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Lucas Pusineri: el amigo de Gallardo que volvió a amargar a Boca y que defiende un estilo

Un BMW azul, el ídolo al volante y un entusiasta de copiloto. Así, todos los días de 2006, ida y vuelta, de Zona Norte al Monumental.

Lucas Pusineri fue un mediocampista aguerrido, un entusiasta de la marca y, de vez en cuando, de la creación. Creía en los imposibles: sin grandes luces en el factor habilidad, le imprimía coraje, táctica y, sobre todo, amor propio a todo lo que se proponía. Tal vez, por eso, actuó en tres gigantes: San Lorenzo, Independiente y River. En los dos primeros, dejó una marca gratificante. Los hinchas lo recuerdan de pantalones cortos con alegría: era uno de los que sentía la camiseta. En el caso del conjunto millonario, no estuvo a tono con el contexto: en 2006 actuó en apenas 15 encuentros. Muy pocos recuerdan su deslucido paso.

Algo de magia, en un River-Atlético Tucumán, en el Monumental

Sin embargo, tuvo tiempo para dejar su sello distintivo en el afecto: se hizo amigo de algunos caciques millonarios, entre ellos, de Marcelo Gallardo. Los dos tienen 49 años. “Marcelo tiene un camino recorrido que a uno le gustaría tener. Es una persona seria, responsable y honesta. En el 2006 me pasaba a buscar por mi casa para ir a entrenar a River, íbamos charlando. Fui a ver entrenamientos suyos, hay que admirar lo bueno. Me pone muy contento que le vaya bien a la gente buena”, contó, años atrás, en una entrevista.

En la autopista nació una amistad. El Muñeco se convirtió en estatua en River, Pusi se disfrazó de verdugo eterno de Boca y construyó una carrera basada en el orden y el esfuerzo. Como su táctica de cabecera.

Con efervescencia, Pusineri da indicaciones en el triunfo de Atlético Tucumán sobre Boca

“Por lo menos desde mi lugar los comentarios que siempre hago son de una intención de cautela, de saber lo que somos nosotros y que nos enfrentamos a rivales de mucha jerarquía y a partir de esa realidad nosotros sabemos lo que tenemos que hacer. Hoy la paridad de nuestro futbol hace que nosotros le cerramos los caminos para que ellos terminaran por los costados y tirando centros, y me parece que estuvo bien. Y que eso se puede sostener”, analiza el DT de Atlético Tucumán, el impactante triunfo contra Boca por 2 a 1, que dejó al gigante xeneize fuera de la Copa Argentina en los 16avos de final.

A partir de la histórica victoria, abre su manual de estilo. “Nosotros cambiamos el esquema porque sabemos que no tenemos posesiones muy largas. Entonces, cuando perdemos la pelota lo que nos puede sostener es la estructura defensiva, lo que nos da solidez”, grafica el DT, que se ríe cuando le dicen que suele crear una suerte de catenaccio.

“Enfrentamos a un rival con jerarquía, que hace poco casi le empata al Bayern Munich… Es un premio al grupo que viene haciendo esfuerzos colectivos y tanto los que juegan como los que entran son solución”, expone. Un 26 por ciento de posesión y tres remates al arco en Santiago del Estero exponen su manera de ver el juego. Un utilitarismo admirado por los que no tienen voz.

Lo mejor de la victoria de Atlético Tucumán ante Boca

Como tantos otros, Pusineri debió escribir el prólogo de su carrera como DT en otro destino, convencido de que el fútbol argentino no se iba a olvidar de él. En Deportivo Cúcuta, primero y en Deportivo Cali, más tarde, dejó algunas reseñas de que lo suyo no sólo iba en serio: se preparó largos años para ocupar un lugar de privilegio en el banco de los suplentes.

Y más tarde, Independiente, Tigre y Atlético Tucumán, en dos estaciones. Un sube y baja permanente. “Estoy para solucionar conflictos”, se ríe, cuando le plantean esa suerte de capitán de tormentas.

Como entrenador no tuvo los mejores registros ante Boca. En su carrera de siete años, ganó dos partidos (el otro, un 1-0 con Tigre en 2023), empató otro (0-0 con Independiente en 2020) y perdió tres (uno con el Rojo y dos con el Decano).

Pusineri celebra el gol ante Boca, clave en la conquista de 2002 junto a Ríos y a Castagno Suárez

Como futbolista, su historial fue equilibrado, con tres victorias, cinco empates y cuatro derrotas. Sin embargo, hay un 1-1 que valió un título. “El gol más gritado”, lo define. Y replica lo que le contaron decenas de hinchas de Independiente.

La imagen se congela en el tiempo, indeleble, el 24 de noviembre de 2002, en una Avellaneda ardiente en un clásico contra Boca. Gabriel Milito guapea y abre la pelota para Emanuel Rivas. El centro llega como una ráfaga. Una camiseta roja con el N°8 se filtra y se eleva dentro del área de Boca, que a cuatro minutos del final se relame con la punta del Apertura. Pusineri cambia la historia, cuando Independiente se encoge entre temores. Aquel volante dejó a Independiente en las puertas de la última estrella doméstica.

“Fue uno de los goles más especiales que hice. En la tabla de preferencias lo ubico junto con el que le marqué a Corinthians (para San Lorenzo), por las semifinales de una Copa Mercosur. Tengo grabados varios goles míos, pero éste quedó como uno de los mejores. No sólo por la importancia personal, sino también porque le permitió al equipo salir de una situación bastante delicada”, explicó Pusineri, en ese momento. El tiempo agigantó esa imagen.

El DT de ahora busca su destino. A aquella dosis de efervescencia, ahora le agrega flechas hacia atrás, hacia los costados. De todos modos, antes de citarse con Leandro Paredes, abrió otro incisivo de su manual.

Lucas Pusineri, un equlibrista

“No pensaría nunca en una marca personal para un contención, para un volante central. Estaría fuera de mis conceptos futboleros, a la hora de tomar una decisión. Si tuviera que tomar alguna decisión más contundente, pensaría en hacerlo con un delantero o un creativo. El puesto que ocupa es de un volante central. Con toda la jerarquía y con todo lo que él puede llegar a transmitir, esta en una posición del campo que, si bien es importante, no termina siendo categórica para la definición de la jugada“, argumentaba.

La posición de Paredes quedó como una anécdota para Pusineri, que entre cerrojos y (supuestas) marcas personales, es un verdugo que deja huella.

Un BMW azul, el ídolo al volante y un entusiasta de copiloto. Así, todos los días de 2006, ida y vuelta, de Zona Norte al Monumental.

Lucas Pusineri fue un mediocampista aguerrido, un entusiasta de la marca y, de vez en cuando, de la creación. Creía en los imposibles: sin grandes luces en el factor habilidad, le imprimía coraje, táctica y, sobre todo, amor propio a todo lo que se proponía. Tal vez, por eso, actuó en tres gigantes: San Lorenzo, Independiente y River. En los dos primeros, dejó una marca gratificante. Los hinchas lo recuerdan de pantalones cortos con alegría: era uno de los que sentía la camiseta. En el caso del conjunto millonario, no estuvo a tono con el contexto: en 2006 actuó en apenas 15 encuentros. Muy pocos recuerdan su deslucido paso.

Algo de magia, en un River-Atlético Tucumán, en el Monumental

Sin embargo, tuvo tiempo para dejar su sello distintivo en el afecto: se hizo amigo de algunos caciques millonarios, entre ellos, de Marcelo Gallardo. Los dos tienen 49 años. “Marcelo tiene un camino recorrido que a uno le gustaría tener. Es una persona seria, responsable y honesta. En el 2006 me pasaba a buscar por mi casa para ir a entrenar a River, íbamos charlando. Fui a ver entrenamientos suyos, hay que admirar lo bueno. Me pone muy contento que le vaya bien a la gente buena”, contó, años atrás, en una entrevista.

En la autopista nació una amistad. El Muñeco se convirtió en estatua en River, Pusi se disfrazó de verdugo eterno de Boca y construyó una carrera basada en el orden y el esfuerzo. Como su táctica de cabecera.

Con efervescencia, Pusineri da indicaciones en el triunfo de Atlético Tucumán sobre Boca

“Por lo menos desde mi lugar los comentarios que siempre hago son de una intención de cautela, de saber lo que somos nosotros y que nos enfrentamos a rivales de mucha jerarquía y a partir de esa realidad nosotros sabemos lo que tenemos que hacer. Hoy la paridad de nuestro futbol hace que nosotros le cerramos los caminos para que ellos terminaran por los costados y tirando centros, y me parece que estuvo bien. Y que eso se puede sostener”, analiza el DT de Atlético Tucumán, el impactante triunfo contra Boca por 2 a 1, que dejó al gigante xeneize fuera de la Copa Argentina en los 16avos de final.

A partir de la histórica victoria, abre su manual de estilo. “Nosotros cambiamos el esquema porque sabemos que no tenemos posesiones muy largas. Entonces, cuando perdemos la pelota lo que nos puede sostener es la estructura defensiva, lo que nos da solidez”, grafica el DT, que se ríe cuando le dicen que suele crear una suerte de catenaccio.

“Enfrentamos a un rival con jerarquía, que hace poco casi le empata al Bayern Munich… Es un premio al grupo que viene haciendo esfuerzos colectivos y tanto los que juegan como los que entran son solución”, expone. Un 26 por ciento de posesión y tres remates al arco en Santiago del Estero exponen su manera de ver el juego. Un utilitarismo admirado por los que no tienen voz.

Lo mejor de la victoria de Atlético Tucumán ante Boca

Como tantos otros, Pusineri debió escribir el prólogo de su carrera como DT en otro destino, convencido de que el fútbol argentino no se iba a olvidar de él. En Deportivo Cúcuta, primero y en Deportivo Cali, más tarde, dejó algunas reseñas de que lo suyo no sólo iba en serio: se preparó largos años para ocupar un lugar de privilegio en el banco de los suplentes.

Y más tarde, Independiente, Tigre y Atlético Tucumán, en dos estaciones. Un sube y baja permanente. “Estoy para solucionar conflictos”, se ríe, cuando le plantean esa suerte de capitán de tormentas.

Como entrenador no tuvo los mejores registros ante Boca. En su carrera de siete años, ganó dos partidos (el otro, un 1-0 con Tigre en 2023), empató otro (0-0 con Independiente en 2020) y perdió tres (uno con el Rojo y dos con el Decano).

Pusineri celebra el gol ante Boca, clave en la conquista de 2002 junto a Ríos y a Castagno Suárez

Como futbolista, su historial fue equilibrado, con tres victorias, cinco empates y cuatro derrotas. Sin embargo, hay un 1-1 que valió un título. “El gol más gritado”, lo define. Y replica lo que le contaron decenas de hinchas de Independiente.

La imagen se congela en el tiempo, indeleble, el 24 de noviembre de 2002, en una Avellaneda ardiente en un clásico contra Boca. Gabriel Milito guapea y abre la pelota para Emanuel Rivas. El centro llega como una ráfaga. Una camiseta roja con el N°8 se filtra y se eleva dentro del área de Boca, que a cuatro minutos del final se relame con la punta del Apertura. Pusineri cambia la historia, cuando Independiente se encoge entre temores. Aquel volante dejó a Independiente en las puertas de la última estrella doméstica.

“Fue uno de los goles más especiales que hice. En la tabla de preferencias lo ubico junto con el que le marqué a Corinthians (para San Lorenzo), por las semifinales de una Copa Mercosur. Tengo grabados varios goles míos, pero éste quedó como uno de los mejores. No sólo por la importancia personal, sino también porque le permitió al equipo salir de una situación bastante delicada”, explicó Pusineri, en ese momento. El tiempo agigantó esa imagen.

El DT de ahora busca su destino. A aquella dosis de efervescencia, ahora le agrega flechas hacia atrás, hacia los costados. De todos modos, antes de citarse con Leandro Paredes, abrió otro incisivo de su manual.

Lucas Pusineri, un equlibrista

“No pensaría nunca en una marca personal para un contención, para un volante central. Estaría fuera de mis conceptos futboleros, a la hora de tomar una decisión. Si tuviera que tomar alguna decisión más contundente, pensaría en hacerlo con un delantero o un creativo. El puesto que ocupa es de un volante central. Con toda la jerarquía y con todo lo que él puede llegar a transmitir, esta en una posición del campo que, si bien es importante, no termina siendo categórica para la definición de la jugada“, argumentaba.

La posición de Paredes quedó como una anécdota para Pusineri, que entre cerrojos y (supuestas) marcas personales, es un verdugo que deja huella.

 Luego del impacto en la Copa Argentina, el entrenador de Atlético Tucumán busca relanzar su carrera  LA NACION

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