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El museo de Boca: el origen de la pelea por la que los visitantes no pueden acceder a la cancha y las tribunas de la Bombonera

El cartel de la boletería del Museo de la Pasión Boquense es contundente: “Visitas al estadio suspendidas”. Nadie que no sea socio puede ingresar a conocer el coliseo xeneize, uno de los escenarios para ver fútbol más icónicos del mundo.

¿Nadie? En la Argentina nada es imposible. Ante el impedimento oficial surgen artilugios que caminan por la cornisa de lo antirreglamentario: a pocos metros de la entrada principal del club, la de Brandsen 805, junto a una pareja que baila tango en la vereda y gente que ofrece fotografías con una réplica de la Copa Libertadores, socios de Boca brindan una solución: por pocos dólares invitan a aquellos que quieren conocer el estadio a ingresar con ellos. A pasar el molinete como “amigo”.

Más allá del rebusque y la viveza criolla, el popular Estadio Tour, en el que los turistas y público en general podían acceder no solamente al museo sino también a un recorrido guiado por las tribunas de la Bombonera, no está disponible. Según averiguó LA NACION, eso fue discontinuado a mediados de 2021, cuando de a poco la vida volvía a la normalidad tras cuarentena impuesta por la pandemia de coronavirus.

El tour no solo daba la posibilidad de ingresar a la tribuna baja y contemplar el césped y el cemento del emblemático estadio, sino también de transitar el largo pasillo de la zona de vestuarios, donde la dirigencia dio forma a una suerte de museo paralelo. Allí están exhibidas las copas internacionales ganadas por el club y obras de arte vinculadas con las Gladiadoras (el equipo femenino de fútbol), los hinchas, la Puerta 12 y el barrio. Incluso hay una réplica en miniatura del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, que une La Boca con la Isla Maciel.

También allí se erigen estatuas de ídolos de la institución: Ángel Clemente Rojas, Diego Maradona (junto a una réplica de la Copa del Mundo), Silvio Marzolini, Antonio Rattín, Hugo Gatti, Rubén Suñé, Roberto Mouzo, Guillermo Barros Schelotto, Martín Palermo y los dos entrenadores que se coronaron campeones intercontinentales: Juan Carlos “Toto” Lorenzo y Carlos Bianchi. La de Juan Román Riquelme posa con el pecho inflado y la pelota bajo una suela, justo frente a la puerta del vestuario local.

Acceso bloqueado

“Un día llegamos y notamos que le habían puesto candado a la puerta que conecta el Museo con los pasillos de la Bombonera”, confía ante LA NACION alguien que trabaja en el lugar. Y agrega: “Nadie del club vino a explicarnos el porqué. Tampoco nos convocaron para tener una reunión en la que nos detallaran si por alguna razón querían modificar algún punto del contrato. Veníamos de un año y medio de pandemia, con las puertas cerradas y sin turismo, sosteniendo los salarios de los empleados. Y cuando reabrimos, con todos los recaudos correspondientes, de la noche a la mañana nos encontramos con eso: un candado en una puerta”.

Alguien que forma parte de la conducción del club se desentiende del motivo de esa cancelación del Estadio Tour y resume, desde su óptica, lo sucedido desde el 3 de abril de 2001 (día del cumpleaños 96 de Boca), fecha en la que el Museo abrió sus puertas, durante el segundo mandato de la presidencia de Mauricio Macri.

“Boca financió la construcción, cedió el espacio físico, las reliquias históricas por ser exhibidas, las copas, las camisetas y nada menos que el nombre de la institución para que una empresa ajena al club lo administrara durante tres años y sacara la mayor parte del rédito económico”, detalla el directivo actual. “Y en 2004, como si todo lo anterior no hubiera sido suficiente, la Comisión Directiva le perdonó la deuda que tenía por la construcción y por los alquileres adeudados, y le extendió el contrato por 10 años. Y en 2014 [presidencia de Daniel Angelici], otra vez 10 años de concesión. El único beneficiado con todo eso fue el concesionario, a costa de Boca”, profundiza.

Del lado del Museo alegan que en el último tiempo hicieron grandes inversiones en la infraestructura y en la modernización, con juegos interactivos, un nuevo video inmersivo con pantalla de 360º y una maqueta del barrio que muestra la Bombonera de día y de noche, incluso con una proyección de fuegos artificiales.

Nadie quiere hablar en voz alta. Ni los que ofrecen la postura del Museo, ni actuales directivos del club ni gente que integró la Comisión Directiva entre 1995 y 2019. Dan sus versiones, pero a cambio piden anonimato. Todos resguardan la identidad, “por las dudas”.

La tirantez entre las partes es evidente y al no haber diálogo resulta muy complicado que se resuelva la situación. Además, existen acusaciones de la dirigencia actual acerca de un supuesto vínculo directo de los que estuvieron y están a cargo de la concesión del Museo y el ex presidente Macri. Eso dejan entrever desde el club en charlas informales. Gente del macrismo cataloga de “absurdo” el rumor.

En medio de esa rispidez política quedan presos los hinchas xeneizes que no son socios, los turistas y los aficionados al fútbol en general. De hecho, hay quienes visitan Buenos Aires y, al ver que no pueden conocer la Bombonera, terminan ajustando el GPS rumbo al norte y van a conocer el Museo de River.

Los de los eternos rivales son los museos deportivos más visitados de la Argentina. Históricamente, el del club millonario tenía mucha más presencia de hinchas locales que de turistas, a razón de tres argentinos hinchas de River por cada extranjero futbolero. En Boca, lo opuesto: el imán por el templo xeneize y el equipo en sí es alimentado por el cercano punto neurálgico de turismo, Caminito. El dato es elocuente: más de la mitad del total de los visitantes al Museo de la Pasión Boquense no era simpatizante azul y oro.

Pero como consecuencia de la cancelación del Estadio Tour por la Bombonera, en el último tiempo eso cambió. River equilibró los números y se cree que por momentos convoca más turistas que Boca a su museo, ya que en el Monumental sí tienen habilitada la posibilidad de ingresar también a la cancha. Según averiguó LA NACION, solo en las últimas vacaciones de invierno unas 40.000 personas ingresaron al museo riverplatense. No hay información al respecto en relación con el museo de Boca.

Lucas Markowiecki, fundador y CEO de la empresa de turismo Tangol.com, apunta sobre la situación: “Desde mediados de 2021 hasta hoy los turistas no entienden por qué no pueden acceder a conocer la Bombonera por dentro y pisar el césped, como sí sucedía antes de la pandemia. Se quejan y se lamentan, y eligen ir al de River, donde sí pueden ver todo: museo y estadio. O al de Argentinos Juniors, por el imán de ser el hogar futbolístico de Maradona”.

Desde hace varios meses, Boca trabaja en silencio para definir qué hacer con su Museo a partir del 30 de agosto de este año, cuando concluirán los 10 años de concesión.

Las alternativas son tres. La primera es recuperar el museo al 100%, es decir, no volver a concesionarlo y absorber el gasto que requiere la mantención del lugar y el pago de salarios. A cambio, toda la ganancia que genere será para el club.

Otra variante es que mute a un modelo híbrido, o sea, con un dirigente que esté por encima del gerente a cargo de la operatoria del museo. Este sistema es el que utiliza River, que no presenta conflictos entre la institución y la empresa explotadora.

Y el escenario menos posible es que se continúe como hasta ahora. A ninguna de las partes le conviene, porque el servicio es limitado y pierde afluencia a manos de su competidor riverplatense.

Boca Rock

Por otro lado, Boca daría un salto de calidad en materia gastronómica. En los próximos días se anunciaría un acuerdo con la cadena estadounidense Hard Rock Café, que desde que cerró su local en Buenos Aires Design (diciembre de 2019) busca un lugar en la ciudad que cumpla con los estándares internacionales que exige la compañía. Las negociaciones con el club están muy avanzadas por una nueva confitería en la Bombonera, a cargo de la empresa, que tendrá doble acceso: desde las plateas del estadio (donde los espectadores podrán pedir, por ejemplo, una Messi Burger durante los partidos) y desde la calle, para que también haya movimiento durante los días en los que no hay acción sobre el césped de la Bombonera. Resta saber si el acceso externo al Hard Rock Café de Boca estará vinculado con la explotación comercial del museo.

La Noche de los Sillazos

Para conocer la génesis que deriva en lo que sucede en la actualidad y comprender por qué hoy el vínculo entre la directiva de Boca y los responsables de la concesión del Museo está roto hay que viajar una década atrás.

El 29 de agosto de 2014, una asamblea de representantes de Boca pasó a la historia con un nombre de serie: “La Noche de los Sillazos”. Fue el desenlace de dos jornadas agitadísimas en la Bombonera. Un día antes, el entonces presidente Daniel Angelici había tomado la decisión de desvincular a Carlos Bianchi como DT, pese a que el Virrey le había pedido una última oportunidad para revertir un tercer período que no venía nada bien. “Tenemos que poner un fin y empezar otro ciclo”, fue la tajante respuesta del dirigente.

En medio de un clima de tensión y con un partido contra Vélez a la vuelta de la esquina, cerca de las 19 de ese viernes fue presentado Rodolfo Arruabarrena como entrenador xeneize. Y poco después de que el Vasco concluyera su conferencia de prensa, se realizó la asamblea. El ánimo estaba caldeado; había muchos socios en contra de la destitución del DT más ganador de la historia boquense. “Que de la mano, de Carlos Bianchi, todos la vuelta vamos a dar”, se cantó.

Los resultados del equipo habían acelerado la decisión de Angelici de echar a Bianchi. Pero la Asamblea había sido programada mucho antes. El punto principal de su orden del día era la prolongación de la tercerización por 10 años del Museo de la Pasión Boquense a una fusión de empresas privadas: Torneos y Competencias S. A., cuya cara visible era Alejandro Burzaco (uno de los arrepentidos más conocidos del escándalo FIFA Gate); Santa Mónica Argentina S. A., siempre cercana a AFA, y Museos Deportivos S. A. (MD). Torneos finalmente se dio de baja y la concesión quedó bajo la órbita de Santa Mónica y MD, que era la que había explotado en soledad el museo hasta entonces.

Con la presencia de varios integrantes de la barra brava, hubo agravios constantes contra la dirigencia encabezada por Angelici, quien optó por no participar en la reunión de socios. “El que no salta, es de Huracán”, cantaron los violentos, aludiendo a la supuesta condición de hincha quemero del presidente. El apuntado entonces fue el protesorero, Marcelo London, uno de los principales directivos presentes, que se retiró frente a los insultos y silbidos generalizados. “Angelici, botón. Angelici, botón. Sos un hijo de p…”, se escuchó, como también aquel canto que dice “la Comisión, la Comisión, se va a la p…” y el de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

El enojo de muchos socios contra la dirigencia venía desde mayo, cuando Riquelme se despedido de Boca debido a que las autoridades del club habían decidido no renovarle el contrato. El 10 emigró a Argentinos Juniors, club en el que, un semestre, dejó el fútbol.

Luego de varias exposiciones de asambleístas que representaban a la minoría, la mayoría de los presentes aprobó una concesión que planteaba dejarle al club 18% anual de ganancias, unos 20 millones de pesos de entonces, de los cuales 5 millones fueron destinados a inversión y cobrados en el primer año.

Los que no querían ese resultado estallaron. “¡Boca no se vende!”, gritaron. Luego, el caos: empujones, golpes de puño, dirigentes queriendo calmar las aguas y enardecidos arrojando sillas al aire. Mientras dirigentes oficialistas huían por la puerta de atrás del salón, se dio por terminada la sesión. Dos personas terminaron heridas. Un escándalo que, diez años después, tiene todavía consecuencias.

El cartel de la boletería del Museo de la Pasión Boquense es contundente: “Visitas al estadio suspendidas”. Nadie que no sea socio puede ingresar a conocer el coliseo xeneize, uno de los escenarios para ver fútbol más icónicos del mundo.

¿Nadie? En la Argentina nada es imposible. Ante el impedimento oficial surgen artilugios que caminan por la cornisa de lo antirreglamentario: a pocos metros de la entrada principal del club, la de Brandsen 805, junto a una pareja que baila tango en la vereda y gente que ofrece fotografías con una réplica de la Copa Libertadores, socios de Boca brindan una solución: por pocos dólares invitan a aquellos que quieren conocer el estadio a ingresar con ellos. A pasar el molinete como “amigo”.

Más allá del rebusque y la viveza criolla, el popular Estadio Tour, en el que los turistas y público en general podían acceder no solamente al museo sino también a un recorrido guiado por las tribunas de la Bombonera, no está disponible. Según averiguó LA NACION, eso fue discontinuado a mediados de 2021, cuando de a poco la vida volvía a la normalidad tras cuarentena impuesta por la pandemia de coronavirus.

El tour no solo daba la posibilidad de ingresar a la tribuna baja y contemplar el césped y el cemento del emblemático estadio, sino también de transitar el largo pasillo de la zona de vestuarios, donde la dirigencia dio forma a una suerte de museo paralelo. Allí están exhibidas las copas internacionales ganadas por el club y obras de arte vinculadas con las Gladiadoras (el equipo femenino de fútbol), los hinchas, la Puerta 12 y el barrio. Incluso hay una réplica en miniatura del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, que une La Boca con la Isla Maciel.

También allí se erigen estatuas de ídolos de la institución: Ángel Clemente Rojas, Diego Maradona (junto a una réplica de la Copa del Mundo), Silvio Marzolini, Antonio Rattín, Hugo Gatti, Rubén Suñé, Roberto Mouzo, Guillermo Barros Schelotto, Martín Palermo y los dos entrenadores que se coronaron campeones intercontinentales: Juan Carlos “Toto” Lorenzo y Carlos Bianchi. La de Juan Román Riquelme posa con el pecho inflado y la pelota bajo una suela, justo frente a la puerta del vestuario local.

Acceso bloqueado

“Un día llegamos y notamos que le habían puesto candado a la puerta que conecta el Museo con los pasillos de la Bombonera”, confía ante LA NACION alguien que trabaja en el lugar. Y agrega: “Nadie del club vino a explicarnos el porqué. Tampoco nos convocaron para tener una reunión en la que nos detallaran si por alguna razón querían modificar algún punto del contrato. Veníamos de un año y medio de pandemia, con las puertas cerradas y sin turismo, sosteniendo los salarios de los empleados. Y cuando reabrimos, con todos los recaudos correspondientes, de la noche a la mañana nos encontramos con eso: un candado en una puerta”.

Alguien que forma parte de la conducción del club se desentiende del motivo de esa cancelación del Estadio Tour y resume, desde su óptica, lo sucedido desde el 3 de abril de 2001 (día del cumpleaños 96 de Boca), fecha en la que el Museo abrió sus puertas, durante el segundo mandato de la presidencia de Mauricio Macri.

“Boca financió la construcción, cedió el espacio físico, las reliquias históricas por ser exhibidas, las copas, las camisetas y nada menos que el nombre de la institución para que una empresa ajena al club lo administrara durante tres años y sacara la mayor parte del rédito económico”, detalla el directivo actual. “Y en 2004, como si todo lo anterior no hubiera sido suficiente, la Comisión Directiva le perdonó la deuda que tenía por la construcción y por los alquileres adeudados, y le extendió el contrato por 10 años. Y en 2014 [presidencia de Daniel Angelici], otra vez 10 años de concesión. El único beneficiado con todo eso fue el concesionario, a costa de Boca”, profundiza.

Del lado del Museo alegan que en el último tiempo hicieron grandes inversiones en la infraestructura y en la modernización, con juegos interactivos, un nuevo video inmersivo con pantalla de 360º y una maqueta del barrio que muestra la Bombonera de día y de noche, incluso con una proyección de fuegos artificiales.

Nadie quiere hablar en voz alta. Ni los que ofrecen la postura del Museo, ni actuales directivos del club ni gente que integró la Comisión Directiva entre 1995 y 2019. Dan sus versiones, pero a cambio piden anonimato. Todos resguardan la identidad, “por las dudas”.

La tirantez entre las partes es evidente y al no haber diálogo resulta muy complicado que se resuelva la situación. Además, existen acusaciones de la dirigencia actual acerca de un supuesto vínculo directo de los que estuvieron y están a cargo de la concesión del Museo y el ex presidente Macri. Eso dejan entrever desde el club en charlas informales. Gente del macrismo cataloga de “absurdo” el rumor.

En medio de esa rispidez política quedan presos los hinchas xeneizes que no son socios, los turistas y los aficionados al fútbol en general. De hecho, hay quienes visitan Buenos Aires y, al ver que no pueden conocer la Bombonera, terminan ajustando el GPS rumbo al norte y van a conocer el Museo de River.

Los de los eternos rivales son los museos deportivos más visitados de la Argentina. Históricamente, el del club millonario tenía mucha más presencia de hinchas locales que de turistas, a razón de tres argentinos hinchas de River por cada extranjero futbolero. En Boca, lo opuesto: el imán por el templo xeneize y el equipo en sí es alimentado por el cercano punto neurálgico de turismo, Caminito. El dato es elocuente: más de la mitad del total de los visitantes al Museo de la Pasión Boquense no era simpatizante azul y oro.

Pero como consecuencia de la cancelación del Estadio Tour por la Bombonera, en el último tiempo eso cambió. River equilibró los números y se cree que por momentos convoca más turistas que Boca a su museo, ya que en el Monumental sí tienen habilitada la posibilidad de ingresar también a la cancha. Según averiguó LA NACION, solo en las últimas vacaciones de invierno unas 40.000 personas ingresaron al museo riverplatense. No hay información al respecto en relación con el museo de Boca.

Lucas Markowiecki, fundador y CEO de la empresa de turismo Tangol.com, apunta sobre la situación: “Desde mediados de 2021 hasta hoy los turistas no entienden por qué no pueden acceder a conocer la Bombonera por dentro y pisar el césped, como sí sucedía antes de la pandemia. Se quejan y se lamentan, y eligen ir al de River, donde sí pueden ver todo: museo y estadio. O al de Argentinos Juniors, por el imán de ser el hogar futbolístico de Maradona”.

Desde hace varios meses, Boca trabaja en silencio para definir qué hacer con su Museo a partir del 30 de agosto de este año, cuando concluirán los 10 años de concesión.

Las alternativas son tres. La primera es recuperar el museo al 100%, es decir, no volver a concesionarlo y absorber el gasto que requiere la mantención del lugar y el pago de salarios. A cambio, toda la ganancia que genere será para el club.

Otra variante es que mute a un modelo híbrido, o sea, con un dirigente que esté por encima del gerente a cargo de la operatoria del museo. Este sistema es el que utiliza River, que no presenta conflictos entre la institución y la empresa explotadora.

Y el escenario menos posible es que se continúe como hasta ahora. A ninguna de las partes le conviene, porque el servicio es limitado y pierde afluencia a manos de su competidor riverplatense.

Boca Rock

Por otro lado, Boca daría un salto de calidad en materia gastronómica. En los próximos días se anunciaría un acuerdo con la cadena estadounidense Hard Rock Café, que desde que cerró su local en Buenos Aires Design (diciembre de 2019) busca un lugar en la ciudad que cumpla con los estándares internacionales que exige la compañía. Las negociaciones con el club están muy avanzadas por una nueva confitería en la Bombonera, a cargo de la empresa, que tendrá doble acceso: desde las plateas del estadio (donde los espectadores podrán pedir, por ejemplo, una Messi Burger durante los partidos) y desde la calle, para que también haya movimiento durante los días en los que no hay acción sobre el césped de la Bombonera. Resta saber si el acceso externo al Hard Rock Café de Boca estará vinculado con la explotación comercial del museo.

La Noche de los Sillazos

Para conocer la génesis que deriva en lo que sucede en la actualidad y comprender por qué hoy el vínculo entre la directiva de Boca y los responsables de la concesión del Museo está roto hay que viajar una década atrás.

El 29 de agosto de 2014, una asamblea de representantes de Boca pasó a la historia con un nombre de serie: “La Noche de los Sillazos”. Fue el desenlace de dos jornadas agitadísimas en la Bombonera. Un día antes, el entonces presidente Daniel Angelici había tomado la decisión de desvincular a Carlos Bianchi como DT, pese a que el Virrey le había pedido una última oportunidad para revertir un tercer período que no venía nada bien. “Tenemos que poner un fin y empezar otro ciclo”, fue la tajante respuesta del dirigente.

En medio de un clima de tensión y con un partido contra Vélez a la vuelta de la esquina, cerca de las 19 de ese viernes fue presentado Rodolfo Arruabarrena como entrenador xeneize. Y poco después de que el Vasco concluyera su conferencia de prensa, se realizó la asamblea. El ánimo estaba caldeado; había muchos socios en contra de la destitución del DT más ganador de la historia boquense. “Que de la mano, de Carlos Bianchi, todos la vuelta vamos a dar”, se cantó.

Los resultados del equipo habían acelerado la decisión de Angelici de echar a Bianchi. Pero la Asamblea había sido programada mucho antes. El punto principal de su orden del día era la prolongación de la tercerización por 10 años del Museo de la Pasión Boquense a una fusión de empresas privadas: Torneos y Competencias S. A., cuya cara visible era Alejandro Burzaco (uno de los arrepentidos más conocidos del escándalo FIFA Gate); Santa Mónica Argentina S. A., siempre cercana a AFA, y Museos Deportivos S. A. (MD). Torneos finalmente se dio de baja y la concesión quedó bajo la órbita de Santa Mónica y MD, que era la que había explotado en soledad el museo hasta entonces.

Con la presencia de varios integrantes de la barra brava, hubo agravios constantes contra la dirigencia encabezada por Angelici, quien optó por no participar en la reunión de socios. “El que no salta, es de Huracán”, cantaron los violentos, aludiendo a la supuesta condición de hincha quemero del presidente. El apuntado entonces fue el protesorero, Marcelo London, uno de los principales directivos presentes, que se retiró frente a los insultos y silbidos generalizados. “Angelici, botón. Angelici, botón. Sos un hijo de p…”, se escuchó, como también aquel canto que dice “la Comisión, la Comisión, se va a la p…” y el de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

El enojo de muchos socios contra la dirigencia venía desde mayo, cuando Riquelme se despedido de Boca debido a que las autoridades del club habían decidido no renovarle el contrato. El 10 emigró a Argentinos Juniors, club en el que, un semestre, dejó el fútbol.

Luego de varias exposiciones de asambleístas que representaban a la minoría, la mayoría de los presentes aprobó una concesión que planteaba dejarle al club 18% anual de ganancias, unos 20 millones de pesos de entonces, de los cuales 5 millones fueron destinados a inversión y cobrados en el primer año.

Los que no querían ese resultado estallaron. “¡Boca no se vende!”, gritaron. Luego, el caos: empujones, golpes de puño, dirigentes queriendo calmar las aguas y enardecidos arrojando sillas al aire. Mientras dirigentes oficialistas huían por la puerta de atrás del salón, se dio por terminada la sesión. Dos personas terminaron heridas. Un escándalo que, diez años después, tiene todavía consecuencias.

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