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Las denuncias contra el régimen de Nicolás Maduro vienen de izquierda y de derecha, pero los autócratas lo celebran

WASHINGTON

En Nicolás Maduro, los Estados Unidos y sus aliados ven a un tirano: un socialista autoritario que ha llevado a la ruina a su país rico en petróleo, que persigue y encarcela a políticos de la oposición, que se ha hecho rico con el narcoterrorismo y que se roba las elecciones sistemática y descaradamente.

Rusia, China, Irán y Cuba lo ven como alguien afín.

A cambio de una estratégica cabecera de playa en el hemisferio occidental, los mayores aliados de Maduro le han enviado armas y tecnología de refinamiento de petróleo, le han dado miles de millones de dólares en créditos a su gobierno, y lo han apoyado en todos y cada uno de sus enfrentamientos con Occidente. También ahora.

Washington y sus socios europeos cuestionan que el tirano se haya atribuido la victoria en las elecciones del 28 de junio pasado. Las encuestas en boca de urna, y según la oposición, los propios registros del gobierno, indican que su contendiente, Edmundo González, lo aplastó por paliza. Y hasta sus aliados de gobiernos de izquierda en la región, como Brasil, Colombia y México, se reservan sus comentarios.

Pero Moscú, Pekín, Teherán y La Habana salieron rápidamente a felicitar a Maduro.

Esa reacción dividida ante la atribución del triunfo que se hizo Maduro ha convertido a Venezuela en el nuevo campo de batalla de un incipiente conflicto ideológico global, ya no entre derecha e izquierda, sino entre autoritarismo y democracia.

Desde Ucrania hasta Taiwán, Yemen y Siria, el bloque autoritario está trastocando las normas globales, operando para obstaculizar el avance de la democracia y transformando lo que en otros tiempos podrían haber sido disputas regionales aisladas en prolongadas luchas indirectas entre los mundos liberal e iliberal.

“Antes podías juntar a algunas de las partes interesadas y gestionar una crisis”, dice Eric Farnsworth, analista del Consejo de las Américas y la Americas Society. “Pero Rusia, Irán y Cuba complican todo, porque su interés no es gestionar la crisis, sino dificultar su manejo, generar disrupciones en el sistema”.

“Círculo de apoyo”

El apoyo de esos países ha socavado los esfuerzos de la comunidad internacional para forzar la salida de Maduro mediante el aislamiento diplomático y las sanciones económicas. El sucesor elegido a dedo por Hugo Chávez, fundador del Estado socialista de Venezuela, gobierna su país desde hace más de una década, a pesar de la convicción generalizada de que también se robó las elecciones de 2018.

“Maduro es en gran medida inmune a la presión de Occidente”, dice Oliver Stuenkel, analista político de la Universidad Fundación Getulio Vargas, Brasil. “No depende demasiado de tener relaciones amables con ellos”.

Parte del apoyo es retórico. Irán, Corea del Norte y Nicaragua manifestaron su solidaridad, formando en los hechos un “círculo de apoyo” que de lo contrario habría parecido el respaldo de Estados parias aislados. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Maduro, Venezuela y Corea del Norte forjarán un “nuevo orden mundial”.

Y cuando recibió a Maduro en Teherán en 2022, el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, dijo que “a los países amigos se los conoce en los tiempos difíciles” y que estaban “resistiendo al imperialismo cruel”. Raisi murió en mayo en un accidente de helicóptero.

En los momentos más críticos para Maduro, cuando su control del poder parecía correr mayor riesgo, Moscú siempre le envió ayuda militar de refuerzo

Otros han ofrecido más que palabras. Rusia, por ejemplo, prometió 5000 millones de dólares para perfeccionar las refinerías de petróleo de Venezuela; 1000 millones de dólares para su minería de oro…, y también potencia de fuego. Moscú es uno de los mayores proveedores de armas de Venezuela: le ha vendido vehículos blindados, tanques, sistemas de defensa aérea y helicópteros, según informó el año pasado un grupo de investigadores colombianos en la revista de ciencias sociales International Social Science Journal.

En los momentos más críticos para Maduro, cuando su control del poder parecía correr mayor riesgo, Moscú siempre le envió ayuda militar de refuerzo. En 2019, cuando la administración Trump lo declaró “usurpador” y reconoció como el presidente legítimo de Venezuela al líder opositor Juan Guaidó, el Kremlin envió aviones militares con equipamiento y unos 100 “técnicos militares”. Y en la previa de las elecciones presidenciales del domingo pasado, en dos oportunidades Rusia envió buques de guerra a rondar las aguas del Caribe, y una de esas veces atracaron en un puerto venezolano.

Otros apoyos han sido menos públicos. En 2019, el Grupo Wagner, la organización mercenaria rusa por entonces estrechamente vinculada al presidente Vladimir Putin, envió cientos de contratistas a Venezuela para apuntalar a las fuerzas de seguridad de Maduro, según informó en ese momento la agencia Reuters.

Esta semana, en las redes sociales circuló un video que sugiere que el Grupo Wagner está de regreso en Venezuela. Allí, entre las fuerzas de seguridad de Maduro, puede verse a un hombre que en el brazo derecho parece lucir el distintivo de los Wagner.

“Si Maduro sobrevive es en parte debido al apoyo ruso”, apunta Vladimir Rouvinski, politólogo ruso de la Universidad Icesi, Colombia. “Rusia se ve a sí misma como la gran constructora de un nuevo orden mundial, y necesita a Maduro”.

El apoyo más crucial para la supervivencia de Maduro ha sido el patrocinio de China

También se cree que otro importante aportante de ayuda militar ha sido Cuba. Chávez, que llevó a Venezuela al socialismo en 1999, mantenía estrechos vínculos con Fidel y Raúl Castro, y la isla comunista sigue siendo el aliado ideológico más cercano de Venezuela.

En 2019, el exgeneral venezolano exiliado Antonio Rivero declaró en Diálogo Américas, una publicación del Comando Sur de Estados Unidos, que Cuba y Venezuela habían firmado varios acuerdos para promover la “cubanización” de las Fuerzas Armadas venezolanas. Y se sabe que la fuerza de seguridad personal de Maduro está integrada en gran parte por cubanos. En 2019, cuando Guaidó encabezó un intento de levantamiento contra Maduro, el entonces consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, acusó a Cuba de haber enviado a más de 20.000 agentes de seguridad a Venezuela.

Un poderoso acreedor

Pero el apoyo más crucial para la supervivencia de Maduro ha sido el patrocinio de China.

Pekín es desde hace mucho tiempo el gran benefactor económico de Venezuela, su principal acreedor y el mayor comprador de petróleo. Y Venezuela ha sido el mayor receptor de préstamos chinos de toda América Latina: unos 60.000 millones de dólares, según el Consejo de Relaciones Exteriores.

Cuando las sanciones lideradas por Estados Unidos amenazaron con debilitar la economía venezolana, tan dependiente del petróleo, China evadió las restricciones comerciando a través de terceros.

Es difícil saber cuáles son las ambiciones de China en Venezuela. Tal vez quieran cultivar y reforzar una amistad que pueda ayudarlos a socavar los intereses occidentales en América del Sur, un continente rico en recursos naturales, codiciados tanto por China como por Estados Unidos. O tal vez solo quieran asegurarse poder cobrar lo que les prestaron.

“Es muy difícil desentrañar hasta qué punto es una estrategia financiera y hasta qué punto geopolítica”, dice Stephen Kaplan, economista político de la Universidad George Washington.

Para otros analistas, las motivaciones políticas son claras. Varios dicen que Rusia, China y otros países están usando a Venezuela para llevar a cabo un campaña de represalias políticas contra Estados Unidos por el apoyo a sus adversarios en Ucrania, Taiwán y otros países.

“Esto debe entenderse en el marco de un conflicto de superpotencias entre Estados Unidos, Rusia y China, y una erosión total del orden mundial”, dice Ulf Thoene, politólogo de la Universidad La Sabana, Colombia. “Lo que está pasando en Venezuela es la pelea entre un candidato claramente respaldado por Rusia, China e Irán, y una oposición que obviamente cuenta con el apoyo de Estados Unidos y Europa”.

Esa dinámica, dice Thoene, es la que alimenta violentas grietas en todo el mundo y complica los esfuerzos para sacar del poder a los líderes autoritarios.

“El presidente sirio Bashar al-Assad sigue en el poder”, dice Thoene. “Nos prometieron que se iría en semanas, pero la realidad es que hoy es más fuerte que antes”.

Thoene teme que lo mismo ocurra en Venezuela.

“Cada día que pasa crece la probabilidad de que Maduro permanezca en el poder”.

Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON

En Nicolás Maduro, los Estados Unidos y sus aliados ven a un tirano: un socialista autoritario que ha llevado a la ruina a su país rico en petróleo, que persigue y encarcela a políticos de la oposición, que se ha hecho rico con el narcoterrorismo y que se roba las elecciones sistemática y descaradamente.

Rusia, China, Irán y Cuba lo ven como alguien afín.

A cambio de una estratégica cabecera de playa en el hemisferio occidental, los mayores aliados de Maduro le han enviado armas y tecnología de refinamiento de petróleo, le han dado miles de millones de dólares en créditos a su gobierno, y lo han apoyado en todos y cada uno de sus enfrentamientos con Occidente. También ahora.

Washington y sus socios europeos cuestionan que el tirano se haya atribuido la victoria en las elecciones del 28 de junio pasado. Las encuestas en boca de urna, y según la oposición, los propios registros del gobierno, indican que su contendiente, Edmundo González, lo aplastó por paliza. Y hasta sus aliados de gobiernos de izquierda en la región, como Brasil, Colombia y México, se reservan sus comentarios.

Pero Moscú, Pekín, Teherán y La Habana salieron rápidamente a felicitar a Maduro.

Esa reacción dividida ante la atribución del triunfo que se hizo Maduro ha convertido a Venezuela en el nuevo campo de batalla de un incipiente conflicto ideológico global, ya no entre derecha e izquierda, sino entre autoritarismo y democracia.

Desde Ucrania hasta Taiwán, Yemen y Siria, el bloque autoritario está trastocando las normas globales, operando para obstaculizar el avance de la democracia y transformando lo que en otros tiempos podrían haber sido disputas regionales aisladas en prolongadas luchas indirectas entre los mundos liberal e iliberal.

“Antes podías juntar a algunas de las partes interesadas y gestionar una crisis”, dice Eric Farnsworth, analista del Consejo de las Américas y la Americas Society. “Pero Rusia, Irán y Cuba complican todo, porque su interés no es gestionar la crisis, sino dificultar su manejo, generar disrupciones en el sistema”.

“Círculo de apoyo”

El apoyo de esos países ha socavado los esfuerzos de la comunidad internacional para forzar la salida de Maduro mediante el aislamiento diplomático y las sanciones económicas. El sucesor elegido a dedo por Hugo Chávez, fundador del Estado socialista de Venezuela, gobierna su país desde hace más de una década, a pesar de la convicción generalizada de que también se robó las elecciones de 2018.

“Maduro es en gran medida inmune a la presión de Occidente”, dice Oliver Stuenkel, analista político de la Universidad Fundación Getulio Vargas, Brasil. “No depende demasiado de tener relaciones amables con ellos”.

Parte del apoyo es retórico. Irán, Corea del Norte y Nicaragua manifestaron su solidaridad, formando en los hechos un “círculo de apoyo” que de lo contrario habría parecido el respaldo de Estados parias aislados. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Maduro, Venezuela y Corea del Norte forjarán un “nuevo orden mundial”.

Y cuando recibió a Maduro en Teherán en 2022, el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, dijo que “a los países amigos se los conoce en los tiempos difíciles” y que estaban “resistiendo al imperialismo cruel”. Raisi murió en mayo en un accidente de helicóptero.

En los momentos más críticos para Maduro, cuando su control del poder parecía correr mayor riesgo, Moscú siempre le envió ayuda militar de refuerzo

Otros han ofrecido más que palabras. Rusia, por ejemplo, prometió 5000 millones de dólares para perfeccionar las refinerías de petróleo de Venezuela; 1000 millones de dólares para su minería de oro…, y también potencia de fuego. Moscú es uno de los mayores proveedores de armas de Venezuela: le ha vendido vehículos blindados, tanques, sistemas de defensa aérea y helicópteros, según informó el año pasado un grupo de investigadores colombianos en la revista de ciencias sociales International Social Science Journal.

En los momentos más críticos para Maduro, cuando su control del poder parecía correr mayor riesgo, Moscú siempre le envió ayuda militar de refuerzo. En 2019, cuando la administración Trump lo declaró “usurpador” y reconoció como el presidente legítimo de Venezuela al líder opositor Juan Guaidó, el Kremlin envió aviones militares con equipamiento y unos 100 “técnicos militares”. Y en la previa de las elecciones presidenciales del domingo pasado, en dos oportunidades Rusia envió buques de guerra a rondar las aguas del Caribe, y una de esas veces atracaron en un puerto venezolano.

Otros apoyos han sido menos públicos. En 2019, el Grupo Wagner, la organización mercenaria rusa por entonces estrechamente vinculada al presidente Vladimir Putin, envió cientos de contratistas a Venezuela para apuntalar a las fuerzas de seguridad de Maduro, según informó en ese momento la agencia Reuters.

Esta semana, en las redes sociales circuló un video que sugiere que el Grupo Wagner está de regreso en Venezuela. Allí, entre las fuerzas de seguridad de Maduro, puede verse a un hombre que en el brazo derecho parece lucir el distintivo de los Wagner.

“Si Maduro sobrevive es en parte debido al apoyo ruso”, apunta Vladimir Rouvinski, politólogo ruso de la Universidad Icesi, Colombia. “Rusia se ve a sí misma como la gran constructora de un nuevo orden mundial, y necesita a Maduro”.

El apoyo más crucial para la supervivencia de Maduro ha sido el patrocinio de China

También se cree que otro importante aportante de ayuda militar ha sido Cuba. Chávez, que llevó a Venezuela al socialismo en 1999, mantenía estrechos vínculos con Fidel y Raúl Castro, y la isla comunista sigue siendo el aliado ideológico más cercano de Venezuela.

En 2019, el exgeneral venezolano exiliado Antonio Rivero declaró en Diálogo Américas, una publicación del Comando Sur de Estados Unidos, que Cuba y Venezuela habían firmado varios acuerdos para promover la “cubanización” de las Fuerzas Armadas venezolanas. Y se sabe que la fuerza de seguridad personal de Maduro está integrada en gran parte por cubanos. En 2019, cuando Guaidó encabezó un intento de levantamiento contra Maduro, el entonces consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, acusó a Cuba de haber enviado a más de 20.000 agentes de seguridad a Venezuela.

Un poderoso acreedor

Pero el apoyo más crucial para la supervivencia de Maduro ha sido el patrocinio de China.

Pekín es desde hace mucho tiempo el gran benefactor económico de Venezuela, su principal acreedor y el mayor comprador de petróleo. Y Venezuela ha sido el mayor receptor de préstamos chinos de toda América Latina: unos 60.000 millones de dólares, según el Consejo de Relaciones Exteriores.

Cuando las sanciones lideradas por Estados Unidos amenazaron con debilitar la economía venezolana, tan dependiente del petróleo, China evadió las restricciones comerciando a través de terceros.

Es difícil saber cuáles son las ambiciones de China en Venezuela. Tal vez quieran cultivar y reforzar una amistad que pueda ayudarlos a socavar los intereses occidentales en América del Sur, un continente rico en recursos naturales, codiciados tanto por China como por Estados Unidos. O tal vez solo quieran asegurarse poder cobrar lo que les prestaron.

“Es muy difícil desentrañar hasta qué punto es una estrategia financiera y hasta qué punto geopolítica”, dice Stephen Kaplan, economista político de la Universidad George Washington.

Para otros analistas, las motivaciones políticas son claras. Varios dicen que Rusia, China y otros países están usando a Venezuela para llevar a cabo un campaña de represalias políticas contra Estados Unidos por el apoyo a sus adversarios en Ucrania, Taiwán y otros países.

“Esto debe entenderse en el marco de un conflicto de superpotencias entre Estados Unidos, Rusia y China, y una erosión total del orden mundial”, dice Ulf Thoene, politólogo de la Universidad La Sabana, Colombia. “Lo que está pasando en Venezuela es la pelea entre un candidato claramente respaldado por Rusia, China e Irán, y una oposición que obviamente cuenta con el apoyo de Estados Unidos y Europa”.

Esa dinámica, dice Thoene, es la que alimenta violentas grietas en todo el mundo y complica los esfuerzos para sacar del poder a los líderes autoritarios.

“El presidente sirio Bashar al-Assad sigue en el poder”, dice Thoene. “Nos prometieron que se iría en semanas, pero la realidad es que hoy es más fuerte que antes”.

Thoene teme que lo mismo ocurra en Venezuela.

“Cada día que pasa crece la probabilidad de que Maduro permanezca en el poder”.

Traducción de Jaime Arrambide

 El respaldo de Rusia, China e Irán al gobierno chavista muestra que Venezuela representa un nuevo tipo de conflicto global, ya no entre derecha e izquierda, sino entre autoritarismo y democracia  LA NACION

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