, situaciones, enfermedades y estados de ánimo que producen cortisol, adrenalina y otras sustancias dentro del cuerpo. Hace rato que la neurociencia lo ha probado. Allí donde está nuestra atención, está nuestra conciencia, que es nuestra alma, nuestra energía. Somos campos de energía, los pensamientos son energía, las emociones generan energía. Todo es energía, y no lo digo yo. Lo dijo Einstein. Y estamos todo el rato regalándola a los móviles y a la IA. Por lo tanto, es muy importante lo que pensamos y muy importante lo que sentimos, con la mente en silencio y enfocada.

¿Cambia esa energía según lo que pensamos y lo que sentimos?

–Claro, eso ya se mide con aparatos que miden la energía que emiten las diferentes emociones y diferentes pensamientos.

¿Se pueden ya leer los pensamientos?

–Esto no lo demuestra la física cuántica de momento, pero prácticamente sí, con electrodos que te ponen en la cabeza y con IA alimentada con bancos de datos muy potentes; tienen un ochenta por ciento de acierto o más. Hay laboratorios en Estados Unidos donde se están haciendo estos trabajos. Es un tema de frecuencias. Si conectas con la frecuencia del otro, por resonancia sabes lo que el otro está pensando. Telepatía a través de máquinas, digamos. La mente humana es muy poderosa. Es precognitiva, es telepática, tiene todas las capacidades que tienen los grandes psíquicos. Donde está tu atención está tu capacidad de crear y de cambiar.

Suele mencionar la experiencia llamada “doble rendija”.

–Sí, la hizo Dean Radin, un ingeniero electrónico americano que colaboró en la creación del IONS [Instituto de Ciencias Noéticas] con el astronauta Edgard Mitchell [1930-2016] e hizo su tesis doctoral con el premio Nobel de física 1973, Brian David Josephson [Gales, 1940]. Él ha publicado en revistas científicas calificadas cómo la atención enfocada de una persona puede alterar el resultado de ciertos experimentos realizados con luz láser. Es una interacción del cuerpo sobre la materia que nadie puede explicar. ¿Existe? Sí. ¿Cómo funciona? No se sabe hasta ahora. Lo que es claro es que se ha demostrado cómo la mente humana puede influir sobre la materia, pero la ciencia no encuentra una explicación.

Allí donde está nuestra atención, está nuestra conciencia, nuestra energía. Y somos campos de energía. No lo digo yo, lo dijo Einstein

¿A qué se dedica el IONS?

–Noético proviene de la palabra griega nous, que significa “mente intuitiva” o “conocimiento interior”, y lo creó Mitchell justamente para que se investigue la conciencia. Él fue el sexto hombre en pisar la Luna, a la que llegó en la Apolo XIV. Cuando volvió, reveló que había tenido un estado alterado de conciencia y estaba convencido de la existencia de extraterrestres que se comunicaban telepáticamente entre sí. Fue muy polémico y prefirió renunciar a la NASA antes que decir que los alienígenas no existían. Inclusive, en una conferencia, dijo que Estados Unidos tenía pruebas de la existencia de vida extraterrestre pero las ocultaba.

Usted ahora, en su retiro, sigue enseñando física cuántica.

–Sí, utilizo el hilo conductor de la física cuántica pero desde una visión multidimensional, como hacía en la cátedra, para explicar de forma coloquial y concisa a la gente cómo han surgido las ideas de la ciencia. Yo quería y quiero que las personas se abran al mundo de lo que realmente somos: seres multidimensionales en una medida mucho más grande de lo que pensamos. Dice Michio Kaku, divulgador científico y físico teórico estadounidense, que en la mente existen todas las posibilidades de actuación y de comprensión. Quiero que salgan del “coco”, donde solo pensamos en lo conocido, y tomen conciencia a través de la atención y de la respiración. Y así te vas conociendo. Es un trabajo de por vida.

¿Qué quiere dejar en sus audiencias?

–Una comprensión de lo que somos, que significa ir mucho más allá de lo conocido. La física cuántica dice que la materia está llena de vacío. El vacío cuántico es un océano de energía fluctuante. La energía crea partículas en el vacío cuántico, que están apareciendo y desapareciendo en tiempos brevísimos. Además, sucede que este vacío está por doquier en el interior de cada átomo y, por tanto, dentro de mi cuerpo, y de cada porción de materia, de la mesa, de la habitación, de la silla… Es el soporte de todo lo que existe. ¡Estamos vacíos! Todo es solo una apariencia. Esto que tocamos cuando nos tocamos no es otra cosa que un campo de energía. Cada uno de nosotros está rodeado de un campo de energía electromagnético que no vemos, pero que está. Nos han enseñado que solo existe lo sólido. Y no es así. La materia es solo una apariencia, pero en realidad yo no soy lo que veo. Somos la conciencia. No soy un cuerpo físico, sino que la conciencia crea este cuerpo físico y se mete en una dimensión limitada por los sentidos físicos. Eso es lo que aparenta ser la materia, algo denso, pero esto es así solo en esta dimensión tridimensional, en esta forma de percibir. Esta es la conclusión a la que yo llego cuando la física cuántica demuestra que el átomo está lleno de vacío.

INVESTIGADORA Y DIVULGADORA

PERFIL: María Victoria Fonseca

Doctora en Ciencias Físicas, María Victoria Fonseca es catedrática de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en el Departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear. Dirige el grupo de astrofísica de altas energías de la UCM.

Ha trabajado en las universidades de Cornell y Stony Brook (EE.UU.) y en el Instituto de Física y Astrofísica Max Planck-Werner Heisenberg de Múnich (Alemania). Es además licenciada en Ciencias Políticas. Da charlas y conferencias para hacer accesible al gran público las ideas de la física cuántica.

 Las leyes cuánticas pueden ayudar a ampliar lo que entendemos por realidad, dice la física española, y señala que estamos ante un cambio de paradigma que debería empezar por cada individuo  LA NACION

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