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Martín Fierro S. A.: el premio más conocido del espectáculo es ahora una marca todoterreno que entrega 500 estatuillas por año

El de TV, el de cable, el de radio, el de moda, el de influencers, el de la gente, el latino, el federal, el digital… los premios Martín Fierro se multiplican más rápido que un Gremlin mojado. En cada aparición pública de Luis Ventura como presidente de Aptra -Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas, entidad responsable de los galardones- es altamente probable que se deslice, amague o confirme la intención de una nueva ceremonia anual. La pregunta es: ¿cómo llegaron los Martín Fierro a convertirse en una estatuilla todoterreno? Y todavía más importante: ¿por qué?

Quizás por ser el premio más popular del mundo del espectáculo argentino, el Martín Fierro sea también al que se mira con la lupa inquisidora de mayor aumento. La historia cada año repite patrón y es, cuanto menos, pintoresco. Antes de cada ceremonia: un sinfín de notas con sospechas más o menos fundadas sobre favorecidos, favorecedores, lobbies o contubernios varios. Después de cada entrega: ganadores, perdedores, los más entonados, y los mejores y peores vestidos.

El tema no es nuevo. Según consta en el archivo, las primeras estatuillas se entregaron en 1959, y ya con el cambio de década comenzaron los rumores de omisiones forzadas, y preferencias remuneradas. De aquellas primeras críticas todavía permanece en algún lugar de la memoria el categórico telegrama que le envió Bernardo Neustadt a la conducción de entonces: “Hace muchos años sostuve públicamente que, en ningún caso, recibiría el premio o la mención que otorga la entidad que usted preside. Fiel a esa condición, y agradeciendo la distinción, le ruego que excluya de la terna del Martín Fierro mi nombre como conductor y al programa Tiempo Nuevo. Adhiere a mi posición el doctor Mariano Grondona, que me acompaña en el mismo”. Fue en 1972, el mismo año en el que Alejandro Romay tuvo la idea de dedicar una emisión completa del ciclo Derecho a réplica al tema con el título “Juicio al Martín Fierro”.

Primer dato de color: esta emisión, que contó con actores y actrices, fue conducida por Miguel Paulino Tato, quien dos años después asumiría al frente del Instituto Nacional de Cine, convirtiéndose en brazo ejecutor de la censura durante la dictadura. Segundo dato de color: tres años después de aquella renuncia de Neustadt a los premios, Tiempo Nuevo fue el único ternado en su categoría, por unanimidad de votos de los miembros de Aptra.

Desde entonces y hasta la fecha, las denuncias mediáticas se han multiplicado al infinito. No hay año en que no se hable de irregularidades, algunas creíbles; la mayoría, no tanto. Del otro lado del mostrador, miembros de la entidad aseguran que se han tomado todo tipo de medidas para evitar cualquier arreglo espurio. Y, aunque es cierto que “pegarle a Aptra” ha calado en muchos agnósticos profesionales como un deporte más, la transparencia de este o de cualquiera de los premios a la industria, en la mayoría de los casos pasa por una cuestión de fe. De los que la profesan, y de los que abjuran de ella.

Un gaucho rebelde

Hasta 2016, los Martín Fierro se concentraron en una única ceremonia, que premió lo mejor del año anterior emitido en la TV abierta y en la radio. Con la llegada de Luis Ventura a la presidencia en 2015, ambas disciplinas se separaron y tuvieron su entrega individual. Fue el primero de los muchos cambios que implementó el periodista. Los premios a lo mejor de la pantalla chica del último año se entregarán por Telefe, el próximo 9 de septiembre, con conducción de Santiago del Moro.

En diálogo con LA NACIÓN, Ventura recuerda su camino a la presidencia: “Había tenido algunas experiencias de haberme sumado alguna lista, pero siempre en lugares y puestos menores: vocal, vocal suplente. Era como formar parte de un equipo sin entrar a jugar. Hasta que en una oportunidad, un gran amigo mío, colega y también socio de Aptra, Roberto Quirno, se acercó a mí en un asado y me dijo: ‘Tenés que ser el próximo presidente, porque sino esta entidad va a desaparecer’. Esa frase me quedó dando vueltas. En aquel momento se presentaron cuatro listas: una encabezada por un expresidente, Jorge Lafauci; otra por el oficialismo, que encabezaba Carlos Sciacaluga, una tercera que encabezaba Marcelo Polino, y nosotros. Imagíné que iba a ganar otro grupo, pero finalmente ganamos con el 44 por ciento. Y ahí empecé a aprender lo que es ser un directivo de lo que era un club de periodistas pero con ínfulas de ser una especie como de gremio, como de fundación. Algo que tenía que ver con generarle a los socios el confort de una obra social, rebajas en muchas tarifas que tenían que ver con conexiones de televisión, sistema de cable, etcétera. Aptra no estaba todo lo bien que tenía que estar, pero tampoco estaba tan mal. Empezamos a ordenar los números, empezamos a imaginar para dónde queríamos ir y salió lo que salió”.

El motivo que esgrimieron y todavía esgrimen desde Aptra para multiplicar las ceremonias de premios fue la necesidad de aumentar los ingresos de la entidad. El capital de asociación proviene de una cuota mensual (que en la actualidad es de 1000 pesos) y lo que se le cobra al canal en concepto de derechos de emisión de cada ceremonia. En contraprestación, además del ingreso a la entrega y pasajes y alojamiento en caso de que esta fuera de la ciudad de Buenos Aires, Aptra se hace cargo de la obra social que cubre las necesidades médicas de todos los asociados. Hace años también se les hacía un regalo en efectivo el día de su cumpleaños, pero esta costumbre se discontinuó.

Hace unos meses, Ventura describía la situación en una entrevista de Mañanísima: “Yo me dediqué mucho más a sanear la entidad que al Martín Fierro, porque el premio ya tenía lustre y lleva 60 años de vida. Tuve que levantar un muerto de 22 millones y voy a dejar un superávit de 5 a 10 millones. Además, tuvimos que atender a la obra social, que sigue 25 casos oncológicos, y tenemos preparado el teatro Luis Sandrini a la espera de que sea habilitado por la municipalidad, más todos los cursos de periodismo, locución, producción y dirección que se siguen dando, y todo eso mientras en el medio nos agarró una pandemia de tres años donde no entró un peso”. Por entonces se decía que, en un intento desesperado para no dejar desamparados a los socios, la comisión directiva se reunió con un representante del Ministerio de Cultura porteño en la sede de la entidad. Aunque no hubo información posterior sobre un buen o mal desenlace de esa reunión.

Así, ante la crisis, el actual presidente de la asociación decidió convertir al Martín Fierro en una especie de “marca registrada”, que pueda cubrir todas (o la mayoría) de las disciplinas artísticas de nuestro país.

“El Martín Fierro se ha constituido como un símbolo dentro de lo que es la cultura nacional -continua Luis Ventura-, pero si no se lo considera como un negocio es imposible organizarlo. Uno tiene que gastar una fortuna en hacer una ceremonia en la que todo el mundo quiere estar. Hoy una transmisión no está menos de 100 millones de pesos. Sin exagerar nada, estoy hablando de un evento con normalidad, con una cena, con entrega de estatuillas que no salen baratas y que hay que mandar a confeccionar, con un equipo de mozos que atiendan, con un sistema de seguridad, con estacionamiento, con un salón grandilocuente para que se pueda televisar con estelaridad, con presencia de figuras, con mailings de listas de candidatos. El Martín Fierro se ha convertido en el primer o segundo premio más importante del mundo, solo lo puede llegar a superar el Oscar en Hollywood, y tampoco estoy totalmente seguro de que sea así. Porque Aptra entrega alrededor de 500 estatuillas por año -frente a las 45 que entregaba cuando era una única ceremonia anual-, con por lo menos una docena de fiestas que celebran de manera más específica las categorías que tienen que ver con el mundo de la comunicación y la actuación. Entonces, si uno no lo interpreta como un negocio es imposible hacerlo, porque tenés que arrancar con 100 palos arriba de la mesa. Si no están, los tenés que recaudar, porque sino vas a pérdida, y en dos o tres entregas hiciste agua. Si no hay dinero no hay fiesta, no hay premios, y no hay lo más importante de todo: el reencuentro anual de tus colegas y de toda la industria de la comunicación. En eso es lo que se ha convertido hoy el Martín Fierro. Es muy fácil cargarla de obligaciones a Aptra desde afuera, pero lo hace gente que no está capacitada ni para organizar una fiesta de cumpleaños de 15 años. Esa es la verdad”.

El desdoblamiento de las ceremonias también fue una movida inteligente para poder atraer a nuevas pantallas. Desde hace años que se escucha en los pasillos de América que la dirección quería transmitir la ceremonia; pero claro, la oferta nunca podía superar, o tan siquiera igualar, a la de Telefe. El hecho de que hayan surgido entregas paralelas abrió una nueva puerta, en la que no solo entraron canales de aire, sino también de cable.

Un negocio que incluso superó las expectativas de los que lo crearon. Porque ya no fue solo ir a tentar a posibles inversores, de pronto comenzaron a sonar los teléfonos con ofertas muy difíciles de rechazar.

Los hermanos sean unidos

Conforme comenzaron a multiplicarse las entregas de los Martín Fierro, se produjo una especie de “efecto contagio”. No solo Ventura, la comisión directiva y algunos colaboradores solícitos buscaron la mejor negociación para cada ceremonia, sino que desde otros sectores comenzaron a interesarse en tener un gaucho en la vitrina. Ese fue el caso del Martín Fierro Latino, una experiencia inédita que en 2023 salpicó de glamour vernáculo las playas de Miami.

La apuesta fue arriesgada y, aunque por televisión fue disfrutable, puertas adentro aseguran que no estuvo exenta de conflictos. La más difícil de las internas fueron, según Yanina Latorre en LAM, los arreglos contractuales: “Tengo el contrato y sé cuánto cobró Aptra. Al Martín Fierro originariamente los compraron el matrimonio de Óscar Posedente y María Castro, que son de Semanario Argentino. El objetivo era empezar a mover un poco lo que es la televisión miamense con la argentina. Lo iban a hacer en 2019 y en 2020, pero vino la pandemia y quedó frenado. Firmaron por cinco años, y el precio de los derechos fue de 15.000 dólares”. A pesar de que según la panelista, los socios no habrían quedado muy conformes, desde la entidad confirman que hay segunda edición asegurada.

En la cabeza de Luis Ventura y del resto de la Comisión Directiva hoy se preguntan cómo seguir explotando el filón. Sobre la mesa chica se han puesto a consideración rubros tan bizarros como una estatuilla a la producción ganadera y a periodistas de campo (reafirmada por su diseño y nombre), otro lauro deportivo, con especial interés en el fútbol, y hasta se llegó a hablar de un galardón a “la Justicia argentina”. Algunas son ideas, otros proyectos concretos. Anticipa el presidente: “De acá a fin de año tenemos un montón de fiestas. Porque Aptra también recibe pedidos de grupos específicos que quieren que su área tenga una fiesta de Martín Fierro. El Martín Fierro del Cine ya lo acordamos para el 14 de octubre, va a hacerse aparentemente en el Teatro San Martín. El Martín Fierro del Campo lo pensamos organizar en la Rural, vamos a ver si nos sale. Tenemos también la segunda edición del Martín Fierro Latinoamericano en el hotel Marriott el 22 de noviembre. Seguimos paseando por todas las provincias del país llevando el premio, convocando a públicos tan argentinos como los de Capital Federal. De aquí hasta fin de año, yo creo que vamos a estar en el orden de las diez entregas ya concertadas. Además varios países latinoamericanos están pidiendo el Martín Fierro, como Paraguay, Uruguay, Perú y Ecuador. Estamos más que satisfechos con la gestión que tenemos, hemos saneado los números de nuestra administración en un momento difícil, de crisis. Aptra sobrevivió y vamos por nuestra tercera gestión, mal no nos fue”.

El cielo de Aptra no tiene límites, si hasta streamers e influencers tienen hoy su fiesta. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida. Y herida en inevitable escrache, ves posar a Mirtha con Nicki Nicole.

El de TV, el de cable, el de radio, el de moda, el de influencers, el de la gente, el latino, el federal, el digital… los premios Martín Fierro se multiplican más rápido que un Gremlin mojado. En cada aparición pública de Luis Ventura como presidente de Aptra -Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas, entidad responsable de los galardones- es altamente probable que se deslice, amague o confirme la intención de una nueva ceremonia anual. La pregunta es: ¿cómo llegaron los Martín Fierro a convertirse en una estatuilla todoterreno? Y todavía más importante: ¿por qué?

Quizás por ser el premio más popular del mundo del espectáculo argentino, el Martín Fierro sea también al que se mira con la lupa inquisidora de mayor aumento. La historia cada año repite patrón y es, cuanto menos, pintoresco. Antes de cada ceremonia: un sinfín de notas con sospechas más o menos fundadas sobre favorecidos, favorecedores, lobbies o contubernios varios. Después de cada entrega: ganadores, perdedores, los más entonados, y los mejores y peores vestidos.

El tema no es nuevo. Según consta en el archivo, las primeras estatuillas se entregaron en 1959, y ya con el cambio de década comenzaron los rumores de omisiones forzadas, y preferencias remuneradas. De aquellas primeras críticas todavía permanece en algún lugar de la memoria el categórico telegrama que le envió Bernardo Neustadt a la conducción de entonces: “Hace muchos años sostuve públicamente que, en ningún caso, recibiría el premio o la mención que otorga la entidad que usted preside. Fiel a esa condición, y agradeciendo la distinción, le ruego que excluya de la terna del Martín Fierro mi nombre como conductor y al programa Tiempo Nuevo. Adhiere a mi posición el doctor Mariano Grondona, que me acompaña en el mismo”. Fue en 1972, el mismo año en el que Alejandro Romay tuvo la idea de dedicar una emisión completa del ciclo Derecho a réplica al tema con el título “Juicio al Martín Fierro”.

Primer dato de color: esta emisión, que contó con actores y actrices, fue conducida por Miguel Paulino Tato, quien dos años después asumiría al frente del Instituto Nacional de Cine, convirtiéndose en brazo ejecutor de la censura durante la dictadura. Segundo dato de color: tres años después de aquella renuncia de Neustadt a los premios, Tiempo Nuevo fue el único ternado en su categoría, por unanimidad de votos de los miembros de Aptra.

Desde entonces y hasta la fecha, las denuncias mediáticas se han multiplicado al infinito. No hay año en que no se hable de irregularidades, algunas creíbles; la mayoría, no tanto. Del otro lado del mostrador, miembros de la entidad aseguran que se han tomado todo tipo de medidas para evitar cualquier arreglo espurio. Y, aunque es cierto que “pegarle a Aptra” ha calado en muchos agnósticos profesionales como un deporte más, la transparencia de este o de cualquiera de los premios a la industria, en la mayoría de los casos pasa por una cuestión de fe. De los que la profesan, y de los que abjuran de ella.

Un gaucho rebelde

Hasta 2016, los Martín Fierro se concentraron en una única ceremonia, que premió lo mejor del año anterior emitido en la TV abierta y en la radio. Con la llegada de Luis Ventura a la presidencia en 2015, ambas disciplinas se separaron y tuvieron su entrega individual. Fue el primero de los muchos cambios que implementó el periodista. Los premios a lo mejor de la pantalla chica del último año se entregarán por Telefe, el próximo 9 de septiembre, con conducción de Santiago del Moro.

En diálogo con LA NACIÓN, Ventura recuerda su camino a la presidencia: “Había tenido algunas experiencias de haberme sumado alguna lista, pero siempre en lugares y puestos menores: vocal, vocal suplente. Era como formar parte de un equipo sin entrar a jugar. Hasta que en una oportunidad, un gran amigo mío, colega y también socio de Aptra, Roberto Quirno, se acercó a mí en un asado y me dijo: ‘Tenés que ser el próximo presidente, porque sino esta entidad va a desaparecer’. Esa frase me quedó dando vueltas. En aquel momento se presentaron cuatro listas: una encabezada por un expresidente, Jorge Lafauci; otra por el oficialismo, que encabezaba Carlos Sciacaluga, una tercera que encabezaba Marcelo Polino, y nosotros. Imagíné que iba a ganar otro grupo, pero finalmente ganamos con el 44 por ciento. Y ahí empecé a aprender lo que es ser un directivo de lo que era un club de periodistas pero con ínfulas de ser una especie como de gremio, como de fundación. Algo que tenía que ver con generarle a los socios el confort de una obra social, rebajas en muchas tarifas que tenían que ver con conexiones de televisión, sistema de cable, etcétera. Aptra no estaba todo lo bien que tenía que estar, pero tampoco estaba tan mal. Empezamos a ordenar los números, empezamos a imaginar para dónde queríamos ir y salió lo que salió”.

El motivo que esgrimieron y todavía esgrimen desde Aptra para multiplicar las ceremonias de premios fue la necesidad de aumentar los ingresos de la entidad. El capital de asociación proviene de una cuota mensual (que en la actualidad es de 1000 pesos) y lo que se le cobra al canal en concepto de derechos de emisión de cada ceremonia. En contraprestación, además del ingreso a la entrega y pasajes y alojamiento en caso de que esta fuera de la ciudad de Buenos Aires, Aptra se hace cargo de la obra social que cubre las necesidades médicas de todos los asociados. Hace años también se les hacía un regalo en efectivo el día de su cumpleaños, pero esta costumbre se discontinuó.

Hace unos meses, Ventura describía la situación en una entrevista de Mañanísima: “Yo me dediqué mucho más a sanear la entidad que al Martín Fierro, porque el premio ya tenía lustre y lleva 60 años de vida. Tuve que levantar un muerto de 22 millones y voy a dejar un superávit de 5 a 10 millones. Además, tuvimos que atender a la obra social, que sigue 25 casos oncológicos, y tenemos preparado el teatro Luis Sandrini a la espera de que sea habilitado por la municipalidad, más todos los cursos de periodismo, locución, producción y dirección que se siguen dando, y todo eso mientras en el medio nos agarró una pandemia de tres años donde no entró un peso”. Por entonces se decía que, en un intento desesperado para no dejar desamparados a los socios, la comisión directiva se reunió con un representante del Ministerio de Cultura porteño en la sede de la entidad. Aunque no hubo información posterior sobre un buen o mal desenlace de esa reunión.

Así, ante la crisis, el actual presidente de la asociación decidió convertir al Martín Fierro en una especie de “marca registrada”, que pueda cubrir todas (o la mayoría) de las disciplinas artísticas de nuestro país.

“El Martín Fierro se ha constituido como un símbolo dentro de lo que es la cultura nacional -continua Luis Ventura-, pero si no se lo considera como un negocio es imposible organizarlo. Uno tiene que gastar una fortuna en hacer una ceremonia en la que todo el mundo quiere estar. Hoy una transmisión no está menos de 100 millones de pesos. Sin exagerar nada, estoy hablando de un evento con normalidad, con una cena, con entrega de estatuillas que no salen baratas y que hay que mandar a confeccionar, con un equipo de mozos que atiendan, con un sistema de seguridad, con estacionamiento, con un salón grandilocuente para que se pueda televisar con estelaridad, con presencia de figuras, con mailings de listas de candidatos. El Martín Fierro se ha convertido en el primer o segundo premio más importante del mundo, solo lo puede llegar a superar el Oscar en Hollywood, y tampoco estoy totalmente seguro de que sea así. Porque Aptra entrega alrededor de 500 estatuillas por año -frente a las 45 que entregaba cuando era una única ceremonia anual-, con por lo menos una docena de fiestas que celebran de manera más específica las categorías que tienen que ver con el mundo de la comunicación y la actuación. Entonces, si uno no lo interpreta como un negocio es imposible hacerlo, porque tenés que arrancar con 100 palos arriba de la mesa. Si no están, los tenés que recaudar, porque sino vas a pérdida, y en dos o tres entregas hiciste agua. Si no hay dinero no hay fiesta, no hay premios, y no hay lo más importante de todo: el reencuentro anual de tus colegas y de toda la industria de la comunicación. En eso es lo que se ha convertido hoy el Martín Fierro. Es muy fácil cargarla de obligaciones a Aptra desde afuera, pero lo hace gente que no está capacitada ni para organizar una fiesta de cumpleaños de 15 años. Esa es la verdad”.

El desdoblamiento de las ceremonias también fue una movida inteligente para poder atraer a nuevas pantallas. Desde hace años que se escucha en los pasillos de América que la dirección quería transmitir la ceremonia; pero claro, la oferta nunca podía superar, o tan siquiera igualar, a la de Telefe. El hecho de que hayan surgido entregas paralelas abrió una nueva puerta, en la que no solo entraron canales de aire, sino también de cable.

Un negocio que incluso superó las expectativas de los que lo crearon. Porque ya no fue solo ir a tentar a posibles inversores, de pronto comenzaron a sonar los teléfonos con ofertas muy difíciles de rechazar.

Los hermanos sean unidos

Conforme comenzaron a multiplicarse las entregas de los Martín Fierro, se produjo una especie de “efecto contagio”. No solo Ventura, la comisión directiva y algunos colaboradores solícitos buscaron la mejor negociación para cada ceremonia, sino que desde otros sectores comenzaron a interesarse en tener un gaucho en la vitrina. Ese fue el caso del Martín Fierro Latino, una experiencia inédita que en 2023 salpicó de glamour vernáculo las playas de Miami.

La apuesta fue arriesgada y, aunque por televisión fue disfrutable, puertas adentro aseguran que no estuvo exenta de conflictos. La más difícil de las internas fueron, según Yanina Latorre en LAM, los arreglos contractuales: “Tengo el contrato y sé cuánto cobró Aptra. Al Martín Fierro originariamente los compraron el matrimonio de Óscar Posedente y María Castro, que son de Semanario Argentino. El objetivo era empezar a mover un poco lo que es la televisión miamense con la argentina. Lo iban a hacer en 2019 y en 2020, pero vino la pandemia y quedó frenado. Firmaron por cinco años, y el precio de los derechos fue de 15.000 dólares”. A pesar de que según la panelista, los socios no habrían quedado muy conformes, desde la entidad confirman que hay segunda edición asegurada.

En la cabeza de Luis Ventura y del resto de la Comisión Directiva hoy se preguntan cómo seguir explotando el filón. Sobre la mesa chica se han puesto a consideración rubros tan bizarros como una estatuilla a la producción ganadera y a periodistas de campo (reafirmada por su diseño y nombre), otro lauro deportivo, con especial interés en el fútbol, y hasta se llegó a hablar de un galardón a “la Justicia argentina”. Algunas son ideas, otros proyectos concretos. Anticipa el presidente: “De acá a fin de año tenemos un montón de fiestas. Porque Aptra también recibe pedidos de grupos específicos que quieren que su área tenga una fiesta de Martín Fierro. El Martín Fierro del Cine ya lo acordamos para el 14 de octubre, va a hacerse aparentemente en el Teatro San Martín. El Martín Fierro del Campo lo pensamos organizar en la Rural, vamos a ver si nos sale. Tenemos también la segunda edición del Martín Fierro Latinoamericano en el hotel Marriott el 22 de noviembre. Seguimos paseando por todas las provincias del país llevando el premio, convocando a públicos tan argentinos como los de Capital Federal. De aquí hasta fin de año, yo creo que vamos a estar en el orden de las diez entregas ya concertadas. Además varios países latinoamericanos están pidiendo el Martín Fierro, como Paraguay, Uruguay, Perú y Ecuador. Estamos más que satisfechos con la gestión que tenemos, hemos saneado los números de nuestra administración en un momento difícil, de crisis. Aptra sobrevivió y vamos por nuestra tercera gestión, mal no nos fue”.

El cielo de Aptra no tiene límites, si hasta streamers e influencers tienen hoy su fiesta. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida. Y herida en inevitable escrache, ves posar a Mirtha con Nicki Nicole.

 Es una estrategia para financiar a Aptra y expandirse más allá de la radio y la TV; su presidente Luis Ventura afirma que es “el primer o segundo lauro más importante del mundo, solo lo puede llegar a superar el Oscar en Hollywood”  LA NACION

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