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Mordiscos y rugidos en el zoo de la política

Era una audiencia judicial por el conflicto de los alimentos en poder del Gobierno, pero se transformó en una pelea de depredadores del lenguaje y de las formas. “Kuka ladrona”, le gritó Juan Grabois a Leila Gianni, del Ministerio de Capital Humano, en la Cámara Federal, donde se debatió el destino del grueso de la comida que la gente con hambre y sin recursos ve solo por TV. “Tenés un pingüino tatuado y un león en la remera”, le gritó el abogado cercano al kukismo –siguiendo su alegoría– a la abogada cuya piel y vestimenta parecen un compendio de historia argentina. También le dijo “cerdo” a un colaborador de Gianni.

“Al pingüino se lo comió el león, tarado. Dejá de extorsionar gente mandándola a los actos por una bolsa de comida”, le respondió la letrada borocotista (militó en el Frente de Todos, en Cambiemos, para Massa y ahora es funcionaria de Milei).

Más allá de la comida, que parece que no se venció, y de todas las cosas que sí se vencieron antes cuando arreciaba un raro tipo de ceguera selectiva, es llamativo cómo se sigue apelando a animales para calificar en política. Claro está que no siempre se invoca a esos nobles amigos para denostar. Decirle pingüino a Néstor por su procedencia patagónica, a quien también llamaban lupo (lobo, en italiano), le resultaba simpático. No le debe haber caído igual a la arquitecta egipcia que, por extensión, la llamaran lupina.

Ya se sabe que Milei ruge de alegría cuando lo llaman león y que el propio Macri usó alguna vez el mote de gato a la hora de rasguñarle las heridas a algún contendiente en desgracia. Pero fue muy injusto llamar tortuga a Illia y todavía está por verse cuán tigre fue Massa y cuán leona María Eugenia Vidal.

En la escala zoológica de nuestra historia política están, entre otros, el peludo Yrigoyen; el sapo Rivadavia; el bisonte Alende; la lechuza Uriburu; el perro Santillán; la morsa Aníbal Fernández (mote que también portaba Onganía); el bulldog López Murphy; el mono Farrell; el zorro Roca; el chingolo Avellaneda, y Juárez Celman, el burrito cordobés. Todos ellos sumados a los gorilas, halcones y palomas de todas las épocas.

Si hasta hoy no hubo quejas de las asociaciones defensoras de los derechos del animal, que podrían haber puesto el grito en el cielo porque muchos dirigentes degradan la nobleza de esos bichos, debe ser por lo que sostenía el querido profesor Julio Mafud: “Los motes, la viveza y la cachada son la creación más peculiar del arte popular argentino”.

Era una audiencia judicial por el conflicto de los alimentos en poder del Gobierno, pero se transformó en una pelea de depredadores del lenguaje y de las formas. “Kuka ladrona”, le gritó Juan Grabois a Leila Gianni, del Ministerio de Capital Humano, en la Cámara Federal, donde se debatió el destino del grueso de la comida que la gente con hambre y sin recursos ve solo por TV. “Tenés un pingüino tatuado y un león en la remera”, le gritó el abogado cercano al kukismo –siguiendo su alegoría– a la abogada cuya piel y vestimenta parecen un compendio de historia argentina. También le dijo “cerdo” a un colaborador de Gianni.

“Al pingüino se lo comió el león, tarado. Dejá de extorsionar gente mandándola a los actos por una bolsa de comida”, le respondió la letrada borocotista (militó en el Frente de Todos, en Cambiemos, para Massa y ahora es funcionaria de Milei).

Más allá de la comida, que parece que no se venció, y de todas las cosas que sí se vencieron antes cuando arreciaba un raro tipo de ceguera selectiva, es llamativo cómo se sigue apelando a animales para calificar en política. Claro está que no siempre se invoca a esos nobles amigos para denostar. Decirle pingüino a Néstor por su procedencia patagónica, a quien también llamaban lupo (lobo, en italiano), le resultaba simpático. No le debe haber caído igual a la arquitecta egipcia que, por extensión, la llamaran lupina.

Ya se sabe que Milei ruge de alegría cuando lo llaman león y que el propio Macri usó alguna vez el mote de gato a la hora de rasguñarle las heridas a algún contendiente en desgracia. Pero fue muy injusto llamar tortuga a Illia y todavía está por verse cuán tigre fue Massa y cuán leona María Eugenia Vidal.

En la escala zoológica de nuestra historia política están, entre otros, el peludo Yrigoyen; el sapo Rivadavia; el bisonte Alende; la lechuza Uriburu; el perro Santillán; la morsa Aníbal Fernández (mote que también portaba Onganía); el bulldog López Murphy; el mono Farrell; el zorro Roca; el chingolo Avellaneda, y Juárez Celman, el burrito cordobés. Todos ellos sumados a los gorilas, halcones y palomas de todas las épocas.

Si hasta hoy no hubo quejas de las asociaciones defensoras de los derechos del animal, que podrían haber puesto el grito en el cielo porque muchos dirigentes degradan la nobleza de esos bichos, debe ser por lo que sostenía el querido profesor Julio Mafud: “Los motes, la viveza y la cachada son la creación más peculiar del arte popular argentino”.

 “Al pingüino se lo comió el león” (De Leila Gianni, funcionaria del gobierno nacional)  LA NACION

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