Dólar: los factores que explican la suba de la brecha, entre las dudas por el cepo y las reservas del Banco Central
Al tocar los $1500, el dólar blue apenas quebró una barrera numérica. Es un nuevo máximo nominal que, más allá de lo anecdótico, da cuenta de una tendencia al alza detrás de la cual se combinan diferentes factores que resumen la incertidumbre que hoy se percibe entre grandes inversores y pequeños ahorristas sobre el futuro esquema cambiario y el rumbo del Gobierno para desarmar el cepo.
La brecha entre el tipo de cambio oficial y los dólares paralelos son el síntoma emergente de esa tensión. Esta variable, que en febrero cayó al 14%, mínimos en la gestión de Javier Milei, hoy se acerca nuevamente al 60%, mientras el Gobierno dilata definiciones en preguntas clave: cuándo y, especialmente, cómo salir de los controles cambiarios.
“Esto no es más que lo que vemos hace tiempo”, explica un experimentado analista cambiario al intentar explicar la tendencia al alza de los dólares paralelos. Atrás quedó la aparente calma que había insinuado el blue en torno a $1400, para retomar esta semana el camino que lo condujo a quebrar su récord nominal (en términos reales, está lejos de los más de $2000 que implicarían, a precios de hoy, los picos de febrero). Y en paralelo a la pulseada que sostiene el tándem Javier Milei-Luis Caputo frente al mercado, los números reflejan el cambio de humor y las nuevas expectativas de los agentes económicos.
Las últimas declaraciones del Presidente y el ministro sobre las condiciones necesarias y los requisitos previos para avanzar hacia la salida del cepo transmitieron, implícitamente, que la hoja de ruta del Gobierno, al menos en lo conocido, no contempla ese paso en lo inmediato. Y a mayor distancia de levantar las restricciones, mayor es la presión sobre el mercado cambiario y la “búsqueda de cobertura” entre quienes deciden qué hacer con su dinero.
La expansión de la brecha cambiaria, con suba de los tipos de cambios financieros y un dólar oficial que mantiene la pauta de ajuste del 2% mensual ratificada por Caputo en cada una de sus intervenciones, se acompaña con la suba del riesgo país, que hace semanas se mueve en torno a los 1500 puntos, tras la caída en la cotización de los bonos argentinos. Otro termómetro que muestra que, en esta coyuntura, se debilitó la demanda de pesos ni de otros activos del país.
Más allá de esa incertidumbre de corto plazo, tampoco los números alcanzan para defender a la moneda local. Es que pese a las intenciones de Caputo (“el peso va a ser una moneda fuerte”, insistió recientemente), la tasa de interés que hoy premia a quienes eligen quedarse en pesos pierde contra la inflación y desalienta a quienes pueden optar por otros caminos, como el dólar financiero.
De hecho, no pocos economistas y analistas marcan al 14 de mayo como el día en que se inició la actual escalada del dólar: fue cuando el BCRA recortó al 40% anual la tasa de referencia, una decisión que dejó a los plazos fijos minoristas pagando en promedio un 2,5% mensual.
Al mismo tiempo, otro punto que subyace a los movimientos del dólar de las últimas semanas se vincula con el sector externo y la incapacidad del BCRA para sumar reservas.
Concluido el trimestre que se espera más favorable, por la liquidación anual de la cosecha, la entidad monetaria cerró en junio el primer mes con saldo negativo en la gestión de Milei (vendió US$84 millones) y enfrenta ahora un semestre donde se esperan nuevos sobresaltos. De hecho, hasta en el acuerdo firmado con el FMI el Gobierno reconoce que espera una caída mayor a los US$2000 millones en su stock en el trimestre en curso.
La variable clave, nuevamente, es el valor del peso y el esquema cambiario para la Argentina, con o sin cepo. Mientras las reservas se fortalecieron, pero siguen en terreno negativo, el dólar sigue siendo un bien escaso, al menos al valor del tipo de cambio oficial, y alimenta expectativas de un nuevo salto.
Mientras se acumulan las discusiones de analistas conceptualmente cercanos al Gobierno acerca de la sostenibilidad de este nivel cambiario, el Gobierno ratifica su crawling peg y se esperanza con una nueva desaceleración inflacionaria. El mercado, mientras tanto, ya opinó.
Al tocar los $1500, el dólar blue apenas quebró una barrera numérica. Es un nuevo máximo nominal que, más allá de lo anecdótico, da cuenta de una tendencia al alza detrás de la cual se combinan diferentes factores que resumen la incertidumbre que hoy se percibe entre grandes inversores y pequeños ahorristas sobre el futuro esquema cambiario y el rumbo del Gobierno para desarmar el cepo.
La brecha entre el tipo de cambio oficial y los dólares paralelos son el síntoma emergente de esa tensión. Esta variable, que en febrero cayó al 14%, mínimos en la gestión de Javier Milei, hoy se acerca nuevamente al 60%, mientras el Gobierno dilata definiciones en preguntas clave: cuándo y, especialmente, cómo salir de los controles cambiarios.
“Esto no es más que lo que vemos hace tiempo”, explica un experimentado analista cambiario al intentar explicar la tendencia al alza de los dólares paralelos. Atrás quedó la aparente calma que había insinuado el blue en torno a $1400, para retomar esta semana el camino que lo condujo a quebrar su récord nominal (en términos reales, está lejos de los más de $2000 que implicarían, a precios de hoy, los picos de febrero). Y en paralelo a la pulseada que sostiene el tándem Javier Milei-Luis Caputo frente al mercado, los números reflejan el cambio de humor y las nuevas expectativas de los agentes económicos.
Las últimas declaraciones del Presidente y el ministro sobre las condiciones necesarias y los requisitos previos para avanzar hacia la salida del cepo transmitieron, implícitamente, que la hoja de ruta del Gobierno, al menos en lo conocido, no contempla ese paso en lo inmediato. Y a mayor distancia de levantar las restricciones, mayor es la presión sobre el mercado cambiario y la “búsqueda de cobertura” entre quienes deciden qué hacer con su dinero.
La expansión de la brecha cambiaria, con suba de los tipos de cambios financieros y un dólar oficial que mantiene la pauta de ajuste del 2% mensual ratificada por Caputo en cada una de sus intervenciones, se acompaña con la suba del riesgo país, que hace semanas se mueve en torno a los 1500 puntos, tras la caída en la cotización de los bonos argentinos. Otro termómetro que muestra que, en esta coyuntura, se debilitó la demanda de pesos ni de otros activos del país.
Más allá de esa incertidumbre de corto plazo, tampoco los números alcanzan para defender a la moneda local. Es que pese a las intenciones de Caputo (“el peso va a ser una moneda fuerte”, insistió recientemente), la tasa de interés que hoy premia a quienes eligen quedarse en pesos pierde contra la inflación y desalienta a quienes pueden optar por otros caminos, como el dólar financiero.
De hecho, no pocos economistas y analistas marcan al 14 de mayo como el día en que se inició la actual escalada del dólar: fue cuando el BCRA recortó al 40% anual la tasa de referencia, una decisión que dejó a los plazos fijos minoristas pagando en promedio un 2,5% mensual.
Al mismo tiempo, otro punto que subyace a los movimientos del dólar de las últimas semanas se vincula con el sector externo y la incapacidad del BCRA para sumar reservas.
Concluido el trimestre que se espera más favorable, por la liquidación anual de la cosecha, la entidad monetaria cerró en junio el primer mes con saldo negativo en la gestión de Milei (vendió US$84 millones) y enfrenta ahora un semestre donde se esperan nuevos sobresaltos. De hecho, hasta en el acuerdo firmado con el FMI el Gobierno reconoce que espera una caída mayor a los US$2000 millones en su stock en el trimestre en curso.
La variable clave, nuevamente, es el valor del peso y el esquema cambiario para la Argentina, con o sin cepo. Mientras las reservas se fortalecieron, pero siguen en terreno negativo, el dólar sigue siendo un bien escaso, al menos al valor del tipo de cambio oficial, y alimenta expectativas de un nuevo salto.
Mientras se acumulan las discusiones de analistas conceptualmente cercanos al Gobierno acerca de la sostenibilidad de este nivel cambiario, el Gobierno ratifica su crawling peg y se esperanza con una nueva desaceleración inflacionaria. El mercado, mientras tanto, ya opinó.
El blue llegó a $1500 por primera vez y la brecha se ubica cerca del 60%, luego de caer a 14% en febrero; la dificultad para sumar dólares y la tasa negativa inquietan al mercado LA NACION