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Un jardín con estilo tropical, espacios integrados y accesibilidad para personas con movilidad reducida

Exuberante, la vegetación crece como si hubiera nacido ahí. El motivo, dirá Palmira Resio, es la posibilidad de haber trabajado en el jardín desde el primer momento. Ante el pedido de los dueños de generar la sensación de la selva misionera, la paisajista se puso al hombro la tarea y el resultado está a la vista: un jardín tropical con todas sus texturas, colores y perfumes.

“Tuve la oportunidad de empezar a trabajar una vez que limpiaron el terreno y se marcó la implantación de la casa. Participé, desde el inicio, de las reuniones entre el cliente y el arquitecto Matías Goyenechea, lo que me permitió formar un equipo fluido y enriquecedor”, cuenta la paisajista Palmira Resio.

Una de las consignas más importantes del paisajismo fue que el jardín tuviese acceso integral a todas sus áreas, asegurando el recorrido para personas con movilidad restringida. Eso se traduce hoy en especificaciones de técnicas de radio de giro, ancho de caminos y porcentaje de pendientes, para silla de ruedas o andador. Se crearon senderos y áreas de descanso estratégicas, diseñados para ofrecer una experiencia amigable y promover la autonomía en el recorrido.

Es por esto que los senderos conectan con la entrada principal, que tiene un acceso cómodo al bajar del auto, y permiten llegar hasta el fondo del terreno, donde se ubica el quincho con la pileta. En cuanto a los solados, se utilizaron dos materiales distintos: por un lado, hormigón texturado en áreas de estacionamiento, entrada y rampas al quincho; y, por el otro, canto rodado colocado de dos formas: suelto en entrada-patio y camino al quincho, y compactado con polímero en la galería y en el camino a la cama elástica. Así, el manejo de un mismo elemento colocado de diferente forma permitió integrar la estética paisajística.

Con la intención de que la selva se apropiara de la construcción, se intervino el techo de hormigón de la entrada principal con una abertura en la losa que espeja las dimensiones del cantero, lo cual permitió que las plantas se desarrollen en doble altura. También se incluyó la enredadera Petrea volubilis, que tiene una flor lila, color complementario del anaranjado de la piedra elegida para el revestimiento.

El patio de acceso fue un gran desafío a la hora de diseñar, no solo por su morfología, sino también por las condiciones de asoleamiento. Recibe sol desde las 10 hasta las 17, situación no recomendada para plantas tropicales de hojas anchas, que necesitan luz filtrada para evitar quemaduras en su follaje. Atendiendo al deseo del cliente de incorporar el estilo suelto de Misiones, la paisajista repensó el patio y se propuso una nueva entrada y un estanque, que aportaron frescura y un espíritu más orgánico al espacio.

En el diseño se buscó generar tensión e interés visual. Así surgieron la curva de la entrada principal y el estanque circular como protagonista, que estimula la biodiversidad atrayendo múltiples insectos, pájaros y ranas, y despierta además los sentidos invitando al disfrute y la contemplación. La plantación tropical era un gran desafío, ya que existían condiciones de asoleamiento muy dispares. “Para esta difícil tarea convoqué a la paisajista Cecilia Galeazzi, quien me asesoró y se involucró íntegramente en el proyecto, desarrollando en conjunto una plantación original, con algunas figuritas difíciles como la Alpinia mutica, Neomarica caerulea, heliconias, tetrapanax, entre otras”.

Gracias a su consejo, logramos una plantación noble y original, que se apropió del lugar rápidamente”, define la paisajista Palmira Resio. En la propuesta inicial de arquitectura, el jardín incluía la construcción de muretes de piedra que bordeaban el módulo de la casa. Con el objetivo de incorporar líneas más sueltas y que la experiencia del recorrido fuera más orgánica, se diseñó una curva de 30 metros de longitud que abraza todo el volumen construido y culmina en el patio privado del cuarto principal.

El diseño del solado de este patio se inspiró en las líneas del artista Piet Mondrian, con un patrón de pasos geométricos de diferentes tamaños unidos por Ophiopogon ‘Nana’. Además, la paisajista planificó el cantero pensando en la privacidad y en el interés otoñal, con macizos de azareros y ejemplares de Acer buergerianum.

Por su parte, la disposición de la cama elástica debía ser a nivel de piso; para ello se tuvo que enterrar, realizar una contención con maderas cementadas y reforzarla con unas fajas de hierro que garantizan su estabilidad. En el centro de la excavación realizada se incluyó un gran pozo drenante que ayuda con la absorción del agua de lluvia, que fue otro desafío del paisajismo.

En todo el jardín, gestionar el escurrimiento del agua fue un desafío importante, ya que era muy profundo y con pocas pendientes naturales. Para ello se construyó una red de drenajes. “Al comenzar la construcción nos encontramos casi a 50 cm del suelo con viejas vigas de hormigón que atravesaban todo el jardín. Fue necesario romperlas y eliminarlas para permitir el paso de los caños de drenaje y de riego, para así favorecer el escurrimiento del agua, evitando dejar compartimentado el suelo”.

Mezcla de texturas nobles transportan a la selva misionera con ejemplares como boinas de vasco (Farfugium japonicum), falsas canelas, palmera (Caryota mitis), Plectranthus neochilus. Entre los senderos de canto rodado se cuelan, además, el perfume del Hedychium coronarium (Cinnamomum camphora), que acompaña durante los días de verano y otoño, y las raíces del alcanfor prexistente que se extienden para sentar sus bases sobre el diseño paisajístico. Una composición propia con vida propia: un jardín que ya es paisaje.

Exuberante, la vegetación crece como si hubiera nacido ahí. El motivo, dirá Palmira Resio, es la posibilidad de haber trabajado en el jardín desde el primer momento. Ante el pedido de los dueños de generar la sensación de la selva misionera, la paisajista se puso al hombro la tarea y el resultado está a la vista: un jardín tropical con todas sus texturas, colores y perfumes.

“Tuve la oportunidad de empezar a trabajar una vez que limpiaron el terreno y se marcó la implantación de la casa. Participé, desde el inicio, de las reuniones entre el cliente y el arquitecto Matías Goyenechea, lo que me permitió formar un equipo fluido y enriquecedor”, cuenta la paisajista Palmira Resio.

Una de las consignas más importantes del paisajismo fue que el jardín tuviese acceso integral a todas sus áreas, asegurando el recorrido para personas con movilidad restringida. Eso se traduce hoy en especificaciones de técnicas de radio de giro, ancho de caminos y porcentaje de pendientes, para silla de ruedas o andador. Se crearon senderos y áreas de descanso estratégicas, diseñados para ofrecer una experiencia amigable y promover la autonomía en el recorrido.

Es por esto que los senderos conectan con la entrada principal, que tiene un acceso cómodo al bajar del auto, y permiten llegar hasta el fondo del terreno, donde se ubica el quincho con la pileta. En cuanto a los solados, se utilizaron dos materiales distintos: por un lado, hormigón texturado en áreas de estacionamiento, entrada y rampas al quincho; y, por el otro, canto rodado colocado de dos formas: suelto en entrada-patio y camino al quincho, y compactado con polímero en la galería y en el camino a la cama elástica. Así, el manejo de un mismo elemento colocado de diferente forma permitió integrar la estética paisajística.

Con la intención de que la selva se apropiara de la construcción, se intervino el techo de hormigón de la entrada principal con una abertura en la losa que espeja las dimensiones del cantero, lo cual permitió que las plantas se desarrollen en doble altura. También se incluyó la enredadera Petrea volubilis, que tiene una flor lila, color complementario del anaranjado de la piedra elegida para el revestimiento.

El patio de acceso fue un gran desafío a la hora de diseñar, no solo por su morfología, sino también por las condiciones de asoleamiento. Recibe sol desde las 10 hasta las 17, situación no recomendada para plantas tropicales de hojas anchas, que necesitan luz filtrada para evitar quemaduras en su follaje. Atendiendo al deseo del cliente de incorporar el estilo suelto de Misiones, la paisajista repensó el patio y se propuso una nueva entrada y un estanque, que aportaron frescura y un espíritu más orgánico al espacio.

En el diseño se buscó generar tensión e interés visual. Así surgieron la curva de la entrada principal y el estanque circular como protagonista, que estimula la biodiversidad atrayendo múltiples insectos, pájaros y ranas, y despierta además los sentidos invitando al disfrute y la contemplación. La plantación tropical era un gran desafío, ya que existían condiciones de asoleamiento muy dispares. “Para esta difícil tarea convoqué a la paisajista Cecilia Galeazzi, quien me asesoró y se involucró íntegramente en el proyecto, desarrollando en conjunto una plantación original, con algunas figuritas difíciles como la Alpinia mutica, Neomarica caerulea, heliconias, tetrapanax, entre otras”.

Gracias a su consejo, logramos una plantación noble y original, que se apropió del lugar rápidamente”, define la paisajista Palmira Resio. En la propuesta inicial de arquitectura, el jardín incluía la construcción de muretes de piedra que bordeaban el módulo de la casa. Con el objetivo de incorporar líneas más sueltas y que la experiencia del recorrido fuera más orgánica, se diseñó una curva de 30 metros de longitud que abraza todo el volumen construido y culmina en el patio privado del cuarto principal.

El diseño del solado de este patio se inspiró en las líneas del artista Piet Mondrian, con un patrón de pasos geométricos de diferentes tamaños unidos por Ophiopogon ‘Nana’. Además, la paisajista planificó el cantero pensando en la privacidad y en el interés otoñal, con macizos de azareros y ejemplares de Acer buergerianum.

Por su parte, la disposición de la cama elástica debía ser a nivel de piso; para ello se tuvo que enterrar, realizar una contención con maderas cementadas y reforzarla con unas fajas de hierro que garantizan su estabilidad. En el centro de la excavación realizada se incluyó un gran pozo drenante que ayuda con la absorción del agua de lluvia, que fue otro desafío del paisajismo.

En todo el jardín, gestionar el escurrimiento del agua fue un desafío importante, ya que era muy profundo y con pocas pendientes naturales. Para ello se construyó una red de drenajes. “Al comenzar la construcción nos encontramos casi a 50 cm del suelo con viejas vigas de hormigón que atravesaban todo el jardín. Fue necesario romperlas y eliminarlas para permitir el paso de los caños de drenaje y de riego, para así favorecer el escurrimiento del agua, evitando dejar compartimentado el suelo”.

Mezcla de texturas nobles transportan a la selva misionera con ejemplares como boinas de vasco (Farfugium japonicum), falsas canelas, palmera (Caryota mitis), Plectranthus neochilus. Entre los senderos de canto rodado se cuelan, además, el perfume del Hedychium coronarium (Cinnamomum camphora), que acompaña durante los días de verano y otoño, y las raíces del alcanfor prexistente que se extienden para sentar sus bases sobre el diseño paisajístico. Una composición propia con vida propia: un jardín que ya es paisaje.

 La paisajista Palmira Resio, con asesoramiento para plantación de Cecilia Galeazzi, dan vida a un jardín en San Isidro, Buenos Aires.  LA NACION

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