Interés GeneralNacionalesUltimas Noticias

Se levantaba de madrugada para ver el lugar donde quería trabajar, entregó su CV y nunca dejó de intentarlo: “Yo quiero estar ahí”

Como la mamá de Lucía Landsiedel, Liliana, tuvo problemas de presión al inicio del embarazo su hija nació en la semana 25 de gestación con un peso de apenas 500 gramos. A raíz de esa prematurez extrema, a Lucía le diagnosticaron una parálisis cerebral (PC) que le dejó secuelas en sus miembros inferiores.

“Pasó mucho tiempo hasta que me dieron el diagnóstico definitivo. Cuando salí del sanatorio me dijeron que probablemente tuviera problemas en la marcha, que tenía que ser evaluada y comenzar con rehabilitación. En ningún momento, cuando salimos del sanatorio, me hablaron de este diagnóstico. Al comienzo es duro, pero yo como madre tenía que acompañar este proceso, cosa que hice durante muchísimos años y sigo haciéndolo”, expresa Liliana.

“No podía correr ni seguir el ritmo de los demás”

Los recuerdos que tiene Lucía de su infancia aluden a que realizaba muchas terapias, especialmente kinesiología, algo que agradece profundamente ya que, cuenta, gracias a eso y a las cirugías pudo evolucionar muchísimo. Además, jugaba a que era bailarina. Le gustaba mucho el arte, sobre todo corporal.

También, a los cuatro años empezó a practicar natación, disciplina que durante su adolescencia le sirvió para competir. La ayudó mucho, especialmente, por la espasticidad.

Recientemente, Lucía compartió una partecita de su historia en Nuestro Pie Izquierdo, un perfil de Instagram que recopila relatos de personas con PC.

“La PC me limitaba en la parte social, no tenía tiempo para hacer planes con mis amigas del colegio por las terapias, aunque después un poco se flexibilizó. No podía correr ni seguir el ritmo de los demás. Hacía todo, pero más lento. Conocí mis límites desde muy chica y si no me los ponía yo misma”, dice Lucía, en relación a las cosas que no podía realizar por su discapacidad.

A la hora de las cosas que sí podía hacer, relata, como su cuerpo no le respondía como ella deseaba descubrió que podía procesar y transformar lo que le estaba pasando a través de la escritura. Con el tiempo eso se fue transformando en una forma de aceptación y canalización de lo que le estaba sucediendo.

“Fui a una escuela de pedagogía Waldorf (se caracteriza por su énfasis en la individualidad del estudiante, fomentando un aprendizaje basado en la exploración personal, la experimentación práctica, y el desarrollo de habilidades y competencias evolutivas). En la primaria éramos todos iguales, pero en la secundaria la pasé mal, me adaptaban materias, no porque lo necesitara si no porque la propia escuela lo decidió sin siquiera evaluar la parte intelectual. El edificio de la secundaria era un desastre, cero accesibilidad arquitectónica”.

¿Cuál era su gran sueño?

Como a Lucía siempre le gustó involucrarse con lo social, decidió estudiar Técnica Universitaria en Promoción Comunitaria en Niñez y Adolescencia para devolver la ayuda y la contención que ella recibió desde que era niña. Sentía que pensar en el prójimo, tener sensibilidad y empatía y ser solidaria era su misión, el sentido que quería darle a su vida.

En 2016, cuando ya se había mudado a Esquel (Chubut) con su mamá, Lucía comenzó a estudiar Derecho, aunque por razones de salud tuvo que dejar. Sin embargo, cuenta, el poco tiempo de cursada la llevó a pensar en una meta: poder entrar al Poder Judicial. “Mi mirada siempre fue poder ayudar a las minorías, como lo somos las personas con discapacidad quienes, muchas veces, vemos que los derechos más básicos son vulnerados. Entonces, cuando me levantaba a estudiar veía el edificio de Tribunales y cada mañana tenía el convencimiento interno de que en algún momento se iba a dar”.

A partir de ese momento se convenció a sí misma de que, amparada en la Ley del Cupo Laboral del 4% para personas con discapacidad (es una obligación del Estado), tenía toda la formación y la capacidad para cumplir con su gran meta.

“Cuando vine a vivir al sur todos los días, cuando me levantaba de madrugada a estudiar, veía el edificio de Tribunales y pensaba ´yo quiero estar ahí´. Nunca dejé de intentarlo, llevaba papeles, me presentaba a los concursos, pero sin resultados positivos”, se lamenta.

Un inesperado llamado que lo cambió todo

Habían pasado 8 años desde que Lucía había comenzado a trabajar para cumplir su sueño. Si bien a esa altura no había bajado los brazos, cuenta, no lo tenía siempre en la cabeza. Dejaba que las cosas fluyeran.

“Sentía que era una oportunidad para mejorar, pero lo que más bronca me daba es que hay una ley que ampara a las personas con discapacidad, pero no cumplían. No estaba pidiendo nada que no me correspondiera, pedía un trato igualitario y esa era mi manera de hacer cumplir un derecho”.

Hasta que en noviembre de 2022 un llamado la agarró desprevenida en un local comprando zapatillas. “Está sesionando el Consejo de la Magistratura en Esquel, la Ministra quiere hablar con vos”, le dijo esa voz en el teléfono. “Enseguida fui y esperé a tener la entrevista. Cuando entré, la Ministra me hizo un par de preguntas y destacó que para el organismo era importante que se sumen diversidades”.

Para Lucía, ese llamado fue “una caricia al alma”, estaba cumpliendo el sueño de ser parte del Poder Judicial. Aunque ese día confiesa que no “entendía nada” ni pudo disfrutar la noticia, al día siguiente lloró mucho de la emoción. Estaba logrando lo que se había propuesto durante muchos años.

Una de las tareas que Lucía realiza en su trabajo tiene que ver con eliminar los datos relevantes para que la sentencias se suban al Observatorio con perspectiva de Género que hay en la Oficina de la Mujer, donde ella se desempeña.

“Agradezco la oportunidad todos los días porque soy consciente que muchas personas con discapacidad no tienen trabajo a pesar de no dejar de intentarlo. Eso es denigrante y humillante”.

Su otra pasión

Además de su trabajo, Lucía tiene una historia con el ski adaptado, deporte que conoció hace unos 20 años cuando hacía sus terapias en FLENI. Quiso esquiar por primera vez en Villa La Angostura a los ocho años, volvió a intentarlo a los 14 y otra vez a los 18. Pero no logró su objetivo.

“Cuando me vine a vivir al sur mi mamá, esquiadora de toda la vida, me decía, sin éxito, que lo intentara una vez más. Hace dos años me encontré con una kinesióloga que forma parte de una asociación de ski adaptado (Esquí Adaptado Esquel). En ese momento tampoco me animé hasta que en julio de este año en una sesión me invitó a La Hoya para esquiar. La pasé espectacular, no podía creer que estaba esquiando. Primero intenté esquiar parada, después me subí al Bi-Ski (destinado a personas que tienen poca movilidad en la parte superior del cuerpo y necesitan esquiar sentadas) y me sentí imparable. Para una persona con discapacidad que generalmente los movimientos son lentos, estar haciendo movimientos rápidos es impensado, pero lo logré, pude esquiar y, sobre todo, disfrutar que es lo importante”, se enorgullece.

¿Qué otras cosas hacés?

Escribo desde muy chica. Voy a un taller literario que es más que eso para mí, es un lugar donde puedo ser y expresarme sin ocultar nada. Pronto voy a publicar mi primer libro.

¿Qué desafíos tenés de cara al futuro?

Quiero crecer y superarme. Mi mayor ambición laboral es trabajar de lo que estudié para que los Niños, Niñas y Adolescentes tengan un futuro mejor, puedan creer en sí mismos. Brindar asesoramiento y defender a las personas con discapacidad para que puedan tener un acceso a la Justicia equitativo y justo, donde se respeten los derechos y sean tratados como sujetos de derecho. Estar al servicio del otro desde mis conocimientos académicos y mi experiencia vital.

¿Con qué cosas soñás?

Sueño con una sola cosa: que de acá a un tiempo no muy largo se hable de convivencia y no de inclusión, porque el término inclusión hace referencia a que una persona o un grupo de personas se está quedando afuera de algo, y no es así. Todos convivimos en sociedad, aceptando las diferencias, aunque creo que hoy en día la sociedad no está preparada para convivir con lo que está por fuera de lo socialmente aceptado, lo que está por fuera de las normas sociales. Tengo la esperanza que algún día eso sea una realidad.

¿Qué mensaje les darías a las personas que tienen alguna discapacidad?

Les diría que aunque convivir con la discapacidad a veces es agotador, y en mi caso hay días que hubiera preferido no conocerla, a la vez no podría imaginar mi vida sin ella porque me enseña que hay distintas maneras para todo.

Y es así, acá estamos nosotros para derribar las barreras y mostrar que hay distintas maneras para todo, eso no nos hace más ni menos, mejores ni peores nos hace diferentes, nadie es igual a otro. Si todos fuéramos iguales y no existiera la diversidad sería muy aburrido. Eso es un privilegio.

Como la mamá de Lucía Landsiedel, Liliana, tuvo problemas de presión al inicio del embarazo su hija nació en la semana 25 de gestación con un peso de apenas 500 gramos. A raíz de esa prematurez extrema, a Lucía le diagnosticaron una parálisis cerebral (PC) que le dejó secuelas en sus miembros inferiores.

“Pasó mucho tiempo hasta que me dieron el diagnóstico definitivo. Cuando salí del sanatorio me dijeron que probablemente tuviera problemas en la marcha, que tenía que ser evaluada y comenzar con rehabilitación. En ningún momento, cuando salimos del sanatorio, me hablaron de este diagnóstico. Al comienzo es duro, pero yo como madre tenía que acompañar este proceso, cosa que hice durante muchísimos años y sigo haciéndolo”, expresa Liliana.

“No podía correr ni seguir el ritmo de los demás”

Los recuerdos que tiene Lucía de su infancia aluden a que realizaba muchas terapias, especialmente kinesiología, algo que agradece profundamente ya que, cuenta, gracias a eso y a las cirugías pudo evolucionar muchísimo. Además, jugaba a que era bailarina. Le gustaba mucho el arte, sobre todo corporal.

También, a los cuatro años empezó a practicar natación, disciplina que durante su adolescencia le sirvió para competir. La ayudó mucho, especialmente, por la espasticidad.

Recientemente, Lucía compartió una partecita de su historia en Nuestro Pie Izquierdo, un perfil de Instagram que recopila relatos de personas con PC.

“La PC me limitaba en la parte social, no tenía tiempo para hacer planes con mis amigas del colegio por las terapias, aunque después un poco se flexibilizó. No podía correr ni seguir el ritmo de los demás. Hacía todo, pero más lento. Conocí mis límites desde muy chica y si no me los ponía yo misma”, dice Lucía, en relación a las cosas que no podía realizar por su discapacidad.

A la hora de las cosas que sí podía hacer, relata, como su cuerpo no le respondía como ella deseaba descubrió que podía procesar y transformar lo que le estaba pasando a través de la escritura. Con el tiempo eso se fue transformando en una forma de aceptación y canalización de lo que le estaba sucediendo.

“Fui a una escuela de pedagogía Waldorf (se caracteriza por su énfasis en la individualidad del estudiante, fomentando un aprendizaje basado en la exploración personal, la experimentación práctica, y el desarrollo de habilidades y competencias evolutivas). En la primaria éramos todos iguales, pero en la secundaria la pasé mal, me adaptaban materias, no porque lo necesitara si no porque la propia escuela lo decidió sin siquiera evaluar la parte intelectual. El edificio de la secundaria era un desastre, cero accesibilidad arquitectónica”.

¿Cuál era su gran sueño?

Como a Lucía siempre le gustó involucrarse con lo social, decidió estudiar Técnica Universitaria en Promoción Comunitaria en Niñez y Adolescencia para devolver la ayuda y la contención que ella recibió desde que era niña. Sentía que pensar en el prójimo, tener sensibilidad y empatía y ser solidaria era su misión, el sentido que quería darle a su vida.

En 2016, cuando ya se había mudado a Esquel (Chubut) con su mamá, Lucía comenzó a estudiar Derecho, aunque por razones de salud tuvo que dejar. Sin embargo, cuenta, el poco tiempo de cursada la llevó a pensar en una meta: poder entrar al Poder Judicial. “Mi mirada siempre fue poder ayudar a las minorías, como lo somos las personas con discapacidad quienes, muchas veces, vemos que los derechos más básicos son vulnerados. Entonces, cuando me levantaba a estudiar veía el edificio de Tribunales y cada mañana tenía el convencimiento interno de que en algún momento se iba a dar”.

A partir de ese momento se convenció a sí misma de que, amparada en la Ley del Cupo Laboral del 4% para personas con discapacidad (es una obligación del Estado), tenía toda la formación y la capacidad para cumplir con su gran meta.

“Cuando vine a vivir al sur todos los días, cuando me levantaba de madrugada a estudiar, veía el edificio de Tribunales y pensaba ´yo quiero estar ahí´. Nunca dejé de intentarlo, llevaba papeles, me presentaba a los concursos, pero sin resultados positivos”, se lamenta.

Un inesperado llamado que lo cambió todo

Habían pasado 8 años desde que Lucía había comenzado a trabajar para cumplir su sueño. Si bien a esa altura no había bajado los brazos, cuenta, no lo tenía siempre en la cabeza. Dejaba que las cosas fluyeran.

“Sentía que era una oportunidad para mejorar, pero lo que más bronca me daba es que hay una ley que ampara a las personas con discapacidad, pero no cumplían. No estaba pidiendo nada que no me correspondiera, pedía un trato igualitario y esa era mi manera de hacer cumplir un derecho”.

Hasta que en noviembre de 2022 un llamado la agarró desprevenida en un local comprando zapatillas. “Está sesionando el Consejo de la Magistratura en Esquel, la Ministra quiere hablar con vos”, le dijo esa voz en el teléfono. “Enseguida fui y esperé a tener la entrevista. Cuando entré, la Ministra me hizo un par de preguntas y destacó que para el organismo era importante que se sumen diversidades”.

Para Lucía, ese llamado fue “una caricia al alma”, estaba cumpliendo el sueño de ser parte del Poder Judicial. Aunque ese día confiesa que no “entendía nada” ni pudo disfrutar la noticia, al día siguiente lloró mucho de la emoción. Estaba logrando lo que se había propuesto durante muchos años.

Una de las tareas que Lucía realiza en su trabajo tiene que ver con eliminar los datos relevantes para que la sentencias se suban al Observatorio con perspectiva de Género que hay en la Oficina de la Mujer, donde ella se desempeña.

“Agradezco la oportunidad todos los días porque soy consciente que muchas personas con discapacidad no tienen trabajo a pesar de no dejar de intentarlo. Eso es denigrante y humillante”.

Su otra pasión

Además de su trabajo, Lucía tiene una historia con el ski adaptado, deporte que conoció hace unos 20 años cuando hacía sus terapias en FLENI. Quiso esquiar por primera vez en Villa La Angostura a los ocho años, volvió a intentarlo a los 14 y otra vez a los 18. Pero no logró su objetivo.

“Cuando me vine a vivir al sur mi mamá, esquiadora de toda la vida, me decía, sin éxito, que lo intentara una vez más. Hace dos años me encontré con una kinesióloga que forma parte de una asociación de ski adaptado (Esquí Adaptado Esquel). En ese momento tampoco me animé hasta que en julio de este año en una sesión me invitó a La Hoya para esquiar. La pasé espectacular, no podía creer que estaba esquiando. Primero intenté esquiar parada, después me subí al Bi-Ski (destinado a personas que tienen poca movilidad en la parte superior del cuerpo y necesitan esquiar sentadas) y me sentí imparable. Para una persona con discapacidad que generalmente los movimientos son lentos, estar haciendo movimientos rápidos es impensado, pero lo logré, pude esquiar y, sobre todo, disfrutar que es lo importante”, se enorgullece.

¿Qué otras cosas hacés?

Escribo desde muy chica. Voy a un taller literario que es más que eso para mí, es un lugar donde puedo ser y expresarme sin ocultar nada. Pronto voy a publicar mi primer libro.

¿Qué desafíos tenés de cara al futuro?

Quiero crecer y superarme. Mi mayor ambición laboral es trabajar de lo que estudié para que los Niños, Niñas y Adolescentes tengan un futuro mejor, puedan creer en sí mismos. Brindar asesoramiento y defender a las personas con discapacidad para que puedan tener un acceso a la Justicia equitativo y justo, donde se respeten los derechos y sean tratados como sujetos de derecho. Estar al servicio del otro desde mis conocimientos académicos y mi experiencia vital.

¿Con qué cosas soñás?

Sueño con una sola cosa: que de acá a un tiempo no muy largo se hable de convivencia y no de inclusión, porque el término inclusión hace referencia a que una persona o un grupo de personas se está quedando afuera de algo, y no es así. Todos convivimos en sociedad, aceptando las diferencias, aunque creo que hoy en día la sociedad no está preparada para convivir con lo que está por fuera de lo socialmente aceptado, lo que está por fuera de las normas sociales. Tengo la esperanza que algún día eso sea una realidad.

¿Qué mensaje les darías a las personas que tienen alguna discapacidad?

Les diría que aunque convivir con la discapacidad a veces es agotador, y en mi caso hay días que hubiera preferido no conocerla, a la vez no podría imaginar mi vida sin ella porque me enseña que hay distintas maneras para todo.

Y es así, acá estamos nosotros para derribar las barreras y mostrar que hay distintas maneras para todo, eso no nos hace más ni menos, mejores ni peores nos hace diferentes, nadie es igual a otro. Si todos fuéramos iguales y no existiera la diversidad sería muy aburrido. Eso es un privilegio.

 Lucía tiene parálisis cerebral y su sueño era entrar al Poder Judicial, amparada en la Ley Nacional que obliga al estado a emplear un 4% de personas con discapacidad.  LA NACION

Read More

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button
Close
Close