A los 83 años murió Robert “Bob” Wilson, figura clave de la renovación de la escena del siglo pasado

El norteamericano Robert M. Wilson, una de las figuras claves de la escena de la vanguardia de Occidente del Siglo pasado, falleció hoy a los 83 años tras una “breve pero grave enfermedad”. Fue director de teatro y ópera, arquitecto, diseñador de escenografía, mago de la luz, performer y un cuestionador de todo lo establecido.
La noticia de su muerte la dio a conocer la página del Watermill Center, su laboratorio de artes y humanidades ubicado en Nueva York que había fundado. “Aunque afrontó su diagnóstico con claridad y determinación, se sintió impulsado por seguir trabajando y creando hasta el final. Sus obras para teatro, sobre papel, esculturas y video retratos, así como The Watermill Center, perdurarán como el legado artístico de Robert Wilson”, explica el comunicado.
Robert Wilson nació en Waco, Texas, en 1941. Es considerado como uno de los más importantes creadores de vanguardia que surgieron con posterioridad a grupos como el Living Theatre. A lo largo de su trayectoria planteó una profunda revolución en las prácticas escénicas al construir sus espectáculos a partir de un tema y no de un texto escrito, oponiéndose a la teoría que planteaba el Actors Studio y a todas las convenciones stanislavskianas imperantes en ese momento.
“A los 21 años, Martha Graham [reconocida bailarina y coreógrafa] me dijo que si trabajaba el tiempo suficiente y con el esfuerzo necesario encontraría algo. Esa también fue una gran enseñanza. También me dejaron huellas los coreógrafos George Balanchine y el de Jerome Robbins”, dijo el artista de fama mundial que fue reconocido con la Legión de Honor de Francia y la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito, de Alemania; además de la Medalla Goethe.
En sus trabajos, siempre muy personales, utilizaba directamente el escenario como la herramienta principal y no la partitura escrita por un autor. Apostaba a la imagen y al sonido integrados al espacio escénico y a diversos elementos para componer su propio lenguaje: el color, la música, el gesto, las voces grabadas, el movimiento y la interpretación corporal. En coherencia con esa búsqueda, entre sus elencos se cuentan más bailarines que actores.
“Yo pienso el teatro en términos visuales. Una vez que veo al espacio, me resulta más fácil pensar en cómo llenarlo. Mis trabajos responden a una sucesión de tiempos y espacios, pienso en momentos interiores y exteriores, en movimientos rápidos y lentos, en momentos más coloridos que otros. En el teatro, como en la vida, hacemos leyes para no cumplirlas, para quebrarlas”, explicó en 2017 cuando, en el Teatro Coliseo, junto al bailarín ruso Mikhail Baryshnikov presentó Letter to a man, espectáculo basado en los diarios del Nijinsky.
Verdadero maestro de la palabra ya había trabajado con el bailarín The Old Woman, experiencia visual en la Baryshnikov compartía escena con Willem Dafoe. Esa propuesta fue otra de las pocas veces, la primera fue en 1999, cuando presentó Persephone en el marco del FIBA; que el público local pudo ver una puesta de este creador.
Bob Wilson fue, junto a creadores de la talla de Tadeusz Kantor, Peter Brook, Ariane Mnouchkine y Pina Baush, los que marcaron la ruta de las búsquedas escénicas más experimentales de fines del siglo pasado. “El músico y compositor John Cage sostenía que no hay nada como el silencio. Escuchar el silencio nos ayuda a que los sonidos sean más audibles y en la obra que se verá en Buenos Aires es muy importante escuchar”, sostuvo en aquella rueda de prensa junto al bailarín ruso. Dicho eso, se quedó en silencio. Uno. Dos. Tres. Largos silencios. “No es importante decir qué es una cosa sino preguntarse qué es. Esa es la razón por la que trabajamos”, agregó.
Revolucionario
Nacido en Waco, en 1941, fundó la Byrd Hoffman Watermill Foundation con la que firmó sus primeros trabajos. Su obra muda e inmersiva Deafman Glance (1970), en silencio durante siete horas, revolucionó el teatro experimental. Al muy poco tiempo su campo de acción se trasladó a la ópera. En el Festival de Aviñón, del sur francés, junto a Philip Glass estrenaron Einstein on the Beach, un trabajo que marcó la época.
Su mapa de acción fue tan amplio que lo llevó a trabajar junto a creadores tan disímiles como los músicos Tom Waits, Lou Reed, Ryuichi Sakamoto y Laurie Anderson; o escritores como Heiner Müller, William Burroughs y Susan Sontag así como artistas plásticos, arquitectos, bailarines o escenógrafos. Con David Byrne, el fundador de Talking Heads, crearon The Civil Wars. Con quien fue su gran amigo Heiner Müller realizó una versión de Máquina Hamlet. Con Marina Abramovic presentó The Life and Death of Marina Abramovic.
En su extensa trayectoria este enfant terrible de la escena también tomó contacto con el director y dramaturgo Federico León. Robert “Bob” Wilson fue el tutor de quien actualmente está presentando la obra El trabajo en el marco de una edición de las Beca Rolex de 2003. “Creo que Wilson me eligió por lo distintos que somos. Yo construyo las obras durante los ensayos, a diferencia de Wilson que lleva adelante las ideas preconcebidas. Yo trabajo con actores y con lo que les pasa; para él, los actores son modelos de una obra de orden más plástico, pictórica, lumínica. Los actores son como la luz, un elemento que hace a la composición”, contó Federico León a LA NACION hace ya unos años.
El creador argentino estuvo unas tres semanas en el gran centro cultural que fundó el fallecido director en Long Island. Hablaron muy poco. De hecho, el mentor no hablaba castellano y su protegido no hablaba inglés. Pero, para el maestro de la palabra como del silencio, seguramente eso no debe haber sido un impedimento.
En 2013 presentó en el Museo del Louvre una exposición individual de Robert Wilson que denominó Living Rooms. Inspirándose en las pinturas de la colección del museo y en las conversaciones con Lady Gaga sobre ideas acerca de la belleza, la tortura, la santidad y la percepción la cantante fue protagonista del ciclo de vídeo-retratos. De esa serie también formaron parte Brad Pitt, Winona Ryder y Renee Flemming.
Este mismo año, fue parte de la Semana de Diseño de Milán. No se dejó tentar por la tecnología de punta ni por el dictamen del algoritmo. Eligió líneas de luz para enmarcar el icónico escenario de la Scala de Milano para una performance exclusiva donde objetos metafóricos representaban la esencia de una silla que llamó The Night Before: Chairs, Objects.
Uno de sus últimos trabajos, Animals, fue inaugurado el pasado 24 de julio en la galería neoyorquina Winston Wächter Fine Art. Se trata de una exhibición de retratos en video de animales, como búhos de las nieves, una pantera negra o un alce que muestran su maestría en el uso de la luz y el color y reflejan su fascinación por los animales y, que según la presentación, él mismo describe como “una manera de escuchar interiormente”.
A los galardones obtenidos por sus puestas, en 1993 se le sumó el León de Oro en la Bienal de Venecia, en el apartado de escultura, “por su dramática percepción de memoria y objeto en un espacio plástico de gran magia”.
Robert “Bob” Wilson, el mago de la luz, de los silencios y de la palabra, falleció este jueves 31 de julio, y el mundo de las búsquedas artísticas más experimentales está de luto. “Un ser tremendamente inspirador”, señaló el director y gestor Martín Bauer en su redes recordando de cuando montaron Lecture on nothing, en el Teatro San Martín; y de cuando hicieron Einstein on the Beach en el Teatro Colón que fue una manera de “estar cerca de ese rigor y de ese talento inclaudicable”.
El norteamericano Robert M. Wilson, una de las figuras claves de la escena de la vanguardia de Occidente del Siglo pasado, falleció hoy a los 83 años tras una “breve pero grave enfermedad”. Fue director de teatro y ópera, arquitecto, diseñador de escenografía, mago de la luz, performer y un cuestionador de todo lo establecido.
La noticia de su muerte la dio a conocer la página del Watermill Center, su laboratorio de artes y humanidades ubicado en Nueva York que había fundado. “Aunque afrontó su diagnóstico con claridad y determinación, se sintió impulsado por seguir trabajando y creando hasta el final. Sus obras para teatro, sobre papel, esculturas y video retratos, así como The Watermill Center, perdurarán como el legado artístico de Robert Wilson”, explica el comunicado.
Robert Wilson nació en Waco, Texas, en 1941. Es considerado como uno de los más importantes creadores de vanguardia que surgieron con posterioridad a grupos como el Living Theatre. A lo largo de su trayectoria planteó una profunda revolución en las prácticas escénicas al construir sus espectáculos a partir de un tema y no de un texto escrito, oponiéndose a la teoría que planteaba el Actors Studio y a todas las convenciones stanislavskianas imperantes en ese momento.
“A los 21 años, Martha Graham [reconocida bailarina y coreógrafa] me dijo que si trabajaba el tiempo suficiente y con el esfuerzo necesario encontraría algo. Esa también fue una gran enseñanza. También me dejaron huellas los coreógrafos George Balanchine y el de Jerome Robbins”, dijo el artista de fama mundial que fue reconocido con la Legión de Honor de Francia y la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito, de Alemania; además de la Medalla Goethe.
En sus trabajos, siempre muy personales, utilizaba directamente el escenario como la herramienta principal y no la partitura escrita por un autor. Apostaba a la imagen y al sonido integrados al espacio escénico y a diversos elementos para componer su propio lenguaje: el color, la música, el gesto, las voces grabadas, el movimiento y la interpretación corporal. En coherencia con esa búsqueda, entre sus elencos se cuentan más bailarines que actores.
“Yo pienso el teatro en términos visuales. Una vez que veo al espacio, me resulta más fácil pensar en cómo llenarlo. Mis trabajos responden a una sucesión de tiempos y espacios, pienso en momentos interiores y exteriores, en movimientos rápidos y lentos, en momentos más coloridos que otros. En el teatro, como en la vida, hacemos leyes para no cumplirlas, para quebrarlas”, explicó en 2017 cuando, en el Teatro Coliseo, junto al bailarín ruso Mikhail Baryshnikov presentó Letter to a man, espectáculo basado en los diarios del Nijinsky.
Verdadero maestro de la palabra ya había trabajado con el bailarín The Old Woman, experiencia visual en la Baryshnikov compartía escena con Willem Dafoe. Esa propuesta fue otra de las pocas veces, la primera fue en 1999, cuando presentó Persephone en el marco del FIBA; que el público local pudo ver una puesta de este creador.
Bob Wilson fue, junto a creadores de la talla de Tadeusz Kantor, Peter Brook, Ariane Mnouchkine y Pina Baush, los que marcaron la ruta de las búsquedas escénicas más experimentales de fines del siglo pasado. “El músico y compositor John Cage sostenía que no hay nada como el silencio. Escuchar el silencio nos ayuda a que los sonidos sean más audibles y en la obra que se verá en Buenos Aires es muy importante escuchar”, sostuvo en aquella rueda de prensa junto al bailarín ruso. Dicho eso, se quedó en silencio. Uno. Dos. Tres. Largos silencios. “No es importante decir qué es una cosa sino preguntarse qué es. Esa es la razón por la que trabajamos”, agregó.
Revolucionario
Nacido en Waco, en 1941, fundó la Byrd Hoffman Watermill Foundation con la que firmó sus primeros trabajos. Su obra muda e inmersiva Deafman Glance (1970), en silencio durante siete horas, revolucionó el teatro experimental. Al muy poco tiempo su campo de acción se trasladó a la ópera. En el Festival de Aviñón, del sur francés, junto a Philip Glass estrenaron Einstein on the Beach, un trabajo que marcó la época.
Su mapa de acción fue tan amplio que lo llevó a trabajar junto a creadores tan disímiles como los músicos Tom Waits, Lou Reed, Ryuichi Sakamoto y Laurie Anderson; o escritores como Heiner Müller, William Burroughs y Susan Sontag así como artistas plásticos, arquitectos, bailarines o escenógrafos. Con David Byrne, el fundador de Talking Heads, crearon The Civil Wars. Con quien fue su gran amigo Heiner Müller realizó una versión de Máquina Hamlet. Con Marina Abramovic presentó The Life and Death of Marina Abramovic.
En su extensa trayectoria este enfant terrible de la escena también tomó contacto con el director y dramaturgo Federico León. Robert “Bob” Wilson fue el tutor de quien actualmente está presentando la obra El trabajo en el marco de una edición de las Beca Rolex de 2003. “Creo que Wilson me eligió por lo distintos que somos. Yo construyo las obras durante los ensayos, a diferencia de Wilson que lleva adelante las ideas preconcebidas. Yo trabajo con actores y con lo que les pasa; para él, los actores son modelos de una obra de orden más plástico, pictórica, lumínica. Los actores son como la luz, un elemento que hace a la composición”, contó Federico León a LA NACION hace ya unos años.
El creador argentino estuvo unas tres semanas en el gran centro cultural que fundó el fallecido director en Long Island. Hablaron muy poco. De hecho, el mentor no hablaba castellano y su protegido no hablaba inglés. Pero, para el maestro de la palabra como del silencio, seguramente eso no debe haber sido un impedimento.
En 2013 presentó en el Museo del Louvre una exposición individual de Robert Wilson que denominó Living Rooms. Inspirándose en las pinturas de la colección del museo y en las conversaciones con Lady Gaga sobre ideas acerca de la belleza, la tortura, la santidad y la percepción la cantante fue protagonista del ciclo de vídeo-retratos. De esa serie también formaron parte Brad Pitt, Winona Ryder y Renee Flemming.
Este mismo año, fue parte de la Semana de Diseño de Milán. No se dejó tentar por la tecnología de punta ni por el dictamen del algoritmo. Eligió líneas de luz para enmarcar el icónico escenario de la Scala de Milano para una performance exclusiva donde objetos metafóricos representaban la esencia de una silla que llamó The Night Before: Chairs, Objects.
Uno de sus últimos trabajos, Animals, fue inaugurado el pasado 24 de julio en la galería neoyorquina Winston Wächter Fine Art. Se trata de una exhibición de retratos en video de animales, como búhos de las nieves, una pantera negra o un alce que muestran su maestría en el uso de la luz y el color y reflejan su fascinación por los animales y, que según la presentación, él mismo describe como “una manera de escuchar interiormente”.
A los galardones obtenidos por sus puestas, en 1993 se le sumó el León de Oro en la Bienal de Venecia, en el apartado de escultura, “por su dramática percepción de memoria y objeto en un espacio plástico de gran magia”.
Robert “Bob” Wilson, el mago de la luz, de los silencios y de la palabra, falleció este jueves 31 de julio, y el mundo de las búsquedas artísticas más experimentales está de luto. “Un ser tremendamente inspirador”, señaló el director y gestor Martín Bauer en su redes recordando de cuando montaron Lecture on nothing, en el Teatro San Martín; y de cuando hicieron Einstein on the Beach en el Teatro Colón que fue una manera de “estar cerca de ese rigor y de ese talento inclaudicable”.
Su última visita a Buenos Aires fue junto al bailarín Mikhail Baryshnikov, cuando presentaron Letter to a man, basado en los diarios de Nijinsky LA NACION