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Rodrigo Blanco Calderón: “Maduro es un psicópata, un cínico como toda persona con ese nivel de poder”

Madrid

La fecha de su arribo a París está tatuada en su memoria: 23 de noviembre de 2015. “Todo aquel que emigra recuerda el día definitivo en el que su vida cambia para siempre”, asegura. Abandonó definitivamente Caracas y se instaló en Europa. Primero en París. Actualmente está radicado en España, en Málaga. Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es el autor de The Night, ganadora del Premio de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2019, de la Crítica en Venezuela y del Premio Rive Gauche en Francia. Allí narra los años de asfixia en una Caracas azotada por la crisis energética durante el régimen de Hugo Chávez. El autor además resultó finalista de la longlist del Premio Internacional Booker por Simpatía y Los terneros fue finalista del V Premio Narrativa Breve Ribera del Duero en 2017.

Blanco Calderón, colaborador del diario español ABC, impulsó diversos proyectos culturales durante el régimen de Hugo Chávez, primero, y de Nicolás Maduro, después. Junto con unos amigos creó una editorial en Caracas, Lugar Común, que luego, por iniciativa de uno de ellos, tuvo también una librería homónima ubicada en la zona de Altamira, las coordenadas donde se llevaron a cabo las sangrientas protestas de 2014. Aquel sitio se convirtió en un espacio de resistencia. Blanco Calderón es uno de los autores venezolanos que, desde el exilio, junto con Karina Sainz Borgo y Carlos Méndez Guedes, clama por el regreso de la democracia: “No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas de Venezuela”.

En estos días cortaron el suministro eléctrico en la residencia de la embajada de la Argentina en Caracas, con seis asilados del equipo de campaña de María Corina Machado dentro. Es imposible no pensar en The Night, signada por los apagones. ¿En qué contexto la escribió?

Escribí la novela entre los años 2010 y 2013 en el contexto de la declaración de la crisis energética en Venezuela –dice Blanco Calderón–. Fueron unos años particularmente difíciles dentro de la ya difícil historia venezolana porque la crisis energética marcó un antes y un después: se pasó de una situación conflictiva, política, social y económicamente difícil, a una situación ya verdaderamente crítica, dramática, horrorosa y oscura. Ese umbral para mí, esos tres años en los que yo escribí la novela, van desde la declaración de la crisis hasta el anuncio de la muerte de Hugo Chávez. Es decir, en la transición de lo malo al horror”.

–¿Tenía esperanza en el cambio de era en la elección del pasado 28 de julio?

–Tenía dos sentimientos encontrados que resultaron ser ciertos. Por un lado, estaba y sigo estando muy impresionado con el proceso de cambio que está liderando María Corina Machado. Creo que es, sin menoscabo de los otros políticos, el líder político que estábamos necesitando y esperando desde hace mucho tiempo, con unos objetivos claros para llevarnos entre todos a esta posición de unidad política que no se había visto en estos 25 años. Este trabajo se ha traducido en una fuerza de voto que es el gran valor que tenemos ahorita, lo incontestable de la victoria de Edmundo González que ha puesto totalmente contra las cuerdas al chavismo y lo ha obligado a hacer un fraude. Por otro lado, una fuerza pesimista porque yo estaba seguro de que Maduro no iba a reconocer los resultados, que iba a cometer fraude y que iba a empezar el proceso de represión, persecución y asesinato de la disidencia. Extrañamente, no me he sentido abatido, me he sentido más bien muy optimista porque siento que se están moviendo cosas de fondo en Venezuela a nivel social y político que son distintas.

En Venezuela nos acostumbramos a crear comunidad con una conciencia de resistencia

–¿Cómo fue esa experiencia de emprender un proyecto cultural de esa magnitud en Caracas, con sus valores, en ese contexto tan adverso y enemigo del diálogo?

–Los diez años antes de irme de Venezuela, entre 2005 y 2015, hice incansablemente trabajos de gestión cultural de manera independiente. Esa actividad, en ese contexto fue muy sobrecogedora, y, por supuesto, estuvo cargada de un sentido político tremendo. Quienes la hacíamos y quienes la siguen haciendo realizan actos de resistencia frente a un estado totalitario, panfletario. Es un Estado que mata todas las maneras de expresión humana. Crear una editorial, tener programas de radio, hacer eventos culturales y haber estado vinculado a esta librería se recargaba de una serie de emociones que va más allá de una velada mirada literaria. Yo creo que en Venezuela nos acostumbramos a crear comunidad con una conciencia de resistencia.

–También hubo intelectuales y profesores que respaldaron el régimen. ¿Todavía hay intelectuales que respaldan el régimen?

–Creo que la mal llamada Revolución bolivariana tuvo una edad de oro, vinculada a la buena estrella que en algún momento tuvo Chávez, que era un psicópata carismático que además tenía mucho dinero. Eso nunca hay que dejarlo fuera de la ecuación. Tuvo los mayores ingresos de la historia petrolera venezolana y los despilfarró. Eso sirve para comprar voluntades. En Venezuela debo decir que fueron escritores no demasiado representativos ni en calidad ni en cantidad y que, además, con la llegada del chavismo aparcaron su obra creativa porque prácticamente no produjeron más nada. Hoy día es difícil encontrar un escritor de cierta importancia que todavía ponga las manos en el fuego por la dictadura de Nicolás Maduro.

–¿Cómo considera que estos 25 años de régimen han afectado o impactado la literatura venezolana, con la censura, las persecuciones y el exilio?

–Creo que hay que estudiarlo por bloques de tiempo. Hay una diferencia de carisma, pero no de método, entre Maduro y Chávez, pero incluso dentro del reinado de Chávez hubo dos períodos: hasta 2006 fue un período de luna de miel y a partir de ese momento empezó a resquebrajarse todo. Al principio, Chávez fue un fenómeno global que atrajo mucha atención internacional hacia Venezuela. Esto permitió que transnacionales del libro se instalarán en el país y empezaran a publicar muchos libros de historia del periodismo para tratar de entender el fenómeno de Chávez y, por extensión, se publicó mucha literatura venezolana. Cuando ese modelo, la luna de miel y el dinero del chavismo se empezaron a acabar, hacia 2010, empieza la crisis de papel. El control de cambio volvió imposible que las empresas pudieran sacar los dividendos de los libros que vendían en Venezuela, se van las transnacionales y el mercado del libro se empieza a resquebrajar. Hoy son muy pocas las editoriales independientes. Ha habido un deterioro brutal de la producción editorial y esto afecta la escritura. No es lo mismo que tú seas un joven escritor, como lo fui yo, que escribía sabiendo que había un sistema de premios y concursos que me permitiría quizá publicar, a un joven en Venezuela que no tiene para comer ni estímulo para la creatividad.

–¿Y qué ocurre con aquellos escritores que emigraron, como es su caso?

–Para ellos ha sido terrible porque el poco capital cultural que tenían en Venezuela lo perdieron por completo porque no son nadie fuera de Venezuela literariamente y se hace muy difícil abrirse un camino. Hay un grupo de escritores que hemos aprovechado la coyuntura del exilio para construir nuestras carreras y ser leídos no solo en España, sino incluso en otros idiomas.

¿Cómo puede existir una persona o grupo de personas, una estructura de poder que pueda mentir tan descaradamente, que sea capaz de organizar un país para que la gente se muera literalmente de hambre, mientras ellos se dan la gran vida?

–¿Existe una voluntad política para que no se publiquen sus libros en Venezuela?

–Si te soy sincero, me encantaría que fuese por eso. O sea, a mí me encantaría poder decir que no me publican en Venezuela porque mis libros son incómodos. Pero hay algo que entender de la dictadura chavista: es una dictadura iletrada. Es una dictadura del siglo XXI a la que solo le interesa TikTok, las redes sociales y el reguetón. Maduro, aunque parezca un dinosaurio, es un dictador mucho más moderno que Daniel Ortega. Ortega sigue el modelo del dictador a la manera de Castro, que persigue intelectuales, prohíbe libros y declara apátridas a Gioconda Belli, a Sergio Ramírez y a 92 intelectuales más. Maduro quiebra la industria del libro como ha quebrado la industria petrolera. Simplemente no hay modo de que los libros en general, cualquiera que sea, lleguen allá. Llegan porque los libreros los llevan en sus maletas, pero no hay distribución. Es una política de asfixia.

–¿Piensa que realmente Maduro cree lo que expresa? Por ejemplo, cuando dice que los ciudadanos tienen derechos y libertades plenas. ¿Es un cínico que se cree su propia mentira?

–He dedicado muchas horas a reflexionar sobre eso, porque alguien puede decir que se burla de nosotros. Es la reflexión sobre el mal: cómo puede existir una persona o grupo de personas, una estructura de poder que pueda mentir tan descaradamente, que sea capaz de organizar un país para que la gente se muera literalmente de hambre, mientras ellos se dan la gran vida. Eso que dicen que Venezuela está mejor que nunca. Maduro es un psicópata, es un cínico como toda persona con ese nivel de poder, pero llega un punto donde se crea una comunidad psicopatógena y por eso es tan peligroso.

–¿Entiende el progresismo español o europeo a las dictaduras y populismos latinoamericanos? Hay referentes políticos y líderes que respaldan o son benévolos con su mirada hacia el régimen venezolano y otros gobiernos autoritarios.

–El caso de la dictadura chavista no se entiende en España. No me refiero a militantes de la izquierda más obtusa, con quienes no hay diálogo posible. Me refiero a amigos, a gente que te pregunta, y empiezo a contarles el 0,1% de todo, y no lo entienden. Creo que en España hay una serie de prejuicios de ideas sobre América Latina y en lo que tiene que ver con las dictaduras, están marcados, por supuesto, por la experiencia del franquismo, y es comprensible, y por las dictaduras, sobre todo las del Cono Sur en América Latina en los años setenta, con los casos de Chile, de la Argentina, de Uruguay. Da la impresión de que ese es el único modelo, que tiene ya 50 años, de dictadura. Hay que entender que la dictadura es un mecanismo que se actualiza.

–¿En qué sentido lo dice?

–El mal se actualiza, así como se actualiza la tecnología. Y las dictaduras del siglo XXI son dictaduras de sincretismo ideológico delirante que ha utilizado los mecanismos democráticos para instalar regímenes autoritarios. El modelo del golpe de Estado con tanques, con militares tomando el Palacio de la Moneda, eso ya pasó. Ahora se llega al poder por la vía electoral y democrática y desde el poder se convoca a una asamblea constituyente para que permita reelecciones indefinidas, se empieza a cooptar los tribunales supremos y los medios de comunicación. Es lo que está haciendo Pedro Sánchez aquí en España, lo que pasa que no se ve. Hay un déficit de cultura democrática en general en Occidente que es brutal.

Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura

–¿Hay una salida posible a este laberinto que han construido en Venezuela? ¿Cuál podría ser?

–Imagino un escenario como el que tenemos ahorita, pero llevado a su máxima consecuencia. Los venezolanos nos organizamos, unidos, alrededor de nuestros líderes políticos, fuimos masivamente a votar y fue un resultado abrumador que ni siquiera el chavismo pudo hacerle trampa de forma verosímil. Ahora nos toca demostrarlo y defenderlo. Es importante ver que hay respaldo de la comunidad internacional y es estimulante ver que ya una serie de países no reconocen los resultados. Pero lo importante sería que esa presión viniera de sus propios aliados, de [Gustavo] Petro y de Lula, sobre todo. El problema es que mientras más tiempo pasa, en este mismo momento en el que estamos hablando, la dictadura está reprimiendo, asesinando. Van ahora detrás de María Corina, van a por todos.

–Era joven cuando el chavismo llegó al poder. ¿En qué momento o a partir de qué hecho advirtió que aquel gobierno era peligroso y dañino?

–Desde el minuto uno. Me crié en una casa con valores democráticos y no nos gustó lo que vimos. Pero fue un proceso gradual. En la universidad, prácticamente de mi grupo de amigos original, todos terminaron trabajando en ministerios o para el chavismo. Me quedé muy aislado y solo. Era muy fuerte ver amigos tuyos que apoyaban a grupos paramilitares que le disparaban a una marcha donde yo estaba. Eso ya te dice que se trataba de una guerra. Mi momento de hartazgo, cuando dije que necesitaba irme porque me di cuenta de que nada iba a cambiar fue en 2012, cuando Maduro gana su primera elección contra Henrique Capriles. Vi el modo en el que Capriles reaccionó, donde prácticamente entregó la victoria, supuestamente, para que no hubiese derramamiento de sangre. Todavía en aquel momento la dirigencia política no entendía con quién se estaba enfrentando.

–Es un ejercicio contra fáctico, pero ¿cómo imagina que hubiera sido su literatura si no estuviera atravesada por estos 25 años de régimen? ¿De qué modo afecta esta experiencia su escritura?

–Creo que del mismo modo que me ha afectado toda mi vida. Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura. Yo empecé a escribir mis primeros cuentos en el año 2001 cuando era estudiante de Letras en la Universidad Central, ya estaba Chávez en el poder, y ya escribía en una Caracas profundamente violenta. No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas y la sangre de Venezuela. Las cosas que estoy escribiendo ahora son proyectos en los que tengo años trabajando, giran alrededor del país, a partir de ese meteorito que es el chavismo. No puedo imaginar cómo hubiese sido mi literatura sin haber vivido la Venezuela que me tocó vivir. Es como imaginar otra vida.

–Es un ejercicio contra fáctico, pero ¿cómo imagina que hubiera sido su literatura si no estuviera atravesada por estos 25 años de régimen? ¿De qué modo afecta esta experiencia su escritura?

–Creo que del mismo modo que me ha afectado toda mi vida. Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura. Yo empecé a escribir mis primeros cuentos en el año 2001 cuando era estudiante de Letras en la Universidad Central, ya estaba Chávez en el poder, y ya escribía en una Caracas profundamente violenta. No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas y la sangre de Venezuela. Las cosas que estoy escribiendo ahora son proyectos en los que tengo años trabajando, giran alrededor del país, a partir de ese meteorito que es el chavismo. No puedo imaginar cómo hubiese sido mi literatura sin haber vivido la Venezuela que me tocó vivir. Es como imaginar otra vida.

UN NARRADOR MARCADO POR UNA CRISIS SIN FIN

PERFIL: Rodrigo Blanco Calderón

■ Rodrigo Blanco Calderón nació en Caracas en 1981. Se licenció en Letras en la Universidad de Venezuela. Trabajó como profesor de teoría literaria y desarrolló una amplia actividad como gestor cultural independiente.

■ Partió al exilio en noviembre de 2015, muerto ya Hugo Chávez y con Maduro en el poder. Se afincó primero en Francia, donde estudió en la Universidad París XIII. Tres años después, se trasladó a España. Hoy reside en la ciudad de Málaga.

■ Publicó cinco libros de cuentos (entre ellos, Los terneros) y dos novelas: The Night (2016), que recibió en 2019 el Premio de la III Bienal de novela Mario Vargas Llosa, sobre una Caracas dominada por la crisis energética. Simpatía (2021) fue finalista del Booker Prize.

■ Colabora en diversos medios, principalmente en el diario madrileño ABC.

Madrid

La fecha de su arribo a París está tatuada en su memoria: 23 de noviembre de 2015. “Todo aquel que emigra recuerda el día definitivo en el que su vida cambia para siempre”, asegura. Abandonó definitivamente Caracas y se instaló en Europa. Primero en París. Actualmente está radicado en España, en Málaga. Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es el autor de The Night, ganadora del Premio de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2019, de la Crítica en Venezuela y del Premio Rive Gauche en Francia. Allí narra los años de asfixia en una Caracas azotada por la crisis energética durante el régimen de Hugo Chávez. El autor además resultó finalista de la longlist del Premio Internacional Booker por Simpatía y Los terneros fue finalista del V Premio Narrativa Breve Ribera del Duero en 2017.

Blanco Calderón, colaborador del diario español ABC, impulsó diversos proyectos culturales durante el régimen de Hugo Chávez, primero, y de Nicolás Maduro, después. Junto con unos amigos creó una editorial en Caracas, Lugar Común, que luego, por iniciativa de uno de ellos, tuvo también una librería homónima ubicada en la zona de Altamira, las coordenadas donde se llevaron a cabo las sangrientas protestas de 2014. Aquel sitio se convirtió en un espacio de resistencia. Blanco Calderón es uno de los autores venezolanos que, desde el exilio, junto con Karina Sainz Borgo y Carlos Méndez Guedes, clama por el regreso de la democracia: “No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas de Venezuela”.

En estos días cortaron el suministro eléctrico en la residencia de la embajada de la Argentina en Caracas, con seis asilados del equipo de campaña de María Corina Machado dentro. Es imposible no pensar en The Night, signada por los apagones. ¿En qué contexto la escribió?

Escribí la novela entre los años 2010 y 2013 en el contexto de la declaración de la crisis energética en Venezuela –dice Blanco Calderón–. Fueron unos años particularmente difíciles dentro de la ya difícil historia venezolana porque la crisis energética marcó un antes y un después: se pasó de una situación conflictiva, política, social y económicamente difícil, a una situación ya verdaderamente crítica, dramática, horrorosa y oscura. Ese umbral para mí, esos tres años en los que yo escribí la novela, van desde la declaración de la crisis hasta el anuncio de la muerte de Hugo Chávez. Es decir, en la transición de lo malo al horror”.

–¿Tenía esperanza en el cambio de era en la elección del pasado 28 de julio?

–Tenía dos sentimientos encontrados que resultaron ser ciertos. Por un lado, estaba y sigo estando muy impresionado con el proceso de cambio que está liderando María Corina Machado. Creo que es, sin menoscabo de los otros políticos, el líder político que estábamos necesitando y esperando desde hace mucho tiempo, con unos objetivos claros para llevarnos entre todos a esta posición de unidad política que no se había visto en estos 25 años. Este trabajo se ha traducido en una fuerza de voto que es el gran valor que tenemos ahorita, lo incontestable de la victoria de Edmundo González que ha puesto totalmente contra las cuerdas al chavismo y lo ha obligado a hacer un fraude. Por otro lado, una fuerza pesimista porque yo estaba seguro de que Maduro no iba a reconocer los resultados, que iba a cometer fraude y que iba a empezar el proceso de represión, persecución y asesinato de la disidencia. Extrañamente, no me he sentido abatido, me he sentido más bien muy optimista porque siento que se están moviendo cosas de fondo en Venezuela a nivel social y político que son distintas.

En Venezuela nos acostumbramos a crear comunidad con una conciencia de resistencia

–¿Cómo fue esa experiencia de emprender un proyecto cultural de esa magnitud en Caracas, con sus valores, en ese contexto tan adverso y enemigo del diálogo?

–Los diez años antes de irme de Venezuela, entre 2005 y 2015, hice incansablemente trabajos de gestión cultural de manera independiente. Esa actividad, en ese contexto fue muy sobrecogedora, y, por supuesto, estuvo cargada de un sentido político tremendo. Quienes la hacíamos y quienes la siguen haciendo realizan actos de resistencia frente a un estado totalitario, panfletario. Es un Estado que mata todas las maneras de expresión humana. Crear una editorial, tener programas de radio, hacer eventos culturales y haber estado vinculado a esta librería se recargaba de una serie de emociones que va más allá de una velada mirada literaria. Yo creo que en Venezuela nos acostumbramos a crear comunidad con una conciencia de resistencia.

–También hubo intelectuales y profesores que respaldaron el régimen. ¿Todavía hay intelectuales que respaldan el régimen?

–Creo que la mal llamada Revolución bolivariana tuvo una edad de oro, vinculada a la buena estrella que en algún momento tuvo Chávez, que era un psicópata carismático que además tenía mucho dinero. Eso nunca hay que dejarlo fuera de la ecuación. Tuvo los mayores ingresos de la historia petrolera venezolana y los despilfarró. Eso sirve para comprar voluntades. En Venezuela debo decir que fueron escritores no demasiado representativos ni en calidad ni en cantidad y que, además, con la llegada del chavismo aparcaron su obra creativa porque prácticamente no produjeron más nada. Hoy día es difícil encontrar un escritor de cierta importancia que todavía ponga las manos en el fuego por la dictadura de Nicolás Maduro.

–¿Cómo considera que estos 25 años de régimen han afectado o impactado la literatura venezolana, con la censura, las persecuciones y el exilio?

–Creo que hay que estudiarlo por bloques de tiempo. Hay una diferencia de carisma, pero no de método, entre Maduro y Chávez, pero incluso dentro del reinado de Chávez hubo dos períodos: hasta 2006 fue un período de luna de miel y a partir de ese momento empezó a resquebrajarse todo. Al principio, Chávez fue un fenómeno global que atrajo mucha atención internacional hacia Venezuela. Esto permitió que transnacionales del libro se instalarán en el país y empezaran a publicar muchos libros de historia del periodismo para tratar de entender el fenómeno de Chávez y, por extensión, se publicó mucha literatura venezolana. Cuando ese modelo, la luna de miel y el dinero del chavismo se empezaron a acabar, hacia 2010, empieza la crisis de papel. El control de cambio volvió imposible que las empresas pudieran sacar los dividendos de los libros que vendían en Venezuela, se van las transnacionales y el mercado del libro se empieza a resquebrajar. Hoy son muy pocas las editoriales independientes. Ha habido un deterioro brutal de la producción editorial y esto afecta la escritura. No es lo mismo que tú seas un joven escritor, como lo fui yo, que escribía sabiendo que había un sistema de premios y concursos que me permitiría quizá publicar, a un joven en Venezuela que no tiene para comer ni estímulo para la creatividad.

–¿Y qué ocurre con aquellos escritores que emigraron, como es su caso?

–Para ellos ha sido terrible porque el poco capital cultural que tenían en Venezuela lo perdieron por completo porque no son nadie fuera de Venezuela literariamente y se hace muy difícil abrirse un camino. Hay un grupo de escritores que hemos aprovechado la coyuntura del exilio para construir nuestras carreras y ser leídos no solo en España, sino incluso en otros idiomas.

¿Cómo puede existir una persona o grupo de personas, una estructura de poder que pueda mentir tan descaradamente, que sea capaz de organizar un país para que la gente se muera literalmente de hambre, mientras ellos se dan la gran vida?

–¿Existe una voluntad política para que no se publiquen sus libros en Venezuela?

–Si te soy sincero, me encantaría que fuese por eso. O sea, a mí me encantaría poder decir que no me publican en Venezuela porque mis libros son incómodos. Pero hay algo que entender de la dictadura chavista: es una dictadura iletrada. Es una dictadura del siglo XXI a la que solo le interesa TikTok, las redes sociales y el reguetón. Maduro, aunque parezca un dinosaurio, es un dictador mucho más moderno que Daniel Ortega. Ortega sigue el modelo del dictador a la manera de Castro, que persigue intelectuales, prohíbe libros y declara apátridas a Gioconda Belli, a Sergio Ramírez y a 92 intelectuales más. Maduro quiebra la industria del libro como ha quebrado la industria petrolera. Simplemente no hay modo de que los libros en general, cualquiera que sea, lleguen allá. Llegan porque los libreros los llevan en sus maletas, pero no hay distribución. Es una política de asfixia.

–¿Piensa que realmente Maduro cree lo que expresa? Por ejemplo, cuando dice que los ciudadanos tienen derechos y libertades plenas. ¿Es un cínico que se cree su propia mentira?

–He dedicado muchas horas a reflexionar sobre eso, porque alguien puede decir que se burla de nosotros. Es la reflexión sobre el mal: cómo puede existir una persona o grupo de personas, una estructura de poder que pueda mentir tan descaradamente, que sea capaz de organizar un país para que la gente se muera literalmente de hambre, mientras ellos se dan la gran vida. Eso que dicen que Venezuela está mejor que nunca. Maduro es un psicópata, es un cínico como toda persona con ese nivel de poder, pero llega un punto donde se crea una comunidad psicopatógena y por eso es tan peligroso.

–¿Entiende el progresismo español o europeo a las dictaduras y populismos latinoamericanos? Hay referentes políticos y líderes que respaldan o son benévolos con su mirada hacia el régimen venezolano y otros gobiernos autoritarios.

–El caso de la dictadura chavista no se entiende en España. No me refiero a militantes de la izquierda más obtusa, con quienes no hay diálogo posible. Me refiero a amigos, a gente que te pregunta, y empiezo a contarles el 0,1% de todo, y no lo entienden. Creo que en España hay una serie de prejuicios de ideas sobre América Latina y en lo que tiene que ver con las dictaduras, están marcados, por supuesto, por la experiencia del franquismo, y es comprensible, y por las dictaduras, sobre todo las del Cono Sur en América Latina en los años setenta, con los casos de Chile, de la Argentina, de Uruguay. Da la impresión de que ese es el único modelo, que tiene ya 50 años, de dictadura. Hay que entender que la dictadura es un mecanismo que se actualiza.

–¿En qué sentido lo dice?

–El mal se actualiza, así como se actualiza la tecnología. Y las dictaduras del siglo XXI son dictaduras de sincretismo ideológico delirante que ha utilizado los mecanismos democráticos para instalar regímenes autoritarios. El modelo del golpe de Estado con tanques, con militares tomando el Palacio de la Moneda, eso ya pasó. Ahora se llega al poder por la vía electoral y democrática y desde el poder se convoca a una asamblea constituyente para que permita reelecciones indefinidas, se empieza a cooptar los tribunales supremos y los medios de comunicación. Es lo que está haciendo Pedro Sánchez aquí en España, lo que pasa que no se ve. Hay un déficit de cultura democrática en general en Occidente que es brutal.

Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura

–¿Hay una salida posible a este laberinto que han construido en Venezuela? ¿Cuál podría ser?

–Imagino un escenario como el que tenemos ahorita, pero llevado a su máxima consecuencia. Los venezolanos nos organizamos, unidos, alrededor de nuestros líderes políticos, fuimos masivamente a votar y fue un resultado abrumador que ni siquiera el chavismo pudo hacerle trampa de forma verosímil. Ahora nos toca demostrarlo y defenderlo. Es importante ver que hay respaldo de la comunidad internacional y es estimulante ver que ya una serie de países no reconocen los resultados. Pero lo importante sería que esa presión viniera de sus propios aliados, de [Gustavo] Petro y de Lula, sobre todo. El problema es que mientras más tiempo pasa, en este mismo momento en el que estamos hablando, la dictadura está reprimiendo, asesinando. Van ahora detrás de María Corina, van a por todos.

–Era joven cuando el chavismo llegó al poder. ¿En qué momento o a partir de qué hecho advirtió que aquel gobierno era peligroso y dañino?

–Desde el minuto uno. Me crié en una casa con valores democráticos y no nos gustó lo que vimos. Pero fue un proceso gradual. En la universidad, prácticamente de mi grupo de amigos original, todos terminaron trabajando en ministerios o para el chavismo. Me quedé muy aislado y solo. Era muy fuerte ver amigos tuyos que apoyaban a grupos paramilitares que le disparaban a una marcha donde yo estaba. Eso ya te dice que se trataba de una guerra. Mi momento de hartazgo, cuando dije que necesitaba irme porque me di cuenta de que nada iba a cambiar fue en 2012, cuando Maduro gana su primera elección contra Henrique Capriles. Vi el modo en el que Capriles reaccionó, donde prácticamente entregó la victoria, supuestamente, para que no hubiese derramamiento de sangre. Todavía en aquel momento la dirigencia política no entendía con quién se estaba enfrentando.

–Es un ejercicio contra fáctico, pero ¿cómo imagina que hubiera sido su literatura si no estuviera atravesada por estos 25 años de régimen? ¿De qué modo afecta esta experiencia su escritura?

–Creo que del mismo modo que me ha afectado toda mi vida. Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura. Yo empecé a escribir mis primeros cuentos en el año 2001 cuando era estudiante de Letras en la Universidad Central, ya estaba Chávez en el poder, y ya escribía en una Caracas profundamente violenta. No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas y la sangre de Venezuela. Las cosas que estoy escribiendo ahora son proyectos en los que tengo años trabajando, giran alrededor del país, a partir de ese meteorito que es el chavismo. No puedo imaginar cómo hubiese sido mi literatura sin haber vivido la Venezuela que me tocó vivir. Es como imaginar otra vida.

–Es un ejercicio contra fáctico, pero ¿cómo imagina que hubiera sido su literatura si no estuviera atravesada por estos 25 años de régimen? ¿De qué modo afecta esta experiencia su escritura?

–Creo que del mismo modo que me ha afectado toda mi vida. Así como yo no puedo concebir mi vida desligada del impacto que ha tenido el chavismo en Venezuela y en mi propia historia, no lo puedo desligar de mi literatura. Yo empecé a escribir mis primeros cuentos en el año 2001 cuando era estudiante de Letras en la Universidad Central, ya estaba Chávez en el poder, y ya escribía en una Caracas profundamente violenta. No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas y la sangre de Venezuela. Las cosas que estoy escribiendo ahora son proyectos en los que tengo años trabajando, giran alrededor del país, a partir de ese meteorito que es el chavismo. No puedo imaginar cómo hubiese sido mi literatura sin haber vivido la Venezuela que me tocó vivir. Es como imaginar otra vida.

UN NARRADOR MARCADO POR UNA CRISIS SIN FIN

PERFIL: Rodrigo Blanco Calderón

■ Rodrigo Blanco Calderón nació en Caracas en 1981. Se licenció en Letras en la Universidad de Venezuela. Trabajó como profesor de teoría literaria y desarrolló una amplia actividad como gestor cultural independiente.

■ Partió al exilio en noviembre de 2015, muerto ya Hugo Chávez y con Maduro en el poder. Se afincó primero en Francia, donde estudió en la Universidad París XIII. Tres años después, se trasladó a España. Hoy reside en la ciudad de Málaga.

■ Publicó cinco libros de cuentos (entre ellos, Los terneros) y dos novelas: The Night (2016), que recibió en 2019 el Premio de la III Bienal de novela Mario Vargas Llosa, sobre una Caracas dominada por la crisis energética. Simpatía (2021) fue finalista del Booker Prize.

■ Colabora en diversos medios, principalmente en el diario madrileño ABC.

 El escritor venezolano, ganador del Premio Bienal de Novela Vargas Llosa, sostiene que el gobierno chavista es una dictadura del siglo XXI, que utilizó los mecanismos democráticos para instalar un régimen autoritario  LA NACION

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