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Adiós, comedor hogareño. ¿Hola, soledad?

NUEVA YORK.– La semana última este espacio se hizo eco de un lamento por la desaparición, en la arquitectura norteamericana, del porche en el frente de la casa. La revista The New Yorker publicó lo que fue interpretado como una elegía a ese fabuloso –pero crecientemente prescindible– lugar entre el interior y el exterior, ideal para no hacer nada y que no acompaña las demandas del mundo contemporáneo. Caló profundo.

En lo que parece una tendencia en las revistas culturales, The Atlantic publicó también este verano su propia elegía respecto a un espacio del hogar, pero se la dedicó al comedor. No fue con medias tintas respecto a sus efectos. Cuando se diseña o modifica una casa o departamento, “matar el comedor es diseñar la soledad de los americanos”, escribió el urbanista californiano M. Nolan Gray.

Hace una década, encuestas de una asociación nacional de constructores de viviendas privadas ya habían mostrado que el 86 por ciento de la gente no estaba interesado en guardar un espacio específico para un comedor, una preferencia que “solo” el 75 por ciento de los hogares tenía en cuenta

Hoy, como el porche, “el comedor es lo más parecido a un apéndice: una característica prescindible que cumplió una función más importante en una etapa anterior de la evolución arquitectónica”, sostuvo el semanario. En particular, tenía sentido cuando era común aquí el personal de servicio, pero hoy mantenerlo puede ser considerado como un lujo ridículo cuando se lo podría transformar en una habitación más, un armario o depósito o, sobre todo, en parte de un espacio multifuncional.

En Gran Bretaña se va más allá. Hacer saber que se tiene un comedor es visto, para muchos, como algo pretencioso. Esto quedó en evidencia con David Cameron, Primer Ministro del establishment conservador. Cierta vez, uno de los miembros de su gabinete filtró a la prensa que Cameron recibía a potenciales donantes en kitchen suppers, comidas en la cocina.

“Matar el comedor es diseñar la soledad de los americanos”, escribió el urbanista californiano M. Nolan Gray

Lo dijo así para transmitir la idea de encuentros relajados en lugar de cenas oficiales en un ambiente formal como un comedor de Downing Street. Pero el funcionario fue acusado de mostrar inadvertidamente que los líderes conservadores estaban desconectados de la gente común al utilizar un término aparentemente favorecido por una élite de clase media alta. La gente “común” no tiene dos opciones porque eliminó el comedor, y se desató lo que los medios inmediatamente tildaron de “guerra de clase”.

En EE.UU., sin embargo, la discusión respecto de los comedores va por el tema de la soledad. Según The Atlantic, el eje del diseño pospandemia son los llamados Netflix and chill homes, hogares donde todo gira alrededor del sofá frente a la pantalla en la que se ven series de corrido o se juega con la Nintendo/Xbox y demás. “Comer queda relegado a los sofás y los dormitorios, y organizar una comida con alguien es prácticamente imposible”, señaló Gray. Aun cuando en las casas más grandes están las islas de moda en la cocina, alrededor de las cuales se puede socializar, muchas veces resulta incómodo recibir extraños en una zona más ligada a la intimidad o que no quedó con la prolijidad deseada tras la preparación de los alimentos.

Según los estudios, todo esto contribuye a que el número de personas que comen solas aumente. Un informe del Food Marketing Institute señaló que “casi la mitad del tiempo que pasamos comiendo es de forma aislada, un factor central en la epidemia de soledad de EE.UU. y que tiene correlato con una variedad de problemas de salud física y mental”. No parece haber vuelta atrás. Hace una década, encuestas de una asociación nacional de constructores de viviendas privadas ya habían mostrado que el 86 por ciento de la gente no estaba interesado en guardar un espacio específico para un comedor, una preferencia que “solo” el 75 por ciento de los hogares tenía en cuenta. Los sociólogos que ven al comedor como una pieza importante en la lucha contra la soledad están buscando alternativas, pero van a tener que ser creativos y actuar rápido. Según concluyó Grey, lo que las cifras prueban es contundente: “el comedor clásico ni siquiera está muriendo lo suficientemente rápido como para acomodarse a la demanda por su extinción”.

NUEVA YORK.– La semana última este espacio se hizo eco de un lamento por la desaparición, en la arquitectura norteamericana, del porche en el frente de la casa. La revista The New Yorker publicó lo que fue interpretado como una elegía a ese fabuloso –pero crecientemente prescindible– lugar entre el interior y el exterior, ideal para no hacer nada y que no acompaña las demandas del mundo contemporáneo. Caló profundo.

En lo que parece una tendencia en las revistas culturales, The Atlantic publicó también este verano su propia elegía respecto a un espacio del hogar, pero se la dedicó al comedor. No fue con medias tintas respecto a sus efectos. Cuando se diseña o modifica una casa o departamento, “matar el comedor es diseñar la soledad de los americanos”, escribió el urbanista californiano M. Nolan Gray.

Hace una década, encuestas de una asociación nacional de constructores de viviendas privadas ya habían mostrado que el 86 por ciento de la gente no estaba interesado en guardar un espacio específico para un comedor, una preferencia que “solo” el 75 por ciento de los hogares tenía en cuenta

Hoy, como el porche, “el comedor es lo más parecido a un apéndice: una característica prescindible que cumplió una función más importante en una etapa anterior de la evolución arquitectónica”, sostuvo el semanario. En particular, tenía sentido cuando era común aquí el personal de servicio, pero hoy mantenerlo puede ser considerado como un lujo ridículo cuando se lo podría transformar en una habitación más, un armario o depósito o, sobre todo, en parte de un espacio multifuncional.

En Gran Bretaña se va más allá. Hacer saber que se tiene un comedor es visto, para muchos, como algo pretencioso. Esto quedó en evidencia con David Cameron, Primer Ministro del establishment conservador. Cierta vez, uno de los miembros de su gabinete filtró a la prensa que Cameron recibía a potenciales donantes en kitchen suppers, comidas en la cocina.

“Matar el comedor es diseñar la soledad de los americanos”, escribió el urbanista californiano M. Nolan Gray

Lo dijo así para transmitir la idea de encuentros relajados en lugar de cenas oficiales en un ambiente formal como un comedor de Downing Street. Pero el funcionario fue acusado de mostrar inadvertidamente que los líderes conservadores estaban desconectados de la gente común al utilizar un término aparentemente favorecido por una élite de clase media alta. La gente “común” no tiene dos opciones porque eliminó el comedor, y se desató lo que los medios inmediatamente tildaron de “guerra de clase”.

En EE.UU., sin embargo, la discusión respecto de los comedores va por el tema de la soledad. Según The Atlantic, el eje del diseño pospandemia son los llamados Netflix and chill homes, hogares donde todo gira alrededor del sofá frente a la pantalla en la que se ven series de corrido o se juega con la Nintendo/Xbox y demás. “Comer queda relegado a los sofás y los dormitorios, y organizar una comida con alguien es prácticamente imposible”, señaló Gray. Aun cuando en las casas más grandes están las islas de moda en la cocina, alrededor de las cuales se puede socializar, muchas veces resulta incómodo recibir extraños en una zona más ligada a la intimidad o que no quedó con la prolijidad deseada tras la preparación de los alimentos.

Según los estudios, todo esto contribuye a que el número de personas que comen solas aumente. Un informe del Food Marketing Institute señaló que “casi la mitad del tiempo que pasamos comiendo es de forma aislada, un factor central en la epidemia de soledad de EE.UU. y que tiene correlato con una variedad de problemas de salud física y mental”. No parece haber vuelta atrás. Hace una década, encuestas de una asociación nacional de constructores de viviendas privadas ya habían mostrado que el 86 por ciento de la gente no estaba interesado en guardar un espacio específico para un comedor, una preferencia que “solo” el 75 por ciento de los hogares tenía en cuenta. Los sociólogos que ven al comedor como una pieza importante en la lucha contra la soledad están buscando alternativas, pero van a tener que ser creativos y actuar rápido. Según concluyó Grey, lo que las cifras prueban es contundente: “el comedor clásico ni siquiera está muriendo lo suficientemente rápido como para acomodarse a la demanda por su extinción”.

 En EE.UU. no son pocos los que lamentan la pérdida de ese espacio, hoy en franca decadencia frente al sillón desde el que se ven series mientras se picotea alguna comida rápida  LA NACION

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