Rory McIlroy: no ganó el Open Británico, pero protagonizó una de las situaciones más extrañas en un major

Siguen los ecos del enorme triunfo de Scottie Scheffler en el Abierto Británico, este último domingo en una zona costera de Irlanda del Norte. Un triunfo que le permite al texano conseguir su tercer major diferente -el cuarto de su cosecha- y quedar a un US Open de lograr el “Grand Slam”, la colección de los cuatro grandes torneos que solo tiene un círculo privilegiado de golfistas: Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus, Tiger Woods y Rory McIlroy.
También de este último jugador habla el mundo del golf, cómo no. Por que en su condición de norirlandés, Rory era el favorito de la gente la semana pasada y tenía la posibilidad de redimirse en Royal Portrush tras su opaca actuación en ese mismo campo par 71 en 2019, cuando fue víctima de un cuádruple bogey y no superó el corte clasificatorio. Por lo menos esta vez, el ídolo intentó erigirse como contendiente de Scheffler y luchó hasta el final. El domingo llegó a colocarse como escolta -aunque a varios golpes- cuando el líder marchaba por el hoyo 4. Estuvo lejos de ser una amenaza real, aunque se las arregló para entreverarse en la primera página del leaderboard y finalizó 7°, a siete golpe del campeón.
Watch it. Watch it again. pic.twitter.com/I48KVCk80b
— The Open (@TheOpen) July 19, 2025
“Fue mucho más positivo que hace seis años. Estoy muy contento con mi semana. Ojalá hubiera estado más cerca de Scottie y hubiera podido ejercer una verdadera presión. Pero él se mostró a un nivel diferente toda la semana y en los últimos dos años en relación con el resto de nosotros”, expresó McIlroy, nacido en Holywood, a solo 100 kilómetros de la sede del Open Este año. El N° 2 del mundo siguió elogiando a Scheffler: “Es el listón que todos queremos alcanzar en este momentos; un jugador y un campeón increíble y también una gran persona. Pero para mí, estar frente a toda la gente aquí en casa y sentir esta recepción desde las tribunas fue absolutamente increíble. Lo recordaré por mucho tiempo”.
Lo que resultó insólito fue lo que le sucedió a McIlroy en la vuelta del sábado, una situación completamente inusual en el golf profesional, y más en un major. Sucedió que, después de pegar su tiro de salida a la derecha del fairway del hoyo 11 y en un área pisoteada donde habían caminado los espectadores, su tiro de recuperación se vio trastocado cuando hizo contacto y otra pelota salió milagrosamente desde el pasto.
Rory McIlroy made another ball appear 🤯
Watch closely…
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— The Athletic (@TheAthletic) July 19, 2025
La pelota de McIlroy aterrizó en el fairway, a poca distancia del green del hoyo 11, y la segunda bola quedó casi a los pies de McIlroy. No está claro si la segunda bola influyó en el resultado de su golpe, ni en qué medida, pero el desconcierto se hizo carne en el ídolo, que no podía creer lo que estaba sucediendo.
“¡Dios mío!”, exclamó McIlroy al darse cuenta de que la pelota, enterrada bajo tierra, había sido desenterrada por su swing. McIlroy la recogió y se rio antes de lanzarla a un lado. “¿Habías visto eso antes?”, le preguntó McIlroy a Jim “Bones” McCabe, analista de campo de la NBC, mientras regresaba al fairway.
El norirlandés, con un total de 3 bajo par en la vuelta y 6 bajo par en ese momento, no pudo sacar una diferencia desde el green del 11. Es más: perdió un golpe y estropeó un poco lo que había sido un prometedor comienzo de su tercera vuelta. Comenzó el sábado a siete de Scheffler y llegó a acercarse a cuatro golpes al hacer birdie en tres de los primeros cuatro hoyos (1, 2 y 4). Falló birdies alcanzables en los hoyos 5 y 7 para completar el trayecto de ida en 33 golpes. Sufrió el bogey en el 11. Sin embargo, no tardó mucho en recuperar el golpe: embocó un putt para águila de 17 metros en el hoyo 12 que revitalizó sus chances, hasta redondear un tercer giro de 66 (-5) con cuatro birdies, un águila y un bogey. Al final del día, había escalado hasta el cuarto puesto, a seis de Scottie, y acumulaba 205 golpes (-8).
“Sí, lo que pasó el 11 fue tan… mi pelota salió tan extraña, como si pensara que iba a volar, y la miré y pude verla girando contra el viento. Fue realmente extraño… Obviamente no tenía ni idea de que había una pelota cerca de la mía. De todas formas, podría haberlo hecho mejor con el chip. Ese fue el bogey… bueno, hacer un bogey en el 11 no es el fin del mundo”, comentó McIlroy sobre el raro episodio de juego.
El norirlandés comentaba el año pasado que tenía tres objetivos para el resto de su carrera. Uno consistía en ganar el Masters para completar el “Grand Slam”. Otro apuntaba a ganar una medalla olímpica y el restante, ganar con el equipo europeo de la Copa Ryder de visitante. El primer sueño ya lo cumplió: allí está, fresco en la memoria, su consagración en Augusta National en abril pasado. Para el podio olímpico deberá esperar hasta Los Ángeles 2028, pero en apenas dos meses podrá probarse en la cancha de Bethpage Black Course, en Farmingdale, New York, para intentar batir a los estadounidenses en su suelo en complicidad con sus compañeros del Viejo Continente
Siguen los ecos del enorme triunfo de Scottie Scheffler en el Abierto Británico, este último domingo en una zona costera de Irlanda del Norte. Un triunfo que le permite al texano conseguir su tercer major diferente -el cuarto de su cosecha- y quedar a un US Open de lograr el “Grand Slam”, la colección de los cuatro grandes torneos que solo tiene un círculo privilegiado de golfistas: Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus, Tiger Woods y Rory McIlroy.
También de este último jugador habla el mundo del golf, cómo no. Por que en su condición de norirlandés, Rory era el favorito de la gente la semana pasada y tenía la posibilidad de redimirse en Royal Portrush tras su opaca actuación en ese mismo campo par 71 en 2019, cuando fue víctima de un cuádruple bogey y no superó el corte clasificatorio. Por lo menos esta vez, el ídolo intentó erigirse como contendiente de Scheffler y luchó hasta el final. El domingo llegó a colocarse como escolta -aunque a varios golpes- cuando el líder marchaba por el hoyo 4. Estuvo lejos de ser una amenaza real, aunque se las arregló para entreverarse en la primera página del leaderboard y finalizó 7°, a siete golpe del campeón.
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“Fue mucho más positivo que hace seis años. Estoy muy contento con mi semana. Ojalá hubiera estado más cerca de Scottie y hubiera podido ejercer una verdadera presión. Pero él se mostró a un nivel diferente toda la semana y en los últimos dos años en relación con el resto de nosotros”, expresó McIlroy, nacido en Holywood, a solo 100 kilómetros de la sede del Open Este año. El N° 2 del mundo siguió elogiando a Scheffler: “Es el listón que todos queremos alcanzar en este momentos; un jugador y un campeón increíble y también una gran persona. Pero para mí, estar frente a toda la gente aquí en casa y sentir esta recepción desde las tribunas fue absolutamente increíble. Lo recordaré por mucho tiempo”.
Lo que resultó insólito fue lo que le sucedió a McIlroy en la vuelta del sábado, una situación completamente inusual en el golf profesional, y más en un major. Sucedió que, después de pegar su tiro de salida a la derecha del fairway del hoyo 11 y en un área pisoteada donde habían caminado los espectadores, su tiro de recuperación se vio trastocado cuando hizo contacto y otra pelota salió milagrosamente desde el pasto.
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La pelota de McIlroy aterrizó en el fairway, a poca distancia del green del hoyo 11, y la segunda bola quedó casi a los pies de McIlroy. No está claro si la segunda bola influyó en el resultado de su golpe, ni en qué medida, pero el desconcierto se hizo carne en el ídolo, que no podía creer lo que estaba sucediendo.
“¡Dios mío!”, exclamó McIlroy al darse cuenta de que la pelota, enterrada bajo tierra, había sido desenterrada por su swing. McIlroy la recogió y se rio antes de lanzarla a un lado. “¿Habías visto eso antes?”, le preguntó McIlroy a Jim “Bones” McCabe, analista de campo de la NBC, mientras regresaba al fairway.
El norirlandés, con un total de 3 bajo par en la vuelta y 6 bajo par en ese momento, no pudo sacar una diferencia desde el green del 11. Es más: perdió un golpe y estropeó un poco lo que había sido un prometedor comienzo de su tercera vuelta. Comenzó el sábado a siete de Scheffler y llegó a acercarse a cuatro golpes al hacer birdie en tres de los primeros cuatro hoyos (1, 2 y 4). Falló birdies alcanzables en los hoyos 5 y 7 para completar el trayecto de ida en 33 golpes. Sufrió el bogey en el 11. Sin embargo, no tardó mucho en recuperar el golpe: embocó un putt para águila de 17 metros en el hoyo 12 que revitalizó sus chances, hasta redondear un tercer giro de 66 (-5) con cuatro birdies, un águila y un bogey. Al final del día, había escalado hasta el cuarto puesto, a seis de Scottie, y acumulaba 205 golpes (-8).
“Sí, lo que pasó el 11 fue tan… mi pelota salió tan extraña, como si pensara que iba a volar, y la miré y pude verla girando contra el viento. Fue realmente extraño… Obviamente no tenía ni idea de que había una pelota cerca de la mía. De todas formas, podría haberlo hecho mejor con el chip. Ese fue el bogey… bueno, hacer un bogey en el 11 no es el fin del mundo”, comentó McIlroy sobre el raro episodio de juego.
El norirlandés comentaba el año pasado que tenía tres objetivos para el resto de su carrera. Uno consistía en ganar el Masters para completar el “Grand Slam”. Otro apuntaba a ganar una medalla olímpica y el restante, ganar con el equipo europeo de la Copa Ryder de visitante. El primer sueño ya lo cumplió: allí está, fresco en la memoria, su consagración en Augusta National en abril pasado. Para el podio olímpico deberá esperar hasta Los Ángeles 2028, pero en apenas dos meses podrá probarse en la cancha de Bethpage Black Course, en Farmingdale, New York, para intentar batir a los estadounidenses en su suelo en complicidad con sus compañeros del Viejo Continente
Quedará en el recuerdo su raro golpe en el hoyo 11 de la tercera vuelta LA NACION